miércoles, 13 de septiembre de 2023

Nuestra Misa

La Misa que celebramos en nuestras catedrales, en nuestras parroquias o en nuestras capillas, ¿es nuestra o no es nuestra? ¿En qué sentido es nuestra o no es nuestra? ¿Cuál es el uso correcto de estas palabras?... Una breve reflexión sobre el uso y abuso de un principio [En la imagen: el nuevo Arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, celebrando la Misa dominical en la Catedral de Buenos Aires, en imagen tomada de la transmisión por el Canal Orbe 21, en el programa "Nuestra Misa"].

----------A fin de conocer la predicación del nuevo Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva [n.1968], días atrás visité en la web el Canal Orbe 21, y me he encontrado con que las transmisiones diarias y dominicales de la Santa Misa desde la Catedral de la capital argentina se llaman "Nuestra Misa", un título que me dejó pensando. El caso fue que he tenido que volver en otro momento para cumplir con mi intención inicial de escuchar la palabra del prelado, porque esa primera vez no pude, atento y focalizado como quedé con aquellas palabras, "nuestra Misa". ¿En qué sentido la Santa Misa es "nuestra"? ¿No será más bien que no lo es? Mi respuesta la intento explicar brevemente a continuación. 
----------Entiendo que no hay razón valedera para objetar el título del citado programa televisivo. Como espero quede explicado en la presente nota, afirmar que "la Misa es nuestra", es un enunciado que, si es bien entendido, tiene plena razón de ser. Sin embargo, está muy extendido en la predicación y en la catequesis otro enunciado, el cual literalmente parece declarar todo lo contrario: "la Misa no es nuestra". ¿Acaso son dos enunciados contradictorios? Sí, pero sólo en el plano superficial de las palabras, no en el de sus significados, que son complementarios. Con el primero se hace referencia a la condición humana terrena del acto de culto eucarístico, vigente mientras la Iglesia peregrina aqui abajo hasta el final de los tiempos. Con el segundo se hace referencia al misterio absolutamente santo y trascendente, al don divino contenido en la Santa Misa, don ya no terreno, sino celestial, anticipo del divino banquete en el Reino de los cielos.
----------El perspicaz lector ya se habrá dado cuenta que la aparente aporía queda sencillamente solucionada al advertir que no se trata de expresiones unívocas, sino ambivalentes. El fundamentalismo, tanto en uno como en otro sentido (pues puede ser de dirección progresista o de dirección conservadora) suele dar carácter unívoco a expresiones equívocas. El fundamentalismo de dirección conservadora habla, por ejemplo, de "la Misa de siempre", mientras que el fundamentalismo de dirección progresista habla de "la Misa de ahora", y en ambos casos, las expresiones pueden ser usadas de modo conscientemente equívoco o únivoco, según el menor o mayor peso que tenga en quienes las usen su ideología fundamentalista.
----------Ahora bien, entonces, ¿qué significa afirmar que "la Misa no es nuestra", como es muy habitual decir? Con esta expresión, "la Misa no es nuestra", se suele indicar, correctamente, una pérdida de poder sobre la acción ritual que llevamos a cabo como cristianos, como asamblea celebrante, pueblo fiel y ministro ordenado. Por lo tanto, en esta afirmación, como es evidente, hay mucho de bueno y correcto. Es justo y correcto, en efecto, que en la experiencia ritual de la fe nos encontremos en una condición de tomar la iniciativa para perder la iniciativa. Tomanos la iniciativa porque nos levantamos del sueño para ir a Misa, subimos a nuestro auto o tomamos el colectivo, llegamos un rato antes al templo y nos disponemos a tomar parte en la celebración, a veces con un rol ministerial específico, no necesariamente ordenado. Efectivamente, todos los aspectos señalados, indican que "la Misa es nuestra", es "nuestra Misa".
----------Pero en esas mismas acciones somos conscientes que a la vez perdemos la iniciativa. Porque la fe con la que celebramos la Misa nos indica que la iniciativa principal la tiene Otro, sin cuya iniciativa no podríamos jamás tener nuestra iniciativa. Nuestra iniciativa (nuestra acción, verbal, no-verbal o gestual, etc.) es un acto de reconocimiento de la iniciativa de Dios en la Misa. Como acto de reconocimiento, el acto ritual nunca es un acto absolutamente creativo. Y, sin embargo, para ser acto realmente ritual, la Misa debe también seguir siendo un acto relativamente creativo. Por este motivo, en la afirmación "la Misa no es nuestra", junto al buen fundamento de una suposición razonable y debida, puede deslizarse e insinuarse una pequeña o gran distorsión, al igual que en la afirmación "la Misa es nuestra" aunque a contrario sensu. Veamos por qué.
----------La acción ritual de la Eucaristía es, al mismo tiempo, un acto de nuestro Señor Jesucristo y de la Iglesia. Por consiguiente, al mismo tiempo, no es nuestra acción y, a la vez, es nuestra. Si con "nuestra" estamos queriendo decir "de la Iglesia", y si estamos identificando a la Iglesia como algo que no está confiado solamente a una gestión jerárquica o ministerial sacramentalmente ordenada, sino ampliamente y capilarmente presente en el cuerpo eclesial dotado de oficios o munera reales, proféticos y sacerdotales (y por ende de un sacerdocio común de todos los fieles), debemos admitir que la Misa es siempre también "nuestra".
----------Esta titularidad común de la acción eclesial y litúrgica, que permite pensar en Dios y su pueblo, en Cristo y su Iglesia, como sujetos del rito, induce a releer o interpretar con una mirada menos drástica todos los códigos expresivos de la celebración. En todos los lenguajes de la Misa (ya se trate de lenguajes verbales y no-verbales) no actúan ni sólo Dios ni sólo el pueblo, ni sólo Cristo ni sólo la Iglesia. Sino que siempre, al mismo tiempo, actúan los unos y los otros, juntos, concordantemente, en una relación cualificante.
----------La Reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II, y que aún sigue su curso, también ha restituido las palabras a esta lógica compleja. Para poder entender esto, pondré un ejemplo muy simple, tomado del uso actual en la liturgia, de las lenguas habladas, en el Novus Ordo Missae.
----------Un repertorio de ritos y rituales, que ha nacido en gran medida en lengua latina (o al principio vertidos del griego al latín), ahora se celebra en lenguas vernáculas, vale decir en lenguas habladas por los pueblos (no en una lengua muerta), pero estos repertorios en lenguas habladas no son simplemente la traducción del latín, sino también la valorización de lo que el latín, como cualquier otra lengua de Babel, no alcanza a decir. Decir que "la Misa no es nuestra" no significa pensar que sólo podemos traducirla literalmente del latín, como queriendo, por ejemplo, decir que "la misa de siempre", como dicen los pasadistas, es sólo la Misa que se expresa en la lengua latina y que, si se "tolera" la lengua vernácula, esto sólo sería posible a condición de que se tradujeran los ritos ad litteram del rito en latín (como querían algunos funcionarios de la Curia romana hace pocos años atrás). Esto sería, y por varios motivos, a la vez una ingenuidad y un abuso.
----------Pero afirmar lo anterior no es todavía suficiente. Si el rito está compuesto de textos autorizados, y que ordinariamente constituyen la base invariable del texto hablado, la relación con estos textos no puede ser sólo de repetición. Habiendo nacido de múltiples expresiones de la misma fe, no excluyen en absoluto que, en las debidas condiciones, no se puedan considerar como exclusivos y excluyentes. Una Iglesia que, precisamente en su acto más decisivo, tal cual es la Eucaristía, sólo fuera capaz de reproducir textos clásicos e incapaz de improvisar con fidelidad y con gusto, sería una Iglesia en profunda crisis.
----------Por esta razón el principio "la Misa no es nuestra" no puede ser utilizado como principio dirimente o rector: eso constituiría fundamentalismo. No sólo porque la Iglesia no puede negar haber tenido y tener todavía hoy y hasta el fin de los tiempos una autoridad sobre la Misa. No sólo en el establecer, por ejemplo, que haya una, tres, cinco o diez plegarias eucarísticas, sino también en el reconocer que la asamblea que se reúne es parte del misterio que viene celebrado. En la medida en que esta realidad se convierta en una evidencia, entonces siempre será posible referirse a la frase "la Misa no es nuestra" asumida en cuanto principio, pero con el debido discernimiento, precisamente porque no faltan quienes, con argumentos igualmente buenos y válidos, pueden referirse a la frase literalmente contraria "la Misa es nuestra" en cuanto principio, también con el debido discernimiento, para no caer en el opuesto fundamentalismo.
----------Afirmar que "la Misa es nuestra" es afirmar que la Iglesia tiene humana autoridad y poder sobre el acto litúrgico, al punto de que el Sumo Pontífice de la Iglesia, el Papa, puede establecer una lex orandi eclesial, siempre histórica, mutable, transitoria, contingente, variable. Afirmar que "la Misa no es nuestra" es afirmar que la Iglesia no tiene autoridad ni poder para cambiar la lex orandi divina de la misma Iglesia, ley de culto instituída por el mismo nuestro Señor Jesucristo, hasta el final de los tiempos.
----------No es raro, entonces, que cuanto más drástica resuene la afirmación de la carencia de poder, tanto más fuerte pueda llegar a ser el deseo de conservarlo todo sin ninguna alteración, afirmando que "la Misa no es nuestra", hasta el punto de abusar de los términos y con eso llegar a expresar ingenuamente que una transitoria y contingente forma del rito romano pueda ser "la Misa de siempre", confundiendo la substancia inmutable del culto cristiano, con una de sus formas eclesiales contingentes e históricas.
----------Sin embargo, tal modo concreto de afirmar la carencia de poder sobre la Misa, conlleva la enorme hipocresía de la velada afirmación del pretendido omnímodo poder sobre la Misa (que es una de las formas de clericalismo). Uno de los recursos más utilizados, en las últimas cuatro décadas, para tratar de silenciar cualquier legítima demanda de reforma ha sido, precisamente, el mismo: la Iglesia que no ha querido cambiar ni un ápice de su propia disciplina se ha refugiado frecuentemente en el argumento (sofístico) de la ausencia de poder. Si el Concilio Vaticano II lo hubiera hecho así, no se habría elaborado ni el concepto de actuosa participatio ni el proceso de reforma que nos ha conducido a los nuevos ritos del Novus Ordo Missae y de los rituales postconciliares. Por consiguiente, un dispositivo de bloqueo que busca excluir cualquier creatividad en la Misa (pasadismo) es tan peligroso como un enfoque arbitrario e incontrolado (modernismo).
----------En suma, afirmar que "la Misa no es nuestra", a pesar de toda su parcial razonabilidad, corre el riesgo de resonar como una frase singularmente coherente con las formas más intolerantes del pasadismo eclesial. Ciertamente, ninguna intervención sobre el texto de la Misa está de por sí justificada, salvo que exista un camino comunitario que elabore y desarrolle formas respetuosas de profundización, de reflexión, de articulación y de enriquecimiento de la fe eclesial. Dado que esto no es lo ordinario y usual, pero a la vez no puede ser excluido, el principio enunciado es un principio relativo, pero no un principio absoluto. Lo cual equivale a decir que recordarlo significa señalar un uso que puede también convertirse en abuso.

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