Reúno en este artículo dos apuntes sobre teología litúrgica escritos hace algunos años, en tiempos algo más confundidos que los actuales. Recordar aquello que vivíamos puede ayudarnos, y así lo espero, a evitar en el futuro cometer los mismos errores. Agrego a esos dos apuntes que miran al pasado reciente, un tercer apunte, pero que, por el contrario, mira al futuro, y nos puede ayudar a que la próxima celebración del 60° aniversario de la constitución Sacrosanctum Concilium signifique para nosotros un renovado impulso a llevar hacia adelante la Reforma litúrgica que providencialmente ha querido el Concilio Vaticano II. Los tres son viejos textos, escritos en papeles que ya amarillean; pero creo que siguen siendo válidos. Los he reescrito, añadiendo algunos pasajes para convertirlos en un poco más actuales y eficaces en orden a nuestras actuales necesidades.
Cuatro profesorcitos contra un Papa por amor a un Misal prohibido
----------Si el lector ha podido seguir los recorridos históricos que en las últimas semanas hemos hecho en las publicaciones de este blog acerca del desarrollo de la disciplina litúrgica de la Iglesia romana, sobre todo si el lector ha podido comprender la anárquica discontinuidad de la reforma litúrgica producida entre los años 2007 a 2012, entonces no le será difícil comprender el sentido de las primeras medidas que acerca de la ley litúrgica en la Iglesia de rito romano fue emanando el papa Francisco desde los primeros meses de su pontificado, lo cual, a su vez, convierte en totalmente comprensibles los motivos que le llevaron en 2021 a abrogar Summorum pontificum y promulgar la carta apostólica Traditionis custodes.
----------En referencia a aquellos primeros años del pontificado de Francisco, me gustaría recordar aquí un hecho sucedido a mediados de 2013. El caso fue que cuatro profesores (Roberto de Mattei, Mario Palmaro, Andrea Sandri y Giovanni Turco), que no se habían caracterizado prácticamente nunca por su particular atención a las periferias, se manifestaron públicamente preocupados sólo por secundarias sutilezas jurídicas y con su corazón palpitante por la Iglesia que fue. El hecho ocurrió el 14 de septiembre de 2013 (aniversario de la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum), en que los cuatro mencionados publicaron una nada velada queja al papa Francisco para que se decidiera a intervenir en favor de los Franciscanos de la Inmaculada, afectados -según los autores- en su "libertad" para celebrar según el "vetus ordo" (expresión usada por los articulistas, pero que no había sido usada por el papa Benedicto XVI ni en su motu proprio ni en su carta adjunta a los obispos, y que posteriormente fue usada de modo hipócrita por los pasadistas, como he repetidamente explicado, para desobedecer precisamente las disposiciones de Benedicto).
----------Para honrar la citación que aquí hago de los frailes Franciscanos de la Inmaculada, debemos recordar que ellos obedecieron de inmediato la prohibición que les vino de Roma. Los que no se habían rendido eran los cuatro mencionados profesores pasadistas, que enviaron a la Congregación para los Religiosos (hoy Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) la queja y duro análisis crítico, constituidos en una comisión de estudio auto-denominada "Bonum veritatis", el 14 de septiembre de 2013 al cardenal João Braz de Aviz, prefecto del Dicasterio que había emitido el decreto.
----------Quien se ocupó de dar inmediatamente la noticia de ese análisis crítico del Decreto de Comisariamiento de los Franciscanos de la Inmaculada, fue el conocido periodista experto en temas vaticanos Sandro Magister, con comprensible énfasis, que no ocultaba su entusiasmo por ese tipo de iniciativas. Al presentar el texto, del que aquí me eximo de presentar su contenido (si el lector lo desea, cuenta con el anterior enlace para medir su inconsistencia argumentativa), Magister comete, sin embargo, un grave error. De hecho, el periodista italiano escribe que el papa Francisco habría limitado la "libertad de celebrar la Misa en rito antiguo que el papa Joseph Ratzinger había asegurado a todos con el motu proprio Summorum pontificum".
----------He ahí el error, que Magister comparte con De Mattei, Palmaro, Sandri y Turco. El error se basaba en una lectura profundamente unilateral y del todo fantasiosa, enteramente imaginativa, del motu proprio del 2007, el cual no determinaba ninguna "libertad" para celebrar el rito romano en la forma antigua, sino que establecía cuidadosamente las condiciones necesarias para que ello fuera posible. Solo "cada individual sacerdote", y solo cuando celebraba "sine populo", podía ser libre de hacerlo indiferentemente con el Misal de 1962 o con el nuevo Misal, pero esto no valía nunca para una comunidad (ya fuera parroquial o religiosa).
----------La indudable pretensión de los cuatro profesores, apoyados por el periodista, era configurar una especie de tierra de nadie o más bien una suerte de iglesia de nadie, correspondiente a los lugares de influencia de los Frailes de la Inmaculada, en la cual poder recrear las condiciones para una Iglesia separada, aristocrática, tradicionalista, desinteresada de las periferias, autorreferencial, arrogante y sin ataduras con el mundo (salvo, evidentemente, alguna fugaz reflexión económica). No era de extrañar que los cuatro signatarios, al defender una posición indefendible, argumentaran únicamente sobre la base de una lectura fantasiosa de aquel motu proprio del entonces Papa emérito, y que recientemente había abdicado, una lectura completamente abstracta de las concretas condiciones de ejercicio de una normal vida pastoral o religiosa, vida que a ellos, naturalmente, parecía no interesarles, o más bien parecía en realidad molestarles.
----------Aquella carta pública de los cuatro profesorcitos se trataba de un intento del todo marginal, caracterizado sin embargo por la forma de una "exposición" o "queja" al Santo Padre, que revelaba la intención de amplificar y de universalizar hábilmente una cuestión completamente secundaria y particular. A aquellos cuatro profesores le hacía eco Sandro Magister, quien abría su artículo con las siguientes palabras: "la prohibición impuesta por el papa Francisco a los frailes de la Inmaculada de celebrar la Misa en rito antiguo sigue suscitando vivaces y generalizadas reacciones". En realidad, tales alardeadas "vivaces y generalizadas reacciones" eran sólo el minúsculo coletazo desesperado de unos pocos que se engañaban, ilusionándose a sí mismos, de que la Iglesia en 2013, cincuenta años después de la constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, podía seguir viviendo de nostalgias, de mucetas, de separación y de miedo.
----------Por supuesto, todos los que leímos en septiembre de 2013 la carta pública de aquellos cuatro profesores, nos dimos cuenta que no sólo el papa Francisco, sino cualquier Papa que viva de esperanza, de sobriedad, de pobreza, de relaciones cálidas y de coraje sabría bien qué hacer con tal "queja".
----------He indicado líneas arriba el enlace a aquella "queja" de los cuatro profesorcitos. Sin embargo, estoy seguro que el lector no necesitará leer en su totalidad semejante texto para comprender la pobreza teológica, litúrgica y eclesial de este torpe intento de influir en el Romano Pontífice.
Una infeliz entrevista a mons. Guido Pozzo
----------El segundo hecho del que haré memoria, es en cierto modo de mayor importancia que el relatado en el punto anterior, porque tenía por protagonista a un encumbrado funcionario de la Curia romana. El lector ahora debe situarse a finales del año 2014, cuando no fueron pocos (entre ellos, varios padres sinodales ese año, así como muchos comentaristas y periodistas) los que habían observado que el Sínodo de los Obispos de ese año había hecho referencia a la mente y a la experiencia del método del Concilio Vaticano II, y que el hecho de que luego de los trabajos del Sínodo hubiera seguido la beatificación del "papa del Concilio Vaticano II", Paulo VI, había reforzado la idea de que el Vaticano II era una adquisición irreversible en el cuerpo eclesial, y que de su estilo y de su mens, tuviera urgente necesidad también la Iglesia contemporánea.
----------Pero, apenas clausurado el Sínodo de 2014, se publicó una sorprendente entrevista a mons. Guido Pozzo, quien en esa época era Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (organismo hoy eliminado de la Curia romana), entrevista en la que el funcionario ofrecía algunas extrañas "aclaraciones" acerca del destino de los diálogos que por entonces llevaba a cabo la Santa Sede con los representantes de los cristianos separados de la Iglesia que formaban parte de la lefebvriana Fraternidad de San Pío X. Las "aclaraciones" que Pozzo pretendía ofrecer a una revista francesa, en aquella entrevista retomada luego por Vatican Insider, en realidad presentaban diversos aspectos preocupantes, los cuales estaban muy lejos de ser esclarecedores. En resumidas cuentas, mons. Pozzo revelaba su parecer de que con aquellas palabras sobre la mens del Vaticano II y sobre el "Papa del Concilio", se estaba corriendo el riesgo de abrir una grieta en el diálogo con los lefebvrianos (diálogo que, como bien sabemos, por la obstinada actitud de desobediencia y las actuales descriteriadas críticas lefebvrianas a la Sede Apostólica, hoy ya no existe).
----------De hecho, Pozzo afirmaba que: "Las reservas o posiciones de la FSSPX sobre algunos aspectos que no caen dentro del dominio de la fe, sino que conciernen a temas pastorales o enseñanza prudencial del Magisterio, no necesariamente deben ser retiradas o anuladas por la Fraternidad".
----------Por lo tanto, aquellas "reservas" de la Hermandad cismática respecto a las enseñanzas del Concilio Vaticano II, según mons. Pozzo, se referirían a "temas pastorales o enseñanza prudencial del Magisterio". Lo cual era una declaración muy arriesgada, que nos hacía entender cómo (siempre según mons. Pozzo, y su pozo de sabiduría) las fuertes críticas y reservas de la FSSPX, si se las desclasificaba o desrubricaba del rango de doctrinales, podían seguir siendo legítimamente expresadas, y dejarían a los lefebvrianos en sus posiciones, sin impedirles ser apartados de su actual condición cismática y, por tanto, sin impedirles recuperar la comunión con Roma. En estas afirmaciones de Pozzo saltaba a la vista su contradicción con lo que pocos años antes les había dicho clara y firmemente el papa Benedicto XVI a los mismos líderes lefebvrianos: que si no aceptaban las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II les era imposible abandonar su condición cismática. Aquella afirmación de Benedicto, en buen romance, implica al menos dos cosas: una, que el Concilio Vaticano II no es sólo pastoral, sino también doctrinal; dos, que las objeciones o "reservas" de los lefebvrianos al Vaticano II no se ubican sólo a nivel de pastoral, sino sobre todo a nivel doctrinal.
----------Pozzo buscó luego aclarar aún más su pensamiento, y agregaba: "No hay duda sobre el hecho de que las enseñanzas del Vaticano II tienen un grado de autoridad y un carácter vinculante extremadamente variable en función de los textos. Así, por ejemplo, las Constituciones Lumen Gentium sobre la Iglesia y Dei Verbum sobre la Revelación tienen el carácter de declaración doctrinal, aunque no haya habido una definición dogmática". Mientras que las declaraciones sobre la libertad religiosa, sobre las religiones no cristianas y el decreto sobre el ecumenismo "tienen un grado de autoridad y un carácter vinculante diferente e inferior".
----------Pozzo introduce este desafortunado argumento con la expresión "no hay duda", pero la duda sobre cuanto él afirma no solo es grande, sino que incluso es capaz de encontrar un contraste entre sus palabras y las evidencias más importantes maduradas en la Iglesia Católica en estos sesenta años.
----------Al defender esta diferencia entre diferentes niveles de autoridad del Vaticano II, mons. Pozzo mostraba con mucha claridad, casi con ingenuidad, no haber entendido el valor pastoral del Concilio y su significado doctrinal más decisivo. El Concilio Vaticano II no puede ser reducido a un "núcleo doctrinal": su valor reside precisamente en el acto con el cual traduce la sustancia de la antigua doctrina en un revestimiento nuevo. Este nivel pastoral del Vaticano II es propiamente el nivel doctrinal más decisivo y más irrenunciable. Precisamente a esto parece querer renunciar mons. Pozzo en el diálogo que hace una década sostenía con los negadores y detractores del Concilio Vaticano II. Pozzo se dejaba condicionar por el enfoque distorsionado de sus interlocutores y caía, tal vez voluntariamente, en su trampa.
----------Por consiguiente, de acuerdo con la reconstrucción deformada y distorsionada que era propuesta en 2014 por Pozzo, deberíamos haber esperado en estos casi diez años transcurridos desde aquella entrevista, y aún deberíamos esperar en el futuro de la Iglesia, que se pueda aceptar el Vaticano II en una forma, por así decir, reducida o con "descuentos de liquidación". Pozzo propone un Concilio Vaticano II en el mercado del hard discount, de las grandes liquidaciones. En la aberrante perspectiva de Guido Pozzo, podría alguien declararse "fiel al Concilio Vaticano II" adhiriendo formaliter a las fórmulas de Dei Verbum o de Lumen Gentium, pero permaneciendo fielmente convencido, e incluso pudiendo decir y escribir, que la libertad de conciencia es nada más que un pecado moderno, que los judíos son esencialmente "pérfidos deicidas" y que los luteranos y los reformados deben ser considerados más enemigos que hermanos. No crea el amable lector que esto que digo es ciencia ficción: en realidad son actitudes que se advierten en los actuales blogs de ciertos pasadistas y contra-revolucionarios que aceptan el Vaticano II sólo con ese hard discount.
----------¿Sería este el sueño de Pozzo? ¿Bajar a tal punto el listón de la confrontación con la Fraternidad San Pío X para que ellos pudieran llegar a la comunión eclesial aceptando Roma sus delirios? ¿Todavía en 2014, se estaría acaso preguntando mons. Pozzo de qué lado de la mesa tenía que conducir el diálogo? ¿A diez años de aquella entrevista, acaso todavía se estará preguntando de qué lado debía sentarse? ¿Habrá alcanzado hoy a darse cuenta dónde deben tomar su lugar los defensores de la Iglesia, del Concilio Vaticano II y del magisterio del postconcilio, y dónde sus detractores y sus enemigos?
----------Tengo la impresión de que con aquella entrevista de hace una década, el Secretario de la Comisión Ecclesia Dei no había podido ofrecer ninguna "aclaración", sino que había mostrado tener las ideas bastante confundidas acerca de las cinco décadas de historia y de desarrollo doctrinal desde la finalización del Concilio Vaticano II. Así las cosas, no se puede sino quedar sumamente sorprendidos al comprobar, sobre todo, que quienes habían sido elegidos para conducir el diálogo teológico con la FSPX tuvieran semejantes ideas sobre el Concilio. Parece ser que hoy, con el papa Francisco, el recurso más prudente que encontró la Santa Sede ante semejante estado de cosas, ha sido el de suprimir aquella Comisión "dialogante". De cualquier modo, hoy aquellos diálogos con la FSPX ya no existen, y si alguna vez renacen, sería necesario que quienes conduzcan el diálogo desde el lado católico, tengan las ideas bien claras acerca del Concilio Vaticano II y acerca del valor irreversible que ha tenido para la vida de la Iglesia en estos sesenta años.
----------De hecho, lo que manifestaron las delirantes respuestas de mons. Pozzo en aquella entrevista del 2014, era una lectura reductiva y distorsionada del Concilio Vaticano II, inaceptable en general, y gravemente peligrosa en el caso que fuera utilizada en el difícil diálogo que por entonces se mantenía con los representantes de la FSSPX. Me pregunto si acaso aquellas palabras reportadas por Vatican Insider hayan sido malinterpretadas o distorsionadas. Que yo sepa, por entonces Pozzo no negó que reflejaran sus ideas. Pero entonces, si aquellas habían sido efectivamente sus expresiones originales, en tal caso me parecen que debían haber sido más que sobrado motivo de apertura de un caso disciplinar en la Curia romana. ¿Cómo es posible que esas posiciones hubieran podido representar las enseñanzas y las actuales directivas pastorales de Iglesia católica que, con el papa Francisco, intenta caminar segura y expedita en la línea del Concilio Vaticano II? ¿Cómo permitir que la Iglesia católica posterior al Concilio Vaticano II haya podido estar representada con palabras tan tibias y tan indiferentes a las verdaderas novedades conciliares? ¿Qué sentido podría tener el haber reconocido la santidad de Juan XXIII y de Paublo VI si, mientras tanto, un importante funcionario de la Curia consideraba casi irrelevantes las mayores adquisiciones de sus pontificados?
----------Si aquella entrevista publicada en 2014 en Vatican Insider no era una traición a sus palabras (y de hecho, que yo sepa, Pozzo no negó la veracidad del hecho), entonces considero que mons. Pozzo debía haber sido llamado disciplinariamente para explicar detalladamente cada afirmación hecha, ya sea por demasiada ligereza de su parte, o quizás por demasiada sinceridad.
Lo que no dijo la constitución Sacrosanctum Concilium
----------Luego de esas dos miradas retrospectivas a hechos ocurridos hace una década, quiero ahora mirar hacia el futuro, recordando que estamos transitando el año del 60° aniversario de la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. Es obvio que diez años atrás, nuestras costumbres celebratorias hacían más que necesario festejar especialmente el 50° aniversario de la Sacrosanctum Concilium. Sin embargo, aquel año 2013, con la repercusión sísmica de la dimisión de Benedicto XVI y el inicio del pontificado de Francisco, se terminó por dejar inevitablemente en un segundo plano aquellas bodas de oro.
----------Ahora bien, todo aniversario, si quiere escapar a la fácil retórica, puede ser la ocasión para una relectura del acontecimiento celebrado, para poderlo redescubrir, mostrando sus aspectos olvidados o desatendidos. La constitución Sacrosanctum Concilium no escapa a esta regla. Su 60° aniversario puede ser la ocasión para mirar con ojos renovados ese gran texto. Y en tal sentido, planteo inmediatamente una pregunta, que debería guiar todo mi breve recorrido de reflexión: sesenta años después, ¿qué descubrimos en el texto y en el contexto de la Sacrosanctum Concilium y qué otras necesidades se derivan de este documento tan fundamental? Para tratar de responder a estas preguntas, a continuación utilizaré algunas parejas conceptuales, que en su polaridad nos indicarán los puntos salientes de las nuevas exigencias y necesidades.
----------Reforma - Iniciación. El texto de la constitución Sacrosanctum Concilium fue el primer fruto del Concilio Vaticano II (el 4 de diciembre de 1963); no sólo eso, también tuvo el efecto de identificar toda la obra conciliar con la reforma litúrgica. Ha sido la nueva liturgia la que asumió, muy pronto, la tarea de representar el nuevo curso y rumbo de la que empezó a ser llamada "Iglesia conciliar". De tal modo, la reforma litúrgica tuvo que sufrir, inevitablemente, todas las formas de conflicto y de polarización que trajo consigo la época postconciliar. De tal modo, paradójicamente, la reforma litúrgica ha corrido el riesgo de perder las razones puramente funcionales e instrumentales que la habían justificado. En efecto, sesenta años después de la promulgación de Sacrosanctum Concilium, podemos ver con mucha mayor claridad que el fin de la reforma litúrgica es un renovado acto de iniciación, del cual la Iglesia necesitaba y sigue necesitando, iniciación mediada por toda la riqueza del lenguaje ritual, para hacer crecer la vida cristiana. La reforma litúrgica está, por lo tanto, en función de una mayor experiencia ritual del misterio, no para su funcionalización e instrumentalización.
----------Vida - Rito. En base a cuanto he dicho antes, Sacrosanctum Concilium ha querido renovar un entretejido más estrecho entre rito y vida. Pero lo ha hecho y proyectado con la clara conciencia de que la vida debería ser enriquecida por una experiencia celebrativa integral, simplemente noble y comunitaria. Así como el Concilio no se ha engañado sobre la auto-evidencia de los ritos, tampoco el Concilio se ha engañado sobre una presunta auto-evidencia de la vida. Por el contrario, ha querido relanzar un más fuerte y más radical entretejido entre los ritos y la vida. A sesenta años de distancia, todavía vemos demasiadas formas de contraposición: demasiados temores rituales hacia la vida de los sujetos, de los fieles, y demasiados temores vitales hacia las lógicas poco transparentes de los ritos. El texto de la Sacrosanctum Concilium trata de vencer nuestra reticencia típicamente tardo-moderna frente a la mediación simbólico-ritual. En última instancia, la mediación simbólico-ritual rehabilita la acción ritual como fuente de vida y culmbre de la fe (SC n.10).
----------Participar - Celebrar. La primera consecuencia de esta renovada comprensión de las acciones rituales (entendidas como acciones de Cristo y de la Iglesia) es una nueva forma de participación en ellas. La actuosa participatio no es, simplemente, una participación en un acto comprensible, sino que es la conciencia de que "ritos y oraciones" (SC n.48) son un acto comunitario, que tiene necesidad de una comunidad que se reúna, que intercambie saludos, que escuche la palabra, que profese la fe, que reza por los ausentes, que presenta dones, que alaba, que da gracias, que bendice, que pide perdón, que intercambia la paz, que comparte el único pan y el único cáliz, que se despide con fuego en el corazón. Este es el pasaje de un rito a observar (ritus servandus) por parte del sacerdote solo, a un rito a celebrar (ritus celebrandus) por parte de toda la comunidad. En estos sesenta años lentamente nos hemos dado cuenta de que esta competencia comunitaria no era inmediata, sino que tenía necesidad de formas específicas de iniciación.
----------Igualdad bautismal - Diferencia ministerial. El pasaje de una Iglesia esencialmente jerárquica a una esencialmente comunitaria ha incidido profundamente sobre el modo con el cual hemos recibido la reforma litúrgica. Este ha sido un objetivo punto de avance: es decir, la conciencia de que la acción litúrgica es el lenguaje que concierne a todos los bautizados. Pero, con el paso de los años, ha emergido más claramente la exigencia de una diferenciación ministerial, de la cual la Iglesia tiene también necesidad. De un modelo en el cual sólo el sacerdote celebraba y todos los demás asistían pasivamente, se ha pasado a un modelo de mayor comprensión, pero con una valorización todavía demasiado escasa de los diferentes ministerialidades. El objetivo del Concilio es el configurar una asamblea en la cual al solo presidente, corresponde a una pluralidad de ministerios, que articula la presencia activa del pueblo de Dios. Una liturgia de la Palabra que no haya todavía desarrollado un verdadero ministerio de la proclamación no llega todavía a ser forma sacramental de comunión con el "Señor que habla" (SC n.7). El acto de "escuchar la Palabra" (SC n.106) presupone una Iglesia responsable en la iniciación de algunos de sus miembros en el arte del proclamar.
----------Creatividad - Repetición. Un ulterior aspecto del desarrollo, que la reforma correctamente ha puesto en movimiento, es la superación de una concepción de la liturgia como mera repetición de un repertorio sacro. Ha nacido, con pleno mérito, una lectura dinámica, viva y cálida de la celebración; esto, inevitablemente, también ha oscurecido, a veces de modo total, la necesidad de que la acción ritual se produzca en una sustancial repetición. Sesenta años después, mirando hacia las décadas transcurridas, podemos ver bien las dificultades con las cuales hoy podemos mediar entre creatividad y tradición (ritual). En efecto, el hecho mismo de que estas palabras puedan oponerse frontalmente nos pone ante nuestra dificultad: una tradición es tal sólo si es capaz de novedad, pero la novedad es fruto de mucha y profunda repetición. La alabanza de la Iglesia, en su necesidad de nuevas expresiones, ha tenido la necesidad de volver a una tradición más amplia y rica del pasado. Sólo así podrá dejarse dar las palabras nuevas, de las cuales tiene necesidad urgente.
----------Lo dicho - Lo no dicho. Finalmente, es necesario que consideremos un doble aspecto. Por un lado, la cualidad constitucional del discurso de Sacrosanctum Concilium, que muchas veces se limita a indicar sólo las líneas generales de la intervención de reforma y de aggiornamento del culto cristiano. Por el otro lado, el rol que lo no dicho tiene precisamente en la acción ritual. Sobre el primer plano, se deben reconocer dos aspectos de la cuestión. Este carácter general de la previsión de Sacrosanctum Concilium no ha impedido que el texto sea, en algunos casos, muy detallado. Las consignas de Sacrosanctum Concilium a la tradición eclesial subsecuente (por ejemplo en el tema de la Eucaristía) han sido extremadamente claras. Lo que sorprende, más bien, es que en los últimos años del aniversario que estamos en vísperas de celebrar, se hayan intentado anestesiar y extirpar o remover de Sacrosanctum Concilium, como si su texto no quisiera hacer más que confirmar la tradición precedente, sin ninguna discontinuidad.
----------A ese respecto, una lectura puramente continuista de Sacrosanctum Concilium es una lectura ciega. Sacrosanctum Concilium intenta servir a la continuidad de la tradición a través de diversas profundas discontinuidades. Pero aquí se inserta el segundo aspecto de la cuestión, que quizás sea también el más nuevo. Debemos tener en cuenta que en Sacrosanctum Concilium lo no dicho deviene importante en los términos de una relectura de "ritos y oraciones" (SC n.48) que constituyen la liturgia. Podríamos decir que las "oraciones" son lo dicho, mientras que los "ritos" son lo no dicho de la tradición ritual. Sacrosanctum Concilium nos pide convertirnos en muy atentos a lo no verbal, como conjunto de lenguajes a través del cual maduramos una más profunda comprensión o inteligencia del misterio de Dios, que se nos ha revelado en Cristo y se nos ha hecho accesible a nosotros a través del don del Espíritu Santo. Activar todos estos diferentes lenguajes no verbales es la tarea de un nuevo ars celebrandi, que concierne a todo bautizado.
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