Esa Hidra de mil cabezas que es el actual neo-modernismo, manifestaba por labios de uno de sus actuales exponentes, hace unos siete años, el arrogante anuncio de la extinción del Sacerdocio católico. Demostremos, pues, el error de esa falsa profecía. [En la imagen: fotografía del clero de la Arquidiócesis de Mendoza, junto a su arzobispo, Marcelo Daniel Colombo, durante la celebración de la Misa Crismal, hace algunos años].
Una sencilla descripción del actual modernismo
----------Hay quienes no reaccionan bien cuando se menciona al modernismo. Si se señala al modernismo como una de las grandes corrientes heréticas de hoy, no faltan quienes suponen de inmediato que uno está anclado en la rígida postura anti-modernista de principios del siglo pasado, que ni siquiera sabía distinguir al modernismo de la modernidad. Al respecto, es necesario decir que la encíclica Pascendi Dominici gregis, del año 1907, sobre las doctrinas de los modernistas, si bien tuvo el mérito de individuar con precisión los errores modernistas de aquel tiempo, careció de la amplitud de miras de reconocer las instancias válidas de los modernistas, algo que era necesario hacer, y que sólo fue cumplido recién con el Concilio Vaticano II.
----------Desgraciadamente, en estos últimos sesenta años, resurgió el modernismo con nuevos rostros, no del todo iguales a los del modernismo condenado por san Pío X, y en realidad el actual modernismo de malicia y veneno peores. Sin embargo, cuando hoy se denuncian los errores, muchos piensan que el denunciante es un retrógrado pasadista (o "indietrista", como dice el papa Francisco), anclado en la misma rígida y falsa postura anti-modernista surgida hace ciento veinte años que no sabía distinguir al modernismo de la modernidad, incapaz de encontrar en ésta sus valores y méritos. Se trata de una mutua incomprensión, que ha hecho surgir desde hace décadas el feroz choque entre dos minorías en el seno de la Iglesia, la de los filo-modernistas y la de los filo-lefebvrianos, falsa alternativa de la que se obtiene reparo solamente si nos mantenemos bajo la segura guía pastoral y el magisterio del Romano Pontífice, Vicario de Cristo.
----------Estos equívocos y prejuicios han hecho que los últimos Pontífices hayan decidido evitar usar el término "modernismo", para no ser confundidos ellos por conservadores, o como nuevos abanderados de un ciego anti-modernismo. Sin embargo, los Papas del postconcilio han usado por lo general otros términos para condenar los errores del actual modernismo. San Paulo VI citó en algunas ocasiones al modernismo por su nombre, aunque frecuentemente lo señaló como un "falso progresismo", cuando habló del "magisterio paralelo". San Juan Pablo II aludió al modernismo al hablar del "subjetivismo", y lo mismo hizo el papa Benedicto XVI en su frecuente enseñanza contra el "relativismo", al igual que el papa Francisco al condenar, como nunca antes había hecho ningún Romano Pontífice, al "gnosticismo", como nuevo rostro del modernismo.
----------El actual modernismo en la Iglesia es algo complejo y de muchos rostros, como la policéfala Hidra de Lerna de la mitología griega. Por ejemplo, en mi artículo de ayer aludí al modernismo en su rostro buenista y misericordista. Pero el actual modernismo tiene otros muchos rostros. Hoy indicaré otro más. Pero antes de ello, al menos quiero recordar que, no obstante la conplejidad del actual fenómeno modernista, difícil de encerrar en fronteras precisas, sin embargo podemos describirlo de un modo sencillo, supuesta la clara distinción entre modernidad y modernismo. Pues bien, el modernismo es la herejía que pretende interpretar el Evangelio a la luz de la modernidad, y no como se debe hacer, vale decir, interpretar la modernidad a la luz del Evangelio, para discernir lo positivo y lo negativo del mundo moderno.
----------Teniendo en cuenta esa sencilla descripción del actual neo-modernismo, paso a recordar aquella ocasión en que, hace siete años, el modernismo se atrevió a anunciar la extinción del Sacerdocio católico. El anuncio lo hacía un afamado exponente del modernismo de nuestro tiempo en el ámbito académico, el profesor Alberto Melloni [n.1959], historiador de la Iglesia italiana y titular de la Cátedra UNESCO de Pluralismo Religioso y Paz, conocido principalmente por su trabajo sobre los Concilios y el Concilio Vaticano II. Desde 2020, es uno de los Asesores Científicos Principales de la Comisión Europea.
Cuando el neo-modernista Alberto Melloni anunciaba la extinción del sacerdocio
----------El mencionado anuncio fue hecho por el historiador Alberto Melloni, en un artículo publicado en el diario italiano La Repubblica hace más de siete años. Alberto Melloni, al inicio del actual pontificado, tenía en proyecto proponer al Papa que compartiera la guía de la Iglesia en partes iguales con el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla, mientras que años después pasó a exaltar al papa Francisco por haber hecho las paces, después de mil años, con el Patriarcado ortodoxo de esa ciudad, poniendo fin a la controversia doctrinal. Nada más falso, por supuesto, pero un ejemplo de la típica táctica adulatoria a la que los modernistas recurren hacia el Papa, con el fin de manipularlo para sus inconfesables fines.
----------Me refiero aquí al artículo titulado La Messa è finita. Così dopo cinque secoli tramonta la figura del prete (que puede traducirse algo así como: "Se acabó la Misa. Así, después de cinco siglos, asistimos al ocaso de la figura del sacerdote"), aparecido en La Repubblica el miércoles 22 de marzo de 2017, firmado por Melloni, quien se prodiga en un breve cuadro de la figura del sacerdote promovida por el Concilio de Trento, señalando a propósito ciertos aspectos psicológicos, comportamentales, culturales y pastorales (el así llamado "clericalismo"), que efectivamente han caracterizado un cierto estilo sacerdotal difundido hasta el Concilio Vaticano II, y que el Concilio y el Magisterio post-conciliar han remediado.
----------Si bien este historiador italiano omite completamente recordar los méritos dogmáticos y anti-heréticos del Concilio de Trento, por ejemplo el sacerdote como guía de las almas, hombre de lo sacro y de la firmeza doctrinal; y al mismo tiempo analizando ciertos límites pastorales de la reforma impulsada por el Concilio Vaticano II, por ejemplo la tendencia secularizante, buenista y pacifista, todos ellos elementos ulteriormente agravados por el resurgimiento del modernismo, del cual Alberto Melloni, líder de la Escuela de Bolonia, es uno de los exponentes más conocidos en el campo de la historia de la Iglesia.
----------El defecto más grave de este panfleto faccioso es el pérfido equívoco con el cual Alberto Melloni juega deslealmente entre el rechazo del modelo tridentino del sacerdote (cosa sobre la cual se podría también estar de acuerdo, no en vano el Vaticano II ha propuesto una reforma, incluso si es parcialmente discutible), y el rechazo del sacerdote en cuanto tal, vale decir, del Sacramento del Orden Sagrado, siguiendo precisamente las huellas de Martín Lutero, como se desprende claramente del título del artículo.
----------Repasemos ahora someramente las perlas de esta espléndida collana melloniana. A cada afirmación de Alberto Melloni le seguirá a partir de aquí mi respuesta.
Refutación de los errores de Alberto Melloni
----------1. Dice Alberto Melloni: "En sordina, casi silenciosamente, se ha agotado un gran ciclo: el del sacerdote. Aquella formidable invención del siglo XVI que ha plasmado la cultura y la política, la psicología y la vida interior, el arte y la teología de Occidente y de sus antiguas colonias no se ha extinguido (hay aproximadamente 420.000 sacerdotes en el mundo), pero ha estado en crisis durante más de un siglo: en Italia en noventa años hemos pasado de 15.000 a cerca de 2.700 seminaristas".
----------Respondo a este respecto, que el Autor introduce su texto recordando la reforma tridentina. El sacerdote, según la interpretación que Melloni hace del Tridentino, no ha sido instituido por Jesucristo, sino que es una invención del papado, ya se trate del IV siglo, como piensan Schillebeeckx y Rahner, o del Medioevo, como cree Lutero, o una invención del Concilio de Trento, como piensa Melloni, pero esto poco importa. El hecho es que, según ellos, aquí Cristo no tiene nada que ver, sino sólo la sed de poder del papado.
----------El crecimiento de las vocaciones sacerdotales no está en crisis porque la Iglesia se remita todavía a la dogmática del Concilio de Trento acerca del Sacramento del Orden y a las directivas del Concilio Vaticano II; la crisis de las vocaciones depende del hecho de que los modernistas han puesto en difusión una falsa idea del sacerdocio, que es un rechazo de la dogmática tridentina y una falsa interpretación de las directivas del Vaticano II. El mayor responsable de esta colosal estafa es Karl Rahner, mientras que Alberto Melloni es uno de los capataces o punteros o cabos de este ejército de modernistas.
----------2. Escribe a continuación Melloni en su artículo: "Lo que importa en esta fase histórica es la repercusión en el clero de la caída de la calidad intelectual de las clases dirigentes a las cuales pertenecen tanto quienes eligen el sacerdocio como quienes lo confieren".
----------Respondo diciendo que esto es una falsedad histórica. Cualquier seminarista que estudie la historia de la Iglesia (no con Melloni, sino con un historiador normal), sabe que la reforma tridentina de los estudios y de la formación del clero, a la cual debemos precisamente el nacimiento de los Seminarios, reavivó poderosamente la deteriorada teología escolástica, dañada por el neo-paganismo humanista renacentista, así como por el ockhamismo que está en los orígenes de la teología de Lutero, y tal reforma tridentina provocó el resurgimiento de una nueva y fecundísima época floreciente de la teología escolástica, y por tanto de la formación sacerdotal, sobre todo por obra de los Dominicos y de los Jesuitas, los cuales, como es sabido, a finales del siglo XVI, hasta los albores del siguiente, se desafiaron mutuamente en una noble disputa intelectual, que llevó a la palestra a los mejores campeones de ambas partes.
----------El dominico Domingo Báñez [1528-1604] se hizo famoso frente al jesuita Luis de Molina [1535-1600], iniciador de la controversia, en un intento de esclarecer la relación entre la acción de la gracia y la del libre albedrío, una gravísima, sutil y fascinante cuestión suscitada por la problemática luterana.
----------El noble torneo académico contó con 164 sesiones, durante las cuales grandes teólogos disputaron apasionadamente en presencia del Papa. Los dominicos subrayaron el poder de la gracia, utilizando la categoría metafísica de la causalidad, la llamada "premoción física"; los jesuitas, en cambio, subrayaron el poder de la voluntad humana, utilizando la categoría bíblica de la "Alianza". No hay duda de que esta disputa, aunque cumplida entre eruditos, no dejó de revitalizar poderosamente la cultura intelectual de los obispos y de los sacerdotes, haciéndolos más expertos en el misterioso juego de la gracia y de la libertad y, por tanto, más capaces de guiar a las almas por el camino de la salvación y de la santidad.
----------Por lo demás, todos saben cómo la Reforma Tridentina inició una formación del clero animado por un fuerte espíritu misionero. El que era reciente descubrimiento de nuevos continentes hizo que la cristiandad europea fuera consciente de no agotar, como creía el medioevo, todo el mundo habitado. Así la Iglesia comenzó a expandirse rápidamente en las nuevas e inmensas tierras y prosiguió la evangelización de Asia y de África.
----------3. Escribe Alberto Melloni: "Pero la cuestión está profundamente arraigada en la historia. Este 'sacerdote tridentino' parece atravesar sin daños el punto de inflexión de la modernidad: de hecho, el nacimiento de las nuevas órdenes y sociedades de sacerdotes del siglo XIX, y el celo en la creación de seminarios tan grandes como fábricas, parecen garantizar que su función permanezca intacta dentro del mismo caparazón institucional y teológico. Pero no es cierto: la Iglesia que se enroca en defensa de su propio recinto le convierte en un funcionario cuyo perfil interior se desgasta por el control social".
----------Respondo a este respecto que el nacimiento de numerosos institutos religiosos y clericales en el siglo XIX testimonia una Iglesia siempre atenta a los signos de los tiempos y a las grandes necesidades sociales: a los más pobres, a los que sufren y a los marginados de todo tipo, a la educación de los niños y de los jóvenes, a su inserción en el mundo del trabajo, al bien de las familias, a la olvidada dignidad de la mujer, a la cultura católica, al compromiso político del laicado, al fomento de las misiones.
----------4. Escribe a continuación el historiador Alberto Melloni: "El escrutinio de la conciencia de una humanidad de la cual no tiene experiencia debilita su compasión".
----------Respondo a este respecto que la experiencia humana del sacerdote no tiene necesidad de aplicarse al horizonte que le es, en cambio, propio al laico (economía, finanzas, milicia, política, familia, tecnología, industria y comercio), porque esa experiencia sacerdotal se centra en los valores humanos que van a la raíz y al propósito de la existencia, más atinentes al sentido de la vida y de la historia, al problema del sufrimiento, al drama del pecado y de la salvación, a la necesidad de la verdad, de justicia, de paz, de libertad y de felicidad, a los valores morales, religiosos y espirituales, a la relación con Dios.
----------En el Sacramento de la Penitencia, el confesor (que conoce bien tanto la dignidad como la fragilidad de la conciencia, y a la vez conoce bien los recursos y las debilidades del hombre, y asimismo sabe bien que también él es un pecador perdonado), entra, claro que sí, con delicadeza y respeto en la conciencia del penitente, y trata acerca de ella, con competencia, prudencia y caridad, como un cirujano que opera en el corazón, pero sólo porque el mismo penitente lo ha deseado y se lo ha pedido, sabiendo en la fe la insustituible ayuda que el sacerdote puede brindarle en el campo de la vida de gracia, de él tiene necesidad, y por eso el penitente le abre su conciencia, para ser valorado, analizado, comprendido, curado, perdonado, purificado, iluminado, guiado, liberado, confortado, consolado, animado, reconciliado, pacificado.
----------Por consiguiente, el laico, hombre o mujer, que busca al sacerdote, no espera rencontrar o redescubrir en el sacerdote una experiencia análoga a la mundana, secular o laical, de la cual puede tener ya hasta demasiada, sino que lo que busca es al hombre de Dios, al hombre de la verdad y del amor, al hombre que tiene el conocimiento analógico y sapiencial de Dios, sabe hablarle de Él, sabe elevar su espíritu y educarlo en la santidad (anagogía), sabe introducirlo en su Misterio (mistagogia), y hacerle experimentar en la oración, en la adoración y en la liturgia, en la comunión eclesial y con el Sumo Pontífice.
----------El fiel sabe bien, como dice el profeta Malaquías, que "los labios del sacerdotes guardan la ciencia y de su boca se busca la instrucción, porque es el mensajero del Señor de los ejércitos" (Mal 2,7). El fiel sabe que el sacerdote "es constituido para presentar ofrendas y sacrificios" (Heb 8,3). En la Santa Misa él, in persona Christi, ofrece al Padre, en el Espíritu Santo, el sacrificio redentor y expiatorio de Cristo para la remisión de los pecados. Es el "pontífice" que, en Cristo y gracias a Cristo, "construye un puente entre Dios y el hombre".
----------El saacerdote es el hombre que, como nuestro Señor Jesucristo, conoce profundamente al hombre (Jn 2,25; Mt 9,4), los problemas, los valores y los sentimientos universalmente humanos, de la duda, de la certeza, de la pasión, del amor, del odio, de la alegría, del dolor, del placer, de la angustia, del temor, de la esperanza, del arrepentimiento, del perdón. Es el hombre que, en su relación con el prójimo, aspira ante todo a la salvación de las almas, según el dicho de san Juan Bosco: "da mihi animas, caetera tolle" (dame las almas y toma todo lo demás), lo que, evidentemente, no excluye en absoluto que el sacerdote se esfuerce, según sus fuerzas y capacidades, también por el bien físico de los hombres, sobre todo de los pobres y de los que sufren. Sin embargo, no deja de ser cierto que para el buen pastor vale siempre la ley de san Gregorio Magno: "salus animarum suprema lex esto" (la salud de las almas es la ley suprema).
----------El sacerdote debe ser un doctor humanitatis, sin que se le pida ser un antropólogo, un sociólogo o un psicólogo. Él, sin ser un político ni un asistente social, sabe sin embargo estimular en todos la solidaridad humana, sin facciosidad ni partidismos, obediente a las autoridades, sobre todo al Papa, pero sin adulaciones, carrerismos o halagos, y sin ser siervo de los poderosos. El sacerdote abre el corazón del fiel a todos los valores humanos y a las necesidades de la caridad fraterna con el corazón del mismo Cristo, le comunica, en los sacramentos, el perdón divino y la vida de la gracia. Sabe mostrarle los tesoros de la dignidad humana, para hacerle partícipe de ellos y al mismo tiempo conoce las miserias del hombre, para curarlas en la misericordia y en la justicia. En base a la Revelación bíblica, a la Tradición y a la doctrina de la Iglesia, introduce al fiel en las realidades futuras y le hace tomar conciencia del origen y del fin de la historia.
----------5. Escribe luego Alberto Melloni: "Su antigua ciencia, comparada a las actuales transmisiones del saber, cada vez más sofisticadas, lo vuelve un hombre de baja cultura".
----------Respondo diciendo que el sacerdote sabe que la cultura que es verdaderamente preciosa, esencial y más importante, no es ciertamente la cultura tecnológica o científica, sino la moral, religiosa y espiritual. Por eso, si un san Juan María Vianney, un san Pío de Pietrelcina o un san Leopoldo de Castelnuovo hubieran vivido hoy, no se habrían preocupado por las "transmisiones del saber cada vez más sofisticadas", conscientes de que estaban llevando a cabo un servicio mucho más importante.
----------6. Dice Melloni: "El celo eclesiástico en condenar todo aquello a lo cual se puede añadir el sufijo 'ismo', le empobrece sus lecturas y lo vuelve ajeno a los 'suyos', que de repente se convierten en 'distantes'".
----------Respondo diciendo que Melloni, hombre "carnal" por cuanto manifiesta, que "no comprende las cosas del Espíritu de Dios" (1 Cor 2,14), no entiende nada del discernimiento sacerdotal, con el cual el ministro de Cristo, gracias al don de sabiduría del Espíritu Santo, es ese "hombre espiritual, que juzga todas las cosas, sin poder ser juzgado por nadie" (1 Cor 2,15), sino por Dios mismo (1 Cor 4,4).
----------7. Escribe a continuación Alberto Melloni: "La pérdida de rol y el descuido afectivo lo exponen a lo peor: hasta la sensiblera exaltación del celibato, que invoviliza la sexualidad en busca de sublimación y atrae al sacerdocio a personas irresueltas o incluso enfermas".
----------Respondo al respecto diciendo que con estas pérfidas y calumniosas insinuaciones, Melloni parece extender a la generalidad del clero las ideas y el comportamiento vicioso de algunos sacerdotes indignos, aunque sea necesario reconocer que, efectivamente, entre los moralistas serpentean hoy ideas heréticas, ya sean laxistas o rigoristas, acerca del valor de la ética sexual y, en consecuencia, del celibato sacerdotal, tal como se desprende del Magisterio de la Iglesia, por lo cual efectivamente es de temer que la corrupción del clero en este punto sea más extensa de cuanto parece.
----------8. "Y en la historia europea reciente, la profesión de sacerdote viene subcontratada, como las tareas marginales, a clérigos importados, elegidos como cuidadores de comunidades abandonadas".
----------Respondo al respecto de esta otra declaración, diciendo que se trata de una nueva pérfida y obtusa incomprensión por parte de Melloni, ahora a la caridad, a la mutua ayuda, a la solidaridad, a la generosidad y a la disponibilidad sacerdotales y entre sacerdotes, en el servir a la Iglesia y al prójimo. Melloni manifiesta aquí no comprender esta caridad ejemplar, de la cual hoy dan prueba muchos sacerdotes y religiosos, dispuestos a dejar su patria, quizás muy lejana, para ayudar a diócesis necesitadas o que ofrecen posibilidades de ministerio u otras comunidades de su propio instituto en territorios carentes de vocaciones.
---------9. Escribe Melloni: "Incluso la discusión sobre la mujer-sacerdote (olvidando que el 'sacerdocio' que se recibe con el bautismo ya lo tienen las mujeres, y que no es poca cosa), se mezcla peligrosamente con la lógica enteramente machista que concede al otro género los oficios que se han vuelto obsoletos".
----------Respondo a este respecto que la Iglesia no olvida en absoluto que la mujer cristiana está bautizada; más bien es Melloni quien, habiendo hecho suya la herejía de Schillebeeckx, olvida que la Iglesia, por voluntad de Cristo, no permite a la mujer acceder al sacerdocio ministerial.
----------10. Escribe Alberto Melloni: "No ha hablado de ello el Vaticano II, que se ha limitado a intentar quitar al sacerdote ese tono semi-monástico que tenía. No ha hablado el papado que se limita a confeccionar una poética del sacerdote. No han hablado los obispos que empaquetan las comunidades en aquellas que en Italia se llaman 'unidades pastorales', y condenan a los sacerdotes a convertirse en funcionarios en problemas, abrumados por una poligamia comunitaria en la cual nadie los quiere del todo y ellos no pueden querer del todo, con el riesgo de convertirse en santos o de naufragar en escollos eróticos no siempre cándidos".
----------Respondo a este respecto que es gravemente insultante hacia el magisterio pontificio del pasado y del presente afirmar que "se limita a confeccionar una poética del sacerdote". Asimismo el historiador Melloni olvida los sínodos mundiales y nacionales de obispos dedicados al sacerdocio. El tono burlón con el que se refiere a las unidades pastorales, es completamente inadecuado y denota la presunción de quien trata temas delicados, en los cuales no tiene experiencia.
----------Temeraria y ofensiva para la clase sacerdotal, signo de facciosidad y no de objetividad histórica, es la indebida generalización, que extiende a todo el clero disfunciones y anomalías acaso existentes, pero que son aisladas y accidentales. En cuanto al "riesgo de convertirse en santos", Melloni puede estar tranquilo, porque, con estas calumnias, exageraciones y falsedades, él ciertamente no los corre.
----------11. Escribe Alberto Melloni: "Es algo tan grave que ni siquiera el papa Francisco habla de ello".
----------Respondo a este respecto que esto tampoco es cierto, aunque obviamente el Papa no pueda hacerse eco de las falsedades de Melloni. Lo cierto es que el Santo Padre ha intervenido varias veces para condenar los vicios del clero y los defectos de la propia Curia Romana, y para indicar a los sacerdotes el camino hacia la santidad viviendo su fe (cf. Lumen Fidei) y el mejor modo de anunciar el Evangelio (cf. Evangelii Gaudium), apacentar el rebaño a ellos confiado en ciertas circunstancias difíciles (cf. Amoris Laetitia), además de todas las veces en las cuales ha hablado de las vocaciones, de las obras de la misericordia, del ministerio de la confesión, de la oración, de la liturgia, esforzándose por ser él mismo ejemplo para los sacerdotes.
----------El Santo Padre, en estos últimos años, viene promoviendo mejor la sacralidad de la liturgia, recordando el carácter sacrificial de la Santa Misa, e impulsando a un nuevo ars celebrandi, en línea con la Reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II. La preocupación ecuménica por converger con los hermanos protestantes en la Memoria de la Cena del Señor, es ciertamente algo bueno y en línea con el Concilio Vaticano II; pero debemos esperar en la oración y en los diálogos ecuménicos, en la caridad recíproca, ese momento bendito, escondido en los designios del Señor, pero también ligado a la buena voluntad de todos, en el cual los hermanos separados reconocerán el Sacramento del sacerdocio ministerial, el misterio de la transustanciación y la Misa como sacrificio, para que finalmente podamos celebrar juntos la Eucaristía. No se trata de ceder al lefebvrismo, sino de retomar hoy, en las vísperas de la celebración en diciembre próximo de los sesenta años de la constitución Sacrosanctum Concilium, los grandes postulados de la Reforma litúrgica.
----------12. Por último, dice Melloni: "Correspondería, pues, a los obispos y a los episcopados plantear un tema en el que está en juego la vida de sus iglesias: pero prevalece la indolencia, animada por la esperanza de que la reforma de mañana tendrá el mismo coraje que aquella que 'inventó' al sacerdote'".
----------Respondo diciendo, una vez más, que el sacerdote no fue inventado por el Concilio de Trento, sino por nuestro Señor Jesucristo, por muy diferente que sea el sacerdocio de los tiempos de Cristo, a los sacerdotes de Trento, o a nuestros sacerdotes de hoy. El problema del episcopado no es el de la indolencia (algunos hasta son demasiado activos), sino el hecho de la difusión del neo-modernismo entre los obispos, por lo cual, quien es afectado por esta enfermedad, prefiere escuchar a Alberto Melloni y a otros cabecillas rahnerianos y modernistas, antes que al Papa, a las Escrituras y a la Tradición.
No conocía el artículo de Melloni. Lo he leído y me parece, claro que en desacuerdo a la postura de este blog, que el artículo de este historiador italiano constituye un signo parcialmente positivo: de hecho, se nota, aunque entre líneas, una cierta intolerancia hacia la actitud "revolucionaria" no del todo concluída del Papa Francisco, y que el escepticismo cerrado sólo sirve para ocultar una no del todo velada invitación a los peces gordos de la Sede romana y a los órganos influyentes de la periferia a que tomen la situación en sus propias manos y completen ellos el proceso revolucionario. Al menos las cosas se hacen cada vez más claras.
ResponderEliminarEstimado Fernando,
Eliminarlos que a mi criterio pueden indicarse como aspectos "positivos" del artículo de Melloni, ya los he señalado. Pero en la individuación de tales aspectos positivos no puedo estar de acuerdo con usted.
El adjetivo "revolucionario" utilizado por usted es ambiguo, y, de hecho, ese término podría admitir sentidos aceptables, pero mucho me temo que el sentido en el que usted lo usa no puede en ningún modo ser aceptado.
Las opciones pastorales asumidas por el actual pontificado no pueden ser calificadas bajo el mote de "revolucionarias" en la misma línea que los revolucionarios de 1789, como ciertos publicistas de hoy lo hacen, como es el caso, por citar sólo algunos ejemplos conocidos entre nosotros, del historiador Roberto de Mattei, o el padre Javier Olivera Ravasi, o los delirios en los que lamentablemente ha caído en sus artículos el obispo Héctor Aguer, quien no parece haber asumido debidamente su emeritado episcopal.
Es cierto que no faltan en la Santa Sede agentes de lo que usted llama "el proceso revolucionario", pero éste no es llevado a cabo por el Papa y sus más fieles colaboradores, sino por los neo-modernistas, algunos de ellos en torno al Papa, como falsos amigos y colaboradores. Tal proceso revolucionario modernista, ajeno al Papa, ha originado la reacción opuesta, no menos revolucionaria (aunque en el sentido de involutiva) de los pasadistas lefebvrianos y filolefebvrianos.
Un Papa fuerte en la fe se opondría inmediatamente a estos personajes. El Papa es el Vicario de Cristo y debe defender siempre la Iglesia gobernada por Jesús resucitado y no ciertamente por los ideólogos o por cualquier sacerdote modernista. No podemos negar que la Iglesia está en crisis causada por el modernismo en el poder. Es un desastre, la división ha sido querida deliberadamente, obligando a los fieles a seguirlos bajo pena de excomunión.
ResponderEliminarEstimado Rubén,
Eliminarel Papa mantiene los contactos con estos personajes y se muestra abierto y acogedor hacia el bien que ellos pueden hacer y hacen, en la esperanza de atraerlos a la verdadera fe y a Cristo, tratando de corregirlos con buenas maneras y con el ejemplo de su conducta y de su fe.
Puede ser que él no esté plenamente informado acerca de sus errores o que de algunos de esos errores quiera dar una interpretación benévola. No está excluida en él una cierta ingenuidad, de la cuál él se acusa confidencialmente ante sus amigos. Al mismo tiempo, el Papa, adulado, mimado, pero secretamente presionado por poderosas fuerzas modernistas, que han llegado a las cúspides de la Iglesia, se ve obligado a limitar su oposición, en el temor de que esas oposiciones aumenten su agresividad.
En cuanto a estos personajes, viendo en el Papa esta mansedumbre, que ellos confunden con debilidad e influenciabilidad, insisten sistemáticamente desde hace décadas, solapadamente, pero cada vez más abiertamente, creyéndose seguros e impunes en su audacia y descaro, y aumentan su presión sobre el Papa y sobre los fieles, convencidos de poder hacer que se desvie de sus sagradas convicciones de católico y de empujarlo hacia una concepción simplemente racional y humanitaria de la existencia, según el modelo de la masonería.
Ese era el sueño de Ernesto Buonaiuti, a principios del siglo XX, que parece estar haciéndose realidad: convertir Roma al modernismo. Un sueño de este topo tambien lo tuvo Giordano Bruno a finales de siglo XVI: convertir al Papa a sus ideas mágico-panteístas. En aquel momento, como bien sabemos, las cosas le fueron mal a Bruno; pero hoy, cuando ya no existe la pena de muerte para los herejes, y cuando también encontramos herejes en las universidades pontificias, la masonería cree que ha llegado el momento propicio para una acción decisiva, sobre todo porque, como nos asegura el cardenal Gianfranco Ravasi, los masones son "nuestros hermanos", y no tenemos nada que temer de ellos.
Sin embargo, lo que deja perplejos a muchos buenos católicos, es el temor de que el Papa ceda a cálculos demasiado humanos y que con esta actitud suya, que se puede prestar al equívoco, para evitar represalias y para no irritar a los modernistas, no diga todo lo que, como pastor de la Iglesia, debería decir para indicar en plenitud los caminos del Evangelio, de modo similar a lo que fue el comportamiento de las jerarquías católicas en los regímenes totalitarios comunistas, nazis y fascistas, con el agregado del gran dolor que aquellos de los cuales el Papa debe defenderse, son Judas, son hermanos de fe, soberbios, arrogantes, hipócritas y presuntuosos, que se consideran la línea de avanzada de la Iglesia (falsamente autodenominados "progresistas") cuando en cambio son su ruina.
No es necesario complicar las cosas con la teología: el mismo Cristo le dijo a sor Faustina que detrás de cada sacerdote católico en el confesionario está Él mismo. Todo lo demás es charlatanería inútil.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarno hace falta recurrir a ninguna supuesta revelación privada para saber que "detrás de cada sacerdote católico en el confesionario está el mismo Cristo". En ello, estoy plenamente de acuerdo con usted, pues tal cosa está indicada por el dogma y la doctrina católica.
Sin embargo, le sugiero que revise su concepto acerca de la teología y el pensamiento religioso en general. No me parece que, recurriendo al magisterio del Papa actual, y al bimilenario magisterio de la Iglesia, haya ninguna razón ni válido fundamento para calificar a la teología de "charlatanería inútil".