viernes, 24 de noviembre de 2023

El inaudito ataque de Satanás al Papado, y las dos fases que es posible advertir en el pontificado de Francisco

Hay una pregunta recurrente que nos hemos hecho en estos once años, desde principios de 2013 hasta hoy: ¿qué está pasando con el papa Francisco? Una pregunta que nos hemos formulado ante hechos tanto positivos como negativos que han estado ante nuestros ojos. En estos años, la misma pregunta ha debido ser reformulada una y otra vez, modificando los matices y las acentuaciones. Y de manera similar hemos debido modificar las respuestas, como lo exige el devenir de la vida y de los acontecimientos humanos. Sin embargo, da la impresión que no vige aquí sólo el elemento humano. Nunca antes como hoy Satanás había insidiado al Papado. [En la imagen: fragmento de "La caída de Lucifer", ilustración en grabado de 1866, obra de Gustave Doré para "El paraíso perdido" de John Milton. El descenso espiritual de Lucifer a Satanás].

No hemos podido no preocuparnos
   
----------Si una persona que estimamos y amamos comienza a dar signos de infidelidad hacia aquellos valores por los cuales la estimamos y la amamos, obviamente no podemos no preocuparnos, y a la vez preguntarnos de qué puede depender esa decadencia, y qué podemos hacer para remediarla. Sentimientos similares experimentamos nosotros, los católicos, frente al Santo Padre, que con cierto crescendo, en los primeros años de su pontificado, daba signos preocupantes de no cumplir con su deber de Supremo Pastor de la Iglesia.
----------En aquella primera fase del papa Francisco al frente de la Iglesia (una etapa que, con límites por cierto nada precisos pudiéramos quizás ubicar en los cinco o seis primeros años de su pontificado, vale decir, desde 2013 a 2017, más o menos), el comportamiento y las ideas del Papa argentino complacían y atraían a grandes multitudes, sobre todo a pastores y a teólogos apegados a este mundo, y a un catolicismo que se auto-proclama "progresista", pero que en realidad no es auténticamente y sanamente progresista, sino modernista, así como a ambientes no-católicos e incluso no-cristianos o no-creyentes.
----------No es que el Papa enseñara en esos años la herejía. Ni enseñaba herejía entonces ni la enseña ahora (de hecho, sabemos que no la puede enseñar), pero sin embargo él caminaba al borde del barranco. ¿Pero qué es lo que sucedía con él? La respuesta es sencilla: Francisco se había dejado llevar por el gusto del poder. En aquella primera fase de su pontificado, todo el mundo, por tanto, parecía tener que depender de su palabra y de su voluntad. Resultaba una evidencia que sus fans querían convencerlo de que no hay dogma, no hay sacramentos, no hay tradición, no hay ley moral, no hay institución de la Iglesia y del Estado, que él no podía cambiar a su voluntad, considerándose siempre bajo el influjo del Espíritu Santo.
----------En lo que estoy expresando en esta desordenada nota de hoy, no encontrará el lector ninguna certeza metafísica ni mucho menos la certeza dogmática de alguna de la veintena o treintena de solemnes dogmas de la Iglesia católica que debemos creer con fe divina. Nada de eso. Se trata de simples opiniones personales falibles de alguien que modestamente trata de discernir los aspectos divinos y humanos de esta singular persona, única en todo el género humano, que por disposición de nuestro Señor Jesucristo, es el Romano Pontífice. Tarea de discernimiento de la que no puede eximirse ningún fiel católico más o menos culto.
----------De hecho, en algún pasaje de mis notas de los dos días inmediatamente anteriores, analizando el drama personal de fe de un fiel católico pasadista, y tratando de ofrecer una respuesta a sus inquietudes, he deslizado que yo también, en los primeros años del pontificado de Francisco, he sufrido angustias y vacilaciones, a las cuales he podido providencialmente superar, con la ayuda de la gracia, pero no con recursos personales, no con harina de mi propio costal, sino precisamente y sencillamente mediante las mismas enseñanzas de la Iglesia; más concretamente, recurriendo al Catecismo de la Iglesia Católica. Allí, de modo comprensible a todos, está la respuesta a las vacilaciones y tentaciones que pudieran surgir a la fe del fiel católico.
   
Un caso que nunca había ocurrido en la historia de la Iglesia
    
----------He aquí la pregunta que angustiaba nuestro corazón en aquella primera fase del pontificado de Francisco: ¿pero, dónde está el Papa custodio, guardián, intérprete y defensor del depósito de la fe, supremo anunciador del Evangelio, Sumo Sacerdote dispensador de los sacramentos, celante padre, juez y médico de las almas, guía en los caminos de la santidad hacia el reino de los cielos, garante del orden, del derecho, de la justicia, de la libertad, del progreso y de la paz en la Iglesia, luz de los pueblos y salvación del mundo?
----------No se puede excluir que el papa Francisco haya sido y sea tentado por el Demonio, maestro de esa soberbia que conduce a la herejía. Esto podría explicar los frecuentes llamados del Papa a la lucha contra el Demonio, algo completamente inusual en los Sumos Pontífices, al menos en los últimos siglos, sobre todo por las instrucciones concretas que ha impartido e imparte Francisco, lo que hace pensar que él hable por experiencia directa. Esto es particularmente notable en la exhortación apostólica Gaudete et exultate.
----------En realidad, mi personal convicción es que nunca en la historia Satanás había lanzado contra el papado un ataque tan violento e insidioso, y precisamente en relación con el oficio más importante del Vicario de Cristo, que es la custodia o tutela de la doctrina de la fe. Tal ataque contra el papa Francisco es la culminación de una acción que Satanás ha instigado en la Iglesia a partir del inmediato postconcilio, suscitando un renovado modernismo, sobre todo en el rahnerismo, bajo pretexto de la renovación conciliar.
----------A través de tal insidiosa ideología, el poder de las tinieblas ha engañado al episcopado, instilando en él la ilusoria convicción de que ya no fuera necesario vigilar ni estar alerta contra las herejías, y que el tiempo de las herejías y de sus correspondientes condenas había cesado gracias al clima de diálogo iniciado por el Concilio Vaticano II y por la implementación de la recomendación de san Juan XXIII de buscar aquello que une y no lo que divide. Sin embargo, tal útil consejo, que sirve para crear la paz y la concordia, fue desgraciadamente entendido como una invitación a desinteresarse de las herejías, de las cuales precisamente nacen las divisiones. Aquella exhortación del papa Roncalli, Santo Pontífice, aquel llamado a no dividir, fue lamentablemente entendido como una incitación a no tener en cuenta y por tanto a no eliminar lo que divide.
----------De tal modo, el renacido modernismo (neo-modernismo, similar y a la vez distinto al de los tiempos de san Pío X), no reprimido a tiempo por los obispos, ha ido creciendo continuamente en estos cincuenta años, hasta penetrar en las Facultades Pontificias en los años Ochenta y, con el papa Benedicto XVI, en la propia Santa Sede. En este período de tiempo el Papado se ha visto progresivamente erosionado y debilitado en la lucha contra el modernismo debido a la falta de apoyo de los obispos, entre los cuales comenzó a penetrar el astuto rahnerismo, fingido sostenedor del episcopado, cuando en realidad lo convierte contra el Papa y lo somete a los deseos del laicado. De tal modo, no obstante lo actuado por el valiente cardenal Josef Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe, que criticó personalmente a Rahner, ese mismo Dicasterio nunca tuvo la fuerza para condenarlo. Sólo el papa san Juan Pablo II, en 1993, en la encíclica Veritatis Splendor (nn. 65-67) logró condenar su doctrina moral, pero sólo su doctrina moral.
   
Un Papa pecador pero no hereje
   
----------Sin embargo, ya lo hemos dicho, y digámoslo con renovada claridad: no puede verificarse el caso de un Papa herético. Cualquier católico, desde el Secretario de Estado para abajo, puede ser hereje, excepto el Papa. La existencia, y por tanto la esencia de la Iglesia, sacramento universal de salvación, en su propia inmutable e indestructible identidad y santidad, querida y garantizada por Cristo, depende originariamente en última instancia de la enseñanza dogmática del Papa. Por eso el Concilio de Florencia de 1442 enseña que quien desobedece o se rebela contra el Papa va al Infierno. No se había equivocado Bonifacio VIII al decir que la autoridad del Papa es la suprema entre todas las que existen en la tierra, incluidas las autoridades temporales, en virtud del dicho de Cristo: "me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28,18).
----------Pero, a la vez, completemos esa primera afirmación con una segunda. Así como no puede existir un Papa hereje, o sea, así como el Papa no puede pecar contra la virtud de la fe, al mismo tiempo, el Papa, como cualquier hombre, hijo del Adán pecador, puede pecar contra todas las demás virtudes. A este respecto, por ejemplo, un Papa puede pecar contra la virtud de la justicia o contra la virtud de la prudencia; o puede pecar de temporalismo o de apego al poder, y ello de dos modos: ya sea con la pretensión de dirigir políticamente desde lo alto de su poder espiritual los asuntos temporales, inmiscuyéndose en ellos y quitándoles su autonomía a los gobernantes políticos, o bien enfocando su entero ministerio pontificio sobre una línea meramente temporal o política, o a lo máximo antropológica, dejando en la sombra el ministerio apostólico y espiritual. Y es esto, lamentablemente, lo que ha sido y es la tendencia defectuosa del papa Francisco.
----------Nunca antes había ocurrido en tal medida en la historia de la Iglesia, ya sea la presencia en ella de herejes que permanecen impunes, ya sea la persecución de los fieles por parte de estas corrientes heréticas ocupantes de puestos de poder. Ciertamente, siempre ha habido herejes en la Iglesia, pero ellos eran por regla general expulsados o ellos mismos declaraban francamente que ya no se consideraban católicos.
----------Ahora bien, el Papa no debería sentirse ofendido por las críticas que se le dirigen. Al querer él referirse, al parecer, al ejemplo de Cristo, que fue criticado por los fariseos, con demasiada facilidad Francisco ha parecido sentirse en esto semejante a Cristo, considerando sin duda fariseos a aquellos que lo critican, y ha llegado casi a vanagloriarse de ser criticado. Sí, ciertamente, existe un cierto fariseísmo en las críticas que algunos le hacen. Sin embargo, el Papa debería saber distinguir las críticas maliciosas basadas en injustos prejuicios contra él, que no saben discernir sus valores y méritos, respecto de las críticas justas y razonables, a las cuales en cambio debería tener en cuenta, para no mostrarse orgulloso y susceptible o quisquilloso.
----------Pero la gracia, de todos modos y sea como sea, en esta emergencia dramática en la que estamos inmersos, llega a todos en la Iglesia, incluidos los Obispos y el Papa, frecuentemente por medio de los laicos, simples fieles, periodistas, intelectuales, políticos, escritores, filósofos, teólogos, profetas y místicos. Y tampoco faltan presbíteros y religiosos. Sin embargo, la Iglesia es indestructible, no obstante las potencias del Infierno que continuamente arremeten contra ella. Si las cosas hubieran continuado así, no debíamos sino esperar la conversión del Papa y de los Obispos, gracias a la acción y a la oración del Pueblo de Dios.
----------Todos los miembros de la Iglesia terrena, el Papa incluído, mientras vivan aquí abajo, por santificados que estén en la Iglesia, corren siempre el riesgo de perderse. Ellos, para santificarse, deben estar en comunión con la Iglesia, el Papa incluído, porque ella es santa y fuente de la santidad, animada por el Espíritu Santo. El Papa goza de esa santidad de la Iglesia que él mismo administra en los sacramentos por mandato de Cristo. Y el pequeño ejército de los laicos proféticos, que salvará a la Iglesia, deberá también él obviamente alimentarse de los sacramentos, en cuya administración el sumo sacerdote es el Papa.
----------Por tanto, tome de esto renovada conciencia el lector: comunión con la Iglesia quiere decir comunión con el Papa, aún cuando éste pueda estar en pecado mortal y, como tal, interiormente fuera de la Iglesia. Sin embargo, el Romano Pontífice, Vicario de Cristo, incluso en estas deplorables condiciones, permanece siempre como Cabeza de la Iglesia, principio de la comunión eclesial, al menos jurídica.
----------Se equivocan, por tanto, aquellos que hablan de un Papa "cismático". Está claro que ellos no saben qué es un cisma. El cisma es, efectivamente, el separarse de la Iglesia, pero por eso mismo separarse del Papa. Ahora bien, el Papa evidentemente no se puede separar de sí mismo, ni puede excomulgarse a sí mismo. El Papa es el único católico que no puede ser excomulgado. Sin embargo, aquí nos encontramos ante un hecho jurídico de fuero externo. Esto no impide que un Papa esté fuera de la Iglesia en el fuero interno, en cuanto en estado de pecado mortal. Si la Iglesia es santa, quien no es santo no puede pertenecer a la Iglesia en el alma, sino más bien sólo en el cuerpo. O si acaso por un mero hecho jurídico-funcional. Puede seguir actuando como y siendo Papa, pero ciertamente no lo hará como debe.
----------He aquí que me parece advertir hoy la segunda fase de este pontificado. Y es posible que estas mismas consideraciones que hemos hecho, hayan conducido al papa Francisco a un serio examen de conciencia y a un inicio de arrepentimiento, del cual surgieron, precisamente al promediar estos once años (en 2018) dos importantes documentos, casi programáticos, los cuales, en mi modesta opinión, parecen ser el signo de una recuperación. En estos dos documentos, el primero de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Carta Placuit Deo, del 22 de febrero de 2018, y el segundo la Constitución apostólica Gaudete et exultate, del 19 de marzo de 2018, parece que debemos incluso trazar una nueva salida o un nuevo enfoque, una segunda fase, del pontificado del papa Francisco, más acorde con sus deberes específicos e insustituibles.
----------Claro que -lo repito, y entiéndase bien- advierto en el pontificado de Francisco dos fases no con límites precisos y definidos, no con características totalmente distintas una y otra fase, sino con las alternancias y vaivenes que son propios de todo devenir humano, siempre en lucha contra la tentación y el pecado, siempre mezcla de aciertos y errores, virtudes y defectos. Pero hoy parecen estar más presentes los signos positivos que los negativos: ad extra, su modesta pero significativa contribución a la convivencia pacífica internacional, con sus iniciativas frente al mundo musulmán y frente a los actuales conflictos bélicos, su incansable llamado a la fraternidad humana basada en la filiación natural de todos los hombres respecto a Dios Padre creador; y ad intra, su firme retorno a los aspectos más auténticamente progresistas del Concilio Vaticano II, dispuesto a dar pasos concretos hacia su más plena realización, alejado de las falsas interpretaciones (como las del camino sinodal alemán), su renovada condena de la masonería y, sobre todo, su reciente repetido llamado a volver a santo Tomás de Aquino como modelo de santidad y Doctor Común de la Iglesia.
----------Parece entonces percibirse en Francisco I una clara y decidida  conciencia. Se tiene la impresión de que él, en estos últimos años, ha logrado comprender seria y decididamente el sentido auténtico y original de su ser Papa. Se tiene como la impresión de leer en los dos documentos del 2018 antes mencionados los tradicionales "propósitos" o "resoluciones" al final del desarrollo de ejercicios espirituales; y aquí aparece el Jesuita. Como si Francisco se dijera a sí mismo: "ahora quiero comenzar a ponerme serio". Un discurso que Francisco pronuncia más para su alma de Sucesor de Pedro que para la Iglesia, su Esposa, que hoy sufre tanto por las traiciones del Esposo. Un discurso programático para el Maestro (Deo placuit) y para el Pastor (Gaudete et exultate).
----------Ya en los umbrales de un nuevo Adviento, oremos por Francisco, porque, como dice el Papa en la Gaudete et exultate, siempre tenemos tiempo para entregarnos completamente a Dios.

6 comentarios:

  1. Cuando escucho al Papa enseñarle a los niños que todos somos hijos de Dios y que el bautismo solo nos hace más hijos de Dios ¿Qué debo pensar?

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    1. Querido Atanasio,
      no está dicho que siempre tengas que pensar, en algunos momentos, por instinto de legítima defensa, se puede también apagar el cerebro…

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    2. Veo la inutilidad del blog Linum Fumigans. Ahora sí, apago mi cerebro.

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    3. Estimado Atanasio,
      como ha visto, a Paolo le gustan las bromas. Pero no se preocupe, él sólo ha querido desdramatizar y restar importancia a algo cuya seriedad conocemos bien. Por eso estamos convencidos que le vendrá bien continuar siguiéndonos en este blog.
      Tendrá Ud., entonces, una respuesta detallada de mi parte.
      Por tanto, respecto a las palabras del Papa acerca de la cuestión de la filiación divina, le propongo las siguientes consideraciones.
      Afirmando que todos los hombres, de cualquier religión, son hijos de Dios, incluso independientemente del Bautismo, el Santo Padre ha entendido referirse al hecho de que todos los hombres reciben la gracia para salvarse, dado que Dios quiere que todos los hombres se salven. Se trata de esa misteriosa luz del Logos, de la cual habla san Juan en el Prólogo de su Evangelio, el Logos que ilumina a todo hombre (Jn 1,10).
      El Bautismo, sin embargo, es el sacramento con el cual, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n.1213) en base a 1 Jn 3,1-2, nos convertimos en hijos de Dios, es decir, como dice Jesús a Nicodemo, "nacemos de lo alto" (Jn 3,3), vale decir, que nacemos del Padre, a imagen del Hijo, nacido del Padre.
      Por consiguiente, así como Cristo ha nacido dos veces: en el tiempo, de María, como hombre; y desde la eternidad ha nacido del Padre, como Dios, así el cristiano participa en cierto modo de este doble nacimiento: de sus propios genitores en sentido biológico, y de Dios en sentido espiritual.
      La capacidad de discernir el bien del mal, de la cual habla el Papa, es entonces ya una capacidad propia de la razón natural, que pertenece a todos los hombres en cuanto hombres, incluso antes e independientemente del haber recibido la gracia bautismal. El bautismo refuerza este discernimiento, añadiendo a la simple luz de la razón natural la luz de la fe, la cual ilumina la mente sobre los deberes de la vida cristiana.
      El bautismo, estrictamente hablando, no aumenta una filiación de Dios preexistente, sino que la instituye. El Papa entonces habla de esta "filiación" en un sentido lato, metafórico, en cuanto que en este sentido la creatura humana también puede ser llamada "hija de Dios".
      De hecho, en el Antiguo Testamento ya existe la expresión "hijo de Dios", pero es usada sólo en ese sentido metafórico. Por eso Israel, los ángeles y el rey, son llamados "hijos de Dios". Pero está claro que sólo Cristo es Hijo de Dios en sentido propio y, en consecuencia, sólo el bautizado es hijo de Dios por participación.
      Sin embargo, el Papa, con un uso tan ampliado del término "hijo de Dios", pretende referirse al hecho de que es sólo la gracia la que es esencial para la salvación, incluso más que el bautismo, al cual no todos y no por culpa de ellos, pueden acceder. Es la gracia santificante, que en cambio Dios da a todos, a menos que el propio sujeto la pierda por el pecado. Lo cual no significa que quien conoce el mandato de Cristo de bautizar o hacerse bautizar, no esté obligado a obedecerlo, bajo pena de condenación eterna (Mt 28,19-20).
      Pero si la gracia ya es suficiente para salvarse, entonces ¿por qué la filiación divina es producida por el bautismo? El bautismo, con el don del Espíritu Santo, como dice el Papa, aumenta la gracia y hace más segura y fácil la salvación.

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  2. Hasta ahora no había oído hablar de Placuit Deo, y no he podido leer ese documento todavía. Lo haré más tarde. Espero que me encuentre con un documento realmente católico. En cuanto a Gaudete... sólo una pregunta: ¿cómo crees que podemos santificarnos, hablando de los Sacramentos y de la gracia sacramental muy por debajo del mínimo doctrinal?

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    1. Estimado Anónimo,
      la exhortación apostólica Gaudete et exultate es de alta calidad espiritual y teológica. No me parece que sea apropiado bromear sobre el magisterio del Sumo Pontífice en este campo.
      Ahora bien, si he entendido mal, y en lugar de bromear, usted habla en serio, entonces usted está quedando aún más descalificado.

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