domingo, 5 de noviembre de 2023

De la física a la metafísica (1/2)

El autor de este blog tiene a menudo la ardua experiencia de quienes pretenden objetar las reflexiones teológicas que aquí se publican, siendo absolutamente ignaros siquiera de una elemental filosofía realista. Para empeorar la experiencia, usualmente se trata de laicos (=legos) que de lo único que disponen es de una ideología con la que obstinada y arrogantemente pretenden rebatir no sólo las conclusiones teológicas que aquí presentamos, sino incluso al propio Magisterio de la Iglesia. Se trata, sin más ni más, de una de las formas del gnosticismo que repetidamente ha condenado el Santo Padre. He aquí, pues, una breve reflexión elemental de filosofía realista, que de tanto en tanto publicamos para ayudar a la comprensión general de lo que tratamos. [En la imagen: fragmento de "La Escuela de Atenas", pintura al fresco realizada entre 1509 y 1511, obra de Rafael Sanzio, conservada y expuesta en los Museos Vaticanos: Palacio Apostólico, Stanza della Segnatura].

El poder sobre la naturaleza de la física moderna
   
----------Lo que hoy nos sorprende es cómo los físicos consiguen operar sobre la micromateria, obteniendo de ella resultados técnicos que tienen, a la mirada del profano, carácter prodigioso, como el computer o el robot o los telescopios electrónicos y tantos otros productos de la técnica al servicio de la medicina o de la industria o de la agricultura o de la propia investigación científica.
----------Nos hemos dado cuenta por medio de indagaciones físicas avanzadísimas, que la micromateria, que no cae directamente bajo nuestros sentidos, sino que es sólo conocida indirectamente por medio de cálculos matemáticos e instrumentos técnicos especialmente construidos, es muy diferente de la macromateria, es decir, de los objetos materiales, de los cuerpos y de las cosas sensibles, vivientes y no vivientes, comprendido nuestro propio cuerpo, es decir, objetos que cotidianamente caen bajo nuestros sentidos.
----------Muchas cosas, sobre todo aquellas no vivientes, aparecen a nuestros sentidos como compactas, sólidas, inertes, inmóviles, impenetrables, aunque ciertamente nuestros sentidos también conocen una materia en movimiento o en agitación o dinámica, como por ejemplo el fuego, o la electricidad, o los vapores, o la luz o el sonido, o las materias elásticas, móviles, evanescentes, sutiles, atravesables, transparentes o fluidas, como por ejemplo el aire, las nubes, el hielo o el agua.
----------En cambio, el mundo de la micromateria, objeto de la física cuántica, aparece dotado de un poder, de fuerzas y energías enormemente superiores a las de los cuerpos y de la materia que caen bajo nuestra experiencia; su ser no aparece compacto, espeso o denso, o al menos palpable o sensible como el de la macromateria, sino que parece casi como si fuera inmaterial, sin contornos precisos, esquivo, imperceptible, inaferrable, indeterminado, a semejanza del mundo de la mente o del espíritu, vale decir, parece objeto de simple imaginación matemática y no algo de por sí sensible.
----------De ahí la tentación del físico cuántico o atómico de hacerse una concepción idealista de la materia, sobre el tipo de la de Berkeley: esse est percipi. El físico pierde de vista que la micromateria es un ente o sustancia material objetiva, existente fuera de nosotros, y en sí, independientemente de la mente del físico, ente o sustancia sensible y móvil compuesta de acto y potencia, esencia y ser, materia y forma, sustancia y accidentes, cantidad y cualidad, acción, pasión, movimiento, causalidad eficiente y final, devenir, propiedad, aptitud, espacio, tiempo y acción, que son accidentes de la sustancia.
----------Si el sentido no alcanza a percibir estos entes, estas partículas infinitesimales, no quiere decir que sean entes de razón puramente matemáticos, simples objetos de la imaginación o del pensamiento, entes mentales, producidos por nuestra mente, sólo porque no son perceptibles. Ellos no lo son no porque en línea de principio no sean sensibles, sino simplemente porque, debido a su extrema pequeñez, escapan a nuestra capacidad de experimentar o de sentir o de percibir, que está hecha sólo para la macromateria y los objetos de la experiencia cotidiana. Si Dios creara un órgano del sentido (y podría hacerlo perfectamente) tan pequeño como para ser proporcionado a los átomos o a los bosones, el sentido los sentiría.
----------Por otra parte, se hace necesario precisar, contra los prejuicios idealistas o leibnizianos, que los átomos, los neutrones, los neutrinos, los protones, hasta la antimateria, los bosones y las partículas elementales no están en absoluto privados de extensión, de dimensiones y de peso, sino que están situados en el espacio, con una determinada velocidad o tipo de movimiento, por lo cual no tienen nada que ver con la sustancia espiritual, de por sí es supraespacial y supratemporal.
----------Su invisibilidad para nuestros microscopios más avanzados no tiene nada que ver con la invisibilidad e inmaterialidad propia del espíritu o de la entidad ideal, sino que depende exclusivamente del hecho de que nuestros microscopios más avanzados son incapaces de percibirlos porque son entidades demasiado pequeñas para ellos, por lo cual sólo conocemos su existencia por los efectos que producen en nuestros instrumentos de relevamiento, efectos que se describen mediante simples esquemas abstractos o figuras, fórmulas, medidas o cálculos matemáticos y son relevables sólo indirectamente, como el efecto denota la causa, gracias a aquellos complejos y refinados instrumentos técnicos y sistemas físico-matemáticos de medición. El riesgo es el de confundir estos esquemas abstractos, que no son más que entes de razón matemáticos, con la realidad material misma que ellos deben medir y representar.
----------Y si el resultado de la indagación termina siendo indeterminado, esto no depende del hecho de que la posición-velocidad de la partícula sea indeterminada en sí misma; al contrario, es determinadísima, pero somos nosotros los que no podemos alcanzar a determinar este conocimiento debido a la imperfección e inadecuación de nuestros medios de indagación.
----------Es como si pretendiéramos reconocer la identidad de una persona a 200 metros de distancia. No es que esa persona sea indeterminada; somos nosotros los que a esa distancia no somos capaces de reconocerla. No es que la partícula esté sustraída o exenta del determinismo propio de la naturaleza física y de sus leyes; el determinismo existe: somos nosotros quienes, debido a la imperfección de nuestro método de indagación, dada la materia demasiado pequeña, no llegamos a verlo y a formularlo en una fórmula matemática.
----------Dado que este mundo está representado mediante la imaginación matemática, que toca sólo la cantidad, el número y la extensión, y es descripto en fórmulas matemáticas, el físico que no está atento a la realidad física, sino deseoso y ansioso por afirmarse a sí mismo, puede tener la tentación de resolver el mundo de la materia, de la naturaleza y de la física, en un mundo de entidades de razón imaginario creado por él, con el riesgo de considerarse autorizado a dominar este mundo ideal de entidades de razón, de fórmulas bien dispuestas y de conceptos, como si fuera el mundo real extramental creado por Dios y, por lo tanto, de ponerse en el puesto de Dios en el hacer del mundo físico no aquello que agrada a Dios, sino lo que le agrada a él.
   
Del ente material al ente en cuanto ente
   
----------A la reducción idealista de origen cartesiano de la sustancia material a ente extenso, de razón, imaginario y matemático, en movimiento mecánico sin tender a un fin, sino sólo causado por el agente, corresponde en física, siempre por influencia cartesiana, el hecho de que la sustancia material se cierra en su auto-suficiencia, por lo cual, si la res cogitans da espacio al idealismo, la res extensa se abre al materialismo.
----------Esto quiere decir que, para Descartes, de la física no se puede pasar a la metafísica, pues el físico ya no ve en el cuerpo viviente, planta, animal u hombre, la impronta o huella del alma y desde el alma no puede llegar al espíritu, ni desde el espíritu puede llegar a Dios. Si los sentidos captan la verdad sensible, para Descartes, esto no sucede en virtud de su naturaleza, que no llega a superar la duda, sino en virtud de la luz divina, que ilumina el alma en el momento del cogito.
----------Así se tiene la paradoja de un espiritualismo incluso demasiado pretencioso, según el cual el saber ya no parte de los sentidos sino de la auto-conciencia espiritual (el cogito), que sin embargo sienta las bases de una física que ya no se eleva a la metafísica y, por tanto, a la teología, sino que se detiene en sí misma, generando el materialismo, y la metafísica, en lugar de ser el vértice del saber, deviene la condición de posibilidad de la física, mientras que el conocimiento de Dios ya está incluido en el cogito.
----------La metafísica cartesiana ya no es una indagación sobre el ente, sino sobre el yo, sobre la conciencia del propio ser: el ser deviene el ser pensado. Permanece ciertamente el objeto de la física como sustancia material y de la matemática como ens quantum, pero ya no se trata de llegar al ente como ente abstrayendo primero de lo sensible y de lo móvil, y subsecuentemente de la cantidad, para alcanzar el ente, que puede ser material y espiritual, mientras que el ente espiritual es el alma, el ángel y Dios.
   
Concepto estrecho y concepto ampliado de ciencia
   
----------Sucede que hoy en día, cuando hablamos a menudo de "ciencia", con este término se entiende la ciencia experimental o bien la matemática. Ahora bien, debemos tener presente que la ciencia en general es simplemente: conocimiento cierto por medio de las causas. Pero este saber cierto no requiere necesariamente que su objeto o sus conclusiones o sus tesis sean experimentalmente verificables.
----------El concepto de ciencia en el sentido de ciencia experimental es, por tanto, un concepto restringido de ciencia, que no abraza todo el significado de la ciencia, sino que también puede ser ciencia un saber que no tiene necesidad ser experimentalmente verificado, pero que tiene su certeza simplemente en base al razonamiento, como la cosmología o filosofía de la naturaleza, la matemática, la metafísica y la teología.
----------Ya la matemáticas es cierta, tiene certeza, no porque recurramos a la experiencia, ya que su objeto es un objeto puramente imaginable, sino porque nos fundamos sobre el razonamiento deductivo, el cual, partiendo de premisas evidentes para la imaginación cuantitativa, demuestra un teorema o demuestra el resultado de un cálculo numérico haciendo recurso a las definiciones y explicitando en modo incontrovertible lo que está implícito en los postulados o en los datos de partida.
----------Pero la matemática no tiene por objeto la realidad, el ente real, sino el ente cuantitativo, abstraído por la mente del ente sensible y móvil, liberado de la sensibilidad y de la movilidad. El ente matemático no cae bajo los sentidos y no se mueve, sino que sólo es imaginable e inmóvil, fuera del tiempo y del espacio.
----------La física es el saber que se atiene a las realidades materiales, vivientes y no vivientes, hasta el hombre. La física tiene dos ramas: la cosmología y la ciencia experimental: la física experimental, la botánica, la zoología, la antropología experimental, o sea lo que Teilhard de Chardin llamaba el "fenómeno humano". La cosmología o filosofía de la naturaleza es la ciencia del ente sensible móvil.
----------Ella tiene por objeto el mundo en cuanto ente móvil y sensible y también la antropología, en cuanto ella también entra en la categoría del ente móvil y sensible. Sin embargo, la antropología se abre a la metafísica, debido al hecho de que el hombre está animado por un alma espiritual. Ahora bien, la metafísica se interesa por el ente, que puede ser materiales o espiritual. La ciencia experimental introduce por lo tanto a la cosmología, y esta introduce a la metafísica, la ciencia del ente en cuanto ente.
----------El ente puede ser material o espiritual. Sin embargo, no corresponde a la metafísica demostrar la existencia del espíritu. Por su parte, Descartes creía que para conocer la existencia del espíritu, basta con la autoconsciencia. Ahora bien, pongamos en claro esto. Indudablemente, cuando pienso en mí mismo, hago una experiencia de mi espiritualidad, pongo en luz mi ser espiritual.
----------De aquí, sin embargo, a decir que yo soy un espíritu, una res cogitans, hay un largo trecho. Luego, del considerar que ésta, mi autoconsciencia, sea el punto de partida y el fundamento de mi saber todavía queda un largo camino por recorrer. De pasar entonces de esta autoconciencia a decir que encuentro en mí innata la idea de Dios, también hay un largo trecho. Sin embargo, debería preguntarme cómo he llegado a la autoconciencia, y me daría cuenta de que la percepción de mi yo pensante, el espíritu, es la conclusión de un precedente camino, que inició en mi primera infancia con la percepción de las cosas externas.
----------Objeto inicial de mi pensar no es mi yo o el hecho de que yo existo, sino que lo son las cosas externas. Si dudo de la veracidad del sentido, como ha hecho Descartes, en vano yo busco la certeza en la conciencia del pensar. De hecho, ¿pensar qué? ¿Dudar? Pero dudar no es pensar. Por tanto, el cogito cartesiano no tiene ningún valor de fundamento. No puedo apoyar mi certeza sobre la duda. No puedo recabar la certeza desde el dudar, si antes no disuelvo la duda. Descartes no resuelve el escepticismo del sentido y pretende encontrar en el cogito el principio de la certeza, sin darse cuenta de que si yo estoy cierto de pensar y por tanto de existir, es porque en precedencia he experimentado la certeza del saber sensible.
----------Descartes, si hubiera sido coherente y consecuente en su razonar, habría tenido que decir: "dudo, luego existo". Pero es obvio que semejante tesis no tiene sentido. Entonces ha disfrazado el dudo con el pienso (cogito), sin precisar sin embargo lo que piensa. Debería haber dicho: pienso las cosas externas. Pero así como duda deliberadamente de la veracidad del sentido, suprime el objeto del mismo sentido. Así tenemos un pensar (dudar) sin objeto: otra absurdidad, porque o bien el pensar tiene un objeto, o bien no hay pensar. Este absurdo es el principio de la así llamada "filosofía moderna".
----------Ahora bien, ninguna inferencia o conclusión o entimema se puede basar sobre la duda (téngase en cuenta que para Descartes el "ergo" del famoso cogito ergo sum no es una conclusión, sino una simple explicación o explicitación del cogito, dando inicio a aquello que será la identificación del pensamiento con el ser, que caracterizará posteriormente al idealismo). La certeza inicial es la certeza de las cosas externas. Desde allí, entonces, debemos partir para fundar el saber y encontrar verdaderamente la experiencia del espíritu. Sólo sobre el presupuesto del conocimiento de las cosas externas se puede actuar la autoconciencia, que es efectivamente una experiencia espiritual, pero incomunicable, porque la mente no tiene un concepto del propio espíritu. Por consiguiente, la autoconciencia no sirve para la demostración de la existencia del espíritu.
----------Para demostrar la existencia del alma espiritual es necesario un razonamiento inductivo, el cual, partiendo del hecho de que en el concepto representamos las cosas materiales externas, examinando la naturaleza y el origen del concepto, llegamos al descubrimiento de la existencia de nuestra alma.
----------Por lo tanto, lo cierto es que partiendo del conocimiento de la quidditas rei materialis es como nosotros llegamos al descubrimiento de la sustancia espiritual. La experiencia del propio yo es un hecho completamente personal y no comunicable. Es cierto que podemos invitar al otro a que haga la misma experiencia de su autoconciencia. Pero la esencia de nuestro espíritu permanece oscura para nosotros y, en cualquier caso, para tener algún conocimiento de nuestro propio espíritu o alma, debemos recurrir a la analogía con las sustancias materiales ya conocidas (cf. santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q.87, a.1).
----------Si del ente móvil, sensible y cuantitativo, abstraemos estas tres propiedades (movilidad, sensibilidad y cantidad), focalizamos el ente como tal, aquello que existe o puede existir en cualquier modo. Todos nosotros, desde cuando nos abrimos al ejercicio de la razón, formamos, al menos implícitamente e inconscientemente, la noción del ente o de algo, o de la cosa, que incluye a todas las otras porque es la más vasta de todas, con múltiples significados, porque de toda cosa que entendamos o concibamos o en la cual pensemos, incluso las no existentes, incluso las fantásticas o inventadas, sobrentendemos que sean entes o alguna cosa.
----------Pensemos que incluso aquello que no tiene ser, como la nada, o que es privación de realidad, como el mal, lo entendemos como si fuera un ente. Incluso los productos de nuestro pensamiento, nuestros conceptos, nuestras ideas, nuestros juicios, aunque no se trate de cosas existentes fuera de nosotros, los consideramos como entes, entes de razón, y tenemos entonces la ciencia de la lógica.
----------Ahora bien, el ente se nos aparece como aquello que tiene una esencia en acto de ser. He aquí entonces que, en el ente encontramos el "lo qué", el quod, el sujeto, encontramos entonces la esencia, que es aquello por lo cual el ente es lo que es o aquello que el ente es, la quididad, y finalmente encontramos el ser, que es el acto del ente, actus essendi, esse ut actus, acto respecto a lo cual la esencia es un poder-ser, ya que el ser de un ente dado es el acto de esa dada esencia, que es potencia de ser, es el poder-ser ese dado ente.

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