lunes, 29 de enero de 2024

El sentido como fundamento de la verdad racional (2/2)

Una urgencia de hoy es la de recordarnos a todos el valor de la verdad, considerando que nos estamos dejando seducir por una multiplicidad de ideologías, que perturban y alteran la vida del pensamiento, creando ilusiones y falsas prospectivas. Por otro lado, la necesidad de la verdad es inherente a todos nosotros y por tanto es responsabilidad de todos y de cada uno dar una respuesta sincera al llamado de la verdad. [En la imagen: fragmento de "Alegoría de los Cinco Sentidos", óleo sobre lienzo de 1668, obra de Gérard de Lairesse, pintura conservada y expuesta en el Kelvingrove Art Gallery and Museum, de Glasgow, Escocia].

Sentido e intelecto
   
----------A partir de lo dicho hasta aquí, es fácil poder comprender que, apoyándose sobre el solidísimo principio de no-contradicción, la razón puede levantar con seguridad el edificio del saber, que, si queremos hacer una comparación, es como un especial rascacielos, en el cual siempre se pueden añadir nuevos pisos. Creo que si santo Tomás de Aquino hubiera vivido hoy, habría hecho este mismo parangón.
----------La demostración de la solidez de los nuevos pisos añadidos se realiza verificando su relación con la solidez de los cimientos o fundamentos. Por lo tanto, la demostración científica es posible precisamente porque el principio fundante rige por sí y no tiene necesidad de ser demostrado, a tal punto él es evidente; y por lo demás no se refiere a un principio precedente, precisamente porque es el primero.
----------Santo Tomás de Aquino hace notar que este principio fundamental o causa primera del saber no debe ser confundida con Dios; no se trata de un conocimiento teológico, casi como si el saber racional debiera partir de una especie de intuición originaria e inmediata del ser divino.
----------Dios, para Tomás, es la causa primera creadora de la realidad y de la misma razón e indudablemente mueve a la razón en su proceder. Pero el primum cognitum, como lo llama el santo de Aquino, el primero real conocido, no es otro que el ente sensible (quidditas rei materialis).
----------Ahora bien, el intelecto capta la cosa en sí, que se encuentra fuera del alma (extra animam) en el espacio y en el tiempo, y forma a partir de ella una idea o concepto, que le sirve como imagen o representación de la cosa y para conocerla.
----------Es de la noción del ente, recabada del ente sensible, que la razón recaba el primer principio del saber, que luego le servirá para demostrar la existencia de Dios partiendo de los efectos creados.
----------La verdad racional, para Tomás, supone la verdad sensible. Si el sentido no funciona, la razón no funciona. La verdad cognoscitiva es adecuación o correspondencia del sentido y del intelecto a lo real (cf. De Veritate, q.1, a.1). Tanto la evidencia del sentido como la evidencia de la razón son indudables y ambas, en colaboración, son el principio y la causa de la ciencia. Sentido e intelecto pueden equivocarse; pero ellos corrigen sus respectivos errores precisamente reforzando o mejorando su poder cognoscitivo.
----------El sentido está al servicio del intelecto, de modo que la razón pasa desde el conocimiento de las cosas sensibles al conocimiento de las realidades espirituales, hasta llegar en última instancia al conocimiento de Dios. La verdad racional es más alta que la verdad sensible; pero no corresponde al intelecto corregir los errores del sentido, pues el sentido se cuida a sí mismo. Por ejemplo, si soy miope tengo que ir al oculista. El intelecto servirá para concertar una cita con el médico. El intelecto puede ser de ayuda cuando hay ilusiones de los sentidos. Para Tomás, si es tontería y necedad dudar del intelecto, es aún más tontería, por no decir demencia, dudar del sentido, allí donde incluso los animales alcanzan la certeza.
----------Estas consideraciones hechas por santo Tomás en el siglo XIII siguen siendo válidas, y permiten demostrar la falsedad de la concepción cartesiana del fundamento de la evidencia racional. En efecto, Descartes considera un "engaño" el considerar que la fuente primera, suficiente e inmediata de la evidencia racional sea la evidencia de las realidades sensibles externas y que, por consiguiente, sea también una engaño, la convicción espontánea que tenemos, según la cual nuestras ideas representan cosas externas.
----------De hecho, Descartes relata en la Tercera de sus Meditaciones Metafísicas: "he afirmado otra cosa, que a causa de la costumbre que tenía de creer en ello, creía percibir muy claramente, si bien verdaderamente no lo percibía en absoluto: esto es, que existían cosas fuera de mí, de donde procedieron esas ideas, y con las cuales ellas eran enteramente similares. Y era enesto donde me engañaba". "El principal y más ordinario error que se pueda encontrar en los juicios consiste en esto, que yo juzgo que las ideas, las cuales están en mí, sean similares o conformes a cosas que están fuera de mí".Según Descartes, podemos estar ciertos de poseer las ideas, pero no podemos saber si a ellas les corresponden cosas externas, de las cuales, como por reglas de verdad, habríamos recabado, mediante los sentidos, esas ideas.
----------A las mencionadas declaraciones, santo Tomás de Aquino haría la observación de que Descartes olvida aquí el motivo por el cual nos formamos las ideas, que es precisamente el de poder conocer o reconocer, mediante la experiencia del sentido, la realidad externa sensible. Tanto es así que, si queremos corregir una idea falsa, debemos referirnos a esta realidad como regla de verdad. Lo que evidentemente supone la capacidad de nuestro intelecto para captar la realidad tal como es.
----------La convicción de la existencia de cosas por fuera del sujeto (extra animam, dice santo Tomás), no es, por tanto, un prejuicio, una costumbre o un hábito no verificado, una ingenuidad acrítica o incluso un error que deba corregirse. Sino que esa convicción surge de la experiencia del sentido, cuya veracidad en principio es indudable, so pena de contravención del principio de no-contradicción, según cuanto hemos visto acerca de la cuestión de si conocemos las cosas con nuestras ideas. El sentido, ciertamente, puede equivocarse; existen ilusiones de los sentidos difícilmente corregibles. Pero al fin de cuentas, es siempre el sentido el que se corrige a sí mismo con un mejor empleo de sus fuerzas.
----------Tomás no discute en absoluto la certeza que da la conciencia de pensar, y es evidente que ella implica la conciencia de existir. Pero Tomás le haría presente a Descartes que esta autoconciencia (el cogito) no puede ser considerada el fundamento primero e inmediato de la evidencia y del saber. La conciencia de dudar es importante, pero a condición de que la duda sea razonable.
----------Ahora bien, como demuestra santo Tomás de Aquino, el dudar, como hace Descartes, de la veracidad del sentido es una necedad, una absoluta tontería. La evidencia sensible es primera, fundamental y absoluta; no tiene necesidad de ser demostrada, porque es ella misma principio de demostración de las verdades experimentales y mediación de la evidencia racional.
----------La conciencia de estar dudando, la conciencia de pensar, es indudablemente una evidencia importante, sobre todo en cuanto es interior y espiritual; pero no funda la evidencia primera y originaria del conocimiento y por tanto de la verdad racional. En efecto, el pensamiento tiene necesidad de un objeto, que al fin de cuentas es extraído de la experiencia, por lo cual esta conciencia es conciencia de conocer un objeto tomado de los sentidos. Por consiguiente, si antes del acto de la conciencia el intelecto no ha concebido un objeto extraído de los sentidos, la conciencia permanece privada de objeto.
----------Esto, obviamente, no quita el hecho de que la razón sepa elevarse a realidades superiores a las sensibles, como por ejemplo al propio mundo de las ideas, así como a las realidades espirituales de la moral, de la psicología, de la religión, de la teología y de la fe. Pero siempre queda que el fundamento primero inconcuso de la verdad racional no es la conciencia, sino la noción del ente extramental (extra animam), noción recaba del conocimiento de la realidad sensible: entitas in hoc.
   
El primum cognitum del ente sensible nos abre el camino a la divina Revelación
   
----------Todo lo reflexionado hasta aquí nos recuerda la importancia, hoy más que nunca, del estrecho vínculo que existe entre el conocimiento que se deriva de la fe que profesamos y el reconocimiento y la aceptación de la verdad racional. El reconocer que el primum cognitum, como lo llama santo Tomás, es el ente sensible extra-mental (extra animam) que está como fundamento de nuestro conocimiento, que no procede de nuestro pensamiento, sino que es la condición y forma de una idea o de un concepto, es el que en definitiva, nos permite acceder en el tiempo y en la historia el acontecimiento de la Revelación divina.
----------Y ello porque si nosotros ponemos en relación la verdad de la Revelación divina, encarnada por el Verbo divino, con aquella definición de verdad elaborada por santo Tomás de Aquino: "veritas est adæquatio rei et intellectus", en la cual se establece una conformidad entre lo que se piensa y lo que es en la realidad, entonces es posible abrir un camino de reflexión para un acercamiento racional a la fe, que preceda y prepare a la razón humana para el asentimiento de fe.
----------El acontecimiento de la Encarnación es la modalidad con la cual Dios entra, en modo humano, en la historia y en la experiencia humana, para ser acogido por aquel ente que es el ser humano, creado a Su imagen y semejanza, con el cual comparte inteligencia, voluntad y libertad.
----------Pero esta comunicación es posible en cuanto la Revelación divina llega a nosotros como otra realidad, distinta, extramental, y al hacerse cognoscible, adecuándose así a nuestro intelecto, el Verbo se hace carne, se hace visible, audible, tocable, cae bajo nuestros sentidos, en cuanto somos cada uno un sujeto que tiene lo necesario para expresar un juicio y pronunciarse por un asentimiento a la fe o por un disenso.
----------En el juicio, por consiguiente, el sujeto toma de manera explícita posición acerca de la actualidad de la cosa en sí, en este caso, de la Revelación divina. Por medio del juicio el sujeto acepta la realidad de la cosa, su esencia, su contenido, su ser en acto, por tanto en acción (la Palabra viviente) en su específica modalidad de ser: el Verbo se hace carne y establece su tienda en medio de nosotros.
----------Este es el camino de la razón hacia la fe en el horizonte de la verdad, camino que ha sido posible gracias al misterio de la Encarnación, por el cual la Verdad hecha Persona ilumina nuestra razón en la búsqueda de la verdad y la eleva gracias a la fe al conocimiento de la verdad divina.
   
La opción pastoral asumida en el pontificado de Francisco
   
----------Todo esto nos remite a los preambula fidei, que constituyen un camino que debemos repristinar, en cuanto vía de la razón hacia la fe, vía hecha posible por la Encarnación del Verbo. Pero debemos hacerlo en medio de las dificultades de nuestro mundo actual, en el cual la razón humana se muestra en tantísimos casos tan devaluada, corrompida y hasta animalizada se podría decir. Pareciera necesario hoy tratar de que el hombre vuelva a ser ante todo hombre, para poder así sentar los presupuestos para la posibilidad de la Fe. ¿No es ésta acaso la opción pastoral asumida por el papa Francisco durante todo su pontificado?
----------Se trata de una opción fundamental del Santo Padre, indudablemente un propósito basilar de su pontificado, opción pastoral que puede ser descripta como la voluntad de promover la unidad del género humano sobre la base de los principios de igualdad y de fraternidad.
----------Este discurso humanista del papa Francisco presupone el concepto tomista de ratio naturalis, en cuanto cualificante de la naturaleza humana como tal y, por tanto, caracterizante esencialmente de todos los seres humanos, varón y mujer, de modo que la razón viene a ser la base de la fraternidad y de la igualdad humanas, a pesar de la diversidad de los individuos y de las diferencias culturales.
----------Este tema de la razón era muy caro a Benedicto XVI, hasta el punto de que él no tuvo temor de mostrarse como un admirador del Iluminismo, no ciertamente en cuanto negador de lo sobrenatural, sino en cuanto fue revalorizador de la razón en continuidad con la tradición aristotélico-tomista.
----------A partir de estas consideraciones, está claro entonces que, en primer lugar, es necesario reconstruir una apologética renovada, en línea con las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Esto significa que es necesario construir una nueva apologética, que insista más en resaltar o poner en luz el valor de la razón que a todos nos une y que está en la base de la fraternidad humana.
----------En segundo lugar, también nos es necesario retomar el método tradicional de la apologética, consistente, como bien sabemos, en el hacer razonar a las personas, lo cual implica la tarea de mostrarles los signos de credibilidad del mensaje evangélico, por ejemplo el testimonio de la caridad fraterna, el ejercicio de un diálogo destinado a demostrar la existencia de Dios, por no hablar de los signos extraordinarias que son los dones del espíritu, los milagros, las profecías y las visiones privadas.
   
El discurso acerca del origen de la verdad cristiana
   
----------Retomando, entonces, lo que hemos venido diciendo en estos días acerca del artículo del cardenal Giuseppe Betori en L'Avvenire, acerca de la declaración Fiducia supplicans, hago hincapié ahora en el pasaje en que él dice: "En la condición de fragilidad que caracteriza nuestra vida, el Señor nos llama a un camino de fe", y refiriéndose a las palabras pronunciadas por el papa san Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio Vaticano II, Betori pone en evidencia que la verdad cristiana y su anuncio mantienen toda su integridad en la acción pastoral de la Iglesia llamada a reasumir el desafío que viene lanzado por una nueva sociedad, y me refiero en particular a la sociedad europea y occidental, que con el transcurrir de los años se va distanciando cada vez más de sus propias raíces cristianas.
----------Retornando al discurso sobre la verdad, el Cardenal afirma que: "Toda verdad, para ser proclamada, tiene necesidad de estar concretamente situada en la vida y, por tanto, también en sus ambigüedades".
----------Ciertamente, la verdad cristiana tiene también una finalidad pastoral, y nadie lo pone en duda. Pero no tiene sólo eso, pues la Revelación cristiana es la verdadera estrella de orientación para el hombre que avanza entre los actuales condicionamientos de la mentalidad inmanentista y las limitaciones de una lógica tecnocrática; es la última posibilidad que nos viene ofrecida por Dios para rencontrar en plenitud el proyecto originario de amor, iniciado con la creación. Al hombre deseoso de conocer lo verdadero, si todavía es capaz de mirar más allá de sí mismo y de alzar la mirada más allá de sus propios proyectos, le es dada la posibilidad de recuperar la genuina relación con su vida, siguiendo el camino de la verdad.
----------La verdad que la Revelación cristiana nos hace conocer no es el fruto maduro ni el punto culminante de un pensamiento elaborado por la razón, sino que es puro don del amor de Dios y no se agota en la acción pastoral, aunque la motive y la sostenga, sino que es un anticipo, puesto en nuestra historia, de esa visión última y definitiva de Dios que está reservada a cuantos creen en Él o lo buscan con corazón sincero. Fin último de la Revelación es la salvación del hombre para la visión de Dios, o mejor, su participación en la vida divina, y esto nunca lo debemos olvidar en nuestra acción pastoral.
----------En definitiva, mi intención en este artículo ha sido impulsar a los lectores a retomar la consideración de la importancia de la verdad en la vida cristiana, tanto en orden a alcanzar nuestro fin último como en orden a la práctica de las virtudes y, sobre todo, de la caridad. Efectivamente, una urgencia de hoy es la de recordarnos a todos el valor de la verdad, considerando que nos estamos dejando seducir por una multiplicidad de ideologías, que perturban y alteran la vida del pensamiento, creando ilusiones y falsas prospectivas. Por otro lado, la necesidad de la verdad es inherente a todos nosotros y por tanto es responsabilidad de todos y de cada uno dar una respuesta sincera al llamado de la verdad.

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