viernes, 27 de octubre de 2023

Carta a un Obispo: las tareas del teólogo hoy (1/2)

Muy lejos ya de aquellas bromas acerca de la "isla de reclusión" a la que debieran ser trasladados los teólogos, el papa Francisco, en estos últimos años, ha ofrecido enseñanzas iluminadoras y ha impartido importantes directivas acerca de lo que debe ser la labor teológica en la Iglesia (una de sus últimas expresiones ha sido su carta personal en ocasión del nombramiento del nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe). La ocasión de un intercambio epistolar con un Obispo, me permite hablar de las tareas hodiernas del teólogo. [En la imagen: fragmento de "Triunfo de Santo Tomás de Aquino", obra de Lippo Memmi, de alrededor de 1340, témpera sobre panel, conservada y expuesta en la iglesia de Santa Caterina d'Alessandria, Pisa, Italia].

----------Creo hacer algo grato para los lectores de este blog, publicando este artículo (que ofrezco en dos partes), para informarles de una correspondencia que he tenido con un Obispo que, aún en medio de su oficio de pastor, también cumple importante tarea de colaboración en campo teológico para la Santa Sede. Me ha enviado una larga carta, en la cual expone sus pensamientos acerca de su concepción de la teología y su método, así como cuáles él considera que son las tareas del teólogo hoy.
----------Dada la delicadeza de la materia considerada, el lector comprenderá y me excusará si dejo al remitente de dicha carta en el anonimato, por respeto a su persona. No he querido hacer una de las habituales "cartas abiertas", que a menudo ofenden la susceptibilidad del destinatario con problemáticos resultados en las relaciones con el interlocutor. Por eso no quiero que este pueda ser el caso de mi relación con este autorizado teólogo, con quien tengo mucho deseo de continuar el diálogo iniciado.
----------Además, considero útil publicar mi respuesta, porque la materia de nuestro diálogo es muy interesante, por lo cual creo que, en suma, lo que en mi carta de respuesta digo, pueda servir más a los lectores que a quien me ha escrito, el cual, siendo un teólogo estimado por el Papa, probablemente ya sabe lo que le digo y que simplemente él, en su carta, lo ha expresado en términos diferentes a como yo me expreso.
----------La carta de mi interlocutor se desarrolla en ocho puntos. No informo el texto íntegro, sino que hago sólo referencias a él, punto por punto, y solamente de aquellas de sus tesis que mayormente he considerado tener que tomar en consideración. He aquí, etonces, mi respuesta.
----------Con referencia a los números 1 y 2 de su carta, no puedo menos que concordar con Su Excelencia cuando señala con preocupación el éxito actual del cientificismo y el desprecio generalizado por el cual la cultura popular dominante en los medios de comunicación ignora la teología o la considera como un discurso vacío o un inútil vagar entre las nubes o una absoluta pérdida de tiempo.
----------Llevo sesenta años cultivando la teología tomista y mi impresión es que hoy por hoy la teología en su mayor parte ya no se encuentra en ese desdeñoso y estéril aislamiento elitista de restringidos círculos esotéricos que giran sobre sí mismos con extrañas terminologías accesibles sólo a ellos.
----------La renovación de la teología impulsada por el Concilio Vaticano II en estos cincuenta años ha impulsado eficazmente a los teólogos a promover la teología entre los laicos y a saber expresar en términos y conceptos simples y populares la sutil conceptualización y la refinada terminología teológica, hasta el punto de que hoy parece haber muchos que, sin títulos académicos, pero, imbuidos de esta teología popularizada, consideran que pueden enfrentarse a los teólogos académicos y actuar como sus maestros.
----------También la actual excesiva preocupación de los teólogos por distinguir la teología, en cuanto ciencia, de las otras ciencias, me parece más bien un defecto de hace cincuenta años. La insistencia con la que se viene luchando desde hace ya cinco décadas sobre la necesidad de la interdisciplinariedad y de la colaboración recíproca ha producido ciertamente buenos frutos, pero me parece que hoy se ha caído en el exceso opuesto, que es el de confundir la teología con la historia, con la literatura, con la mitología, la anécdota, la poesía, la mística (la así llamada teología "narrativa") a la manera de Martín Heidegger, por ejemplo, o bien, a la inversa, en el defecto de transformar la teología a la manera de Severino o de Husserl o de Hegel, en una especie de gnosis o de ciencia absoluta, o de idealismo panteísta, como ha señalado el papa Francisco en Gaudete et exsultate. Se han olvidado los "grados del saber" de maritainiana memoria.
----------Respecto al n.3, donde S.E. cita el llamamiento del Papa a "un radical cambio de paradigma" y a "una valiente revolución cultural", yo diría que evidentemente no se trata de revoluciones de tipo cartesiano, ni hegeliano, ni modernista, sino que no es otra cosa que un llamamiento a la metánoia paulina, metánoia que anima todo el estilo de la reforma conciliar y que es esa actitud espiritual de fondo, que debe animar cotidianamente al cristiano para obrar una "revolución permanente", para expresarnos con una famosa fórmula maoísta, pero naturalmente con un significado completamente diferente.
----------Por lo tanto, me permito entones disentir de S.E. cuando, siempre manteniéndonos en el punto 3, auspicia un "enfoque de la investigación teológica -y por tanto del saber teológico- no ya sobre la base de un método deductivo, sino más bien sobre la base de un método inductivo".
----------Le recuerdo que la deducción es tan necesaria para el razonamiento teológico, como lo es la inducción y de hecho lo es más aún, porque la inducción parte del dato sensible para elevarse al nivel del espíritu, pero con la necesidad de periódicos retornos a la experiencia para controlar la verdad del resultado alcanzado. Por ejemplo, de la experiencia podemos recabar una determinada constatación relativa al comportamiento de un hombre en un determinado tiempo. ¿Pero, quién nos puede asegurar que él ha mantenido ese comportamiento un cierto tiempo después, si no se hace un monitoreo mediante verificación experimental?
----------Pero existen procedimientos inductivos, que no exigen ulteriores verificaciones experimentales, porque la conclusión alcanza un plano de la existencia que no está sujeto a cambios. Por ejemplo, una vez que la teología ha demostrado la existencia de Dios partiendo de la experiencia, no es que posteriormente sean necesarias ulteriores verificaciones empíricas para controlar y comprobar si Dios todavía existe o ha cambiado de esencia.
----------Luego, por cuanto respecta a la deducción, ella parte de verdades ya conocidas y absolutamente ciertas o evidentes y por tanto se mantiene en un plano epistémico para el cual no se pasa de experiencia a concepto, sino de concepto a concepto según necesidades lógicas y un proceso explicativo, de modo que el saber aumenta sin necesidad de recurrir a verificaciones empíricas.
----------Una vez, por ejemplo, después de haber partido de la experiencia, sabemos que el hombre tiene un alma espiritual, del hecho de que sea espiritual deducimos que es inmortal y dado que es inmortal sobrevive al cuerpo, y como sobrevive al cuerpo, vive separada del cuerpo y así sucesivamente.
----------En cuanto al punto 4, el hecho de que, como S.E. dice, "la teología proceda a partir de una axiomática general deducida del horizonte metafísico o incluso de la revelación divina", y el hecho de que "tome el movimiento de la historia común de los hombres", son hechos que no se excluyen en absoluto recíprocamente, sino que están y deben estar juntos y reclamarse lo uno a lo otro porque lo uno no puede prescindir de lo otro, so pena de la destrucción del teologar como acto del pensamiento.
----------En efecto, una cosa es el proceder partiendo desde la experiencia y otra cosa es el proceder a partir de la razón. Estos dos procedimientos en el hombre deben ir juntos, porque con la sola experiencia tenemos sólo el conocimiento animal; con la sola axiomática tenemos solamente al ángel. Ahora bien, como es sabido, el hombre es un animal racional y por tanto su conocer es a un tiempo sensible y espiritual.
----------Luego, por cuanto respecta a la revelación divina, si no se juzga la realidad a la luz de la fe en la divina revelación, ¿entonces dónde va a terminar el cristianismo? ¿Y qué pasa entonces con el intellectus fidei? Si no existe la sabiduría, existe la estulticia, la necedad. No existe término medio. Está claro que nuestro saber toma movimiento o parte de la historia de los hombres. Pero ¿en base a qué criterio se juzga la historia de los hombres, fundamentados en qué, partiendo teóricamente de dónde, si no desde la luz de la razón y desde la fe? ¿Y dónde encuentra la razón sus raíces sino en la metafísica?
----------¿Por qué motivo el papa Francisco ha vuelto recientemente a recomendar a santo Tomás de Aquino como Doctor communis Ecclesiae, si no porque Tomás se ha servido de la metafísica para interpretar la Palabra de Dios, como lo han repetido los Papas durante ocho siglos desde la muerte del Aquinate?
----------Respecto al punto 5, acerca de la propuesta de S.E. de una contextualización de la teología, no puedo más que encontrarme de acuerdo. Es claro que el teólogo estudia, piensa y trabaja en un determinado contexto histórico, geográfico, eclesial, ambiental, social, cultural, religioso, económico y político.
----------Todo esto le sugiere al teólogo y a veces le impone, ya sea por deber de su propio oficio o por petición de sus Superiores o por su personal sensibilidad o por íntima inspiración, a ocuparse de determinados temas o problemas particulares, que es claro que suscitan en él determinados intereses, lo estimulan hacia determinadas investigaciones, lo empujan a responder a ciertas preguntas, a emprender ciertas batallas, a ponerse a reparo de ciertos peligros, a defenderse de ciertos ataques, a corregirse de ciertos errores, a modificar algunas de sus opiniones, a afrontar ciertos desafíos, a satisfacer ciertas necesidades o necesidades que encuentra en sus contactos con la gente o que le vienen manifestadas por la gente.
----------El teólogo tiene el deber de estar disponible y accesible, debe estar, en su modo de hacer y de hablar, cercano a la gente, "a mano", como se suele decir; porque si en cambio él, con tono altivo, da la apariencia no de cumplir con su simple deber o de desarrollar un servicio, sino de conceder una gracia especial; es decir, si, como suele decirse, lo hace "caer desde arriba", entonces intimida, pone en sujeción al interlocutor, usa un tono oracular o una jerga incomprensible, si exige demasiado a la inteligencia del interlocutor, si se deja interpelar sólo por devotos o admiradores que estén a la altura de su genio, o que hablen su lenguaje "trascendental" o "fenomenológico" o "existencial", está claro que falta a su deber de teólogo, porque la teología, como dicen los Dominicos, es no sólo un contemplari, sino también un contemplata aliis tradere.
----------No se es verdadero teólogo si no se es también pastor. En esto, Excelencia, estoy perfectamente de acuerdo con su carta, y mi experiencia de cuarenta años como profesor de metafísica y de teología, me dice que el teólogo aprende también mientras enseña y mientras aprende comprende cómo debe enseñar. El teólogo comunica mientras escucha y escucha mientras comunica. En tal sentido, la pastoral y la teología se entrelazan efectivamente de modo indisoluble entre sí con recíproco beneficio.
----------Por lo demás, estoy perfectamente de acuerdo con su carta, sobre la necesidad de hecho y de derecho de la contextualización del teologar. Entre el teólogo y su contexto de trabajo existe y debe existir una interacción o un intercambio: el teólogo actúa sobre su contexto y el contexto actúa sobre él.
----------Nadie le impide tomar la iniciativa en el tratar temas en los cuales nadie piensa o en el proponer tesis teológicas avanzadas o en el recuperar o revisitar temas teológicos olvidados o descuidados, que él considere útiles para el prójimo y, por otra parte, es importante que él sepa discernir las necesidades de su tiempo y las perspectivas de éxito que su tiempo le ofrece. Si el teólogo comparte el dicho de Horacio "odi profanum vulnus et arceo", y permanece encerrado en su torre de marfil, en espléndido aislamiento, condena a muerte su teología y manda su alma a la condenación, porque carece de caridad y de misericordia.
----------Por otra parte, sin embargo, el teólogo no debe convertirse en esclavo del contexto -ése es el peligro hoy-; ciertamente debe conocerlo bien, pero luego debe saberlo dominar y juzgar a la luz de la Escritura, de la Tradición y de la doctrina de la Iglesia. También debe escuchar "lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2,17), es decir, las voces proféticas que hoy el Espíritu Santo suscita entre el pueblo y en el pueblo de Dios. Esto, se podría decir, es El aspecto sinodal del teologar: el teologar juntos.
----------Ahora bien, la verdad que el teólogo debe enseñar, no se aprende, sin embargo, del mero contexto, sino de la escucha de aquellas fuentes que he mencionado, los llamados "lugares teológicos" (y por esto, el Denzinger, independientemente de lo que los modernistas puedan decir de él con burla y arrogancia, siempre sigue siendo un instrumento-base indispensable para la edificación de una teología que evite la herejía, y lo mismo dígase del Catecismo de la Iglesia Católica, que le da al teólogo la medida y el criterio del ser católico). Y sin embargo, es cierto ni siquiera se puede creer que el teólogo, como alguna vez se pensó, pueda ser tan independiente del contexto, como para elaborar por su propia cuenta una teología estratosférica capaz de salir y evadirse de su propio contexto, bajo el pretexto de la universalidad del pensar teológico supratemporal. Aquí tendríamos la abstracción en el peor sentido de la palabra.
----------Si la abstracción científica contextualizada es de suma utilidad, a la inversa, la abstracción privada de contexto es del todo inútil. Asimismo, también se tiene una abstracción -los llamados "discursos en el aire"- que no sólo es inútil sino dañosa en moral, cuando se cree que sea suficiente el principio moral en su naturaleza abstracta o la ley en su propia universalidad, para dirigir hic et nunc la acción concreta, olvidando que si el precepto moral, mediado por factores intermedios, no es hecho descender, con la debida prudencia y cuidadoso discernimiento en lo concreto de la realidad, el agente moral queda privado de impulso por la falta del último juicio-mandato práctico inmediatamente operativo: "¡haz esto!".
----------Por tanto, si la abstracción es el necesario oxígeno en el cual respira el pensamiento teorético, para no extinguirse en lo imaginario, así la concreción de la situación histórica y espacial es el horizonte de realidad en el cual se ejerce la acción, si se quiere pasar de las palabras a los hechos.

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