lunes, 8 de mayo de 2023

Hacia el 60° Aniversario de la Sacrosanctum Concilium

Nos hallamos hoy en la tercera fase del Movimiento Litúrgico que alboreaba ya germinalmente en las primeras décadas del siglo XIX y llegaba a producir la Reforma litúrgica del Vaticano II. Hoy la Iglesia necesita emerger de tendencias provisorias y marginales, dejar sus vacilaciones y proseguir en ese servicio a la tradición que está constituido por una liturgia realmente fiel a Dios y al hombre, inmersa en la experiencia de los diferentes pueblos y por eso capaz de generar unidad en la diferencia, con simpatía y con apertura de corazón. No es nada fácil, y se necesitará tener al mismo tiempo coraje y paciencia. Sin embargo, esta es la única esperanza para una Iglesia que quiera caminar "siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I" (como dice sabiamente el n.1 de la Dei Verbum), pero para proceder hacia adelante y no para retroceder. [En la imagen: Ofertorio de la Misa del 15 de enero de 2011, en la Catedral de Westminster, en Londres, celebrada por el Arzobispo Vincent Nichols, con el Misal Romano publicado tras la promulgación de la constitución Sacrosanctum Concilium en 1963].

Bosquejo para una reflexión sobre el actual estado de la liturgia romana
   
----------En diciembre se cumplirán sesenta años de la Sacrosanctum Concilium, la constitución sobre Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, promulgada por el papa san Paulo VI el 4 de diciembre de 1963. A seis décadas de aquel acontecimiento, la nueva liturgia aparece como una conquista para siempre pero también como una herida abierta. Sus riquezas se viven día a día, pero también sus insuficiencias.
----------Muchísimos son los que hoy habitan la Iglesia y la experimentan de un modo estructuralmente diferente gracias a las liturgias reformadas, pero también sigue estando presente una pregunta que no es banal, que no es nada trivial, acerca del camino que se ha cumplido para llegar aquí, es decir, acerca del progreso realizado y de cómo continuarlo. El nuevo clima inaugurado por el Concilio también puede acoger su propia negación, y he ahí las voces descompuestas de quienes agitan su presunción (o bien su desesperación, o incluso su presunción y su desesperación) reclamando el mito de una "liturgia de siempre".
----------Le propongo al lector hacer el esfuerzo de entender las causas de todo esto. Aunque no pretendo, ni de lejos, alcanzar la meta en una nota tan breve como ésta. Sólo intento bosquejar una agenda de tareas, un plan de buenas preguntas para obtener las correctas respuestas. Se trata de un puñado de cuestiones abiertas a la indagación, que abordaremos en próximas notas.
   
El deber de la memoria auténtica, sin presunción y sin desesperación
   
----------Nuestras primeras preguntas podrían ser: ¿qué es lo que existe en el inicio de todo ese movimiento que ha conducido a la constitución Sacrosanctum Concilium y luego a la Reforma litúrgica? ¿Lo que existe es sólo una serie de intuiciones de estudiosos o peritos, sólo un conjunto de ideas académicas? ¿Lo que existe es una cesión o claudicación a las mentalidades modernas o a las corrientes protestantes? ¿Lo que existe en el inicio del movimiento litúrgico que condujo a la constitución conciliar de 1963 es una imposición de las élites eclesiales sobre el cuerpo de la Iglesia? No, nada de todo esto.
----------En el origen está más bien una gran crisis de los ritos cristianos, cuya conciencia se remonta ya a la primera mitad del siglo XIX. Si escuchamos a Prosper Guéranger [1805-1875] en Francia y a Antonio Rosmini [1797-1855] en Italia, quienes hablan de este tema en los años 1830s, ya constatamos la presencia de una cuestión litúrgica que fatiga y agobia a la Iglesia. ¿Cuáles eran las disfunciones que por entonces se advertían como síntomas de la crisis? La irrelevancia de la liturgia, la separación en el acto de culto de clérigos y laicos, la falta de experiencia celebratoria del pueblo de Dios: ese era el problema litúrgico que no pocos advirtieron que debía ser afrontado, y es el mismo problema que debe seguir siendo afrontado.
----------De este modo, descubrimos que la relación entre crisis y reforma debe ser reconstruida según una correcta sucesión de causa y efecto, o sea, dado que había una profunda crisis de los ritos tridentinos se había comenzado a reflexionar sobre la liturgia y sobre su reforma. Esto nos autoriza a pensar en la tradición. En cambio, es profundamente falso e históricamente erróneo invertir la relación y creer que la crisis haya sido originada en la Reforma litúrgica: el pasadismo, a un tiempo tan presuntuoso como desesperado, reconstruye la relación en modo inverso y pierde el sentido del relato eclesial del siglo XX, es decir, de lo que ha venido sucediendo en el último siglo, leyéndolo de modo totalmente distorsionado.
   
El Movimiento Litúrgico redescubre la liturgia como fons
   
----------Pero es justo preguntarse: ¿cómo se ha intentado responder a esta crisis ritual, que ha afectado en primer lugar al catolicismo de Europa a partir de finales del siglo XVIII, y luego a toda la Iglesia de rito romano? Lo que llamamos Movimiento Litúrgico constituye la respuesta a esta crisis, y se ha constituido de diferentes componentes. Por una parte se ha dado el estudio de la historia, de los antiguos Padres, del medioevo, hasta la edad moderna, para comprender mejor la tradición litúrgica que es vivida por la Iglesia.
----------Pero, por otra parte, también ha habido un enorme y prolongadísimo trabajo teológico de relectura y repensamiento del culto y de los sacramentos, para vincular más estrechamente la acción de Dios y la acción del hombre que en en el culto y en los sacramentos se realiza.
----------Finalmente, pero quizás debamos decir antes que nada, o sea, en la base y fundamento motivador de todo el Movimiento Litúrgico, ha existido un interés pastoral por precisar y concretar las formas de participación y de celebración de la acción ritual. Toda esta corriente renovadora ha comenzado en la primera mitad del siglo XIX, y ha llegado a asumir un rol protagónico a partir de los principios del siglo XX, para luego convertirse en acción reformadora de la Iglesia, a partir de los años 1950s, y finalmente gran pedagogía litúrgica para la reforma de la Iglesia, a partir de los años 1980s del siglo pasado.
   
Las diferentes fases del Movimiento Litúrgico
   
----------Por lo tanto, es útil identificar al menos tres períodos de este Movimiento Litúrgico. La primera fase, que va desde el siglo XIX hasta el año 1947, está caracterizada por una profunda investigación histórica, teológica y pastoral, sin centrarse todavía en el tema de la Reforma litúrgica.
----------Por el contrario, la segunda fase, que va desde 1947 a 1988, pone ya el acento sobre la Reforma de la liturgia, comenzando por la Vigilia Pascual y por la Semana Santa (con el papa Pío XII), y, a través del Concilio Vaticano II, llega hasta 1988, cuando se producen tres hechos de gran importancia: el papa san Juan Pablo II escribe la carta apostólica Vigesimus quintus annus, a veinticinco años de la constitución Sacrosanctum Concilium; se aprueba el Rito romano para la diócesis de Zaire, como primer caso de inculturación de la liturgia; finalmente se produce el cisma lefebvriano, también por motivos litúrgicos.
----------Ahora bien, una generación después de la constitución Sacrosanctum Concilium, se abre una tercera fase del Movimiento Litúrgico, que es la fase en la que nos encontramos hoy, caracterizada por la recepción de la Reforma, es decir, por la iniciación y la formación litúrgicas.
----------Finalicemos este primer bosquejo de agenda de tareas, que deberemos cumplir en las próximas notas, refiriéndonos a las dos fases más recientes del Movimiento Litúrgico.
   
La fase de la Reforma litúrgica
   
----------¿De qué manera la corriente de renovación litúrgica iniciada en las primeras décadas del siglo XIX ha podido producir la Reforma litúrgica que ha instaurado autoritativamente el Concilio Vaticano II? El Movimiento Litúrgico ha impulsado y nutrido la fase de la reforma al menos de tres maneras. En primer lugar, proporcionando con seriedad y rigor las bases textuales para una comprensión más profunda de la tradición litúrgica. No se ha tratado de juegos de poder, ni de arbitrariedades, ni de simplificaciones. Si estos elementos han existido, se deben a las fuerzas del anti-concilio, no a las fuerzas convencidas de la Reforma.
----------En segundo lugar, alimentando la espiritualidad eclesial y comunitaria con una reflexión sobre el valor fontal del culto cristiano que no tenía precedentes en la historia de la Iglesia y de la teología.
----------Finalmente, mediante una cuidadosa investigación pastoral, para redescubrir el rol de la Palabra para la accción litúrgica católica, la participación activa de todo el pueblo en el entero rito litúrgico, la ministerialidad no secuestrada por asfixias clericales, la sabiduría de una adecuada secuencia ritual, etc.
----------No hay duda de que, a través de esa obra histórica, teológica, y pastoral, el ars celebrandi ha crecido enormemente gracias a la labor duradera e incansable de muchos sujetos y comunidades tocadas por la gracia de este redescubrir la acción ritual como lugar de comunión íntima entre el Señor y su Iglesia. No ha sido un redescubrimiento fácil, ni un camino sobre rosas: pero el siglo XX ha visto un crecimiento litúrgico y celebratorio en verdad extraordinario, tanto en Europa como en África, tanto en América como en Asia.
   
La fase de la Iniciación y Formación litúrgicas
   
----------Los desafíos que la fase subsecuente y actual arroja a la fase precedente no son pequeños: los desafíos asumen por un lado el rostro de una negación de la necesidad de la Reforma, cabalgada por todas las formas de tradicionalismo y ayudada también por algunos actos oficiales de hace una década atrás, sobre todo por aquellos que admitían formas de peligroso paralelismo ritual entre viejos ritos y nuevos ritos (en la época de vigencia del motu proprio Summorum pontificum). Por otro lado, los desafíos toman las formas de la tentación de la suficiencia, que consiste en creer que la Reforma pueda identificarse simplistamente con los nuevos instrumentos o herramientas (por ejemplo los actuales libros rituales).
----------Parafraseando una expresión oficial, podríamos decir que hoy el desafío está en encontrar el recto camino entre una "moderna antigüedad", propugnada por la lógica de la Reforma, y ​​una "vieja modernidad", que opone a la lógica de la Reforma las formas de un oscurantismo nostálgico hecho de rigidez disciplinaria, persecución de los abusos sin atención a la recuperar los usos, literalismo latinocéntrico en las traducciones sin ninguna confianza en la vitalidad de los nuevos lenguajes, bloqueo de cualquier tendencia de adaptación con la maniática preocupación de identificar la universalidad con la uniformidad.
----------Ambas extremizaciones (que en el párrafo anterior he descripto tan sólo con términos que no están tan marcadamente definidos en la concreta realidad) son tendencias provisorias y marginales, aunque están dotadas de algún poder residual. Soy de la opinión de que está en la lógica de las cosas que la tercera fase bien pronto pueda emerger de sus vacilaciones y prosiga en ese servicio a la tradición que está constituido por una liturgia realmente fiel a Dios y al hombre, inmersa en la experiencia de los diferentes pueblos y por eso capaz de generar unidad en la diferencia, con simpatía y con apertura de corazón.
----------No es un resultado que se alcanzará de modo fácil, y se necesitará tener al mismo tiempo coraje y paciencia. Sin embargo, esta es la única esperanza para una Iglesia que quiera caminar "siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I" (como dice sabiamente el n.1 de la Dei Verbum: Conciliorum Tridentini et Vaticani I inhaerens vestigiis), pero para proceder hacia adelante y no para retroceder.

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