jueves, 28 de septiembre de 2023

Integrismo católico e infalibilidad del Magisterio (1/3)

Para ponernos a buen reparo de los modernistas que quieren engañarnos diciéndonos que son "progresistas", o de los lefebvrianos que quieren engañarnos cuando nos dicen que son "tradicionalistas", lo más simple es llamar a los primeros lisa y llanamente "modernistas", y a los segundos "pasadistas". ¿Por qué razón? Porque al fin de cuentas, los modernistas tienen como último criterio de verdad y de vida a lo moderno, mientras que los pasadistas tienen como último criterio de juicio para todo, a lo pasado (cualquiera sea el pasado en que detengan su marcha atrás). En ambos casos, la Palabra de Cristo, es subordinada, respectivamente, al criterio superior de lo moderno o de lo pasado. [En la imagen: fragmento de una alegoría que representa el breve y fugaz período contra-revolucionario del Sanfedismo, en la Italia meridional, a finales del siglo XVIII].

Palabras que en lugar de aclarar confunden
   
----------Los términos "integrismo" e "integrista", por sí mismos nada garantizan, no aseguran que dos eventuales interlocutores que estén hablando acerca del "integrismo" o de los "integristas católicos", hagan referencia a lo mismo. El integrismo es uno de esos temas sobre los cuales es necesario antes que nada ponerse de acuerdo sobre el significado de la palabra, porque de lo contrario lo más seguro es que se producirá un interminable diálogo de sordos que creen estar hablando del mismo tema cuando no es así.
----------Conversando días atrás con un hermano sacerdote nos preguntábamos qué significado debíamos atribuir a la palabra "integristas" en labios del padre y pastor de nuestra Iglesia local. En efecto, monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, no suele usar el calificativo de "tradicionalistas" ni de "fundamentalistas" ni de "pasadistas" ni de "indietristas" (como en cambio lo hace el papa Francisco), para referirse a uno de los partidos hoy en pugna en el seno de la Iglesia, sino más bien el término "integristas".
----------Sin embargo, el calificativo de "integrista" es uno de esos adjetivos que en lugar de aclarar el asunto lo confunde, más o menos como produce engaño, por ejemplo, la declaración "yo soy progresista" en boca de un modernista, o la frase "yo soy tradicionalista" en labios de un pasadista. Ni el pasadista es "tradicionalista" en el buen y correcto sentido, ni el modernista es verdadero y sano "progresista", pero los dos facciosos saben usar esos adjetivos para llevar agua a su molino ideológico. Precisamente, el mal uso ideológico ha gastado esas palabras, las ha corrompido, y ya no se comprende su sentido originario. "Las palabras, como las monedas, se gastan con el uso", comenzaba diciendo el padre Gustavo Eloy Ponferrada, mi venerado profesor de Introducción a la Filosofía, en su primera clase, a quienes éramos sus alumnos de primer año del seminario, tratando de explicar que la palabra "filosofía" ya no quería decir lo que originariamente dice.
----------Ahora bien, el engaño que pueden producir a las personas simples e ingenuas las palabras "integrista" e "integrismo" es que ellas suenan a integral o íntegro o completo o a algo sin defecto, y puede suceder entonces que alguien que no esté bien informado de la historia de las ideas, piense que un "católico integrista" venga a ser un católico completo o integral o defensor de la íntegra doctrina católica y de la completa ley que nuestro Señor Jesucristo ha instituido para aquellos que somos sus seguidores. Pero no es así.
----------Es vana la tarea de decidir dónde y quien en concreto ha dado origen a la corriente. Los franceses dirán que ha sido en Francia, y los españoles dirán que ellos han sido los primeros en usar el término para llamarse a sí mismos "católicos integrales". Discusión inútil, pues lo más probable es que el que llamamos hoy "integrismo católico" haya nacido de un cúmulo de síntomas, presentes en distintos países europeos frente a las consecuencias de la Revolución Francesa y el Iluminismo del siglo XIX, surgiendo con aspectos que les eran comunes y compartidos, pero también con matices que los diferenciaban según países y líderes.
----------Brotando en el siglo XIX, el nombre de "integrismo" tomó definitiva ciudadanía a principios del siglo XX, durante la crisis del modernismo, que fuera condenado por la encíclica Pascendi Dominici gregis, del papa san Pío X, en 1907. En esos años, la corriente conservadora en la Iglesia, pretendiendo interpretar de modo cabal la encíclica del Santo Pontífice (quien sólo había condenado los errores del modernismo, pero sin hacer referencia a sus instancia positivas ni a los aspectos sanos de la modernidad) se opuso a los católicos partidarios de una apertura al mundo moderno. Estos conservadores pasadistas comenzaron a llamarse a sí mismos defensores de un catolicismo "integral", guardianes del catolicismo "tradicional", custodios del mantenimiento de las verdades católicas tradicionales tal como, según ellos, siempre habían sido enseñadas.
----------Estos defensores de la supuesta "tradición", que se designan a sí mismos como "católicos integrales", comenzaron a ser llamados en cambio "integralistas" por la corriente opuesta, supuestamente progresista, que será llamada por sus opositores con el término de "modernista" (nombre asumido también por el papa san Pío X). Naturalmente, se trata de denominaciones que ninguna de las dos corrientes reivindica ni asume. Como bien sabemos, en la hipocresía de las ramificaciones más extremas de ambas corrientes, los modernistas prefieren autotitularse "progresistas", y los integristas prefieren llamarse a sí mismos "tradicionalistas".
   
Los términos "integrismo" e "integristas" en el Magisterio pontificio
   
----------Los Romanos Pontífices también han sabido usar a veces las palabras "integrismo" o "integristas". San Paulo VI, hablando en 1964 a la Acción Católica Italiana, se refirió a las críticas y acusaciones que se le dirigian a la AC, como supuesta "expresión para algunos de una concepción 'clerical', es decir, cerrada, interesada y pragmática del compromiso católico, mentalidad residual de un estéril integrismo que ha agotado su función histórica, arraigado, al parecer, en un estancamiento ideológico de tendencia, como dicen, conservadora y reaccionaria, incapaz de comprender las formas culturales y sociales que interpretan las tendencias fundamentales de la evolución humana y otras cosas por el estilo".
----------San Juan Pablo II, en los años iniciales de su largo pontificado, trazó líneas directrices precisas acerca de la actitud a adoptar frente a las dos tendencias en lucha en el seno de la Iglesia. Lo hizo en su discurso de 1980 a la Conferencia Episcopal de Francia: "Nada tiene de extraño el que, en esta etapa "postconciliar" se hayan desarrollado también, con bastante intensidad, ciertas interpretaciones del Vaticano II que no corresponden a su Magisterio auténtico. Me refiero con ello a las dos tendencias tan conocidas: el 'progresismo' y el 'integrismo'. Unos, están siempre impacientes por adaptar incluso el contenido de la fe, la ética cristiana, la liturgia, la organización eclesial a los cambios de mentalidades, a las exigencias del 'mundo', sin tener suficientemente en cuenta, no sólo el sentido común de los fieles que se sienten desorientados, sino lo esencial de la fe ya definida; las raíces de la Iglesia, su experiencia secular, las normas necesarias para su fidelidad, su unidad, su universalidad. Tienen la obsesión de 'avanzar', pero, ¿hacia qué 'progreso' en definitiva?
----------Otros -haciendo notar determinados abusos que nosotros somos los primeros, evidentemente, en reprobar y corregir-, endurecen su postura deteniéndose en un período determinado de la Iglesia, en un determinado plano de formulación teológica o de expresión litúrgica que consideran como absoluto, sin penetrar suficientemente en su profundo sentido, sin considerar la totalidad de la historia y su desarrollo legítimo, asustándose de las cuestiones nuevas, sin admitir en definitiva que el Espíritu de Dios sigue actuando hoy en la Iglesia, con sus Pastores unidos al Sucesor de Pedro.
----------Estos hechos no deben extrañar si se piensa en los fenómenos análogos en la historia de la Iglesia. Pero no por ello deja de ser necesario concentrar todas las fuerzas en la interpretación justa, es decir auténtica, del Magisterio conciliar, como fundamento indispensable de la auto-realización ulterior de la Iglesia, para la cual ese Magisterio es la fuente de inspiraciones y orientaciones justas.
----------Las dos tendencias extremas que acabo de señalar traen consigo no sólo una oposición, sino una división descarada y perjudicial, como si se provocaran mutuamente hasta el punto de crear desazón en todos, como un escándalo, y gastar en esta actitud y esta crítica recíproca muchas energías que serían tan útiles para una verdadera renovación. Hay que esperar que los unos y los otros, a quienes no faltan la generosidad ni la fe, aprendan humildemente a superar, juntamente con sus Pastores, esta oposición entre hermanos, para aceptar la interpretación auténtica del Concilio -porque ésta es la cuestión de fondo- y para afrontar juntos la misión de la Iglesia, en la diversidad de su sensibilidad pastoral".
----------El discurso del Santo Pontífice al que hacemos referencia es de una importancia y actualidad enormes para el tema que estamos considerando. Terminaba diciéndoles sobre este tema el Papa a los Obispos franceses: "Ciertamente, la gran mayoría de los cristianos de vuestro país están dispuestos a manifestar su fidelidad y su disponibilidad para seguir a la Iglesia; no comparten esas posiciones extremas y abusivas, pero no pocos de ellos flotan entre ambas o se sienten turbados, con el consiguiente problema, también, de que corren peligro de hacerse indiferentes y alejarse de la fe. El momento actual os obliga a ser, más que nunca, artífices de la unidad, vigilando a la vez las cuestiones de fondo que están en juego, y las dificultades sicológicas que entorpecen la vida eclesial, en la verdad y en la caridad".
----------Hablando a los miembros del Parlamento Europeo en 1988, el papa san Juan Pablo II se remitió a bien conocidas y claras palabras de Cristo: "Nuestra historia europea enseña abundantemente con qué frecuencia la frontera entre 'lo que es del Cesar' y 'lo que es de Dios' ha sido sobrepasada en los dos sentidos. La cristiandad latina medieval -para no mencionar nada más que a esta-, si bien elaboró teóricamente, volviendo a tomar la gran tradición de Aristóteles, la concepción natural del Estado, no escapó siempre a la tentación integrista de excluir de la comunidad temporal a aquellos que no profesaban la verdadera fe. El integrismo religioso, sin distinción entre la esfera de la fe y la de la vida civil, aún hoy practicado bajo otros cielos, parece incompatible con el genio propio de Europa tal como la configuró el mensaje cristiano. Pero es de otra parte de donde han venido, en nuestro tiempo, las mayores amenazas, cuando ciertas ideologías han absolutizado la sociedad misma o un grupo dominante, en detrimento de la persona humana y de su libertad. Allí donde el hombre no se apoya ya sobre una grandeza que le trasciende, corre el riesgo de entregarse al poder sin freno de lo arbitrario y de los seudo absolutos que lo destruyen".
----------Y ya hacia el final de su pontificado, durante el Angelus del 16 de febrero de 2003, en vísperas de la firma de la constitución de la Unión Europea, el papa Juan Pablo resumió brevemente la cuestión en estos términos: "La herencia de san Cirilo y san Metodio es valiosa también desde el punto de vista cultural. En efecto, su obra contribuyó a consolidar las raíces cristianas comunes de Europa, raíces que han impregnado con su savia la historia y las instituciones europeas. Precisamente por esto, se ha pedido que en el futuro Tratado constitucional de la Unión europea se dé cabida a este patrimonio común de Oriente y de Occidente. Esa referencia no quitará nada a la justa laicidad de las estructuras políticas, sino que, por el contrario, ayudará a preservar al continente del doble peligro del laicismo ideológico, por una parte, y del integrismo sectario, por otra".
----------El papa Benedicto XVI, en su Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2011, bajo el tema "La libertad religiosa, camino para la paz", decía: "No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma".
----------Dirigiéndose a los participantes de un encuentro de diálogo interreligioso en 2019, el papa Francisco expresó que hay que "demostrar que los creyentes somos un factor de paz para las sociedades humanas y así responderemos a quienes injustamente acusan a las religiones de fomentar odio y ser causa de violencia. [...] Se trata de cambiar actitudes históricas. [...] Era una mentalidad que hoy no podemos aceptar, ni comprender, ni puede funcionar más. Cuidemos los grupos integristas, cada uno tiene lo suyo. En Argentina hay algún rinconcito integrista por ahí. Y tratemos con la fraternidad ir adelante. El integrismo es una peste y todas las religiones tienen algún primo hermano integrista ahí, que se agrupa".
----------También en 2019, a un grupo de peregrinos de Panamá, les decía: "Hoy es necesario que recuperen las raíces, la memoria de las raíces. Que no se vayan a las raíces para esconderse. Eso hacen los integristas, no, eso no. Sino que tomen la savia de las raíces y crezcan y florezcan. Y den fruto, pero desde las raíces, no desde la primera teoría que le vende el imperio...".
----------El mismo año, en la conferencia de prensa durante su retorno a Roma de la visita apostólica a Marruecos, decía el Santo Padre en el contexto de las obras de diálogo interreligioso que venía abordando: "Yo diría que ahora hay flores, los frutos se verán después. Pero las flores son prometedoras. [...] Es cierto, habrá aún dificultades, muchas dificultades, porque por desgracia hay grupos intransigentes. Y esto quisiera refirmarlo claramente: en toda religión hay siempre un grupo integrista, que no quiere ir adelante, que vive de recuerdos amargos, de luchas pasadas, y sigue buscando la guerra, y siembra el miedo. [...] ...hacen falta puentes, sentimos dolor cuando vemos a las personas que prefieren construir muros. ¿Por qué nos duele? Porque los que construyen muros terminarán siendo prisioneros de los muros que construyen".
   
Aproximación histórica al origen y desarrollo del integrismo católico
   
----------Como se ha dicho líneas arriba, el término "integrista" ha sido utilizado a menudo de manera polémica y peyorativa, generalmente haciendo referencia a las corrientes tradicionalistas que pretenden representar la ortodoxia católica y la supuesta tradición "auténtica" o "integral" en un marco sociológico y político que, desde una resistencia general a la sociedad moderna, ha ido deslizándose gradualmente hacia una actitud de resistencia al progreso interno de la Iglesia. Como es bien sabido, esta resistencia llevará a algunos de los partidarios del integrismo católico al cisma, como es el caso de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que, para muchos integristas, es la que encarna el concepto de "integrismo católico".
----------Suelen usarse de modo general los términos "integrismo" y "fundamentalismo" como si fueran sinónimos, pero también tienen aspectos claramente diferentes. El fundamentalismo más bien reúne corrientes reaccionarias -particularmente protestantes- que se refieren a la literalidad de los textos sagrados, aunque comparta con el integrismo procesos comparables. De hecho, no pocos integristas católicos son fundamentalistas en su modo de entender la Escritura y particularmente los textos del Magisterio.
----------Por analogía, el término "integrismo" puede designar de manera más general cualquier actitud doctrinal de conservadurismo intransigente, pero sigue siendo difícil de traducir y no tiene equivalentes precisos de idioma a idioma. El campo semántico del término se ha ampliado así hacia usos indebidos hoy muy extendidos, siempre con una connotación peyorativa, como los de "integrismo musulmán" -para designar el "fundamentalismo musulmán"- o incluso "integrismo laicista o secularista".
----------En su origen y vinculado al contexto europeo y al ámbito de lo político, el "integrismo católico", ha sido la corriente política que abogaba para que la fe católica fuera la base de la legislación jurídica y del orden de la sociedad. Los "integristas católicos" consideraban que era inaceptable que un estado se pudiera desvincular de los principios del Evangelio y de la Iglesia, y que cualquier idea nueva, liberal y moderna ponía en peligro el orden social y la integridad del país en su esencia de nación católica. Por lo tanto, el "integrismo católico" es, en última instancia, la idea de la integración de Iglesia y Estado como única realidad indisoluble en la práctica, una idea que ya no sostiene la Iglesia, más fiel hoy a su divino Fundador, quien claramente ha declarado: "mi Reino no es de este mundo", afirmando así la autonomía de las realidades temporales.
----------De tal modo, en el ámbito de la política, el integralismo o integracionismo o integrismo, es una interpretación de la enseñanza social católica que sostiene el principio de que la fe católica debe ser la base del derecho público y la política pública dentro de la sociedad civil, siempre que la preponderancia de los católicos dentro de esa sociedad lo haga posible. Por consiguiente, el integrismo es antipluralista, y busca que la fe católica sea dominante en asuntos civiles y religiosos. Los integristas dicen defender la definición de 1864 de Pío IX en Quanta cura de que la neutralidad religiosa del poder civil no puede ser abrazada como una situación ideal y la doctrina de León XIII en Immortale Dei sobre las obligaciones religiosas de los Estados.
----------En 1965, en Dignitatis humanae, la "Declaración sobre la libertad religiosa" del Concilio Vaticano II, promulgada por el papa san Paulo VI, la Iglesia, si bien afirma que se "deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo", afirma simultáneamente "que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa", una declaración que los seguidores del obispo cismático francés Marcel Lefebvre, llevan sesenta años considerando, errónea y obstinadamente, en desacuerdo con el precedente magisterio pontificio.
----------Como explicaremos más adelante, hoy en día los términos "integrista" o "integrismo" tienen significados mucho más amplios que el sentido que le era estrictamente asignado en el siglo XIX al "integrismo católico", y actualmente ha pasado a designar a cualquier movimiento socio-político que roce el fanatismo, tanto religioso como étnico, nacionalista o cultural. En substancia, un "integrista", sea del ideal o religión que sea, desea que la sociedad esté social y políticamente ordenada o integrada en base ya sea a principios religiosos inflexibles e inamovibles, o a leyes que se hagan de acuerdo a lo que estipula un libro sagrado, o que todo el estado hable solamente la lengua originaria del país, o que solo lo habite un único grupo étnico.
----------Por supuesto, también hoy estos vagos conceptos generales se entrelazan en la idea que se tiene de un "integrista católico", y es probable que también algo de todo ello esté presente en aquello que nuestro arzobispo quizás entiende decir cuando se refiere a los "integristas". Sin embargo, si tenemos en cuenta su formación en leyes y en doctrina social de la Iglesia, además de lo informado que está de la historia de las últimas décadas de la Iglesia en Cuyo (con exponentes integristas como los sacerdotes Alberto Buela y Alberto Ezcurra y el laico Rubén Calderón Bouchet), es también muy probable que mons. Colombo se refiera al "integrismo católico" en estricto sentido, vale decir, en su específica vertiente socio-política.
----------Para cerrar este primer punto de nuestra reflexión y ponernos a buen reparo de los modernistas que quieren engañarnos diciéndonos que son "progresistas", o de los lefebvrianos que quieren engañarnos cuando nos dicen que son "tradicionalistas", lo más simple es llamar a los primeros lisa y llanamente "modernistas", y a los segundos "pasadistas". ¿Por qué razón? Porque al fin de cuentas, los modernistas tienen como último criterio de verdad y de su vida lo moderno, y los pasadistas tienen como último criterio de juicio para todo, lo pasado (cualquiera sea el pasado que ellos elijan para detener su marcha atrás). En ambos casos, la Palabra de Cristo, está sometida, respectivamente, al criterio superior de lo moderno o de lo pasado.

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