domingo, 28 de mayo de 2023

La historia de la liturgia: entre el hijo pródigo y el hermano mayor

La historia más o menos reciente de la liturgia, puede ser explicada con las mismas imágenes que nos ha ofrecido Jesús en la Parábola del hijo pródigo. Así, el desarrollo de la liturgia puede ser descripto en la relación entre el hijo pródigo y el hermano mayor. Lo cual nos lleva a redescubrir la naturaleza teológica de la liturgia y, en fin, a rencontrar la fundamental relación entre liturgia e Iglesia. [En la imagen: fragmento de "La Semana Santa en Andalucía", óleo sobre lienzo de 1904, de José Pueyo Matanza, conservado en el Museo Nacional del Prado, y expuesto en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, España].

Planteo de la cuestión
   
----------Formulada la cuestión brevemente, la pregunta que debemos plantearnos a nosotros mismos, para así desarrollar adecuadamente el tema de esta breve reflexión, debe adentrarse en lo más profundo de nuestra experiencia. Si la naturaleza teológica de la liturgia ha sido redescubierta, como mostraré en el curso de este artículo, esto significa que lo que ha sido rencontrado, antes se había perdido. Dicho en otras palabras, en la conciencia eclesial, la cualidad teológica de la liturgia ha vivido, durante siglos, una historia similar a aquella historia en forma de parábola del hijo pródigo narrada por Jesús. La historia de la liturgia, en buena parte de su desarrollo es la historia del "hijo menor", del "hijo pródigo": estaba perdida y ha sido rencontrada.
   
La parábola del hijo pródigo para comprender el "ritus servandus"
   
----------Pero, nos preguntamos ante todo: ¿qué es lo que se había perdido y que hemos finalmente rencontrado? Tenemos que preguntarnos esto con total claridad y absoluta franqueza, para no hacer afirmaciones precipitadas, desconsideradas, que no son otra cosa más que caricaturas de la historia.
----------Una óptima puerta de entrada a esta diferencia entre el antes y el ahora (o discontinuidad) en la tradición ritual, nos viene ofrecida por el modo con el cual podemos atribuir al rito una cualidad o significado o alcance teológico. Sobre este punto me parece que debemos considerar que se sostiene o se cae todo el andamiaje o fundamento teórico que la Iglesia se ha dado en los últimos sesenta años, para justificar (ante ella misma y ante los demás) el "retorno a casa" del hijo pródigo.
----------Al respecto, consideremos ante todo tres puntos:
----------1. En primer lugar tengamos en cuenta la extraneidad del rito con la teología, que implica el peligro del rito auto-referencial. Durante un largo período de tiempo, inaugurado este período ya a finales del primer milenio, y luego acentuado a lo largo del Medioevo y de la temprana Edad Moderna, el rito se fue haciendo gradualmente descontextualizado, vale decir, fue perdiendo su vínculo no sólo con el Padre, sino también con el Hijo y con el Espíritu Santo, deviniendo, progresivamente, solamente una tarea que le competía al presbítero o al obispo, un "oficio sacerdotal". Así, en esa adquirida autonomía, el rito se convirtió en auto-referencial, se convirtió en sagrada ceremonia exterior, y devino prerrogativa de una "clase" o de una "casta", la única en ser competente para cumplir una serie de acciones sagradas.
----------2. En segundo lugar, a medida que la Iglesia descubrió esa ficticia autonomía del rito, se produce el redescubrimiento de la elocuencia ritual, lo que trae aparejado la necesidad y el deseo de símbolos rituales. Mientras se produce este nuevo fenómeno (que podemos datar en los últimos años del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, cuando se plantea la "cuestión litúrgica"), paralelamente, el rito retorna en sí, es decir, vuelve a comprender que es el originario lugar y forma de mediación entre hombre y Dios. Pero esto sucede "lejos del Padre". El rito retorna en sí en tierra extraña, en la atención de estudios y de perspectivas muy distantes de la teología y de la fe. Paradojalmente, sólo "en medio de los cerdos" el rito puede volver en sí y rencontrarse a sí mismo. En otras palabras, ha sido el acontecimiento traumático y saludable de la relectura no religiosa de los ritos cristianos lo que ha permitido redescubrir su fuerza y ​​su autoridad.
----------3. Finalmente, y solamente hace seis décadas, se ha producido (siempre en los términos de la parábola evangélica que aquí utilizamos solo como instrumento argumentativo) el retorno al Padre y la fiesta, con la recuperación de la experiencia ritual como fuente y cumbre (tal como expresan las constituciones Lumen gentium y Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II). Pero si el rito "retorna a casa", por lo tanto es "rencontrado", "redescubierto" como modalidad originaria de la experiencia de revelación y de fe, esto no deja insensible al hermano mayor. Al contrario, perturba, inquieta y llena de sospechas al hermano mayor que está en nosotros, y que dice: "no puede ser así, el verdadero rito es el de siempre, el que yo encarno, y que no puede cambiar". Y así, en efecto, a ese hermano mayor que está en nosotros le parece que todo cambio, toda reforma, no es más que "alejamiento", "traición", "subversión" de la casa paterna.
----------A esta pequeña narración parabólica tomada del corazón del Evangelio, que me he permitido aplicar a la historia de la liturgia católica romana de los seis últimos decenios, podemos asociar las dos formas del rito que hemos conocido, al menos nosotros, los de mi generación, en nuestra experiencia vital desde hace sesenta años hasta ahora: por un lado, está el "ritus servandus", interpretado por el "hermano mayor"; por el otro lado, está el "ritus celebrandus", interpretado por la relación entre el Padre y el "hermano menor".
----------La moraleja de la narración parabólica es la siguiente. El "ritus servandus" es una forma de esclavitud, una forma de fuga o evasión, una forma de alienación del rito respecto de sí mismo. El rito sale de la esclavitud cuando reconoce que sólo puede ser él mismo como "ritus celebrandus". Puede "servir al Padre" sólo en la readquirida conciencia de hijo; puede ser observado sólo en la plenitud de la experiencia celebrada que el mismo rito hace posible. Al igual que en la parábola de nuestro Señor Jesucristo: fiesta, vestes, calzados, becerro engordado, música, vuelven a encarrilar el rito como lenguaje originario de la fe. La mera observancia no es suficiente para mantener la cualidad filial de la relación.
----------A través de esta comparación espero que quizás el lector haya entendido mejor una cosa: que el rito rencuentra y redescubre su propia naturaleza teológica a través de un largo éxodo, una lejanía, éxodo y lejanía que unen a los que se van y a los que se quedan, a los hijos menores y a los hijos mayores, éxodo que muestra los límites de un enfoque minimalista y escrupuloso, y redescubre una vocación antigua y siempre nueva. El sentido teológico de la liturgia es la recuperada capacidad del rito para hablar, para convocar, para hacer escuchar, para hacer orar, para ofrecer y recibir dones, para compartir y para llevar al mundo.
   
Dos acepciones de "ars celebrandi" en Sacramentum caritatis y Desiderio desideravi
   
----------Hoy la conciencia de esta novedad está presente bajo la forma de una doble acepción del "ars celebrandi": el fin de la "actuosa participatio", es decir, de la participación de todos los bautizados en la única acción del culto, exige de la Iglesia una diferente salida de la auto-referencialidad. No basta con cambiar textos, no basta con modificar las competencias y los ministerios. Es decir, no basta con trabajar sobre registros dogmático-disciplinarios en el interior de la liturgia. Todo eso no es suficiente. Es necesario, hoy, hacer ese pasaje que encontramos bien ilustrado por la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, de Benedicto XVI, en los nn. 38 y 40, es decir, asumir una nueva comprensión del ars celebrandi.
----------Por un lado, de hecho, como dice ese texto del 2007, sigue siendo cierto que "el ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio. El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo de celebrar lo que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los creyentes, los cuales están llamados a vivir la celebración como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (1 Pe 2,4-5.9)" (Sacramentum caritatis, n.38).
----------Se trata de comprender, como hemos reflexionado en recientes artículos de este blog, que la Reforma litúrgica ha sido necesaria, claro que sí, pero que, a la vez, no es de ningún modo suficiente. La afirmación de Benedicto, simplemente reafirma una verdad que ha acompañado a la Iglesia durante muchos siglos. Pero una necesidad y exigencia nueva está indicada precisamente por la pastoral litúrgica, es decir, por la necesidad de rencontrar en los ritos un momento nutriente y autorizado para la experiencia cristiana. Así, la misma exhortación apostólica cambia de registro y dice, del mismo ars celebrandi, cosas muy diferentes:
----------Dice Benedicto XVI: "Para un adecuado ars celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estructura propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento del carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable" (Sacramentum Caritatis, n.40).
----------En este último texto no encontramos la negación o desmentida del primer texto, sino su superación y cumplimiento, en un horizonte más amplio, más complejo y más rico. En otras palabras, se pasa del "ritus servandus" al "ritus celebrandus". Es una entera concepción del rito y de su enfoque lo que viene replanteado y reorientado. En tal reorientación (que es también un nuevo sentido del recurso o "ressourcement"), la liturgia, la Escritura, la antropología y la vida eclesial se fusionan de una manera nueva y original.
----------Precisamente, este reciente desarrollo magisterial, claramente enseñado por el papa Benedicto XVI en 2007, y enseñanza firmemente confirmada y explicada en detalle por el papa Francisco en la carta apostólica Desiderio desideravi del 2022 (numeros 48 y subsiguientes), atestigua y da fe de los pasajes históricos que hemos vivido hasta ahora y que progresivamente nos liberan de la auto-referencialidad, redescubriendo la delicadeza de la experiencia sensible (y sobre todo del tacto como órgano primario) como medio para la comunión eclesial. El desafío hoy es dejar que el misterio de Dios pueda reformar y convertir a su Iglesia, permitiéndole expresarse en todos los registros de los cuales es rica la celebración ritual. Este es el objetivo pastoral primario y primordial, que tiene necesidad de una noción teológica del rito.
   
La liturgia como "forma ecclesiae" en el "ritus celebrandus"
   
----------Cuando aquí estamos usando las palabras noción teológica del rito, sin embargo, debemos ser aún más claros, para que nos entendamos bien y nadie quede confundido. Con esta expresión se quiere indicar que en la acción ritual de la Iglesia, en los ritos cristianos, no se trata de ceremonias externas, de "aparatos rituales", de "máquinas celebratorias", sino de experiencia de comunión con Dios Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu; se trata de iniciación a la relación de fe en Cristo y con la Iglesia.
----------Como es bien sabido, si el Concilio Vaticano II reconoce, apoyándose en la tradición más antigua, a la liturgia como "la cumbre (culmen) a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente (fons) de donde mana toda su fuerza" (Sacrosanctum Concilium, n.10), entiende también, más precisamente, a la Eucaristía como "fuente y culmen (fons et culmen) de toda la vida cristiana" (Lumen Gentium, n.11).
----------Por eso debemos ahora desarrollar brevemente lo que ya hemos indicado en la bajada de título de este artículo: la fundamental relación entre liturgia e Iglesia significa, in primis, que la liturgia es "fons et culmen" de toda la acción de la Iglesia. Y es por ser esta fuente y esta cumbre precisamente por lo que la liturgia actúa o implementa o pone en acto o realiza la comunión eclesial, en términos de espacio, de tiempo, de relaciones ministeriales, de diálogo, de canto, de escucha, de procesión, de silencio. La liturgia, entonces, actúa como "forma ecclesiae" en el "ritus celebrandus". Todo esto, evidentemente, tiene un impacto de gran fuerza sobre la entera pastoral eclesial: tanto en las formas de la iniciación como en las formas de la curación, tanto en las formas del servicio como en las modalidades del vivir el espacio y el tiempo.
----------En último análisis, la verdad de una nueva noción teológica de liturgia se verifica, hoy, en la capacidad con la cual la Iglesia es capaz de volver a comenzar a ser ella misma a partir de sus propios ritos: es decir, de hacer de los ritos esa "fons" y esa "culmen" de toda la acción eclesial, lo cual ha sido y sigue siendo el verdadero objetivo de la Reforma Litúrgica. Para que la Iglesia pueda ser reformada por sus propios ritos, que ella no domina, sino que por ellos se deja enseñar y reformar.

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