jueves, 18 de mayo de 2023

¿Católicos "contra-revolucionarios"?

Respecto a los católicos que hoy se autodefinen "contra-revolucionarios", la pregunta crucial es: ¿realmente la actitud que tienen hacia la modernidad, con todos sus aspectos positivos y todos sus defectos, es la actitud que el Magisterio en sus enseñanzas doctrinales y pastorales viene indicando desde hace décadas? O bien, por el contrario, su alardeada "contra-revolución cultural católica" carece de matices, no reconoce instancias positivas al mundo moderno, y está viciada por rigidos extremismos y fundamentalismos? [En la imagen: fragmento de "Batalla de Fougères", óleo sobre lienzo, obra de Joseph-François Schwebach, de 1794].

----------En algunos ambientes católicos minoritarios, también en Argentina, ha resurgido lo que décadas atrás solía llamarse un "catolicismo contra-revolucionario", al que adscriben quienes se autodenominan "católicos contra-revolucionarios", tanto fieles laicos como clérigos. Algunos de estos círculos dicen estar desarrollando una "contra-revolución cultural y espiritual" y, en ocasiones, intentan explicar de qué se trata, diciendo que consiste en "una batalla en contra de las imposiciones del mundo moderno que atentan contra el sentido común y la fe cristiana". Por supuesto, no todos ellos estarán de acuerdo con esa descripción, pues sólo es una de las tantas que dan en lo que parece ser un esfuerzo por decir de qué se trata y a la vez por no decirlo del todo claro, con el inocultable deseo de ponerse de antemano a buen resguardo de las eventuales críticas que les pudieran caer si conceptualizan y definen con más precisión sus ideas.
----------Esto, en algunos católicos contra-revolucionarios, quizás puede tratarse de una conciente y voluntaria ambigüedad expresiva (lo cual haría que no puedan evitar ser acusados de pecado de fariseísmo), pero quiero pensar que en la inmensa mayoría de los casos sea una actitud sólo inconscientemente equívoca, brotada en ellos de buena fe, consecuencia de su obstinación en querer seguir usando ideológicamente un vocablo del que se han enamorado, y que repiten hasta las náuseas: contra-revolución, que es expresión de un concepto cuyo ámbito propio es lo político, pero que ellos aplican al ámbito de lo religioso.
----------Para que tengamos una primera idea aproximativa, que confirma la vaguedad con la que sus ideólogos usan los mencionados términos, cito aquí lo que hace poco tiempo atrás exponía uno de los líderes de estos grupos: "debe tenerse en claro cuáles son los límites que debe tener en cuenta aquel que intente hacer una verdadera contra-revolución. Puntualmente hablar de 'contra-revolución' es ir en contra de lo que se define como revolución, que es querer dar vuelta a todo. La revolución intenta dar vuelta a todos los valores, todos los modos de obrar, todas las creencias que nos vienen de nuestro mundo occidental y cristiano". Paradójicamente, este vago y nebuloso modo de expresarse, se produjo en una ocasión en que este líder contra-revolucionario había de hecho intentado ¡explicar claro! la contra-revolución católica.
----------Los sacerdotes y laicos que se autodenominan contra-revolucionarios, queriendo salir de antemano al cruce de sus críticos, suelen por lo general repetir una frase atribuida a Joseph-Marie conde de Maistre [1753-1821]: "la contra-revolución no es una revolución contraria, sino hacer lo contrario de la revolución", como si se tratara éste de un argumento absolutorio de todos sus pecados. No es casual esta referencia de los actuales contra-revolucionarios a este escritor y abogado francés, contemporáneo de la Revolución francesa, pues, en efecto, De Maistre fue uno de los máximos representantes del pensamiento político reaccionario,​ opuesto a las ideas de la Ilustración tardía y la Revolución francesa, tomadas en bloque, como un totum, sin poder distinguir y sin querer distinguir sus elementos negativos y sus instancias positivas.
----------En su propagandismo ideológico estos contra-revolucionarios extienden este que es, para ellos, sagrado calificativo, a un innumerable conjunto de realidades, actitudes y cosas a las que insistentemente llaman "contra-revolucionarias", en particular una selecta bibliografía, vale decir, libros que ellos suelen llamar "clásicos contra-revolucionarios", escritos por aquellos a los que llaman "autores contra-revolucionarios católicos", y que son libros que recomiendan a sus seguidores, adeptos a los que incluso suponen dotados de la suficiente ingenuidad y privados del mínimo discernimiento, como para hacerles creer que lo "contra-revolucionario" sea un sólido cuerpo doctrinal sistemático, que ha tenido y tiene una pléyade de santos y sabios expositores a lo largo de la historia de los dos últimos siglos. No faltan tampoco los que prolongando estas ideas a un ámbito más rastrero y comercial, llegan al punto de gritar a voces: "sea un contra-revolucionario: regale un libro" (por supuesto: el libro que ellos indican y, faltaba más, el que también venden). 
----------No faltan los contra-revolucionarios que hablan de una contra-revolución cultural católica, haciendo un pasticho que propagandean a los cuatro vientos, pero que finalmente no alcanzan nunca a explicar de modo lógico, salvo que terminen recurriendo a la metáfora, lo cual precisamente acaba por desnudar la realidad de las cosas: el calificativo contra-revolucionario no es para ellos, en definitiva, más que una categoría metafórica, que ellos extrapolan de su ámbito propio, que es el político (y militar) para aplicar a ámbitos como lo cultural o lo religioso (católico) a los que no pertenece realmente.
----------El caso es que cuando se ponen a explicarlo para intentar que los demás entiendan, terminan por reducir lo que ellos llaman contra-revolución cultural y espiritual o militancia contra-revolucionaria, a conceptos que no son pasibles de la vaguedad y la ambigua nebulosidad que ellos intentan asociar a su dorado calificativo de contra-revolucionario, y acaban por no poder evitar revelar lo que se esconde tras su discurso: una ideología política, o más bien, una farisaica forma de reducir lo religioso a lo político, o como solía decir el padre Castellani repitiendo a Péguy: un "descenso de la mística en política".
----------Pues bien, de ello se trata: debe entenderse que los términos contra-revolución y contra-revolucionario, no expresan propiamente conceptos religiosos, sino políticos, y que, por lo tanto, si se los quiere aplicar a lo religioso, se los aplica en cuanto metáforas, las cuales, como es bien sabido, siempre tienen virtudes y defectos, por lo cual, quien desee utilizar los términos contra-revolución y contra-revolucionario para expresar ideas religiosas, estará obligado, en observancia de la virtud de la prudencia, a sopesar si sus límites y defectos causan más daño que el bien que eventualmente estos vocablos puedan ofrecer.
----------Ahora bien, el Diccionario de la Real Academia Española admite como significados propios para el término "revolución", dos sentidos específicamente políticos: "cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socio-económicas de una comunidad nacional" o "levantamiento o sublevación popular". Pero también admite dos acepciones genéricas, que son metafóricas respecto de los dos sentidos anteriores: "acción y efecto de revolver o revolverse" y "cambio rápido y profundo en cualquier cosa". Por supuesto hay otras acepciones más específicas, que pertenecen al ámbito propio de las ciencias particulares. Así, en astronomía, revolución es el "movimiento de un astro a lo largo de una órbita completa"; en geometría, revolución es la "rotación de una figura alrededor de un eje, que configura un sólido o una superficie", y en mecánica, revolución es el "giro o vuelta que da una pieza sobre su eje".
----------Por su parte, el mismo Diccionario de la Academia, proporciona un único significado para el término "contra-revolución", y es éste: "revolución contraria a otra próximamente anterior", significado que, obviamente, reclama los anteriores significados del término "revolución". Vale decir que para definir una determinada contra-revolución, es necesario definir a qué revolución se está en contra. Por consiguiente, a cualquiera que se nos presente como contra-revolucionario, deberemos ante todo preguntarle: ¿y de qué revolución está usted en contra? Y es probable que sea precisamente allí cuando nuestro contra-revolucionario no sepa explicar las razones y fundamentos de su contra-revolución. Y si el caso fuera que tuviéramos suerte de que nos explique sus motivos, entonces no podrá menos que revelarnos su perfil ideológico.
----------Ahora bien, está claro que el primer y principal ámbito semántico de los términos analógicos revolución y contra-revolución es el político o militar. Una revolución política es en lo primero que hoy se piensa cuando se usa el término revolución y, en consecuencia, es también el mismo significado al que se atribuye el término contra-revolución, vale decir, se entiende ante todo que una contra-revolución es un cambio social fundamental en la estructura del poder o la organización de un Estado, y contrario a una previa revolución producida en un periodo relativamente corto o largo dependiendo de la estructura de la misma.
----------Por comparación con ese primer ámbito de significado (político y/o militar) toman sentido los demás significados generales de revolución y contra-revolución, y así, por ejemplo, se suele hablar hoy de revoluciones culturales, intelectuales, filosóficas y sociológicas, como la del Medioevo, en el siglo XII, o la del Renacimiento, en los siglos XV-XVI, o la revolución religiosa protestante, en el siglo XVI, o la revolución científica, en los siglos XVI a XX, o la revolución de la Ilustración, en el siglo XVIII, o la revolución sexual, en el siglo XX; o bien se habla de revoluciones tecnológicas, productivas y demográficas, como la revolución agrícola del milenio VIII a.C. o la del Neolítico, o la revolución agrícola del Islam medieval, o la revolución agrícola feudal, o la revolución agrícola británica, hasta llegar a la "revolución verde" en el siglo XX. O las diversas revoluciones industriales de los siglos XVIII a XXI, o la revolución demográfica, de los siglos XVIII a XX, o la revolución científico-técnica del siglo XX, o la actual revolución informática, iniciada en el pasado siglo y continuada en el presente.
----------Pero está claro que el significado originario de revolución y contra-revolución pertenece al ámbito político, y de él se derivan por analogía, las revoluciones y contra-revoluciones en otros ámbitos.
----------Naturalmente, una revolución no es cualquier cambio político, no es un mero traspaso del poder o un simple cambio de gobierno en un determinado Estado. Pero los contornos del concepto no son del todo claros, y los sociólogos todavía en la actualidad debaten qué es lo que puede constituir una revolución y qué no. Hablando en general, se suelen analizar los acontecimientos más importantes en la historia desde una perspectiva más bien psicológica, pero también otros análisis incluyen eventos globales e incorporan puntos de vista de las llamadas ciencias sociales, incluyendo la sociología y las ciencias políticas.
----------Los motivos originarios de una revolución (en cualquier sentido) pueden ser de diversa índole, ya que basta un cambio tecnológico, o un cambio social o un nuevo paradigma para que una sociedad cambie de modo radical su estructura y su gobierno. ¿Las revoluciones y contra-revoluciones implican violencia? No siempre. Las revoluciones pueden ser pacíficas aunque en general implican violencia, al enfrentarse grupos conservadores con el anterior régimen y aquellos reaccionarios que aspiran al cambio, o incluso puede existir violencia entre los que aspiran a un nuevo sistema, pudiendo darse facciones enfrentadas. En la actualidad suelen describirse a las revoluciones como "los puntos de inflexión de la historia", los "giros epocales", de los que parten la mayoría de los sistemas políticos y sociales actuales. En tal dirección son consideradas como revoluciones decisivas en la historia mundial la Revolución de las Trece Colonias, la Revolución francesa de 1789, las revoluciones independentistas de Latinoamérica o la Revolución Rusa de 1917.
----------Por cuanto respecta a los actuales sedicentes contra-revolucionarios católicos, juega un rol importante la valoración que hacen de la Revolución francesa. Ciertamente, han sido grandes las dificultades experimentadas por la Iglesia en Francia a partir de 1789, y desde allí en otras naciones. El culto a la Diosa Razón celebrado en la catedral parisina de Notre-Dame, a impulsos de los revolucionarios franceses, representó un presagio de este culto idólatra del hombre, profetizado por Pablo en la II Carta a los Tesalonicenses. Como bien se sabe, las causas profundas de la Revolución francesa están en el Iluminismo y en la Masonería, cuyas ideologías confluyen posteriormente en la formulación de un catolicismo modernista que, aunque alcanzó a ser contenido durante el pontificado de san Pío X, resurgió en la segunda mitad del siglo XX. Viendo la principal fuerza causal de aquella Revolución del siglo XVIII en el actual neo-modernismo, muchos sedicentes contra-revolucionarios católicos se sienten y auto-definen como tales por oposición a los ideales de la Revolución francesa, pero lamentablemente de modo casi siempre indiscriminado.
----------Esos contra-revolucionarios católicos, en su núcleo sano, vale decir, en sus verdaderos e indiscutibles reclamos, se enfrentan a ese catolicismo modernista, el cual sin embargo, y obviamente, no está desprovisto de valores, pero en cuyo seno, a veces de modo muy refinado y seductor (piénsese, por ejemplo, en la línea de los seguidores de Küng, de Rahner, de Schillebeeckx, de Boff, de Gutiérrez, de Teilhard de Chardin, de Kasper, de Bianchi, de Lehmann, de Zollitsch, de Forte, de Ravasi y de Martini), se esconde una serie de fuerzas que no remiten a la límpida y clara fuente de la verdad católica, representada por la dogmática tradicional del Magisterio de la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II y de los Papas hasta hoy, expresión infalible de la Palabra de Dios, sino a las turbias y envenenadas aguas de las tendencias más peligrosas de la modernidad, hábilmente disfrazadas bajo varios y engañosos pretextos, que van desde la promoción de la justicia y de la paz, hasta aquella del progreso, de la libertad, del pluralismo y de la solidaridad humana.
----------En el fondo, de lo que se trata es del mito de la Revolución francesa, mito al cual no pocos historiadores suelen plegar sus relatos de los hechos ocurridos en 1789 y sus explicaciones de su significado. Ciertamente, la Revolución francesa no estuvo desprovista, como correctamente observa Maritain, de reclamos evangélicos, aunque estuvo sustancialmente enraizada en el antropocentrismo de origen renacentista y totalmente privada de esa referencia sobrenatural divinamente revelada que para todo católico es su razón de vida y la garantía de la verdadera salvación del hombre. El problema de los contra-revolucionarios católicos de hoy es que no saben cribar en la modernidad los valores y los errores, no saben hacer ese discernimiento saludable que ha hecho el Concilio Vaticano II y el Magisterio del postconcilio, y rechazan a la modernidad como un todo, como lo hacen los seguidores de Lefebvre, de Correa de Oliveira o de Ousset.
----------Algunos contra-revolucionarios católicos suelen referirse al libro del brasileño Plinio Correa de Oliveira [1908-1995], Revolución y Contrarrevolución, y resumen su ideario, poco más o menos en estos términos: la civilización cristiana occidental fue históricamente atacada por lo que ellos llaman -en un primer momento de modo bastante vago- "la Revolución", pero a la que luego especifican como cronológicamente dividida en cuatro etapas, las cuales son: 1) la primera de carácter religioso, la Reforma protestante, precedida y acompañada por una revolución cultural, representada por el Humanismo y el Renacimiento; 2) la segunda de carácter político, la Revolución francesa; 3) la tercera de carácter social, la Revolución comunista y 4) la última la Revolución cultural, que tuvo sus orígenes en los protestatarios de 1968.
----------Así, estos contra-revolucionarios consideran que en la actualidad estaríamos atravesando la cuarta fase de eso que ellos llaman "la Revolución", la cual, por lo tanto, no sería solamente de orden religioso, político, social o cultural, sino que actualmente se trataría de una revolución contra el orden natural, negadora de la estructura fundamental del hombre, en cuanto recibida de Dios creador, para ser construída por el hombre a su antojo; con lo cual, el hombre, alejado de Dios, se pondría bajo la guía de Satanás.
----------Otros contra-revolucionarios católicos optan por ser más simples en sus expresiones, y resumen su doctrina considerando que el enemigo a vencer es la "Revolución contra la Edad Media". Respecto a ello, estos contra-revolucionarios pretenden basar su ideario en un pasaje de un discurso del papa Pío XII a los Hombres de la Acción Católica, del 12 de octubre de 1952, en que expresa:
----------"No nos preguntéis cuál es el 'enemigo', ni cuáles vestimentas usa. El enemigo se encuentra en todas partes y en medio de todos; sabe ser violento y furtivo. En estos últimos siglos ha tratado de realizar la disgregación intelectual, moral y social de la unidad en el organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia" [los contra-revolucionarios leen en estas palabras del papa Pío XII la Revolución Humanista]; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces la autoridad sin la libertad. Es un “enemigo” vuelto cada vez más concreto, con una falta de escrúpulos que deja todavía atónito: Cristo sí, Iglesia no" [aquí los contra-revolucionarios leen la Revolución Protestante]. "Después: Dios sí, Cristo no" [aquí leen la Revolución Liberal o francesa]. "Finalmente el grito impío: Dios ha muerto; más bien: Dios nunca ha existido. Y he aquí el intento de edificar la estructura del mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en señalar como principales responsables de la amenaza que se cierne sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios" [y aquí leen la Revolución comunista].
----------A propósito de este remitirse de los contra-revolucionarios católicos a las palabras de Pío XII, es conveniente aclarar que en ningún momento el Magisterio de la Iglesia ha usado la categoría de "contra-revolución" o de "contra-revolucionarios". A lo más, algún Papa ha podido usar de modo totalmente casual y simplemente metafórico la palabra "revolución", pero nada más que eso. Por consiguiente, va por delante que ningún "contra-revolucionario católico" puede argumentar estar basándose en específicas directrices del Romano Pontífice como fundamento de su pretendida "contra-revolución católica".
----------En fin, tampoco faltan los contra-revolucionarios católicos que dicen haberse embarcado en lo que ellos llaman, como ya he dicho, la "contrarrevolución cultural católica", resumiendo su ideario al expresar que ella está "destinada a combatir los grandes errores de la razón en nuestra época, a saber: el liberalismo, el relativismo, el marxismo, el nihilismo, el protestantismo, el modernismo, el laicismo, la masonería". Por cierto, si de hecho así fuera, estos contra-revolucionarios estarían en línea con las enseñanzas doctrinales y directivas pastorales de los últimos Papas, a condición que la defensa que los contra-revolucionarios hacen de los valores cristianos y del orden natural fuera cumplida también según las modalidades que los mismos Romanos Pontífices vienen desde hace décadas indicando, vale decir, en el ámbito del respetuoso diálogo con las demás religiones y corrientes culturales, reconociendo la existencia de sus valores e instancias positivas, y en el esfuerzo mutuo por descubrir verdades y valores comunes a respetar universalmente.
----------Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿realmente es ésta la actitud que los contra-revolucionarios católicos tienen hacia la modernidad, con todos sus aspectos positivos y todos sus defectos? O bien, por el contrario, su alardeada "contra-revolución cultural católica" está privada de matices, no reconoce instancias positivas en el mundo moderno, y está viciada por rígidos extremismos y fundamentalismos?

13 comentarios:

  1. Sergio Villaflores19 de mayo de 2023, 6:45

    Estimado padre Filemón,
    su artículo me ha abierto interrogantes; aunque no llegó a comprender del todo la cuestión, pues no tengo cerca aquí en Valencia ninguna referencia concreta, no hay grupos católicos que se llamen "contrarrevolucionarios", al menos que yo conozca.
    Claro que sí que se usa la palabra contrarrevolución, y conozco bastante la historia de mi país como para saber que ese concepto se aplica a varios casos históricos. Pero hasta ahora no lo conocía aplicado a un modo de entender la acción de la Iglesia.
    En definitiva: ¿es válido o no es válido llamarse "católico contrarrevolucionario"?
    Me pregunto si tiene algo que ver con las categorías políticas de "derecha" e "izquierda", y si los católicos contrarrevolucionarios deberían ser asimilados a "católicos de derechas".
    De manera más o menos parecida, me pregunto también si, dado que usted dice que los católicos contrarrevolucionarios son los que se oponen frontalmente a las ideas modernistas, si deberían llamarse tradicionalistas por eso, o pasadistas.
    ¿Qué relación podría haber entre estos conceptos? ¿Podría usted aclararlo? Se lo agradecería.
    Sergio Villaflores (Valencia)

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    1. Yo no tengo la menor duda de que los que se autodenominan católicos contrarrevolucionarios son tradicionalistas y de derecha.

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    2. El fiel católico no es (o por lo menos siempre debe intentar no ser) no de derechas ni de izquierdas, sino acogedor de ambas inclinaciones políticas, mientras se mantengan en el orden de la verdad y del bien.
      El fiel católico no es o debe tratar de no ser, ni tradicionalista ni progresista, en modo mutuamente excluyente, en cuanto que si sano tradicionalismo y sano progresismo son posibles y legítimos en la Iglesia, son también dos tendencias complementarias y actitudes ambas necesarias.
      El fiel católico es católico, universal, rechaza las facciones.

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    3. Estimado Sergio,
      más allá de los nombres, lo importante es que quede en claro (al menos en su substancia) el concepto de "contra-revolucionario" católico.
      Respecto a su primera pregunta, respondo que, a nivel teórico y de modo general, sí, es válido el llamarse "católico contrarrevolucionario". Tal como es válido llamarse católico "cursillista", o católico "focolarino", etc. Claro que habrá que entender bien de qué se trata. A un católico "franciscano" (un terciario franciscano por ejemplo), le será relativamente fácil explicar qué debe entenderse por su apelativo. Mientras que no le veo tan fácil explicar de modo creíble y aceptable el apelativo a un católico "contra-revolucionario". En todo caso es a él a quien corresponde justificar su cualificativo, a la vista de tantos reparos como tiene su nombre.
      Respecto a su segunda pregunta, la respuesta también es sí: por supuesto que tienen mucho que ver las categorías políticas de "derecha" e "izquierda". Efectivamente, bien comprendidos los presupuestos históricos de estos nombres, claro que sí, los católicos "contrarrevolucionarios" son católicos "de derechas" y "tradicionalistas", o "pasadistas", si su tradicionalismo no fuera sano y conforme a la doctrina y pastoral de la Iglesia.
      Esto último me lleva a formular una pregunta que usted no ha formulado: ¿está acorde una postura contra-revolucionaria (por más católica que pueda ser en cuanto a su ortodoxia) con las actuales directrices pastorales de la Iglesia? La respuesta clara es: No, ciertamente no.

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    4. Estimado Rubricarius,
      no me parece que yo pueda estar de acuerdo con su postura, al menos en los términos en que usted la formula. Por ejemplo, si nos encontráramos en el ámbito de las opciones políticas en un determinado Estado, es inevitable que haya católicos "de derechas" o "de izquierdas", mientras sean auténticos católicos. Se trata de opciones políticas en el ámbito contingente de lo temporal.
      De igual manera, existen en la Iglesia catolicos sanamente tradicionalistas y sanamente progresistas. Se trata de sensibilidades legítimas, y hasta necesarias en la Iglesia. De hecho, no existe tradición si no progresa, y no existe verdadero progreso si no respeta la tradición. Esto parece usted verlo bien, en la medida que el católico tradicionalista no excluya al progresista, ni el progresista al tradicionalista. Como usted bien dice, son dos tendencias complementarias.
      Completamente de acuerdo con su última afirmación: el fiel católico es "católico", universal, rechaza las facciones.

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  2. Estos casos son los típicos de abuso del nombre de católico. No niego que haya contrarrevolucionarios que sean católicos, pero no queda claro que lo sean en cuanto católicos. O sea, que la pertenencia a la Iglesia sea lo que los hace contrarrevolucionarios.
    Sería como decir altos 1,85 metros contrarrevolucionarios.

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    1. Es obvio que alguien es alto de 1,85 porque así lo mide el metro, no porque sea contrarrevolucionario. Por lo mismo, alguien es católico porque participa conscientemente de las notas que caracterizan la Iglesia Católica, no porque sea contrarrevolucionario.
      Más bien, tal como están las cosas, creo que un contrarrevolucionario debería dar claras pruebas de que es católico.

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    2. Estimado Padre Ramón,
      efectivamente, considero que hay que tener mucho cuidado cuando al nombre de católico se le agregan apelativos. Es legítimo que haya diversos modos de ser católicos, mientras se respete la doctrina y la pastoral católicas. En tal sentido, los apelativos agregados al nombre de "católico" deben ser muy sensibles al sentir pastoral de la Iglesia de cada tiempo, a la "mens" evangelizadora de la Iglesia en un determinado espacio-tiempo. Esto ha hecho que tras el Concilio Vaticano II las órdenes y congregaciones religiosas, los institutos católicos, hayan debido repensar su fidelidad y servicio a Cristo y la Iglesia, según el modo como la Iglesia se ha conocido mejor a sí misma en el Concilio y ha conocido mejor la misión que debe desarrollar en las actuales condiciones del mundo. En tal sentido, no han sido pocas las instituciones que han debido reformular en gran medida sus objetivos pastorales, y no fueron pocas también las que desaparecieron.
      En tal sentido, no me parece que según las actuales orientaciones pastorales de la Iglesia sea justificable el apelativo de "católicos contra-revolucionarios" (aunque a nivel teórico, abstracto, se entienda como legítima la cualificación).

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  3. Estimado Filemón:
    El riesgo de los católicos sedicentes contrarrevolucionarios es el de la facción y el sectarismo, a diferencia de los modernistas, que caen en el exceso opuesto, del sincretismo indiferente al bien y a la verdad.
    En otras palabras, el riesgo del catolicismo contrarrevolucionario es el de confundir modernidad con modernismo.
    O bien, dicho quizás de modo más sencillo, es el riesgo de confundir lo diferente con lo falso.

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    1. En la Iglesia católica respetamos el principio del tercero excluído. Pero, por lo que se puede ver a veces, algunos contrarrevolucionarios católicos se exceden en la exclusión: parecen excluir bastante más que lo que contradice la verdad y el bien.

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    2. Estimado Berengario,
      y también al lector Anónimo,
      estoy en perfecto acuerdo con el comentario de ambos.

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  4. Estamos hablando de doctrinas políticas, en las que entra más que nada la virtud de la prudencia, muchísimos sucesos contingentes y una proyección al futuro. Todo esto implica, además de las ideas, la capacidad del candidato de llevar adelante un proyecto. O sea, que no solamente se evalúan las ideas, sino quienes las llevarán adelante. La visión particular de cada uno tiene todos esos componentes.
    Hay personas a quienes les parece menos dañino un cierto tipo de "entrismo" en alguno de los partidos mayoritarios. Como sucede en Estados Unidos. Otros prefieren mantener la propia identidad en un propio partido.
    En Italia desde 1948 hasta 1993 la Iglesia propugnó la unidad política de los católicos. Eso significaba el voto de los católicos a la Democracia Cristiana. Luego de la crisis política que trajo la caída de los partidos políticos tradicionales y la creación de 2 polos llamados centroizquierda y centroderecha hubo católicos en ambas coaliciones. Entonces se empezó a hablar de la unidad de los católicos en política, pretendiendo que los católicos de cualquiera de los 2 polos tengan unidad respecto a los valores cristianos.
    En Argentina pasó que en los partidos mayoritarios había abortistas y antiabortistas y resultaba imposible elegir respecto a ese tema.

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    1. Estimado señor Marcelo López,
      es interesante y compartible su comentario, referido al ámbito de lo político. Estoy de acuerdo con su apreciación de las situaciones políticas en Italia, y las actitudes de la CEI, respecto a las opciones políticas. En tal sentido, el papa Francisco, recientemente ha llamado la atención de los Obispos italianos.
      En Argentina hemos tenido situaciones similares.
      Sin embargo, su comentario parece no tener en cuenta que, por definición, el autodenominado "contra-revolucionario católico" va más allá de lo político (aunque en su raíz, su posición ideológica se asienta mucho en lo político). Y, en tal sentido, es sumamente difícil para un "católico contra-revolucionario" evitar que sus opciones pastorales se vean intoxicadas por opciones políticas.

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