jueves, 21 de septiembre de 2023

Cuestión teológica con interesantes resonancias: de si los bienaventurados del cielo verán a los condenados del infierno (1/3)

Volvamos a plantearnos algunas preguntas que hoy tienen interesantes y vitales ecos. No faltan testimonios de la Sagrada Escritura que nos iluminan en nuestra labor. Por ejemplo, este testimonio del Salmista: "Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado. Con sólo dirigir una mirada, verás el castigo de los malos" (Sal 91,7-8) [En la imagen: fragmento de "Juicio de Salomón", fresco pintado entre 1509-1511, por Rafael Sanzio, conservado y expuesto en el Palacio Apostólico Vaticano].

Una pregunta indiscreta que se hace santo Tomás de Aquino
   
----------Es de toda evidencia que los bienaventurados del paraíso del cielo disfrutarán eternamente de la visión de las grandes obras de la divina misericordia en sí mismos y en los demás bienaventurados, según el dicho amado de santa Teresa de Ávila: "misericordias Domini in aeternum cantabo". Sin embargo, en el Suplemento a la Suma de Teología, en la cuestión 94, santo Tomás de Aquino se plantea una serie de preguntas que a muchos de nosotros actualmente pueden parecernos embarazosas, si no incluso escandalosas: se pregunta si los bienaventurados del paraíso verán a los condenados en el infierno (art.1), si tendrán piedad por la suerte de los condenados (art.2), y si se alegrarán por los castigos de los condenados (art.3).
----------¿Por qué motivo hacerse preguntas como los que se hace el Aquinate? ¿Qué utilidad pueden tener? ¿Acaso podemos alegrarnos del sufrimiento de otros? ¿Podemos estar contentos de que algunos de nuestros hermanos, tal vez familiares y parientes, hayan perdido para siempre el sentido de sus vidas? ¿Que hayan elegido contra Dios con las consecuencias que ello conlleva? ¿Que nos hayan dejado para seguir al demonio en el infierno? ¿Y qué decir de aquellos que nos han perseguido por causa de Cristo? ¿Nos odiarán eternamente por causa de nuestra fe? ¿No podríamos perdonarles?
----------Indudablemente, en el clima actual, reacio a admitir la existencia de los condenados, preguntas de tal género parecen completamente desafinadas o incluso irritantes. Pero las cuestiones que Tomás de Aquino se plantea en ámbito teológico, si bien algunas de ellas no dejan de estar marcadas por el espíritu de su tiempo, si en un principio pueden parecer anticuadas, inactuales, extrañas o superadas, en realidad, para un exámen más atento, nos reservan sorpresas, y se revelan inspiradas por una profunda e insospechada percepción del misterio cristiano, tales como para proponer valores siempre vivos y actuales y hacernos penetrar más a fondo en ciertos aspectos del misterio que ignorábamos o que incomprendíamos.
----------Estas preguntas, que ahora proponemos a la atención del lector, están estrechamente relacionadas con el tema muy serio de la beatitud eterna y de modo especial con su aspecto social, y además tienen una clara conexión con los acontecimientos que vivimos en esta vida. De hecho, es a partir de los sucesos terrenos que podemos imaginar lo que podría suceder en el cielo. A todos nos complace ver realizarse la justicia. Si la policía captura a un mafioso responsable del asesinato de siete personas, nos alegraremos. Y si este tipo logra escapar después de dos años de prisión, nos entristeceremos.
----------Recordemos que si no existe una justicia divina en el más allá, desaparece el fundamento de la justicia humana en el más acá. Si así fuere, nadie, maltratado por los hombres, podrá esperar que Dios remedie los defectos de la justicia humana. ¿Y qué decir de un Dios que premie a los malhechores?
----------Ahora bien, estas preguntas que se hizo Tomás en el siglo XIII y que volvemos a hacernos ahora, sólo tienen sentido, naturalmente, si se admite la existencia de los condenados. Pero yo he demostrado de diversas maneras en mis publicaciones en este blog, a disposición de todos, retomando la tesis de la teología tradicional y sobre todo cuanto ha sido claramente afirmado por nuestro Señor Jesucristo, y reiteradamente confirmado y enseñado por la Iglesia, que ellos efectivamente existen.
----------Ir al infierno no es una simple posibilidad que nos deja ignaros si de hecho tal posibilidad es o no es actuada al menos para algunos; es decir, si hay alguien en el infierno o no hay ninguno. No. La Iglesia enseña que efectivamente "no todos se salvan", como enseña, por ejemplo, el Concilio de Quierzy, del 853.
----------Por lo tanto, la Iglesia nos dice que, de hecho, existen condenados en el infierno, aún cuando no dice cuántos son y quiénes son, incluso si no existe censura eclesiástica contra aquellos que, con ponderada opinión, imaginan que en el infierno se encuentran tales y tales determinadas personas que, efectivamente en esta vida han causado escándalo, como se atrvió a escribir el divino poeta, Dante Alighieri, mencionando a algunos claramente con su nombre en el infierno, en su Divina Comedia.
----------Al mismo tiempo, nos es posible y totalmente lícito imaginar que el propio Judas, gracias a un arrepentimiento en punto de muerte, haya podido ser salvado, como nos ha propuesto considerar el papa Francisco, no en base a un acto de su magisterio (no se trata de materia de fe, sino de historia de la salvación), sino por una personal opinión teológica suya, enteramente legítima, compartible o no.
----------Tampoco está prohibido pensar que en el paraíso del cielo el Faraón perseguidor de Israel, Nerón, Calígula, Mahoma, Saladino, Stalin y Hitler, arrepentidos quizás al final de sus vidas, disfruten hoy de la visión beatífica en el paraíso del cielo, junto a la Virgen, a san José, al apóstol san Pablo, al apósto san Juan y a todos los santos. Pueden muy bien estar salvados los más famosos herejes como Arrio, Nestorio, Apolinar, Eutiques, Hus, Wycliff, Lutero, Calvino, Bayo y Jansenio, si se han arrepentido. Además, está claro que son salvos todos aquellos que se han opuesto a nuestro Señor Jesucristo, ya sea por ignorancia o por estar en buena fe, al igual que los mismos asesinos de Cristo a quienes Él perdonó.
----------Por lo tanto, las preguntas que santo Tomás de Aquino se plantea, son más que legítimas y siguen hoy suscitando nuestra más viva curiosidad por saber cómo pueden ser respondidas, atendiendo al hecho de que nunca antes como hoy la Iglesia ha descubierto cuán amplia es la misericordia de Dios. Sin embargo, como he recordado muchas veces en mis publicaciones y en mi predicación, hoy lamentablemente está muy difundida una falsa noción de la misericordia, que yo llamo "misericordismo", por la cual muchos, movidos por una vana confianza en Dios, engañados por hábiles impostores, quieren hacerse los zorros con Dios y con el prójimo y sacarla barata pensando así poder seguir pecando libremente yendo de todos modos al cielo y confundiendo la malicia por fragilidad y la buena fe con la mentira.
   
Las respuestas que da santo Tomás de Aquino
   
----------Tomás responde en el primer artículo que a la perfección de la beatitud pertenece la visión de los condenados, que se encuentran en una condición contraria a la de los bienaventurados del cielo.
----------"Ahora bien, cada cosa se conoce mejor si se compara con su contraria, porque las cosas contrarias, confrontadas unas con otras, se esclarecen más. Y por tanto, para que la bienaventuranza de los santos les complazca más, y por ella den a Dios más abundantes gracias, se les concede el ver perfectamente las penas de los impíos" (Summa Theologiae, Suppl., q.94, a.1).
----------Uno quizás podría decir: ¿pero cómo puedo alegrarme y no tener compasión al ver la pena eterna de mi prójimo? Y aquí, en el segundo artículo, Tomás aborda esta grave pregunta y responde con estas palabras:
----------"La misericordia o compasión surge de la elección de la razón según que alguno quiere rechazar el mal de otro; por lo que de aquellos males que según la razón no queremos que sean repelidos, no tenemos tal compasión. Mas los pecadores, mientras están en este mundo, se hallan en tal estado que, sin perjuicio de la divina justicia, pueden ser trasladados del estado de miseria y de pecado a la bienaventuranza. Y por tanto la compasión para con ellos tiene lugar ya según la elección de la voluntad, según que Dios, los ángeles y los bienaventurados se dice que se compadecen de ellos, queriendo su salvación; ya según la pasión, como se compadecen de ellos los hombres buenos que existen en el estado de la vida presente. Pero en el futuro no podrán ser sacados de su miseria. Por lo cual para sus desdichas no podrá haber compasión según la razón recta. Y por eso los bienaventurados que estarán en la gloria no tendrán compasión ninguna de los condenados" (Summa Theologiae, Suppl., q.94, a.2).
----------Pero entonces -podríamos preguntarnos- ¿esto significa quizás que los bienaventurados gozarán de las penas que sufren los demás? Y Tomás de Aquino responde:
----------"Algo puede ser materia de gozo de dos modos. De un modo de por sí, a saber, cuando uno se goza de alguna cosa en cuanto tal. Y así los santos no se alegrarán de las penas de los impíos. De otro modo accidentalmente, esto es, por razón de alguna cosa adjunta. Y de este modo los santos se gozarán de las penas de los impíos, considerando en ellas el orden de la divina justicia y el haberse librado de ellas, lo que será objeto de su gozo. Y así la divina justicia y su liberación serán de por sí causas de su gozo, mas la pena de los condenados lo será accidentalmente" (Summa Theologiae, Suppl., q.94, a.3).
----------La voluntad goza del bien. Pero realizar justicia es un bien. Ahora bien, tal realización implica la pena del condenado. El bienaventurado no goza del mal del condenado en cuanto mal: tal gozo sería crueldad; sino que goza del hecho de que él es castigado con justicia.
   
El castigo no es un acto de violencia sino de justicia,
aunque implique la coerción de la voluntad del castigado
   
----------Demos algunos pasos adelante en esta reflexión teológica. Ahora bien, algunos identifican cualquier fozar o constreñir o acto de fuerza o uso de la fuerza o de las armas sic et simpliciter con la violencia y la crueldad, y por tanto con la injusticia. Pero esto es erróneo. Violentar, es decir, usar violencia contra alguien no es aún constreñir y no es aún coerción. Estas últimas acciones pueden ser legítimas.
----------Violentar es pecado en cuanto es ofensa a la libertad de la persona. Constreñir puede ser justo procedimiento del juez que envía a la cárcel al reo, el cual comprensiblemente no será entusiasta de ir a prisión, pero es cordialmente invitado y reconoce sufrir la pena que se merece, como el buen ladrón que está al lado de Jesús en la cruz y por tanto acepta voluntariamente la pena que se le ha asignado. Por lo tanto, así como puede haber una coerción injusta, que es reprensible violencia, así puede también haber una coerción justa, que es el justo castigo. Constreñir a alguien a razón vista a hacer o sufrir algo que no quiere o no le gusta puede ser acto de justicia y no necesariamente violencia o abuso.
----------El castigo no es de por sí una injusticia, ni una crueldad o falta de misericordia. Existe un castigo justo y un castigo injusto. Si no fuera así, desaparecería en la Iglesia, inicio del reino de Dios, y en el Estado, el fundamento del sistema judicial y la sociedad se derrumbaría, como está sucediendo hoy por culpa de los misericordistas. Hay falta de misericordia cuando ésta debería intervenir y no interviene. Pero la simple ausencia puede ser justificada por el hecho de que no concurren las circunstancias para ejercerla.
----------Sin embargo, hay circunstancias en las que es necesario ejercer la justicia y no la misericordia. El médico compasivo, dice el proverbio, gangrena la herida. Si el tratamiento farmacológico no es suficiente, es necesaria la intervención quirúrgica. Si no bastan los buenos, pueden servir los malos. No es necesario tener la sabiduría de Salomón para entender estas cosas. Quien a esto pone objeciones no es un misericordioso, sino alguien que quiere salirse con la suya. Y eso no es honesto.
----------Se debe ser misericordiosos cuando las circunstancias lo requieren, debemos ser justos y severos cuando lo requieren otras circunstancias, en todos los casos siempre a fin de asegurar el bien del prójimo y en el ejercicio de la caridad. Es necesario saber discernir. No se debe dejar pasar las cosas ni fingir no ver cuando se debe intervenir y corregir, y no se debe acusar ni castigar a quien no puede defenderse.
----------La misericordia está ilimitada no en relación a su funcionamiento, sino en relación a su poder. Es decir, existen circunstancias en las cuales la autoridad debe dejar de ser misericordiosa y pasar entonces a la justicia y a la punición. Son aquellas circunstancias en las cuales el pecador, por su arrogancia y obstinación, se revela incorregible o sensible sólo a las amenazas. Ciertamente, hoy en día algunos permanecen indiferentes incluso si se les amenaza con el propio infierno, porque, engañados por los buenistas y misericordistas, creen que pueden salvarse de cualquier modo y se burlan de aquellos que creen en la existencia del infierno. Pero si ellos insisten, no escaparán de la gehenna; y así, contentos ellos.
----------La misericordia, en cambio, está ilimitada en su ejercicio porque es por su esencia un donar gratuitamente por puro amor, sin límite y más allá de los méritos y de las medidas limitadas, mientras que la justicia, que sin embargo sigue siendo también bondad y efecto del amor, está regulada y limitada por la consideración de la cantidad de mérito, por bueno o malo que sea, del destinatario. Por eso el apóstol Santiago dice que la misericordia prevalece sobre el juicio (Sant 2,13).
----------La misericordia, en consecuencia, es signo de mayor bondad; y por eso tiene el primado sobre la justicia. Si el miserable, está arrepentido, si es humilde y de buena voluntad, entonces atrae misericordia, y en tal caso, el misericordioso, que queremos suponer rico, no se contenta con compensarle según el mérito y darle la paga justa, sino que añade un sinfín de regalos y favores.
----------Quien no muestra misericordia no es necesariamente un alma dura y egoísta, sino que podría ser muy bien un santo, si es cierto que Cristo en un primer momento no muestra misericordia a los réprobos. ¿O acaso es que los actuales misericordistas son más misericordiosos que Jesucristo?
----------Pero si el prójimo es orgulloso, obstinado, descarado, soberbio, hipócrita, cruel e impenitente, si no quiere razonar y niega la evidencia, entonces no merece misericordia, y por lo demás ni siquiera la pide por su orgullo, o a lo más la invoca según el concepto que de ella tiene el misericordista, como un dejar hacer para seguir pecando sin ser castigado sino incluso con el paraíso garantizado.
----------No confundamos entonces la violencia con la severidad de la justicia. La violencia es el exacto opuesto de la justicia. La acción violenta, como dice Aristóteles, es aquel "acto cuyo principio está fuera de nosotros y tal que quien lo realiza o quien lo sufre no coopera en absoluto: por ejemplo, si alguien es transportado a algún lugar por el viento o por hombres que han tomado posesión de él" (Etica a Nicómaco, l. III, c.1, 1110a3).
----------En cambio, quien castiga al malhechor o lo constriñe a realizar un trabajo penoso, en realidad no ejerce una verdadera violencia, porque en este caso, como observa Aristóteles, el acto del castigado "es dudoso si es involuntario o voluntario" (Ibid.). Aristóteles no da este ejemplo, pero sí un ejemplo similar. Por tanto, el ejercicio de la coerción no es necesariamente reprobable; no es necesariamente violencia; sino que en el ejemplo anterior es acto de justicia. Por el contrario, es violencia, es injusticia, si en cambio el violento constriñe a alguien a cometer un pecado o lo penaliza injustamente.
----------Por tanto, hay que afirmar que la coerción de la voluntad del malhechor castigado por el juez es posible y legítima, pero la presión del deber sobre la voluntad, es decir, la necesidad moral o la obligación moral, no exige la acción, que por su esencia es libre, sino que por el contrario la estimula y la justifica.
----------La voluntad puede ser presionada u obligada por un agente externo, pero no constreñida y no violentada, porque o el acto voluntario es libre o no es voluntario. Por consiguiente, incluso aquellos que actúan contra voluntad porque son presionados por alguien, siempre actúan libremente, aunque con tristeza.
----------Ningún hombre puede ontológicamente y, por tanto, ningún hombre puede moralmente, constreñir a otro a hacer aquello que el constreñidor quiere, si el constreñido no quiere hacerlo. Sólo Dios, como causa del acto voluntario de la creatura, puede mover la voluntad de la creatura. El dueño puede constreñir a su perro a hacer aquello que él le ordena bajo amenaza de pegarle con un palo, porque el perro no actúa por voluntad, sino sólo deterministamente por instinto. En cambio, el reo que va a prisión porque el juez se lo ordena, ciertamente lo hace de mala voluntad, pero siempre con un acto libre.
----------Aquí la libertad disminuye pero no desaparece. En cambio, quien actúa para evitar un castigo justo o bajo amenaza de un castigo justo, si actúa por temor de Dios, su actuar es plenamente libre y virtuoso. Si en cambio actúa sólo para evitar la punición, sin amor y respeto por el castigador, y sin amor por el bien ordenado, entonces su gesto es mezquino y egoísta.
----------El justo se complace en la realización de la justicia. Tiene placer de que sea premiado quien ha merecido ser premiado y que ​​sea castigado quien ha merecido ser castigado. Conoce la escala de los valores y pone en el primer puesto lo que debe estar en el primer puesto. Antepone los deberes hacia Dios a los deberes hacia el prójimo. Es el primero en dar ejemplo del respeto a la ley y del cumplimiento del propio deber. Evita balancearse entre la verdad y la mentira. Dice sí al sí y no al no. Juzga con justicia e imparcialidad, dando razón a quien tiene razón y corrigiendo a quien está equivocado. No se deja corromper por los regalos. Es amigo de todos, pero sobre todo de la verdad y de la justicia. Ignora el respeto humano porque teme a Dios. Denuncia las injusticias sin temer las amenazas de los poderosos. No pretende recibir un tratamiento de favor, sino que en todo caso es generoso con favores incluso hacia quien no los merece. Ama a sus enemigos y ora por ellos. Se defiende, pero no se venga. Deja la venganza a Dios.
----------Acepta serenamente haber recibido el castigo merecido sin intentar pasarla bien y salirse con la suya. Es justo en el compensar según el mérito, en el pagar sus propias deudas y en el pagar a los demás según lo debido, en el exigir o en el reivindicar según su derecho. Es misericordioso hacia aquellos que no pueden pagar, piadoso y compasivo hacia los que sufren, tolerante hacia los fastidiosos, servicial hacia los necesitados, y socorre a aquellos que no pueden arreglárselas por sí solos.
----------Se esfuerza trabajando para que la ley sea respetada por todos, para que se haga justicia a los que han padecido injusticia y a fin de que el malhechor sea castigado y para que el pueblo sea liberado del tirano. Libera al oprimido del opresor. Defiende a los débiles de los prepotentes.

2 comentarios:

  1. Querido padre, perdóneme mi ignorancia. ¿Tiene valor dogmático, infalible, tal afirmación que usted menciona, del Concilio de Quierzi, del año 853? ¿No es un concilio regional?

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    1. Estimada Herminia,
      es cierto que el Concilio de Quierzy no fue un Concilio Ecuménico y, sin embargo, fue aprobado por el papa san León IV. Este Decreto del Concilio fue citado hace años por un Documento de la Comisión Teológica Internacional dedicado al limbo. Ahora bien, cuando se trata de materia de fe, confirmada por el Papa, debemos pensar que aquí el Papa actúa en conformidad con el don de la infalibilidad doctrinal.
      Este dogma fue confirmado por el Concilio de Trento en estos términos: "Si bien Cristo ha muerto por todos, no todos sin embargo reciben el beneficio de su muerte, sino solamente aquellos a los cuales es comunicado el mérito de su pasión (Denz. 1523).
      Los salvados son aquellos que, basándose en la Escritura, son llamados por el Concilio y por la Liturgia los "elegidos", y el Concilio de Trento llama los "predestinados". Lo que quiere decir que no todos son elegidos y no todos están predestinados.
      La doctrina de la predestinación fundada en San Pablo (Ef 1,5.11).

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