sábado, 30 de septiembre de 2023

Integrismo católico e infalibilidad del Magisterio (3/3)

Es necesario prestar mucha atención al término "integrismo" y distinguir bien el significado que le da la Iglesia de aquel significado que le dan los modernistas. En el primer sentido el integrismo viene a significar absolutizar un relativo, es el aferrarse a un pasado que ya ha pasado y una injustificada resistencia a lo nuevo, aún cuando sea enseñado por la Iglesia y por el propio Magisterio Pontificio y Conciliar; en el segundo caso, cuando más bien habría que hablar de un "sano y recto catolicismo integral y auténtico" (al cual, en cambio, los modernistas llaman "integrismo") es la diligencia y el cuidado con el cual el católico bajo la guía de la Iglesia y de su Magisterio precisa con claridad y certeza la verdad de fe. Ver en esto una actitud detestable, como lo hacen los modernistas, es solo un signo de su confusión mental y de su deslealtad.

¿Qué significa ser católico? ¿Qué condiciones se requieren para serlo?
   
----------Es posible que a alguien que no supiera nada de todo lo que hasta aquí llevamos dicho del integrismo católico, ni de su historia, ni de sus distintas maneras de dar sentido a esa palabra, se le ocurriera, a la vista del actual relativismo y subjetivismo que también han penetrado hondamente en la Iglesia, y que impulsan a tantos fieles a inventarse un catolicismo a su modo, llamar "católico integrista" o "integrismo católico", al auténtico, normal, integral, y recta manera de ser y de vivir como católico, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo tal cual son conocidas por la divina Revelación en la Escritura y la Tradición, como nos son transmitidas por el Magisterio de la Iglesia y confirmadas por el Papa hasta la actualidad.
----------En tal caso, las expresiones "católico integrista" o "integrismo católico", adquirirían un sentido positivo y aceptable, naturalmente salvadas ciertas condiciones. Pero el hecho es que hoy un problema muy vivo es precisamente el planteado por la pregunta: ¿qué significa ser católico? ¿Qué condiciones se requieren para ser católico? Este es un punto delicado, porque hoy son muchos los que se consideran "católicos", y efectivamente, si venimos a hacer una verificación, son muchos los que así se consideran. Sin embargo, uno se pregunta inmediatamente: ¿pero cuál es el criterio de juicio para que alguien pueda y deba considerarse católico? El criterio es muy evidente: es el Catecismo de la Iglesia Católica.
----------Y cuando decimos Catecismo de la Iglesia Católica, estamos hablando, naturalmente, de su último texto, el publicado en 1992 por el papa san Juan Pablo II, y en cuya elaboración ha tenido un rol de suma importancia el entonces prefecto del dicasterio de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, luego papa Benedicto XVI. Se trata de la más reciente formulación del Catecismo católico, cuyas versiones anteriores han sido el Catecismo Mayor para los Párrocos, elaborado a impulsos del Concilio de Trento, y el llamado Catecismo de San Pío X, de principos del siglo pasado. Si bien estos Catecismos pontificios no constituyen Magisterio propiamente dicho, son sin embargo un resumen autorizado de los dogmas y la doctrina católicos.
----------Pues bien, el mencionado Catecismo de san Juan Pablo II es estupendo, ¡pero es un enorme volumen!, que ha sido elaborado por supuesto muy bien, pero es muy extenso, por lo que justamente no han faltado diócesis o conferencias episcopales que, con mucho sentido práctico y pastoral, ha elaborado síntesis, incluso adaptadas a la idiosincracia de cada cultura y país. Ahora bien, es cierto que existe también un resumen oficial de aquel Catecismo, vale decir, el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo, no han faltado en estos años doctísimos teólogos, pastoralmente premurosos en dar su personal contribución, elaborando también sus propios Catecismos, por supuesto en fidelidad al de Roma, precisamente porque estos teólogos se han dado cuenta que existe confusión respecto a las preguntas que planteábamos líneas arriba: ¿qué significa ser católico? ¿Qué condiciones se requieren para ser católico?
----------Como se ha dicho, muchos son los que hoy se consideran católicos, o que son considerados tales, pero que si venimos a hacer una verificación con el Catecismo oficial, nos damos cuenta que lamentablemente sufren influencias masónicas, o influencias luteranas, o incluso influencias de desviadas corrientes teológicas surgidas en el mismo interior de la Iglesia, como las de Rahner o de Schillebeeckx o de Küng, o la influencia de posiciones que no son compatibles con la doctrina católica, porque existen influjos filosóficos hegelianos, idealistas, panteístas, etc. En suma, éste es nuestro grave problema actual.
   
Las verdades de Fe y el Magisterio de la Iglesia
   
----------Ahora bien, si alguien pregunta ¿qué se entiende por verdades de Fe? La respuesta podría ser, en principio, bastante intuitiva. Ante todo nos preguntamos: ¿qué son las verdades de Fe? Son las verdades anunciadas por la Escritura y sobre todo por nuestro Señor Jesucristo en el Santo Evangelio o en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, son proposiciones, enseñanzas, examinando las cuales nos damos cuenta que no son verdades puramente racionales. Esto es muy importante decírselo y aclarárselo bien a los fieles sencillos, sin mayor instrucción. Repito: las verdades de fe son, en línea de principio, muchas frases, no todas, pero muchas frases de Jesús, tantas cosas que Él ha dicho, narradas en los Evangelios, que si nosotos las examinamos y reflexionamos, nos damos cuenta de inmediato que están por encima de nuestra razón.
----------Son declaraciones de Jesús, no hace falta hacer aquí un elenco, pero pensemos, por ejemplo, en el Evangelio de Juan, cuando Jesús habla del Padre y del Espíritu Santo. Vale decir, se trata de verdades de Fe, verdades que nos enseña Jesús y que debemos aceptar por Fe, porque creemos en Él, no porque les veamos la razón o la explicación racional, demostrada con argumentos que nos convencen. No.
----------Son verdades que están por encima de nuestra razón. Ahora bien, ¿dónde se encuentran esas verdades de Fe? Como bien sabemos, se encuentran ante todo en la entera Sagrada Escritura, también en el Antiguo Testamento, pero sobre todo en el Nuevo Testamento, que completa la divina Revelación.
----------Pero una distinción muy importante y delicada, es la distinción entre verdades de Fe y dogmas. También en la cuestión del dogma existen muchos problemas. Ahora bien, preguntémonos ahora: ¿qué es un dogma? Dogma, según su etimología griega, es cualquier enseñanza. ¿Y qué diferencia hay entre el dogma y la verdad de fe? Para saber qué es el dogma podemos consultar el Código de Derecho Canónico o el mismo Catecismo de san Juan Pablo II. Pero lo decimos sencillo: el dogma es una proposición, una verdad de Fe, que es presentada por el Magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, aquí ya se ve una diferencia, pues las verdades de Fe son enseñanzas de la Sagrada Escritura y también, podríamos decir, de la Sagrada Tradición.
----------En cambio, el dogma es una interpretación, una explicación, una explicitación, de cualquier verdad de fe acerca de la cual se podrían plantear problemas, y de hecho se plantean, por los cuales algunos se preguntan si se trata de verdad de fe o no se trata de una verdad de fe. Por lo tanto, el dogma es una aclaración hecha por la Santa Madre Iglesia acerca de lo que ha dicho Jesús y lo que han dicho los Apóstoles ("Quien a vosotros escucha a mí me escucha"). Por lo tanto, el dogma es una proposición de Fe, porque viene ofrecida maternalmente por la Iglesia, y que compromete nuestra Fe, fe divina y teologal como se dice, o fe sobrenatural, la fe en el sentido más fuerte. Pero que sin embargo no es Fe directamente en Cristo, sino que es una fe en la autoridad de la Iglesia que nos habla en nombre de Cristo. Esto es el dogma.
----------Ahora bien, alguien podría objetar: si todo esto está tan claro, ¿para qué se necesitan ulteriores precisiones o por qué se necesitan las llamadas "definiciones solemnes"? Pues bien, el dogma en sentido estricto, tal como lo define el Código de Derecho Canónico, y tal como siempre la Iglesia lo ha definido (pensemos sobre todo en el Concilio Vaticano I, en el Concilio Vaticano II, o en cualquier tratado de teología), el dogma en el sentido más estricto, es el dogma solemnemente definido, y aquí precisamente nos remitimos sobre todo al Concilio Vaticano I. Es una proposición acerca de la cual la Iglesia declara explícitamente que es de Fe. ¿Y cómo sabemos que ello ocurre? Porque en esos casos la  Iglesia utiliza fórmulas que ya son bien conocidas por todos, por ejemplo se expresa con las palabras "es de fe.", "esta proposición es revelada", "esta proposición es para creerse", o bien puede ser la fórmula antigua y tradicional del "anatema sit", de sentido bien conocido: "sea excomulgado", vale decir, la Iglesia expresa que si alguien no cree en determinada proposición, entonces es excomulgado y, por lo tanto, se sobreentiende que esa proposición es de fe.
----------Sin embargo, alguien podría preguntar: ¿cuántos son los dogmas? No son muchos. Sobre todo aquellos solemnemente definidos por los Concilios o por los Sumos Pontífices. Una veintena, quizás. Respecto a esto existe un pequeño problema, siempre en referencia a la diferencia entre verdad de fe y dogma. ¿Por qué motivo esta diferencia entre verdad de fe y dogma? Lo que está en el fondo de esta custión es algo bastante claro: porque las verdades de fe no son difíciles de reconocer. Como he dicho, el criterio es muy simple, vale decir, nos damos cuenta de que son declaraciones de Jesús que no son proposiciones puramente racionales. Jesús enuncia muchas cosas, y no pocas de ellas son cosas humanas, de buen sentido común. Hasta se podría decir incluso que Jesús ¡ha sido también un metafísico!, lo cual quiere decir que Jesús nos manifiesta una sabiduría humana, sabiduría altísima, sí, pero humana, racional, como si fuese un filósofo. Pero está claro que el tesoro que Jesús nos da no es tanto esto, sino que es la revelación de su misterio, sustancialmente el misterio trinitario, el misterio de la encarnación, es decir, los misterios del cristianismo.
----------Entonces, repito, el dogma es una proposición establecida por la Iglesia, una proposición ciertamente verdadera, que pone en juego como suele decirse la infalibilidad de la Iglesia, que nos esclarece, nos explica, nos explicita, una verdad de fe contenida en la Sagrada Escritura.
   
Tres grados de autoridad de la doctrina de la Iglesia
   
----------Lo que inmediatamente debemos aclarar es que si bien existe una jerarquía en esas declaraciones magisteriales de la Iglesia, se trata siempre de verdades de fe. En efecto, el papa san Juan Pablo II, en 1998, emanó un documento importantísimo, por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la declaración Ad tuendam fidem, que conlleva una declaración final adjunta del propio dicasterio de la Fe, donde se explica la existencia de tres grados de autoridad de las doctrinas. ¿Y qué sentido tienen estos tres grados?
----------Se trata de tres grados de empeño o compromiso doctrinal de la Iglesia, tres grados más o menos fuertes. Para explicar esto, suelo hacer una comparación muy simple: cuando nosotros leemos un libro, y a mí esto me viene espontáneamente, subrayo, o bien subrayo dos veces, o bien subrayo tres veces. O bien como ocurre cuando uno alza la voz (y los que me conocen saben que lo hago con frecuencia). ¿Y qué significa alzar la voz? Significa algo muy simple: para entenderlo, pensemos en el docente: cuando se refiere a algo serio, tal cosa la dice fuerte. Pues bien, lo que san Juan Pablo II ha querido enseñarnos en Ad tuendam Fidem, con los tres grados, si bien se ve, está todo aquí, en esta comparación que acabo de proponer.
----------De manera que estos tres grados son niveles de empeño o de compromiso pastoral con los cuales la Iglesia nos quiere presentar las verdades de la Fe, sobre todo aquellas verdades que la Iglesia considera más urgentes y más importantes. Como es fácil advertirlo, al fin de cuentas, estos tres grados tienen su simple y muy humana razón de ser en un comprensible hecho psicológico.
----------Claro que habría que preguntar qué diferencias existen entre estos tres grados de autoridad del Magisterio de la Iglesia. El primer grado es el de la solemne definición dogmática, la cual se trata de un nuevo dogma, y sabemos cuando esto ha sucedido, por ejemplo cuando el venerable Pío XII ha definido la Asunción de María, o bien el beato Pío IX ha enseñado el dogma de la Inmaculada Concepción. ¡Grandísima solemnidad en estas definiciones! Pero también depende de los Papas: es con frecuencia el "calor" con el cual la madre Iglesia manda a sus hijos creer todos los dogmas, pero sobre todo el dogma que puntualmente se define, por lo cual existe una preocupación pastoral, vinculada a un cierto tiempo o momento histórico. Por lo tanto, el primer grado es una proposición donde la Iglesia declara solemnemente que una verdad es revelada.
----------En el segundo grado, aunque también son verdades de fe, sin embargo, son verdades de fe vinculadas a verdades de razón. Por ejemplo, la misma convicción de que Dios existe es verdad de fe y verdad de razón. Se trata por sí misma de una verdad de razón, pero que la Iglesia considera que debemos aceptar como verdad de fe. Y este es un segundo grado de verdades de fe. Mientras que en el ya mencionado primer grado se trata de puros misterios divinos, por ejemplo el misterio de la Santísima Trinidad, verdad trascendente; en este segundo grado, en cambio, se trata de verdades que están a nuestro nivel humano racional. 
----------Finalmente, en el tercer grado, se trata de verdades de fe no definidas, las cuales, sin embargo, requieren nuestro obsequio, el obsequio de nuestra inteligencia, una atención confiada, aun cuando la Iglesia no acompañe estas enseñanzas con particular recomendación. Se trata sobre todo de enseñanzas de carácter moral, por ejemplo, el empeño del católico en política, etc.
----------Pero hay algo que debemos subrayar para no caer en equívocos: no obstante los matices que diferencian a estos tres grados del Magisterio, siempre se trata de enseñanzas en las cuales la Iglesia no puede estar equivocada o, lo que es lo mismo, son enseñanzas en los que está empeñada su infalibilidad.
   
Un caso de integrismo católico
   
----------Por consiguiente, frente a la naturaleza siempre ideológica y relativista que conlleva cualquier "integrismo católico" (sea cual sea el rostro que asuma), y advirtiendo que algo similar sucede con la ideología opuesta del modernismo, y al haber definido líneas arriba la condición de "fiel católico" por su relación con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, resulta muy útil llegados a este punto recordar las enseñanzas del papa san Juan Pablo II en su alocución a la Conferencia Episcopal de Francia, del 1 de junio de 1980, en un par de pasajes que he recordado al inicio de esta serie de artículos.
----------En el n.2 de esa alocución, un discurso de gran importancia para nuestro tema, el Santo Pontífice, subraya que la "tarea común" para la Iglesia "en la etapa actual de la historia" es "la aceptación y la realización del Concilio Vaticano II, de acuerdo con su contenido auténtico". E inmediatamente vincula este compromiso a su Fe, que es la Fe de Pedro: "Al hacer esto, nos guiamos por la fe: ésa es la principal y fundamental razón de nuestra obra. Creemos que Cristo, por el Espíritu Santo, estaba con los padres conciliares; que el Concilio contiene, en su Magisterio, lo que el Espíritu 'dijo a la Iglesia', y que se lo dijo al mismo tiempo en plena armonía con la Tradición y según las exigencias propuestas por los 'signos de los tiempos'. Esta fe está fundada en la promesa de Cristo: 'Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo'. Sobre esta fe se funda también nuestra convicción de que debemos realizar el Concilio tal y como es, y no como algunos quisieran verlo y entenderlo", y seguidamente el papa Wojtyla señala las dos interpretaciones inauténticas, tanto del integrismo, como del modernismo (conviene que el lector lea completo n.2 del discurso).
----------Ahora bien, dado que en esta serie de notas estamos hablando de los sedicentes "católicos integristas", vale decir, de aquellos que se autoproclaman "católicos integrales", menciono, a modo de ejemplo ilustrativo, el texto publicado por uno de ellos días atrás:
----------"Existe, por cierto, un 'carisma' propio del ministerio petrino y que sólo posee el Papa de turno, y consiste en la asistencia del Espíritu Santo lo cual le otorga infalibilidad siempre que se cumplan las siguientes condiciones: 1) El Papa debe hablar ex cathedra, es decir, desde su posición de autoridad suprema en la Iglesia y al ejercer su magisterio extraordinario. 2) La declaración debe referirse a una cuestión de fe o moral. 3)  El Papa debe expresar claramente su intención de definir una doctrina de manera infalible. Únicamente cuando se cumplen estas condiciones se habla de 'inerrancia absoluta', es decir, se considera que su enseñanza es infalible y libre de error. Consecuentemente, los católicos estamos obligados a aceptarla como verdadera y vinculante para la fe y práctica religiosa. Además, la infalibilidad pontificia establece la autoridad final del Papa en cuestiones de fe y moral. Cuando el Papa pronuncia una declaración infalible, se espera que los católicos la aceptemos como una verdad definitiva y no sujeta a debate o cuestionamiento. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la infalibilidad pontificia tiene limitaciones específicas. No implica que el Papa sea infalible en todos los aspectos de su enseñanza o que sea incapaz de cometer errores en otros ámbitos. Solo se aplica a declaraciones específicas realizadas bajo las condiciones mencionadas anteriormente".
----------Como es fácil advertirlo, el autor de estas líneas hace referencia a lo que sobre la infalibilidad pontificia enseña el Concilio Vaticano I, el cual sólo se refiere a lo que en 1988, el papa san Juan Pablo II llamó el primer grado del Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, el reducir la enseñanza del Papa y de los Concilios ecuménicos a solamente ese primer grado, es el cómodo recurso que viene utilizando hipócritamente desde hace sesenta años el integrismo lefebvriano, precisamente para considerarse eximido de aceptar las enseñanzas infalibles (aunque no en el primer grado de infalibilidad) del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio. Como ya he dicho, el considerar las enseñanzas pontificias y conciliares en el segundo o tercer grado magisterial (según la clasificación del papa Juan Pablo II en Ad tuendam fidem) no significa que tales enseñanzas no sean infalibles y puedan por eso considerarse opinables y no vinculares para todo católico. Siempre se trata de verdades de Fe, en las cuales el Magisterio de la Iglesia no puede equivocarse.
   
La autoridad magisterial del Concilio Vaticano II
   
----------Otra cuestión que conviene ahora aclarar, porque es un caballo de batalla del que lamentablemente se aprovechan los adversarios de la Iglesia, es la cuestión de la autoridad magisterial del Concilio Vaticano II, la cual algunos ponen en duda, diciendo por ejemplo que, siendo "un Concilio solamente pastoral", y no dogmático, sus textos deben tomarse cum mica salis. Ahora, el que deban tomarse todos los documentos de la Iglesia cum mica salis, vale decir, con el debido discernimiento, no creo que existan dudas, y esto vale no sólo para todos los documentos de la Iglesia, sino también para los mismísimos Santos Evangelios, que exigen siempre su debida interpretación. Pues bien, tratemos de aclarar, aunque más no sea de modo breve y a grandes rasgos la autoridad magisterial del Concilio Vaticano II.
----------Se trata de un tema muy debatido, aunque para orientarnos en ese debate contamos con una guía providencialmente muy luminosa y precisa. A este respecto, el Romano Pontífice que ha hablado con mayor claridad sobre esta cuestión y que, podríamos decir, ha dado con el punto central o nudo del problema, ha sido el papa Benedicto XVI, doctísimo teólogo, quien ha dicho que en el Concilio Vaticano II (como en los textos de cualquiera de los veintiún Concililos Ecuménicos) se debe distinguir un aspecto doctrinal de un aspecto pastoral, y esto el papa Benedicto lo ha enseñado, curiosamente, hablando con los integristas lefebvrianos. Porque recordemos que el papa Ratzinger se había empeñado mucho en el diálogo con los lefebvrianos, como amados hermanos alejados de la comunión con Roma, invitándolos a retornar a la Iglesia.
----------¿Y qué le ha dicho el papa Benedicto XVI a los lefebvrianos, en los inicios de su pontificado? Con mucha claridad y franqueza les ha dicho lo siguiente, y con plena autoridad petrina: "queridos hermanos, lo que debéis hacer, si queréis estar en plena comunión con nosotros, es aceptar las doctrinas del Concilio Vaticano II". Y luego ha dicho algo que ningún Papa antes había dicho: ha hablado de los aspectos pastorales del Concilio, y les ha dicho que, en cambio, respecto a la parte pastoral, la misma se puede discutir. Esto que ha dicho Benedicto es muy interesante, porque a mi entender crea tranquilidad entre nosotros.
----------Desarrollemos ahora un poco más este tema. ¿Qué queremos decir cuando se hace referencia al aspecto doctrinal del Concilio Vaticano II? Tengamos en cuenta que lo mismo que dijo Benedicto XVI en la mencionada ocasión, había dicho antes el papa san Paulo VI. Pero nadie lo había dicho con tanta claridad como Benedicto. Al respecto, todos sabemos muy bien que en el Concilio Vaticano II no existe ninguna definición dogmática, por lo tanto no existe ninguna proposición de primer grado (según la mencionada clasificación de san Juan Pablo II en Ad tuendam Fidem), pero esto no quiere decir que no existan en los documentos del Concilio Vaticano II afirmaciones de segundo grado y de tercer grado.
----------Por tanto, como fieles católicos, ¿qué actitud debemos tener ante esto? Debemos leer estos documentos con el criterio antes indicado, porque también en el Concilio Vaticano II existen muchas proposiciones de carácter simplemente humano, y de hecho es riquísimo en proposiciones de ética natural, de ética política, y por tanto es necesario que el buen católico en estos documentos discierna aquellas proposiciones que la Iglesia nos enseña como objeto de nuestra fe, aunque no en el primer grado, sino en el segundo y tercero. Pero, como alguna vez lo expresara también mons. Guido Pozzo (alguna vez encargado de tratar con los lefebvrianos), siempre se trata de verdades de fe, pero propuestas en distintos grados. Por tanto, por cuanto respecta a las verdades doctrinales, como católicos, estamos obligados a aceptarlas.
----------Para dar un ejemplo ilustrativo de lo que estoy diciendo, tenemos la doctrina sobre la libertad religiosa, enseñanza que el Concilio propone con una referencia a la divina Revelación. No faltan quienes niegan la autoridad magisterial del Vaticano II respecto a esta doctrina. Por ejemplo, el historiador italiano Roberto de Mattei ha escrito un conocido ensayo histórico sobre el Concilio, en el que pone en conflicto esta enseñanza con la de Pío IX. Sería largo explicar aquí que no existe tal conflicto (ya lo he explicado en otros artículos de este blog), pero lo importante es tener en cuenta de qué proposiciones se trata. Y lo que se enseña en la declaración Dignitatis humanae es que la libertad religiosa es un derecho civil (no se trata, obviamente, de derecho canónico) fundado, dice el Concilio, sobre la divina Revelación.
----------Por otro lado, el segundo de los aspectos señalados por Benedicto XVI a los lefebvrianos es de gran importancia, pues él es el primer Papa que ha reconocido que, si los lefebvrianos querían estar en plena comunión con la Iglesia, debían aceptar las doctrinas del Concilio Vaticano II, pero podían discutir sus aspectos pastorales, sobre los cuales hay que hacer un discurso totalmente diferente. De hecho, hay una cierta crítica de Benedicto a los aspectos pastorales del Concilio: la crítica de excesivo optimismo frente al mundo, y que es, entonces, la tendencia que hoy se suele llamar buenismo o misericordismo.
   
En conclusión
   
----------A modo de conclusión de estos pensamientos: 1°) es necesario cuidarse del integrismo denunciado por la Iglesia; pero 2°) sin dar ningún peso al integrismo del que hablan los modernistas, por el cual viene a ser "integrista" (a veces se dice "fundamentalista") el mismo Magisterio de la Iglesia con su preocupación por determinar de modo claro y unívoco la identidad católica, es decir, los fundamentos indiscutibles de la doctrina de la fe, sin por esto ignorar la evolución doctrinal y su relatividad respecto de los diversos contextos históricos, así como el pluralismo teológico, la existencia de interpretaciones opinables de la Sagrada Escritura y de tradiciones que pueden haberse asumido del propio tiempo.
----------El remedio para el integrismo denunciado por la Iglesia es la leal apertura a la sana modernización del catolicismo promovida por el Concilio Vaticano II y el Magisterio postconciliar, que conlleva inseparablemente el respeto al verdadero sentido de la Tradición, de la cual el Concilio mismo es eximio testigo, desde el momento en que, con sus novedades doctrinales, hace explícitas sus inagotables riquezas.
----------Por el contrario, es necesario denunciar con firmeza la turbidez de la operación modernista que quisiera seguir engañándonos, haciendo pasar por "integrista" la posición del católico verdaderamente fiel a la Iglesia de siempre, la cual (como dijo en cierta ocasión el papa san Paulo VI) conoce y se muestra mejor a sí misma en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio postconciliar.
----------Por lo tanto, es necesario prestar mucha atención al término "integrismo" y distinguir bien el significado que le da la Iglesia de aquel significado que le dan los modernistas. En el primer sentido el integrismo viene a significar absolutizar un relativo, es el aferrarse a un pasado que ya ha pasado y una injustificada resistencia a lo nuevo, aún cuando sea enseñado por la Iglesia y por el propio Magisterio Pontificio y Conciliar; en el segundo caso, cuando más bien habría que hablar de un "sano y recto catolicismo integral y auténtico" (al cual, en cambio, los modernistas llaman "integrismo") es la diligencia y el cuidado con el cual el católico bajo la guía de la Iglesia precisa con claridad y certeza la verdad de fe. Ver en esto una actitud detestable, como lo hacen los modernistas, es solo un signo de su confusión mental y de su deslealtad.

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