Todos, al menos implícitamente, saben que Dios existe y que deben rendirle cuenta a él de lo que se ha obrado. De hecho, la razón espontáneamente llega a saber que Dios existe, es decir, que existe una causa primera y un fin último. No existe nadie que de buena fe ignore que Dios existe. [En la imagen: fragmento de "La creación de Eva", uno de los famosos mosaicos normandos del siglo XII de la Catedral de Monreale, en Sicilia, Italia].
Para afinar y profundizar la noción del ente se necesita la metafísica
----------Para llegar a concebir a Aquel Que Es (Ex 3,14), es evidentemente necesario tener la noción del ser. Pero esto es cosa facilísima, con tal que reflexionemos sobre el hecho de que todos, desde la más tierna infancia, usamos el verbo ser y lo declinamos en sus personas y en sus tiempos. Por lo tanto, todos, ya desde muy pequeños, sabemos qué es el ser; de lo contrario, no usaríamos el verbo ser.
----------La percepción del ser es presupuesta cuando pronunciamos la cópula "es" del juicio de existencia de alguna cosa. Similar a la noción del ser, como veremos, es la noción del existir. Además, una vez que hemos concebido el ser, podemos concebir su negación, es decir, la nada, noción indispensable para comprender y concebir la esencia de la creación como producción del ente desde la nada.
----------Por otra parte, la noción de la nada es útil en teología negativa, para referirnos a la infinitud del ser divino. Por eso decimos que Dios no es nada, sino infinitamente más de lo que nosotros, con nuestra limitada inteligencia, concebimos como ser. Un maestro insuperado, recomendado por la Iglesia misma (incluído el papa Francisco), en el definir qué es el ser, es ciertamente santo Tomás de Aquino.
----------Un problema no fácil es comprender cómo llegamos a percibir el ser. Hay quien habla de intuición, quien habla de simple intelección, quien habla de experiencia del ser (la expresión rahneriana "experiencia del ser" en sí mima es buena, pero el problema es que Rahner confunde el ser con el conocer). De hecho, es espontáneo para nosotros preguntarnos cuál es la esencia (quididad) de una cosa, y para encontrarla, si se trata de una cosa material, abstraemos lo universal de lo particular.
----------Pero en el caso del ser, el abstraer lo universal no basta, porque el ser está por encima de la esencia: es acto de la esencia del ente. Y además, el ser no es sólo material, sino también espiritual. Ahora bien, para nosotros lo abstraible es sólo lo material. Entonces, ¿cómo hacemos para conocer lo espiritual? Por participación en el ser como pura forma, más allá de la materia. Por lo tanto, es necesario el concepto del ser. ¿Pero cómo lo alcanzamos? ¿Cómo podemos formarlo? ¿Qué contenido tiene?
----------En efecto, el primer concepto que nosotros formamos, incluido e implícito en todo lo que concebimos, y en cuyo concepto todos los otros conceptos se resuelven, no es, como creen Rosmini, Gioberti, Bontadini y los ontologistas, el concepto del ser, sino el del ente, como aquello que tiene el ser y es actuado por el ser.
----------Es cierto que nosotros, espontáneamente, nos preguntamos acerca de cuál es la esencia del ser, y no es equivocado hablar, como hace Rosmini, de una "esencia del ser", pero debemos prestar mucha atención, para no caer en el esencialismo de Scoto, Suárez y Wolff, teniendo bien en cuenta que el ser no tiene una esencia, sino que más bien es la esencia la que tiene el ser, así como la potencia (esencia) tiene el acto (el ser).
----------Para pensar el ser no se lo debe imaginar como si fuera una esencia, porque el ser es el único contenido mental que captamos por sí mismo y en sí mismo como ser. Por eso, el reducirlo a una esencia o a una idea, como hacen Descartes y los idealistas, conlleva el hecho de que acabemos por confundir nuestras ideas con la realidad. En efecto, mientras la esencia de todas las cosas podemos inmanentizarla en nuestra conciencia, el ser lo captamos precisamente en cuanto extramental, extra genus cognitionis, como dice santo Tomás.
----------Ciertamente es necesario distinguir el ser real del ser ideal, pero precisamente porque no debemos confundir el ser con la idea del ser. La idea de ser está en el pensamiento (ens rationis); el ser está en la realidad. Aquella representa esto y esto es la realización de aquella.
----------Reducir el ser a la esencia quiere decir, por tanto, reducir el ser al ser pensado o al ser pensante, típico defecto del idealismo. El ser debe ser acogido en su misteriosa e ilimitada objetividad sin la pretensión de englobarlo gnósticamente en los esquemas de nuestro intelecto, como dice el papa Francisco en su condena del gnosticismo. Existe, ciertamente, un concepto del ser, pero expresa el mismo ser y no una esencia.
----------Para aprehender el ser, por tanto, no basta con la simple aprehensión del ente, sino que es necesario el acto del juicio, mediante el cual, pronunciando la cópula "es", nos elevamos por encima del ente material, del cual abstraemos la esencia, para así captar el ser, que puede ser también espiritual y puede ser también divino, por lo cual en el juicio no realizamos una simple abstracción lógica, sino que implícitamente separamos el ser material de lo espiritual, entendiendo que el ser como tal abarca a entrambos, lo material y lo espiritual, y por tanto sobrentendiendo que el ser puede ser predicado analógicamente y proporcionalmente tanto del ente ínfimo como del ente supremo, que es Dios purísimo espíritu.
----------La metafísica no es otra cosa que la ciencia del ser, más allá del ente y de la esencia. Ahora bien, así como el presente del verbo ser tiene tres personas singulares: yo soy, tú eres, él es, así también existen tres tipos de metafísica: la del yo, fundada por Descartes y desarrollada desde Fichte hasta Husserl (metafísica egológica); la de la tú, fundada por Scoto y Ockham y continuada por Lutero (metafísica personalista); la del él, fundada por Platón y Aristóteles (metafísica científica o especulativa).
----------Ahora bien, en la Sagrada Biblia están presentes las tres metafísicas: el Yo Soy (presente en el pasaje de Ex 3,14); el Tú eres, sobre todo en los Salmos, y Él es, en las sentencias de los libros sapienciales y en el Nuevo Testamento, por ejemplo: "Dios es luz" y Dios es "amor".
----------Santo Tomás sintetiza las tres metafísicas entre sí eliminando las asperezas que impiden la síntesis: así, de la metafísica del scotismo-ockhamismo elimina la clausura frente a lo universal analógico, por lo cual Dios puede aparecer como causa universal; a la metafísica del yo le quita la clausura en el yo y le añade la apertura a lo real externo, de modo de repristinar el concepto de la verdad como adaequatio ad rem y para no confundir a Dios con el yo; a la metafísica del platonismo-aristotelismo le elimina la ausencia del Dios personal y presenta al ente divino como ente personal.
----------Por cuanto respecta a Suárez, él ha querido rehacer la síntesis tomista, creyendo mejorarla, pero en realidad, al carecer Suárez de la noción analógica del ser, e ignorando la real distinción entre esencia y ser, ha terminado por caer en un incoherente sincretismo, dejando abierta la puerta tanto al existencialismo kierkegaardiano y heideggeriano, como favoreciendo, a través de Descartes, el idealismo alemán, y sin llegar a corregir el concretismo y voluntarismo ockhamista de Lutero.
De la palabra Dios al concepto de Dios
----------Muchos no usan la palabra Dios o porque no entienden su significado o porque niegan la existencia de Dios. Algunos no saben pronunciarse sobre la cuestión de si Dios existe o no existe. Algunos la consideran insoluble. A otros no les interesa. Otros, en cambio, consideran que es tan evidente que Dios existe, que no hay necesidad de demostrar su existencia. El ateo se opone a la evidencia. Otros consideran que el teísmo no sea una verdad objetiva y universal, sino una simple opinión, legítima como el ateísmo. Otros consideran que todos experimentamos a Dios aprioricamente en modo preconceptual, por lo que todos, incluso los ateos, es decir, aquellos que rechazan el concepto de Dios, se salvan.
----------Ahora bien, una cosa es saber qué significa la palabra Dios o darle un sentido a la palabra Dios, y otra cosa es preguntarse quién es Dios. Yo puedo saber que la palabra significa "ente supremo". Pero entonces puedo preguntarme: ¿existe un ente supremo?
----------Por otra parte, puedo saber qué quieren decir los teístas o los creyentes con la palabra "Dios", puedo conocer de ella su significado conceptual, puedo por lo tanto establecer cuál es la esencia de Dios. Pero puedo decir: está bien, Dios es esta cosa. ¿Pero existe una cosa así? Dios es el ente supremo, causa primera, perfectísimo y óptimo. Su esencia es la de existir. Es una idea muy bella. ¿Pero existe una realidad que corresponda a esta idea? De hecho, esa idea podría ser una simple construcción mental mía. ¿Y existe realmente y objetivamente, en la realidad externa, un ente así?
----------Sin embargo, todos, al menos implícitamente, saben que Dios existe y que deben rendirle cuenta a él de lo que se ha obrado. De hecho, la razón espontáneamente llega a saber que Dios existe, es decir, que existe una causa primera y un fin último. No existe nadie que de buena fe ignore que Dios existe.
----------Es posible, sin embargo, que la razón funcione mal y que juzgue como causa suficiente del mundo una causa que en realidad no es suficiente, como por ejemplo la materia o el pensamiento o el yo.
----------El problema de la existencia de Dios se plantea cuando la razón se pregunta cuál es la causa de la existencia del ente contingente o qué ha dado origen al mundo. Pero muchos no se plantean esta pregunta y prefieren contentarse con las cosas que pasan, sin preguntarse por qué existen y de dónde vienen.
----------Quien reflexione sobre el hecho de que todos los entes que conocemos son causados y movidos, no puede dejar de plantear la existencia de una primera causa y de un motor inmóvil universal, que los explique a todos y los mueva a todos, una causa primera a su vez no causada, porque si fuera causada, no explicaría suficientemente la existencia de los causados.
----------Si puede existir dentro de ciertos límites un motor que se mueva a sí mismo -y este es el fenómeno de la vida-, aunque al fin de cuentas también el viviente necesite ser hecho vivir por un activador de su vivir (es decir, Dios), siendo mortal, nada puede causarse a sí mismo en el sentido de producir su ser, porque debería existir como causa antes de existir como efecto: lo cual es absurdo.
----------Es necesario, además, distinguir la causa del existir de la causa del devenir o del movimiento. Mientras la causa primera del existir debe ser una causa existente por sí y para sí, de modo que su existir coincida con su esencia, es decir, un ente absolutamente necesario y autofundado, es suficiente que el motor primero sea inmóvil, pero dado que causa solo el devenir y no el ser, y por tanto presupone el ente móvil, no es necesario que sea el creador de este ente, es decir, no es necesario que sea Dios, pero también se lo puede concebir como una suprema sustancia creada semoviente, un supremo ángel, la cual supone fuera de sí al ente móvil y se limita a hacerlo pasar de la potencia al acto, mientras su misma acción motriz se actúa, es decir, pasa de la potencia al acto, cosa que no conviene en absoluto al ser divino, que es acto puro de ser.
----------En efecto, no debemos confundir la inmovilidad con la inmutabilidad. Por un lado, la inmovilidad significa un ente no movido. Mientras que, por otro lado, la inmutabilidad es algo mucho más profundo, pues significa un ente que no puede mutar, que no puede pasar de la potencia al acto.
----------Un ente no movido puede ser creado como semoviente. Mientras que un ente que no deviene, es decir, que no pasa de la potencia al acto, sólo puede ser Dios. Dios es ciertamente el supremo motor inmóvil, pero Él puede conferir tal atributo a la naturaleza angélica.
----------El motor inmóvil de Aristóteles, por tanto, no es necesariamente Dios, sino que puede ser también un ángel, un "supremo arquitecto del universo", un Demiurgo. Debe tenerse presente también que el movimiento se produce en el tiempo, mientras que el causar el ser o crear el ser es acto instantáneo, coincidente con el mismo Acto puro divino y distinto de él sólo conceptualmente.
----------Por otra parte, quien reflexione sobre la naturaleza del ente contingente, se da cuenta de que en él su esencia es realmente distinta de su ser o de su existir. El ente contingente de hecho existe, pero puede no existir, manteniendo su esencia la misma. Lo que quiere decir que el existir no entra como constitutivo de su esencia. Por tanto, él no puede existir por sí o en virtud de sí mismo. Por tanto, deberá existir en virtud de un ente, cuya esencia es la de ser, un ente que absolutamente no puede no ser. Y este ente es Dios. Dios existe por esencia. El ente contingente existe por participación del ente divino.
----------La separabilidad real entre esencia y existir en el ente contingente, la podemos advertir, como señala santo Tomás en el De ente et essentia, c.4, por el hecho de que podemos concebir la esencia de cualquier cosa contingente, capaz de existir, sin considerar que tenga o no tenga el ser.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarsigo ya mismo con mis pedidos de aclaraciones:
2) Usted escribió: "[...] es la esencia la que tiene el ser, así como la potencia (esencia) tiene el acto (el ser)".
Le pregunto: ¿se puede imaginar una esencia que, no pudiendo nunca traducirse en acto, no puede, por consiguiente, ni siquiera considerarse como potencia?
Por ejemplo, yo puedo definir mentalmente la esencia del centauro como "creatura mitológica mitad hombre, mitad caballo", pero tengo la certeza de que no existirá nunca, en la realidad concreta, el ser en acto de un centauro. En este caso, ¿puedo decir que la esencia del centauro es potencia que nunca pasará al acto, y, por tanto, ni siquiera potencia?
Estimado padre Serafín,
Eliminares necesario ver qué entendemos decir cuando decimos "no pudiendo". Si con esta expresión entendemos una incapacidad para existir en la realidad, entonces esta esencia no es una potencia que se relacione con el acto de ser. Por lo tanto ya ni siquiera es una potencia, sino que es una esencia ya completa en sí misma, que existe en la mente, es decir, es un ente de razón. Si en cambio, por "no pudiendo" queremos decir que no es posible, entonces la esencia que no puede traducirse en acto es una esencia que no tiene necesidad de traducirse en acto, porque ya es acto ella misma. Lo que quiere decir que en ella la esencia coincide con el ser. Ella es acto puro de ser. Pero esta esencia es Dios.
3) Escribió luego: "[…] causar el ser o crear el ser es acto instantáneo, coincidente con el mismo Acto puro divino y distinto de él sólo conceptualmente".
ResponderEliminarPero si la creación coincide instantáneamente con el Acto puro divino, que es tal desde la eternidad, ¿no se corre así el riesgo de afirmar que el universo creado sea co-eterno con el Creador?
Estimado padre Serafín,
Eliminarla creación coincide con el acto puro divino desde el punto de vista de la realidad, no de nuestra conceptualización, es decir, en Dios su ser y su crear se identifican en la absoluta simplicidad de su esencia. Sin embargo, nosotros debemos distinguir conceptualmente su ser y su crear. ¿Por qué motivo? Porque Dios es realmente distinto de ese mundo, que Él ha creado, por lo cual debemos hablar de una creación del mundo, considerando la existencia del mundo. Lo que quiere decir que la distinción entre el Creador y el crear la hacemos en relación a la creatura y no en relación al Creador, porque Creador y acto de la creación son la misma cosa, es decir, son siempre Dios. En otras palabras, para establecer la distinción, nosotros partimos del efecto y conceptualmente la aplicamos a la causa divina, aunque en Dios su ser y su crear son realmente la misma cosa.
Estando así las cosas, debemos decir que el universo no es co-eterno a Dios, porque por una parte se distingue realmente de Dios y por otra debemos distinguir, aunque sea sólo conceptualmente, al Creador del acto creativo.
Quizás la dificultad que pueda existir para comprender que, entre el Acto puro divino y la creación, exista una coincidencia simultánea sin que ello comporte co-eternidad entre Creador y creado, esté ligada a nuestro modo de considerar el tiempo en la realidad terrena, y al error de aplicarlo tout court a las dinámicas divinas.
EliminarMe explico. Si trato de imaginar el instante del inicio del nacimiento del universo, comúnmente llamado "Big Bang", y vinculo ese acontecimiento al dato de fe de la creatio ex nihilo, casi inevitablemente me veo llevado a preguntarme: ¿Y un instante "antes de" aquel instante en el cual ha nacido el universo? ¿Qué o quién existía?
Y espontáneamente me viene responder: "Sólo existía Dios desde la eternidad". Pero al separar así, en una sucesión temporal, el Acto puro divino respecto de la creación, sería llevado a excluir que el Primero sea simultáneo a la segunda.
La ingenuidad, de la cual surge el error de este razonamiento, tal vez consista en el querer aplicar la proposición temporal "antes de..." de manera inadecuada, es decir, en un caso en el cual no es lícito aplicarla, ya que la dimensión temporal (y por lo tanto el antes y el después) se origina con el nacimiento mismo del universo creado. Y por tanto no es correcto pensar en instantes que preceden a la creación del universo, también porque nos llevaría a representar la eternidad de Dios, no como un eterno presente, que es una metáfora aceptable, sino como un fluir infinito de milenios...
Por otra parte, análogamente, tampoco tiene sentido imaginar la nada de la "creatio ex nihilo" como un espacio vacío pre-existente, que Dios luego llenaría creando el mundo: también la dimensión del espacio, como la del tiempo, sólo existe a partir del nacimiento del universo.
Atte, p.Serafín
Estimado padre Serafín,
Eliminardebo reiterar que el Acto puro, desde el punto de vista ontológico, coincide con el acto creativo. Este hecho no nos impide, sino que más bien nos obliga, a hacer una distinción conceptual entre la esencia divina y el acto creativo, como he dicho en una respuesta mía anterior, a fin de reconocer la distinción real entre Dios y el mundo.
Ahora bien, es doctrina de fe que el tiempo ha sido creado por Dios y ha tenido un inicio en el pasado. Hoy en día, los científicos, como sabemos, fijan este comienzo hace aproximadamente 14 mil millones de años.
Llegados a este punto viene espontáneamente preguntarnos qué existía antes del inicio de la historia del mundo. Se trata de un dogma del IV Concilio Lateranense, de 1215 (Denz. 800). Los Padres de la Iglesia ya dicen que Dios existía por sí solo desde la eternidad. De hecho, Él es el ente absolutamente perfecto y, por tanto, absolutamente beato por cuenta propia. En el momento en el cual Dios ha dado inicio al mundo, y por tanto el tiempo, en ese preciso momento Dios había decidido libremente y por amor crear el mundo.
Queriendo insistir en el preguntarnos qué había antes, podemos recurrir a las palabras de nuestro Señor Jesucristo, quien en Jn 17,5, dirigiéndose al Padre, habla de la gloria que Él tenía "antes de que el mundo fuera". ¿Cómo interpretar este "antes"?
Uno podría decir: pero el tiempo está hecho de un antes y de un después. Si no existía todavía el tiempo, deberíamos admitir un antes que supone el tiempo y por tanto parece que caemos en la contradicción de admitir un tiempo antes del tiempo.
Entonces, ¿cómo entender este "antes" al cual se refiere Cristo? ¿Qué quiere decirnos el Señor con esta palabra? Se podría decir que Él simplemente ha querido decirnos que el tiempo ha tenido un comienzo.
Otra observación que podríamos hacer es que no podemos expresarnos sino mediante categorías que hacen referencia al tiempo, incluso si hablamos de la eternidad. Por lo cual, este "antes" simplemente significa que Dios es eterno y que existe ab aeterno, mientras que el mundo ha tenido un inicio junto con el tiempo.
Por lo demás, esta expresión "antes" puede querer decir que Dios puede muy bien existir solo, porque es perfectamente auto-suficiente, por lo cual, si ha creado el mundo, lo ha hecho por puro amor. Así, el Verbo, siendo Dios, es perfectamente auto-suficiente y, si se ha encarnado, no lo ha hecho porque tuviera necesidad de nosotros, sino que lo ha hecho por pura misericordia, pagando por nosotros un precio altísimo que ha sido el sacrificio de la Cruz.
Estimado padre Serafín,
Eliminaragregaré algunas otras consideraciones a lo antes dicho.
es cierto que cuando pensamos en este misterioso "antes", del cual habla el Señor, estamos llevados a imaginar una precedencia temporal de un Dios, que está solo y en un determinado momento concibe la idea de crear el tiempo y con tiempo el mundo, que se encuentra en el tiempo.
Pero usted entiende que este modo de razonar, aunque sea natural en nosotros, es desproporcionado con lo que realmente sucedió, porque debemos repetir que, desde un punto de vista ontológico, la esencia divina coincide con el acto creador, por lo cual, si no distinguimos conceptualmente al Creador deel acto creativo, ya no somos capaces de comprender cómo ha sido creado el mundo hace unos 14 mil millones de años, sino que estamos tentados a identificar a Dios con el mundo y por lo tanto caemos en el panteísmo.
Por eso, para evitar este error, es bueno usar, como ha hecho el mismo Jesús, la categoría temporal del "antes", sabiendo que no se trata de un "antes" temporal, sino de un "antes" trascendental, es decir, que concierne al relación entre la eternidad y el tiempo.
Estimado padre Serafín,
Eliminarsus consideraciones relativas al espacio-tiempo son muy correctas. En efecto, como ya había comprendido Aristóteles, el espacio-tiempo no es un ambiente vacío, en el cual son colocadas las cosas, sino que son accidentes de la sustancia material, la cual, por su naturaleza es espacio-temporal, en cuanto es extensa, ubicada a una cierta distancia de otras sustancias, en un contínuo devenir, que es la condición de posibilidad para la existencia del tiempo.
Por eso, cuando Dios ha creado, no ha llenado el espacio vacío ni ha establecido una temporalidad abstracta, sino que ha creado las cosas y en consecuencia ha creado el espacio-tiempo, que son propiedades de las cosas.
La idea del espacio vacío no se deriva de la experiencia, sino de la pura imaginación. Y aquí, el italiano Leopardi se expresa bien cuando, en el famoso soneto L'Infinito, dice: "infiniti spazi nel pensier mi fingo" ("espacios infinitos en el pensamiento pretendo"), como si dijera que los imagina, pero sabe bien que no son el resultado de la experiencia, por la cual el espacio siempre está delimitado en cuanto constituye la distancia entre dos cuerpos preexistentes. Si esos cuerpos no estuvieran ahí, ni siquiera habría espacio.
Estimado padre Filemón,
Eliminarle agradezco por la claridad de las ideas adicionales que ha querido dedicar a mis comentarios.
Le pediría nuevamente, si fuera tan amable, que me puede aclarar cuál ha sido la posición definitiva de santo Tomás respecto de la demostrabilidad filosófica de la no eternidad del mundo, respecto del legado de la fe.
En la Quaestio 46, "El inicio de la duración de las realidades creadas" de la Summa Theologiae, en la parte inicial del artículo 2 titulada "¿Es artículo de fe que el mundo ha tenido un inicio?", desde el punto 1 hasta el comienzo del 8, Santo Tomás ilustra la tesis de la demostrabilidad filosófica, incluso prescindiendo de la fe, de la no eternidad del mundo, o de que tuvo un comienzo, concluyendo:
"8. […] Por tanto se puede demostrar científicamente con absoluto rigor que el mundo ha tenido inicio, y esto no se sostiene sólo por fe".
Luego, Santo Tomás procede a ilustrar la tesis contraria:
"[…] el inicio del mundo se tiene sólo por revelación, y no puede ser probado demostrativamente.
Respuesta: Que el mundo no ha existido siempre se sostiene sólo por fe, y no se puede probar con argumentos demostrativos, como dijimos anteriormente del misterio de la Trinidad. Y la razón es que el inicio del mundo no puede demostrarse a partir del mundo mismo. De hecho, el principio de la demostración [deductiva y apodíctica] es la esencia misma de una cosa. Ahora bien, en cuanto a su esencia específica, toda cosa abstrae de las circunstancias de lugar y de tiempo: y por eso se dice que "los universales están en todas partes y siempre". Por tanto no se puede demostrar que el hombre, el cielo o las piedras no hayan existido siempre. Asimismo [no se puede demostrar esto] ni siquiera partiendo de la causa eficiente, si ésta actúa por libre albedrío.
En efecto, no se puede investigar racionalmente cuál sea la voluntad de Dios sino a propósito de aquellas cosas que es absolutamente necesario él quiera; pero éstas no son las cosas que él quiere respecto a las criaturas, como se ha explicado.
En cambio, la voluntad divina puede ser manifestada al hombre por revelación, sobre la cual precisamente se basa la fe. Por tanto, que el mundo ha tenido inicio es objeto de fe, no de demostración ni de ciencia".
En fin, el ilustre Aquinate, en la "Solución de las dificultades", intenta resolver las aporías encontradas y encontrar una síntesis, pero personalmente confieso que me cuesta entender si el Doctor Angelicus, en última instancia, tiende a considerar el inicio del mundo como un dato sólo de fe o también adquirible a través de la razón.
El teólogo Bruno Forte ha sostenido que, según santo Tomás, la creación no puede ser objeto de razón filosófica (B. Forte, Trinidad para ateos, 1996, pág.76): "Donde falta la idea de la creación, también falta la idea del tiempo como dimensión de la interioridad del mundo: por eso Tomás argumenta que la creación en el tiempo sólo puede ser objeto de fe (Summa Theologiae, 1 q .46 a.2)"
Padre Filemón, ¿podría ayudarnos a aclarar este punto?
Estimado padre Serafín,
Eliminartengo la impresión de que Ud. no ha comprendido el método expositivo de santo Tomás. De hecho, me he dado cuenta que Ud. ha tomado como "tesis contrapuesta" la que es en cambio la tesis de santo Tomás. De hecho, su tesis es que de por sí Dios, si hubiera querido, podría haber creado el mundo desde la eternidad. Por esto, el hecho de que Él, en cambio, lo creó dando inicio al tiempo no se puede demostrar filosóficamente, sino que lo sabemos sólo por fe.
Le digo dos palabras sobre el método expositivo de santo Tomás. Tomás comienza la exposición presentando las tesis opuestas a la que quiere sostener él. Después de lo cual, en el "sed contra" ("pero en contrario"), Tomás expone su tesis y la motiva. Terminada esta parte del artículo, responde a las tesis contrapuestas, o más bien a las objeciones o a las dificultades, que había expuesto al inicio del artículo.
Lo interesante es que san Buenaventura, en cambio, consideraba que el hecho de que el mundo haya tenido un comienzo temporal podía demostrarse racionalmente.
Que Dios haya creado el mundo puede demostrarse racionalmente, partiendo de la consideración del mundo como efecto de la causalidad divina. Así como el mundo no existe necesariamente, por ser contingente, es necesario admitir un ser necesario, cuya esencia es la de ser, que explique la existencia del mundo, lo que es como decir, que lo ha creado. Y este Ser es Dios.
Estimado padre Filemón,
Eliminartiene usted razón y se lo agradezco. Al releer, después de muchos años, un pasaje tomado de la Summa, me había olvidado por completo del método de proceder que utiliza Santo Tomás en su obra maestra.