El papa Francisco hace perfectamente bien al llevar adelante con absoluta decisión las reformas del Concilio Vaticano II, pero necesita a la vez ser más claro y más enérgico a la hora de denunciar la falsedad de la interpretación modernista del Concilio, como ya lo habian hecho sus predecesores. De lo contrario, corre el riesgo de mostrarse ineficaz en la tan necesaria obra de la reconciliación intra-eclesial. [En la imagen: fragmento de "El Concilio Vaticano II", óleo sobre tela de 1995, obra de Ernani Constantini, conservado y expuesto en la Iglesia dei Santi Quirico e Giulitta, Campoverardo di Camponogara, Venecia, Italia].
Cualidades y defectos de las dos posiciones
----------La posición de los modernistas es mucho más grave que la de los lefebvrianos. En efecto, mientras estos últimos aceptan la idea de una verdad eterna y, por tanto, la inmutabilidad del dogma, y por tanto todo el Magisterio de la Iglesia, sin embargo lo hacen sólo hasta el Concilio Vaticano II excluido, persuadidos de que el Concilio haya traicionado esta eterna verdad, para ceder al historicismo moderno.
----------Los modernistas, por su parte, que son historicistas, relativizan el dogma, por lo cual ellos, como los luteranos, consideran todo el Magisterio de la Iglesia como falible, en ciertos casos herético y, por tanto, lícitamente impugnable por el juicio privado del fiel o del exégeta, en contacto directo con la Biblia. Y como ya señalaba san Pío X, ellos no creen en la inmutabilidad de la verdad, a diferencia de los lefebvrianos que la admiten, tanto en el plano de la razón como en el de la fe. Sin embargo, los lefebvrianos se contradicen, cuando acusan de herejía las doctrinas del Concilio y del Magisterio pontificio subsiguiente.
----------Los lefebvrianos, que actúan ya desde hace décadas, con sus publicaciones, sus conferencias, sus institutos formativos, sus Misas, sus Sacramentos, sus prácticas de piedad, constituyen abiertamente un pequeño número, pero es probable que tengan apoyos secretos de arriba. Cuentan entre sus filas no sólo a los Obispos de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, sino también a hombres de cultura, entre ellos teólogos, canonistas, moralistas, historiadores, periodistas, laicos, religiosos y eclesiásticos. Los adherentes se esfuerzan por vivir con fidelidad los preceptos de la ética católica, aprecian la Santa Misa vetus ordo, las tradicionales prácticas de la piedad católica, son estudiosos de la hagiografía, la literatura y la historia eclesiástica, las obras de los Santos, de los Padres y de los Doctores, en particular de santo Tomás de Aquino, el Magisterio pontificio preconciliar. Sin embargo, estos hermanos muestran obstinadamente ya desde hace décadas una injustificada y reprobable incomprensión y hostilidad hacia las doctrinas del Concilio Vaticano II y hacia el Magisterio postconciliar, acusándolos falsamente de modernismo, no obstante las numerosas aclaraciones ofrecidas por la Santa Sede y por tantos buenos católicos, a fin de persuadirlos de su error, para que entren en plena comunión con la Iglesia, poniendo a su servicio los dones que Dios les ha dado.
----------Sin embargo, ellos no se equivocan cuando suplican insistentemente a la Iglesia que condene los errores del modernismo, en particular los de Karl Rahner. Al mismo tiempo, sin embargo, es necesario que sepan apreciar los buenos resultados del Concilio y cuanto de bueno está contenido también en las posiciones de los modernistas, limitadamente en la medida en la cual son fautores de verdadero progreso eclesial en la verdadera interpretación de las doctrinas del Concilio.
----------Otro error de los lefebvrianos es el de sostener que el Concilio ha sido sólo pastoral y no doctrinal. Esto lleva a algunos de los suyos a la conclusión de que, por lo tanto, pueda ser discutido e impugnado, dado que en la pastoral la Iglesia no es infalible, mientras que lleva a otros a acusar al Concilio de deslealtad, en cuanto que habría hecho pasar bajo la categoría de lo "pastoral" a las tesis en realidad modernistas.
----------En cuanto a los modernistas, es bueno y valioso que ellos mantengan con discernimiento su atención a la modernidad y a sus aspectos positivos, pero deben saber redescubrir los valores de la Tradición y la dignidad de la metafísica, en particular la metafísica tomista, para la interpretación del dato revelado. Es necesario en ellos que la noción de Dios sea purificada de cualquier contaminación historicista, evolucionista o teopasquista. Porque Dios es espíritu puro, no mezclado con materia. Los ángeles no son mitos sino personas. Es necesario volver a admitir el conocimiento de Dios per ea quae facta sunt (Rom 1,20).
----------El conocimiento no parte de Dios (ontologismo) ni del yo (Descartes) ni de confusas e inexistentes "experiencias trascendentales atemáticas" (Rahner y Schillebeeckx), sino de las cosas (santo Tomás de Aquino), y de ellas se asciende a Dios, que es causa primera y creador del universo, de la nada.
----------El Magisterio de la Iglesia en materia de fe y de moral es infalible. El dato revelado no se obtiene sólo de la Escritura, sino también de la Tradición. La fe no es una opinión, sino verdad absoluta. La teología es ciencia y no mitología. La mística se funda sobre el dogma y no sobre la experiencia subjetiva atemática.
----------También deben recuperar el realismo gnoseológico contra las ilusiones del idealismo, del subjetivismo y del relativismo. El ser es la regla del pensamiento y el pensamiento es distinto del ser. Sólo en Dios el ser es idéntico al pensamiento. El bien está fundado en lo verdadero y lo verdadero está fundado en el ser. Deben redescubrir la inmutabilidad del dogma, aunque en la libertad de las opiniones teológicas.
----------En cristología deben redescubrir el dogma calcedonense contra el panteísmo hegeliano. En eclesiología es necesario redescubrir los dones jerárquicos junto a los carismáticos, la eclesiología del cuerpo místico junto a la del pueblo de Dios. Deben dejar de reducir la vida eclesial a una lucha política por intereses terrenos o de poder. Deben redescubrir el primado del cristianismo, aunque en el aprecio de los valores de las diversas religiones. En liturgia deben redescubrir la dignidad de lo sacro y del sacrificio cultual junto con el elemento comunitario y escatológico. Deben recuperar la convicción de fe de que el hombre es una sustancia viviente compuesta de alma espiritual y de cuerpo. Es necesario distinguir al hombre de Dios, aunque admitiendo a Dios como fin último del hombre. Es necesario redescubrir la dignidad de la naturaleza humana universal e inmutable, aunque sin olvidar la concreción de la persona. Deben distinguir la persona de su actuar.
----------Los modernistas deben redescubrir que la razón es capaz de certezas absolutas especulativas y morales, y está en armonía con la fe. No se debe confundir la libertad con licencia. El ejercicio del libre albedrío es necesario para la salvación. La ley moral es objetiva e inmutable, incluso si es cierto que debe existir un progreso moral. La resurrección no es inmediatamente después de la muerte, sino al fin del mundo.
----------Es necesario que redescubran la distinción entre la naturaleza y la gracia y no concebir la gracia como vértice de la naturaleza, ni la naturaleza como expresión de la gracia. La opción fundamental por Dios no quita el valor moral de los actos particulares. El hombre no siempre está en gracia, sino que, cuando peca gravemente, pierde la gracia y puede recuperarla con la penitencia.
----------Es necesario que los modernistas redescubran la verdad sobre el pecado original para comprender el sentido del pecado y del sufrimiento. Es necesario volver a admitir la existencia de los premios y de los castigos eternos. La salvación es ofrecida a todos, pero no todos se salvan. "No todos tienen buena voluntad" (Edith Stein). Dios no es sólo misericordioso, sino también justo. No se puede perdonar a quien no está arrepentido. Está bien confiar en Dios, pero también es necesario recuperar el santo temor de Dios. Los modernistas deben recuperar el sentido de la responsabilidad sin poner la excusa de la misericordia. Es necesario volver a admitir el valor expiatorio del sacrificio de Cristo y de la Santa Misa. En una palabra, deben redescubrir la trascendencia de lo Eterno aunque en la sensibilidad por el devenir histórico, redescubrir la fidelidad al Magisterio de la Iglesia, aunque en la justa libertad de la investigación y en el legítimo pluralismo teológico. También en moral ellos deben redescubrir la absolutez y la universalidad de la ley natural, aunque en la sensibilidad del variar de las situaciones y en la necesaria ductilidad del comportamiento concreto.
----------Los modernistas, para ser y llamarse católicos, deben corregirse en todos estos puntos. No se trata de doctrinas nuevas, como es el caso para los lefebvrianos, sino, al contrario, de verdades tradicionales olvidadas o descuidadas o deformadas, todavía y siempre válidas, que hay que recuperar.
----------Nadie les impide ser progresistas. Porque el progresar es esencial para la vida católica. Pero los modernistas no deben confundir el progresismo con el modernismo. De modo similar, siempre ha existido y debe existir en la Iglesia un sano tradicionalismo (pensemos en la diferencia de enfoque por una parte, entre un Santiago apóstol y un san Pedro y, por la otra parte, un san Pablo y un san Juan). Pero el tradicionalismo de los lefebvrianos es un tradicionalismo equivocado. En efecto, si bien el dato revelado tradicional en sí mismo es ciertamente fijo e inmutable (porque es Palabra de Dios), en cambio, el conocimiento que la Iglesia tiene del dato revelado a lo largo de la historia progresa y mejora continuamente.
----------Esto explica la proclamación de nuevos dogmas o la enseñanza de nuevas doctrinas: en ellos la Iglesia no añade nada, no quita nada y no cambia nada del dato revelado, es decir, del depositum fidei. Simplemente lo profundiza y lo conoce mejor. Lo nuevo no es por ello en si mismo malo, sino que lo nuevo, como sucede en el Magisterio de la Iglesia, explicita una verdad ya conocida. Son los modernistas los que son idólatras de lo nuevo, sólo porque es nuevo, sin importarles si lo nuevo contradice o no a la Tradición, e incluso casi complaciéndose con el contraste, como si fuera signo de "progreso".
----------Pero aquellos que, como los lefebvrianos, creen encontrar contraste o contradicciones o rupturas entre lo que la Iglesia enseñaba ayer y lo que enseña hoy, deben saber que la contradicción no está en la Iglesia, sino en sus mentes, que no entienden lo que es el dinamismo propio del conocimiento humano. Lo Inmutable existe (contra los modernistas) y la Iglesia puede conocer lo Inmutable. Pero lo conoce gradualmente y evolutivamente. Y aquí tienen razón los modernistas. La Iglesia, sin embargo, nunca abandona el camino de esa verdad, que Cristo ha fijado de una vez para siempre. Y aquí tienen razón los lefebvrianos. Verbum Domini manet in aeternum y la Iglesia lo custodia y explica fielmente a lo largo del curso de los siglos.
----------La Iglesia no vuelve nunca a poner en discusión lo que ha definido de una vez para siempre, al contrario, lo confirma y lo profundiza de siglo en siglo hasta el fin del mundo. A lo sumo puede expresarlo en términos nuevos y más claros, pero siempre con el mismo significado. El Papa puede equivocarse en la pastoral y en el gobierno de la Iglesia o como doctor privado, pero no en la doctrina de la fe y de la moral.
El ascenso al poder
----------En estas últimas décadas, los modernistas han conquistado un vasto poder en la Iglesia, hasta llegar a infiltrarse en la propia Santa Sede. Ellos se hacen pasar por fidelísimos del Romano Pontífice, pero en realidad lo instrumentalizan para sus fines disolventes e irreverentes. Con el poder que han alcanzado en los mismos órganos directivos centrales de la Iglesia, hoy logran limitar al propio papado en su libertad de acción e impedirle intervenir para frenarlos y defender a la Iglesia de sus insidias.
----------Sin embargo, al Romano Pontífice le queda todavía la posibilidad de ejercer con eficacia su magisterio doctrinal. Pero la presencia de los modernistas entre los mismos colaboradores del Santo Padre impide luego que sus enseñanzas vengan aceptadas y difundidas y que el Papa pueda tomar adecuadas medidas o procedimientos canónicos contra quienes se desvían de la sana doctrina.
----------Esta ausencia en el Romano Pontífice y en la Santa Sede de intervenciones correctivas y disciplinarias eficaces contra los modernistas puede dar la impresión de una cierta timidez, de un cierto oportunismo, de un cierto cálculo humano, de una cierta negligencia en el Santo Padre y en la Santa Sede.
----------Pero en realidad se trata de que el Santo Padre se encuentra frente a colaboradores que están infectados con los mismos males que ellos deberían erradicar, porque con toda probabilidad son la longa manus de venenosas potencias internacionales decididas a hacer de todo para destruir a la Iglesia. Estos poderes, aprovechándose de alguna elección o gesto infelíz o de alguna frase torpe del Santo Padre, con su enorme poder mediático, tienen todo el interés en mostrar al mundo un Papa modernista, que no corresponde en absoluto con el verdadero rostro inmaculado del Sucesor de Pedro.
----------Sin embargo, lamentablemente sucede que quien debería hacer justicia es el primero en violarla. El Sumo Pontífice puede ser también un Santo, como lo han sido Pío V, Pío X, Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II. Pero ni siquiera un santo, con las manos atadas, puede hacer nada.
Entidad del conflicto
----------El conflicto intra-eclesial del que somos testigos hoy es de una gravedad inusitada, nunca jamás vista en toda la historia de la Iglesia. En efecto, en la Iglesia siempre han existido conflictos que han sido tolerados y aceptados con paciencia y caridad. Pero siempre se ha tratado de conflictos de carácter moral o de carácter disciplinario, muy circunscriptos. De hecho, los casos más graves, como el cisma de Oriente y el cisma de Occidente, son sin proporción menos graves desde el punto de vista doctrinal que la crisis actual, que imvolucra prácticamente a todas las verdades de fe y está en los límites de la apostasía.
----------El cisma de Oriente, como es sabido, fue provocado por la negativa del Patriarcado de Constantinopla, al cual se asociaron muchas Iglesias orientales, de aceptar la inserción del Filioque en el Credo, inserción querida por Roma. Tenemos aquí el rechazo de una verdad de fe, que dejó intacto el resto del cuerpo doctrinal cristiano. Ciertamente, este rechazo condujo como consecuencia al rechazo del primado petrino y, por tanto, a otra herejía. En cuanto al cisma de Occidente del siglo XIV, como se sabe, no puso en absoluto en peligro la unidad de la fe, sino simplemente la cuestión jurídica, aunque grave, de cual fuera el Papa legítimo.
----------Pero esto es muy poca cosa comparado con el daño provocado por el actual modernismo, que ya el papa san Pío X llamaba la "suma de todas las herejías". Por lo tanto, este dramático fenómeno requiere, por parte del Sumo Pontífice, una atención y un empeño mucho mayores para hacer retornar a estos hermanos a la plena comunión con la Iglesia. De hecho, su eclesialidad es mayoritariamente falsa y de fachada. Merecerían ser llamados por Cristo "sepulcros blanqueados" (cf. Mt 23,1-39).
----------Indudablemente se podría observar que en el curso de los siglos han surgido muchas herejías del seno de la Iglesia. Pero estos herejes, o han sido denunciados y excomulgados, o ellos mismos han abandonado abiertamente la Iglesia. El fenómeno nuevo, en cambio, fenómeno inquietante, que tenemos ante nuestros ojos desde hace cincuenta años o más, y que se va acrecentando, es que la autoridad eclesiástica no denuncia y no sana o no llega a sanar estos fenómenos, mientras que los herejes, que a menudo ocupan altos puestos, no tienen en absoluto ninguna intención de abandonar la Iglesia, sino que se consideran su vanguardia o sus "salvadores", como escribió en sus últimos años Hans Küng. Algunos miembros de la corriente lefebvriana, sostienen que la Iglesia ha "dado un vuelco" y prometen volverla a poner en pie. Otros afirman que con el Concilio la Iglesia ha cambiado su esencia y dicen que ellos son capaces de restaurarla.
----------En el caso actual, en cambio, se trata de un conflicto en el plano de la doctrina de la fe, conflicto de vastísimas proporciones, al punto que ha llegado a dividir al propio Colegio Cardenalicio, como ha resultado evidente en ocasión de la publicación de la exhortación Amoris Laetitia del Santo Padre.
----------Estos dos partidos en conflicto entre sí, obviamente también están en contraste con el Sumo Pontífice, aunque de dos maneras diferentes. Los lefebvrianos están en contraste abierto; los modernistas son fingidos amigos. En cierto sentido, es más insidioso el falso amigo que el enemigo declarado.
¿Qué puede hacer el Santo Padre?
----------En esta grave coyuntura, el Santo Padre, en nuestra opinión, puede y debe hacer más de lo que ya está haciendo. Si él ha sido severo con los lefebvrianos, debe ser más severo con los modernistas, abandonando toda vacilación y todo cálculo humano, y confiando en la fuerza del Espíritu Santo.
----------De hecho, mientras la Sede Apostólica por un lado llama a sí a los lefebvrianos sin dar señales claras de condenar el modernismo, sobre todo el rahneriano, los lefebvrianos, por su lado, que en cualquier caso deben corregirse, todavía podrán volverse hacia Roma parafraseando las palabras de Cristo: "quita primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la paja del mío" (Mt 7,3-5).
----------El papa Francisco hace perfectamente bien al llevar adelante con absoluta decisión las reformas del Concilio Vaticano II, pero necesita a la vez ser más claro y más enérgico a la hora de denunciar la falsedad de la interpretación modernista del Concilio, como ya lo habian hecho sus predecesores. De lo contrario, corre el riesgo de mostrarse ineficaz en la obra de la reconciliación.
----------Naturalmente él hace bien en llevar adelante las reformas conciliares; sin embargo, si hace bien en desaprobar a quienes se oponen al Concilio, también debería redargüir a quellos -y son mucho más numerosos y peligrosos- que falsifican el Concilio en sentido modernista.
----------Naturalmente, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en esa unidad esencial, que ninguna división o fuerza corruptora puede destruir. Sin embargo, también está claro que este duro conflicto es fuente de gran sufrimiento y de escándalo para el buen pueblo de Dios, sobre todo para los pequeños y para los débiles. Resolver el problema modernista es también cuestión de misericordia -un tema tan querido por el Santo Padre-, misericordia para los autores y para las víctimas de este triste fenómeno. En este caso, la misericordia implica amonestar a los pecadores y consolar a las víctimas de su pecado.
----------El Santo Padre, que, gracias al don del Espíritu, es el garante y el fundamento de la unidad y de la concordia eclesiales, puede encontrar en la unidad ya existente de los buenos fieles, a él unidos, consuelo y estímulo para hacer obra de paz, acercar a los contendientes, conducirlos al diálogo y a la conversión, incitar a la humildad, a la caridad, a la paciencia, mitigar las asperezas, moderar los excesos, calmar y endulzar los ánimos, bajar el orgullo, a fin de que cesen las falsas acusaciones, el sarcasmo, los insultos, los odios y los rencores, y los dos partidos se encuentren en la única verdad católica y en la complementariedad recíproca. De hecho, progresistas y tradicionalistas están hechos para integrarse mutuamente y trabajar juntos por el bien de la Iglesia y la salvación del mundo. Los problemas surgen cuando un partido se absolutiza a sí mismo y excluye al otro de la Iglesia o ambos van más allá de los límites de la ortodoxia.
----------Cuando Pedro estaba en prisión, ciertamente no podía guiar a la Iglesia. Pero la misma Iglesia oraba por él y Dios envió un ángel para liberarlo. ¿Quién será el ángel que dará la fuerza al papa Francisco para liberarse de quienes lo rodean, y presionan sobre él con fingida obediencia, pero real prepotencia, aprovechándose pérfidamente de sus debilidades? Son sujetos, lamentablemente, indignos del puesto que ocupan, los cuales desde hace tiempo han anhelado y han logrado ascender a tales vértices, apoyados por personajes dignos de ellos, y que desde hace mucho tiempo con obstinación, sucias maniobras, conducta hipócrita, hábiles ficciones, fingida humildad y falso espíritu de servicio, fingiéndose paladines de la misericordia y quizás de los pobres y de los marginados, con el engaño y la adulación, movidos por la ambición y por la sed de poder, deseosos de hacer alarde de ciencia, de hacer de maestros y de recibir aplausos de sus discípulos y siervos fieles a su alrededor, lograron llegar donde llegaron causando grave daño a la Iglesia.
----------Naturalmente en esos puestos también hay dignísimos prelados, pero para ellos no es fácil apoyar y sostener al Vicario de Cristo, circundado como está de los personajes antes mencionados. Sin embargo, pueden orar y ofrecer sacrificios. Sabemos cómo en años reciente el Santo Padre ha hecho varios fuertes llamamientos a la Curia romana y cómo también, por otra parte, se reconoce agradecido a sus fieles colaboradores. Pero, lamentablemente, el mal está tan arraigado que nuestra esperanza y, creemos, también la del Santo Padre, no descansa en los recursos humanos, sino en la intervención divina.
----------Tarea urgente para la Santa Sede y para todos los buenos católicos unidos al Romano Pontífice, es hacer todo lo que esté a su alcance para favorecer el diálogo entre los dos partidos, modernistas y pasadistas, a fin de que pongan en común sus respectivos dones, complementándose mutuamente, y así cese este escandaloso conflicto que perturba a toda la Iglesia, genera crisis de fe, paraliza su actividad y la hace despreciable ante los hombres de buena voluntad que no pertenecen a ella.
----------Al Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, supremo moderador de la buena, justa y pacífica convivencia eclesial, como maestro universal, corresponde indicar los valores comunes en torno a los cuales construir la unidad eclesial. A él, por su función de pastor universal, le corresponde la tarea de arbitrar este conflicto con imparcialidad y super partes, suavizando las aristas, reconociendo a cada uno los propios derechos y las propias buenas razones, exhortando a la tolerancia y a la escucha mutuas, corrigiendo los defectos e invitando a todos los fieles al cumplimiento de los propios deberes.
----------Sería deseable que, a fin de resolver el conflicto, el Santo Padre emanara una encíclica sobre la Iglesia, y quizás fuera una buena ocasión, si la divina Providencia se lo permite, publicarla tras esta reflexión que toda la Iglesia está haciendo sobre una de sus propiedades características: la sinodalidad. En tal encíclica (a la que podría titular Pax in Ecclesia), recordando la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia, podría indicar el camino de la conciliación y de la recíproca colaboración, en el perdón recíproco, entre lefebvrianos y modernistas, mostrando cómo en realidad ellos, con los dones que Dios les ha concedido, pueden y deben integrarse mutuamente en la edificación de la unidad del cuerpo místico de Cristo.
----------Tal anhelada encíclica podría mostrar la manera como el progresismo y el tradicionalismo pueden y deben ser entrambos dos modos diferentes, los dos legítimos y útiles para la Iglesia, de vivir la vida de la verdad y de la caridad en Cristo. Tal encíclica podría indicar los caminos del verdadero progresismo y del verdadero tradicionalismo, enmendando los defectos y los riesgos del uno y del otro. Tal encíclica también podría mostrar el ejemplo de los grandes Santos Pontífices del pasado, quienes, en circunstancias difíciles, han sabido trabajar por la conciliación y la paz, e invocar su intercesión.
----------Que la Santísima Virgen María, Reina de la Paz y Madre de la Iglesia, quiera inspirar al Santo Padre en esta obra tan urgente y preciosa, en la cual nadie sobre la tierra como él, como Pastor universal de la Iglesia, puede indicar los caminos de la justicia, de la paz y de la concordia entre los Christi fideles.
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