¿Cómo hace un Cardenal de la Romana Iglesia para negar, en nombre de un pastoralismo utilitarista, que la verdad cristiana sea una revelación de la verdad en sí? ¿Qué es la divina Revelación, sino una revelación de la verdad en sí, tal como es? ¿Cómo aprendemos la verdad que nos redime y nos salva, la verdad moral y pastoral, si no es porque hemos comprendido que nos ha sido revelada la verdad infinita, absoluta y eterna en sí misma tal como es, sin cortes ni añadidos, sin retoques, sino en su incontaminada integridad y en su pureza originarias y virginales, no instrumentalizable, no contaminada por nuestras manos sucias y nuestros sórdidos intereses, esa misma verdad que nos ha pensado, proyectado, amado y creado, y para la cual estamos hechos?
La verdad en sí y la verdad para nosotros
----------El cotidiano italiano Avvenire, de la ciudad de Milán, del día 14 de enero pasado, publicaba un artículo del cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia, titulado L’amore di Dio è un’esperienza per tutti (El amor de Dios es una experiencia para todos), y que llama la atención. En este artículo el Cardenal afirma que "la dimensión pastoral es factor constitutivo de la verdad cristiana, que brota no de una revelación de la verdad en sí, sino de la voluntad divina de comunicar el misterio propter nostram salutem".
----------Ahora bien, no hay duda de que la verdad cristiana tiene una dimensión pastoral, ligada a la voluntad de Dios de obrar por nuestra salvación. Pero lo que en el texto de Betori nos deja asombrados, y -digámoslo con franqueza, aportando razones- contrariados, es la afirmación de que la verdad cristiana no sería la revelación de la verdad en sí misma, cuando en realidad la necesidad de ver la verdad en sí misma, sobre todo la verdad divina, es la necesidad más radical del hombre, la que hace su altísima dignidad de creatura pensante y amante hecha a imagen de Dios, una aspiración presente en las más elevadas culturas y religiones de la humanidad, desde la antigua Grecia y Roma, hasta la India y China, sobre todo la sabiduría hebrea, tan poderosamente atestiguada por la Biblia, que está en los orígenes de la verdad cristiana.
----------¿Qué es la Sagrada Biblia sino la historia del hombre que desea ver el rostro de Dios, del hombre que desea conocer la verdad infinita, absoluta y eterna en sí misma tal como es, sin cortes ni añadidos, sin retoques, sino en su incontaminada integridad y en su pureza originarias y virginales, verdad no instrumentalizable, verdad no contaminada por nuestras manos sucias y nuestros sórdidos intereses, esa misma Verdad que nos ha pensado, proyectado, amado y creado, y para la cual estamos hechos?
----------Lo que inmediatamente sorprende al leer estas palabras escritas por el arzobispo de Florencia, es el definir la verdad cristiana según la contraposición entre una "revelación de la verdad en sí" y una "voluntad divina de comunicar el misterio propter nostram salutem".
----------Ahora bien, no hay ninguna duda de que la verdad cristiana tenga una finalidad pastoral. ¿Pero tiene sólo una finalidad pastoral o tiene algo más? ¿El Verbo se ha encarnado sólo para salvarnos del pecado o se ha encarnado para algo más? En realidad, Jesús se presenta, sí, como el buen pastor que guía y mantiene en vida a las ovejas y las protege de los lobos, pero a fin de guiarlas a los pastos ubérrimos de la vida eterna; fuera de metáfora: Cristo nos libera del pecado a fin de hacernos hijos de Dios Padre que encuentran su beatitud en el ver al Padre. Por tanto, la verdad cristiana tiene una dimensión pastoral que no es fin en sí misma sino que está ordenada a la contemplación de la verdad en sí misma.
----------¿Cómo hace el cardenal Betori para negar, en nombre de un pastoralismo utilitarista, que la verdad cristiana sea una revelación de la verdad en sí? ¿Qué es la divina Revelación, sino una revelación de la verdad en sí, tal como es? ¿Cómo aprendemos la verdad que nos redime y nos salva, la verdad moral y pastoral, si no es porque hemos comprendido que nos ha sido revelada la verdad?
----------¿Y para qué propósito ser salvados sino es para ascender al cielo a contemplar la verdad en sí completamente revelada? Por tanto, aquí el cardenal Betori ha cometido un grueso error, cuyas razones nos resultan muy difíciles de comprender. Quizás sea víctima de la insistencia exagerada con la cual hoy se suele sentir fastidio por las verdades "abstractas", y se trata de aferrarse a lo concreto y no se llega a dar cuenta de cuánto materialismo se esconde en esta necesidad de concreción.
----------A pesar de todo esto, la expresión "la verdad para nosotros" sigue siendo de suma importancia. Tal expresión puede significar tres cosas: uno, la verdad según nosotros, la opinión, lo que nos parece, la apariencia, pero de lo cual no estamos ciertos que sea verdad en sí objetiva: podemos equivocarnos. No sabemos cuál sea la verdad en sí. No es aún ciencia, no es certeza. Existen varias hipótesis, pero no sabemos cuál sea la correcta. La verdad, en efecto, es una sola: cuando ella aparezca, las demás hipótesis caerán. Es aquello que Platón llamaba doxa. Son necesarias ulteriores verificaciones.
----------Dos: la verdad para nosotros correspondiente a la verdad en sí. Es la verdad para nosotros tal como es en sí. Es el aparecer o fenómeno de la cosa en sí. No conocemos la cosa en sí misma, sino que la conocemos tal como se aparece a nosotros, según nuestro modo de conocer la cosa. Es la verdad en el sentido kantiano. Es la verdad de las ciencias de los fenómenos. Este "para nosotros" no es subjetivo, como en el punto uno, sino objetivo. No se trata de opinión, sino de ciencia. No es un "nos parece" (videtur), sino un "es así" que no puede ser negado, al contrario de la apariencia del primer punto, la cual puede ser falsa.
----------Tercero, la verdad para nosotros puede significar "para nuestro beneficio, a nuestro favor, para nuestra utilidad". Es la verdad de la cual habla el cardenal Betori. Es verdad objetiva y cierta, pero no para contemplar en sí misma, sino ordenada a nuestro bien, propter nostram salutem, para nuestra salvación, la verdad moral o pastoral. Por tanto, ella debe ser distinguida claramente de la verdad según nosotros, que es la opinión. Al contrario, tenemos aquí la verdad científica o también la verdad de fe.
----------Observamos que la alegría de todo Obispo no es tanto la de gobernar a los fieles, cuanto ante todo la de guiarlos al conocimiento y al gusto de la verdad que es Cristo. El Obispo debe hacer conocer y gustar a los fieles, más allá de lo que Dios quiere que hagan para salvarse, la belleza de la meta última del camino de fe, debe hacerles pregustar ya desde ahora la dulzura de la visión de la verdad en sí misma, es decir, de la visión beatífica. Entre nuestros hermanos orientales, el ideal del monje es el mismo ideal del cristiano (en este sentido, el beato José Columba Marmion escribió en el siglo pasado el libro Cristo ideal del monje).
Una multitud de preguntas
----------Sin embargo, ante estas palabras del cardenal Betori surgen muchas preguntas: ¿existe la revelación de la verdad en sí? ¿Nos revela Dios la verdad en sí? ¿Es cognoscible la verdad en sí? ¿Existe una verdad en sí, o sólo hay una verdad para mí? ¿La verdad existe en sí misma independientemente de mí o depende de mí? ¿Soy yo quien dependo de la verdad, o es la verdad la que depende de mí? ¿Cómo se configura en esta pareja de términos, yo y la verdad, la relación entre lo relativo y lo absoluto? ¿Es la verdad lo absoluto y yo soy relativo a ella, o soy yo lo absoluto y la verdad es relativa a mí?
----------En efecto, podemos preguntarnos por qué motivo Dios Padre ha enviado al Hijo al mundo, cuál es el propósito último de la obra de la redención, qué cosa son las verdades de fe, qué cosa son las palabras de Cristo, qué cosa son los dogmas católicos, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y de los Papas, qué cosa son los artículos del Credo, cuál es el propósito de la contemplación mística, qué cosa tiene que hacer el Espíritu Santo, quién es Cristo mismo como Verbo del Padre, Verdad hecha persona, qué es toda esta serie de valores divinos sino una divina revelación de la verdad en sí del misterio de Dios y de la Santísima Trinidad?
----------Si la verdad cristiana no surge de una revelación de la verdad en sí, ¿qué sentido tiene entonces la promesa hecha por san Juan al cristiano de ver algún día a Dios tal como es? ¿Qué sentido tienen todas las palabras de Cristo cuando dice que la vida eterna consiste en el conocer al Padre, cuando proclama que él es la Verdad, cuando dice que es la verdad la que nos hace libres? ¿Dónde va a terminar entonces toda la obra divina de la revelación de los misterios de la salvación? ¿Cuál verdad nos hacen conocer esos misterios, a qué verdad nos guían como a la meta del camino, sino a la verdad en sí del Misterio trinitario?
----------Si la verdad cristiana no brota de una revelación de la verdad en sí, ¿cómo podría existir la verdad pastoral, que nos guía precisamente mediante las buenas obras a la contemplación de esa verdad divina que es objeto presupuesto de la divina revelación?
La cuestión de la verdad en sí
----------El cardenal Betori presupone la distinción entre el en sí, que representa lo absoluto, y el para mí, que representa lo relativo. Hay dos posibilidades: o admitir que existe una verdad en sí, fuera de mí, pero que yo la ignoro; y ésta es la posición de Kant; o bien puedo negar que exista una verdad en sí. Pero la verdad es sólo para mí, puesta por mí en mí. Y ésta es la posición de Fichte. Si niego la existencia de una verdad en sí vengo a afirmar que la verdad es sólo para mí, de mí y en mí. Soy el creador, el amo y el dispensador de la verdad. No creo que sea exactamente ésta la verdad cristiana.
----------Preguntémonos entonces ¿qué significa "en sí"? Nosotros usamos esta expresión para indicar algo objetivo y dado, que tomamos en consideración por sí mismo, sin prestar atención a nada más, algo que se mantiene por sí absolutamente tal como es, algo en lo que concentramos la atención en modo absoluto y exclusivo, sin referencia a otra cosa y que consiste en su propia esencia y en su ser, alcanzado por la intuición de nuestro intelecto y por el acto de nuestra atención, sin que se nos pueda escapar, en plena luz. La verdad en sí corresponde a la cosa en sí, tal como la verdad puede ser sinónimo de realidad.
----------Conocer la cosa en sí o la realidad en sí, es una necesidad esencial del intelecto humano, y la convicción de poder conocer la cosa o verdad en sí es una convicción insuprimible, que ningún escepticismo llega a demoler, porque esta convicción continúa existiendo incluso en aquellos que quisieran ponerla en duda. No conocer la cosa en sí quiere decir o bien ignorarla o bien equivocarse al respecto. Incluso cuando sostengo que no puedo conocer la verdad en sí, o que la verdad en sí no existe, o que no me interesa, pretendo decir la verdad tal como ella es en sí, y por lo tanto me refuto a mí mismo.
----------Para saber que yo ignoro la verdad en sí, y así afirmar que puedo conocerla sólo tal como se me aparece, debería antes conocer la verdad en sí; de lo contrario, ¿cómo puedo hacer para comparar entre lo que es en sí y lo que es para mí? Debo conocer lo que es en sí y lo que es para mí. Por consiguiente, la tesis de que yo ignoro la verdad en sí, es absolutamente absurda. El conocimiento de la verdad en sí es el criterio para distinguir cuando conozco la verdad en sí y cuando conozco sólo lo que se me aparece o me parece a mí, es decir, para distinguir lo verdadero de lo falso.
----------La verdad en sí es la verdad objetiva, independiente de mí. La verdad para mí es la verdad subjetiva. La primera aparece como un absoluto. La segunda, como un relativo a la primera. Admitiendo que esta verdad absoluta sea Dios y que lo relativo depende de Dios, se sigue que si la verdad es lo absoluto y yo soy relativo a la verdad, entonces yo soy relativo a Dios y las cuentas cuadran desde el punto de vista cristiano, porque resulto haber sido creado por Dios.
----------El aparecer de la verdad es el revelarse o el manifestarse de la verdad en sí tal como ella es. Por consiguiente, una cosa es la verdad como me parece a mí, y otra cosa es la verdad en cuanto me aparece. Si yo digo que no conozco la verdad en sí, sino sólo cómo se me aparece a mí, soy un escéptico, no creo en la verdad o rechazo la verdad, y esto no es ciertamente cristianismo. Si en cambio digo que puedo conocer la verdad en sí tal como es y como Dios la ha querido, entonces poseo un concepto cristiano de la verdad y del conocimiento, porque es un concepto justo y racional.
----------¿Cómo hacemos nosotros para saber que Dios quiere nuestra salvación, sino porque nos lo ha revelado, es decir, porque esta verdad nos ha sido dada por la divina revelación de la verdad en sí misma? ¿Y cuál es el contenido del misterio que Dios quiere comunicarnos, sino una divina revelación de la verdad en sí misma? ¿Y por cuál motivo Dios quiere nuestra salvación si no porque Dios ve la verdad en sí misma de nuestra condición humana miserable y necesitada de salvación?
----------La verdad cristiana en cuanto plan de salvación brota ciertamente de una voluntad divina de amor y de misericordia hacia nosotros. Pero si ella puede tener su origen de la voluntad divina como efecto de esta voluntad, esta verdad, en cuanto acto de la mente divina, no puede dejar de ser al mismo tiempo la divina revelación de la verdad del plan divino en la misma mente divina tal como ese plan es en sí mismo.
----------Si la verdad cristiana no es revelación de la verdad o de la realidad divina en sí tal como es, entonces ¿qué es la verdad cristiana? ¿La realidad divina como se me aparece a mí o a nosotros? ¿Entonces la verdad en sí es inalcanzable? ¿Es incognoscible? ¿O bien conocemos el fenómeno de la realidad o de la cosa en sí, pero no la esencia de la realidad?
----------Éste es el muy conocido error de Kant, que nada tiene que ver con el realismo bíblico que aparece clarísimo en la posibilidad que nos es garantizada por san Juan en su Primera Carta, como a hijos de Dios, de ver un día en el cielo a Dios tal como es. ¿Y qué cosa es esto, sino una revelación de la verdad en sí?
----------Una voluntad divina de salvarnos que no esté iluminada y motivada por la visión de la verdad en sí misma, ¿en qué se convierte, con qué sabiduría e inteligencia podrá estar informada? ¿Quizás es que a Dios la realidad de sí mismo no se le aparece como realidad en sí sino como fenómeno? Y similarmente ¿tampoco nosotros podemos conocer el misterio de la redención tal como es en sí mismo, sino como se nos aparece? ¿Cómo se nos parece a cada uno de nosotros?
----------Por lo tanto, ¿es imposible un conocimiento objetivo, sino que, como pensaba Kant, lo que yo conozco es aquello que yo mismo pongo en el objeto? Ahora bien, debemos decir con claridad que este modo de entender el conocimiento nada tiene que ver con el correcto concepto cristiano del conocimiento.
Pido disculpas por mi ignorancia... pero traducido a un lenguaje sencillo ¿qué significa?
ResponderEliminarEl padre Filemón de la Trinidad ha dicho una cosa muy clara: que la Verdad es Verdad porque es divina, mientras que el cardenal Betori ha afirmado que la Verdad es aquello que el hombre busca y no necesariamente en nuestra religión católica.
EliminarAsí, es prácticamente el hombre quien decide su verdad, que por lo tanto no viene de Dios. Los Evangelios son claros y también lo es el Antiguo Testamento con las Tablas de Moisés.
Desgraciadamente estamos viviendo un período muy oscuro para nosotros los católicos, hay un punto de inflexión hacia el protestantismo cuando ni siquiera se trata de un "reconocimiento" de la igualdad de todas las formas de religión, hay una rendición al mundo que la Iglesia ha nunca experimentado en dos mil años de vida.
Las palabras de Jesucristo Nuestro Señor son claras...Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Estimada María Belén,
Eliminar"traducido a un lenguaje sencillo ¿qué significa?"
¿Qué me ha querido preguntar?
Sr. Ernesto:
EliminarEstoy de acuerdo... pero quisiera recordar que un día seremos un solo Rebaño, con un solo Pastor, por lo tanto habrá una sola Iglesia Cristiana... Católica... con el reconocimiento, por parte de los hermanos divididos, del papel que juega en la Iglesia el sucesor de Pedro, la Eucaristía, Presencia Real de Jesús y la Inmaculada Concepción. Por lo tanto, no seremos nosotros los que nos hagamos Protestantes, sino que serán nuestros hermanos quienes reingresarán a la Iglesia fundada por Jesús con los Apóstoles... y también lo harán nuestros hermanos Judíos cuando reconozcan que Jesús es el Mesías. Pero es verdad... vivimos en tiempos oscuros en los que es fácil interpretar de modo subjetivo a cada uno las Sagradas Escrituras, cada uno a su manera... Es importante pedir más que nunca al Espíritu Santo el don del Discernimiento.
Totalmente de acuerdo.
EliminarEstimado padre, disculpe el modo de decirlo. Se trata de deformación profesional... en mi trabajo me ocurre aprender con un idioma y luego tengo que utilizar otro más sencillo para mis clientes... Quise decir lo que dijo el Santo Padre en estos días. Por ejemplo, intente Ud. que un feligrés lea ese texto de Monseñor Betori (muy hermoso) y luego pregunte qué entendió....aquí en los comentarios de sus publicaciones todos nos sentimos apasionados por los discursos suficientemente articulados, pero si Ud. tuviera que usar un lenguaje sencillo... ¿cómo lo diría? ¿Podría resumir?
EliminarEstimada María Belén, intento dar mi pequeña contribución, al menos por lo que he entendido, y luego pido al padre Filemón que confirme si el razonamiento es correcto.
EliminarEn el discurso de clausura del Concilio, el Papa Pablo VI tituló un párrafo "Amar al hombre para amar a Dios", me parece peligroso este enfoque, y me parece mejor "Amar a Dios para amar al hombre". En los dos mandamientos del Amor, Jesús parte del amor debido a Dios, luego del amor al hombre. La Madre Teresa de Calcuta, que se dedicó totalmente a los últimos de los últimos, siempre dijo y enseñó que sin al menos cuatro horas de oración y contemplación al día no habría podido hacer nada de lo que hacía.
Estimada Maria Belén,
Eliminarpuedo resumirle la tesis que en mi artículo trato de explicar, refiriéndome a lo expresado por el cardenal Betori. Sin embargo, le recomiendo leer todo mi artículo, cuya segunda parte publicaré mañana.
En definitiva, el apunte que he hecho sobre lo publicado en L'Avvenire por el cardenal Betori se puede resumir en pocas palabras muy simples: el fin último de la predicación cristiana no es tanto conducir a los hombres a la salvación -esto se quiere ciertamente- cuanto ante todo conducirlos, como dice Jesús en el evangelio de Juan cap. 17, al conocimiento del Padre y del Hijo, conocimiento que constituye el paraíso del cielo mismo, lo que la Iglesia llama la "visión beatífica".
Estimado Marcos,
Eliminarnuestro deber no es amar a Dios con el propósito de amar al hombre, sino que es amar al prójimo a fin de llegar a Dios.
En efecto, mientras Dios es un bien infinito, el prójimo es un bien finito. Por consiguiente, no tendría sentido amar más un bien finito que un bien infinito.
En cualquier caso, es verdaderísimo que el amor de Dios nos impulsa a amar a nuestros hermanos, pero sigue siendo cierto siempre que con nuestros hermanos debemos crecer en el amor de Dios, que es el fin último de nuestra vida.
El amor al prójimo es un fin intermedio, realizando el cual llegamos al fin último, que es la visión de Dios.
Mil gracias, padre Filemón
EliminarEstimado Padre Filemón de la Trinidad, el problema es que aquí ya no se sabe qué es la verdad. Si no partimos de este tema, todo lo demás corre el riesgo de convertirse en un artilugio mental, y de que los comentaristas de este foro hablen porque el aire es gratis.
ResponderEliminarEstimado Alejandro,
Eliminarefectivamente, una urgencia de hoy es la de recordarnos a todos el valor de la verdad, considerando que nos estamos dejando seducir por una multiplicidad de ideologías, que perturban y alteran la vida del pensamiento, creando ilusiones y falsas prospectivas.
Por otro lado, la necesidad de la verdad es inherente a todos nosotros y por tanto es responsabilidad de todos y de cada uno dar una respuesta sincera al llamado de la verdad.
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí." (Jn 14,6)
ResponderEliminarDespués del Papa Francisco, el Cardenal de Florencia también ha hecho una broma o peor aún es un hereje. ¿Se entiende, entonces, por qué muchos huyen de la Iglesia?
ResponderEliminarSalvador: se puede no estar de acuerdo, pero nunca puedes bajarte de la Barca de Pedro, tarde o temprano la tormenta amainará.
EliminarNo, no lo entiendo.
EliminarCristo, Señor y Redentor inevitablemente atrae... Su Omnipotencia es enormemente mayor, infinitamente mayor que los errores humanos... el Manso Cordero Inmolado nos llama porque sólo Él conoce nuestro nombre... Cordero Inmolado, Pastor y Maestro.
Mary: Estoy totalmente de acuerdo contigo. Pero si seguimos señalando con el dedo y juzgando a nuestros hermanos y hermanas como si fuéramos santos, los escandalizamos y huyen.
EliminarNo, no, nadie escapa... "Señor, ¿a quién iremos? Tú sólo tienes palabras de vida eterna".
EliminarEstimado Salvador,
Eliminarno existe nunca ningún motivo para dejar la Iglesia, porque fuera de la Iglesia no hay salvación.
En cualquier caso, lo que hay que hacer es mantener firme la paciencia, continuar dando el buen ejemplo, corregir fraternalmente al hermano, aprender de los buenos, recuperar los valores, orar por los vivos y por los muertos.
Estimado Salvador,
Eliminarsi usted ha podido notar (al menos en la primera parte publicada de mi artículo), mi crítica al cardenal Betori es muy respetuosa y se limita al tema en sí mismo, es decir, al tema de la verdad, y no me refiero a la persona de Betori como tal.
Por otra parte, el valor de la verdad es un valor de tal manera alto, que no se debe temer tampoco discutir o contestar a un Cardenal, si este no se expresa del modo debido.
Se trata de un reclamo filial, precisamente porque tenemos reverencia por su dignidad y queremos que ella resplandezca en todo su fulgor.
Obviamente siempre es su pensamiento, porque espero que tenga la humildad de admitir que Ud. también podría estar equivocado, de lo contrario desde el Papa y los Cardenales, que cometen errores, comenzarían a estar preocupados.
EliminarMe ha parecido un buen artículo. ¿Dónde sería herético?
EliminarSr Sánchez: Efectivamente, si habla del cardenal Betori. Yo digo lo mismo.
EliminarEstimado Salvador,
Eliminarme he limitado a relevar un error filosófico de una sola persona, sin ampliar la discusión a otras.
Por otra parte, no he hecho ninguna acusación de herejía.
Sin embargo, tenga presente que, si nosotros negamos la existencia de la verdad en sí misma, entonces nosotros estamos impidiendo el acto de fe, en cuanto que el creer supone la convicción de la existencia de la verdad.
Estimado Juan,
Eliminarla negación de la verdad en sí no es herejía, es un error filosófico, pero no es difícil comprender que crea obstáculo a la fe, en cuanto que el creer supone la convicción de que exista la verdad en sí objetivamente, y que ella no sea un simple hecho subjetivo, ya que la verdad depende de Dios y no de nuestro arbitrio personal.
En algunos casos podría no tratarse de herejía, sino de ligereza y superficialidad de sermones equívocos, que pueden llevar a la confusión, que no ponderan suficientemente el significado doctrinal de palabras y de las frases dirigidas a millones de creyentes.
ResponderEliminarEn algunos contextos pueden ser suficiente notas de tipo ligero, nada profundas, en otros contextos puede que no sean suficientes.
Estimado Carlos,
Eliminarsu observación es interesante y me ha hecho reflexionar.
Sin embargo, sigo teniendo la impresión de que, en el caso concreto del artículo publicado por el cardenal Betori, nos encontramos ante una persona que es imprudente en el tomar posición sobre temas tan delicados y tan estrechamente vinculados con la responsabilidad de un maestro de la fe, como debe serlo un obispo.
Pero, me he perdido, ¿la Verdad sigue siendo Cristo, o algo ha cambiado? Por favor, padre Filemón, corríjame si me equivoco o me desvío de las enseñanzas de nuestros padres, custodios de la doctrina católica.
ResponderEliminarEstimado Juan Carlos,
EliminarCristo es la Verdad subsistente, la Verdad hecha Persona, en cuanto que él es el Verbo de Dios.
Ciertamente, para comprender esta verdad de fe se supone la convicción de la existencia de la verdad en sí misma, de modo tal que, si uno no cree en la verdad, tampoco puede creer en Cristo.
La convicción de la existencia de la verdad es una gran tesis de la sabiduría filosófica, que también encontramos en grandes filósofos paganos, como Platón y Aristóteles.
Por eso la Iglesia, a través de santo Tomás de Aquino, utiliza a estos grandes sabios para ayudarnos a creer en Cristo y para comprender el valor de sus enseñanzas.
Estas consideraciones son útiles también para el actual diálogo con los no creyentes, para ayudarlos a llegar a la fe.
El cardenal Betori ya se disculpó diciendo que sólo era "una frase metabólica".
ResponderEliminarEstimado Quique,
Eliminaradvierto que su intención (si no me equivoco) ha sido hacer una broma. En tal sentido, también le agradezco poner una cuota de buen humor mientras estamos tratando una cuestión tan seria como la existencia de la verdad en sí.
Sin embargo, teniendo en cuenta que los lectores de este blog no son sólo argentinos, convendría aclarar que la expresión "una frase metabólica" ha sido en estos días un furcio de un sindicalista argentino, al querer decir, en cambio, "una frase metafórica". Aunque, a como van las cosas en la cultura argentina, podríamos también dudar que el autor del furcio sepa en realidad el significado de "metáfora".