viernes, 22 de septiembre de 2023

Cuestión teológica con interesantes resonancias: de si los bienaventurados del cielo verán a los condenados del infierno (2/3)

Un teólogo protestante francés, amigo de san Paulo VI, convenció al Papa de adoptar la expresión "historia de la salvación" en lugar de la tradicional expresión de "historia sagrada". Así, la nueva expresión ha entrado en uso también entre nosotros, los católicos. Pero dada la interpretación buenista que se puede dar, propongo retornar a la expresión precedente. La expresión "historia sagrada" no se desbalancea, sino que sobrentiende sus dos aspectos. De hecho, no sólo hay una "historia de la salvación", sino también una "historia de la condenación". [En la imagen: fragmento de "El Juicio Universal", un fresco de 1614, obra de Giovanni Mauro della Rovere, il Fiammenghino, conservado y expuesto en la Basílica de San Gaudenzio, de Novara, Italia].

La aspiración a una humanidad fraterna
   
----------Un aspecto esencial de la bienaventuranza a la cual aspira el hombre amante de la paz es el poder vivir en una sociedad justa y fraterna, basada en el amor mutuo: "¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos! Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba, la barba de Aarón, hasta el borde de sus vestiduras. Es como el rocío del Hermón que cae sobre las montañas de Sión. Allí el Señor da su bendición, la vida para siempre" (Sal 133).
----------Nuestro Señor Jesucristo ha venido para dar a la humanidad la posibilidad de realizar este ideal de fraternidad. Sin embargo, nos advierte que no todos lo aceptan, y de hecho incluso algunos se oponen. Por eso es necesario combatir y sufrir para su realización, como Él nos ha dado ejemplo al subir a la cruz. Por eso, no todos entrarán al futuro reino que Él establece, fundando la Iglesia, sino sólo aquellos que acepten las condiciones que Él fija para que la sociedad pueda vivir en fraternal paz.
----------Algunos, en cambio, hoy, que aunque creen interpretar la voluntad y la obra de Cristo, creen que todos los hombres, tal vez inconscientemente e implícitamente, al menos en lo más profundo de su alma o, como dicen, "atemáticamente", han aceptado, aceptan y aceptarán esta invitación de Cristo, por la cual todos los pecadores devienen buenos y se salvan: todos un día nos encontraremos juntos y felices en una sociedad fraterna, sin excluidos, sin marginados, sin excomulgados, sin enemigos, sin condenados.
----------Incluso aquel que combate y rechaza a Cristo explícitamente o temáticamente, es decir, en base a convicciones verbales o conceptuales, incluso el ateo, el agnóstico, el escéptico, el blasfemo, el violador, el pedófilo, el terrorista, el ladrón, el asesino, el tirano, el torturador y el mafioso, en el fondo es un "cristiano anónimo", según dicen. Sin embargo, debemos afirmar francamente que tales ideas no son en absoluto convincentes y, de hecho, son imposturas. ¿Por qué?
----------El hecho es que nuestro Señor Jesucristo, si bien por una parte nos ha dado los medios para realizar esta sociedad fraterna, dice claramente y repetidamente, de diversos modos, que no todos responden ni responderán a su invitación, sino que muchos se opondrán a ella, por lo cual ellos serán excluidos de su comunidad, o sea, como él dice, serán excluidos del reino de los cielos.
----------La comunidad de Cristo, la Iglesia, llama a todos pero de hecho no incluye a todos, sino sólo a aquellos que aceptan las condiciones para pertenecer a la Iglesia. Y a aquellos que, habiéndolas aceptado, después de un cierto tiempo las rechazan, la Iglesia los excluye de su seno, o sea, como se dice, los excomulga, aunque ciertamente la Iglesia se entristezca por ellos, y continúe buscándolos con incansable amor de madre. Si la Iglesia es severa con algún hijo rebelde, es siempre para corregirlo y para que entre en razón. En cambio, con aquellos que son frágiles, débiles, y no pueden hacer frente a las dificultades, ella es piadosa, misericordiosa, comprensiva y compasiva. A aquellos hijos que se encuentran dentro de los confines de la comunidad, les deja libres para tomar todas las iniciativas que quieran.
----------Es verdad que no nos es dado conocer los secretos de los corazones, los motivos profundos del actuar de nuestro prójimo y juzgar las conciencias; por lo cual no es fácil y frecuentemente es imposible saber si alguien está o no en buena fe o saber hasta dónde puede llegar el error en buena fe, sobre todo hoy en día cuando la ignorancia en materia de religión y la falta de vigilancia o preparación de los pastores están muy extendidos.
----------Es cierto que los condicionamientos psíquicos o ambientales del actuar humano son muy fuertes, y esos condicionamientos rebajan o atenuan la responsabilidad y excusan la maldad de ciertas acciones. Pero ¿cómo podemos negar la evidencia de la hostilidad en tantos de nosotros hacia la moral cristiana enseñada por la Iglesia? ¿Cómo podemos admitir la buena fe en la hostilidad de alguien que ha recibido una cuidada educación cristiana e incluso desempeña funciones de maestro y de guía en la comunidad cristiana?
----------¿Cómo se puede  pensar que desee una comunión fraterna como la querida por Cristo, quien niega sus presupuestos dogmáticos, teóricos y prácticos, sus principios y sus métodos de aplicación, no respeta la ley de la caridad, piensa y actúa obstinadamente y sistemáticamente con toda evidencia en lo exactamente contrario? ¿Por qué la sociedad fraterna fundada por Cristo, la Iglesia, ha sido y todavía es tan hostigada a lo largo de la historia? ¿Por qué hay conflictos entre hermanos en el interior mismo de la Iglesia? ¿Por qué algunos se rebelan contra los pastores que tienen celo por la verdad, por la comunión y por la armonía? ¿Por qué hay quienes son perseguidos dentro de la propia Iglesia? ¿Por qué en cambio son escuchados los impostores mientras los verdaderos profetas hablan al viento? ¿Hay o no escándalos e injusticias?
----------¿Por qué algunos con el pretexto del "escándalo de la cruz" escandalizan seriamente? ¿No existe el escándalo de los fariseos? ¿Y el escándalo de los pequeños? ¿Por qué hay falsos cristos y falsos profetas? ¿Por qué hay trigo y cizaña? ¿Por qué existen tribunales eclesiásticos? ¿Y por qué Cristo habla de la acción de Satanás que seduce, engaña y crea divisiones y discordias? ¿No será que los buenistas hacen la vista gorda ante todo esto y viven en un mundo virtual que se asemeja al de Alicia en el país de las maravillas?
----------Ahora bien, vale recordar que, después de las terribles guerras de religión de los siglos XVI-XVII, nació en Europa, primero con la Fraternidad de los Rosacruces y luego con la Masonería a principios del siglo XVIII, una orientación del pensamiento que comenzó a considerar posible la edificación de una sociedad y una humanidad justas y pacíficas sobre la base únicamente de la razón, de la ciencia y de la buena voluntad, del todo independiente de todas las concepciones religiosas de la moral, es decir, aún más, en el firme rechazo de las concepciones éticas fundadas en una revelación divina.
----------Las luchas fratricidas entre católicos y protestantes, ambos bandos convencidos de que la moral se base en la puesta en práctica de mandamientos divinos, habiendo dado tan malas pruebas de la moral que ellos sostenían, crearon en muchos la convicción de que esta idea de una moral fundada en un Dios personal que habla y que manda al hombre lo que debe hacer, como un señor al súbdito, fuera una idea primitiva y superada, sin fundamento filosófico, y se comenzó a difundir la convicción de que para saber lo que debemos hacer basta la razón práctica, en la cual está ya implícito el sentido del deber y el conocimiento de la ley moral.
----------Ahora bien, para la masonería el infierno no existe, porque los masones nos aseguran que, si los escuchamos y seguimos en sus proyectos político-económicos globales, ellos son capaces de crear y organizar con instrumentos mediáticos y programas ecológicos una humanidad de iguales, sana, ordenada, justa, fraterna, libre y pacífica, en el pluralismo de las culturas y de las religiones, sin guerras y sin conflictos, sin necesidad de ninguna Iglesia ni de ninguna gracia, ni de ninguna Revelación, sino en base a las simples fuerzas de la razón, de la ciencia, de la técnica, de la virtud, del diálogo, de la educación y de la buena voluntad, porque todos los hombres quieren la paz y todos en el fondo, como dice Rousseau, son buenos. Según la masonería, el pecado se remedia simplemente con un acto de buena voluntad, sin necesidad de una redención divina. Jesucristo, como piensa Kant, es un simple maestro de rectas costumbres.
----------Para los masones, todos los títulos altisonantes atribuídos a Cristo son invenciones de sus primeros entusiastas discípulos. La masonería también considera nociva la doctrina del pecado original, que habría hecho al hombre malvado y deudor de reparación frente a un Dios ofendido y airado, que exige satisfacción y pide conversión, para congraciarse mediante el ofrecimiento de sacrificios expiatorios.
----------Estas creencias, para la masonería, son humillaciones para el hombre, sometiéndolo con servilismo a un supuesto Dios despótico y vengativo, un personaje fantástico trascendente, con el cual debería reconciliarse ofreciéndole sus propios sufrimientos. Para el masón, en cambio, como para Kant, Dios no es más que la Idea suprema de la razón, la cual es la legisladora y el arquitecto del universo.
----------Para el masón, una tranquila y fraterna convivencia civil se obtiene simplemente colaborando con el bien común, educando a los jóvenes en la virtud, luchando contra el sufrimiento mediante los progresos de la medicina, practicando la tolerancia y la misericordia, evitando las posiciones absolutas, las imposiciones y los dogmatismos, aceptando al que es diferente, dialogando con todos, sin excluir a nadie. De esta manera se resuelve todo problema y se repara toda injusticia, por lo cual ese paraíso que el cristianismo promete para el más allá se puede y se debe, según los masones, construir en el más acá.
   
Una sociedad no puede existir sin una autoridad judicial
y por eso Cristo es juez de los vivos y de los muertos
   
----------La masonería admite en la sociedad un poder judicial, pero se niega a aceptar el dogma cristiano del juicio universal en el cual Cristo separa a los justos de los réprobos, porque según la masonería la humanidad, siguiendo las enseñanzas masónicas resumidas en la famosa tríada liberté-égalité-fraternité, podrá alcanzar algún día la paz universal, sin más guerras ni conflictos.
----------La masonería, habiendo organizado la Revolución Francesa, intentó poner en práctica su idea de que para realizar una sociedad justa basta la justicia humana. Todos sabemos muy bien cómo terminaron las cosas con el régimen del Terror. Pero evidentemente esos fracasos no han servido de nada, y hasta el día de hoy la masonería continúa impertérrita, creyendo que para la realización de la justicia sean suficientes las fuerzas de la ciencia y de la voluntad humanas, con la diferencia de que hoy la masonería, inspirada en el origenismo, piensa que en el fondo todos los hombres sean buenos y que todos desean la paz, que cada uno sabe regularse por sí mismo, y que por tanto ha llegado una era de paz universal y perpetua, en la cual ya no se necesitan tribunales, condenas, encarcelaciones y penas de muerte. Ya no es necesaria la defensa personal porque ya no existen enemigos. Todos somos hermanos. De hecho, según la masonería, ya no necesitamos dividir la sociedad en buenos y malos, porque todos son buenos. Incluso las fuerzas armadas ya no son necesarias, porque las guerras están abolidas, y deben ser prohibidas por la pública autoridad.
----------En el párrafo anterior he dicho que según la masonería todos somos hermanos. Naturalmente, aquí no hago ninguna referencia a la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco. Está claro que aquí el Papa habla de fraternidad universal no como dato de hecho, sino como ideal humano y evangélico a realizar, lamentablemente dada la actual división de la humanidad entre los que están por Dios y los que están contra Dios, por lo cual en el juicio universal se producirá la separación definitiva de los unos y de los otros. También es necesario distinguir la fraternidad natural creada por Dios, expresión del hecho de que pertenecemos igualmente a la misma especie humana, bienaventurados y condenados, respecto de la filiación cristiana, don de la gracia, que no todos acogen, por lo cual estos van al infierno. El Papa habla de la una y de la otra.
----------Debemos señalar, por otra parte, que efectivamente si la sociedad quiere vivir en paz, se necesita un juez que establezca en las controversias quién tiene razón y quién está equivocado. Sobre esto los masones están de acuerdo con nosotros, los católicos. Pero lo que no aceptan es, como hemos visto, un definitivo juicio divino, que repare los defectos de la justicia humana.
----------También es necesario que seamos muy precisos en el afirmar que la existencia de un tribunal supone que exista necesariamente un criterio de juicio ecuánime e imparcial, basado en una verdad jurídica y moral objetiva, cierta, universal, universalmente compartible, inmutable, extramental, independiente de las opiniones de cada uno. Por lo tanto, se excluye la gnoseología idealista que identifica el pensamiento con el ser y no admite un ser fuera del pensamiento como regla del pensamiento.
----------Ahora bien, la realidad es, como enseña la Escritura, que confirma las convicciones de la razón práctica natural, que todos los hombres saben que Dios existe y que deben responder a Dios por lo que han obrado. Cada uno de nosotros hace su elección: o por Dios o contra Dios. Por lo tanto, todos son convocados al Tribunal de Dios en el último Día. Nadie puede decir que no lo sabía. Lo que es posible, como demuestra el discurso de Cristo en Mt 25, es que algunos le hayan servido sin darse cuenta.
----------Según la revelación bíblica, Dios tenía en su plan originario la unidad y la concordia de la comunidad humana, pero después del pecado, ha decidido ofrecer a todos la posibilidad de salvarse, pero, habiendo dejado a cada uno libre de hacer su elección, al mismo tiempo ha decidido salvar a los buenos, es decir, a aquellos que habrían de aceptar; y condenar a los malvados, es decir, a aquellos que habrían de negarse. Dios, por tanto, no ha querido eliminar totalmente el mal de la humanidad, como creía Orígenes, y como creen hoy los buenistas, sino que lo ha dejado como mal de pena o castigo de los condenados. Es herético creer, con Orígenes, que Dios algún día perdonará a todos y reconciliará a todos con todos. Los misericordistas parecen pretender ser incluso más misericordiosos que Dios, que castiga a los impíos.
----------El juicio universal, por tanto, entendido como una rendición de cuentas final, para el masón no existe. Para él, la justicia humana es suficiente para hacer justicia. Cada uno de nosotros debe rendir cuentas ante su propia conciencia, porque cada uno tiene derecho a establecer lo que para él está bien, o a lo sumo es responsable de rendir cuentas ante el juez terreno; pero no admite el deber de presentarse ante Dios entendido como Legislador y Juez, por el hecho de que el masón no tiene el concepto de un Dios personal, autor y por tanto norma moral de nuestra naturaleza, un Dios paterno que nos habla y con el cual nosotros hablamos, sino que ve a Dios sólo como suprema Mente inmanente en el universo y ordenador del universo.
----------La fraternité de los revolucionarios franceses del 89 es un ser hermanos sin un Padre común, porque no se es hijos del mismo Padre. No hay ningún Padre en el cielo. Se es iguales no porque todos pertenezcan a la misma naturaleza humana creada por Dios, sino que así como en lógica los singulares de una especie no son producidos por el universal de esa especie, sino que es lo universal lo que se abstrae de lo singular.
----------Por lo tanto los individuos son iguales no por la naturaleza humana específica, sino más bien iguales sin diversidad entre individuo e individuo, vale decir, como los productos en serie de una industria automotriz o de una fábrica de montaje de refrigeradores, como se ha verificado en el régimen comunista stalinista (véase el apólogo Rebelión en la granja, de George Orwell). O bien son diferentes sin ninguna comunidad o similitud de naturaleza, sino iguales sólo en el hecho de que todos son igualmente diferentes, como se realiza en los regímenes individualistas liberales anglosajones inspirados en la gnoseología de Ockham.
----------Por tanto, para el masón no tiene ningún sentido el mandamiento bíblico de no presentarnos ante Dios con las manos vacías (véanse textos como: Ex 3,21; 34,20; Dt 16,16; Sir 35,4). El masón no acepta la parábola de los talentos donde Cristo enseña claramente que debemos hacer fructificar los talentos recibidos y presentarnos ante Dios con el fruto de nuestro trabajo (Mt 25,14-30).
----------En realidad, el presentarnos a Dios sin haber procurado méritos, con el pretexto de que la salvación es don gratuito de la misericordia divina, no es el comportamiento del verdadero creyente, como Lutero nos quiere hacer creer, sino que es precisamente la actitud del siervo perezoso que entierra el talento en lugar de hacerlo fructificar. En cambio, es necesario decir que, siguiendo el ejemplo del trabajador laborioso de la parábola evangélica, cuando nos presentaremos a Dios, deberemos ser conscientes del bien que hemos hecho, para que podamos verificar la lealtad divina en mantener las promesas y en el respeto del contrato de trabajo.
   
La convivencia humana no puede subsistir sobre la base de la conflictualidad de lo real
   
----------En cambio, en el hegelianismo, concepción filosófica para la cual la misma realidad es dialéctico-contradictoria, la unidad del género humano ya es alcanzable ahora, como realización del Absoluto como Historia, aceptando el principio hegeliano de que la identidad del Absoluto inmanente en la historia es la identidad de identidad con la no-identidad.
----------Al optimismo masónico iluminista-kantiano del siglo XVIII se opuso, pues, el hegelianismo, el cual ha resucitado el antiguo principio protágoro-heraclitiano ya refutado en su época por Aristóteles, de la unidad de los opuestos, con el pretexto de explicar el devenir, introduciendo en las relaciones humanas un irreductible e irresoluble principio de conflictualidad, que no sólo hace imposible una paz universal de la humanidad, sino cualquier forma de acuerdo, ni siquiera entre dos individuales personas.
----------La auto-negación está ciertamente en el corazón del pensamiento filosófico y teológico hegeliano, y consiste en que el pensamiento se niega en el momento en que se afirma. Dice Hegel en su libro Fenomenología del Espíritu: "La verdad contiene también en sí lo negativo, es decir, lo que se llamaría lo falso, en el caso en que eso mismo pudiera ser considerado esencial; es decir, no se debe considerar en la determinación de nada rígido, que, separado del camino de la verdad, deba ser abandonado: lo verdadero debe ser conservado junto con lo falso. Lo uno tiene necesidad de lo otro".
----------"Además, la verdad tampoco debe ser considerada como algo positivizado y muerto, que yace inerte en otra parte". Hegel se expresa como si lo verdadero, que para él es lo vivo, debiera resultar de la unión de lo verdadero y de lo falso, por tanto de lo vivo y de lo muerto, en otras palabras, de lo contrario lo verdadero por sí solo para él sería lo muerto, por lo cual lo vivo saldría de la unión con lo muerto, como si vivo y muerto fueran necesarios el uno para el otro para que exista lo verdadero, y por tanto lo vivo. Lo verdadero tiene necesidad de lo falso para ser verdadero. Y lo vivo tiene necesidad de lo muerto para estar vivo. A estas palabras sigue la asombrosa definición de lo verdadero como "triunfo báquico donde no hay miembro que no esté ebrio".
----------Pero he aquí que luego de esta borrachera general surge, no se sabe cómo, la calma y la sobriedad: "y como cada miembro, mientras se aísla, inmediatamente se resuelve con la misma rapidez, el triunfo es igualmente la quietud transparente y simple". No está claro con qué cara habla Hegel de la sobriedad como efecto de la embriaguez. El Cristo de Hegel no separa a los justos de los impíos, sino que los pone juntos y por tanto no hace más que consagrar lo que sucede en este mundo. Ante esta horrible paradoja tenemos la impresión de sentirnos engañados y que se nos toma el pelo. Sin embargo, Hegel parece hablar en serio.
----------Por muy demencial que parezca o que luzca una broma, lo que dice aquí Hegel es el mismísimo centro propulsivo o la fuerza motriz de su sistema y nos explica cómo para Hegel la guerra es hecho esencial del progreso histórico, el cual por lo tanto no conoce ninguna paz final, no conoce ninguna Jerusalén definitiva, sino la rueda inexorable del eterno conflicto. La eternidad no es aquella de Aquel que ha dicho "mis palabras no pasan", sino que es "un pasar que ni surge ni pasa".
----------Así, mientras los masones se engañan pensando que pueden abolir la guerra en las actuales condiciones de naturaleza caída, como si la humanidad hubiera permanecido en el estado edénico o hubiera llegado al paraíso celestial, el hegelianismo, al que siguió el conflictualismo marxista, tiene la hipocresía de fundar la síntesis no sobre la exclusión de la antítesis, sino sobre la unidad de la tesis con la antítesis, del sí con el no. Muy lejos de eliminar la conflictualidad, el hegelianismo la hace principio de unidad y pretende obtener la paz no con la eliminación, sino con la normalización del conflicto. El infierno es la condición de existencia del paraíso. La beatitud consiste en el odio hacia el enemigo.
----------Así pues, en la actualidad nos encontramos ante dos extremismos opuestos: por un lado, un pacifismo utópico, gnóstico, negador de las consecuencias del pecado original, heredero de Rousseau y desposado con la masonería de grados bajos. Y por el otro lado, la rueda del kein Leben ohne Tode, kein Tode ohne Leben (no hay Vida sin Muerte, no hay Muerte sin Vida), el ciclo inexorable maldito de la esvástica (Emanuele Severino lo llamaba el "anillo del retorno", retomando el ciclo del eterno retorno de Nietzsche) y el mal invencible, expresión de los grados altos, esotéricos, de la masonería.
   
Todos buenos
   
----------Entre nosotros, en la actualidad, se ha difundido vagamente la idea de que el creer que todos se salven es el signo de tener un corazón verdaderamente misericordioso, de conocer verdaderamente la misericordia de Dios y de estar actualizados o aggiornados en las posiciones más avanzadas y modernas de la teología bíblica. Algunos incluso consideran que el propio papa Francisco, predicador incansable de la misericordia, sea un misericordista que niega la existencia de los condenados. Pero no es así en absoluto, más allá de algunas de sus expresiones no del todo claras ni del todo felices, que podrían ser instrumentalizadas, pero que perfectamente pueden recibir un sentido ortodoxo.
----------Frecuentemente el hombre de hoy no es una persona que viva angustiada o desesperada que tema perderse para toda la eternidad y que anhele una salvación celestial y eterna que sólo Dios puede darle. No es así. A menudo, al hombre de hoy no le interesa la perspectiva de ver a Dios para siempre en el paraíso del cielo, entre los santos y los ángeles, un Dios Espíritu, en el vértice de los valores del espíritu, un Dios Ser subsistente, trascendente creador del hombre y del mundo, legislador de la conducta humana y de la naturaleza, juez de los buenos y de los malos. No está interesado porque considera estas cosas como fantasías que distraen de la búsqueda de la felicidad que sólo se puede encontrar en esta tierra.
----------Estas personas no están realmente interesadas en la misericordia de Dios, porque consideran que no han hecho nada malo, por lo cual ellos creen que no necesitan ser compasionados ni perdonados. Y entonces, ¿cómo pueden los buenistas afirmar que todo hombre como tal es un "cristiano anónimo"? ¿Cómo pueden hablar de salvación de todos, si muchos no conciben la salvación de ese modo? ¿Cómo pueden prometer o prospectar o imaginar una salvación celestial a quien le interesa y se preocupa sólo por esta tierra? Si son tantos los que no están interesados en la ley de Dios y prefieren hacer su propia voluntad, ¿cómo hacen para esperar vivir para siempre con un Dios, del cual no han querido hacer su voluntad, sino la suya propia?
----------La salvación cristiana es la de aquellos que han temido a Dios y han tratado de seguir sus leyes, han comprendido el sentido de su severidad, se han arrepentido de sus pecados y han retornado a Él. Pero, ¿qué salvación es la de aquellos que se imaginan un Dios que deja pasar benévolo a todos en sus pecados y luego los premia con una felicidad eterna? ¿Felicidad para qué? ¿Para que estén unidos a un Dios, ante el cual, arrepentidos, han pedido perdón? ¿Un Dios cuyos castigos han interpretado como llamadas paternales a la conversión? ¡Ni la más mínima idea de esto! Entonces, ¿qué Dios es el que los salva, aquel con el cual quieren vivir eternamente? ¿No será acaso un Dios inexistente y pura invención de ellos?
----------El infierno no es otra cosa que el lugar elegido por aquellos que no quieren saber de Dios, o más bien por aquellos que lo odian y sólo quieren hacer su propia voluntad, y ser ley para sí mismos. ¿No hay muchos a nuestro alrededor que piensan así y actúan en consecuencia? ¿Acaso no es ya aquí abajo que se manifiestan entre nosotros aquellos que aman a Dios y aquellos que lo odian? ¿Aquellos que le obedecen y aquellos que le desobedecen? ¿Aquellos que le temen y aquellos a los que les dá lo mismo? ¿Aquellos que se burlan de Él y aquellos que le creen? ¿Aquellos que lo desprecian y aquellos que lo toman en serio y para los cuales Él es el sentido de su vida? ¿Aquellos que hacen el doble juego y aquellos que son leales y coherentes?
----------Pues bien, el paraíso del cielo no es otra cosa que el lugar de quienes han alcanzado para siempre ese sumo bien, Dios, a quien ellos siempre han deseado y a quien le han dedicado su vida. El infierno, por el contrario, es el lugar de quienes han querido afirmar su propio yo, centrar todo en torno a sí mismos, y de los que están satisfechos de sí mismos, de su propia voluntad y de su propia libertad, sin importarles supuestas divinas revelaciones, divinas voluntades, leyes, órdenes, perdones, castigos, apelaciones, amenazas, justicias, dones, vocaciones, misericordias, ternuras y gracias divinas, infiernos, purgatorios y paraísos.
----------Ahora bien, es necesario considerar que el acto de la virtud de la justicia, que consiste tanto en el premiar como en el castigar, no puede no causar gozo y aprecio en quien lo cumple y en quien lo ve, aún cuando obviamente ese acto no es apreciado por parte del criminal castigado, aunque, si es honesto, debería también él reconocer la justicia de la medida de la cual es objeto (véase el buen ladrón crucificado junto a Jesús). Por eso la gente honesta se alegra cuando ve que el sistema judicial funciona.
----------Por otra parte, si la justicia humana no encuentra en el más allá, en la justicia divina, su fundamento, su apoyo y su ideal, por más frágil, inconstante y defectuosa como sea la justicia humana, ¿dónde lo encuentra? Si incluso Dios puede dejarse engañar por los astutos y zorros y si deja pasar al paraíso tanto al asesino como a su víctima, entonces ¿no se sentirá la justicia humana autorizada también a abandonar toda imparcialidad y ponerse al servicio de los prepotentes y de los opresores, con el pretexto de que todos son buenos, todos están en gracia, todos son frágiles, dignos de compasión y se salvan?
----------En otros artículos de este blog he demostrado acabadamente que el buenismo es el mayor desastre moral de nuestro tiempo, y que con su misericordismo y falsa piedad por los oprimidos, produce exactamente aquella explotación de los débiles y de los pobres que ese mismo buenismo proclama hacer cesar, dando carta blanca a los explotadores y a los aprovechadores, los cuales, convencidos de estar perdonados y de que en cualquier caso son buenos y están seguros de salvarse, se sienten en la impunidad, autorizados a proseguir su mala obra sin que nadie en el cielo ni en la tierra tenga el derecho a castigarlos.
----------Para el buenismo no existe el enemigo, sino sólo el diferente. Pero si se confunden así los roles, también sucede que el diferente es el enemigo. El buenismo de Rousseau y el pesimismo de Hobbes se corresponden. Cuando ya no se distinguen los justos de los impíos, cuando ya no se admite un criterio objetivo, universalmente compartible en cuanto verdadero, para distinguir a los unos de los otros, entonces todos son justos y simultáneamente todos son impíos. Todos se aman y todos se odian. Todos son hermanos y todos son enemigos los unos de los otros. ¿Qué clase de sociedad es ésta? No hay duda: esto es el infierno.
----------Oscar Cullmann [1902-1999], el teólogo protestante francés, amigo de san Paulo VI, convenció al Papa de adoptar la expresión "historia de la salvación" en lugar de la tradicional historia sagrada. Así ella ha entrado en uso también entre nosotros los católicos. Pero dada la interpretación buenista que se puede dar, propongo retornar a la expresión precedente. La expresión "historia sagrada" no se desbalancea, sino que sobrentiende sus dos aspectos. De hecho, no sólo hay una "historia de la salvación", sino también una "historia de la condenación". A través de todo el curso de la historia, cielo e infierno se van llenando progresivamente de habitantes hasta alcanzar el número correspondiente al fin del mundo.
----------Por tanto, hay que decir que la historia sagrada se concluirá no con una conciliación universal de todos con todos, sino con la definitiva separación obrada por nuestro Señor Jesucristo juez de los justos y de los réprobos. Ningún condenado tendrá motivo para protestar por haber sido tratado injustamente, sino que tendrá que admitir con los dientes apretados que Cristo ha sido justo al juzgar.
----------La naturaleza humana es una, universal, igual e idéntica en todos; pero la humanidad concreta o la colectividad humana de hecho no está unida, sino siempre dividida. ¿Y por qué es esto? Simplemente porque no todos obedecen al Evangelio, cuya aplicación por parte de todos garantizaría la paz universal. Por eso, en el fin del mundo, es decir, en el juicio universal, Cristo separará definitivamente a los justos de los réprobos.

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