Una reflexión teológica centrada en la adquisición y el desarrollo de la virtud de la castidad, con particular referencia a la castidad conyugal como inicial realización terrena de la unión varón-mujer en la resurrección. Por consiguiente, nuestra mirada debe estar particularmente enfocada en la formación de los jóvenes. Reúno aquí cinco breves notas publicadas algunos años atrás, pero que aquí unifico y reelaboro. [En la imagen: fragmento del "Joaquín y Ana se encuentran ante la Puerta Dorada", miniatura de autor anónimo en el Menologion del emperador Basilio II, hacia 980, de autor anónimo, conservado en la Biblioteca Vaticana de Roma. Imagen según G.Schiller, Iconography of Christian Art, volumen 4.2, Gütersloh 1980, página 308, fig.503].
Un tema poco tratado
----------Ciertamente, el que en este artículo voy a tratar, creo que es un tema muy poco considerado. Reflexionar teológicamente y moralmente de la castidad de los esposos ancianos es cosa bastante insólita y puede parecer una cuestión inútil, porque se supone que ya no sea un problema para ellos, dado que, al menos así se cree, los sofocones juveniles han pasado, y su vitalidad sexual estaría casi extinguida. Hablo de esposos "ancianos" en el sentido de matrimonio "adulto mayor", o de la "tercera edad", como hoy suele decirse.
----------En particular, en la actual visión mundanizada y secularizada de la vida, no parece qué interés pueda tener la formación de jóvenes en la castidad, que se encuentran en una situación psicológica muy diferente a la de las parejas ancianas o mayores. Y sin embargo la tiene. Algunos incluso ven con repugnancia o compasión las relaciones sexuales entre ancianos, como si fuera algo repugnante, antinatural y quizás ridículo. Pero se trata de un mal prejuicio que en este ensayo quisiera disipar.
----------De hecho, creo que puedo demostrar que el status sexual de los ancianos es de sumo interés para los jóvenes por los motivos que mencionaré. La impresión que podemos tener, que hablar de ancianos (o, como dije, adultos mayores, o personas de la tercera edad) no sirva para la formación de los jóvenes en la castidad, puede venir dada por el hecho de que estamos habituados a una concepción meramente generativa de la actividad sexual y desatentos a su función unitiva, precursora de la unión escatológica.
----------En primer lugar, despejemos el terreno de un posible equívoco: debería ser claro, a partir de la referencia que he hecho a la pareja anciana en relación a la futura resurrección, que, hablando de un sexo no generativo, no intento en absoluto referirme aquí a las uniones extramaritales o a las uniones prematrimoniales, cumplidas para expresar el amor excluyendo un eventual nacimiento con el uso de métodos anticonceptivos o hasta al punto incluso de recurrir al aborto, simplemente para evitar un parto no deseado. El anciano, sin embargo, habiendo cesado en su actividad generativa, no conoce estos problemas.
----------Mi reflexión, en cambio, está estrechamente relacionada con aquello que concierne a la adquisición de las virtudes en la presente condición de naturaleza caída, pero también redimida; por lo cual el cristiano "entra voluntariamente por la puerta estrecha" (Mt 7,13), sabiendo que después del pecado original es más fácil hacer el mal que el bien. Se necesitan luchas, renuncias, sufrimientos y sacrificios.
----------Si en el Edén original existía una plena comunión y reciprocidad entre hombre y mujer, ambos en pie de igualdad, con el pecado sin embargo, los dos miembros de la pareja entraron en conflicto entre sí: pues el varón comenzó a oprimir a la mujer, y la mujer comenzó a hacerse seductora del varón. Si antes la convivencia entre ellos no constituía un problema, ahora en cambio se hace necesaria una cierta separación preventiva del uno frente a la otra. Si antes el sexo estaba naturalmente sujeto al espíritu, ahora domina sobre el espíritu. Lo que debe estar arriba, o sea el espíritu, debe ahora volver a ser elevado sin ser convertido en absoluto; y lo que debe estar abajo, el sexo, debe ser vuelto a lo bajo sin ser despreciado.
----------De tal modo, la adquisición de las virtudes es un proceso gradual, accidentado, pero prometedor, esperanzador, que dura toda la vida, fundado sobre las inclinaciones prácticas naturales del hombre, orientado a la satisfacción de sus necesidades físicas y espirituales, promovido con tenacidad por la voluntad, involucrando una ardua y metódica disciplina y requiriendo un largo ejercicio sostenido por la gracia, por medio de la cual el sujeto humano, permaneciendo en la fragilidad y pecaminosidad propias de la vida terrena presente, se va progresivamente liberando, para encontrar cada vez más la perfección originaria del estado edénico y, aún más, para anticipar la felicidad del estado de la futura resurrección gloriosa.
----------La intención de la presente reflexión teológica, es incluir en este cuadro general la exposición de la adquisición y del desarrollo de la virtud de la castidad con particular referencia a la castidad conyugal como inicial realización terrena de la unión varón-mujer en la resurrección. Por consiguiente, mi mirada está particularmente enfocada no en los ancianos, sino en la formación de los jóvenes.
----------Entiendo por castidad en general aquella virtud moral, que es una especificación de la templanza, que modera en general las pasiones, por la cual la voluntad regula según recta razón los movimientos del apetito sexual, sea bien en modo tal de hacerle alcanzar su fin unitivo y procreador en el matrimonio, o bien para frenarlo del todo por motivos ascéticos o religiosos.
----------El acto sexual, según el designio divino originario, es uno de aquellos actos vitales, cuyo cumplimiento entra en la felicidad del hombre, donde se dice: "el varón se unirá a su mujer" (Gn 2,24). De hecho, la felicidad del hombre está en el amor y ningún acto o vínculo de amor es humanamente tan gratificante como la unión entre el varón y la mujer. Por lo demás, todos los actos vitales, físicos y espirituales, cuando son cumplidos y es alcanzado su bien, producen alegría y placer. Las potencias vitales físicas y espirituales, de hecho, están hechas para ser actuadas; si no es así, el sujeto se siente frustrado, insatisfecho e infeliz.
La virginidad de María Santísima
----------Podríamos preguntarnos, entonces, qué sentido tiene la virginidad consagrada. ¿Cómo puede ser establecida como modelo de perfección y qué felicidad puede dar? Se trata de una felicidad espiritual o religiosa, que surge del hecho de que la abstinencia sexual, por ejemplo en el voto de castidad, en el estado presente y pasajero de naturaleza caída, donde la carne es sorda o rebelde al espíritu y el espíritu violenta o aplasta la carne, es el precio a pagar por las experiencias espirituales más elevadas y fecundas de obras, como es testimoniado por las vidas de los Santos, y nosotros mismos podemos tener experiencia.
----------Sin embargo, es necesario tener en cuenta y prestar atención al hecho de que, cuando se trata de la virginidad de Nuestra Señora, a veces se la presenta como un estado de integridad, de incontaminación, de pureza; se alaba a María por haber permanecido "intacta" e "inviolada", como si la unión sexual implicara una pérdida de integridad, una contaminación, una impureza o una violación.
----------Dado que por otra parte el sentido del tacto es necesario para la unión sexual, porque el amor se expresa en la unión de los cuerpos, parecería que debería ser una alabanza de María el hecho de no haber sido tocada sexualmente por el varón; cosa que ella precisamente expresa con las palabras "no conozco varón". De hecho, el contacto sexual es uno de los medios para el íntimo conocimiento físico recíproco entre varón y mujer y entra en la ley general de que el conocimiento humano tiene origen en el ejercicio de los sentidos. Este contacto, con el acto consiguiente de la potencia sexual, expresa el amor y excita el amor.
----------Ahora bien, con toda certeza hay que decir que si se entendieran en tal sentido las mencionadas alabanzas tributadas a la Santísima Virgen María, eso significaría no haber comprendido absolutamente nada ni de su virginidad, ni más profundamente, del significado sublime, excelso, de su santidad, precisamente en relación al amor entre varón y mujer con particular referencia al matrimonio y a la familia.
----------De hecho, la virginidad de María Santísima, ante todo y sobre todo, no debe entenderse, como es comúnmente entendido entre nosotros, los pecadores, el voto de castidad, que es una medida de emergencia relativa al actual estado de naturaleza caída, por el simple hecho de que María, encontrándose en el estado de inocencia, de por sí no tenía en absoluto necesidad de ese expediente.
----------La virginidad de María, por tanto, tiene una justificación exclusivamente propia de Nuestra Señora, en cuanto, como Madre y Esposa de Dios, purísimo Espíritu asexuado, no era conveniente que ella concibiera y engendrara el Hijo de Dios, también Él virgen en cuanto Hijo de Dios, mediante una unión sexual.
----------La virginidad de Nuestra Señora, María Santísima, por lo tanto, no tiene nada que ver ni siquiera con la mínima desestima o desdén por la unión sexual conyugal, sino al contrario, con su intercesión, y esto los mismos esposos cristianos lo saben bien, María obtiene para ellos de Dios precisamente su felicidad sexual, que fructifica en la fundación de una familia y en la educación de los hijos.
La responsabilidad del anciano
----------Mi referencia a la pareja anciana o de la "tercera edad", intenta recordar a los jóvenes que la ancianidad, al menos así se supone para quienes han seguido los caminos del Señor desde la infancia, es la edad de la madurez moral, en la cual uno se regocija por la cosecha de los abundantes frutos del propio largo y fiel servicio al Señor; el carácter está templado por la superación de las pruebas sufridas, las convicciones de razón y de fe, morales y especulativas, largamente meditadas, profundizadas y fortalecidas, ya han alcanzado un alto grado de comprobada solidez y de serena certeza; las pasiones están en gran parte sujetas al dominio de la razón; la larga experiencia de las cosas, de los hombres y del mundo asegura un fino discernimiento y una consumada capacidad de juicio crítico, sapiencial, prudencial e imparcialmente objetivo.
----------El anciano ha aprendido a conocer a fondo el alma humana y los misterios de Dios; los horizontes del espíritu en la fidelidad de la propia relación con Dios se han ampliado extensamente; el espíritu está habituado al desapego de las cosas que pasan, al sufrimiento, a la renuncia y al sacrificio, a lo nuevo en la fidelidad a lo antiguo; está entrenado al progreso en la custodia de lo esencial imperecedero.
----------En cuanto a la juventud, es una edad estimable por la frescura de la belleza, de la salud y por el vigor de las fuerzas físicas y psíquicas. Está plena de potencialidad y de posibilidades. Ciertamente, el joven recibe de Dios talentos a veces importantes e innovadores, incluso proféticos para los mismos ancianos, los cuales por tanto deben tener la humildad de escucharlo y de aceptar el don de Dios, que luego les corresponderá a ellos desarrollar y hacer fructificar. Pero el joven aún es incierto en sus convicciones y en sus elecciones, cambiante e influenciable, voluble, inconstante, impulsivo, emocionable e irreflexivo, tiene las pasiones aún tumultuosas e indisciplinadas. Grandes entusiasmos y grandes desilusiones.
----------Pensemos aquí acerca del problema de la castidad. El apetito sexual, como sabemos, es muy fuerte en el joven. Le queda un largo camino por recorrer, que debe emprender con confianza en sí mismo, en Dios y en los formadores. Como ya decía san Agustín de Hipona: "aquí muchas son las derrotas y pocas las victorias". El joven no debe perder el ánimo, sino recomenzar siempre con renovada confianza.
----------El educador debe ser muy claro con él al indicarle la meta, los medios y el camino; pero también muy comprensivo, presentándole al mismo tiempo altos ideales, estimulándole la agudeza del intelecto y la fuerza de la voluntad y habituándolo a una fuerte confianza en Dios.
----------El anciano es el natural maestro, modelo, padre, amigo, estimulador, corrector, consolador, consejero y guía del joven, especialmente si este anciano es religioso, sacerdote u obispo. Así como es necesaria la ancianidad para el obispo, también es necesaria la ancianidad para la madurez en las virtudes, comprendida la castidad. Por esto no debemos temer afirmar que la verdadera edad para la práctica de la castidad en su sentido más noble que ahora voy a ilustrar, no es la juventud, sino que es la vejez.
----------Esto, naturalmente, no quita en absoluto que puedan existir ancianos solo en cuanto a la edad, pero no en cuanto a su sabiduría. Son aquellas personas que han alcanzado la ancianidad sin haber gastado bien su vida. Se han detenido, tal vez bajo los golpes de desgracias que no han podido olvidar. A menudo son amargos, entristecidos, ácidos, sombríos, escépticos, pesimistas, laudatores temporis acti. O bien se parecen a los lujuriosos ancianos de la casta Susana, que nos narra la Escritura.
----------Esta clase de ancianos, habiendo quizás gastado su juventud inútilmente en los vicios, no habiéndose mantenido castos hasta el momento del matrimonio, o tal vez habiendo traicionado a sus esposas, estos ancianos fracasados, no han sabido mantenerse jóvenes, así como el joven está abierto al porvenir, a lo nuevo, a la vida, a la esperanza; sino que son prisioneros del "hombre viejo" (Ef 4,22).
----------Son viejos tanto en el espíritu como en el cuerpo. Les encanta hacer ironía o sarcasmo sobre la castidad. Son duros o necios con las mujeres, que para ellos son o fueron meros instrumentos de placer. Ciertamente no pueden enseñar la castidad de la resurrección. Por supuesto que no son un ejemplo ni un estímulo para los jóvenes, sino sus corruptores y maestros de lujuria. Estos son ancianos para evitar.
El amor conyugal
----------Lo que distingue esencialmente la concepción cristiana de la castidad o de la continencia, de aquella continencia simplemente natural, que también se puede encontrar en Aristóteles [384-322 a.C], que toma en cuenta solo la vida presente, es el hecho de que la castidad cristiana abarca todo el desarrollo histórico antropológico objeto de la Revelación, que por lo tanto desde el Génesis pasa a la resurrección pasando de la vida presente signada por el pecado original y redimida por la sangre de Cristo.
----------Es evidente por el Génesis que Dios crea a la mujer para dar sentido y felicidad a la vida del varón. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gen 2,18). La relación hombre-mujer es el paradigma de toda la vida social. Está claro que cuando Aristóteles habla del hombre como un "animal político", está hablando de una sociedad formada por varones, donde la mujer está confinada y sujeta a la familia. No existe la idea bíblica -"una ayuda similar a él" (Gen 2,18)- de que la mujer pueda complementar al hombre en todos los campos, al nivel de igual dignidad.
----------Para captar el significado del plan divino bíblico en toda su amplitud, debemos ir más allá de la vida presente, donde sólo es válida la ley de la reproducción de la especie, o sea del matrimonio, y recurrir a la futura resurrección, donde tendrá plena y definitiva actuación y expansión la ley del amor, que es el motivo fundamental e ineliminable por el cual Dios ha creado al hombre y a la mujer: para que sean una sola carne.
----------Está claro que la forma más perfecta de esta unión es aquí abajo el amor conyugal. Aquí en la vida terrena, la genérica reciprocidad o complementariedad recíproca varón-mujer se configura y se concretiza como reciprocidad indisoluble y eterna entre este varón y esta mujer. Dios une a los dos para formar de ellos una sola cosa para siempre. He aquí el sacramento del matrimonio.
----------Esta unión, de hecho, aunque no de derecho, puede ser disoluble. Es decir, el hombre, contraviniendo a la voluntad divina, que ha unido a los esposos y quiere que ellos estén unidos, lamentablemente puede de hecho disolver o romper el vínculo matrimonial. Sería bueno entonces decir que el matrimonio no debe ser disoluble, y no que simpliciter es indisoluble. O bien se debería decir que es indisolvente.
----------De todos modos, aparte de esta cuestión simplemente terminológica, de secundaria importancia, el punto importante es la razón por la cual el matrimonio no debe ser disuelto. La razón es que Dios, cuando y cómo cree, hace que encontrar aquel determinado varón con aquella determinada mujer, en modo tal que ellos se den cuenta de que están hechos el uno para el otro con vistas al matrimonio. Esta correspondencia recíproca es, sí, física, pero ante todo espiritual, es decir, se trata de una conveniencia recíproca de dos almas, es decir, entre la esencia de la una y la esencia de la otra.
----------Ahora bien, dado que es Dios quien ha creado esta esencia, por esto la Sagrada Escritura dice que es Dios quien los une. Y como la esencia de un alma o de una persona es inmutable, por esto los dos, si quieren ser felices, deben corresponder a esta inclinación del uno hacia el otro, que Dios ha puesto en ellos, con el resultado de que, si son fieles a esta vocación divina, su amor dura por la eternidad.
----------La unión del amor conyugal se trata de una unión ante todo espiritual, que sin embargo tiende a expresarse en la unión sexual. La intimidad y la profundidad físico-espiritual que liga a varón y mujer en matrimonio supera a la de cualquier otra relación humana, y tiene por consiguiente un carácter de exclusividad, aunque los dos puedan tener otras amistades. La unión entre los esposos debe crecer y consolidarse día a día superando numerosas pruebas, que Dios permite precisamente para tal propósito.
----------Pero Él brinda también muchas ocasiones de crecimiento y de perfeccionamiento, que eliminan cada vez más el riesgo de una crisis en la relación. Tanto la unión espiritual como la sexual deben consolidarse y volverse cada vez más gratificantes. No importa si la vitalidad sexual disminuye con el paso de los años. En efecto, puede ser más placentero, porque se concilia mejor con la vida espiritual.
----------La carne se rebela menos contra el espíritu y el espíritu trata con más respeto a la carne. Ya no la ebullición del sol estival, sino el dulce calor del sol otoñal. La pareja recoge y distribuye los abundantes frutos de su larga vida juntos. Son maestros de vida para los jóvenes que emprenden el camino de la vida. Los riesgos de adulterio son reducidos al mínimo. Aparecen los primeros destellos del amor escatológico.
Es necesario actualizarse
----------Creación en el Edén del varón y de la mujer, caída, Redención y resurrección: cuatro datos de fe, que, tomados en serio, transfiguran profundamente una visión de la castidad como aquella aristotélica, evidentemente circunscripta a un horizonte meramente terreno, que era el único que Aristóteles podía saber, por sabia y siempre actual que fuera su concepción, todavía aprobada por la Iglesia a través del comentario hecho por santo Tomás de Aquino (cf. In X libros Ethicorum Aristotelis ad Nichomacum expositio, Edizioni Marietti, Torino 1964). Y, sin embargo, presupone una concepción totalmente por debajo de la concepción de la relación varón-mujer, que resulta de la Revelación y que ha sido aclarada por la enseñanza de san Juan Pablo II.
----------Y si, por consiguiente, hoy aparece clara la insuficiencia de la teoría aristotélica de la continencia, todavía más alejada del cristianismo aparece la visión platónica, ya que, si en Aristóteles la continencia sirve para un dominio razonable de la pasión, en cambio, en el platonismo la abstinencia sexual, aunque se admita con palabras la resurrección del cuerpo, en la práctica la castidad era concebida como preparación del alma para liberarse del sexo. Por eso el ángel era considerado como modelo de castidad. Con la excusa del "cuerpo espiritual" (1 Cor 15,42) de paulina memoria, la diferencia sexual desaparece en la resurrección. En la práctica, todo el mundo debe ser varón, dado que para esa visión ser mujer es un defecto.
----------De este modo, en la visión o concepción preconciliar de la castidad, el paradigma manifestado en el libro del Génesis, con su abierta exaltación de la sexualidad como obra divina y felicidad del hombre, no deja ningún eco en el resto de la Sagrada Escritura, incluido el Apocalipsis, que debería ser también el anuncio de la resurrección del varón y de la mujer. Se nota una especie de moderación o timidez, y de temeroso pudor, quizás por el temor de suscitar la concupiscencia del hijo del Adán pecador.
----------Así sucede que, cuando en la Sagrada Escritura se alaban y se enumeran las obras de Dios, que dan alegría al hombre, se habla de los ángeles, del sol, de la luna, de las estrellas, de las plantas, de los animales, de los campos, de las montañas, de los ríos, de las comidas, de la fruta, del vino, pero se habla sólo de una manera muy atenuada de los placeres del sexo.
----------En el banquete escatológico habrá "un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares suculentos, vinos depurados" (Is 25,6). Pero debe notarse que del sexo no se menciona una sola palabra. Sin embargo, ¿quizás los resucitados tienen necesidad de nutrirse, de alimentarse? En cambio, el amor permanecerá. ¿Y qué amor más íntimo y dulce que aquel amor entre hombre y mujer? El proyecto genesíaco parece del todo desaparecido. Pero nuestro Señor Jesucristo no ha venido a restaurar lo que era "en el principio" (Mt 19,5). Pero entonces, ¿qué es la resurrección? ¿Resurrección de qué? En estas insuficiencias se notan las limitaciones puritanas del hagiógrafo, como en san Pablo notamos el anti-feminismo rabínico, mientras que es en el Génesis donde resplandece en plena luz la inmortal Palabra de Dios.
----------Es cierto que en la Sagrada Biblia está el libro del Cantar de los Cantares. Pero, tomado literalmente, no tiene nada que pueda recordar la idea de un amor escatológico varón-mujer. El Cantar de los Cantares es simplemente un elegante poema de amor profano y terreno, aunque honesto, como existen infinidad de ellos en la literatura mundial. Cómo ha terminado en la Biblia se explica solo como signo de la bendición divina del matrimonio, lo que ya es mucho y como símbolo del amor entre Israel y su Dios.
----------Pero también la imagen mística bíblica de los "esponsales" (vale decir, Dios esposo, Israel esposo, Cristo esposo, la Iglesia esposa) simplemente quiere significar unión o comunión espiritual, pero por lo demás los esponsales no tienen nada que ver con el sexo, de hecho sería blasfemo el pensarlo, tanto que muy bien podría ser sustituido por el simple concepto de unión, amor o comunión espiritual.
Conclusión práctica
----------El actual desorden en las costumbres sexuales es la campanilla de alarma, la señal de advertencia, que, para remediar este desastre, para restaurar y para promover las buenas costumbres, es necesario decididamente asumir en plenitud la concepción cristiana de la castidad, tal como ha sido desarrollada en la teología del cuerpo del papa san Juan Pablo II, superando aquella de tipo aristotélico, prevalente en la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II, por no hablar de aquella, todavía menos cristiana, de tipo platónico, que sin embargo, como es sabido, tuvo en la Iglesia todavía mucho más éxito que la visión aristotélica, si bien era, por su dualismo angelista y rigorista, aún más distante del cristianismo, hasta el punto de producir los conocidos excesos del origenismo y del jansenismo.
----------Por consiguiente, a males extremos, extremos remedios. A la vergonzosa humillación y a la idolatría de la sexualidad jamás registrada hasta hoy en la memoria del hombre, es necesario contraponer la santidad del sexo propugnada por la Sagrada Biblia. Y no debemos temer de mostrar a los jóvenes la aspereza del camino, sin dejar de presentarles el socorro de la gracia y el ejemplo de los Santos. Al joven le agrada la empresa agonística y arriesgada. ¡Cuántas energías juveniles se emplean hoy en las competiciones deportivas! ¿Por qué no canalizar algunas de estas energías hacia la adquisición de la virtud?
----------De modo que es absolutamente necesario presentar a los jóvenes en toda su belleza cristiana, en toda su santidad, elevación y atractivo, el ideal escatológico de la castidad como gradual recuperación en la vida presente y desarrollo final escatológico del modelo protológico del paraído edénico. Y los esposos ancianos representan con su amor la preparación y la pregustación de la unión escatológica entre hombre y mujer, que debe ser el destino de toda amistad entre varón y mujer, sea o no sea conyugal. Existe todavía hoy en ciertas parejas de buenos cristianos, pero atrasados o no actualizados, una injustificada vergüenza y un sentimiento casi de culpa por su apetito sexual hacia su cónyuge, infausta herencia de una mentalidad represiva. El apetito en todos los campos es signo de buena salud, con la diferencia de que la necesidad de alimentos cesará al final de la vida presente, mientras que el amor debe durar en eterno.
----------Los esposos ancianos, por lo tanto, suponiendo que desde jóvenes se han ejercitado en la castidad y en el pudor, gracias al autodominio alcanzado, pueden, gracias a su experiencia de amor, hacer ahora de guía a los jóvenes por el arduo camino de la conquista de la castidad, que todo joven debe emprender con valentía, y continuar tenazmente hasta el final, si quiere realizar a fondo el plan de la salvación y la condición de hijo de Dios que conduce a la visión intelectual de Dios en el cielo y a la eterna bienaventuranza de la voluntad.
----------De hecho, debemos estar convencidos de que la felicidad sexual escatológica, aunque aquí abajo no conozcamos sus modalidades precisas, es parte esencial de la bienaventuranza cristiana, que naturalmente no incluye sólo el alma, sino también el cuerpo y por lo tanto el sexo masculino y femenino. Esta visión de la sexualidad en el horizonte de la perspectiva de la plenitud escatológica de la vida espiritual, como resulta de la concepción cristiana, es aquella que por una parte subordina la vida sexual a la vida espiritual, impidiendo el hedonismo desenfrenado, que caracteriza y corrompe gran parte de las costumbres contemporáneas, y por otra parte reconoce a la sexualidad humana su verdadera dignidad, liberándola de una actitud de desconfianza, que es un residuo de aquel espiritualismo de orientación platónica, que durante demasiados siglos ha dominado la espiritualidad cristiana, terminando por provocar por reacción la actual ola de desenfrenado libertinaje sexual, que aquel espiritualismo quería impedir o frenar.
----------En cambio, es necesario entender que si el contraste del apetito sexual con las exigencias del espíritu requiere la capacidad de hacerse eunucos por el reino de los cielos, es esta una medida de emergencia temporal requerida por el estado presente de naturaleza caída, en la expectativa de la salvación escatológica de la sexualidad y no es un procedimiento en vista de la total extinción del apetito sexual.
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