martes, 26 de septiembre de 2023

Misericordia y justicia, su esencia y su ejercicio (2/2)

Todo el destino del hombre se reconduce a la relación entre la voluntad de Dios y la voluntad del hombre. En la concordia entre las dos voluntades se realiza un plan de misericordia. En la oposición de la voluntad humana a la voluntad de Dios se hace valer la severidad de la justicia. [En la imagen: fragmento de "Alegoría de la reconciliación de la Misericordia y la Justicia", óleo sobre lienzo, creado en 1622, por Giovanni Balione, conservada en la Real Biblioteca de Windsor].

El misterio de la redención
   
----------El Dios bíblico no es un Dios vengativo, ni tampoco lo es vengativo el Dios del Antiguo Testamento, si con este término entendemos susceptible o rencoroso, aunque la Sagrada Escritura usa abundantemente la expresión "venganza" divina (cf. Dt 32,35; 32,41; 2 Reyes 9,7; Sal 58,11; Sal 79,10; Sal 135,14; Sal 149,7; Job 19,25; Sab 1,8; Sab 1,24; 34,8; 35,4; 61,2; Jer 5,9; 9,8; 11,20; 15,15; 20,12; 50,15.28.34; 51,6.11; Ez 25,14; Na1,2; Mi 5,14; Rm 12,19; Heb 10,30; Lc 21,22; 2 Tes 1,8). Pero con este término de "venganza" la Biblia quiere decir que Dios hace justicia, que otorga justicia a los oprimidos, que castiga a los malhechores, a los egoístas, a los violentos, a los explotadores y a los dictadores.
----------Ciertamente, el Dios bíblico es un Dios que se venga, pero eso ocurre no porque Él tenga necesidad de ser resarcido o compensado por algún daño que hubiera recibido, puesto que Él, siendo impasible e inviolable, no puede recibir ningún tipo de daño ni nadie se lo puede infringir. En cambio, Él hace suya la causa de los pobres, de los que sufren, de los humillados y de los oprimidos.
----------En este sentido es un Dios vengador o reivindicador. Es decir, es un Dios reivindicador de los derechos conculcados de los oprimidos, de los excluidos y de los maltratados, de aquellos que son injustamente condenados, de los inocentes asesinados, de las víctimas del aborto, de los pobres expoliados, de los trabajadores explotados, de los amigos traicionados, etcétera. El mismo término "redentor" en hebreo es goél, que quiere decir vengador. Es un Dios que defiende los derechos del hombre, derechos que Él mismo ha establecido inmutablemente en el acto de la creación. Es un "Abogado" defensor (Paráclito), que nos defiende del injusto Acusador, que es Satanás.
----------Toda la cuestión es sólo la de saber concebir la justa venganza, aquella que Santo Tomás llama vindicatio (Summa Theologiae, II-II, q.108, a.1), que no es otra cosa que un acto enérgico de reparación del mal recibido o de restablecimiento o de restitución del derecho negado o conculcado, haciendo eventualmente recurso de la coerción o de la justa ira, la cual, en tal caso, según el Aquinate (Summa Theologiae, II-II, q.158, a.1; I-II, q.46, a.4), es acto conjuntamente de prudencia, justicia y fortaleza.
----------El Padre efectivamente ha querido que su Hijo, con su sacrificio, reparara la ofensa que le había infligido el pecado del hombre. Pero esta reparación o satisfacción no debe entenderse como la restitución a Dios de algo de lo que Él habría sido intrínsecamente privado, como nos puede suceder a nosotros, sino como la restitución a Dios del honor que Le debemos, por lo cual obtenemos su misericordia y el perdón.
----------Así, de manera similar, la expresión bíblico-litúrgica "aplacar la ira divina" no quiere decir que el sacrificio de Cristo, actualizado en la Santa Misa, haga pasar a Dios Padre celestial, airado, enojado y temblando de indignación, de un estado de de ebullición emotiva a la calma y a la paz de quien se siente satisfecho por la reparación cumplida y porque el débito haya sido pagado.
----------Sería ridículo pensar una cosa de ese tipo. Esto puede suceder entre nosotros los hombres, pero ciertamente no con Dios, Esencia absolutamente espiritual, para nada sujeta a las pasiones, como hace notar santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae, I, q.21, a.1, ad 1m). Del mismo modo -digámoslo entre paréntesis- no tiene sentido hablar del "sufrimiento" de Dios, como hoy escuchamos decir aquí y allá.
----------La Iglesia ya ha condenado varias veces el teopasquismo. Decir "Dios sufre" está bien como metáfora ya sea en el lenguaje poético o en la communicatio idiomatum, aplicado a la humanidad de Cristo, pero es herejía si el atributo es aplicado a la naturaleza divina como tal, con la pretensión de decir lo que Dios es propiamente.
   
El primado de la misericordia
   
----------En Dios la misericordia prevalece sobre la justicia y sobre la severidad. Tal como dice la Sagrada Escritura, Dios es "lento para enojarse y de gran misericordia" (Sal 103,8). Él es "un Dios celoso, que castiga la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos" (Ex 20,5-6). "Su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida" (Sal 30,6).
----------En Él "la misericordia prevalece sobre el juicio", es decir, sobre el castigo. Pablo nos recuerda que Dios quiere hacer a todos misericordia y todos están incluidos en su misericordia (Rm 11,32), aunque no todos acogen esta misericordia. Dios permanece fiel, aún cuando seamos infieles. La misericordia prevalece sobre la justicia, porque al final es por misericordia que Dios conserva en el ser a los condenados del infierno.
----------Cuando san Juan XXIII en su famoso discurso inaugural del Concilio dijo que hoy la Iglesia "prefiere la misericordia a la severidad", no dijo nada sustancialmente nuevo, que los Santos ya desde siempre habían practicado, siguiendo el modelo de la conducta de Cristo, aunque sea cierto que en los siglos pasados a veces la autoridad eclesiástica, incluido el papado, se habían excedido en la severidad.
----------Hoy se ha caído en el extremo opuesto de un buenismo, perdonismo y misericordismo, dañosos y unilaterales, sobre la base de las siguientes herejías:
----------1. Dios no castiga;
----------2. el pecado original es un mito;
----------3. se debe excusar todo pecado;
----------4. todos están en buena fe, perdonados y están en gracia;
----------5. el infierno y el diablo no existen, y por tanto todos se salvan.
----------Hoy los buenistas son peores que los pastores del pasado, con el agravante de que, si al menos aquellos defendían la ortodoxia, estos últimos persiguen a los servidores fieles y dejan impunes a los herejes.
----------La Escritura identifica a veces la justicia con la misericordia, como por ejemplo en la Carta de san Pablo Apóstol a los Romanos, donde "justicia" es la misma misericordia con la que Dios justifica al pecador, en cuanto lo mueve del estado de pecado al estado de gracia, es decir, lo vuelve justo (Rm 3,21-25). De este modo, la misericordia aparece como una forma superior de justicia, según el mandato de Cristo a sus discípulos, de practicar una justicia "superior a la de los fariseos" (Mt 5,20).
   
Del Antiguo al Nuevo Testamento
   
----------No es infrecuente en la actualidad el prejuicio, con el cual se suele oponer un Dios severo del Antiguo Testamento al Dios amor del Nuevo Testamento. Algunos llegan incluso a afirmar que el verdadero Dios es sólo el del Nuevo Testamento, el "Dios de Jesucristo", como lo llaman capciosamente, mirando con desprecio al "Dios pre-cristiano", del Antiguo Testamento. Como si el Dios de Cristo no fuera el mismo Dios del Antiguo Testamento, creador y Señor del cielo y de la tierra, visibilium omnium et invisibilium, conocido per ea quae facta sunt, providente, justo y misericordioso.
----------No hay duda, sin embargo, de que muchas narraciones del Antiguo Testamento nos presentan a un Dios que ordena violentos castigos, estragos y masacres, que a nosotros hoy nos llegan a horrorizar. Pero en aquellos tiempos incluso los judíos piadosos y los propios profetas creían de buena fe que ésta fuera precisamente la voluntad de Dios. No podemos, por lo tanto, culparlos de esos horrores, y mucho menos podemos atribuir a una supuesta "severidad divina" esas atrocidades. Ya el Dios del Antiguo Testamento es un Dios paciente y comprensivo, que se deja conmover por las súplicas y perdona, castiga gradualmente y con clemencia, que espera la conversión del pecador y desiste de la ira.
----------Por otra parte, son por nosotros bien conocidas las advertencias de nuestro Señor Jesucristo a aquellos que se rebelan contra el Padre celestial.
----------La ética evangélica es más exigente que la ética del Antiguo Testamento, pue estimula a una mayor responsabilidad. Dado que existe el socorro de la gracia, la ética evangélica pide más, orienta y dirige hacia una mayor perfección, por lo cual las transgresiones son castigadas más severamente. Como advierte la Carta a los Hebreos (Heb 10,12), el rechazar a Cristo es castigado con mayor severidad que rechazar a Moisés.
----------Es cierto, sin embargo, que el Dios del Nuevo Testamento en Cristo, es más misericordioso que el del Antiguo Testamento. El Evangelio tiene una mayor percepción de la posibilidad de pecar ya sea por ignorancia invencible o por fragilidad, lo que implica una atenuación de la culpa, por lo cual el pecador en tal caso merece indulgencia y no ser reprendido.
   
Conjugables, pero también separables
   
----------Santo Tomás observa cómo misericordia y justicia están en cierto sentido entrelazadas. De hecho, él dice que Dios premia más allá de los méritos y castiga por debajo de los méritos (unicuique suum). Por tanto, ellas están conectadas entre sí y son conjugables. Por lo demás, ambas son emanaciones de la bondad divina, que opera conjugando siempre entre sí los efectos que produce. Pueden estar unidas, pero también pueden estar separadas. Así, dos manos pueden conjugarse, pero también pueden separarse.
----------Todos conocemos el abismal contraste que se interpone entre el paraíso, efecto de la misericordia, y el infierno, efecto de la justicia. "Las ovejas a la derecha y los cabritos a la izquierda" (Mt 25,32). Como dice Abraham en el paraíso del cielo al rico epulón que yace en el infierno: "Entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo; de manera que los que quieran pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 16,26). Sin embargo, paraíso e infierno son obra de la misma providencia.
----------La mano derecha es distinta de la izquierda. Pueden conjugarse, entrelazarse. Pero son separables. Y a veces están separadas. Ahora bien, ¿qué puede suceder? Misericordia y justicia comprenden muchas formas. Algunas se acercan de tal manera entre sí, que parecen confundirse, convirtiéndose en una sola cosa, como por ejemplo una dulce reprimenda y un dulce reclamo.
----------La misericordia ennoblece la justicia en la epiqueya o equidad, virtud ya conocida por Aristóteles, por la cual en nombre de una ley superior está permitido pasar por alto o sobreseer una ley inferior, como por ejemplo hace Cristo, que deja de lado el sábado para socorrer a un necesitado.
----------Ahora bien, no debe confundirse a la misericordia de la epiqueya con la tolerancia, que también libera de la ley, pero no en nombre de una ley superior, sino de una ley inferior, ante la imposibilidad del agente de hacer más. A veces la ley puede ser superada, a veces está permitido no alcanzarla. A veces se puede hacer de más, a veces más no se puede hacer.
----------Pero otras veces, en cambio, ciertas formas en la justicia y en la misericordia son tan distantes y opuestas entre sí, que se contradicen y no pueden coexistir simultáneamente. Pensemos, por una parte, en la diferencia entre las invectivas de Jesús a los fariseos o en los azotes a los vendedores en el templo y, por otra parte, en la actitud compasiva hacia la viuda de Naim y la prostituta arrepentida.
----------Misericordia y justicia estarían siempre unidas, si todos se salvaran. Pero no es así. Cristo nos enseña que no todos se salvan. Si todos suscitaran sólo piedad por sus miserias y sus necesidades, sólo habría misericordia en todas partes. Pero ciertos pecadores arrogantes y obstinados mueven a indignación, no a compasión, y por eso Dios se aira con los pecadores y Cristo los amenaza con los eternos castigos.
----------Por lo tanto, para quien se salva, en tal caso funciona la misericordia y la justicia. Vale la misericordia, porque la salvación es don de Dios, pero se trata también de justicia, porque la salvación es el premio para las buenas obras. En cambio, para quien se condena, existe la justa pena, pero no existe misericordia, porque quien se condena no ha tenido misericordia hacia el prójimo.
----------En cierto modo, habría que decir que misericordia y justicia se excluyen mutuamente. De hecho, pena y alegría se oponen entre sí. Pues bien, la pena viene de la justicia, el gozo de la misericordia. La recompensa de las buenas obras es fruto de la justicia. La liberación del mal es fruto de la misericordia. Quien recibe el premio, ha actuado; quien recibe misericordia, ha recibido.
----------Misericordia y justicia, en su insuprimible distinción, suponen la existencia de lo creado y, en particular, la existencia del mal. Ellas, por consiguiente, no son atributos absolutos de la esencia divina, como, por ejemplo, la aseidad, la infinitud, la eternidad, la inmutabilidad o la simplicidad. Sino que son atributos operativos, ligados al libre albedrío divino, que entra en relación con las creaturas espirituales, ángeles y hombres.
----------Los atributos operativos, en Dios, están relacionados con la creatura, que puede elegir entre el bien y el mal. La elección del bien por parte del hombre, atrae la misericordia divina. La elección del mal, atrae en Dios la justicia. Rechazar la distinción tendría como consecuencia la confusión entre el bien y el mal y, al límite, el panteísmo, dado que sólo en Dios se identifican misericordia y justicia.
   
Cielo e infierno
   
----------El aspecto más difícil y oscuro de las relaciones entre justicia y misericordia es la confrontación entre la salvación y la condenación. En la salvación resplanece al máximo la misericordia; en la condenación se manifiesta definitivamente la justicia. En la visión cristiana del destino del hombre, algunos se salvan en una eterna felicidad, otros se condenan en una eterna infelicidad. Algunos se elevan a la luz de la bienaventuranza y de la vida eterna, otros precipitan en las tinieblas de la perdición y del fuego eterno.
----------En el último instante de la vida, la misericordia divina lanza un último llamamiento al alma del moribundo, ofreciéndole la gracia del arrepentimiento y el don de la perseverancia final. Pero si desgraciadamente el alma estuviera obstinadamente en estado de culpa mortal, no se juzgara necesitada de perdón, por lo cual pecaría contra el Espíritu Santo (y ha sido el papa san Juan Pablo II ha explicado este hecho en la encíclica Dominum et vivificantem de 1986, parte II, n.6), y por tanto no podría ser perdonada, ello le haría precipitar en el infierno. Si en cambio, ante la llamada de la gracia el alma, purificada de toda culpa y de toda pena, invoca confiadamente la misericordia divina, inmediatamente asciende al paraíso del cielo. Si entonces tuviera que pagar la pena de pecados veniales perdonados, el alma pasa un período adecuado de purificación en el purgatorio, terminado el cual asciende al cielo. Esta purificación puede completarse más aceleradamente o incluso cumplirse del todo mediante la práctica de las indulgencias.
----------Dios vence el mal no en el sentido de hacerlo desaparecer, sino en el sentido de que Él somete a Sí a sus enemigos. El infierno hospeda malvados, hombres y demonios. Pero ellos ya no pueden perjudicar a los buenos, ni tienen plena libertad de movimiento. La Escritura habla de "cárcel" (Ap 20,7) y de "cadenas" (Ap 20,1).
----------La relación de Dios con el mal, fuera de la Biblia, ha sido concebida ya en la antigüedad según dos esquemas opuestos: o bien el dualismo o bien el monismo. En el dualismo maniqueo no sólo el bien, sino también el mal es divino. El mal no es visto como una falta, una carencia, una deficiencia, un defecto, una privación (privatio boni debiti), sino como una simple oposición dialéctica, una fuerza contraria u opuesta, igual o a lo sumo inferior. El maniqueísmo, con su oposición recíproca entre los dos principios absolutos del bien y del mal, parecería exagerar incluso esta oposición, dando también demasiado poder al mal. Y de hecho puede ser de un rigorismo y perfeccionismo exasperantes, tales como para destruir al enemigo sin misericordia. Pero en realidad no es así y, en cambio, a causa de un formidable juego dialéctico, termina en el más vulgar laxismo buenista (estos dos excesos caracterizaban la herejía cátara del siglo XIII).
----------¿Qué sucede realmente? Que en el maniqueísmo el mal no es una privación, sino una sustancia divina. De aquí viene que en el maniqueísmo el mal no es privación del bien, sino sólo un bien diferente. Por lo tanto, al fin de cuentas, entre bien y mal no hay exclusión ni negación recíproca, sino sólo diversidad y alteridad. Ver el mal como una sustancia, entre otras cosas, quiere decir confundir pecado y pecador.
----------De tal modo, en el plano moral, el maniqueísmo favorece la doblez y la connivencia con el mal. El maniqueo parece un rígido moralista, pero en realidad es un maestro en el servir a dos señores. Incluso si en el maniqueísmo se continúa hablando de la lucha entre mal y bien, y de victoria de esto sobre aquello, en realidad no hay una verdadera lucha contra el mal; ella está reducida a una simple confrontación con un polo dialéctico en movimiento cíclico y en eterno retorno, dado que el mal no es considerado como contrario o enemigo, sino sólo como algo diferente. Esta victoria no cancela el mal, sino que el mal es simplemente un valor inferior que se encuentra debajo del valor superior del bien.
----------Del maniqueísmo nace el buenismo, según el cual todo es bueno y todos son buenos; incluso el mal es bueno. Incluso los malvados son buenos. Está claro que esta visión admite la misericordia, pero no la justicia. Los castigos no existen. Por tanto, el mal, en el maniqueísmo, cae dentro de lo divino, como el bien. El mal no es contingente, sino necesario. No es accidental, sino sustancial. El maniqueísmo, por tanto, no concibe un Dios, como es el bíblico, completamente libre del mal, sino un Dios que no puede existir sin el mal, porque el mal también es divino. Está claro que aquí no se puede hablar ni de misericordia ni de justicia. No se puede hablar de misericordia, porque el dios bueno no quita el mal, sino que se lo deja al dios malo. Y no se puede hablar de justicia, porque no castiga el pecado, sino que se lo permite al dios malo.
----------En cuanto al monismo, se jacta de concebir un Dios incluso más bueno que el Dios bíblico, que permite la existencia del mal y castiga el pecado. La visión monista es panteísta: existe sólo Dios. Por lo tanto existe solamente el bien. El ser es idéntico al pensamiento y al bien no sólo en Dios, sino también en todas partes. Para citar el axioma de uno de sus seguidores contemporáneos, "todo está bien como está". Por consiguiente, o bien el mal es una simple apariencia o bien está en Dios. Pero así como Dios es bueno, el mal en Dios es bueno. Aquí vale la misericordia, que es un beneficiar. Pero no puede existir la justicia y tampoco el castigo, que supone un pecador, un malvado. Por lo tanto, en la visión monista, que es un buenismo absoluto, todos son buenos o al menos perdonados, porque todos son teofanías divinas.
----------Jesús utiliza muchas imágenes para representar y expresar el doble posible destino del hombre: el trigo y la cizaña (Mt 13,25), los peces buenos y los malos (Mt 13,47), las ovejas y los cabritos (Mt 25,32), los bendecidos y los maldecidos (Mt 25,41), el que es tomado y el que es dejado (Mt 24,40).
----------Según santo Tomás de Aquino, los bienaventurados son premiados ​​más de cuanto merecen y los condenados son castigados menos de cuanto merecen. Si bien Cristo merece la vida eterna de estricta justicia (de condigno), nosotros la merecemos, gracias a Cristo, sólo por conveniencia (de congruo). En el infierno, Dios ejerce su providencia misericordiosa, asegurando a los condenados un tratamiento digno, aunque sea en el fuego eterno y no obstante la severidad de la pena.
----------Todo el destino del hombre se reconduce a la relación entre la voluntad de Dios y la voluntad del hombre. En la concordia entre las dos voluntades se realiza un plan de misericordia. En la oposición de la voluntad humana a la voluntad de Dios se hace valer la severidad de la justicia.
----------La dificultad de la cuestión está en el comprender cómo poner de acuerdo la voluntad divina omnipotente con el hecho de que no todos se salvan, es decir, no todos obedecen a esta voluntad y la frustran. Entonces, ¿la voluntad del pecador vence a la voluntad divina? Si la voluntad de Dios es omnipotente, ¿cómo es posible que algunos frustren la voluntad de Dios? Entonces, ¿es la mala voluntad humana tan poderosa como para poder frustrar la voluntad divina? ¿El mal vence al bien?
----------Ciertamente es Dios quien salva, predestina a la salvación. ¿Pero por qué sólo salva a algunos? ¿Por qué, aún pudiéndolo, no mueve la voluntad de todos hacia la salvación? De hecho, si hubiera querido, Dios habría podido crear un mundo donde el mal no hubiera existido. ¿Por qué lo ha permitido? Para mostrar el poder de su misericordia, que no se habría manifestado con tanta claridad, si hubiera impedido la existencia del mal. De hecho, en el Paraíso del Edén originario no existía la condición de hijos de Dios. Ella es anunciada por el Evangelio como efecto de la Encarnación. Pero el Verbo se ha encarnado precisamente para poner remedio al pecado. Por lo tanto, si no hubiera existido el pecado, no habría existido la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios. Esto, al menos, según cuanto ha efectivamente sucedido.
----------Si Dios quiere salvar a todos, ¿por qué de hecho no todos se salvan? Sin embargo, si Dios lo hubiera querido, nada Le impedía crear un mundo en el cual constituir hijos de Dios sin que pasaran por el pecado. Por lo tanto debemos decir que el por qué Dios ha permitido el mal, es algo que escapa a nuestro conocimiento; está escondido en el secreto de la voluntad divina. Cristo nos ha revelado qué es el mal, cuáles son sus orígenes y sus causas, cuáles son sus remedios y cómo puede ser utilizado para un mayor bien. Pero no nos ha dicho por qué Dios lo ha permitido. No podemos conocer lo que sólo Él conoce.

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