jueves, 30 de noviembre de 2023

¿Qué significa la palabra Dios? (6/6)

En el diálogo con Dios y en la oración a Él, Cristo nos enseña a llamar a Dios con el nombre de "Padre" (Abbá), por analogía con nuestro padre terreno. Pero es obvio que Dios es nuestro Padre por excelencia, modelo absoluto de toda paternidad humana. Ante este Padre, debemos sentirnos hijos y comportarnos como niños, y por tanto todos hermanos bajo este mismo Padre. Modelo de esta filiación es Cristo mismo, que se presenta a nosotros como Dios Hijo del Padre; del que aprendemos que el nombre Dios no sólo significa una persona, sino dos personas divinas distintas. Pero eso no es todo. De Cristo aprendemos también que existe además una tercera persona divina, que es el Espíritu Santo, Quien completa la obra salvífica del Hijo. Por tanto, en Dios no sólo existe el Absoluto (naturaleza), sino también la Relación (persona). Sin embargo, esto no nos lo dice la simple razón, sino la fe en Cristo. [En la imagen: fragmento de "La creación de los astros", uno de los famosos mosaicos normandos del siglo XII de la Catedral de Monreale, en Sicilia, Italia].

El Nombre del Señor
   
----------Para la Escritura no es banal la categoría del "nombre". La Sagrada Biblia habla varias veces del "nombre" (shem) de Dios, llamándolo "Señor" (Elohim). Con el título de Señor, la Biblia se refiere al hecho de que Dios es el gobernador providente del universo y en especial modo del hombre.
----------De manera general para la Antigüedad, el "nombre", lejos de ser una designación convencional, expresa el rol o papel de un determinado ente en el universo. Así, Dios da cima a la creación poniendo nombre a todas las creaturas, día, noche, cielo, tierra, mar (Gn 1,3-10), designando a cada uno de los astros por su nombre (Is 40,26) o encargando a Adán dar nombre a cada uno de los animales (Gn 2,20). Similarmente los hombres, a su vez, propenderán a dar un nombre significativo a los lugares a que se asocia un acontecimiento importante, aunque sea a costa de una etimología extraña, como Babel (Gn 11,9).
----------Así pues, en la cultura de la Antigüedad, para todos los pueblos era sumamente importante el nombre de la divinidad; y mientras los Babilonios llegaban hasta a dar circuenta nombres a Marduk, su dios supremo, para consagrar su victoria en el momento de la creación, los Cananeos mantenían oculto el nombre de sus divinidades bajo el término genérico de Baal, que significaba "señor, dueño" (de tal o cual lugar).
----------Entre los israelitas, Dios mismo se digna nombrarse. Recordemos que, anteriormente, el Dios de Moisés era conocido únicamente como el "Dios de nuestros Padres", el Dios los mayores, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El ángel que luchó con Jacob, interrogado, se niega a decir su nombre (Gn 32,30); al padre de Sansón sólo se le comunica un epíteto de este nombre: "maravilloso" (Jue 13,18). Así también en los tiempos patriarcales se designó al Dios de Israel con abjetivos como "s'adday" (el de la montaña) o con expresiones como "terror de Isaac" o "fuerte de Jacob".
----------Pero un día, en el Horeb, reveló Dios mismo su nombre a Moisés. La fórmula empleada se comprende a veces como una negativa análoga a la que dio el ángel a Jacob para no revelársele: "Yo soy el que soy", "Yo soy lo que soy" (Ex 3,13-16, 6,3). Pero el texto sagrado quiso dar a esta fórmula un sentido positivo. En efecto, según el contexto, este nombre debe acreditar cerca del pueblo la misión de Moisés; "Yo-soy me envía a vosotros", dirá Moisés, y el pueblo irá a adorar a "El-es" (o "el hace ser") en la montaña santa. De todos modos, este nombre significa que Dios está presente en medio de su pueblo: él es Yahveh.
----------Además del nombre "Señor" (Elohim), otro nombre divino importante es Adonai. La Enciclopedia de la Biblia nos dice: "Inculca nuestra relación de servidumbre a Dios, como el nombre de Yahvé expresa su dignidad divina. Es la forma posesiva de Adon, Señor, que es, según los gramáticos antiguos, un plural majestático y, según los modernos, un singular posesivo en una forma más amplia -Adonay en lugar de Adoní- para referirse únicamente a Dios y no a los señores humanos. [...] Además de este uso en el Antiguo Testamento existía otro mucho más frecuente: el de sustituir el nombre de Yahvé, que dejó de ser pronunciado en la época post-exílica. […] Los Masoretas agregaron al nombre Jahvé las vocales del nombre Adonai. De esta simbiosis mal entendida se originó en nuestras lenguas la palabra Jehová: J A - O - V - A".
----------Al respecto, cabe señalar que el Dios bíblico es un Dios Salvador del hombre mediante su justicia, su gracia y su misericordia. Él se revela como Dios Trinitario, Padre, Hijo y Espíritu Santo, una naturaleza divina en tres personas, de las cuales el Hijo Jesucristo se ha encarnado y con su sacrificio redentor ha salvado al hombre del pecado y de la muerte, haciéndolo hijo de Dios y heredero de la vida eterna.
----------En la Biblia el Nombre de Dios sustituye a veces el término "Aquel Que Es" (Yahvé) y "Yo Soy" (Ehiéh), que es el Nombre propio, nombre que no se pronuncia en señal de respeto y por un sentimiento de indignidad. En su lugar se usa el término Elohím o Adonai.
----------El "Nombre del Señor", repetido una infinidad de veces, es el honor y la honra de Dios, su poder, su autoridad, su prestigio, su fama, su gloria, así como decimos de una persona que "se ha hecho un nombre". Es su protección, su mandato, su vicaría, tal como decimos de quien actúa en nombre de algún superior. En última instancia, es su misma esencia. Es el "Nombre que está por encima de todo nombre" (Fil 2,9).
----------El Nombre también representa a Dios mismo, su naturaleza, como podemos encontrar en el segundo Mandamiento "no nombrar el Nombre de Dios en vano", es decir, hablar de Él como sea necesario y conveniente. Del modo similar, en la oración "santificado sea tu Nombre" (Mt 6,9) se trata de hablar dignamente de Dios rindiéndole al mismo tiempo el debido culto. Así también el "Ángel de Yahvé" es una teofanía por medio de un Ángel (Jue 6,22); es el mismo Yahveh en cuanto Se manifiesta por medio de un ángel.
----------De todo lo dicho hasta aquí, se deriva en consecuencia la importancia de invocar el nombre de Dios. Si Dios reveló su nombre, fue para que se le adorase bajo su verdadero nombre, es decir, "Yo soy el que soy", el único auténtico (Ex 3,14-15). Será por tanto la divisa de reunión de las tribus durante la conquista y después de ella (Jue 7,20). Es el nombre del único Dios verdadero, dirán más tarde los profetas: "Antes de mí ningún Dios fue formado, ni lo habrá después de mí. Yo, yo soy Yahveh" (Is 43,10s).
----------Es, pues, el único nombre que estará autorizado en los labios del pueblo de Israel (Ex 23,13), el único invocado en Jerusalén cuando David haya hecho de la ciudad la capital religiosa, pues "Yahveh es celoso de su nombre" (Ex 34,14). De ahí que el "invocar el nombre de Yahveh" es propiamente dar culto a Dios, orarle. Por eso se grita su nombre (Is 12,4), se le llama (Sal 28,1, Is 41,25), se hace llamamiento a él (Sal 99,6). Pero si Dios confió así su nombre propio a Israel, éste, en cambio, no debe "pronunciar en vano el nombre de Yahveh" (Ex 20,7, Dt 5,11). El Nombre de Dios, en efecto, no está a su disposición, de modo que abuse de él y acabe por tentar a Dios: esto no sería ya servir a Dios, sino servirse de él para sus propios fines.
----------El carácter ontológico del Nombre de Dios se hace, por consiguiente, evidente. El nombre es Dios mismo. Dios se identifica de tal manera con su nombre que hablando de él se designa a sí mismo. Este nombre es amado (Sal 5,12), alabado (Sal 7,18), santificado (Is 29,23). Nombre temido (Dt 28,58), eterno (Sal 135,13). "Por su gran nombre" (Jos 7,9), a causa de su nombre (Ez 20,9) obra en favor de Israel; esto quiere decir: por su gloria, para ser reconocido como grande y santo.
----------Para poner de relieve de mejor modo la trascendencia del Dios inaccesible y misterioso, la Sagrada Escritura indica que basta el Nombre para designar a Dios. Así como para evitar una localización indigna de Dios, el templo es el lugar donde Dios "ha hecho habitar su nombre" (Dt 12,5), allí el fiel israelita va a su presencia (Ex 34,23), a este templo que "lleva su nombre" (Jer 7,10.14).
----------Es el nombre que, de lejos, va a pasar a las naciones por la criba de la destrucción (Is 30,27s). Finalmente, en un texto ya tardío, como es el de Lev 24,11-16, "el nombre" viene a designar a Yahveh sin más precisiones, como lo hará más tarde el lenguaje rabínico. En efecto, por un respeto siempre más acentuado, el judaísmo posterior tenderá a no atreverse ya a pronunciar el nombre revelado en el Horeb.
----------En la lectura será reemplazado por otras expresiones ya antes mencionadas: Dios (Elohím) o más frecuentemente Adonai, "mi Señor". Así, los judíos que traduzcan los libros sagrados del hebreo al griego no transcribirán nunca el nombre de Yahveh, sino que lo expresarán por Kyrios, Señor. Al paso que el nombre de Yahveh, bajo la forma de Yau u otras, pasa a un uso mágico o profano, el nombre de Señor recibiría su consagración en el Nuevo Testamento.
   
Ver a Dios
   
----------Una cuestión delicada es la de aclarar qué quiere decir la Biblia con la expresión "ver a Dios", y más precisamente "ver a Dios cara a cara", porque por una parte se habla de personas que en esta vida han visto a Dios (cf. Gn 32,30; 46,30; Ex 24,10; Dt 5,4; 34,10; Nm 14,14; Is 6,5), mientras que por otra parte Juan afirma que "a Dios nadie le ha visto jamás" (Jn 1,18). Y la visión de Dios es prometida sólo para la vida futura (Jb 19,26-27; 42,5 Sal 11,17; 42,3; Mt 5,8; 1 Jn 3,2; 1 Cor 13,12).
----------Está claro que para la Biblia, aquí abajo, ya sea a causa de la progresión del humano conocer, que comienza con la experiencia sensible, como a causa de la debilidad de la humana razón subsecuente al pecado original, la esencia o naturaleza de Dios y su existencia no son para nada un dato de inmediata evidencia, sino que son captadas indirectamente bajo el velo de las creaturas y por analogía con ellas (Sab 13,5).
----------Por consiguiente, el hecho de que la Sagrada Escritura no insista en el demostrar la existencia de Dios, no nos debe inducir a engaño, y no nos debe hacer pensar, como creen los fideístas, que Dios no sea conocido por medio de la razón, es decir, por inducción, pasando del efecto a la causa (cf. Rm 1,20). Por lo tanto, el "ver a Dios" o el aparecer de Dios (la teofanía) en la vida presente, para la Sagrada Biblia, es una simple expresión enfática para expresar la facilidad de un contacto con Dios, Quien es siempre y en todo caso conocido a través de los efectos creados o en la voz de la propia conciencia.
----------Este común y descontado reconocimiento de la existencia de Dios, propio del ambiente bíblico, es un simple dato sociológico, que se refiere al hecho de que ese ambiente es el de una humanidad, en la cual la existencia de un dios, sea cual fuere, era comúnmente admitido y estaba fuera de discusión, estando ausente esa difusión del ateísmo, que caracteriza los tiempos modernos.
----------Debemos decir con gran humildad que los Antiguos, los a veces llamados "primitivos", por más atrasados que estuvieran respecto a nosotros, los modernos, en muchas cosas, sobre este punto eran más sabios que nosotros y tenían en mayor medida, ya sea a través del mito o de la imaginación, el sentido del ser.
   
El verdadero Dios para la Biblia
   
----------Por otra parte, y ya para ir terminando esta serie de notas, una cuestión que plantea la Biblia es la de saber cuál es el verdadero Dios. El hagiógrafo vive en un clima histórico donde todos admiten un concepto de Dios. El uso de la palabra Dios está en la boca de todos. Cada nación, cada pueblo tiene su Dios, algo así como hoy por hoy cada ciudad tiene su equipo de fútbol.
----------El verdadero Dios para Israel es el que vence a los otros, es el Dios más poderoso, que hace vencer en la guerra al pueblo de Dios y lo hace "hijo de Dios" (cf. Vitus Huonder, Israel Hijo de Dios, Zurich 1975) y señor de todos los pueblos, pueblo sacerdotal, luz de las naciones, maestro de sabiduría para toda la humanidad, pueblo al cual afluyen las riquezas de todas las naciones. Es la elección de Israel.
----------Para la Sagrada Biblia, el verdadero Dios es el creador del cielo y de la tierra, el Señor de todo lo creado, de cuyo control y a cuya divina Providencia nada escapa, padre de justicia y de misericordia, sumo y universal legislador y organizador del universo, promotor del progreso, de la libertad, de la concordia y de la paz, remunerador de los justos y de los impíos.
----------Por consiguiente, el verdadero Dios es el Dios salvador del hombre, el Dios que hace y otorga gracia, perdona y hace misericordia, el Dios amigo de los hombres, que quiere habitar entre ellos y revelarles los misterios de su divinidad, y Quien, por tanto, se revela como Dios encarnado, Hijo de Dios, Hijo del Padre dador del Espíritu, muerto y resucitado para conceder al hombre la remisión de los pecados, la liberación del yugo de Satanás, la resurrección desde la muerte y la vida eterna.
----------El verdadero Dios para la Biblia es el Dios de Israel, mientras que los dioses de los otros pueblos son ídolos "hechos por las manos del hombre" o demonios. No es que Israel tenga un Dios por cuenta propia, diferente al de los otros pueblos. Los profetas explican bien que el Dios de Israel no es otro que el único Dios altísimo, creador y regidor del cielo y de la tierra y por tanto el Dios salvador de todos los pueblos.
----------Excepto que, a Israel, Dios se ha revelado de un modo excelso, diferente a como se ha mostrado a las demás naciones, asignando a Israel la tarea de enseñar a todos los pueblos su bondad, su sabiduría, su poder, su justicia, su ternura, su misericordia, corrigiendo los errores de las teologías de los otros pueblos. Por tanto, todos los pueblos están llamados a adorar al Dios de Israel precisamente porque este Dios es también el suyo y no esos ídolos que ellos mismos se han inventado y han fabricado con sus manos.
----------Esta revelación divina alcanza su culminación por medio de Jesucristo y en Jesucristo, el cual más que nunca insiste en la voluntad del Padre celestial de salvar no sólo a Israel, sino a todos los hombres. De ahí el mandato perentorio de Cristo a los apóstoles, no tan claro en el Antiguo Testamento, de enseñar la Palabra de Dios y de exhortar a todos a convertirse a Él, Hijo de Dios, Salvador del mundo.
----------En el diálogo con Dios y en la oración a Él, nuestro Señor Jesucristo nos enseña a llamarlo Padre (Abbá), por analogía con nuestro padre terreno. Pero es obvio que Dios es nuestro Padre por excelencia, modelo absoluto de toda paternidad humana, "Padre, de quien toma su nombre toda paternidad en los cielos y sobre la tierra" (Ef 3,15). Ante este Padre, debemos sentirnos hijos y comportarnos como niños, y por tanto todos hermanos bajo este mismo Padre.
----------Modelo de esta filiación es Cristo mismo, que se presenta a nosotros como Dios Hijo del Padre; del que aprendemos que el nombre Dios no sólo significa una persona, sino dos personas divinas distintas. Pero eso no es todo. De Cristo aprendemos también que existe además una tercera persona divina, que es el Espíritu Santo, Quien completa la obra salvífica del Hijo. Por tanto, en Dios no sólo existe el Absoluto (naturaleza), sino también la Relación (persona). Sin embargo, esto no nos lo dice la simple razón, sino la fe en Cristo.

2 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    usted ha escrito: “El verdadero Dios para la Biblia es el Dios de Israel, mientras que los dioses de los otros pueblos son ídolos "hechos por las manos del hombre" o demonios“.
    Según algunos, como el teólogo Piero Coda, la conciencia del monoteísmo para el pueblo de Israel no ha sido clara desde el principio, sino que fue el resultado de un largo camino de purificación progresiva de la imagen de Dios: [...] si nos acercamos a la experiencia bíblica podemos constatar que, en sentido estricto, no es posible hablar, desde el principio, de monoteísmo, sino de monolatría (un solo Dios para el clan primero, y para el pueblo de Israel después) que, progresivamente, maduró, a través de varias fases, hasta convertirse en verdadero y propio monoteísmo" (Piero Coda, Dios Uno y Trino, San Pablo 2000, p.25).
    En una primera fase histórica que va desde los patriarcas hasta Moisés, prosigue Coda:
    “Dios es llamado con el término común El, su plural Elohìm, algunos de sus compuestos con adjetivos que lo califican, o se le designa como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ibíd., p.25).”.
    “[…] Este nombre [El] deriva de una raíz semítica 'l, que indica el rey o el padre de los dioses (se trata de poblaciones politeístas). Para designar a su Dios, Abraham y los patriarcas usan el término de los otros pueblos, cargando este nombre con la nueva experiencia que han hecho suya a partir de su intervención en sus vidas y en su historia".
    “[…] La segunda fase supone un cambio, y en ella encontramos un nuevo nombre de Dios, típicamente bíblico, Yhwh, revelado a Moisés en el Sinaí.
    Un testimonio histórico de este pasaje [...] lo encontramos en el libro de Deuteronomio, en el cap. 32, donde podemos ver cómo Israel es consciente de que su propio Dios es Yhwh, porque El y Elohìm es el nombre común para designar al divinidad de todos los demás pueblos vecinos (Ibíd., p.26).
    “Cuando el Altísimo [Elyon] dividió a los pueblos, cuando dispersó a los hijos de los hombres, Él estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Dios [El]. La porción del Señor [Yhwh] es su pueblo, su herencia es Jacob" (Dt 32, 8 - 9).
    “Podemos distinguir, esquemáticamente, al menos tres etapas principales.
    A) el primero se caracteriza por lo que técnicamente se puede definir como la monolatría de los patriarcas: ellos tienen su propio Dios, así como los otros pueblos también tienen sus dioses [...]
    B) La segunda puede ser definida como mono-yahwismo: en el sentido de que YHWH es el único Dios de Israel, que se revela con un poder y un ser que al menos prácticamente, y en lo que respecta a Israel, reduce a los demás dioses a nada.
    C) La tercera [...] que probablemente ya esté plenamente presente en la experiencia de Moisés, pero que sólo más tarde fue adoptada por Israel, es la del verdadero y propio monoteísmo. Se presenta en primer lugar como un monoteísmo práctico: en el sentido de que existe la conciencia de que hay un solo Dios y que los demás dioses no son más que "ídolos ineficaces"; y luego también como un monoteísmo explícitamente teórico (ya en el Deuteronomio y luego especialmente a partir de los profetas del post-exilio): en el sentido de que se afirma claramente que hay un solo Dios verdadero" (ibid., p.38).
    ¿Está de acuerdo, padre Filemón, con esta exégesis sobre la progresiva adquisición del monoteísmo por parte de Israel?

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    1. Estimado padre Serafín,
      estoy de acuerdo con Piero Coda. Yo también he dicho que Israel al principio consideraba a su Dios como el mejor de todos los Dioses de otros Pueblos.
      Sin embargo, sigue siendo cierto y también muy famoso el dicho del Antiguo Testamento, retomado también por san Agustín, según el cual los Dioses de los Gentiles son demonios, y es bien conocida la polémica de los Profetas contra el politeísmo y la idolatría de los otros Pueblos.
      Sin embargo, es cierto lo que dice Coda, esto es, que gradualmente, gracias a las enseñanzas de los Profetas y en el momento decisivo del descubrimiento del Nombre de Dios como Aquel Que Es, aparece clara la conciencia de que el Dios de Israel no es un simple Dios nacional, sino que es el Dios de todos los Pueblos, porque es el Creador y Señor del cielo y de la tierra.
      Hay que añadir también que esta conciencia está notoriamente presente desde el Génesis, donde precisamente Dios es considerado el Creador del cielo y de la tierra.
      Recordemos que esta convicción ya está presente en nuestros primeros Progenitores, los cuales evidentemente son los primeros Progenitores del Pueblo hebreo como dice la genealogía de Nuestro Señor, que cada año leemos en los días en torno a Navidad.
      Podemos agregar que en en cambio, en los otros pueblos esta conciencia originaria, a causa del pecado original, se ha perdido y lamentablemente aún existen la idolatría y el politeísmo.

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