A la Iglesia la han fundado los judíos bajo la guía de nuestro Señor Jesucristo: ¿acaso no han sido judíos la Virgen, San José, los Apóstoles y los evangelistas? ¿No eran los primeros cristianos una comunidad hebrea? Posteriormente, con el ingreso de nosotros los paganos, que nos hemos convertido en la mayoría, hemos por desgracia asumido una actitud altanera e intolerante hacia los hebreos, tanto como para desanimarlos de entrar en la Iglesia. Pero el primer lugar en la Iglesia hubiera sido para los judíos. Ellos eran los primeros invitados al banquete del Cordero. Y todavía lo son. ¿Por qué el Papa no podría ser un hebreo como lo fue Pedro? [En la imagen: tomo de la Mishnah Torá de Maimónides, versión del norte de Francia o Alemania, c.1200-1400, conservado el Museo Metropolitano de Arte, New York, USA].
El valor de la auto-conciencia en la Sagrada Escritura
----------Noción importantísima que nos es proporcionada por la sabiduría bíblica es la del yo, noción que formamos y designamos con este término, cuando, habiendo tomado conciencia de nuestra persona, la hacemos objeto de nuestra atención o de nuestra consideración y nos damos cuenta de que la auto-conciencia no se funda sobre sí misma, sino que la auto-conciencia es creada por Dios, cuya existencia descubrimos al interrogarnos sobre la causa primera de las cosas, del mundo, de los demás y de nosotros mismos, de modo que no podemos llegar a esta auto-conciencia si no hemos precedentemente contactado con las cosas que forman la realidad externa, ya que la conciencia de nuestro yo la obtenemos al reflexionar sobre los contenidos de nuestra conciencia tomados del conocimiento de la realidad externa.
----------El yo bíblico no es el yo cartesiano solitario y absoluto, que existe por cuenta propia y que se pone a sí mismo originariamente e independientemente de la previa experiencia de las cosas externas, no es un yo cartesiano dotado originariamente de la idea de Dios, que, como dice Descartes, le revelaría la propia existencia sin que su existencia sea demostrada a partir de las creaturas, y le garantizaría que las ideas que tiene de las cosas corresponden a cosas que están efectivamente fuera de él.
----------Un yo de este género, que mezcla el yo humano con el yo divino, es netamente rechazado por la Escritura, la cual en el contexto de la noción analógica del yo como nombre para designar la conciencia de sí, distingue el yo humano, que es mi yo de criatura, falible y pecadora, del yo divino, que es ese yo absoluto y creador, al cual Dios piensa, cuando me habla de sí.
----------En efecto, el yo se relaciona al tú tanto en el hombre como en Dios. Yo me relaciono al Tú divino como dependiente del Tú divino. El Yo divino se relaciona a mí de modo que yo para Él soy un tú, que depende de este Yo. Los Salmos, Job y Kohelet son ejemplos eminentes de este diálogo entre el yo humano y el Yo divino, con el Tú divino y con el tú humano. Sobre este temática Martin Buber ha dicho cosas interesantes.
----------Para la Sagrada Escritura, poniéndome ante Dios, distingo mi voluntad, que es efecto de mi yo, de la voluntad del Tú divino y, si soy tentado a pecar, tengo el deber de decir como Jesús al Padre: "que no se haga mi voluntad sino la tuya". Además, reflexionando sobre mi yo, tomo conciencia tanto de las obras buenas cumplidas como de mis pecados, tanto de mis cualidades como de mis defectos, tanto de mis necesidades como de mis deberes hacia Dios, hacia el prójimo y hacia el mundo.
----------Cuando el salmista piensa en su propia salvación personal, piensa también en la de su pueblo. No es el hombre que vela por sus propios intereses y no se preocupa por los intereses comunes: los dos intereses están inescindiblemente conectados. Su yo personal se extiende al yo del pueblo; no sabe verse sino como miembro del pueblo. El pensamiento de sus pecados está inescindiblemente conectado con el pensamiento de los pecados de su pueblo; los pecados del pueblo son también sus pecados. No se sentiría salvo si el pueblo no se salvara; no sabría cuidar de su propia salvación sin cuidar de la de su pueblo.
----------"Mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. Trata bien a Sión por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios rituales -las oblaciones y los holocaustos- y se ofrecerán novillos en tu altar" (Sal 51,19-21).
----------Esta conexión inseparable entre el propio yo, y el yo colectivo del pueblo, está supremamente presente en el yo del Mesías, todo volcado a la salvación del pueblo. El Mesías no tiene pecados propios por los cuales tenga que pagar; el Mesías es un "cordero manso llevado al matadero" (cf. Is 53,7); es un inocente "llevado con una sentencia injusta" (v.8). Su preocupación es sólo la de ofrecerse a sí mismo por los pecados del pueblo. Él, inocente, hace suyo propio el yo pecador del pueblo.
----------El vértice de este yo mesiánico será el mismo yo de Jesús: el yo inocente alcanza el vértice de la inocencia en el hecho de ser incluso el Hijo de Dios, mientras que la entrega al propio pueblo alcanza igualmente el vértice en el hecho de que Jesús sacrifica su vida por la redención de Israel. Entonces, ¿Jesús tiene dos yo? Ciertamente. Tiene un yo humano y un yo divino, en virtud de las dos naturalezas en las cuales subsiste su persona divina. Por consiguiente, cuando Jesús dice "yo" se refiere ora a su humanidad, como cuando, por ejemplo, dice en la cruz "tengo sed"; ora en cambio se refiere a su divinidad, como cuando dice: "Yo Soy".
Pueblo mesiánico
----------Una característica de la religión judía es la firme esperanza en un Salvador, un "ungido del Señor" o Mesías, que libere al pueblo de sus pecados. Se trata de un hombre que reivindica y hace valer los derechos del pueblo frente a sus opresores. El Salvador es llamado goél, que se puede traducir como "vengador". Es válida también la traducción con "redentor", en el sentido de aquel que, para liberar a una persona prisionera de un raptor, persona que pertenece a otra por un vínculo de amor, arrebata por la fuerza al raptor el prisionero y lo restituye al propietario, pagando el rescate a la persona a la cual pertenece el rescatado, para resarcirle de la pérdida del que es readquirido por el redentor.
----------Pero lo importante a tener presente es que de las profecías bíblicas resulta que el Mesías será, sí, un hombre, pero como este hombre emergerá de Israel, es decir, será un hebreo, el mismo pueblo hebreo en este hombre es el pueblo-Mesías salvador de la humanidad mediante el sacrificio sacerdotal de sí mismo. Israel es un pueblo de sacerdotes. Por eso Jesús dice que la salvación viene de los hebreos. Es decir: viene a mí como hebreo. Yo represento a mi pueblo. En mí y a través de mí el hebreo salva a la humanidad. He aquí por qué Simeón, tomando al niño Jesús en sus brazos, lo llama "gloria de Israel".
----------De modo que, nosotros los cristianos, debemos hacer entender a nuestros hermanos hebreos, cuál es la gloria que ellos poseen, de modo que puedan llegar a darse cuenta de ella. Deben llegar a entender lo que Jesús ha hecho por ellos, y quién es Jesús para ellos. De tal modo podrán llegar a comprender lo que ellos pueden hacer por la humanidad en Jesús, si se ponen bajo su guía. Es esencial que les ayudemos a darse cuenta de todo esto. Deben entender el verdadero significado de que ellos son el pueblo elegido. Así podrán advertir lo que la Iglesia podría hacer si ellos entraran a la Iglesia.
----------A la Iglesia la han fundado los judíos bajo la guía de Jesús: ¿acaso no han sido judíos la Virgen, San José, los Apóstoles y los evangelistas? ¿No eran los primeros cristianos una comunidad hebrea? Posteriormente, por desgracia, con el ingreso de nosotros los paganos, que nos hemos convertido en la mayoría, hemos asumido una actitud altanera e intolerante hacia los hebreos, tanto como para desanimarlos de entrar en la Iglesia. Pero el primer lugar en la Iglesia hubiera sido para los judíos. Ellos eran los primeros invitados al banquete del Cordero. Y todavía lo son. ¿Por qué el Papa no podría ser un hebreo como lo fue Pedro?
----------Pero a este propósito del pueblo de Dios y del pueblo mesiánico, es necesario hacer una importante observación concerniente a la noción de persona. Una de las nociones más importantes de la Biblia hebrea es la noción analógica de persona: Dios es persona, el hombre y la mujer son personas, los ángeles son personas, el pueblo de Dios es una persona.
----------Pero entonces, ¿qué es la persona para la Biblia? Es una sustancia espiritual singular e irrepetible, con su propia naturaleza individual, que ejercita el intelecto y la voluntad, por lo cual habla y comunica verbalmente y con gestos con otras personas, ideas y contenidos conceptuales, gracias a los cuales puede ponerse de acuerdo y entrar en comunión acerca de mensajes comprensibles por el intelecto y practicables por la voluntad.
----------Ahora bien, ¿en qué sentido para la Sagrada Biblia el pueblo en general y en particular el pueblo hebreo es una persona? ¿No es simplemente un conjunto de personas? Sí, pero este conjunto puede estar de tal manera unido y concorde bajo la dirección del jefe, que puede expresarse en su jefe y por medio de él como si fuera un solo individuo: aquello que piensa, dice, quiere y hace el jefe es lo que piensa, dice, quiere y hace el pueblo. En este sentido, el pueblo es persona que piensa, dice, quiere y hace. En tal sentido, el pueblo es persona. He aquí por qué la Iglesia es persona (véase al respecto: J. Maritain, De l’Eglise du Christ. La personne de l’Eglise et son personnel, Desclée de Brouwer, Bruges 1970).
----------Esto no quita en absoluto que para la Sagrada Biblia el pueblo siga siendo una comunidad o asociación de personas, sobre base étnica y nacional, por ejemplo el pueblo de Israel, dotado de un propio territorio con sus propias fronteras, y las personas que lo constituyen, personas que juntas y recíprocamente vinculadas por medio de un pacto social fundacional del Estado, convienen, en una pluralidad de diferentes opiniones, según una carta constitucional y en el respeto del derecho natural, en la búsqueda concorde y ordenada del bien común temporal político según la forma democrática, aristocrática o monárquica.
----------Por eso, el apóstol san Pablo habla de la Iglesia con el concepto de "esposa" de Cristo. Por eso la Iglesia habla de la Santísima Virgen o de la mujer como imagen y modelo de la Iglesia. Y la misma Biblia hebrea habla del pueblo de Israel bajo la imagen de la "hija de Sion", que es la esposa de Dios, a quien Dios ama y se complace en ella como el esposo se goza por la esposa (Is 62,1-5).
----------Por consiguiente, el pueblo hebreo es un pueblo mesiánico en cuanto es Hijo de Dios. El concepto de Dios como Padre ya está presente en el Antiguo Testamento. Imaginar a Dios como padre viene espontáneo para la persona piadosa y esta imagen se encuentra también en el paganismo, como también lo atestigua el Himno de Cleantes. Júpiter es el padre de los dioses, y así para otras religiones. En la cultura de Israel también existe una fuerte convicción del primado del varón sobre la mujer, por lo cual en Israel no parece absolutamente conveniente representar la divinidad bajo imágenes femeninas.
----------Si hay Dios Padre, existen por consiguiente hijos de Dios: el hijo de Dios es Israel, los hijos de Dios son los ángeles, hijo de Dios es el rey. Hijo de Dios es el Mesías. Al mismo tiempo, se mantiene la conciencia de la diferencia entre el hombre y Dios. Por el contrario, el modo con el cual Jesús se presenta como Hijo de Dios suscita sorpresa y contrariedad, porque Jesús deja transparentar ser Hijo de modo de ser a su vez Dios.
----------Ahora bien, efectivamente es cierto que la divinidad del Mesías no aparece claramente en las profecías mesiánicas, pero ellas tampoco la excluyen, siempre que, como harán los cristianos, se distinga, como hemos visto, el concepto de persona del concepto de naturaleza, donde ulteriormente se distingue la naturaleza humana de la naturaleza divina. Es cierto que los profetas no anuncian un Mesías que sea un Dios encarnado. Nadie en la venida de Jesús esperaba un Mesías así. Sólo lo sabían san José y María Santísima. Pero entendemos que lo hayan mantenido en secreto. ¿Quién les hubiera creído?
----------Habiendo reflexionado largamente sobre las narraciones evangélicas, y sobre todo sobre las Cartas de san Pablo y san Juan, así como sobre la tradición de los apóstoles y los testimonios de los santos y de los mártires, nosotros, los cristianos, después de animadas y profundas discusiones, hemos llegado a la conclusión, en el Concilio de Caledonia del 451, que Jesús es una persona divina en dos naturalezas, divina y humana. En efecto, por una parte él no puede sino ser una sola persona. Pero, por otra parte, ¿cómo explicar el hecho de que Jesús haya cumplido tanto acciones humanas como acciones divinas, si no hubiera sido a la vez Dios y hombre? ¿Si no tuviera tanto la naturaleza humana como la naturaleza divina?
----------Hemos entonces comprendido que sí, ciertamente, la persona divina es distinta de la persona humana, pero que en Jesús no hay ni puede haber dos personas. Jesús es una sola persona. Se mantiene el problema: ¿humana o divina? Dado que sería absurdo que una persona humana sea de naturaleza divina, entonces hemos entendido que Jesús es una persona divina y que en él su naturaleza humana no posee su subsistencia humana, sino que subsiste gracias a la subsistencia de la persona divina del Hijo de Dios.
----------Cuando san Juan dice que el Verbo se hizo carne, no quiere decir que Dios haya cambiado su naturaleza en una naturaleza humana, sino que el Verbo ha asumido la naturaleza humana de Jesús en la unidad de la persona del Verbo (cf. E.Hugon, Le mystère de l’Incarnation, Téqui, Paris 1940). Queda a salvo el principio de la diferencia entre naturaleza humana y naturaleza divina. Pero Jesús sigue siendo una sola persona, persona divina, aunque manifestando actos propios tanto de Dios como del hombre.
Un detalle. Lo que dijo Jesús es que la salvación viene de los judíos, no dijo de los hebreos. Parecen sinónimos pero no es lo mismo.
ResponderEliminarLos judíos son de la tribu de Judá. Hebreo hoy es la lengua, que era común a todas las tribus.
Estimado Anselmo,
Eliminarle remito a lo considerado en la primera parte de la serie de artículos.
"Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel" (Mt 15,24).
Las expresiones "pueblo judío", "pueblo hebreo" o "pueblo de Israel", son de uso coextensivo.
Ulteriormente se pueden hacer precisiones de acuerdo al contexto en que se las usa. Particularmente en mi artículo hago la distinción habitual entre "hebreo" en cuanto designando la raza (independientemente de que se renga o no religión), y "judío" en cuanto se refiere al hebreo creyente en su religión ancestral. Precisamente, desde los tiempos de Herzl, y sobre todo desde 1948, el sionismo ha subrayado esta distinción al afirmarse de Israel como ocupando un lugar en el concierto de las naciones por fundamentos laicos, independientes de la fe. Al mismo tiempo, ya he señalado las limitaciones de esta óptica si Israel desa fundamentar sus derecho de ocupación de su tierra frente a los derechos, también atendibles, de los palestinos actuales.
Sin embargo, las expresas palabras de Cristo son “la salvación viene de los judíos”.
EliminarEstimado Anselmo,
Eliminarefectivamente, "la salvación viene de los judíos" dice Jesus en Jn 4,22, y así, según la versión de la Biblia de la CEA, cité esa frase en la primera nota de la serie.
Pero, como le he dicho, los términos "judíos", "hebreos" e "Israel" son intercambiables. Por eso en la sexta nota, publicada hoy, la he parafraseado, explicando que, según las profecías bíblicas el Mesías emergería del pueblo de Israel, es decir, será un hebreo, un judío, y por eso se puede decir que la salvación viene de los hebreos, o de los judíos, o de Israel. Es decir, Jesús es el Salvador en cuanto hebreo, judío, miembro paradigmático de Israel: representa al pueblo elegido. En Jesús y a través de Jesús el hebreo salva a la humanidad. Por eso Simeón, tomando al niño Jesús en sus brazos, lo llama "gloria de Israel".
Aprovecho para decirle: es vano discutir por palabras. Lo importante es comprender el concepto. Si usted ha entendido que con la palabra "hebreo" estoy haciendo referencia al hombre judío o al pueblo judío o al pueblo de Israel, ¿a qué el debate? Si me ha entendido, aunque no le agrade la palabra, lo importante es que me entiende el concepto. Así, cuando yo digo "el italiano", usted, de acuerdo al contexto, entenderá si me refiero al ciudadano italiano o al lenguaje italiano. Cuando yo digo "el español", usted, de acuerdo al contexto, entenderá si me refiero al español, al hispano-hablante o al lenguaje español.
Claro que es vano discutir palabras. Y entiendo que las use como sinónimos, aunque no lo son. Y hay motivos lingüísticos e históricos para que no lo sean. Más que nada para los mismo judíos. En italiano se prefiere usar ebrei a giudei. Incluso hablan de los "ebrei di Roma". Pero es un problema de esa lengua.
ResponderEliminarEl motivo de la distinción es que los judíos consideran que las tribus se perdieron, excepto la de Judá y, en parte, los sacerdotes.
De todos modos, en el caso específico de esa cita evangélica, Jesús está hablando con una samaritana que se consideraba descendiente de las tribus de Manasés y Efraim. Aunque los judíos no los consideraban así. Por ello en ese caso la palabra judío es restrictiva, referida solamente a los del reino de Judá. De hecho ella le dice "tú que eres judío" y Jesús dice "la salvación viene de los judíos".
Jesús dice: "Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos". Si Jesús hubiera usado la palabra hebreos, la samaritana podría haberle dicho que ella también es hebrea. No así, judía, lo que ciertamente no era.
Lo que no entiendo es el motivo para poner en boca de Jesús una palabra cuando usó otra.
Estimado Anselmo,
Eliminarme alegra que usted comprenda que sea vano discutir palabras, y que, por lo tanto, hagamos un esfuerzo por comprender lo que pensamos al usar las palabras.
También me alegra que comprenda que yo estoy usando como sinónimos las expresiones "pueblo judío", "pueblo hebreo" y "pueblo de Israel". Ahora, entonces, el siguiente paso importante, si usted desea entenderme y entender el sentido de mi artículo, es la razón por la cual las uso como sinónimos, y no sólo yo, sino el habla común de nuestro tiempo (aunque pueda existir, como usted bien dice, un modismo argentino, o incluso algún modismo de algunos judíos observantes actuales, en distinguir las expresiones).
Efectivamente, la expresión "hebreos" es la que se usa en Italia (ebrei), y es la expresión más común, y la que también se usa actualmente a nivel magisterial en la Iglesia. Y las razones son las mismas que las que motivan mi uso.
Ahora bien, usted dice que las tres expresiones mencionadas "no son sinónimos, por motivos lingüísticos e históricos". Y lo entiendo perfectamente, porque usted se ubica en ese plano histórico, que, sin embargo, no es el que le interesa a la Iglesia en su magisterio, ni a mí en mi artículo, ni tampoco a la Iglesia en su pastoral de diálogo interreligioso.
Agradezco su información de carácter histórico, y seguramente los demás lectores se la estarán agradeciendo.
Pero ahora trate usted de ubicarse en el presente, y en el sentir de la Iglesia católica.
Pues bien, yo no he puesto en Jesús otra palabra distinta que la que usó. De hecho, al comenzar el artículo he usado la traducción de la CEA (Levoratti): "la salvación viene de los judíos".
Posteriormente, para expresar el significado de tal afirmación de Jesús, a nivel teológico, he usado los otros términos, porque ése es precisamente el sentido que tienen las palabras de Jesús, y el que debe interesarnos.
El pueblo elegido es el que nació de Abrahám, fue luego reunido por Moisés y guiado a su tierra, y es el pueblo que ha recuperado su tierra en 1948, y que ahora expresa razones laicas (Herzl) para pretender un lugar en el mundo. A esa nación (judía, hebrea, Israel) es a la que nos dirigimos con nuestro diálogo judeo-cristiano.
Más allá de las razones de historia del lenguaje o de historia religiosa, lo importante es la idea que ellos, quienes hoy forman el pueblo que tiene su origen en Abrahám y Moisés, y que hoy es llamado con varias denominaciones, es precisamente el Pueblo de la Antigua Alianza hacia el cual debemos dirigir nuestro diálogo en la verdad y en la caridad.
Ese es el motivo de mi artículo: el presente, no el pasado.