lunes, 4 de septiembre de 2023

El sentido de Traditionis custodes y la actual ley litúrgica (3/5)

Esa ideología, ese mantra, ese mecanismo reflexivo, que pretendería que estén vigentes contemporáneamente dos ritos romanos, el actual y el anterior, ha nacido para oponerse de modo radical a la reforma litúrgica. Y esta postura también se mantenía en Summorum pontificum, no obstante las buenas intenciones declaradas por el papa Benedicto XVI. Por este motivo, el papa Francisco, para permanecer fiel al Concilio Vaticano II, no podía hacer otra cosa más que abrogar una lógica incierta y confusa sobre la reforma litúrgica. El único rito vigente es el elaborado después del Concilio Vaticano II, por indicaciones claras de los propios Padres del Concilio, afirmadas en sus textos autoritarivos. No existen dos formas covigentes del rito romano, no existe otro rito romano distinto al actual: sólo existe la forma anterior y ya superada del rito romano, que ha sido revisada y remodulada debido a sus graves limitaciones. [En la imagen: fresco del siglo IV, de un banquete en la catacumba de los santos Marcelino y Pedro, en la Via Labicana, Roma, Italia].

La reforma litúrgica y sus oponentes
   
----------Con posterioridad a la citada entrevista concedida por el padre Jean Pateau OSB, abad de Fontgombault, publicada en Famille Chrétiene el 19 de julio de 2021, el sacerdote benedictino mantuvo debates con otros teólogos liturgistas. En la evidente diversidad de itinerarios con los que se evalua la cuestión litúrgica como problema decisivo para la Iglesia del presente y del futuro, emergen algunos perfiles sobre los cuales es necesario proyectar una luz de claridad plenamente convincente. Por lo tanto, examino a continuación tres afirmaciones clave del abad Pateau, tomadas de otras intervenciones suyas, a las cuales responderé con mis observaciones, reconociendo por supuesto la buena intención que ha guiado al sacerdote benedictino a debatir acerca del motu proprio Traditionis custodes inmediatamente a su publicación, pero señalando igualmente con toda franqueza y sin rodeos dónde encuentro los mayores problemas en su enfoque.
    
Summorum Pontificum y la ficción de las "dos formas" del rito romano
   
----------Hemos demostrado abundantemente que no existen ni pueden existir contemporáneamente "dos formas" del rito romano. Lo que existe es: por un lado, la Iglesia de rito romano que celebra su culto con el Novus Ordo Missae de 1969 (y posteriores revisiones) y, por otro lado, la resistencia a la reforma litúrgica (preconciliar y conciliar), resistencia pasadista que ha desarrollado una argumentación objetivamente negacionista respecto a la reforma. El hecho de que el papa Benedicto XVI, en Summorum pontificum haya decidido en 2007 una disciplina litúrgica que en sí misma implica esta última perspectiva de lectura, no la convierte en verdadera. Lo equivocado sigue estando equivocado, incluso cuando es asumido por Obispos y Papas.
----------Para entenderlo bien tenemos que preguntarnos: ¿cuándo ha nacido esa equivocada argumentación? Respondiendo a esta pregunta, el abad Jean Pateau menciona al cardenal Lustiger y al cardenal Ratzinger, pero con ellos ya estamos en la década de los años 2000. No es así. Esa argumentación ha nacido con la más antigua de las reformas más recientes: es decir, con la "reforma de la Vigilia Pascual", querida por Pío XII y propuesta "ad experimentum" en 1951 a toda la Iglesia. En aquella ocasión, en las evaluaciones que los Obispos de todo el mundo enviaron a Roma, destacó la reacción del arzobispo Giuseppe Siri, de Génova, que proponía "que la reforma de la Vigilia pascual" concerniera a quienes quisieran adherirse a ella, mientras que aquellos que no quisieran podrían seguir siendo libres de seguir el "vetus ordo".
----------De modo que hace ya más de setenta años aparecía esta teoría de la "opción" que, de haber sido adoptada, habría dejado sin sentido la reforma de 1951. Lo mismo, quince años después, propuso mons. Marcel Lefebvre, inmediatamente después del Concilio, pidiendo poder seguir celebrando con el vetus ordo, aunque la Iglesia católica de rito romano ya había realizado una "reforma general" de toda la liturgia.
----------A la vista de estos hechos, lo que debemos aprender es que ese mecanismo reflexivo que pretendería que estén vigentes contemporáneamente dos ritos romanos, el actual y el anterior, ha nacido para oponerse de modo radical a la reforma litúrgica. Y esta postura también se mantenía en Summorum pontificum, no obstante las buenas intenciones declaradas por el papa Benedicto XVI.
----------Por este motivo, el papa Francisco, para permanecer fiel al Concilio Vaticano II, no podía hacer otra cosa más que abrogar una lógica incierta y confusa sobre la reforma litúrgica. El único rito vigente es el elaborado después del Concilio Vaticano II, por indicaciones claras de los propios Padres del Concilio, afirmadas en sus textos autoritarivos. No existen "dos formas" del rito romano, no existe otro rito romano distinto al actual: sólo existe la "forma anterior" del rito romano, que ha sido revisada y remodulada debido a sus graves limitaciones. Sobre este punto no existe ningún espacio posible para la mediación.
   
No existe concurrencia, existe discontinuidad y continuidad
   
----------La forma vigente del rito romano asume, en sí, la disontinuidad y la continuidad. Como es obvio, como ocurre en todos los hechos históricos, no existe una sucesión de mal y de bien. Podríamos decir que en el vetus ordo estaban ya presentes elementos fundamentales del Novus Ordo Missae, mientras que en el Novus Ordo se ponen de manifiesto dimensiones que el vetus ordo desarrollaba de modo diferente. Pero no existe concurrencia o coexistencia o covigencia, porque el desarrollo de la tradición litúrgica no permite que la forma que se modifica se mantenga contemporáneamente con la forma que la modifica. Sólo por un breve período, y sin continuidad, es posible aceptar un breve período, un "interregno", y así pensaba el papa san Paulo VI, lo mismo que el teólogo Hans Urs von Balthasar, y lo mismo mons. Giuseppe Siri.
----------Pero esto es una consecuencia de todos los procesos generales de reforma. Lo que de 2007 a 2021 se llamó la "forma extraordinaria" del rito romano, por lo tanto, fue esa ficción jurídica que, de hecho, creó una nueva confusión en la Iglesia durante catorce años. ¡Como si fuera posible seguir siendo católicos ignorando o negando el Concilio Vaticano II! Esta hipótesis es completamente ficticia, y ha sido posible gracias a un embrollado pasticho jurídico que la Comisión Ecclesia Dei (hoy providencialmente desaparecida) intentó sin éxito mediar y que no hizo más que empeorar, hasta que en 2020 se llegó a la paradoja de intentar una reforma del propio misal de 1962 (¡que ya había sido cumplida en 1969!).
----------La laceración eclesial ha sido inevitable, al haber hecho posible celebrar la misma Eucaristía con un rito y con el rito que ha corregido a ese rito. Aquí era necesaria una palabra clara por parte del Sumo Pontífice, que nos ha llegado con autoridad mediante el motu proprio Traditionis custodes de 2021, que restablece el principio antiguo y moderno, según el cual existe un único ámbito de labor para la Reforma litúrgica, es decir, el único rito romano vigente, en el cual poder elaborar con cuidado toda la tradición celebrativa.
   
No hay ninguna "reforma de la reforma", sino la recepción de la única reforma
   
----------En tercer lugar, es evidente que una "amenaza a la recepción del Concilio" proviene de todos los lugares que no aceptan celebrar la Eucaristía y todos los Sacramentos en la única forma vigente. Entiendo bien que, como lo dice el abad Pateau, entre quienes "han hecho uso de Summorum pontificum" también hay diferencias muy significativas. Que no todos quieren ser "la verdadera Iglesia". Pero en el momento en que se celebra con un rito que ya no está vigente, se asume un enfoque de la Iglesia, que en realidad no es acercamiento a la Iglesia, sino alejamiento de ella, y que tiende inevitablemente al cisma.
----------La palabra de claridad que nos ha llegado con autoridad petrina a través del motu proprio Traditionis custodes restablece no solamente el principio de la única lex orandi, y de la inexistencia de una covigencia o coexistencia o concurrencia entre formas rituales diferentes del mismo rito romano, sino también la unificación de la reforma en la única forma existente. Esto implica una serie de consecuencias muy relevantes, también para la perspectiva que el padre Jean Pateau, con razón, considera importante.
----------Por lo tanto, los católicos no podemos hacer otra cosa que invitarnos recíprocamente a trabajar juntos en una mesa única, límpidamente conciliar, para una buena recepción de la reforma litúrgica, para la valorización de un "ars celebrandi" que involucre radicalmente a la asamblea, que genere ministerios, que involucre a hombres y mujeres, que renueve el canto, el arte, los colores, los silencios y los espacios. La Iglesia y su trradición litúrgica no es un museo que se deba conservar, sino un jardín que hay que hacer florecer.
   
La crisis litúrgica es anterior al Concilio Vaticano II
   
----------Frente a la postura del abad Pateau, me gustaría agregar algo más, muy importante. El Concilio Vaticano II no ha sido ni causa de crisis, ni ocasión de crisis, sino inicio solemne para la salida de una crisis que estaba presente, notoriamente en la Iglesia en Europa, y también en el resto del mundo, desde hacía más de un siglo. Rosmini en Italia, Guéranger en Francia, y más tarde Festugière en Bélgica, se habían lamentado ya en su tiempo de la insuficiencia e inadecuación del modo del celebrar católico.
----------Las formas de resistencia a la Reforma litúrgica, que se han expresado en los principios distorsionados adoptados y hechos propios también por Summorum pontificum, no serán superadas sólo por haberse promulgado Traditionis custodes, sino sólo por una recuperación del impulso de ese Movimiento litúrgico que ha preparado el Concilio Vaticano II (de intención primaria y fundamentalmente litúrgica), pero sin el cual el Concilio no podrá inspirar una verdadera respuesta a la Cuestión litúrgica. No hago aquí más que resumir los argumentos en que he demostrado en otras notas de este blog, la relación intrínseca, histórica y lógica, entre las categorías de Cuestión litúrgica, Movimiento Litúrgico y Reforma litúrgica.
----------En esta labor de dar nuevo impulso al Movimiento litúrgico, a la cual el Santo Padre nos llama, creo que es posible que todos aquellos que tienen en su mente y en su corazón el camino eclesial común, que no quieren crear iglesias paralelas, iglesias puras, y que no se quedan fijados en formas rituales objetivamente superadas, sabrán colaborar para llegar a una mejor cualificación de la liturgia católica. De este trabajo común, serenamente inspirado por el Concilio Vaticano II y por la reforma que de él ha surgido, podremos ser en el futuro convencidos sostenedores, no obstante los recorridos muy diferentes y las sensibilidades muy diversas, que hayan podido haber tenido, por ejemplo, un humilde párroco en el chaco paraguayo, un monje benedictino de la abadía de Fontgombault, o un neo-presbítero o un anciano sacerdote en Mendoza.
   
Summorum Pontificum abusus: negacionismo conciliar y bloqueo eclesial
   
----------La publicación del motu proprio Traditionis custodes, suscitó de inmediato un justo debate en torno al precedente documento pontificio relativo a la disciplina litúrgica respecto a la forma anterior del rito romano, vale decir, el motu proprio Summorum pontificum, que en 2007 había introducido el marco litúrgico y normativo que desde el 16 de julio de 2021, ha quedado derogado. Lo primero que se observaba en el ambiente académico de la teología, del derecho canónico, y de la pastoral liturgica, es que, al publicarse Traditionis custodes, se hacía posible el debate que frecuentemente en los tiempos de vigencia de Summorum pontificum se había evitado o incluso se había censurado. Pero aún más interesante ha sido considerar un hecho de gran relieve, a saber, el tendencial abuso que ha caracterizado la aplicación y el uso de Summorum pontificum.
----------Antes de examinar dos efectos sorprendentes de este abuso en el uso de Summorum pontificum, no quiero olvidar que el uso mismo o aplicación de ese motu proprio de Benedicto XVI ha estado viciado por peticiones de principio que hoy, luego de Traditionis custodes, reconocemos como profundamente distorsionadas. La "primacía de las cosas sagradas para las generaciones anteriores" y el "paralelismo entre diferentes formas del mismo rito romano", de hecho, han socavado el uso el uso de Summorum pontificum. A esto ya me he referido al hacer mis observaciones a las declaraciones del abad Jean Pateau en julio de 2021. Lo que ahora me parece correcto subrayar es que Summorum pontificum ha sido utilizado para introducir graves abusos en lo interno del cuerpo eclesial. Quisiera presentar aquí dos principales:
   
Summorum pontificum como "criterio" para los nombramientos episcopales
   
----------Lo que ha sorprendido mucho a partir de 2007 (y al menos hasta 2013), fue que se hubiera considerado el estar a favor de Summorum pontificum como un criterio para elegir a los candidatos al episcopado. Curiosa modalidad de nominación: sólo aquellos que hubieran renunciado de antemano al control de la liturgia en su futura diócesis parecían aptos para convertirse en Obispos. Aquí, como es evidente, queda claro que Summorum pontificum no ha sido utilizado "liturgiae causa", sino como instrumento de normalización eclesial. De hecho, si se decide que el estar a favor de Summorum pontificum se convierta en un criterio de episcopabilidad, se propaga en el cuerpo eclesial una especie de irrelevancia del Concilio Vaticano II que puede llegar a ese negacionismo conciliar que ha caracterizado la primera década del nuevo milenio.
----------Esto implica, inevitablemente, una especie de efecto cascada: si se nombra obispos sólo a aquellos candidatos que no tienen ningún problema en admitir el uso del Misal de 1962 y de los Rituales de los Sacramentos anteriores a la Reforma conciliar, indirectamente también se favorece una cierta inclinación de los centros de formación, que están guiados por estos obispos, a favorecer una formación "paralela" también de los propios seminaristas. De esta manera, Summorum pontificum, que, en las intenciones explícitas del papa Benedicto XVI, había nacido para responder a una condición de facto, llegó a transformarse en un gran incentivo de iure para una carrera episcopal en la que no fuera necesario ni obligado el custodiar la tradición litúrgica, sino, de hecho, socavar y negar la tradición litúrgica.
----------Y ha sido francamente muy triste y lamentable ver a algunos monseñorinos, a algunos teólogos y a algunos sacerdotes, apresurarse a celebrar con el Misal de 1962 y con los rituales preconciliares, para no verse privados de una "digna" promoción eclesiástica. Este uso abusivo de Summorum pontificum ha sido una enfermedad que hemos sufrido, a nivel universal en la Iglesia, durante casi una década. Llegando incluso a casos límite, como el de un buen sacerdote, amigo mío, a quien algunos generosos periodistas especializados en estos menesteres de tejer y tramar carreras clericales en la trastienda, llegaron incluso a "añadir unas palabras finales" (así me lo dijo mi amigo) a su artículo periodístico sobre Summorum pontificum, para no impedirle ser nombrado obispo! Afortunadamente no salió nada de todo aquello.
   
Summorum pontificum sustraido al debate
   
----------Desde su aparición, Summorum pontificum mostró problemas de enfoque teológico y de gestión jurídica, tan grandes como del tamaño de una casa. Se trata de problemas teológico-sistemáticos y problemas canónicos. Pero el impacto en el debate eclesial fue absolutamente mínimo. Muchos teólogos y casi todos los canonistas (con mínimas excepciones en ambas áreas académicas) se limitaron a repetir lo que allí estaba escrito, con resignación y desapego, sin ejercer ningún verdadero trabajo de inteligencia crítica. Sin embargo, no existe documento pontificio, ni siquiera los de más alta autoridad, que no se vean sujetos a la hermenéutica y a la crítica competente, ejercidas con comprensión católica de los documentos considerados: infalibles en cuanto se refieren a la enseñanza papal de la Fe y la moral, pero falibles en cualquier otro ámbito.
----------Sin embargo, daba la impresión que Summorum pontificum gozaba de un particular y privilegiado estatuto jurídico que lo sustraía a cualquier debate académico competente. Recuerdo, por ejemplo, un episodio bastante significativo ocurrido en cierta Universidad (que ahora prefiero no identificar, a modo de piadoso manto de silencio), ni bien se publicó el texto de Benedicto XVI. El cuerpo de teólogos, canonistas y liturgistas, habían instado a aquella Universidad a ejercer una correcta hermenéutica crítica sobre el texto de Summorum pontificum. Pero desde la Curia Romana llegó una singular recomendación de que podía llevarse a cabo la iniciativa sólo bajo dos condiciones: a puertas cerradas y en ausencia de estudiantes. El caso fue que en aquella Universidad no se renunció a realizar un bello seminario entre docentes.
----------Recuerdo en particular dos ponencias esclarecedoras en esa ocasión. Las palabras de un docente canonista, que mostró las contradicciones jurídicas e institucionales de Summorum pontificum, y de un perito en teología litúrgica, que arrojó luz sobre la fragilidad litúrgica y teológico-sistemática de la "doble forma del mismo rito". Fue curioso que se recomendara no mencionar este debate fuera de la Universidad.
----------¡Cuánta diferencia entre el clima académico que se vivía en 2007 y el clima académico que comenzó a respirarse en 2021, tras la promulgación de Traditionis custodes, y el clima académico de nuestros días! Un debate libre (en temas que son de libre debate) ha sustituido a una especie de censura preventiva, que ha condicionado significativamente la elaboración de un saber eclesial a la altura del desafío de la hora. Que no se refería principalmente a la liturgia, sino a la reforma de la Iglesia y a la necesaria colaboración que los ámbitos académicos, filosófico, teológico, canónico y pastoral, podían brindar al Magisterio de la Iglesia.
   
Los custodios de la tradición, los juristas y los teólogos
   
----------Existe una sutil ironía en el título del motu proprio del papa Francisco, Traditionis custodes: la restitución de la autoridad sobre la liturgia a los Obispos ha sido el punto eclesiológico decisivo del nuevo documento sobre disciplina litúrgica. En cambio, Summorum pontificum no sólo había quitado el poder a los Obispos, sino que también se había convertido en un criterio decisivo para el nombramiento de los propios Obispos.
----------Cuando se producen pasajes de este tipo, la tradición litúrgica eclesial debe ser custodiada no sólo por los Obispos, sino por todo el Pueblo de Dios y por la obra de colaboración de los teológos y canonistas, que tienen y deben tener su propia autonomía de criterio, siempre por supuesto bajo la autoridad rectora del Magisterio de la Iglesia en aquellas cuestiones que a este Magisterio compete. Si a partir de 2007 los teólogos guardaban silencio, si los juristas se habían limitado simplemente a describir las normas litúrgicas, sin juzgar los hechos y las consecuencias, la tradición litúrgica era la que estaba sufriendo.
----------Al leer el texto de Traditionis custodes se hace evidente no sólo que el uso de Summorum pontificum ha terminado en 2021, sino que el abuso de Summorum pontificum ahora es abiertamente denunciado y superado. No se habrían desperdiciado catorce años que debían haberse dedicado a la implementación y desarrollo de la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, si cada uno, dentro de las jurisdicciones, competencias y límites de su autoridad, hubiera dicho y hecho lo que estaba en su ámbito decir y hacer, sin temor a ver comprometida su carrera, o a salir de las fantasías y mistificacions que Summorum pontificum, más allá de las buenas intenciones por las cuales había nacido, había ido induciendo poco a poco.
----------Precisamente por aquella invención teórica privada de fundamento teológico y jurídico de la que se alimentaba Summorum pontificum (la coexistencia sincrónica de dos formas paralelas del mismo rito romano), el texto del motu proprio de Benedicto XVI no afectaba sólo a la liturgia, sino a toda la Iglesia en todos sus aspectos. Así, en las torpes manos de quienes lo administraron (funcionarios de la desaparecida Comisión Ecclesia Dei), tanto en el centro como en la periferia, Summorum pontificum había llegado a convertirse, desde 2007 a 2021, en una herramienta peligrosa para afirmar y difundir ese negacionismo del Concilio Vaticano II y del Magisterio pontificio del postconcilio, y esa parálisis eclesial de la que hoy tenemos la difícil tarea de liberarnos.

4 comentarios:

  1. Una vez más, padre Filemón, su artículo es una maravillosa pieza, llena de verdades. Los otros cristianos y los no creyentes tienen razón en burlarse de nosotros cuando les damos la oportunidad de hacerlo: ¡un católico es alguien que niega su libertad y su dignidad! Cuando todos guardan silencio, teólogos, juristas, moralistas y todos los demás, frente a algunas desorientadas orientaciones pastorales de Roma, no es de extrañar que nuestra Iglesia, que es buena para los funerales, estuviera a punto de triunfar en los solemnes funerales del Concilio Vaticano II. ¡Gracias a Dios y su Providencia, hemos podido escapar de ello mediante el papa Francisco! Los fundamentalistas del pasado litúrgico, alejados de Dios, estaban a punto de triunfar. Es como para compadecerse de los Burke, los Schneider, los De Mattei, los Magister, los Valli, en fin, los Lefebvre. Pero no lloro por ellos.
    p.J.M.C.

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    1. Estimado padre J.M.C.,
      podríamos dialogar y compartir algunos puntos, pero no me siento del todo cómodo con el enfoque que trasunta su comentario.
      Yo matizaría un poco las cosas, y me cuidaría de anatematizar in totum a personas individuales.
      Salvada la buena fe de los involucrados en esta polémica que lleva décadas (un juicio que está sólo en las manos de Dios, que es el único en conocer nuestras conciencias y nuestra buena o mala fe), yo me limitaría a señalar los errores, y, a modo de ejemplo, los nombres de algunos de sus propaladores, pero hasta allí nomás.
      No creo que, aún con los vaivenes de estos cincuenta o sesenta años, tengamos que celebrar los "funerales" del Concilio Vaticano II. Sobre todo, como usted bien lo señala, teniendo en cuenta el decidido impulso dado por el papa Francisco a retomar la senda del Concilio, incluso en materia litúrgica (no es el único ámbito para recuperar), dejando de lado las desviaciones litúrgicas producidas desde 2007 en adelante. Sea cual sea el éxito de Francisco en esta obra, es de suponer que su sucesor se mantendrá en la misma línea, que es la correcta: llevar a su plena implementación el Concilio Vaticano II.

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  2. Estimado padre Filemón, al igual que usted, yo también nací y crecí durante los años de la reforma litúrgica resultante del Vaticano II. Sigo con interés las cuestiones relacionadas con el Vetus Ordo, que conocí de adulto, asistiendo a algunas misas que legítimamente se celebraban en mi diócesis. Declaro tener un buen conocimiento del latín eclesiástico y un gran aprecio por la música sacra (canto gregoriano y polifonía).
    Al comparar las dos "formas", comparto plenamente las razones que llevaron a la formulación del Novus Ordo, pero no puedo dejar de señalar algunos elementos críticos que propongo a vuestra atención, pidiendo su opinión.
    1. La desaparición efectiva del latín como lengua litúrgica. Una lengua de gran profundidad y musicalidad que resonó en todos los rincones de la cristiandad como factor unificador, signo, aunque externo, pero simbólicamente muy fuerte, de comunión con la sede romana y su historia. En la praxis actual, poquísimos sacerdotes saben celebrar en latín. Como mucho, se utiliza esporádicamente para algún canto, casi una "reliquia" del pasado, probablemente destinada a desaparecer en unas pocas generaciones. ¿Estamos seguros de que eso es algo bueno?
    2. La casi total desaparición del canon romano. Demasiado "largo" y complejo: en mi ciudad ningún sacerdote lo utiliza, jamás, para mi gran consternación. Actualmente se utiliza casi exclusivamente la Plegaria Eucarística II. ¿Es este el auténtico espíritu del Vaticano II? ¿Enviar al altillo de los trastos viejos uno de los textos más venerables de la tradición litúrgica occidental? ¿Quizás porque es decididamente despreciado por los Protestantes? ¿O tal vez porque ya no refleja la teología sacramental en boga en nuestro siglo?
    3. La introducción de la llamada "anamnesis" después de las palabras "mysterium fidei": un pleonasmo inútil, que interrumpe la oración eucarística y debilita fuertemente el amén de la doxología final con la cual los fieles sellan y confirman las palabras de quien preside.
    4. La celebración "ad Deum". ¿Estamos realmente seguros de que se trata de una orientación "incorrecta", que debe evitarse siempre y en cualquier caso, incluso a costa de devastar los antiguos y maravillosos presbiterios de nuestras iglesias y catedrales? ¿No podría, en cambio, expresar una profunda adoración del misterio que se celebra, poniendo en la cima de la mirada y de la atención no a quien preside, sino a Aquel hacia quien todos nos dirigimos juntos y recibimos con fe?
    Estas y otras observaciones me llevan a esperar un ponderado replanteamiento de la reforma litúrgica, no por nostalgia pasadista, sino para realizar un reconocimiento, medio siglo después de la introducción del Novus Ordo Missae, de los frutos y puntos críticos de las nuevas formas rituales, quizás buscando soluciones que puedan hacer menos fatigoso y doloroso el retorno de no pocos fieles a la misa de Pablo VI, como se declara esperar en el motu proprio del papa Francisco.
    Saludos cordiales.
    Pablo M.

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    1. Estimado Pablo M.,
      también yo, aunque comprendiendo los límites del Vetus Ordo, y las razones que llevaron al Concilio Vaticano II a querer un nuevo Rito, comparto sus perplejidades.

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