sábado, 13 de mayo de 2023

La interpretación de la Reforma litúrgica desde la encíclica Mediator Dei hasta el pontificado de san Juan Pablo II (1/2)

El resultado de la Reforma litúrgica no puede ser simplemente reducido al hecho de tener nuevos ritos y nuevos textos litúrgicos. Sobre todo para la Eucaristía (aunque también para toda la liturgia en general) esto corre el riesgo de ser un falso éxito y el principio de una verdadera derrota: contentarse con nuevos textos-ritos, sin cambiar la función que la acción litúrgica tiene en la conciencia eclesial, significaría quedarse peligrosamente fijados en una conciencia y en una praxis que se coloca antes del nacimiento del Movimiento Litúrgico. [En la imagen: "Santa Cena. Institución de la Eucaristía", óleo sobre tela, del siglo XVI, obra de Vicente Macip Comes, pintura conservada y expuesta en el Museo de Bellas Artes de Valencia, España].

De la encíclica Mediator Dei a la instrucción Redemptionis Sacramentum
   
----------Hay una frase de Karl Barth [1886-1968], influyente pensador cristiano calvinista, referida a la labor del historiador, que es muy expresiva de las virtudes que pueden adornar o de los vicios que pueden ensuciar la ciencia histórica: "La historia son los hombres vivientes, los cuales precisamente cuando están muertos, precisamente porque su obra está confiada, indefensa, a la buena voluntad de nuestra comprensión y de nuestra interpretación, apelan a nuestra caballería, pretenden que nosotros les permitamos expresarse con sus propias instancias, y que no los usemos simplemente como medio para nuestros fines" (La teología protestante nel XIX secolo, vol. I Le Origini, Milano, Jaca Book, 1979, pp.72-73).
----------La contribución que propongo aquí, estos apuntes que sólo inicio con esta publicación de hoy, pero que continuaré en los días sucesivos, quiere configurarse como una hermenéutica sobre algunos pasajes principales de la reflexión acerca de la Eucaristía y de la Liturgia en general, propuestos por el Magisterio y recibidos o implementados por la práctica litúrgica de la Iglesia católica de rito romano en los últimos -digamos- setenta años o, si queremos ser más estrictos, acerca de las enseñanzas magisteriales durante los cincuenta y siete años que van desde la encíclica Mediator Dei de Pío XII, en 1947, hasta la instrucción Redemptionis Sacramentum de la Congregación del Culto, al final del pontificado de san Juan Pablo II, en 2004. Este estudio pretende sacar a la luz algunos aspectos poco considerados y demasiado a menudo marginados de la atención común, y para los cuales la teología no puede dejar de reclamar una mejor suerte.
----------Mi pequeña investigación aspira también a replantear la relación entre defensores y enemigos de la Reforma litúrgica, tratando de mostrar cuál es el verdadero núcleo de la cuestión en juego, y cuáles, en cambio, son las cuestiones secundarias. Este acontecimiento histórico de la Reforma litúrgica, es muy cercano a aquellos católicos que forman parte de mi generación, porque transcurre en años que son los mismos años de nuestra vida. De ahí que, si bien la reforma litúrgica es cercana a los de mi generación en cuanto nos es contemporánea, a la vez, dado que los de mi generación ya hemos llegado a la ancianidad, no resulta ser un acontecimiento tan cercano en cuanto a nuestra sensibilidad. Por lo cual he citado las palabras de Barth al principio, porque me parece que la Reforma litúrgica también necesita una hermenéutica "caballeresca", si no quiere reducirse a ser una interpretación en categorías al menos ajenas, si no francamente hostiles.
   
Sentido de la obra del Concilio Vaticano II y re-descubrimiento de la "ecclesia de eucharistia"
   
----------Si de veras la teología, como suele frecuentemente decirse, puede encontrar buenas respuestas solo en el caso en el cual todavía sepa proponer buenas preguntas, entonces quisiera comenzar estos apuntes precisamente con una pregunta (que espero que también resulte buena), y es la siguiente: ¿cómo podemos hoy comprender lo que han querido decir aquellos 11 números de la constitución Sacrosanctum Concilium dedicados a la Eucaristía, cuando salieron a la luz pública en 1963 y entraron en la cabeza, en el corazón y en el cuerpo de la Iglesia de hace ya sesenta años? ¿De qué manera, por cuál camino, podemos recuperar al menos un poco el impacto sorprendente que aquellas palabras de los Padres conciliares causaron en la generación de aquellos años, tanto en los sacerdotes como en los laicos?
----------En primer lugar, debemos considerar esquemáticamente lo que existía en la época de Sacrosanctum Concilium, y qué función haya asumido ese texto magisterial en ese concreto contexto histórico. Creo que para la Iglesia de entonces se trataba esencialmente de una reconsideración de las prioridades con las cuales la propia Iglesia repensaba su esencia e intentaba expresarla mejor. Con una mirada retrospectiva, el papa san Paulo VI habría de decir, dos años después, que la Iglesia en el Concilio "studuit de se ipsa cogitare quo melius se cognosceret", en el discurso en la última sesión, del 7 de diciembre de 1965.
----------Esta afirmación de san Paulo VI ("la Iglesia ha tratado de realizar un acto reflexivo sobre sí misma, para conocerse mejor") debe poner a la par aquella afirmación paralela, pero previa, que también Paulo VI pronunció en su primer discurso al Concilio: "Nos parece que ha llegado la hora en la que la verdad acerca de la Iglesia de Cristo debe ser estudiada, organizada y formulada, no, quizá, con los solemnes enunciados que se llaman definiciones dogmáticas, sino con declaraciones que dicen a la misma Iglesia con el magisterio más vario, pero no por eso menos explícito y autorizado, lo que ella piensa de sí misma", en el discurso del 29 de septiembre de 1963, en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II. Recordemos que el texto de la constitución Sacrosanctum Concilium habría de salir de esta misma sesión del Concilio.
----------El corazón de esta particular reflexión conciliar parece ser, indudablemente, una nueva definición de la Iglesia en términos de "misterio eucarístico". En suma, se reconoce que la Iglesia vive esencialmente "de eucharistia". A partir de aquí comenzamos nuestra breve presentación y, al final, retornaremos, tras un breve pero espero que interesante recorrido, con algunas notables satisfacciones para el espíritu, pero también -hay que admitirlo, si la sinceridad no es pecado todavía- con algunas decepciones recientes.
----------Pasaremos de la comparación con la encíclica Mediator Dei de Pío XII, al análisis de la constitución Sacrosanctum Concilium, hasta la encíclica Ecclesia de Eucharistia de san Juan Pablo II, añadiendo una mirada a la instrucción Redemptionis Sacramentum de la Congregación para el Culto Divino, finalizando con unas prospectivas sintéticas y sistemáticas que permanecen abiertas a la esperanza, a pesar de todo.
   
La conciencia tridentina y la perspectiva de Mediator Dei
   
----------Durante muchos siglos, la conciencia teológica eclesial acerca de la Eucaristía, y de la Liturgia en general, ha quedado, por así decirlo, bloqueada por la preocupación prioritaria de una contraposición confesional. El anti-protestantismo católico y el anti-catolicismo protestante iban de la mano en el entenderse a sí mismos casi sólo como una valerosa oposición a un enemigo peligroso. Más o menos a lo que ocurre hoy, que no faltan católicos modernistas que se autoperciben como anti-conservadores o anti-tradicionalistas, y no faltan católicos pasadistas que se autodefinen como contra-revolucionarios o anti-progresistas.
----------El eco de tal posición controversista permanece todavía fuertemente presente en la encíclica del 20 de noviembre de 1947 del papa Pío XII Mediator Dei, especialmente los nn. 84-171, sobre el culto eucarístico (cito la numeración de los pasajes de acuerdo al texto en español del sitio web vatican.va), aunque ya los frutos del Movimiento Litúrgico estaban casi completamente maduros y ya se habían impuesto ampliamente en el clima reductivo de la apologética. Sin embargo, todavía en esa encíclica de 1947, los tres temas fundamentales con los cuales ella reflexiona sobre la Eucaristía son los siguientes: naturaleza del sacrificio eucarístico (nn.84-98), participación de los fieles en el sacrificio eucarístico (nn.99-137), comunión eucarística (nn.138-160), a los cuales se añade el tema de la adoración eucarística (nn.161-171).
----------Sobre cada uno de esos tres primeros puntos, las aperturas que hace el venerable papa Pío XII se conjugan a la vez, sin embargo, con amplias reservas, con decisivas distinciones y con fuertes cerrazones o clausuras. Intentemos examinar los perfiles más relevantes:
----------Respecto a la naturaleza del sacrificio eucarístico (nn.84-98), el "sacrificio" es definido en filigrana con respecto a las negaciones, según la mens del Concilio de Trento [1545-1563]. La naturaleza de sacrificio de la Eucaristía es reafirmada según la misma argumentación del Concilio de Trento, a la cual se añaden nuevas perspectivas, que han madurado sobre todo con la encíclica Mystici corporis, a la cual se recurre con una larga cita precisamente como conclusión de este apartado.
----------Respecto a la participación de los fieles en el sacrificio eucarístico (nn.99-137), la participación de los fieles es entendida como un "íntimo contacto" del alma con el sentido de la celebración, pero se tiene premura inmediatamente de excluir una simple equiparación entre laicos y clero así como una menor validez de las "misas que se celebran en privado", incluso aconsejando en conclusión una suerte de "paralelismo devocional" (para los rudos) con respecto al rito eucarístico. Permítaseme detenerme algo más en este tema. 
----------Es interesante notar cómo el concepto de "participación de los fieles" está esencialmente ligado no al rito, sino al estado de ánimo (cf. nn.99-101). Así, quienes tengan dificultades para entrar en la lógica litúrgica y no quieran renunciar a participar en el sacrificio eucarístico "pueden, ciertamente, echar mano de otra manera... como, por ejemplo, meditando piadosamente los misterios de Jesucristo, o haciendo otros ejercicios de piedad, y rezando otras oraciones que, aunque diferentes de los sagrados ritos en la forma, sin embargo concuerdan con ellos por su misma naturaleza" (n.133). Esta sugerencia o consejo explícito de paralelismo participativo, de hecho, todavía no logra imaginar la novedad que introducirá Sacrosanctum Concilium, haciendo que forma ritual y participación activa sean inseparables. En esto radica precisamente la novedad más significativa que el Concilio ha sabido recuperar y autorizadamente volver a proponer (insisto: con toda su autoridad como Concilio ecuménico) a la atención y a la práctica eclesial.
----------En cuanto a la comunión eucarística (nn.138-160), luego, se destaca en primer lugar el hecho de que la integridad del Sacrificio no es puesta en cuestión por el hecho de que sólo el sacerdote comulgue. Una famosa expresión de la Imitatio Christi como "recógete a un lugar retirado, y goza de tu Dios" (en el n.158) sigue siendo la luz y el modelo de "participación" al que mirar. A esto hay que añadir luego, en el plano práctico, el efecto de escisión de la experiencia eucarística, partida en dos por la distinción (incluso temporal) de "hacer la comunión" y "asistir a la misa". Esta es, en grandes líneas y en extrema síntesis, la condición de la cual se parte y en la cual irrumpe y se abre paso la nueva perspectiva de Sacrosanctum Concilium.
----------Si hasta ahora el lector no lo había notado, entonces, volviendo a leer los pasajes citados de la Mediator Dei, y luego los once números que Sacrosanctum Concilium dedica a la Eucaristía, quedará ante sus ojos el largo camino recorrido por el Magisterio de la Iglesia, guiado por el "Espíritu que os llevará a la verdad plena" (Jn 16,13-15), para una siempre mejor comprensión del misterio eucarístico. La distancia es enorme. Sin embargo, aún existen cristianos que se obstinan en no recorrer este camino, y permanecen "añorando a Egipto" (Nm 11,1-23). A modo de simple ejemplo demostrativo: el año pasado hubo un prolongado "curso de liturgia" ofrecido a los fieles en la comunidad de lefebvrianos que existe en Mendoza. El curso, dictado por el prior de la comunidad, consistió tan sólo en un comentario a la encíclica Mediator Dei de 1947. Se comprenderá, entonces, que se trata de pobres cristianos a los que ni siquiera les llegan los logros que el Movimiento Litúrgico ya había alcanzado en 1947 y que a duras penas el papa Pío XII se animaba a integrar en su encíclica.
   
La nueva perspectiva de Sacrosanctum Concilium y los nuevos acentos
   
----------El cambio de perspectiva que ha introducido la constitución Sacrosanctum Concilium, esencialmente, consiste en el haber desplazado decisivamente las prioridades del discurso sobre la Eucaristía. Bajo el título De sacrosancto eucharistiae mysterio la constitución presenta sus 11 números dedicados a la Eucaristía con la siguiente significativa secuencia: n.47: El misterio pascual; nn.48-49: Participación activa de los fieles; n.50: Revisión del Ordinario de la Misa; n.51: Mayor riqueza bíblica en el Misal; n.52: Recomendación de la homilía; n.53: La oración de los fieles; n.54: La lengua vernácula y el idioma latín; n.55: La Comunión bajo ambas especies; n.56: La Unidad de la Misa; n.57: La concelebración.
----------El elemento más cualificante de esta novedad radica en el redescubrimiento y revalorización de la estrecha correlación entre tres diferentes niveles del discurso y de la experiencia, que en el régimen precedente (y, lamentablemente, también en parte del régimen subsecuente y actual) han permanecido separados y yuxtapuestos: 1, la definición narrativa de Eucaristía, 2. la exigencia o necesidad no accesoria de participación activa por parte de los fieles y 3. la forma específica de tal participación.
----------En mi opinión, es precisamente sobre este último punto donde notamos las más grandes diferencias con respecto al pasado y, quizás, incluso con respecto a hoy. En efecto, el texto, en el n.48 referido al misterio eucarístico, se expresa así: "per ritus et preces id (= eucharisticum mysterium) bene intelligentes", es decir, formula oficialmente la insuficiencia de una participación de la sola alma, con la cual antes (y después) ha sido defendida por el Movimiento Litúrgico y por el sentido de la Reforma por él promovida.
----------Es evidente que el verdadero motivo de la Reforma litúrgica consiste, por consiguiente, en la posibilidad de inteligir o comprender el misterio eucarístico precisamente a través de ritus et preces, es decir, en la participación consciente, piadosa y activa en la acción litúrgica. Por consiguiente, es la acción el modo primario de la inteligencia litúrgica. Con esta conciencia, no está "primum" el significado en el alma (actus animae), sino que es ante todo el significante y el acto corpóreo (usus rerum exteriorum) los que son puestos en primer plano. La Reforma del rito eucarístico está, por eso, motivada esencialmente en la exigencia de recuperar a pleno y para todos este nivel ritual y orante de la inteligencia eucarística. Es decir, no se trata de una Reforma al servicio de la habitual comprensión intelectual, sino que tenemos ante todo que hacer un cambio de perspectiva y una recuperación experiencial en vista de un nuevo y originario modo de comprender la verdad de la Eucaristía, en equilibrio entre sensibilidad e intelecto. Es el rituum forma (Sacrosanctum Concilium n.49), la forma ritual, la que asegura la plena eficacia pastoral del sacrificio eucarístico.
----------Esta perspectiva cambia también (diríamos casi inevitablemente) el tono general con el cual se habla de las diversas cuestiones: el enfoque en términos de actio sacra se preocupa sobre todo de recuperar la plenitud del gesto ritual, más que la integralidad del significado. La consideración de la plenitud de la participación concentra la atención en el acto más que en el significado y esto modifica también profundamente el método de la teología de la Eucaristía. Lo positivo prevalece sobre lo negativo, lo propositivo sobre lo defensivo, lo articulado sobre lo esencial: en otras palabras, debido a la nueva mentalidad introducida por el Concilio Vaticano II (pero largamente preparada por el Movimiento Litúrgico) el accidente no es irrelevante para la sustancia: podríamos decir que en la Eucaristía, gracias a estas nuevas consideraciones, se redescubre que -si se me permite decirlo así- los accidentes no son accidentales.
----------Como he dicho, esto modifica al mismo tiempo la teología y la praxis eucarísticas, dado que supera esa lógica del mínimo necesario ritual, que para el primado del alma podía-debía ser suficiente, pero que en la nueva perspectiva ya no basta, de hecho, se vuelve continuamente engañoso y principio de graves incomprensiones. Por supuesto, existe una nueva teología, una nueva intelección, una nueva comprensión. Como ha dicho hace poco el Prefecto del Culto, repitiendo una obviedad: "la teología de la Iglesia ha cambiado". Naturalmente, no han cambiado ni la doctrina ni los dogmas católicos, pero inevitablemente ha cambiado la teología, es decir, la comprensión siempre mejor de la doctrina y de los dogmas.
----------A través de esta perspectiva, el verdadero y gravísimo abuso eucarístico (pasadista) está constituído por la reducción de la Eucaristía a su mínimo, a su esencia, a su esqueleto conceptual. De aquí surge también la urgente necesidad de una plena articulación espacio-temporal de la acción eucarística, que recupere toda la riqueza de la referencia bíblica, de la homilía, de la oración de los fieles, de un lenguaje comprensible, de la comunión con pan y cáliz, de la unidad de la celebración y de la posibilidad de concelebración. Nótese bien: ninguno de estos elementos es tradicionalmente ad necessitatem, pero todos son ad solemnitatem. En la vieja perspectiva estos son todos aspectos dispensables, prescindibles, y en cierto modo contingentes, accesorios, accidentales respecto del significado teológico de la Eucaristía. Ahora bien, en cambio, dado que es la acción litúrgica (y no simplemente su significado) el centro de la relación eucarística, cada parte de ella es acto simbólico-ritual cualificante teológicamente a la Eucaristía. La modificación que conlleva este nuevo sentido de las prioridades tanto en el plano de la experiencia pastoral-existencial, como en el plano de la reflexión teológico-conceptual, aún no ha entrado plenamente en la conciencia eclesial.
   
Las confirmaciones en Lumen Gentium y las metas de la Reforma y de la Formación
   
----------Autorizada confirmación de esta lectura articulada es la famosa definición de la Eucaristía como "fuente y culmen" de toda la vida cristiana, contenida en Lumen Gentium n.11 (que retoma la versión más antigua, en la base también de Sacosanctum Concilium n.10), donde se subraya de qué modo el pueblo de Dios debe estar mancomunado (mucho antes de las diferencias internas en él, que también son necesarias) por la participación en el sacrificio eucarístico (como oblación y como comunión). La redescubierta unidad de sacramento-sacrificio es el punto de mayor relevancia, que hoy debemos cuidadosamente considerar.
----------En efecto, la confirmación del movimiento de redescubrimiento de la Eucaristía tiene necesidad de una doble atención: ciertamente, debe dedicarse a la Reforma de los ritos (y esta fue la primera consecuencia clamorosa de aquellos 11 números) pero sólo para que los ritos puedan formar e iniciar en la fe. Es decir, no es posible que la forma rituum pueda formar, si los ritos no vienen a ser reformados; pero no basta reformar los ritos, si luego los nuevos ritos vienen pensados, gestuados y vividos como si fueran los viejos ritos. La cosa y la actitud hacia la cosa hacen parte del mismo gesto reformador-formador: detenerse sólo en la Reforma y no proseguir con la Formación es un modo menos llamativo -pero quizás mucho más eficaz- de hacer vanas y de anular todas las buenas razones de la Reforma litúrgica.
----------El resultado de la Reforma litúrgica, por lo tanto, no puede ser simplemente reducido al hecho de tener nuevos ritos y nuevos textos. Sobre todo para la Eucaristía (aunque también para toda la liturgia en general) esto corre el riesgo de ser un falso éxito y el principio de una verdadera derrota: contentarse con nuevos textos-ritos, sin cambiar la función que la acción litúrgica tiene en la conciencia eclesial, significaría quedarse peligrosamente fijados en una conciencia y en una praxis que se coloca antes del nacimiento del Movimiento Litúrgico, antes del resurgimiento de la conciencia de que el "misterio celebrado" es necesario para la verdad originaria de la Iglesia. Los nuevos textos-gestos permiten una renovada comprensión, pero participar y celebrar es mucho más que comprender con la mente: la "participación activa" es también y sobre todo participar con la experiencia y celebrar con el cuerpo. Esta es la inteligencia eucarística de la cual vive la Iglesia y a la cual podemos llegar a través de una auténtica experiencia de Iglesia eucarística.

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