La correcta teología católica nunca se ha dejado de interpelar por la realidad, y la sana teología católica lo hace institucionalmente y esencialmente, aunque no negamos que a veces haya faltado a este su deber, por ceder a la fascinación o encanto de la idea en sí misma, independientemente del contacto con la realidad. [En la imagen: fragmento de una "Miniatura del primer círculo del Paraíso", elaborada en el siglo XV por Giovanni di Paolo, conservada en la British Library, Yates Thompson 36, fol.147. Dante y Virgilio en la parte superior izquierda, se encuentran con santo Tomás de Aquino y Alberto Magno. Abajo en el círculo: Graciano de Chiusi, Pedro Lombardo, Dionisio Areopagita, Salomón, Boecio, Pablo Orosio (en la parte superior del círculo), Isidoro de Sevilla (frente al serafín), Beda el Venerable (con látigo), Ricardo de San Víctor, y Siger de Brabante].
----------En el punto 7, S.E. afirma que una "'teología profunda' sigue las huellas del Dios de Jesucristo 'en el claroscuro de la historia', como leemos en el n.1 del Proemio de Veritatis Gaudium, y no en el hiperuranio de las ideas abstractas, so pena de la deriva ideológica que siempre está a la vuelta de la esquina. Su principal actitud es la hermenéutica, para buscar y encontrar la verdad de Dios -siempre personal, nunca abstracta- en los estrechos pliegues de la historia y en las heridas abiertas del mundo".
----------Yo diría que las huellas del Dios de Jesucristo no sólo se encuentran en el claroscuro de la historia, sino también en las ideas abstractas, siempre que esta abstracción sea bien conducida. Las ideas teológicas son por su naturaleza las más abstractas, porque están basadas en la abstracción metafísica, que permite a nuestro pensamiento ese máximo de extensión, amplitud, capacidad, penetración, sutileza, espiritualidad, comprensión, estabilidad, elevación y pureza, a pesar de su limitación, mutabilidad y falibilidad.
----------En el claroscuro de la historia encontramos, gracias al misterio de la Encarnación, al misterio del Dios hecho historia, al eterno, al Absoluto, al Infinito, al ipsum Esse per Se subsistens, Aquel que Es (Ex 3,14) y el único que tiene el derecho a decir Yo Soy (Jn 8,24.28.58; 13.19; 18.5). Entonces está claro que para tener el concepto de Dios, de la naturaleza divina y por tanto para poder hablar de Dios sabiendo lo que se dice y siendo capaz de hacer saber a los demás lo que se dice -esto es precisamente la teología-, es necesario que nuestro intelecto tenga la noción del ser, que es la idea más abstracta entre todas, porque todas las demás están en ella comprendidas en ella y por tanto son menos abstractas.
----------La idea del ser, la más amplia, la más abstracta, la más comprensiva y la más acogedora que tenemos a nuestra disposición, luz que Dios mismo nos ha dado (según la visión que va desde Platón a Agustín, a Buenaventura y a Rosmini), es lo mejor que nuestra mente puede ofrecer al Dios de la gloria, es el templo en el cual acogemos, siempre indignamente, pobremente e inadecuadamente, entre todos los nombres por nosotros nombrables, el nombre que Dios mismo se ha elegido, el más bello y el más sublime, el menos indigno de Él, el nombre que entre todos Él se ha elegido para manifestarse a nosotros en Cristo, quien, por tanto, ha recibido "el nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2,9). Y este nombre es: Yo soy. "¡Levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!" (Sal 24,9). Como diciendo: ¡ampliaos, oh trascendentales, y acoged en vuestro pequeño horizonte a Aquel Que Es!
----------Abstraer con el intelecto quiere decir ampliar y potenciar su capacidad de intelección y de comprensión, porque se trata de prescindir de lo caduco, de lo corruptible y de aquello que es demasiado estrecho para la amplitud de nuestro espíritu -aquello que es material- para levantarse del suelo y ascender al cielo. ¿Dios no habita en los cielos? Si Cristo ha descendido del cielo, es sólo porque con Él debemos ascender al cielo, donde "le veremos tal como Él es" (1 Jn 3,2).
----------El abstraer no implica ningún desprecio por lo concreto, por las más humildes realidades materiales cotidianas, por nuestro cuerpo y el del prójimo, todos signos y pruebas de Dios creador, ninguna desatención, como bien dice S.E., "por los estrechos pliegues de la historia y hacia las heridas abiertas del mundo".
----------De hecho, seremos merecedores del cielo en la medida en que, como el buen samaritano, seamos capaces de tratar según Dios estas humildes y fugaces realidades terrenas y corporales, sin convertirlas en ídolos por su brillo. Por tanto, no debemos despreciarlas, con la excusa de que son corruptibles y que pasan, porque deberán retornar en la resurrección final.
----------Abstraer, sin embargo, quiere decir no dejarse enredar en esas creaturas que pasan, no cerrarse en lo concreto, no ceder a las seducciones del mundo y de la carne, sino saber dejarlo todo por Cristo, como lo hizo Pedro, que por premio ha recibido el céntuplo.
----------La ascesis cristiana parte de la ascesis del intelecto -he aquí la "pureza del corazón"-, que es precisamente un sabio abstraer. Es así se sienta la base y la premisa de una acción verdaderamente humana y sabia, que no sea simplemente la del animal, que parte de lo concreto para permanecer en lo concreto.
----------Es cierto que el conocimiento parte de la inducción, o sea de la experiencia sensible. Pero para poder elevarnos hacia el cielo, al nivel del saber celestial, en el mundo del espíritu y de lo divino, que es el horizonte de la teología dogmática, es necesaria la deducción, es necesario saber volar sin necesidad de contactos con la tierra, es necesario permanecer en lo puro inteligible. Sólo de este modo nuestro espíritu es capaz de dirigir la acción de modo que ella esté motivada por el contacto con Dios y no sólo por finalidades terrenas. Sólo así la acción conduce a Dios y no sólo a objetivos terrenos.
----------Sólo en la luz de lo abstracto rectamente entendido, algo muy diferente de un vacuo abstraccionismo, podemos y debemos, por tanto, ocuparnos de lo concreto. Sólo el espíritu tiene el derecho de guiar la materia. Si manda la materia, si cedemos la guía a lo concreto, no podemos llegar a ser ese hombre espiritual y celestial, del cual habla san Pablo (1 Cor 15,40.48), sino que somos hombres carnales, destinados a la perdición. Sólo en la luz del espíritu, es decir, del Espíritu Santo, que entonces es la caridad, que es el saber amante, podemos dar sabor de cielo y eficacia sobrenatural a las más humildes acciones terrenas, porque se hacen por amor a Dios, para que ellas, incluso en su humildad y materialidad, conduzcan a Dios.
----------De tal modo, en la luz de lo ideal y de lo abstracto, entendido y practicado en el modo que he dicho, podemos descender a la tierra, descender a lo concreto y animar la tierra volviéndola espiritual. Y esta es la teología moral. Esta es la verdadera teología pastoral. Si queremos, es también la teología mística. Este es el "cuerpo espiritual" auspiciado por san Pablo, más allá del cuerpo carnal consecuente al pecado original.
----------La abstracción intelectual bien hecha, no la abstracción dualista de Platón, sino la sintética de Aristóteles y de santo Tomás de Aquino, es necesaria tanto para el pensamiento como para la acción. La acción está ciertamente en lo concreto, pero la acción no puede partir de lo concreto, de la sola imaginación, como la acción de los animales. No. La acción humana debe descender de lo alto, de lo abstracto, de lo ideal, de la concepción intelectual del fin y de los medios, del mandato de la prudencia.
----------Anaxágoras, citado a menudo por Tomás, ya había comprendido que "el intelecto debe estar separado para poder mandar". No se trata de dominar de modo despótico, sino de prestar un servicio en el bien y en la justicia. El juez que no sabe estar por encima de las partes, no podrá ser imparcial. Es lo trascendente la regla de lo inmanente. No es lo concreto, no es lo material, lo sensible, sino lo ideal, el bonum intelllegibile lo que debe guiar la acción, aunque sin duda sea necesario tener en cuenta las circunstancias concretas. Si consideramos entonces la contemplación o la pura teoresis filosófica, metafísica o teológica, con ella el pensamiento, movido por el amor, se eleva desde la tierra y permanece en el cielo sin retornar ya a la tierra.
----------En la resurrección futura recuperaremos sin embargo lo concreto, que hemos dejado aquí abajo, empezando por nuestro propio cuerpo masculino y femenino, porque Dios nos dará nuestro cuerpo. Pero entonces ya no tendremos necesidad de abstraer, porque nuestro intelecto estará tan unido al sentido, que ya no tendrá necesidad de separarse de él, sino que actuará junto con él en perfecta armonía.
----------Hay que reconocer que el beato Juan Duns Scoto no se había equivocado del todo al sostener que la obligación de abstraer es una consecuencia del pecado original, que ha contrapuesto aquel sentido e intelecto que en el plan divino originario debían estar unidos.
--------o--Pero si por "verdad de Dios" entendemos esa verdad, ese saber que nos viene de Él, nos es revelado Por Él o que se refiere a Él o a nuestro pensar sobre Él, es decir, la verdad sobre Dios o en torno a Dios (circa Deum), entonces aquí tenemos la verdad abstracta, en cuanto tenemos el juicio, que, como S.E. sabe bien, es una composición de conceptos y los conceptos son entes mentales abstractos, los cuales, aunque precisamente como tales en el juicio prudencial, captan la verdad de la realidad o la verdad en su concreción real y existente. Y el juicio, eventualmente expresado en una proposición o aserción especulativa, es entonces o el juicio o artículo de fe o la fórmula dogmática o el juicio teológico.
----------Por consiguiente, la deriva ideológica, que S.E. teme, no consiste y no tiene origen del simple uso de ideas abstractas (abstrahentium non est mendacium), sino más bien de una mala o equivocada manera de abstraer, como la de los idealistas, que cosifican o reifican lo que es abstracto identificando el pensamiento con el ser y ponen como abstracto lo que es concreto, transformando lo real en una idea.
----------Ahora bien, la ideología, ruina del pensar, no es el simple producir ideas, sino el producir ideas de la manera equivocada, es decir, idealista; las ideas, de por sí, en cuanto ideas, son abstractas; o bien no son ideas, sino más bien imágenes de la fantasía. De lo contrario, deberíamos decir que el simple pensar produce la ideología, ya que no se puede pensar si no se tienen ideas.
----------Pero la ideología es ante todo una elefantiasis o la falsificación de lo ideal en detrimento de lo real, algo que es el vicio propio del idealismo y del gnosticismo, como dice con claridad el papa Francisco en la Gaudete et exsultate. De hecho, si queremos conocer cuál es la gnoseología que nos propone el Papa, su documento más claro y significativo es éste, donde él repropone el realismo y condena el idealismo. La ideología no es el simple uso de las ideas más o menos abstractas, científicas o metafísicas o teológicas, sino que implica un concepto falso de lo que es la idea, confundida ya sea con la imagen sensible o con la realidad.
----------La operación abstractiva es natural a nuestro intelecto para poder pensar y conocer, pero es una operación delicada, donde fácilmente podemos equivocarnos, como bien lo atestigua la historia de la filosofía, en la cual encontramos dos errores diametralmente opuestos, siendo los dos, disfunciones fundamentales del trabajo abstractivo del intelecto, disfunciones que siempre están retornando en la historia, como las enfermedades crónicas, de las cuales nunca llegamos a curar del todo.
----------Los antes mencionados dos errores opuestos al respecto de la abstracción, como sabe el historiador de la lógica, consisten uno, el dar demasiada importancia a la abstracción -he aquí el abstraccionismo platónico, con el cual se la agarra el Santo Padre- y el otro es el rechazo al abstraer propio de Ockham, y el querer servirse sólo del sentido, en la convicción de que la abstracción reste valor a lo real y por tanto lo falsifique o lo saque de la realidad, sustituyendo al concepto por el acto de nombrar la cosa, de modo que el significado de las palabras sustituye al significado de los conceptos y la palabra pretende significar directamente la cosa sin la mediación del concepto, que para Ockham es uno de esos entes inútiles, que deben ser abolidos sobre la base de su principio: entia non sunt multiplicanda sine necessitate. El lenguaje sustituye a la metafísica. No se habla ya de cosas, sino de palabras. Si estos no son los discursos vacuos, que se me diga qué son los discursos vacuos.
----------El primer error es el idealismo exagerado de Platón, que llega hasta Hegel, quien hipostasia lo ideal, como si la idea abstracta fuera una sustancia, confundiendo así el intelecto humano con el intelecto divino, ya que sólo en Dios el pensar coincide con el ser, lo ideal con lo real.
----------El segundo error es el realismo sensual de Guillermo de Ockham, el cual llega hasta los modernos empiristas ingleses, que pretenderían reducir lo universal a un simple nombre común para indicar un grupo de cosas concretas que son similares entre sí, vale decir, un modo de usar la idea para destruir la idea y abajar el saber humano al nivel de la sensibilidad animal.
----------Ahora bien, debe tenerse presente que la abstracción intelectual es un acto espontáneo del intelecto, con el cual el intelecto capta su objeto, el ente determinado o indeterminado, material o espiritual, sensible o inteligible, individual, específico, genérico o trascendental, prescindiendo o abstrayendo del contexto espacio-temporal e imaginativo del ente sensible por el cual es envuelto y en el cual está de hecho inserto en la realidad extramental (extra animam, como dice santo Tomás de Aquino).
----------¿Por qué, con qué propósito y con cual resultado el intelecto hace este trabajo? A primera vista -y ésta es la objeción de los concretistas y de los nominalistas- parecería recortar o reducir la realidad, tomando de ella una parte sin considerar el resto. ¿Y cómo entonces -insisten ellos-, el intelecto pretendería conocer la realidad bajo el aspecto de universalidad tomando de ella sólo una parte y no toda ella?
----------Supongamos que tengo dos gatos, por ejemplo dos gatos hembras, una se llama Carrie y la otra se llama Rahi. Carrie es una gata real. ¿Cómo puedo decir que conozco a Carrie si debo abstraer de los caracteres individuales de Carrie formando el concepto de gato, concepto que también corresponde a Rahi? Que el concepto de gato, siendo universal, también corresponda a Rahi, no es un problema. Conozco a Carrie en su individualidad con los sentidos y la imaginación, y no con el intelecto.
----------Objeta entonces el concretista occamista: si lo universal no existe como tal en lo real, sino sólo en el intelecto, ¿cómo se pretendería que la ciencia sea ciencia de lo universal? ¿No será ciencia de una entidad mental producida por nosotros y tal vez de tal modo lo real externo escapa a la captación del intelecto?
----------Los realistas tomistas responden diciendo que nuestro intelecto no puede hacer más. Se debe contentar con este objeto interior, que es el concepto abstracto (conceptus obiectivus), por el cual el intelecto capta la esencia de la cosa. Sólo el intelecto divino, que ha ideado y creado lo real en su totalidad, lo puede captar intelectualmente en su totalidad, sin tener necesidad de abstraer de nada.
----------Pero los idealistas hegelianos creen poseer el intelecto divino y por eso están convencidos de que sus ideas coinciden con el ser que ellas conciben y representan. Los idealistas creen que su pensar coincide con el ser, el ser es el ser pensado; su idea de lo real es lo real. Como decía Hegel, para los idealistas lo real es lo lógico-racional; lo lógico-racional es lo real. La lógica, para Hegel, coincide con la metafísica y la metafísica con la teología. Para Rahner, similarmente, más cercano a Heidegger, el pensamiento coincide con el ser y el hombre coincide con el ser ("giro antropológico"). La antropología coincide con la metafísica.
----------En el punto 8 de su carta, S.E. escribe: "La teología puede entonces dejar de ser sólo una especulación teórica y puede finalmente dejarse interpelar seriamente por la concreción de la realidad".
----------A tal declaración, tengo necesidad de hacer la observación de que la teología es una ciencia y, por tanto, por su naturaleza, es una especulación teórica, y si logra hacer esto con seriedad y rigor, ya ha cumplido con su deber, y no tiene que hacer nada más. Y si es una ciencia, es precisamente porque se supone que en precedencia se ha dejado interpelar por la realidad concreta.
----------Este dejarse interpelar por la realidad, la sana teología católica lo hace institucionalmente y per se esencialmente, aunque no negamos que a veces haya faltado a este su deber, por ceder a la fascinación o encanto de la idea en sí misma, independientemente del contacto con la realidad.
----------Por consiguiente ese "finalmente" está fuera de lugar. En todo caso, la esperanza que podemos expresar es que la teología continúe haciendo esto, o más bien lo recupere y lo realice en el sentido correcto, siguiendo la estela de los grandes teólogos del pasado, los Santos Padres y los Santos Doctores, entre los cuales sobresale santo Tomás de Aquino, no resolviendo el ser en el pensamiento, lo real en lo ideal y lo concreto en lo abstracto, sino, por el contrario, dando la primacía al ser sobre el pensamiento, a lo real sobre lo ideal, a lo abstracto sobre lo concreto. En efecto, el grave riesgo, como ha señalado el Romano Pontífice, sigue siendo siempre el del gnosticismo, para el cual "el sujeto en definitiva permanece cerrado en la inmanencia de su propia razón y de sus sentimientos" (cf. exhortación apostólica Gaudete et exsultate, del 19 de marzo de 2018, n.36), formando "una enciclopedia de abstracciones" (Ibid., n.37).
----------En cuanto a la necesidad de una teología afectiva o teología mística, ella existe desde los tiempos de los Padres de la Iglesia. No se trata de instituirla ahora, sino de situarla, como siempre lo ha hecho la Iglesia, junto a la teología dogmática y escolástica, que conservan siempre su necesidad como formas esenciales de la inteligencia católica, la primera ocupándose de la formación espiritual y la segunda de la formación doctrinal.
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