Son hoy aguas relativamente más tranquilas las que parecen correr por el cauce abierto por el Islam en Europa, pero no faltan signos preocupantes, pero no sólo provenientes del propio islamismo, sino de los europeos, que parece que no aciertan con el modo correcto a tratar el problema. [En la imagen: una panorámica del Patio de los Leones, en el corazón de la Alhambra,encargado por el sultán Muhammad V del Reino nazarí de Granada en el segundo periodo de su reinado, comenzando su construcción en 1377 y concluyéndose trece años después].
El problema del Islam
----------Independientemente de la subjetiva sensación de distancia en el tiempo que cada uno de nosotros tengamos, lo cierto es que nos separan apenas unos pocos años desde la ola de atentados yihadistas que sacudió a Europa la década pasada. No hay ninguna duda de que el Islam sigue siendo un problema en todo el viejo continente, pero en cada país con sus características particulares. No se trata sólo del temor por nuevos atentados terroristas, sino sobre todo porque los musulmanes en Europa en general no se avienen a someterse a las leyes de los países en que viven. "Vivimos en nuestra sociedad con una minoría de gente que, con el pretexto de una religión, desafía la República y la laicidad", reflexionaba días atrás el presidente francés, Emmanuel Macron, respondiendo a preguntas de periodistas sobre la abaya islámica.
----------"No podemos actuar como si no hubiera habido un atentado terrorista y Samuel Paty", agregó Macron en referencia a un profesor asesinado en 2020 por un fundamentalisma musulmán por mostrar caricaturas de Mahoma en una clase sobre la libertad de expresión. Estadísticas recientes indican que más de las tres cuartas partes de los franceses ya han llegado al límite de su fastidio ante la renuencia de los islámicos en su país a ajustarse a las normas de la civilidad francesa. Los sociólogos indican que existe hoy "una radicalización de la sociedad francesa hacia la derechización", y para peor, en la contraparte, desde la publicación años atrás de caricaturas de Mahoma por el semanario satírico Charlie Hebdo, Francia suele ser vista como "islamófoba" en el mundo musulmán. Los sociólogos advierten que para los musulmanes Francia está yendo "demasiado lejos" con sus leyes, y los islámicos están considerando que "la laicidad a la francesa es antiislámica" y "podrían utilizar este pretexto para justificar una ola de renovada violencia".
----------Aunque la presencia del Islam en Europa ha cambiado bastante desde el recrudecimiento de la secular agresividad islámica en la pasada década, y se vive hoy otro ambiente social, no son injustificados los temores por el terrorismo musulmán, y en parte por la mencionada radicalización anti-islámica de los europeos, como muestran varios hechos puntuales de los últimos meses. Sea como sea, sigue vigente el jamás desmentido proyecto islámico de sustituir la Europa cristiana por una Europa islamizada, y las reacciones en Europa tanto de los creyentes como de los no creyentes no parecen en absoluto adecuadas al desafío actual.
----------En general, se notan dos posiciones opuestas entre ellas, igualmente extremistas, tales como para oscurecer el camino a recorrer, en lugar de iluminarlo: una es la del anti-islamismo radical, reacción que juzga al Islam como una "religión violenta", y que conduce a una representación demonizada del adversario; y es la que ha prevalecido en siglos pasados. Otra posición, ingenuamente buenista, que pretendería remitirnos al Concilio Vaticano II (declaración Nostra aetate, n.3), según la cual sería necesario ser comprensivos, misericordiosos con todos y perdonar a todos, reacción que juzga al Islam como "religión de paz".
----------La primera de las posiciones está basada principalmente en la idea de que el cristianismo es la única religión verdadera y todas las demás son falsas. La segunda postura, en cambio, está basada en la convicción de que todas las religiones son buenas e igualmente válidas.
----------Las autoridades eclesiásticas y el mundo católico, por su parte, sufren profundas divisiones internas, que provienen, como bien sabemos, de una gangrenosa oposición recíproca relativa a la interpretación del Concilio Vaticano II: por un lado los lefebvrianos, una minoría pequeña pero aguerrida, que se obstina en acusar falsamente a las doctrinas del Concilio de ser modernistas; y por otro lado los modernistas, hoy muy poderosos, que se enmascaran bajo el título de "progresistas" y se jactan de ser los heraldos y herederos del Concilio, instrumentalizando astutamente y deslealmente al Concilio en favor de sus herejías.
----------Por eso nosotros, los católicos, tanto las autoridades como los fieles, ante un problema tan grave como el de afrontar el desafío islámico, no estamos en absoluto preparados, porque no tenemos las ideas claras y no estamos unidos entre nosotros. Tanto los unos como los otros expresamos a menudo acerca del Islam dos juicios opuestos, parejamente simplistas y superficiales, y por tanto falsos.
----------Para los primeros, que rechazan el juicio positivo del Concilio sobre el Islam (declaración Nostra aetate, n.3), el Islam, como he dicho, es una religión "violenta" que debe ser rechazada de modo total. Su lema es: "su Dios no es el nuestro". Los modernistas, por el contrario, para los cuales no existe una verdad absoluta, objetiva, universal e inmutable, por lo cual relativizan y ponen en el mismo plano todas las religiones, pensando que se integran y complementan entre sí en la búsqueda de la paz, consideran que no sea el caso polemizar con los musulmanes acerca de la cuestión de si Cristo sea o no sea Dios, dado que ellos aceptan la teoría de Schillebeeckx, para quien Cristo es simplemente el "profeta escatológico", o bien la de Rahner, para quien Cristo es el vértice del hombre. Por eso, para ellos, el Islam es una religión de paz. Por lo tanto, los musulmanes no tienen necesidad de convertirse a Cristo, sino que se les debe dejar en su fe en Mahoma.
----------El Papa mismo, que debería indicar y garantizar una unidad de pensamiento y de acción sobre este gravísimo problema, no parece capaz de llevar a cabo esta tarea, porque luce demasiado desbalanceado hacia los buenistas y poco atento a los peligros para la Iglesia y para Europa que vienen del Islam. Todo esto dicho, sin dejar de tener en cuenta y valorar debidamente el enorme paso adelante dado por el papa Francisco con aquella Declaración de Abu Dabi en febrero de 2019 sobre la fraternidad humana.
----------En cuanto al mundo de los no creyentes, hay que tener en cuenta que es heredero del Iluminismo y abraza diferentes orientaciones frente a la religión, que van desde el desprecio polémico de tipo empirista, positivista, cientista, freudiano o marxista, al deísmo kantiano o masónico, al agnosticismo, a la tendencia liberal, indiferentista y agnóstica, al panteísmo idealista y gnóstico.
----------Por lo tanto, común al laicismo y al islamismo es el rechazo de la revelación cristiana y de los dogmas católicos. El laicismo no acepta la voluntad común a cristianos y musulmanes de situar la religión en la base de los valores culturales, morales y civiles, por lo cual se puede también llegar a luchar en nombre de Dios. El laicismo pretende actuar en nombre del hombre, de las ciencias y de la razón, y no en nombre de Dios y mucho menos de una revelación divina, como en cambio hacen los cristianos y musulmanes.
----------Para los laicistas, a diferencia de los cristianos y musulmanes, las normas morales están establecidas por la razón y no son mandatos divinos. El mundo secular, a diferencia del Corán y del Evangelio, que prospecta un premio celestial después de la muerte, se muestra generalmente escéptico respecto de una vida futura y de una inmortalidad personal, excepto los panteístas, para quienes el individuo se disuelve en el Absoluto.
----------Para los laicistas, el hombre decide por sí solo su propio destino, que se resuelve en este mundo, en el progreso de la humanidad y en la historia, a diferencia del cristianismo y del islamismo, para el cual vale la predestinación (para el cristianismo, cf. Rm 8,29-30) y el hombre es guiado por Dios que le revela su fin último.
----------Para los cristianos y para los laicistas, toda la humanidad, cualquiera que sea la religión de cada hombre, en cuanto está compuesta de seres racionales (Aristóteles), goza de los derechos universales del hombre. En cambio, para los islámicos, sólo los fieles del Corán gozan de los derechos humanos. Los otros hombres sólo disfrutan de los derechos humanos si están sometidos al Corán.
----------Como vemos, existe un entrelazamiento de valores y de contrastes entre estos tres mundos: cristiano, musulmán y laicista. Sobre ciertos puntos, los cristianos y los laicistas están en contra de los musulmanes. Sobre otros, los cristianos y los musulmanes están en contra de los laicistas. En otros, los musulmanes y los laicistas están en contra de los cristianos. ¿Cómo establecer alianzas y alineamientos? Sería necesario, creo, una buena alianza civil entre católicos y laicistas contra el Islam para la salvación de Europa, pero que al mismo tiempo permita un espacio para el diálogo. Pero esto no es cosa fácil.
El camino correcto a seguir
----------Limitéminos a ver qué podemos hacer los católicos. A propósito de la agresividad y del terrorismo islamista, se oye decir a algunas personas piadosas pero ingenuas: "no el odio, sino el perdón". Parecen palabras muy nobles, inspiradas en la famosa y evangélica "bofetada en la mejilla" (Mt 5,39), pero que, si prestamos atención, acaban haciendo el juego de los terroristas, ciertamente contra las intenciones de quien pronuncia esas palabras, el cual tal vez piensa en el famoso dicho "preséntale también la otra mejilla". Sin embargo, ésta es una citación inapropiada, porque allí Jesús pretende enseñar la virtud de la mansedumbre, de la paciencia y del espíritu de servicio, como se desprende con evidencia del contexto, y no pretende en absoluto prohibir una legítima defensa, incluso armada, o un justo castigo, como siempre han sostenido y sostiene la moral católica y la propia ética natural, también conocida por los paganos.
----------El famoso dicho del Señor respecto al "presentar la otra mejilla", siempre citado y ridiculizado por los enemigos del cristianismo como signo de su espíritu supuestamente cobarde, no tiene, por tanto, nada que ver con el problema de la respuesta que se debe dar a un enemigo, sino que, como se desprende claramente del contexto, es una exhortación a la paciencia y a la disponibilidad hacia los demás. Asimismo, el "amor por el enemigo", no es amor por su acción enemiga, porque sería amor al pecado, sino amor por los aspectos buenos del enemigo como persona. La acción mala debe ser reprimida, castigada y reparada o expiada.
----------Por consiguiente, para un cristiano está muy claro que el odio, el devolver el mal con el mal, la reacción violenta, descompuesta y descontrolada, es pecado y está prohibido, aunque ciertamente puede existir un justo odio, el cual es precisamente el odio al pecado; pero es pecado odiar al pecador. Se debe odiar el pecado precisamente con la esperanza de liberar al pecador de su pecado.
----------En cuanto al perdón, es ciertamente un acto sublime de gran caridad y misericordia, como lo dice la misma palabra "per-dono", donde ese "per" es un reforzativo, porque quiere decir "donar dos veces". De hecho, el perdonador perdona la deuda del ofensor y le da o le dona su paz y su benevolencia al ofensor. Pero este acto de bondad sólo se justifica si el ofensor reconoce su error, si de él se arrepiente y se muestra dispuesto a repararlo. Porque si, por el contrario, él lo quisiera defender o no estuviera dispuesto a realizar un acto similar de bondad hacia quien ofendió, merecería a su vez verse obligado por la fuerza a enmendar la situación. Esto es lo que nos enseña la famosa parábola del acreedor despiadado (cf. Mt 18, 23-35).
----------Queriendo aplicar estas consideraciones al problema de cómo comportarnos con los musulmanes que nos agreden, nos damos cuenta de lo insuficiente que es la alternativa odio-perdón, de la cual algunos nos hablan, porque, si bien es cierto que no debemos odiar a los asesinos y a los prepotentes, hablar de perdón a los violentos que se niegan a reconocer su violencia y la consideran un sagrado deber ante Dios, es hacerse cómplices de esa misma violencia, de la cual manchan su conciencia, suponiendo que se den cuenta del crimen que cometen, si pensamos en las palabras del mismo Cristo: "llegará la hora en que los mismos que les den muerte, pensarán que tributan culto a Dios" (cf. Jn 16,2).
----------Debe estar claro que el odio, desde el punto de vista moral, es el abuso pecaminoso de la pasión de la ira, que es una energía psíquica (el apetito "irascible"), de por sí natural. De hecho, el odio, entendido como pasión, como observa santo Tomás de Aquino, "es una cierta disonancia del apetito hacia lo que se percibe como repugnante y nocivo" (véase la Summa Theologiae, I-II, q.29, a.1).
----------El pecado de odio consiste en el hecho o que el ofensor odia en el otro lo que debe ser amado, o bien que el ofendido no se limita a rechazar al agresor, sino que goza al hacerle el mal. Es un devolver el mal con mal. El odio se vincula fácilmente con la violencia, que es el uso injusto de la fuerza animado por una injusta ira. El agente nocivo estimula en el viviente el impulso de la ira, lo que lo induce a actuar de modo tal de rechazar y convertir en innocuo al agresor. La acción moral que anula o castiga la acción nociva, es efecto de la justicia y lleva el nombre clásico y jurídico de "venganza" (vindicta o vindicatio, del griego ekdíkesis). La ira moderada que puede alimentar o hacer de carburante a esta acción, como enseña santo Tomás, es expresión de la virtud de la fortaleza (Summa Theologiae, II-II, q.123, a.10).
----------Consideremos, a continuación, cuáles son los límites de la justa venganza.
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