Todas las lenguas son simple obra humana. Ni siquiera a la lengua hebrea Dios ha garantizado una perfección absoluta. Sólo el Logos es la perfecta expresión del Padre. Pero también el Logos se sirve del logos humano ya en su misma Persona de Logos encarnado. Por esto la Iglesia vigila las traducciones con el máximo cuidado. De cualquier modo, no debemos temer, gracias a los aportes de la crítica textual, en comunión con la Iglesia, de poder acceder mediante una fe vivida a la plenitud de la verdad y así alcanzar la salvación. [En la imagen: fragmento de "San Jerónimo en su estudio", óleo sobre lienzo del siglo XVII, atribuído a Cesare Dandini, conservado y expuesto en la Gallerie degli Uffizi, Palazzo Pitti, Florencia, Italia].
El método histórico-crítico
----------El método "histórico-crítico", del cual hoy se habla a menudo como si fuera una refinada invención de la modernidad o de los exégetas alemanes, en realidad, rectamente entendido, vale decir, no en un sentido modernista, sino correcto, no es otra cosa que el método normal y natural que los exégetas siempre han usado y usan también para cualquier texto literario de la antigüedad. El método histórico-crítico, en cuanto conjunción de la interpretación literal con la interpretación alegórica, a decir verdad, dado que constituye la esencia del método de interpretación de la Escritura, ha sido usado desde los inicios del cristianismo.
----------Indudablemente existe también un modo de acercarse a la Sagrada Escritura, un método histórico-crítico que, basándose sobre una gnoseología empirista y positivista, no ve en la Biblia más que el elemento humano y literario, sin llegar a percibir la presencia, la potencia, la grandeza, de la Palabra de Dios, sino solamente lo que es proporcionado a la experiencia, a la historia humana y a los acontecimientos de la naturaleza creada. Por supuesto, está claro que en estas condiciones ni siquiera se plantea la cuestión de someterse en la fe a un Dios que ha decidido revelarse a los hombres, y se revela, habla y actúa en la historia, ni se plantea eso siquiera, y la sublimidad de la espiritualidad bíblica queda totalmente ignorada.
----------Puede ocurrir por otra parte, que se dé también una exégesis de tipo idealista de la Sagrada Escritura, la cual, enfatizando la espiritualidad mística del mensaje bíblico, mira al texto bíblico desde lo alto hacia abajo de modo gnóstico, como si la Biblia fuera la expresión mitológica del propio saber absoluto, que hace desvanecer la objetividad de los hechos históricos, que desaparecen por ser banales.
----------O bien por el contrario, esclavos de una mentalidad que todo lo resuelve en la historia y en el devenir, no se alcanza a ver el significado espiritual y anagógico de la alegoría como guía de la mente hacia las realidades trascendentes, divinas, inmutables y eternas. En uno y otro caso es claro que viene negado el valor del concepto y por tanto del dogma como interpretación de la divina revelación. Aquí podríamos tomar como ejemplo a dos teólogos, los cuales, partiendo entrambos de Hegel, uno, Karl Rahner, desarrolla el aspecto gnóstico-idealista, mientras que el otro, Walter Kasper, desarrolla el aspecto histórico-inmanentista.
La historia de la exégesis bíblica
----------La historia de la exégesis pasa a través de tres grandes períodos: primeramente la exégesis antigua, luego la exégesis medieval, y finalmente la exégesis moderna. La exégesis antigua, que llega hasta la renovación del siglo XIII, está basada en el uso del sentido alegórico a veces excesivo y arbitrario como en los Padres Alejandrinos y en Orígenes. Sin embargo, supone una fuerte atención al contenido espiritual de la Escritura, aún cuando está condicionado por el espiritualismo dualista platónico.
----------La exégesis medieval con santo Tomás de Aquino, que utiliza la síntesis gnoseológica aristotélica de sentido e intelecto, da lugar a una exégesis atenta al sentido literal, relativo al conocimiento histórico-empírico, pero con la apertura a lo trascendente, presente en la metafísica de Aristóteles, de modo de no cerrar la exégesis en el literalismo histórico, como había hecho la escuela de Antioquía, sino de permitirle la edificación de la teología dogmática, como ciencia deductiva del dato revelado, aceptado indudablemente en la fe, pero como principio desde el cual extraer conclusiones y explicitaciones que permitan mejorar el conocimiento de la verdad de fe y preparar eventualmente la formulación de nuevos dogmas.
----------A partir del siglo XVII se inicia el período moderno de la exégesis de la Sagrada Escritura, un período en el cual los exégetas católicos mejoraron su exégesis, estimulados por el trabajo de los protestantes, los cuales, sin embargo, rechazando el Magisterio y la Tradición, se concentraron exclusivamente en la Biblia utilizando las ciencias positivas, que mientras tanto estaban obteniendo grandes éxitos.
----------De este modo, desde la modernidad, la exégesis estuvo sujeta a una decisiva mejora con el progreso de los estudios históricos, con el conocimiento de las antiguas civilizaciones, lenguas, lugares, monumentos y costumbres orientales, con la exégesis rabínica, con la consideración de los géneros literarios, de las literaturas contemporáneas y con la mejora de la crítica textual.
La obra del padre Marie Joseph Lagrange
----------De hecho, el método "histórico-crítico" estuvo perfeccionándose continuamente a todo lo largo del siglo XIX, y de ello se jactaban los protestantes y los racionalistas. No se puede negar que este su trabajo presentara aspectos de seriedad científica y crítica. De ello se dio cuenta en los inicios del siglo XX el exégeta católico dominico Marie-Joseph Lagrange [1855-1938], el cual de ese modo concibió el proyecto, por entonces considerado por muchos como peligroso, dado su matriz protestante liberal, de utilizar los aspectos positivos de ese método, pero ciertamente depurado de sus elementos heréticos.
----------Así fue como, en medio de numerosas dificultades, víctima de calumnias, incomprensiones y equívocos, sospechado en un principio por el papa san Pío X y también por el beato Hyacinthe-Marie Cormier [1832-1916], Maestro de la Orden de Predicadores, logró, sin embargo, gracias a su tenacidad y a su fe, convencido de su buena causa, fundar en 1890 la Escuela Bíblica de Jerusalén, donde comenzó a aplicarse este método ulteriormente perfeccionado y empleado a gran escala con la utilización de las ciencias humanas, históricas, arqueológicas y filológicas, corrigiendo los errores de la exégesis protestante.
----------El padre Lagrange poseía una óptima formación tomista, sinceramente fiel al Magisterio de la Iglesia, pero, encontrándose trabajando en el clima agitado por el modernismo y por la exacerbada reacción anti-modernista, durante un cierto tiempo fue sospechado por sus superiores y por el mismo Pío X, hasta que el Papa, dándose cuenta de su buena voluntad y su gran competencia, entendió que la intención de una modernización era buena, por lo cual fue el Santo Pontífice mismo quien lo alentó y lo apoyó.
----------Así, la obra de la Escuela de Jerusalén, seguida con atención, al principio no sin cierta preocupación por el papa san Pío X, y luego con pleno apoyo por los Papas posteriores, ha ido dando progresivamente pruebas de seriedad y de ortodoxia, hasta el punto de hacer posible, junto con el Instituto Bíblico, fundado entretanto por los Jesuitas, el importante documento de la Pontificia Comisión Bíblica de 1993, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, amplia síntesis de los métodos de la moderna crítica bíblica católica. Parte importante de este trabajo fue el desarrollado por uno de mis queridos profesores, el padre Armando Jorge Levoratti (traductor de la actual Biblia de la CEA), miembro de aquella Pontificia Comisión Bíblica, quien contribuyó profundamente a la preparación del mencionado documento sobre La interpretación de la Biblia en la Iglesia, con un trabajo sobre las relaciones de la Exégesis bíblica, con la Teología Dogmática.
----------Los grandes resultados exegéticos desde entonces hasta la actualidad han sido los de clarificar la pertenencia de ciertos relatos bíblicos al género didascálico y no histórico -por ejemplo la historia de Jonás-, el examen de los hallazgos de Qumrán, la comparación con la exégesis judía, el diálogo con la exégesis protestante, el reconocimiento de la autenticidad de los milagros de Cristo, del progreso de la conciencia moral del Antiguo al Nuevo Testamento, de la toma de conciencia de la igual dignidad de la mujer con el hombre, superando una inveterada concepción que quería atribuir la inferioridad de la mujer a la voluntad divina, de lo ajeno e independiente de las ideas cosmológicas y astronómicas de la Escritura al dato revelado, así como de lo ajeno a la Palabra de Dios de la ley de la destrucción total del enemigo (el herem), así como de la expulsión o asesinato de los habitantes de Palestina por parte de los judíos, sin por ello negar su condición y misión como pueblo elegido con capital en Jerusalén, y también lo ajeno del sacrificio de Isaac-Abraham, en cuanto sacrificio humano, de la voluntad de Dios.
----------Está claro que todas estas conquistas han tenido como resultado una mejor comprensión de la inerrancia bíblica, implicando la distinción precedentemente no clara o incluso negada con gravísimos inconvenientes, entre el verdadero dato revelado y la mentalidad del hagiógrafo, sujeta a errores como la mentalidad de cualquier hombre sobre la faz de la tierra. La inerrancia bíblica no es la inerrancia del hagiógrafo o del autor bíblico como pobre ser humano, aunque fuera san Pedro, san Pablo o san Juan.
----------De este modo, se ha ido aclarando progresivamente la diferencia entre la sabiduría bíblica, verdad sapiencial revelada, y la mentalidad semítica, propia de los hagiógrafos bíblicos. Desde este punto de vista, la razón filosófica resplandece mejor en Aristóteles que en esta mentalidad judía, que, si se confundiera con la Palabra de Dios, crearía terribles confusiones. Piénsese sólo en el antifeminismo rabínico del apóstol san Pablo, que nada tiene que ver con la verdadera concepción bíblica de la mujer.
----------Por eso, si santo Tomás de Aquino ha utilizado las nociones aristotélicas de ente, sustancia, accidente, potencia, acto, materia y forma, que son todos términos ausentes en la Sagrada Escritura, no por esto faltan los conceptos, pero de hecho ellos sobrepasan, en cuanto empleados posteriormente en el dogma, el significado que el propio Aristóteles había concebido.
----------A este respecto, el exégeta jesuita Ignace de la Potterie [1914-2003] cae víctima de este equívoco cuando, al comentar "Yo soy la verdad" (Jn 14,6), tomando como pretexto la concepción semítica de la verdad como revelación, quisiera sostener que en este pasaje Cristo no se presenta como Verdad subsistente, y por lo tanto no declara su divinidad, sino que simplemente diría: "yo os revelo la verdad" (véase: La verdad eterna en San Agustín, I, Sacra Doctrina, 5, pp.590-611; La verdad eterna en San Agustín, II, Sacra Doctrina, 6, pp.665-687, 1987). Esto realmente sorprende si pensamos que el propio santo Tomás tomó precisamente del filósofo judío Isaac de Israel del siglo X su concepto de verdad como adaequatio intellectus et rei, de lo cual deriva el principio de la verdad como verdad subsistente.
El problema de las traducciones
----------Si Dios ha tenido predilección entre todas las lenguas por el hebreo para convertirla en la lengua de la Palabra de Dios, dado que todos los pueblos y todas las lenguas deben conocer esa Palabra y usarla, es evidente que lo que Él quiere comunicarnos a través de esa lengua, también pobre en términos, aunque a menudo polisémicos, puede ser fielmente traducida a todas las lenguas, aunque siempre son posibles errores de traducción. Lengua privilegiada por debajo de la hebrea, es la griega, siendo el Nuevo Testamento escrito en griego. De ahí que la Iglesia, como se sabe, tenga una especial estima por la traducción de la Septuaginta, hasta el punto de que incluso de ella se ha servido para formar el dogma de la virginidad de María, dado que Mateo (1,23) utiliza el término griego parthénos de la Septuaginta, aunque en hebreo existe almá (Is 7,14).
----------Sin embargo, se sabe que en tiempos de Isaías el término que designa a la joven no desposada era almá, porque era sobrentendido que ella aún no había tenido relaciones sexuales. Ciertamente hoy, si dijéramos "la niña dará a luz", como se encuentra en algunas traducciones del pasaje de Mt 1,23, no estaríamos tan seguros de que no pudiera haber tenido ya relaciones sexuales.
----------Otro testimonio de la Septuaginta para el Magisterio de la Iglesia es la traducción del pasaje de Is 11,2 donde se enumeran los dones del Espíritu Santo dados al Mesías y en consecuencia al cristiano en gracia. En el texto hebreo son seis porque el don del temor (Yireat) se repite dos veces. En cambio, la Septuaginta tiene dos términos, por lo tanto, dos dones diferentes: phobos, temor, y eusebeia, piedad. Ahora bien, esta distinción ha sido aceptada por la Iglesia con la doctrina de los siete dones del Espíritu Santo, como se desprende de la encíclica Divinum illud munus de León XIII de 1897 y de san Juan Pablo II Dominum et vivificantem de 1986.
----------Así también, de modo similar, las palabras del Salmo 8,6 de la Septuaginta, donde dice "le hiciste un poco menor que los ángeles" (anghelos) son palabras muy importantes para la angelología, mientras que la traducción actual hecha directamente del texto hebreo (elohim), del cual viene "le hiciste poco menos que un dios", viene a perder todo su significado.
----------En cuanto a la famosa traducción de la Vulgata de san Jerónimo [340-420], sigue siendo una traducción importante, pero ha perdido algo de su importancia después de que la Iglesia ha aprobado recientemente una nueva traducción en latín de la Escritura. Señalemos algunos de sus errores.
----------Un ejemplo de sus errores es: "In meditatione mea exardescet ignis" (Sal 38,4). Este pasaje era utilizado para mostrar la utilidad de la meditación para estimular el fervor de la caridad. El principio obviamente sigue siendo verdadero, pero ya no nos podemos apoyar en estas palabras de san Jerónimo, porque la traducción exacta es completamente diferente: "a fuerza de pensar, el fuego se inflamaba": se trata de la indignación ante el pensamiento de los pecados que se cometen.
----------Asimismo, está el pasaje: "inclinavi cor meum ad praecepta tua propter retributionem" (Sal 118,112). Santa Teresa de Lissieux, aún siendo ignara de la crítica bíblica, experimentaba una repugnancia instintiva por estas palabras, que le parecían dictadas por un interés egoísta. Y de hecho la traducción exacta es la siguiente, en la cual el Salmista constata simplemente la existencia de la recompensa, sin ponerla en el primer plano: "inclino mi corazón a tus mandamientos; en ellos está mi recompensa para siempre", vale decir, lo que me interesa es obedecerte; si hay luego una recompensa, mucho mejor.
----------Un pasaje particularmente delicado es el de Ex 3,14. Tanto la Septuaginta como la Vulgata se equivocan. Los Setenta traducen: "Egò eimi o On", Yo soy el Ente. La Vulgata de san Jerónimo traduce: "Ego sum Qui Sum, Yo soy Quien soy". El texto hebreo dice: "Ehièh escèr Ehièh: Yo Soy El Que Es". El ente es lo que existe. Nadie, ni siquiera Dios, puede decir de Sí: yo soy lo que existe, porque lo que existe es un trascendental. Más bien, como dice santo Tomás de Aquino: yo soy el que existe por esencia, el ipsum esse per se subsistens. Yo soy quien soy lo puede decir cualquiera: no es otra cosa que el enunciado del principio de identidad. Lo cierto es que para los Setenta y para san Jerónimo, la metafísica no era su punto fuerte.
----------El pasaje de Jn 8,25 ha sido y sigue siendo particularmente dificultoso, y eso se advierte hoy en varias traducciones erróneas. Por ejemplo, la traducción de ese pasaje al italiano es completamente y también sorprendentemente equivocada en la versión de la Biblia de la CEI, siendo un pasaje que, aunque sería importantantísimo, al ser un hápax legómenon, un dicho una sola vez, se refiere precisamente a un atributo divino de Cristo. La Biblia oficial de la CEI dice: "Gli dissero allora: 'Tu, chi sei?'. Gesù disse loro: 'Proprio ciò che io vi dico'". Por su parte, en Argentina, la Biblia oficial de la CEA (La Biblia, el Libro del Pueblo de Dios), dice algo similar: "Los judíos le preguntaron: '¿Quién eres tú?'. Jesús les respondió: 'Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo'." Cristo acaba de decir de sí mismo "Yo soy" (Jn 8,25). Los judíos, que evidentemente no han entendido, preguntan a Jesús: "¿Tú quién eres?". Jesús no repite lo que ha dicho, sino que se atribuye un atributo divino, que corresponde al Yo Soy, y que sólo aparece aquí en los cuatro Evangelios: "Yo soy el Principio, que os hablo a vosotros" (ten Archén o ti kai laló ymin). A esto corresponde el "Yo soy el Primero" y sólo se rencuentra en el Apocalipsis (Ap 1,17: 2,8; 3,14; 21,6; 22,13).
----------Las traducciones de la Sagrada Escritura a las lenguas vernáculas son evidentemente necesarias e inevitables. Ninguna de ellas es infalible. La propia lengua hebrea, aunque elegida por Dios, no está privada de defectos, a los cuales pueden remediar otras lenguas, sobre todo el latín, que es la lengua de la Sede Romana, y el griego, en el cual ha sido escrito el Nuevo Testamento.
----------Traducir directamente del hebreo puede ser útil, siempre que se tengan en cuenta la traducción de la Septuaginta y de la Vulgata de san Jerónimo, bajo la supervisión de la Iglesia, y no como lo ha hecho Lutero, trabajando por cuenta propia, y como lo hacen los biblistas modernistas.
----------Se mantiene siempre el hecho de que todas las lenguas son simple obra humana. Ni siquiera a la lengua hebrea Dios le ha garantizado una perfección absoluta. Sólo el Logos, el Hijo de Dios, es la perfecta expresión de Dios Padre. Pero también el Logos se sirve del logos humano ya en su misma Persona de Logos encarnado. Por esto la Iglesia (el Papa y el Colegio Episcopal) vigila las traducciones con el máximo cuidado. De cualquier modo, no debemos temer, gracias a los aportes de la crítica textual, en comunión con la Iglesia, de poder acceder mediante una fe vivida a la plenitud de la verdad y así alcanzar la salvación.
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