sábado, 6 de enero de 2024

Los celos de Dios y la llamada a la conversión (4/4)

El Padre celestial ha querido que todas las cosas, las celestiales, las terrenales y las infernales se recopilaran en torno a Cristo y bajo Cristo (Col 1,20), no según el monismo circular buenista de Orígenes, ni según el monismo dialéctico de Hegel, sino según el analéctico, participativo y pluralista del supremo Analogado, Cristo, Alfa y Omega, de los analogados inferiores, que son los entes diversificados y jerarquizados del universo. [En la imagen: fragmento de "La Santísima Trinidad", un mural-icono ortodoxo, pintado en el techo de la entrada al Monasterio Vatopedion en Agion Oros, Monte Athos, Grecia].

La buena batalla
   
----------Debemos distinguir una justa lucha de una lucha injusta; una justa guerra de una guerra injusta; un justo uso de la fuerza, o de la coerción, de un uso injusto. Lo primero es justicia, lo segundo es violencia. Lo primero es virtud, lo segundo es pecado. Quien no distingue la justa lucha de una lucha injusta, cae en la violencia, porque acaba agrediendo al bien más que al mal.
----------El pecado no puede ser siempre excusado, y el pecado es cancelado solamente si el pecador se arrepiente. Pero lo que es excusado, perdonado o tolerado, no es el pecado en sí mismo, sino que es el pecador quien puede ser excusado, perdonado o tolerado. El pecado debe ser odiado, condenado, rechazado, combatido, eliminado o cancelado. Perdonar o permitir de hecho quiere decir aprobar, juzgar bueno o al menos permitido; pero el pecado no puede nunca devenir un bien ni ser permitido o tolerado en sí mismo.
----------En esta vida no nos podemos eximir del combatir o de la lucha, acaso con la excusa del diálogo, de la paciencia, de la mansedumbre o de la misericordia. Todo depende de ver sobre qué valores fundamos o motivamos la lucha, en nombre de quién o de qué luchamos y sufrimos.
----------De hecho, una cosa es combatir en las filas de Mussolini o en las de Hitler o en las de Stalin, y otra cosa es combatir en las files y en el nombre de Cristo o de la justicia o de la libertad. El cristiano sabe "fatigarse y luchar con la fuerza de Cristo" (Col 1,29), para poder decir a Dios: "con tu auxilio embestimos al enemigo y en tu Nombre aplastamos al agresor" (Sal 43,6).
----------Una cosa es luchar contra el pecado, contra el sufrimiento, contra la carne, contra la muerte, contra el mundo y contra Satanás; y otra cosa es luchar por afirmarse a sí mismo sobre los demás con la astucia y con la prepotencia. Lo primero es obediencia a Dios, es sabiduría, es caridad, es generosidad, es coraje. Lo segundo es necedad, es soberbia, egoísmo, prepotencia, perfidia.
----------Además, en la lucha hay reglas que deben ser respetadas, para saberse disciplinar, para ser enemigos leales, para tener probabilidad de vencer o, en el peor de los casos, para ceder las armas con honor. Tales reglas deben ser respetadas (2 Tim 2,5), para combatir la que el Apóstol de las Gentes llama la "buena batalla" (1 Tim 6,12; 2 Tim 4,6), para "combatir como el Señor nos ha mandado" (Dt 1,41), para no "dar golpes en el aire" (1 Cor 9,26), golpeando al azar con furiosa ira. Incluso la lucha, como enseña santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae II-II, q.123, a.10), debe ser conducida con ira moderada por la razón, lo cual es expresión del coraje, que en la virtud militar puede llegar hasta el heroísmo.
----------Acto nobilísimo de coraje, propio del agonismo cristiano, es el martirio (Sum.Theol. II-II, q.124), por el cual el mártir, permaneciendo firme en la fe, al precio de su vida, por amor de Dios y de sus hermanos, con la fuerza de Cristo, vence el poder de Satanás y la tentación al pecado, a imitación de la caridad de Cristo.
----------La lealtad agonística exige que no se agreda al adversario con medios o argumentos rencorosos, desleales, injuriosos, falsos o sofísticos, para vencer con el engaño o defender lo falso, antes que lo verdadero. Debemos evitar golpear a los inocentes en lugar de golpear a los culpables; no nos debemos enfrentar a enemigos demasiado poderosos. Renunciar a separar el trigo de la cizaña, si, al golpear lolio, se corre el riesgo de golpear también al grano. No debemos dejarnos vencer por el odio o por la crueldad.
----------La paz, cuando sea necesaria, debe ser defendida con la fuerza contra los enemigos de la paz. Dios ciertamente no quiere que en su nombre se cometan asesinatos y homicidios, no quiere el odio ni la violencia. Sin embargo, quiere que quienquiera tenga la fuerza suficiente, libere a los pobres y oprimidos de las manos del opresor. Para lograr eso, el diálogo no siempre es suficiente. Y para tal fin puede ser útil también la guerra. Si no bastan los "buenos", se puede recurrir a los "malos".
----------Las consecuencias del pecado original han causado en el hombre una tendencia a la injusticia, a la violencia y al odio, que en esta vida, incluso entre los mejores de nosotros, nunca se supera del todo, no obstante la obra de la gracia. Creer por tanto, en la línea de Rousseau, de la masonería y de un falso evangelismo, que todos los contrastes y las injusticias pueden ser resueltos sólo con la buena voluntad mediante negociaciones pacíficas, sin recurrir a las fuerzas de la gracia, es una ilusión, que lleva como resultado a la aquiescencia y al ceder ante los prepotentes y los criminales.
   
La ilusión de Orígenes
   
----------En Dios, como dice san Pablo, existe sólo el sí (2 Cor 1,19). Ciertamente Dios se opone a Satanás y al infierno, rechaza el pecado. Pero en la esencia de Dios está ausente la oposición entre la afirmación y la negación, entre sí y no, que en cambio están presentes en el mundo y en la creatura. En Dios no hay contrastes internos, y Dios no odia a nadie, salvo al pecado. Dios, por cierto, en Cristo realiza la "recapitulación (anakefaláiosis) de todas las cosas" (Ef 1,10). Pero tal recapitulación no es la apokacatástasis de la que habla Orígenes, es decir, no se trata de retornar al punto de partida, para recomenzar eventualmente desde el principio, sino de realizar un cumplimiento supremo, eterno y definitivo.
----------Si el hecho es que Satanás y los condenados del infierno, aunque creados para Dios, han dicho libremente y responsablemente que no a Dios, es decir, si el mal, aunque no ha sido querido por Dios, ha entrado en el mundo y permanece para siempre en el infierno, aunque sólo se trate de mal de pena, esto no afecta, como erróneamente ha creído Orígenes y como creen los buenistas de nuestros días, la sabiduría, la bondad, la justicia, la unidad, la armonía y la potencia del plan divino que ha sido actuado por Cristo y ha sido expresado en la palabra del apóstol san Pablo, sino que, por el contrario, muestra todas estas cualidades, en cuanto que muestra la victoria de Dios sobre el mal y cómo Él, permaneciendo inocente del pecado, pecado que Él no ha querido, muestra su justicia precisamente castigando el pecado.
----------Por otra parte, hay que considerar que tanto los bienaventurados del paraíso del cielo, como los condenados del infierno, consiguen un doble bien: uno, que atañe a su libre albedrío, y otro, que atañe a sus méritos. El primero consiste en el hecho que cada uno obtiene lo que ha querido: los bienaventurados, su unión con Dios; los condenados, la absolutización de su yo; mientras que, por cuanto respecta a los méritos, los bienaventurados son premiados y los malvados son castigados.
----------El hecho es que Orígenes, ciertamente sin darse cuenta, ha quedado deudor de la concepción cíclica pagana de la historia y de la realidad, concepción que retorna en la dialéctica hegeliana. La grandiosa visión origeniana y la hegeliana, aunque muy diferentes entre sí, fascinan con la perspectiva de la reconstitución de la perfección, de la unidad y de la paz iniciales, después de la ruptura, la desarmonía y la discordia provocadas por la desobediencia y por el pecado, mientras que la recapitulación paulina, que deja subsistir el infierno, presenta un cuadro cósmico, moral y metafísico, el cual, debido al permanecer, con el infierno, del conflicto del mundo con Dios, da la impresión de una situación irresuelta y, al fin de cuentas, genera un sentimiento de frustración por un Dios que parece impotente o no lo suficientemente bueno.
----------Sin embargo, en Orígenes y en Hegel se esconde una sutil y peligrosa insidia, que consiste precisamente en esta coincidencia del inicio con el fin del camino de la historia. En Orígenes, ciertamente, Dios es inmutable y está por encima de la historia. El círculo que se cierra es sólo la historia del mundo, del hombre y de los ángeles.
----------En Hegel, en cambio, Dios deviene, es historia y, precisamente como Dios, es inmanente al mundo y a la conciencia del hombre. Dios mismo es un proceso dialéctico, un "silogismo", donde el inicio coincide con el fin, un círculo perfecto. Dios se pone a Sí (afirmación, tesis); se aliena de Sí en el mundo (negación, antítesis); retorna a Sí como Dios-mundo (negación de la negación, síntesis).
   
La astucia de Hegel
   
----------Mientras la circularidad origeniana está basada bíblicamente en la tríada justicia-pecado-gracia, la hegeliana está basada en la contradicción lógica de afirmación-negación-negación de la negación, como hemos visto. Sin embargo, no se trata, como algunos han creído, de una verdadera y propia negación del principio de no-contradicción establecido por Aristóteles, aunque Hegel no sea siempre claro sobre este punto.
----------De hecho, Hegel sabe bien que no es posible afirmar y negar al mismo tiempo de la misma cosa el mismo atributo bajo el mismo aspecto. Él no es tan ingenuo como para no saber esto. Así, él explica que el principio según el cual "el ser y la nada son lo mismo" no debe ser entendido en el sentido absurdo de que "es todo uno que las cosas sean o no sean", sino que quiere significar la "filosofía, para la cual es indiferente que las cosas sean o no sean" (cf. Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Alianza Editorial, Madrid 2005, p.191).
----------Excepto que, sin embargo, en el verdadero devenir las fases no son simultáneas, sino que se suceden las unas a las otras. En cambio, Hegel -como se sabe- interpreta este sucederse no como pasaje de la potencia al acto, sino como "unidad del ser y de la nada".
----------Se comprende entonces cómo una semejante explicación del devenir y del ser mismo, comprendido el Absoluto, no puede disipar todas las perplejidades acerca del real respeto, en Hegel, del principio de no-contradicción, aunque él excluya una simple identidad Dios-mundo, sino que hable de "pasaje" (Durchgang) o "traspaso""transición" (Übergang) consecutivamente de un polo al otro de la contradicción.
----------No es la identificación del sí y del no, es cierto, cosa que por otra parte sería absurda, sino que es algo más sutil y, quisiera decir, desleal, es decir, la oscilación entre lo uno y lo otro, lo que en realidad conduce al razonar deshonesto y a una ética de la doblez. No es un contradecirse, sino un contradecir, lo que sin embargo, sigue siendo siempre una ofensa a la verdad y a la coherencia del pensar.
----------El problema es que para Hegel es el ser como tal que deviene y no sólo el ser mundano; por lo cual también Dios está involucrado en las contradicciones y en los conflictos de la historia. Pero, por otra parte, Hegel concibe el ser como pensamiento, cosa que en realidad sólo se aplica a Dios y ya era sabido por Aristóteles en la famosa noción del Pensamiento del Pensamiento (nóesis noéseos).
----------La dialéctica hegeliana opone inicialmente, sí, en el inicio el bien al mal, pero promueve, en la conclusión del círculo dialéctico, una síntesis entre bien y mal. Esto provoca en el plano ético un grave fenómeno de doblez. En cambio, se debe decir con fuerza que el verdadero bien es la síntesis del bien con el bien, y se debe también afirmar con total firmeza y certeza la oposición absoluta del bien al mal.
----------Esta oposición tiene una base metafísica relativa al ser. De hecho, como ya hemos visto para el principio de identidad, el ser es inconciliable con el no-ser, lo verdadero con lo falso, el sí con el no, el bien con el mal, el pecado con la gracia, el paraíso del cielo con el infierno, Cristo con Beliar.
----------Se debe conciliar sólo aquello que es conciliable. Se debe conciliar, por ejemplo, la relación entre Dios y el hombre. Y se deben separar entre sí los términos que son irreconciliables, lo verdadero de lo falso, el bien del mal, el trigo de la cizaña. Esto es verdadera honestidad y verdadera lealtad. Confundir, oscilar o intentar la conciliación de lo inconciliable, es doblez e hipocresía, es el método de la dialéctica hegeliana.
----------En efecto, Hegel pasó por alto el hecho de que la vida puede existir sin la muerte, como la vida humana en la bienaventuranza celestial y, sobre todo, la Vida divina. Y este error depende del hecho de la mencionada identificación hegeliana de lo real con lo ideal, del ser con el pensamiento, de la metafísica con la lógica.
----------La dialéctica hegeliana es también ley de la praxis o de la voluntad. Hegel toma esta concepción del idealismo ético de Fichte y la más importante y famosa aplicación de esta concepción está dada por la praxis marxista de la lucha de clases y de la revolución.
----------La dialéctica es, por tanto, un poder activo, que podríamos hacer entrar en la definición aristotélica de la potencia activa retomada por Tomás: "principio del movimiento o del cambio en el otro en cuanto es otro" (Comentario a la Metafisica de Aristóteles, l.V, c.12, lect.XIV, n.955, Marietti, Torino 1964, p.256). Sin embargo, existe la diferencia de que mientras Aristóteles funda el devenir en el pasaje de la potencia al acto, por tanto en la continuidad y el perfeccionamiento analécticos del ser, sin por ello excluir el conflicto, Hegel usa exclusivamente el factor conflictual dialéctico, resolviendo el conflicto en la síntesis de los opuestos.
----------En efecto, el sistema de Hegel está fundado en la identidad del ser con el pensamiento: el ser es el pensamiento. Nada fuera del pensamiento, todo en el pensamiento. Y cuando Hegel dice "pensamiento", entiende también muchas otras cosas: lo racional, la idea, el espíritu, el sujeto, la conciencia, el yo, el concepto. De aquí proviene su panteísmo, ya que, en realidad, sólo en Dios el ser se identifica con el pensamiento: Dios es Ser subsistente y Pensamiento subsistente. En Hegel, en cambio, el mundo es absorbido en Dios. Y el panteísmo emerge también de la concepción dialéctica del ser, que rebaja a Dios en el devenir del mundo.
----------El ser puro y simple, de hecho, para Hegel no existe, sino que el ser es síntesis de ser y del no-ser, la oscilación entre el ser y el no-ser. El puro ser es sólo el primer paso de la dialéctica, el ser simple, vacío y abstracto, que negándose a sí mismo puesto delante de sí, he aquí el "poder de lo negativo", se eleva a sí mismo a lo Absoluto, retornando a sí como primero simple y el círculo se cierra.
----------Observamos que la paz se construye con una obra de mediación entre las dos partes en conflicto. Sin embargo, a fin de que la obra tenga éxito, es necesario que las dos partes sean acordables, y para ello deben tener algún valor en común, más allá de los elementos contrarios o en contraste. Por tanto, es necesario observar que hay mediación entre los contrarios, pero no entre los contradictorios.
----------El trabajo de conciliación debe ser hecho sobre la base de valores comúnmente aceptados, entre dos contendientes o dos partidos, que puedan ser conciliables gracias a la posesión por parte de ambos de ciertos lados buenos de diferente calidad, que puedan integrarse entre sí. Entre dos excesos contrarios es posible, debido y necesario encontrar un equilibrio o un punto medio. Para llegar al acuerdo y hacerse estimar por ambas partes, el mediador debe ser juez justo y leal juez, con visiones amplias y sanos principios, pero también debe ser capaz de discernimiento y de leer en lo concreto.
----------La dialéctica justa, correcta y constructiva es la que confronta las tesis u opiniones opuestas, encuentra una mediación honesta y llega de ese modo a una solución o conclusión verdadera y coherente, fundada y científica, no contradictoria, y resuelve aparentes contradicciones; y si la verdad no llega a ser encontrada, persiste la legítima recíproca oposición de las opiniones.
   
El mediador
   
----------Los celos divinos reclaman nuestro deber de respetar con coherencia y lealtad la Alianza con Dios y, si nos hacen experimentar la ira divina por nuestras infidelidades y dobleces, aún más testimonian la premura del Padre por nuestra salvación con el don de un Mediador divino, su Hijo, que quita al Padre toda razón de estar celoso, porque la esposa ya no busca otros amantes, sino que vuelve a ser fiel al único Esposo.
----------El justo y eficaz mediador debe estar dotado de autocontrol e imparcialidad, eliminar equivocos y malentendidos, calmar las pasiones y las facciosidades, sin propender ni hacia una parte ni hacia la otra, sino que debe saber reconocer las cualidades y los defectos de ambas partes, para conjugar las primeras entre sí y eliminar los segundos, para hacer posible el acuerdo.
----------Debe encontrar para entrambos partidos el medium virtutis, por ejemplo entre el conservadurismo y el modernismo, entre la rigidez y el oportunismo, entre la excesiva indulgencia y el exceso de severidad, entre la timidez y la temeridad, entre la avaricia y la prodigalidad, etc.
----------En cambio, no hay mediación entre los contradictorios, entre el sí y el no, entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. Es necesario, por tanto, no confundir el otro o lo diferente con lo contrario y lo contradictorio. El defecto de la dialéctica hegeliana es la pretensión de poder llegar a una imposible y deshonesta mediación, que es la apología del oportunismo y de la doblez. De este tipo de mediación surgen una totalidad y una universalidad, que son falsas y deletéreas, surge una falsa paz, que encubre el odio y el rencor y exalta la hipocresía y la mentira.
----------Cristo es el modelo del Mediador. De hecho, la mediación debe tener algo de ambos términos y algo común a entrambos. Ahora bien, Cristo cumple entrambas condiciones. Posee tanto la naturaleza humana como la naturaleza divina, y también puede conectar al hombre con Dios, porque el hombre es creado a imagen de Dios, de modo tal que Dios y el hombre puedan pensar y querer las mismas cosas.
----------Cristo, por tanto, media entre Dios y el hombre, pero no entre Dios y Satanás, porque aquí los dos términos son dos voluntades irreconciliables: la divina y la de la criatura diabólica. Para que la conciliación pueda suceder, es necesario que la voluntad de la criatura se adecue a la voluntad divina. Ahora bien, lo que para el hombre es posible, no es posible para Satanás. Por tanto, Cristo puede conciliar a Dios con el hombre, pero no con Satanás. Mientras dos contrarios pueden ser conciliados, esto no es posible para dos contradictorios. Por eso dice san Pablo que no puede haber entendimiento entre Cristo y Beliar (2 Cor 6,15).
----------Y sin embargo, el Padre celestial ha querido que todas las cosas, las celestiales, las terrenales y las infernales se recopilaran en torno a Cristo y bajo Cristo (Col 1,20), no según el monismo circular buenista de Orígenes, ni según el monismo dialéctico de Hegel, sino según el analéctico, participativo y pluralista del supremo Analogado Cristo, Alfa y Omega de los analogados inferiores, los entes diversificados y jerarquizados del universo. "Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor" (Flp 2,9-11).
----------Por cierto, la divina providencia actúa también a favor de los condenados, "bajo tierra", "en los abismos", aunque eternamente castigados, los cuales también doblan la rodilla, aunque sea a la fuerza, ante el Señorío de Cristo. No es necesario recurrir a Orígenes, a Von Balthasar o a Rahner, más bien es mejor no hacerlo, para resolver las dificultades que ofrecen las palabras de Cristo sobre el infierno.
----------De este modo la mediación de Cristo satisface las exigencias de los celos divinos, haciéndonos fieles al pacto con el Padre y defendiéndonos de la seducción de aquellas peligrosas atracciones del mundo, que quisieran alejarnos del divino Esposo.

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