domingo, 21 de mayo de 2023

¿Es la Reforma litúrgica trágica o profética? Dos relecturas para celebrar los 60 años de la Sacrosanctum Concilium (3/3)

En último análisis, la Reforma litúrgica, antes que sufrir desafíos (que los tiene, por supuesto), representa como tal un gran desafío para la tradición ritual. En cuanto servicio profundo a la tradición ritual, la Reforma litúrgica tiene la pretención, llena de esperanza, de permitir la continuidad de la tradición ritual sólo al precio de una gran conversión o discontinuidad, de la cual los ritos son ante todo fin antes que medio. [En la imagen: de izquierda a derecha, Hans Urs von Balthasar, el cardenal Joseph Ratzinger y el papa san Juan Pablo II].

Los dos desafíos a la Reforma Litúrgica hoy: la necesidad y la no suficiencia de los nuevos Ordines
   
----------La carta apostólica Traditionis custodes, del 16 de julio de 2021, ha sido un paso decisivo para volver a responder a la cuestión litúrgica según lo indicaban los parámetros pre-conciliares que ya habían sido establecidos con claridad por el venerable papa Pío XII hace ocho décadas atrás, en los años 1940s del siglo pasado. Antes del motu proprio del papa Francisco (quien tardó ocho años en reaccionar con la necesaria decisión), la estrategia miope con la que se trataba de reaccionar histéricamente ante la manifestación (existente en pocos ambientes muy clericales) de una nueva forma de miedo hacia la Reforma litúrgica consistía en desactivarla, en hacerla simplemente opcional y meramente superflua. Esa nociva miopía hacia la Reforma litúrgica, no obstante, sigue hoy vigente en algunos ambientes.
----------Los desafíos que siguen abiertos ante nosotros, al igual que hace diez años atrás en el inicio del actual pontificado, consisten sobre todo en esta forma de redimensionamiento reductivo del recorrido con el cual la Iglesia, a partir de finales de la década de 1940, bajo el pontificado de Pío XII, comprendió que podía y debía, en coherencia con el movimiento litúrgico que se venía desarrollando desde el siglo XIX, responder a la cuestión litúrgica (nacida a fines del siglo XVIII) sólo con una grande y estructural intervención de reformulación y de actualización (aggiornamento) de sus ritos: la reforma litúrgica.
----------Llegados a este punto de nuestra reflexión, debemos admitir que la reforma litúrgica es en gran medida post-conciliar, ¡pero eso no quita que ya sea pre-conciliar! Sobre este punto hoy es absolutamente necesario tener las ideas claras y no dejarse condicionar por palabras demasiado unilaterales. La liturgia cristiana vive una profunda crisis desde fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, y tanto Antonio Rosmini como Prosper Guéranger ya tenían conciencia de todo ello, en Italia y en Francia respectivamente, a partir de la década de 1830. El Movimiento Litúrgico, que encuentra en Rosmini y Guéranger su prehistoria, se desarrolla oficialmente a partir de los primeros años del siglo XX. En esos mismos años, san Pío X, tan anti-modernista en filosofía y teología, que no fue capaz de atender a las válidas instancias que planteaba el modernismo, sin embargo, supo reconocer esas mismas instancias a nivel de derecho y de liturgia, y así, Pío X supo diseñar un serie de intervenciones de reforma litúrgica, por ejemplo, sobre el breviario, sobre la comunión, etc.
----------Posteriormente Pío XII, a partir de 1950, realiza primero la Reforma de la Vigilia Pascual, y luego de toda la Semana Santa. En 1960 san Juan XXIII impuso una primera reforma del Misal Romano, que vería la luz con el Misal de 1962, y que sin embargo el Santo Pontífice consideraba inevitablemente provisorio en vista de aquella Reforma que el Concilio Vaticano II (por entonces en sus inicios) habría de llevar a cabo, estableciendo los altiora principia en base a los cuales habría de ser realizada. El resto de la historia es, precisamente, post-conciliar. Pero todo ese pre que he resumido, nos impide pensar que el post pueda ser leído adecuadamente con las categorías de "golpe de mano", de "revolución", de "golpe de estado", de "nuevo comienzo", etc.
----------Quizás el lector, sin embargo, ante lo que acabo de decir, se pueda estar preguntando ahora: ¿de qué nos sirve hoy recordar todos estos eventos del pre-concilio? Pues bien, la mayor ventaja en considerar que la reforma litúrgica es en buena medida pre-conciliar, se puede identificar en dos niveles:
----------1. En primer lugar podemos demostrar como inconsistente, y refutar y desmentir históricamente, con muchos datos en la mano, el prejuicio, repetido hasta las náuseas, según el cual "la liturgia ha entrado en crisis después del Concilio Vaticano II". El estribillo que repiten continuamente autores como los italianos De Mattei, Messori, Bux, etc., o como los argentinos Aguer, Peretó Rivas, Olivera Ravasi, etc. (por citar los más publicitarios entre nosotros), no tiene ningún fundamento, ni histórico, ni pastoral. La liturgia, que había estado en crisis durante más de ciento sesenta años, comenzó después del Concilio Vaticano II a encontrar una forma de nuevo impulso y de nueva relevancia gracias precisamente a la Reforma litúrgica. La Reforma es una de las respuestas a la crisis ya existente, no la causa de la crisis subsecuente.
----------2. En segundo lugar, conocer estos acontecimientos del pre-concilio nos permite comprender mejor las estrategias con las cuales, sobre todo desde el 2011, algunos ambientes aislados de la Curia romana habían pretendido releer todo lo sucedido en el pre-concilio y en el post-concilio en cuanto a la Reforma litúrgica, como una opción posible, no como un acontecimiento necesario.
----------A continuación, creo conveniente y útil indicar tres etapas de este camino, que normalmente no suelen conectarse en los relatos que frecuentemente se hacen de la historia de la liturgia desde hace un siglo, pero que aquí pueden aparecer como el desafío menor a la Reforma litúrgica. A ese desafío menor es posible responder sólo redescubriendo las razones de la necesidad de la Reforma, pero también reconociendo los motivos de su no suficiencia, que reconoceremos como el desafío mayor lanzado hoy a la Reforma, en este caso no desde lo externo, sino desde lo interno mismo a la Reforma litúrgica.
   
El desafío menor: la "no necesidad" de la Reforma litúrgica
   
----------La afirmación de la no necesidad de la Reforma litúrgica es una argumentación dura de morir. De hecho, quedamos todos muy sorprendidos cuando, en julio de 2007, con el motu proprio Summorum pontificum, el papa Benedicto XVI, reconocida lumbrera teológica del siglo XX, sin embargo se atrevía a afirmar que el entero cuadro de la liturgia pre-conciliar, no sólo el Misal, sino también el Ritual y muchos aspectos del Pontifical, no habiendo sido nunca abrogados, podían ser legítimamente usados, aunque bajo ciertas condiciones, en la Iglesia post-conciliar. Más allá del efecto concreto que el documento pudiera haber tenido (y no tuvo) en todas las diócesis de la Iglesia de rito romano, una cosa saltaba inmediatamente a la vista: con aquel documento, la Reforma litúrgica parecía perder, repentinamente, su necesidad, ya que se encontraba imprevistamente junto a esos mismos ritos que un Concilio Ecuménico y los Papas del Concilio y del post-concilio habían considerado un deber y una necesidad cambiar, debido a sus defectos.
----------No quiero discutir aquí la particular fragilidad canónica, pastoral, litúrgica, eclesial y teológica de aquella disposición disciplinar del papa Benedicto XVI. Ciertamente, no deja de ser muy sorprendente que precisamente el tantas veces elogiado con justicia "papa teólogo", haya producido un documento tan lleno de defectos y de contradicciones. Pero aquí me interesa más bien encontrar los precedentes. Porque aquello que dijo Benedicto XVI en 2007 ya había sido dicho antes de él, en otras circunstancias, con el fin de reducir o redimensionar o restar pesantemente el valor y el alcance de la Reforma litúrgica.
----------El primer caso, muy significativo, de utilización de esta lógica, que podríamos llamar de la no necesidad de la Reforma, es el caso del obispo Marcel Lefebvre, quien siempre recibió la Reforma litúrgica como "otra posibilidad (más o menos) de legitimación de celebrar la liturgia", que no restaba nada a los "ordines" precedntes a la Reforma misma. De tal modo, la Reforma litúrgica no venía combatida directamente y frontalmente, sino soslayada o rodeada o gambeteada, convirtiéndola en sustancialmente superflua.
----------El segundo caso que quiero mencionar, ha sido analizado en notas publicadas no hace mucho en este blog. Ante la Reforma querida por Pío XII, el arzobispo Giuseppe Siri manifestó sus personales dificultades de modo muy significativo (subrayando sobre todo problemas de carácter disciplinar, con la "sustracción" que supuestamente la Vigilia habría de causar en los sacerdotes a la ardua labor de las confesiones para cumplir el "precepto pascual"). Pero Siri subrayó varias veces, con insistencia, que la Reforma debía quedar como una "posibilidad", que no impidiera a ningún sacerdote el poder hacer como si nada hubiera cambiado. De hecho, el paralelismo (pretendido por Siri) entre vigilia "in mane" (por la mañana) y vigilia "in nocte" (por la noche) venía a constituir el precedente irrealista y peligroso del paralelismo entre forma ordinaria y forma extraordinaria que no pocos se atrevían a aplicar entre los años 2007 a 2021, más alla de los puntuales y literales dictados de Summorum pontificum. Por otra parte, el arzobispo Siri se daba cuenta de que una "vigilia" celebrada cuando el sol está en su cenit no era una gran prueba de fidelidad a la tradición...
----------Estas son las tres etapas que deseaba recordar en este camino, etapas que normalmente no suelen conectarse en los relatos que frecuentemente se hacen de la historia de la liturgia desde hace un siglo, pero que aquí pueden aparecer como el desafío menor a la Reforma litúrgica. Giuseppe Siri en 1951, el obispo Lefebvre a fines de la década de 1960, y en fin en 2007 el motu proprio Summorum pontificum, prospectaban una lectura estructuralmente reduccionista de la Reforma litúrgica.
----------Este, en mi opinión, es el primer desafío que debemos considerar. Es decir, el desafío de enfrentar a quienes quieren sustraer a la Reforma litúrgica su necesidad. San Juan XXIII, san Paulo VI, san Juan Pablo II y, hoy providencialmente, el papa Francisco, no pensaron en los términos de los tres casos citados, y sus acciones y palabras son clarísimas al respecto y no podemos olvidarlas ni excluirlas de la argumentación. Entonces, el desafío menor a la Reforma litúrgica es esta tentación de hacerla simplemente secundaria o accesoria o superflua u optional. El papa Francisco ha enfrentado este desafío de manera clara, firme, y decidida con el motu proprio Traditionis custodes del 16 de julio de 2021, tras ocho años de preparación.
   
El desafío mayor: "no suficiencia" de la Reforma litúrgica
   
----------Pero abordar con éxito el desafío anterior, desafío menor, no es suficiente. Junto a la negación de la necesidad de la Reforma litúrgica, propuesta por los múltiples rostros con los cuales se expresa la resistencia (tanto afectiva como institucional) del ancien régime, el desafío paralelo, desafío mayor, y no menos insidioso, es el de la presunción de la suficiencia de la Reforma litúrgica. Este desafío no viene de la "derecha", sino de la "izquierda" (si me permiten llamar asi, con términos tomados de la política, y que sabemos que no son totalmente expresivos de la realidad de lo que ocurre en la Iglesia, pero creo que son entendibles). Este desafío mayor consiste en enfrentar y curar la actitud de aquellos que quieren defender la Reforma litúrgica limitándose a afirmar su valor de necesidad. Esto no es suficiente hoy y nunca será suficiente.
----------La no suficiencia de la Reforma litúrgica es una evidencia a recuperar. La Reforma sólo se puede defender haciendo que la liturgia se convierta en el principio de identidad, dejando la palabra a los ritos, dejando que las celebraciones estructuren nuevas relaciones, dejando que los ritos litúrgicos hagan pensar a los fieles, establezcan vínculos en la comunidad de fieles, reestructuren testimonios eclesiales.
----------Hoy por hoy es necesario afirmar una verdad marmórea, que estoy convencido que hoy es mucho más necesario afirmarla que hace sesenta años, cuando en 1963 se promulgó Sacrosanctum Concilium. Lo que es necesario afirmar es la insuficiencia de la Reforma litúrgica para responder a la cuestión litúrgica. Desde cierto punto de vista, este es el desafío más insidioso. Y por otra parte, una respuesta eficaz a este desafío permite, indirectamente, responder también al desafío menor. Sólo si la liturgia reformada sabe generar vida, pensamiento, acción, espiritualidad, generosidad, podrá también la liturgia ganar fuerza y revalorizarse frente a los intentos de redimensionamiento reductivo que el desafío menor no deja de oponerle.
----------Finalmente, sin embargo, resulta central una ulterior consideración, que es verdaderamente decisiva, y que permite aunar en un solo punto los dos desafíos aquí señalados: a saber, la centralidad de la participación activa como "nuevo paradigma" de la relación entre los bautizados y el rito cristiano.
   
La participación activa es el propósito de la Reforma litúrgica, en cuanto simple instrumento
   
----------La Reforma litúrgica, para responder al desafío menor y al desafío mayor, debe repensarse a sí misma como instrumento para hacer posible una nueva forma de participación. Aquí radica, en mi opinión, el verdadero quid o nudo de la cuestión. Los últimos años del pontificado de Pío XII y luego los breves años del pontificado de san Juan XXIII y más tarde los años de san Paulo VI compartieron la profecía según la cual los ritos cristianos pueden convertirse en el lenguaje común de toda la Iglesia. Por eso, en el centro o corazón de la constitución Sacrosanctum Concilium brilla la idea de que todos los bautizados puedan acceder al sentido del misterio pascual "per ritus et preces" (Sacrosanctum Concilium n.48).
----------Después de siglos de un régimen de participación estructurado en la separación clerical (que Rosmini ya denunciaba en 1833, pero que Pío XII había defendido hasta 1947, y que algunos todavía hoy pretenden sostener como principal vía de acceso al rito cristiano), la idea de ​dar a todos acceso a la lógica ritual tenía necesidad de una gran reforma de los ritos. Pero, precisamente esta reforma, que ha producido los nuevos libros y las nuevas prácticas, tiene como único objetivo generar participación activa. Con este término no se entiende que todos en la liturgia deban hacer algo diferente, sino que todos cumplen la misma acción. Este actuar común genera eclesialidad, espiritualidad, fe y caridad. Al asumir esta perspectiva, la Iglesia confía a los ritos la propia reforma más delicada. Sólo de este modo, volviendo a confiar la propia identidad al Señor Jesús, presente no sólo en la Eucaristía, sino también en la Palabra, en la asamblea reunida, en la oración, en los ministros, la Iglesia se encuentra a sí misma en lo interno del misterio de Dios.
----------Así, readquiriendo o recuperando una función fontal de los ritos (cf. Lumen gentium n.11), asegurada precisamente por la "actuosa participatio", es posible descubrir que el término Reforma litúrgica puede significar dos cosas diferentes: la reforma que la Iglesia hace (instrumentalmente) de la liturgia, para que la liturgia pueda reformar, convertir y reconciliar a la Iglesia. El sujeto de la Reforma no es tanto la Iglesia cuanto en primer lugar los ritos, los misterios, que dan a la Iglesia su identidad.
----------En último análisis, la Reforma litúrgica, antes que sufrir desafíos, representa como tal un gran desafío para la tradición ritual. En cuanto servicio profundo a la tradición, ella tiene la pretención, llena de esperanza, de permitirse su continuidad sólo al precio de una gran conversión o discontinuidad, de la cual los ritos son ante todo fin antes que medio. Este punto todavía desafía profundamente la tradición ritual eclesial, poniendo en el foco sus virtudes y sus vicios. Pero en la esperanza es posible enfrentar estos desafíos con valentía. Si en cambio se reacciona con desesperación o con presunción, entonces comprometemos nuestra relación con la tradición, y de tal modo nos convertimos en pasadistas (o indietristas o pseudo-tradicionalistas) por presuntuosa desesperación, o bien en modernistas (o pseudo-progresistas) por desesperada presunción.
   
Cinco tesis conclusivas
   
----------Quisiera concluir mi breve hipótesis conmemorativa en vísperas de los sesenta años de la constitución Sacrosanctum Concilium, esbozando en cinco tesis el recorrido teórico y práctico con el cual podemos restituir conscientemente la palabra a la experiencia simbólico-ritual de la fe en Cristo.
----------Tesis 1La liturgia, siendo acto ritual de comunión con el Padre, mediante el Hijo, en el Espíritu Santo, comienza siempre con el tacto (en sentido amplio), toma inicio siempre en el pequeño pero delicadísimo espacio-tiempo que nuestras manos y nuestros pies definen en torno nuestro. Si queremos respetar los sacramentos como actos rituales, cuya gramática es una gramática de actos simbólico-rituales, la primera competencia es la táctil, en el percibir con el tacto el espacio y el tiempo, por cómo tocamos y somos tocados, por cómo nos movemos. y percibimos el movimiento. Esto cambia mucho las cosas. No quiere ser un acto contra la inteligencia, sino el respeto a una inteligencia más profunda, más articulada, más humana. Esta instancia ha sido recibida por el Catecismo de la Iglesia Católica, que explica el Bautismo explicando el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, proceso que dura tres años.
----------Estamos todavía vinculados a una inmediatez bautismal pensada para el recién nacido. Nuestro modelo de bautismo es el de los niños, bautismo puntual que se puede celebrar en pocos minutos. Muy diferente es pensar el Bautismo dentro de un recorrido entre pies, manos, cuerpos, que dura tres años, hecho de gradualidad, profundización, intuiciones que vienen puestas a prueba, escrutinios, aprendizaje de oraciones entregadas y restituidas; es un recorrido existencial complejo. Partiendo del tacto, nos vemos constreñidos a renunciar inmediatamente a la mentalidad esencialista. Lo cual no quiere decir negar valor al concepto, basta pensar en lo que significa hacer un balance de la propia vida. Pero la posibilidad de abstracción está ligada a las cosas que han madurado en el tiempo, desde el nivel táctil hacia arriba. Digamos metafóricamente que para celebrar se requiere tacto. En realidad deberíamos decirlo como primer significado. Curar el tacto es un arte complejo, porque no se trata solamente de disponer las flores bellamente en el altar; tacto es cómo se entra, cómo se es acogido, cómo se sabe acoger, cómo se introduce un canto, cómo se escucha una palabra decisiva, cómo se responde con la salmodia, cómo se reza por todos, cómo se presentan los dones...
----------Tesis 2La liturgia no es nunca sólo un modo de expresar el misterio revelado en Cristo, sino que es siempre también (y quizás ante todo) un modo de hacer experiencia de este revelarse del misterio. No es un lenguaje que nuestro pensamiento pueda dominar como un instrumento, sino que es un modo originario de la relación entre Cristo y la Iglesia, que no se puede decir ni dar de otra manera. En la Iglesia ha prevalecido la idea de que en las cuestiones litúrgicas lo más importante sea el pensamiento, luego estaría también el cuerpo al cual darle algunos dulces o extras o yapas. Pero esto no es verdadera liturgia. La liturgia es la conciencia de que la más íntima relación con Cristo y con la Iglesia ante todo se juega y define en registros aparentemente superficiales, como reunirse, cantar juntos, escuchar, ir en procesión hacia un punto, etc. Estas acciones estructuran una experiencia comunicativa de fondo, sobre la cual luego cobran pleno sentido teorías y profundizaciones teológicas, pastorales y morales. Si se sustrae esta experiencia comunicativa básica, esta base agitada, cada una de tales instancias es como si estuvieran girando en el vacío.
----------Uno de los puntos de verificación de lo dicho es la moralización de la Iglesia tardo-moderna. Pensemos por ejemplo en el caso del matrimonio. Parece que hablamos de matrimonio solo para recordar derechos y deberes. A los novios que están a punto de casarse siempre se les debe recordar un hecho importantísimo: vivimos en un mundo en el cual incluso eclesialmente se puede pensar así: ¿te quieres comprometer poco? Convive. ¿Te quieres comprometer un poco más? Te casas por civil. ¿Te quieres comprometer al 100%? Cásate por la Iglesia. En cambio, la tradición eclesial dice exactamente lo contrario: ¿Te quieres comprometer al 100%? Convive. ¿Quieres aceptar que las leyes del estado carguen un poco de tu peso? Cásate por civil. Si aceptas que no sólo las leyes del estado sino la ley de Dios, la relación con Dios cargue sobre sí tu fecundidad, tu fidelidad, tu indisolubilidad, entonces te casas por la Iglesia.
----------La lógica del sacramento anuncia una lectura en términos de don de la lógica natural del matrimonio; lo fundamental es anunciar que en el matrimonio está en juego un don, que luego conlleva derechos y deberes. Si aplastamos y reducimos el sacramento a derechos y deberes hemos perdido el objeto, entramos en las diatribas sobre si vale más la familia de hecho o la familia de derecho. Deberíamos haber madurado la conciencia de que los hechos por sí solos y los derechos por sí solos no salvan a nadie.
----------A veces el lenguaje de la Iglesia institucional, del individual pastor o del teólogo, da la sensación de que salvamos sólo con los derechos, mientras que los hechos nos llevan a la ruina; pero no es así; hay casos en los cuales los hechos te salvan y los derechos te condenan. La Iglesia siempre lo ha sabido: reconocía la fuga de amor sobre el derecho de los padres a decidir con quién casarse. Es sabiduría eclesial descubrir que la lógica del don rodea tanto los hechos como los derechos. No debemos confiar en la lógica binaria de la alternativa hechos-derechos. La lógica que anuncia la Iglesia es la del dar, que tiene necesidad de lenguajes más complejos. Por eso escuchamos lecturas, hacemos gestos, honramos los consentimientos pero dejamos que sean bendecidos desde lo alto, porque el consentimiento por sí solo no basta para el matrimonio sacramental. Tiene necesidad de ser leído en la historia de un bautismo, que en la tradición ya post-tridentina, y cada vez más en la tradición más reciente, es la lógica de la bendición y del consenso.
----------En los ritos litúrgicos, por lo tanto, hay una sobreabundancia de significado que, ciertamente, luego necesitamos comprender también moralmente, canónicamente, dogmáticamente. El sentido común considera, por el contrario, que sean la moral y la dogmática las que dan significado a la liturgia. La superioridad del lenguaje reflexivo o intelectual es frecuentemente distorsionada, y de esto todos somos víctimas. El lenguaje reflexivo es, sí, el superior, el más alto, pero no es el único y, de hecho, sólo interviene después de una amplia experiencia que el rito te asegura, siempre y cuando estés dispuesto a transitarlo según sus reglas.
----------Tesis 3La acción ritual es común: no pertenece en exclusividad a nadie, sino sólo a Cristo y a la Iglesia, que son servidos por los otros, los cuales actúan como humildes siervos en la viña del Señor. Tendemos a afrontar la práctica con la teoría: se tiene en la cabeza una cierta idea y se hacen las cosas de acuerdo con esa idea. Así, las teorías sobre el ministerio han introducido la idea de que el ministro es sólo uno, el que preside. Por ejemplo, estamos habituados a pensar que el ministro de la confirmación es el Obispo; pero también quien proclama la Palabra es ministro. Tenemos necesidad de una teoría del ministerio que sea muy articulada, que no ponga en duda que hay uno solo que preside (en razón de haber sido sacramentalmente ordenado para ello), pero que diga que la celebración conlleva una ministerialidad articulada y que el acto ritual es un acto común de toda la asamblea, que lo vive como un acto propio encomendando diferentes roles o ministerios, desde la presidencia para abajo, a individuales sujetos.
----------El lector, con su servicio ministerial, permite que la asamblea, incluido el presidente, realice el acto de escuchar. En la Eucaristía, la liturgia de la Palabra es un acto de escucha y de comunión: se hace experiencia de comunión escuchando una única voz. El folleto o el misalito que cada uno lee con sus ojos prescinde de la escucha, que es el único acto que cuenta en ese momento, acto que no se hace con los ojos sino con las orejas. El escuchar cambia la relación dentro de la asamblea. Con el folleto tratamos de controlar o revisar el texto, queremos ver si esa persona está leyendo bien, y de esta modo impedimos la escucha de comunión. ¡Acto que quizás luego hacemos frente a la televisión, pendientes de los labios de ciertos fabuladores de los cuales no deberíamos confiar! ¿Por qué nos fiamos cuando habla la televisión? ¿Por qué no necesitábamos del folleto cuando la abuela nos contaba cuentos de hadas?
----------La proclamación tiene la lógica del anuncio que hace comunión en la escucha, porque la escucha aclara que esa Palabra habla de ti, no habla de otro; y por tanto no tiene necesidad del folleto o del misalito. Lo has entendido tú, lo entenderá tu sobrino. Estamos habituados a la velocidad de la tecnología, pero la tecnología no cambia los tiempos formativos humanos. Llegará el día en que las generaciones futuras comprenderán; tendrán necesidad de lectores profesionales, de ministros a los que escucharán para confiarse. El hecho de que sea un acto común, muy comprometedor en términos de respuesta individual, nos hace entender que cada uno debe hacer su parte, pero sin engañarse pensando que puede resolver por sí o por otros en breve tiempo. Se camina lúcidamente hacia un objetivo, que es el de darse cuenta de la compleja ministerialidad del acto ritual y de las transformaciones que ello conlleva en el trabajo de muchas generaciones.
----------Tesis 4La liturgia ha renacido en el siglo XIX, como una espiritualidad eclesial comunitaria. Hoy puede vivir sólo si sabe educar a los individuos (sus cuerpos y sus mentes) en esta lógica comunitaria del encuentro con Cristo. El problema espiritual de la liturgia es el surgimiento de una espiritualidad comunitaria. Generaciones de cristianos han identificado la espiritualidad con una experiencia individual. Todavía hoy, la objeción dirigida a los liturgistas es que hacen cosas comunitarias que no educan verdaderamente a los sujetos. Detrás de la liturgia los sujetos pueden esconderse. En la década de 1950, Maritain decía que defendía los derechos del alma de los liturgistas, creyendo que éstos pensaban que la masa pudiera resolver los problemas de los individuos. Pero ningún liturgista serio ha pensado nunca eso. El hecho es que pesa sobre nosotros una larga educación según la cual la verdadera contemplación, el encuentro con Cristo, sólo puede ser individual, mientras que lo comunitario distrae. Lo que cuenta, se dice, es un "camino a través del alma a Cristo", el cuerpo debe ser siempre marginado. Por el contrario, el redescubrimiento litúrgico de los sacramentos se basa en la contemplación de la acción: la acción es la contemplación más profunda.
----------Sobre esto la labor de las generaciones es muy lento, porque tenemos en las orejas y sobre la piel ese tipo de educación repetida hasta los años 1950s, y parece que no fuéramos ya capaces de comprender lo que no es individual, sino comunitario. En este sentido, es significativa la afirmación de la Imitación de Cristo: "cada vez que voy en medio de los hombres vuelvo menos hombre". El peligro es seguir pensando eso. El Movimiento litúrgico nació precisamente como redescubrimiento de que existe una espiritualidad más profunda que la individual: la espiritualidad comunitaria, que se alimenta del lenguaje simbólico-ritual.
----------Tesis 5La iniciación ritual aparece a menudo como la forma más rígida y más superficial de pertenencia eclesial, pero es ante todo la forma más desenvuelta y profunda de discipulado de Cristo, ya que sintetiza pasado, presente y futuro (cristología, pneumatología y escatología). La iniciación ritual es capaz de mantener la relación entre la vida y la fe de manera no ideológica, es decir, no transcribiéndola inmediatamente en el plano de los conceptos, sino jugando ampliamente en la vertiente corpórea; de este modo deja abiertos los juegos y permite a la fe estar siempre en contacto con la vida. Pensamos que se está garantizados cuando se tiene una clave de lectura moral, dogmática o canónica. En realidad, de este modo, se corre el riesgo de quedar siempre un poco ideologizados.
----------La liturgia, en cambio, precisamente porque no se compromete hasta el punto de darte una definición, te mantiene continuamente en relación con el sentido originario y final. Es de algún modo mucho más protológica y escatológica. No hace posibles síntesis finales veritativas o jurídicas, sino que las relativiza, sabe que no se puede confiar plenamente en ellas, porque son síntesis demasiado humanas. Nos mantiene abiertos al misterio. Algunas evidencias de nuestros abuelos ya no lo son para nosotros, pero en la fe celebrada lo soportamos bien. Si comparamos sus manuales con los nuestros, hay diferencias que a veces rayan en la contradicción, pero esto no debe escandalizarnos si pensamos la continuidad ante todo confiada a la acción simbólico-ritual y a su lógica al mismo tiempo más elemental y más compleja.

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