Jesucristo ha confiado a la Iglesia la interpretación de la Sagrada Escritura. No son válidas ni la interpretación por cuenta propia, como ha pretendido Lutero, ni la interpretación de los biblistas modernistas, que someten la Escritura a las cambiantes ideologías de la historia, ni la interpretación subjetiva del "¿qué te dice a tí la Biblia?", ni la interpretación fundamentalista a la letra, ya sea tanto la de las variadas sectas evangélicas como las del fundamentalismo pasadista, ni las interpretaciones que pretenden ver en alguna determinada traducción, como podría ser la Vulgata de san Jerónimo, una versión "sacra" por encima de las demás traducciones y a la cual debieran someterse. [En la imagen: fragmento de una reproducción fotográfica del Gran Rollo de Isaías, el mejor conservado de los rollos bíblicos encontrados en Qumran. Contiene el Libro de Isaías completo en hebreo, salvo algunas pequeñas partes dañadas. Este manuscrito probablemente fue escrito por un escriba de la secta judía de los esenios alrededor del siglo II a.C. Conservado y expuesto en el Museo de la Biblia de Jerusalén].
El plano de la revelación divina
----------La interpretación de la Sagrada Escritura es la actividad de la mente humana con la cual ella muestra, explica y esclarece el sentido de cuanto la Escritura enseña y cuenta acerca de lo que Dios ha dicho y hecho para la salvación del hombre y para revelarle el misterio de su propia esencia.
----------Lo típico de la Biblia, que la distingue de todas las demás obras literarias de la humanidad, incluso de carácter religioso, es que en el caso de la Biblia nos encontramos ante un complejo de doctrinas que no surgen de la pura razón o del simple ingenio humano, sino de una fuente de verdad muy superior, que es Dios mismo, por lo cual la razón no puede pedir a la Biblia que le demuestre racionalmente sus tesis, sino que debe ponerse en confiada escucha de la verdad, aún cuando esa verdad supera la capacidad de la razón.
----------El exégeta deberá entonces acercarse al texto bíblico uniendo los sentidos y el intelecto, pero sabiendo que se encuentra ante un Inteligible infinito y absoluto, que ciertamente ofrece en las creaturas un sentido histórico, pero que no puede ser alcanzado sino en la fe mediante la anagogía y la alegoría, sí mediante el sentido literal y el saber histórico, pero superándolos con el sabio uso crítico del intelecto y de la razón, que se abre a lo puramente inteligible y al mundo del espíritu, del alma, de los ángeles y de Dios.
----------De hecho, la Sagrada Escritura nos revela, por un lado, verdades de por sí proporcionadas a nuestra capacidad racional de comprender, accesibles incluso a los no-creyentes y a la gente común, y por otro lado otras verdades que la superan y siguen siendo misteriosas e indemostrables, por lo cual requieren ser aceptadas por fe. Ella se expresa en un lenguaje humano por nosotros comprensible; sin embargo, cuando revela verdades divinas y sobrenaturales, los términos que usa devienen el lenguaje de Dios, Palabra de Dios. Para entender, entonces, lo que Dios quiere decirnos con esos términos, es necesario darles no el sentido que está vigente entre nosotros, sino el sentido que Dios quiere darle a esos términos.
----------En base a esto aparece evidente que el Autor de la Sagrada Escritura no puede ser un simple sabio humano o un filósofo, sino que es Dios mismo, porque sólo Dios puede hablarnos de Sí mismo y de su íntimo misterio revelado a nosotros. Sin embargo, para hacer ello, Dios ha querido servirse de instrumentos humanos, los hagiógrafos y los profetas, y en el vértice Jesucristo mismo, su Hijo, el cual a su vez ha encargado a los Apóstoles, guiados por Pedro, el explicarnos a lo largo de los siglos y hasta el fin del mundo, esas palabras que no quedaron inmediatamente claras. Este es el Magisterio de la Iglesia.
----------Sin embargo, el hecho de que Dios haya querido utilizar instrumentos humanos de por sí falibles para comunicarnos su Palabra de infalible Verdad no ha podido evitar riesgos y peligros, dados por el hecho de que al interpretar la Escritura se corre el riesgo de interpretar como Palabra de Dios o verdad de fe ciertos conceptos, cosmológicos o antropológicos u ontológicos o morales, erróneos o superados, conceptos del hagiógrafo o de los tiempos en los cuales ha sido transmitida o puesta por escrito la Revelación.
----------Este tipo de interpretación errónea es precisamente aquello que hoy se llama exégesis fundamentalista, la cual, loablemente movida por la necesidad de poner en evidencia lo que en la Biblia hay de fundamental y de esencial, sin embargo, confunde por dato revelado las ideas equivocadas del hagiógrafo o de su tiempo, así fueran Abraham, Moisés, David, san Pedro, san Pablo o san Juan, o incluso si fueran ciertas nociones o ciertos modos de decir que se encuentran en la boca del mismísimo Jesucristo.
----------Por otra parte, está claro que la interpretación de la Sagrada Escritura, si bien por un lado requiere el empeño de nuestra razón, sin embargo el esfuerzo de la razón no basta, sino que es necesario que creamos que cuanto la Biblia nos revela sobre Dios y sobre el hombre es verdad.
----------Para que nosotros podamos tener esta fe, Dios habría podido iluminarnos directamente a cada uno de nosotros. En cambio, Él por medio de Cristo ha querido instituir un grupo de personas, el Magisterio de la Iglesia, asistido por el Espíritu Santo, encargado de interpretarnos y esclarecernos aquellos textos de la Escritura que no llegamos a entender por nuestra cuenta con nuestra razón. Las enseñanzas de la Escritura, en cuanto aclaradas y explicadas por la Iglesia, son los dogmas o artículos de la fe.
----------Ahora bien, tengamos en cuenta que es el Espíritu Santo el que mueve a la Iglesia a lo largo de toda la historia, sirviéndose de la obra de los exégetas y de los teólogos, hacia una interpretación cada vez mejor de la Sagrada Escritura, y hacia un desarrollo y un mejor conocimiento del dato revelado, en la fidelidad y en la progresiva explicitación de los contenidos de la Sagrada Tradición.
----------Se trata del progreso dogmático, que no cambia en absoluto el sentido de los dogmas, como creen erróneamente los modernistas, sino que, por el contrario, lo comprende siempre mejor.
----------Durante todo el curso de la historia de la Iglesia, no obstante las aclaraciones definitivas continuamente hechas gracias al Magisterio de los Papas, muchos otros textos bíblicos y proposiciones todavía permanecen oscuros y requieren explicación. Sobre ellos se centra y se esfuerza la investigación de los exégetas, los cuales proponen una solución. Si ella es correcta, la Iglesia la aprueba y es dogmatizada.
----------Al lado de la labor de los exégetas, y subsecuentemente a su específica tarea de interpretación bíblica, está la labor perfectiva de los teólogos, los cuales, partiendo del dogma, de la razón y de una buena exégesis, profundizan el sentido y los contenidos de las verdades de fe, mediante el uso de la filosofía y de las ciencias, y siguiendo un orden sistemático, muestran cómo las verdades de fe se conectan entre sí en una maravillosa armonía, todas en torno al dogma del Dios Trino.
----------Además, los teólogos conectan el saber teológico con el de las ciencias humanas y naturales, para así mostrar cómo todo el saber humano, en la multiplicidad de sus formas y de sus disciplinas, converge hacia la teología. La teología dogmática es, posteriormente, la base de la teología moral, la cual a su vez, enriquecida por la experiencia cristiana según los dones del Espíritu, se eleva al nivel de la teología mística.
----------El teólogo ofrece y propone así a la Iglesia un mejor conocimiento del dato revelado, que toca todas las formas y los grados de la concepción bíblica de Dios, del mundo y del hombre, conocimiento que, si es auténtico y bien fundado, puede venir subsecuentemente aprobado y dogmatizado por la Iglesia.
----------El teólogo recoge los resultados del exégeta y se esfuerza por verificar si en ellos se puede encontrar alguna verdad divinamente revelada que pueda ser objeto de fe. Dado que los contenidos de la fe concuerdan con las verdades de razón, el teólogo, a fin de comprender estas verdades en acuerdo con la razón, se esfuerza por poner en luz su contenido racional valiéndose de los conceptos proporcionados por una buena filosofía.
----------Naturalmente, este contenido no agota la inteligibilidad del contenido de fe, que, en cuanto tal, va más allá de la capacidad de comprensión de la razón; y, sin embargo, ayuda a comprender el misterio revelado. Así, por poner un ejemplo, el concepto filosófico de sustancia ha servido a la Iglesia para desarrollar el concepto de transustanciación, de sustancia divina o de persona como sustancia o de alma como forma sustancial.
Los sentidos del lenguaje bíblico
----------Como he dicho líneas arriba, el Magisterio de la Iglesia tiene de Cristo la tarea de aclararnos en modo definitivo aquellas que son las verdades de fe contenidas en la Escritura para nuestra salvación. Lo cual no quiere decir que al progresar la exégesis y la teología, a una formulación del dogma no se le pueda añadir una subsecuente formulación más perfeccionada, como ha ocurrido con el pasaje de la formulación de Nicea del dogma cristológico a la formulación de Calcedonia. Con el progreso dogmático y el aumento del número de los dogmas no es que aumenten las verdades reveladas: ellas son siempre las que Cristo ha consignado a los apóstoles; es sólo que siempre son cada vez mejor conocidas.
----------Pero en cualquier caso esta interpretación infalible, inmutable y definitiva hecha por la Iglesia viene preparada por el trabajo agotador, a veces incierto y problemático, a menudo discutible, pero a veces también genial, tanto de los exégetas como de los teólogos.
----------El exégeta nos hace entender qué quiere decir la Sagrada Biblia, cómo lo dice, por qué lo dice, y con qué fin. El exégeta nos muestra el mensaje divino que la Escritura contiene, nos hace comprender cual es el lenguaje bíblico, cómo la Biblia se expresa, sus modos de decir, los contenidos de su lenguaje. El exégeta examina un determinado texto oscuro y nos da la explicación estableciendo su sentido. Este sentido puede ser doble: sentido literal o histórico y sentido alegórico o anagógico o espiritual.
----------Tratemos de explicarlos. El sentido literal es el sentido entendido por el hagiógrafo de modo inmediato. A veces es evidente y no tiene necesidad de explicación. A veces nos parece evidente, pero en realidad debe ser explicado, o bien es oscuro, y en este caso es necesario el exégeta. Si su explicación es correcta puede ser aprobada por la Iglesia y convertirse en dogma.
----------Ahora bien, además de esto, el sentido literal frecuentemente entiende otro sentido, superior y supremo, aquello que está en el corazón de Dios. El arte del exégeta debe ejercitarse en estos dos planos. En efecto, los sentidos de la Escritura son sustancialmente dos: el sentido literal o histórico y el sentido alegórico o analógico o espiritual. ¿Y esto por qué? Porque una palabra puede tener sustancialmente dos sentidos: o significar una cosa o significar una cosa que significa otra.
----------El sentido de las palabras que se refieren a las cosas es el sentido literal; mientras que el sentido alegórico es aquel que significa cosas que a su vez significan o se refieren a otras cosas, superiores y supremas, a las cuales tiene por mira o apunta el sentido literal, que muchas veces no es suficiente para revelarnos cuanto Dios pretende decirnos, sino que hacen sólo de introducción al verdadero mensaje divino.
----------Por eso, quien se detiene sólo en el sentido literal, cuando este sentido se refiere al misterio, no capta el misterio, a menos que el sentido literal ya contenga el mismo misterio. Por ejemplo, cuando Jesús dice: "Yo soy la Verdad", aquí el sentido literal coincide con el sentido alegórico o espiritual.
----------En cambio, si alguien se detiene en el sentido literal, descuidando el alegórico o espiritual, es como alguien que, para usar una expresión de san Jerónimo y de santa Catalina de Siena, delante de un hermoso fruto se limitara a comer la cáscara y descartara la pulpa. ¿Qué entendería de la Escritura?
----------Ahora bien, tengamos presente que frecuentemente en la Sagrada Escritura el significado literal implica realidades simbólicas, parábolas, modos de decir (modismos), metáforas, creaciones poéticas, mitos, hechos empíricos, personas existentes o inventadas, acontecimientos reales o ficticios, cosas que son reales o bien imaginarias, materiales, sensibles, terrenas, humanas, temporales, las cuales sirven para purificar y así elevar nuestra mirada hacia realidades que son en cambio espirituales, inteligibles, sobrenaturales, supra-racionales, misteriosas, celestiales, divinas, santificantes y escatológicas. Es aquí donde encontramos las verdades de fe, aquellas verdades que la Iglesia formula y define en los dogmas.
----------La indagación histórica, que se sirve de las ciencias históricas, humanas y literarias, apunta a determinar el sentido literal del dato, es decir, aquello que inmediatamente el autor bíblico ha querido decir según su modo propio de expresarse. La indagación intelectual, también llamada crítica, que utiliza la filosofía y la metafísica, apunta a elevar la comprensión literal hacia la comprensión espiritual, que es alegórica y anagógica.
----------La verdad de fe contenida en el significado literal explícitamente, inmediatamente o mediatamente puede ser expresada bajo forma asertiva, poética, narrativa, simbólica y litúrgica.
----------Interpretación alegórica quiere decir que la Sagrada Escritura, si bien significando ciertas cosas sensibles presentes, naturales, físicas, visibles, corruptibles, terrenas y humanas, en ellas quiere significar otras, quiere referirse a otras, superiores, invisibles, espirituales, celestiales, eternas, sobrenaturales, escatológicas y divinas. El significado alegórico puede ser también simbólico, tipológico o figurativo.
----------Comprensión anagógica (o espiritual) quiere decir que con este método alegórico (que también suele ser llamado tropológico), la Sagrada Escritura guía la mente y calienta el corazón por vía inductiva o de causalidad o de analogías, semejanzas, símbolos, figuras, parábolas, comparaciones y metáforas, desde la consideración de los mencionados hechos empíricos narrados o realmente acaecidos o inventados con propósito educativo o cosas materiales propuestas por la Escritura, hacia realidades espirituales.
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