domingo, 8 de octubre de 2023

La metafísica en la infancia

Bien conocidas son aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo: "Dejad que los niños vengan a mi" (Mc 10,14), cuyos ecos deberían escucharse incluso en los más aparentemente burocráticos laberintos de la Curia Romana. [En la imagen: fragmento de "Niña escribiendo", óleo sobre lienzo pintado hacia 1870, que es obra de Henriette Browne, conservado y expuesto en el Victoria and Albert Museum de Londres, Inglaterra].

Sorprendente pregunta de una niña de siete años
   
----------El papa Francisco recibe cotidianamente decenas y decenas de cartas, centenares y miles en la semana, miles y decenas de miles al mes. Prácticamente ninguna de ellas nos es conocida, aunque a veces ocurre que alguna de ellas aparece en las noticias públicas. Así ha ocurrido recientemente,
----------El Giornale di Brescia, en su edición del pasado 22 de septiembre, dió la noticia de que una niña de siete años de la provincia de Brescia, cuyo nombre es Maddalena Morandi, había escrito una pequeña carta al Santo Padre con un contenido y un tono que nos sorprende a todos a causa de la profundidad metafísica del problema que plantea, una profundidad que parece casi increíble en la mente de una niña cuya razón ha comenzado a funcionar, suponemos, hace sólo poco más de un año.
----------Sin embargo, existen casos como el de esta pequeña niña italiana. Esto demuestra el vínculo necesario que existe entre el ejercicio de la razón y el conocimiento metafísico. Lo que ocurre es que la razón humana, desde el primer surgir de su actividad, alrededor de los seis años, concibe el ente en las cosas de la inmediata experiencia infantil y, por tanto, a la luz del ente, inconscientemente concebido, la mente del niño se plantea inmediatamente los problemas fundamentales de la existencia y, reflexionando sobre el hecho de que las cosas no pueden haberse hecho de por sí, llega a saber que existe uno que las ha hecho, pero que a su vez no ha sido hecho por ninguno, de lo contrario no explicaría nada. Y este es Dios.
----------Así se expresaba la pequeña Maddalena Morandi en su esquela: "Querido Papa Francisco, tengo una pregunta importante: si Dios ha creado el mundo y las personas, ¿por quién ha sido creado Dios? Tú seguramente tienes una respuesta. Si no tienes tiempo para responderme, no hay problema. Te quiero mucho". La niña concluye luego la cartita adjuntando un dibujo.
----------Sorprende, en primer lugar, en una niña de siete años, no sólo este interrogarse acerca de Dios, sino también la posesión del concepto de creación, concepto inudadablemente de por sí racional y sin embargo muy arduo, concepto en torno al cual se han fatigado las mentes de los más grandes filósofos, cayendo a menudo en graves errores, concepto altísimo, que de hecho la humanidad ha aprendido solamente de la Sagrada Escritura y, convertido en artículo de fe, es sin duda objeto de la formación catequética.
----------Estamos por tanto ante una niña que ya ha recibido, al menos incoativamente, esta formación. Lo mismo dígase para el concepto de Dios y la palabra Dios. El hecho de que Maddalena la use es señal evidente de su inteligencia metafísica, ya que Dios es el ente supremo, el primero y supremo ente entre todos los entes.
----------Al mismo tiempo, la pequeña Maddalena, al formular esa pregunta en su cartita al Papa, demuestra no tener todavía un concepto plenamente correcto de Dios. Pero es ya de por sí laudable este interés suyo acerca del problema de Dios. Es en este punto que esta niña debe ser ayudada. Y me sorprende que la respuesta recibida de la Secretaría de Estado, aunque contenga buenas palabras, evite responder a la pregunta cuya respuesta no es difícil para el teólogo, y es ya bien conocida por la teología.
   
Se necesita más atención hacia los más pequeños
   
----------Es bien conocido el itinerario que cumplen las miles y miles de cartas que le llegan al Papa. Algo de ello lo conozco como testigo directo, pero además por referencia de otros que han cumplido su oficio en esa tarea de recepción de cartas y envío de respuestas. Tengo un viejo amigo en Italia, quien, como ya lo he comentado otras veces, ha trabajado durante unos cuantos años en la Secretaría de Estado durante el pontificado de san Juan Pablo II en la preparación de las cartas del Santo Padre o en nombre del Santo Padre. Me ha contado que a su despacho llegaban muchas cartas de niños o de grupos escolares con un contenido generalmente muy simple y frecuentemente conmovedor por el afecto que ellos demuestran hacia el Vicario de Cristo.
----------Mi amigo me ha contado que él y sus colegas de despacho en la Secretaría de Estado, contaban con un formulario de agradecimiento en nombre del Papa, formulario que usaban una y otra vez. Sin embargo, en ocasiones llegaban cartas no sólo de niños, sino también de jóvenes o adultos, cuyo contenido era fuera de lo común, y que les hacían reflexionar por la seriedad e importancia del tema tratado. Entonces ellos sometían el caso a la atención de sus Superiores, vale decir, de los Asesores, del Sustituto o del Secretario de Estado, acompañando el informe con un borrador de respuesta.
----------Obviamente, no estaba en el poder del oficio de mi amigo el contactar directamente con el Papa. Los Superiores se habrían eventualmente encargado de ello si fuera necesario. Pero esto no les impedía a los oficiales proponer proyectos de respuestas que el Papa mismo habría podido dar.
----------Pues bien, imaginándome ahora en aquella situación que tuvo mi querido amigo en años pasados, y suponiendo que hoy no haya cambiado tanto el modus operandi, si a mi despacho hubiera llegado una carta como la de Maddalena, creo que habría comunicado el caso a los Superiores en la forma antes indicada. Y estoy convencido que debía ser hecho así, precisamente porque la pequeña merecía una respuesta que le demostrara la sabiduría de la Iglesia. De lo contrario, ¿qué finalidad tendría la Secretaría de Estado?
----------De hecho, así le respondió la Secretaría de Estado a la pequeña Maddalena Morandi: "El Santo Padre ha recibido tu hermosa notita", ha escrito el Asesor en el papel membretado de la Secretaría de Estado, "el Papa Francisco, que te agradece por tu cariñoso gesto, desea hacerte saber que reza por tí, a fin de que puedas crecer en el sincero deseo de conocer y amar a Jesús".
----------Nos surge inmediatamente, desde el mero buen sentido común, el preguntarnos: ¿por qué no ha sido tomada en consideración aquella muy seria e incluso gravísima pregunta, que ha hecho temblar las venas y los pulsos, como veremos a continuación, nada menos que a Kant? Bastaban unas pocas simples palabras bien centradas, que Maddalena habría comprendido y su preocupación se habría calmado. Si hubiera estado yo en el despacho, habría preparado para el Asesor el siguiente borrador de respuesta:
----------"Querida Maddalena, el Santo Padre ha recibido con alegría tu cartita. Pero, como habías imaginado, al no tener tiempo para responderte personalmente, me encarga responderte en su nombre.
----------Es muy hermoso que te hagas preguntas tan profundas. Ten en cuenta, sin embargo, que Dios no es una criatura, de la cual podemos preguntarnos quién lo ha creado. Dios es el Creador, que ha creado todas las cosas de la nada. Por lo tanto, todo depende de Él y Él no depende de nadie. Si no fuera así, no sería Dios, porque con la palabra 'Dios' nosotros entendemos precisamente a Aquel que causa todo y no es causado por nadie.
----------El Papa Francisco, que te agradece por tu gesto de amor, quiere hacerte saber que reza por tí, a fin de que puedas crecer en el sincero deseo de conocer y amar a Jesús".
----------Creo que de este modo, o algún otro parecido, la Secretaría de Estado habría representado dignamente esa inmensa apertura de corazón, que el Papa muestra de manera particular hacia los pequeños, hacia sus necesidades, hacia sus deseos, sus problemas y sus sufrimientos.
   
Maddalena no es la única en plantearse el problema
   
----------Lo interesante es que (quién lo diría) también el gran filósofo Immanuel Kant se planteó la pregunta y no llegó a responderla, quedando angustiado por ella, hasta el punto de hablar, él, el gran apologeta de la razón, del "abismo de la razón". Leamos lo que dice en su famosísima Crítica de la razón pura:
----------"La necesidad incondicionada, que tan indispensablemente precisamos como soporte último de todas las cosas, es un verdadero abismo para la razón humana. Ni aun la eternidad  misma, por muy estremecedoramente sublime que pueda pintarla un Haller, llega a hacer una impresión tan vertiginosa en la mente; pues ella sólo mide la duración de las cosas, no las soporta. No se puede evitar, pero tampoco se puede soportar, el pensamiento de que un ser que nos representamos, además, como el más alto de todos los posibles, se diga, de algún modo, a sí mismo: Yo soy de eternidad en eternidad; no hay nada además de mí, excepto aquello que sólo por mi voluntad es algo, pero ¿de dónde tengo yo el ser? Aquí todo se hunde bajo nosotros, y la máxima perfección igual que la mínima solo se ciernen sin sustento ante la razón especulativa, a la que nada le cuesta hacer desaparecer a la una como a la otra sin el menor impedimento" (Crítica de la Razón Pura, Editorial Colihue, Buenos Aires 2007, pp.659-660).
----------Es evidente que aquí Kant se encuentra en una morsa o en un apuro desesperante o en un aprieto insoportable: por una parte advierte la "necesidad incondicionada, que tan indispensablemente precisamos como soporte último de todas las cosas", pero por otra parte, imagina que Dios, único Ser absolutamente necesario, que libremente ha querido y creado el mundo, que depende de Él y es su último sustento, se diga a sí mismo: ¿y yo de dónde vengo? ¿Quién me sostiene? ¿Quién me crea?
----------¿Cómo es posible que Kant haya podido imaginar que Dios pudiera plantearse una pregunta de tal calibre? Podemos, sí, entender una pregunta similar en Maddalena, filósofa en ciernes; pero ¿cómo podemos justificar a Kant? Él desgraciadamente, con gran necedad, parece tomársela en serio. La consecuencia es que la razón, privada de su fundamento divino, precipita en un abismo sin fondo.
----------Esta razón suicida, sin embargo, según Kant, es finalmente "la razón especulativa, a la que nada le cuesta hacer desaparecer a la una como a la otra perfección sin el menor impedimento". Ahora bien, observamos que la razón tiene una necesidad vital de Dios, el absolutamente necesario e incondicionado; pero está en su poder hacer desaparecer en la imaginación a Dios y a la totalidad de las cosas en un nihilismo absoluto, planteándonos la pregunta: ¿quién ha creado a Dios?
----------Por consiguiente, huyamos de estas morbosas imaginaciones, recuperemos al absolutamente necesario, vale decir, a Dios, del cual nuestra razón tiene absolutamente necesidad como de su último soporte creador, y nos liberaremos de la desesperante sensación de que todo desvanezca en la nada. Querida Maddalena, estás en compañía de Kant, pero no te jactes de ello. En este punto es mejor no seguir a Kant.

13 comentarios:

  1. lamentablemente un clero que no sabe guiar y no sabe conducir (ciertos clérigos, por supuesto): empezando desde los de arriba; este es el tiempo que nos toca; me da mucha pena que no se le haya dado respuesta a la pequeña, una verdadera respuesta, que fuera respuesta a la pregunta planteada, y no un sacarse de encima el problema; omisión muy grave! Pero Dios juzgará.
    Querido y muy estimado padre Filemón: permítame aprovechar también este pequeño e importante espacio para un tema adyacente al hecho en cuestión: estoy muy triste por el comentario fúnebre de Ravasi sobre Napolitano y por el comportamiento gestual de Bergoglio en la misma ocasión... No me censure por esto. Sólo le pregunto: ¿hay algo terrible dentro de la Iglesia de Cristo, o también estoy aquí equivocada? Gracias por todo lo que usted hace, buenas tardes.

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    1. Estimada Ana María,
      en los tres puntos que mencionas, intentaría tener una mirada positiva.
      En la carta de la Secretaría de Estado a Maddalena, se le indica a Jesús como el camino hacia la verdad, aunque, como he dicho, en mi modesta opinión no estaría de más una palabra aclaratoria.
      En cuanto a la actitud del Papa hacia Napolitano, el Santo Padre ha expresado un sentimiento de recogimiento y de meditación, aunque ciertamente habría sido apreciado el gesto de persignarse.
      En cuanto a las palabras del cardenal Ravasi, tenían el carácter de una conmemoración de su amigo, aunque quizás una referencia a Dios no hubiera estado de más.

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    2. Gracias padre Filemón. Usted tiene una tarea ardua: tiene que mediar y actuar como abogado en nombre de cierto altísimo Clero (si se trata también de un oficio suyo por obediencia, por favor, ilumíneme mejor sobre su trabajo y su responsabilidad). Lo entiendo por esto; pero tristemente, el hecho es que a falta de tomas de posiciones CLARAS por parte de las autoridades como ud., el pueblo de Dios permanece siendo ignorante, expuesto muy peligrosamente a los horrores del pecado de apostasía (ref: el citado cardenal): esto me parece muy grave; pero de todos modos les agradezco la pronta respuesta y no quiero causarle más "problemas": que Dios nos proteja a TODOS por nuestras deserciones (o quizás mejor, omisiones).

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    3. Estimada Ana María,
      de lo que me cuentas, tengo la impresión de que crees que debo tener cautela al escribir para no toparme con alguna situación que pueda limitar la expresión de mis pensamientos. Si esta es tu impresión, te puedo asegurar que nada de eso tiene un fundamento objetivo.
      Respecto a lo que tú llamas tarea de "mediar", si quieres decir que, con mi tarea de "mediación", concilio mi testimonio como teólogo con las posiciones del Santo Padre, esto corresponde a la verdad, aunque, si tú conoces lo que vengo escribiendo y diciendo desde hace muchos años (y no solamente aquí en este blog), entonces te darás cuenta de que no tengo problemas para criticar al Papa cuando esto es legítimo, constructivo y beneficioso para el propio Papa.

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  2. Estimado Filemón,
    en relación a tus consideraciones sobre la carta escrita por esta niña de siete años que pregunta al Papa: "¿por quién ha sido creado Dios?", para intentar responder a esta pregunta, me he dejado guiar por el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, quien, al abordar la cuestión de la existencia de un Dios creador, derivada del dato bíblico, descarta en primer lugar la hipótesis que afirma que la existencia del mundo no depende del acto creador de un Dios. Para Tomás, el hecho de que el mundo pueda ser "auto-suficiente" y existir sin la intervención de Dios, es decir, sin ser creado por Él y mantenido en su existencia en todo momento, es un "abominable error", no sólo para la teología sino también para la filosofía, porque todo lo que existe es causado por Aquel a quien llamamos Dios, que posee el ser en grado sumo.
    Leemos en "De ente et essentia": "Dado que lo que existe en virtud de otros implica una referencia a lo que existe de por sí mismo como a la causa primera, es necesario que exista algo que, en cuanto existe de por sí, sea causa de la existencia de todo, y a la inversa, al retroceder de causa en causa se terminaría procediendo al infinito".
    Dios no ha sido creado por nadie, no existe acto creativo que haya puesto en existencia a Dios, precisamente porque al tratar de responder a esta pregunta se procedería ad infinitum, por lo que la respuesta es simple: "¡Nadie ha creado a Dios!". Dios es eterno y siempre ha existido. Cuando decimos que todo efecto tiene una causa, nos referimos al universo físico, a la creación. Pero Dios es puro Espíritu, su reino está fuera de lo físico por lo tanto no está sujeto a las leyes de la física. Lo finito no puede contener lo Infinito. Dios mismo es su propio ser subsistente, Dios es infinito y perfecto. Para responder quién creó a Dios, de alguna manera debemos conocer su esencia. Yo sé y conozco cómo he nacido y quién me ha concebido, conozco mi esencia de ser humano, pero para Dios no es así y como nos recuerda Santo Tomás:
    "Ahora bien, ningún intelecto creado puede llegar a ese grado perfecto de conocimiento de la esencia divina según el cual es cognoscible. Y se lo ve de este modo. Toda cosa es cognoscible en la medida en que es ente en acto. Dios, por lo tanto, cuyo ser, como ya se ha demostrado [q.7, a.1], es infinito, es infinitamente cognoscible. Pero ningún intelecto creado puede conocer a Dios infinitamente. En efecto, un intelecto creado conoce más o menos perfectamente la esencia divina según esté imbuido de una mayor o menor luz de gloria. Luego, como la luz de gloria recibida en cualquier intelecto creado no puede ser infinita, es imposible que una inteligencia creada conozca a Dios infinitamente. Luego es imposible que comprenda a Dios" (S.Th., I, q.12, a.7, ad 2).
    En consecuencia, no tiene sentido plantearse la pregunta "¿Quién creó a Dios?", porque el hombre, ser humano, es un ser creado y finito que no puede reducir a Dios, ser subsistente y necesario, al mismo nivel que un ser creado.

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    1. Estimado Berengario,
      creo que Maddalena sabe muy bien que ella ha sido creada por Dios, ya que utiliza el concepto de creación, que significa producir de la nada.
      Por lo tanto, tu referencia a santo Tomás, el cual nos dice que si un ente no existe por sí, existe derivado de otro o fundado sobre otro, es ajena a nuestra discusión.
      No es éste el problema de Maddalena. El problema es el concepto de Dios, que en la mente de Maddalena es evidentemente un poco defectuoso, porque ella imagina un Dios similar a la criatura. Sólo ante a la criatura nos preguntamos quién la ha creado, no ante el Creador o, para usar el lenguaje de santo Tomás, es sólo frente al ente que deriva de otro que nos preguntamos quién es este otro del que deriva ese ente.
      Cuando conocemos a este otro, no buscamos otro del cual derive, porque el otro, que hemos encontrado, se explica por sí mismo, es decir, no existe por otro, sino que existe por sí. Y este es Dios.
      El discurso de santo Tomás sobre la esencia tampoco es pertinente para nuestra discusión porque, como he dicho, Maddalena sabe que Dios existe. Por tanto, es inútil aquí hacer referencia a la imposibilidad de un retroceso de las causas al infinito.
      No sabemos cómo Maddalena haya llegado a saber que Dios existe.
      Pero ahora esto no nos interesa. El problema de Maddalena, como he dicho, no es si Dios existe o no existe, sino cuál es la naturaleza de Dios.
      El problema del proceso al infinito no concierne a la esencia de Dios, sino a la existencia. Como ya he dicho, Maddalena ya sabe que Dios existe. Su problema es quién es Dios.
      Es cierto que s puede saber que Dios no ha sido creado partiendo del saber que Dios existe. Cierto. Sin embargo, para poder saber que no ha sido creado, es necesario de alguna manera saber quién es Dios.
      Por eso he respondido a Maddalena, que ella debe reflexionar sobre quién es Dios, y le he dicho que Dios es el Creador y no es una creatura. Creo que, en el fondo, la respuesta está toda aquí, es decir, la distinción entre la creatura y el Creador.
      Y es que la creatura es creada y que el Creador es el creador, y por tanto no es creado por ningún otro.
      Por lo tanto debemos distinguir estos dos conceptos y no reducir el Creador a la creatura, porque en este caso se pierde de vista a Dios y se cae o en el panteísmo (es decir, la creatura es Dios), o bien en el ateísmo (es decir, Dios es la creatura).
      Cuando decimos que todo efecto tiene una causa, no nos referimos sólo al nivel físico, sino también al nivel espiritual: incluso nuestras almas y los ángeles son creados.
      Debemos distinguir dos modos de conocer la esencia de Dios. Un modo es accesible a nuestra razón desde esta vida, y otro modo en cambio es sólo posible en el paraíso del cielo en la visión beatífica.
      Es claro que, siendo la esencia de Dios infinita, mientras que la capacidad de nuestro intelecto es finita, ni siquiera en el cielo podremos conocer a Dios tanto como es conocible, porque tendríamos que conocerlo infinitamente, lo cual sólo es posible a su intelecto, que es infinito.
      Sin embargo, de ahora en adelante podemos y debemos dar alguna definición de la naturaleza o esencia de Dios, aunque sea de manera muy imperfecta. Si no fuera así, sería imposible hablar de Dios y la palabra Dios no tendría sentido, porque sólo podemos hablar de aquellas cosas de las cuales podemos dar una definición sobre la cual venimos a encontrarnos de acuerdo y nos entendemos.

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  3. Estimado Filemón,
    refiriéndome a Santo Tomás, en mi reflexión, intentaba precisamente, como me escribes, afirmar que con nuestro intelecto podemos dar alguna definición de Dios como causa primera de todo, como ser necesario y subsistente, ser infinito y perfecto. Nuestra razón, puede llegar hasta aquí, y por eso somos capaces de hablar así de Dios. Como diciendo sé que Dios existe pero no lo puedo conocer completamente aquí en la tierra, sino, como dices, solo en la visión beatífica, como nos recuerda la Biblia que Dios "habita en una luz inaccesible, que nadie jamás ha visto ni puede ver" (1 Tim 6,16), pero cuando Dios se nos revele en el cielo lo veremos cara a cara (1 Cor 13,12). "Y tal como él es" (1 Jn 3,2). No sólo eso, porque gracias a la revelación de Nuestro Señor Jesucristo él nos revela el rostro de Dios como Padre que ama hasta el punto de entregar a su propio Hijo para la salvación de la humanidad. Todo ello contenido en la fórmula del Credo cuando recitamos: "Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible".

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    1. Estimado Berengario,
      no puedo sino estar de acuerdo con tus observaciones referentes al conocimiento de la naturaleza divina, no sólo en esta tierra, sino sobre todo en el cielo.
      Agrego ahora algunas consideraciones acerca de la cuestión del proceso al infinito, en el retroceder de las causas, de lo cual hablas en tu comentario anterior.
      Cuando la razón descubre un efecto, es decir un ente causado, se interroga sobre cuál es su causa y procede a la determinación de la causa, en la cual la razón se detiene satisfecha por haber cumplido su camino. Pero si esta causa es a su vez un efecto y, por tanto, es causada, esta no explica suficientemente el efecto, no satisface a la razón, la cual no está saciada, todavía tiene hambre. Y por eso retoma el camino para encontrar la causa de la causa. Pero si esta es todavía un efecto, es decir, es causada, la razón no está satisfecha, es decir, no se detiene, no está saciada hasta que encuentra una causa que sea sólo causa, una causa absoluta y suficiente, y que no sea también efecto. Esta es la causa primera que llamamos Dios, la cual no existe porque es causada, sino que existe por sí en virtud de sí misma.
      El camino de la razón para pasar del efecto a la causa se asemeja al acto con el cual escalamos una unidad a partir de un número dado, por ejemplo 35. ¿Qué hacemos? Poco a poco vamos quitando una unidad: 34, 33, 32... hasta llegar al 1, por debajo del cual, manteniéndonos en el campo de los números, no podemos descender. Este número es el primero, del cual derivan todos los demás, mientras que él existe por sí mismo y también podría existir solo, mientras que todos los demás existen porque él está ahí. Pues bien, el uno representa la causa primera, Dios.
      Sin embargo, existe efectivamente un retroceso de las causas en las cuales, en línea de principio, la razón no se detiene nunca, sino que ella esta así satisfecha y progresa indefinidamente en el saber. Este es el campo del saber físico: Francisco es generado por Pablo, Pablo es generado por José, José por Juan. De hecho llegamos a Adán y Eva, pero de por sí también Adán y Eva podrían haber sido generados por otros sujetos humanos y así hasta el infinito, porque aquí no se trata de explicar la existencia, sino la generación o el devenir del sujeto en el tiempo. De hecho, aquí el efecto, es decir, el hijo, se mantiene en el existir, aunque la causa, el padre, ya no influye en él porque está muerto. El problema de la causa primera se refiere más bien a la existencia, o sea a la creación del efecto. Por lo tanto, es necesario que la causa sea existente.
      Por esto la causa suficiente debe ser una causa en acto de ser, actualmente causante del ser de la creatura. Y aquí la razón debe detenerse porque para poder causar el ser, esta causa debe ser el ser en sí, el ser subsistente, el ser absoluto e infinito, el ser eterno, Dios, un ser que evidentemente no ha recibido el ser, es decir, no ha sido creado, sino que lo crea, participando en diversos grados su propio ser a las creaturas.
      La causa primera, Dios, se puede descubrir con una retrocesión finita sirviéndose también de la psicología: lo escrito es efecto del lenguaje, el lenguaje es efecto de los conceptos, los conceptos son efecto del pensamiento, el pensamiento es efecto del intelecto, el intelecto está originado en el alma, el alma es creada por Dios.

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    2. Gracias, Filemón, por tus reflexiones, claras y profundas.

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  4. Si la energía que hemos llamado "Dios" no tiene un inicio ni tiene un fin, entonces no existe otra energía por fuera de "Dios". Por tanto, el universo, el mundo, las personas, el Papa y la niña de la cartita, son "Dios" en una nueva dimensión inconsciente que no recuerda su verdadera identidad... El hecho de que sintamos dentro de nosotros mismos la necesidad de conocer quiénes somos, puede ser comparado a un hombre que pierde la memoria e intentará recordar poco a poco su verdadera identidad.
    P.R.

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    1. Estimado P.R.,
      si nosotros concebimos a Dios como ente que no tiene ni inicio ni fin, esto no es otra cosa que la eternidad divina.
      Ahora bien, de esto no se sigue en absoluto que no haya nada fuera de Dios, porque de hecho existe el mundo, que existe fuera de Dios.
      Lo que más bien se podría decir, dado que Dios es el ente perfectísimo, que contiene en sí todas las perfecciones, por lo cual podría perfectamente existir solo. Por otra parte, lo que se puede decir es que no es necesario para Dios que exista algo fuera de él, lo que es como decir que él crea el mundo libremente.
      Usted hace una transición o pasaje indebido desde la eternidad de Dios a negar que exista un mundo fuera de Dios, creado de la nada. El discurso correcto que, en cambio, hay que hacer es que, dado que existe el mundo, y el mundo no puede existir por sí, porque es causado, es necesario plantear la existencia de Dios como causa creadora del mundo, causa, la cual, siendo totalmente causa, no requiere que sea causada.
      De ahí que el hecho de preguntarse quién ha creado a Dios sea una pregunta que no tiene sentido, porque ella presupone que no sabemos quién es Dios.
      El hecho entonces de que "sintamos dentro de nosotros mismos la necesidad de conocer quiénes somos", como usted dice, atestigua en mí la actividad de la razón, la cual, consttado el efecto, en este caso mi propia existencia, se pregunta el por qué de mi existencia, en cuanto yo me descubro causado y por eso me pregunto quién me ha causado.
      Si las cosas son sólo manifestaciones o un aparecer de Dios, las cosas no tienen una consistencia fuera de mi conocimiento, sino que son sólo fases iniciales de mi autoconciencia, como conciencia absoluta, es decir, como Dios.
      Esto supone el principio según el cual el pensamiento es el ser, principio profundamente erróneo, porque en mí el pensamiento es distinto del ser, y es idéntico sólo en Dios. Pero yo no soy Dios, por lo cual en mí el pensar es distinto del ser.

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    2. Padre Filemón,
      quiero felicitarlo por la claridad y la profundidad de su exposición. En la respuesta a la niña de Brescia me llamó la atención no tanto la respuesta en sí, donde se sostiene que Dios, en cuanto Creador y no creatura, no puede ser creado, sino más bien la última parte, donde usted cita el pasaje de Kant, que en mi ignorancia no conocía. Es un pasaje esclarecedor, sobre todo a la luz de la explicación que usted da: la razón especulativa puede sin más hacer desaparecer la idea de Dios (mediante la pregunta sobre quién lo ha creado, por ejemplo), pero permanece irremediablemente incompleta y confinada a un inmanente que no puede satisfacerla. El hombre es el único ser dotado de razón y la razón tiene necesidad de Dios, en el sentido de que son precisamente los procesos racionales (aquellos mediante los cuales, por ejemplo, se pasa de un efecto a una causa...) los que tienen necesidad (de la idea de Dios). Cualquier intento de deshacerse de ella, ocultando esta idea la debilita irremediablemente (me refiero a la razón, como demuestra el razonamiento de Kant). La idea de Dios es, por tanto, racional. Sin embargo, el intento de deshacerse de ella es completamente irracional. Gracias Padre, necesitaríamos una verdadera y propia revolución cultural, que volviera a poner en primer plano este tipo de argumentaciones filosóficas. Es una revolución que, sin embargo, debería partir ante todo de la Iglesia y de sus hombres.
      P.R.

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    3. Estimado P.R.,
      el discurso de Kant sobre "el abismo de la razón" nos hace comprender cómo él también era consciente de que nuestra razón, privada de ese sostén que nos viene de Dios, es como si se procipitara en un báratro.
      Sin embargo, lo triste de Kant es que estas dramáticas páginas, en las que Kant arroja luz sobre su conciencia de cristiano, quedan aisladas en el conjunto de la Crítica, la cual, como es sabido, pretende más bien fundar la razón sobre sí misma, por lo cual, para Kant, Dios es sólo la idea suprema de la razón especulativa y ese famoso postulado de la razón práctica, que no tiene ninguna intención de dar fundamento a la razón, sino que es siempre un acto de la razón, que pretende fundarse sobre sí misma.

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