jueves, 4 de mayo de 2023

Benedicto XVI frente a Karl Rahner y los rahnerianos: drama personal y drama para la Iglesia durante sesenta años (1/4)

En las últimas seis décadas, el drama permanente de la Iglesia terrena (drama simbolizado por la Mujer apocalíptica que da a luz a Cristo en el dolor, mientras el Dragón quiere matar al Hijo) se ha centrado y visibilizado en el largo y dramático enfrentamiento entre dos grandes teólogos alemanes, ya fallecidos, Joseph Ratzinger y Karl Rahner. Su drama personal es el símbolo y la clave de lectura de la historia de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. [En la foto, el teólogo Karl Rahner y Joseph Ratzinger, profesor de dogmática e historia del dogma en Regensburg, en la asamblea general del sínodo conjunto de las diócesis de la República Federal de Alemania en Würzburg el 10 de mayo de 1972].

El drama
   
----------En el largo y dramático enfrentamiento entre dos grandes teólogos alemanes, que ya no están entre nosotros, Joseph Ratzinger [1927-2022] y Karl Rahner [1904-1984], podemos encontrar el símbolo y la clave de lectura de la historia de la Iglesia a partir del acontecimiento del Concilio Vaticano II hasta nuestros días. Esto es posible porque ambos teólogos, más que ningún otro teólogo del siglo pasado, en mi opinión, han sabido vincular su historia personal a la historia de la Iglesia con intuiciones, propuestas y concepciones que han influenciado masas enormes de católicos, haciendo llegar su mensaje en muchos casos bajo formas vulgarizadas o mediante discípulos o seguidores que se han ocupado de él o han permitido su difusión.
----------El libro de mons. Georg Gänswein, Nada más que la verdad (Desclee de Brouwer, Bilbao 2023), con un título altisonante como si se tratara del dramático testimonio de un proceso judicial y sobre el cual se ha hecho tanto ruido mediático, en realidad no ofrece ningún interés a los fines de aclarar nuestro tema, porque el autor muestra ignorar o finge ignorar los términos de nuestra enorme cuestión y se detiene a narrar hechos de su vida cotidiana con el papa Benedicto. Algunos esperaban críticas al papa Francisco y se podía entender, dado que Francisco ha sido nombrado Papa por la mafia de San Galo en el puesto de Benedicto. Pero Gänswein no dice nada sobre nuestros temas más allá del rotundo título del libro que hace pensar en quién sabe qué dramáticas revelaciones. Los comerciantes saben cómo vender bien sus mercancías.
----------Comencemos por afirmar que el acontecimiento del Concilio Vaticano II ha sido para la Iglesia un evento traumático y estimulante al mismo tiempo. No olvidemos que la Madre Iglesia es aquella Mujer del Apocalipsis que da a luz a Cristo en el dolor, mientras el Dragón quiere matar al Hijo. Desde hace dos mil años se viene produciendo este evento apocalíptico, que durará hasta el fin de los tiempos.
----------Los términos del choque son siempre aquellos, descriptos por Juan en el Apocalipsis, pero en el curso de la historia este choque se produce de forma siempre nueva, según un desarrollo que conduce a la Iglesia en la fidelidad a su Señor, a comprender y a profundizar la verdad evangélica, para ver siempre cada vez mejor lo que está sucediendo, cuál es la voluntad de Dios, para ser siempre cada vez más dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, para aumentar el fervor, para saber lo que debe pensar, decir y hacer y, por tanto, para progresar en su camino de conversión y de santidad, para mejorar su obrar, para crecer en el amor.
----------La Iglesia debe romper con los malos hábitos, con los usos y costumbres ya obsoletos e ineficaces, abandonar modas, métodos, lenguajes o medios técnicos que ya son inútiles y superados, reconocer sus faltas y corregirse, avanzar por el mismo camino, ser fiel a la palabra dada, conservar inalterado el depósito, no cambiar nada de la Palabra de Dios, crecer en la virtud, abrir nuevos horizontes y perspectivas, superarse a sí misma, abandonar lo viejo, abrirse a lo nuevo, evolucionar de modo homogéneo, evitar romper allí donde es necesaria la continuidad, distinguir lo mutable de lo inmutable, el ser del devenir.
----------En la historia de los Concilios ecuménicos, ninguno como el Concilio Vaticano II ha involucrado tan profundamente y en modo tan penetrante ya sea la doctrina como la conducta de la Iglesia. Todo en lo accidental y en lo contingente ha cambiado, mientras que todo en lo esencial, en lo sustancial y en lo necesario ha permanecido idéntico. Esta es la aparente paradoja de este Concilio.
----------Aquí, sin embargo, radica la dificultad de comprender lo que el Espíritu Santo ha obrado en él. Interpretar las enseñanzas del Concilio, ver que cosa es vinculante y que cosa es discutible, que cosa es pastoral y que cosa es doctrinal, no es algo fácil. Aquí es donde arrecian las polémicas. Paradójicamente, este Concilio, para hacerse entender, ha querido hablar en un lenguaje moderno, efectivamente usado por el hombre de hoy, pero el problema es que este lenguaje adolece de imprecisión y equivocabilidad, de modo que al final el Vaticano II, instrumentalizado por los modernistas, que han acentuado las ambigüedades en lugar de eliminarlas, ha terminado creando dificultades y malentendidos alli donde precisamente pretendía hacerse entender.
----------Ha sido desafortunadamente una elección fatal. Todos los Concilios precedentes han asumido el lenguaje claro y preciso de tipo jurídico, mientras que éste ha preferido el lenguaje literario, con su característica fluidez y prolijidad, que, si bien son apreciables desde un punto de vista estético, ofrecen dificultades a quienes quieren saber exactamente lo que se debe pensar y lo que se debe hacer, siendo evidente la ventaja que el lenguaje claro ofrece a quienes quieren saber con claridad lo que se debe hacer, y tal lenguaje no ofrece excusas ni escapatorias a quienes quieren sustraerse a la obediencia.
----------Es cierto que el lenguaje bíblico es a menudo poético, metafórico y simbólico. A veces es un lenguaje místico. Pero precisamente para ayudarnos a comprender, Cristo ha querido el subsidio del Magisterio de la Iglesia, el cual a su vez no puede usar el lenguaje místico o poético, pues de lo contrario estamos como al principio. El Magisterio de la Iglesia debe usar el lenguaje jurídico, didascálico, racional o filosófico no por cierto para hacernos caer en la pedantería, en el juridicismo, en el racionalismo, en el legalismo o en el fariseísmo, sino para una comprensión veraz, luminosa, humilde, sobria, penetrante y fiel del Misterio.
----------El lenguaje del Magisterio de la Iglesia no excluye el lenguaje metafórico o analógico, con varios sentidos proporcionalmente similares en relación a uno, pero no lo confunde con lo equívoco. El lenguaje de la Iglesia sabe ser apropiado, inteligible, inequívoco y preciso sin ser necesariamente unívoco. Incluso cuando es vago, no es nunca de doble sentido, sino que siempre está marcado por la más estricta lealtad y honestidad.
----------Es por eso que los demás Concilios en la historia de la Iglesia han procedido por cánones. Este Concilio, como es sabido, ha renunciado al tradicional lenguaje sobrio y preciso de los precedentes Concilios. Hay quienes han hablado de ambigüedad respecto al Vaticano II. Pero, hablando con precisión, no es verdad. Ha sido un pretexto para desobedecer y para rehusarse a cambiar y a abandonar lo viejo. Son los lefebvrianos. Sin embargo, también hay quienes, con ánimo doble, para hacer sus propias conveniencias, han pescado en la turbidez, creando confusión en lugar de distinguir. Son los modernistas.
----------Por lo tanto, existe una verdadera dificultad para distinguir qué cosa, después de las directivas formuladas por el Concilio Vaticano II, ha cambiado, qué cosa se debe cambiar y qué cosa ha permanecido idéntica, qué cosa no se debe cambiar. Naturalmente, está claro que el Concilio no ha cambiado los dogmas, como nos quieren hacer creer los modernistas. Sin embargo, es igualmente claro que hay novedades doctrinales, que los lefebvrianos confunden con modernismo. Este Concilio no es sólo pastoral, como los lefebvrianos sostienen, para así tener la posibilidad de impugnar sus doctrinas.
----------Ahora bien, ¿quién nos guía en este discernimiento? Evidentemente el Magisterio de la Iglesia bajo la guía del Romano Pontífice. Aquí está el punto central de la cuestión. Quien quiera hacerlo por su propia cabeza, cualquiera que quiera seguir su propio camino, convencido de que tiene un hilo rojo con el Espíritu Santo o se cree el intérprete infalible de la "filosofía moderna", se pierde, se descarrila, y se hace daño a sí mismo y a los demás. No renueva sino que destruye, no reforma sino que deforma, no hace progresar sino retroceder, conserva lo que debe ser desechado y desecha lo que se debe conservar.
   
La amistad
   
----------Tanto Joseph Ratzinger como Karl Rahner, como sabemos, fueron peritos del Concilio Vaticano II, amigos ligados por recíproca estima y admiración, exponentes de aquella corriente teológica que más y con mayor convicción había abrazado el proyecto del papa san Juan XXIII de presentar el dogma católico en un lenguaje más comprensible al hombre de hoy, asumiendo en la visión católica los valores del pensamiento moderno. Juntos han contribuido a la redacción de los documentos conciliares, en particular a la importante constitución dogmática Dei Verbum, muy apreciados y consultados por los Padres conciliares.
----------El Papa emérito en la entrevista concedida a Peter Seewald, titulada Últimas conversaciones (Ediciones Mensajero, Bilbao 2016), recuerda su amistad con Rahner durante las labores del Concilio, pero añade que en un cierto momento notó en él una tendencia que lo llevaba a ponerse en contraste con el Magisterio de la Iglesia. Entrambos se consideraban progresistas. Pero Benedicto cuenta que en cierto momento se dio cuenta de que Rahner no entendía el progresismo como lo entendía él, es decir, en continuidad con el Magisterio tradicional. También él quería lo nuevo, el progreso, pero sin romper con el dogma, sin cambiar el dogma. Conocerlo mejor, ciertamente, y presentarlo de modo comprensible y atrayente para los hombres de hoy, como quería el papa Juan, pero dejándolo con el mismo significado. No decir cosas nuevas o diferentes de aquellas que la Iglesia siempre ha creído, sino decirlas en modo nuevo, mejor y más claro.
----------En la mencionada entrevista, Benedicto es muy educado y discreto al recordar su disenso con Rahner, como si la confrontación entre ellos se hubiera tratado de simples diferencias de opiniones. Benedicto tiene un modo de expresarse como si se hubiera tratado de simples desacuerdos personales. Pero por el contexto es clarísimo que no se trataba de simples opiniones o gustos personales, sino de elegir entre lo verdadero y lo falso, entre la fidelidad y la traición, entre la conservación y la destrucción.
----------Sin embargo, es un hecho que se desprende claro de las declaraciones de Ratzinger y para quien conoce sus posiciones en la época del Concilio, que él tenía entonces un concepto del hacer teología más como expresión de la personalidad del teólogo que como elaboración de un saber científico objetivo. Se siente que Ratzinger ha estado bajo el influjo de esa teología personalista de tendencia modernista, por la cual se quisiera contraponer la vida a la intelectualidad, como si el ejercicio del intelecto y del pensamiento abstracto no fuera suprema manifestación de vitalidad espiritual.
----------Está claro que a Ratzinger le gustaba en teología ese modo de expresarse de estilo vivaz y poético, abierto al sentimiento, en el cual juega mucho la participación emotiva, rico en metáforas, más que el estilo desprendido, equilibrado, sobrio y seco, típico de la ciencia, propio de santo Tomás de Aquino y de los escolásticos. De hecho, con un cierto tono de repulsa, dice de santo Tomás: "en el fondo escribe textos escolásticos, en cierto sentido impersonales". Sin embargo, esto no le impedía y no excluía en modo alguno la debida consideración del Doctor communis Ecclesiae, como de esto dará prueba más tarde al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y sobre todo en el trono de Pedro.
----------Terminado el Concilio, los dos amigos comenzaron, sin embargo, a hacerse propagandistas del mensaje conciliar, muy escuchados a causa de la fama de haber sido colaboradores destacados de la obra de los Padres conciliares y, por lo tanto, de haber dejado una impronta o huella en el texto definitivo de los documentos del Concilio, por lo que se habían vuelto muy autorizados en la interpretación de las enseñanzas conciliares. Todavía a finales de los años '60 Ratzinger y Rahner publicaron conjuntamente un libro que trataba temas teológicos que habían abordado en el Concilio: Revelación y Tradición (Herder, Barcelona 1971).
----------Sin embargo, sus antecedentes culturales no coincidían del todo exactamente y, de hecho, escondían un surco profundo, una grieta, que hasta entonces Rahner había mantenido oculta, probablemente por razones de conveniencia y para poder participar en las labores del Concilio. Tenía necesidad de consolidar su posición y de adquirir, con el apoyo de sus seguidores Jesuitas, un amplio prestigio. Sintió que solo entonces podía hacer valer con éxito sus ideas modernistas. Y de hecho ocurrió precisamente así. Rahner no se equivocó en sus cálculos, y sucedió que se les apareció a muchos como el heraldo y el portavoz del Concilio Vaticano II, al momento en el cual lo falsificaba. Y este desafortunado equívoco lamentablemente ha durado todavía sesenta años porque los rahnerianos, habiendo alcanzado mientras tanto posiciones de poder, sofocan o ignoran las voces críticas, no obstante la oposición a Rahner de los Papas del postconcilio.
----------En la entrevista con Seewald Benedicto cuenta que ya durante los trabajos del Concilio a partir de 1962 apareció una corriente que, bajo el pretexto del progresismo, en realidad impulsaba un giro modernista del Concilio. Recuerda con emoción aquellos hechos dramáticos y en particular el entrevistador recuerda las palabras de Ratzinger en 1967, cuando "durante una conferencia en Tübingen, advierte que la fe cristiana está ahora rodeada 'por la niebla de la incerteza como nunca antes en la historia'".
----------A la pregunta de Seewald de si "la historia del Concilio precisamente aquí tal vez da testimonio de una trágica fractura intraeclesial que todavía está presente", el Emérito responde: "Diría que sí". ¿Que cosa es esta trágica fractura o grieta, por la cual en la Iglesia muchos católicos están destruyendo a la Iglesia? (en 1975 san Paulo VI había hablado de "autodemolición", pero quizá se hubiera expresado mejor hablando de hijos que quieren matar a su madre). ¿Qué es esta niebla que pone en duda la fe y cambia lo que no debe cambiar o hace derrumbar las certezas de fe, si no el relativismo y el historicismo rahnerianos?
----------En todo caso, tanto Ratzinger como Rahner, aún en la época de las labores del Concilio, habían tenido comunes intereses filosóficos, como por ejemplo interés por el pensamiento de Heidegger, habían prestado también atención al mundo protestante, como por ejemplo los trabajos de Barth y de Bultmann, habían sido estudiosos de la exégesis bíblica y de la doctrina de los Padres de la Iglesia, Ratzinger más los occidentales y Rahner más los orientales. Ambos eran admiradores de san Buenaventura.
----------Ratzinger se sentía discípulo de san Agustín sin naturalmente ignorar a santo Tomás. Había conocido un tomismo demasiado rígidamente escolástico, por lo cual se acercó a san Agustín, tomando como modelos a los teólogos Söhngen, Guardini y de Lubac, de la misma línea agustiniana.
----------En cambio, un representante de esa escolástica que Ratzinger juzga hecha de "formulaciones un poco rancias", era ciertamente el teólogo de Munich Michael Schmaus, autor de un curso de teología dogmática (publicados en versión española por Ediciones Rialp, Madrid en los años '60, en ocho volúmenes). Schmaus se opuso al joven teólogo Ratzinger con una cierta altanería, y éste, en confesión del propio Benedicto, le devolvió con la misma moneda destruyendo en el fuego la tesis de teología, de la cual había sido codirector, anotada por él con muchas correcciones. Es posible que a Schmaus le molestara no haber sido llamado al Concilio a diferencia de Ratzinger, que era mucho más joven que él.
----------Este episodio, que nos produce un cierto desagrado, nos muestra la ebullición pasional del joven Ratzinger, del cual vemos cómo por entonces aún no había alcanzado ese equilibrio y esa sabiduría, que habría de alcanzar después, sobre todo como Papa reinante y luego emérito, forjado por los largos sufrimientos y humillaciones, infligidas sin tregua por los rahnerianos y por las diversas pruebas de la vida.
----------Por otra parte, hay que decir que tampoco Schmaus dio ejemplo de apertura mental y la grave mancha que lamentablemente debemos notar en su actividad, por lo demás de gran teólogo tomista, fue la duplicidad en la cual cayó sosteniendo la compatibilidad del catolicismo con la doctrina nacional-socialista. Por otra parte, se sabe que Hitler se declaraba católico. Después de todo, ¿los modernistas no se declaran católicos? ¿No se declaró católico Giovanni Gentile, el teórico del fascismo? Hoy se hablaría de una Iglesia "inclusiva". Sea lo que sea de todo este asunto, podemos decir que Ratzinger, por lo tanto, tenía motivos para estar indignado con Schmaus, pero en aquella época no fue capaz, como lo será luego en la Congregación para la Doctrina de la Fe y más como Papa, de saber apreciar los aspectos positivos del gran teólogo.
----------En cuanto a Rahner, desde finales de los años '30, había intentado desarrollar, en la línea de su cofrade jesuita padre Joseph Maréchal, un acercamiento de santo Tomás de Aquino con el idealismo alemán: Maréchal había elegido a Kant, Rahner, había elegido a Hegel y posteriormente se había convertido en admirador del pensamiento de Heidegger, admirador a su vez del nazismo.
----------Incluso la movida de Rahner, con su acercamiento de santo Tomás con Hegel en los años 1939-1941, se la puede considerar como una astucia o artimaña para tener espacio dentro de la cultura nazi, cuya teoría del Estado se derivaba notoriamente de la filosofía hegeliana. Lo doloroso es que hoy, ochenta años después del fin del nazismo, todavía siguen en vigencia cristologos como Rahner, Kasper, Küng y Forte, que tienen el coraje de proponer una cristología inspirada no en santo Tomás, sino en Hegel.
----------En cuanto a Rahner, ya había sido censurado por el papa Pío XII por su tendencia idealista, en conformidad con la condena del idealismo pronunciada por este Papa en la encíclica Humani generis, de 1950. Sin embargo, las obras en las cuales Rahner sostenía su tomismo hegeliano no habían sido condenadas. Así, el papa san Juan XXIII, abierto a la teología progresista, a petición de Konrad Adenauer, jefe del gobierno alemán, liberó a Rahner de la censura y lo invitó a actuar como perito en el Concilio.
----------Después de todo, aparte del incidente con Pío XII, desde hacía ya muchos años Rahner se había hecho fama de teólogo docto, sabio y avanzado. Ratzinger, por lo tanto, admirador del talento de Rahner y apreciando la contribución que había dado al Concilio, en un primer momento no tuvo en cuenta los preocupantes precedentes de Rahner y continuó apoyándolo y compartiendo sus ideas.
----------Fue entonces que Ratzinger, junto con Rahner, Küng, Schillebeeckx, Congar, Gutiérrez y otros teólogos de renombre, fundaron la revista Concilium, que recogía las aportaciones de los teólogos progresistas. Pero, desde el momento en que Rahner comenzó a propagandear las doctrinas del Concilio con una actividad intensísima y seguidísima, Ratzinger se dio cuenta de que Rahner no era fiel en su exposición de las doctrinas del Concilio, sino que las interpretaba en sentido modernista.
----------Ratzinger, ya siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le manifestó esta decepción de aquellos años al periodista Vittorio Messori en la famosa entrevista publicada luego en el libro Informe sobre la fe, de 1985. Precisamente, a la pregunta de Messori sobre el motivo por el cual Ratzinger había abandonado su colaboración en Concilium, el Cardenal respondió:
----------"Yo no he cambiado, los que han cambiado han sido ellos. Desde las primeras reuniones, hice presente a mis colegas dos exigencias. La primera: que nuestro grupo no debía ser sectario, arrogante, como si nosotros fuéramos la nueva y verdadera Iglesia, un magisterio alternativo con la verdad del cristianismo en el bolsillo. Y la segunda: que era necesario tratar con la realidad del Vaticano II, con la letra y con el espíritu auténticos del Concilio auténtico, no con un imaginario Vaticano III; sin tener, por tanto, escapes solitarios hacia delante. Estas exigencias, posteriormente, han sido tenidas cada vez menos presentes hasta un punto de inflexión -que se puede situar en torno a 1973- cuando alguien empezó a decir que los textos del Vaticano II ya no podían ser el punto de referencia de la teología católica. De hecho, se decía que el Concilio aún pertenecía al 'momento tradicional, clerical' de la Iglesia y que, por tanto, era necesario superarlo".
----------En esas palabras es evidente la referencia a la línea de Rahner, quien desde el inmediato postconcilio estaba interpretando el Concilio en un sentido modernista, que no posee en absoluto, intimando descaradamente a la Iglesia a abrazar sus ideas, si no quería quedarse atrás en el fondo o periferia de la historia.
----------Habiendo llegado a este punto la confrontación, para Ratzinger se impuso una dolorosa elección: o continuar trabajando al lado de Rahner en la revista Concilium, a costa de ponerse en contraste con el verdadero significado del Concilio y la doctrina de la Iglesia; u optar decididamente por la fidelidad a la Iglesia, aceptando la previsible reacción de los teólogos de Concilium, que de ahora en adelante le habrían tildado con el para ellos infamante título de "conservador", la nota más vergonzosa que en la mente de los modernistas se le puede asignar a un teólogo que no acepta sus ideas. Ratzinger optó por la fidelidad a la Iglesia del verdadero Concilio Vaticano II y se asoció a Von Balthasar para fundar la revista Communio.
----------Ratzinger permaneció profundamente conmocionado y perturbado por el surgimiento, ya durante las labores del Concilio, de una corriente, la cual, inicialmente propuesta como progresista, luego reveló su rostro modernista. Advirtiendo profundamente su compromiso de fidelidad a la Iglesia y hondamente arraigado en sus convicciones, se dijo a sí mismo: progresista, sí, modernista, no. Maritain fue quien se dio cuenta ya en 1966 de que la división en el seno de la Iglesia, que ya había surgido durante el transcurso del Concilio, era una forma particularmente virulenta de modernismo. Ciertamente, Ratzinger no usa el término modernismo, pero el concepto se trasluce clarísimo, detrás de sus principales ídolos polémicos, contra los cuales combatirá siempre, incluso como Papa: el relativismo, el subjetivismo, el positivismo, el marxismo, el idealismo.
----------Una cosa que sorprende por cuanto respecta a la elección pontificia de los peritos del Concilio, es que san Juan XXIII no haya elegido a Maritain, el cual se había ganado la merecida fama de filósofo y teólogo tomista, promotor de ese progreso humano, espiritual y eclesial que luego habría de ser prescrito por el Concilio. En mi opinión, el Papa fue convencido de evitar esta movida por los rahnerianos, temerosos de que en el Concilio pudiera afirmarse el verdadero progresismo y ya secretamente firmes en su intención de promover su falso progresismo de tipo modernista. De hecho, como era de esperarse, no obstante sus complots, venció en el Concilio el proyecto maritainiano, muy similar al de Congar y Daniélou.
----------Y sorprende también que ni siquiera el papa san Paulo VI, admirador y discípulo de Maritain, haya logrado ubicar a Maritain entre los peritos del Concilio. El motivo de esto lo atribuyo siempre a las presiones de los rahnerianos, ya incrementadas durante las labores del Concilio. Incluso Paulo VI, como ya le había ocurrido a Juan XXIII, se engañó con Rahner. Este descuido obviamente no les impidió, como Pastores de la Iglesia, impartirnos sabias enseñanzas que nada tienen que ver con el idealismo rahneriano.
----------San Paulo VI, como es bien sabido, tuvo al menos la satisfacción de entregar a Maritain, al final del Concilio, el Mensaje a los Intelectuales. Ciertamente, es extraño que Ratzinger nunca mencione a Maritain, cuyo proyecto reformista era idéntico al suyo. Efectivamente, Maritain era tomista, pero de ese tomismo abierto, similar al de Congar, que el mismo Ratzinger auspiciaba, porque también Maritain, al igual que Ratzinger, pretendía superar el tomismo preconciliar demasiado polémico hacia la modernidad.
----------Me temo que aquí juega una cierta ancestral incomprensión entre franceses y alemanes, porque incluso Maritain curiosamente, no obstante su finísimo espíritu crítico, nunca se ha fijado en Rahner. Sin embargo, es cierto que los rahnerianos saben disfrazarse muy bien y son habilísimos camaleones (con perdón de estos animales) para ocultar sus errores bajo apariencias de verdad, por lo cual un crítico que no es lo suficientemente juicioso se ve llevado a interpretar en bien lo que en realidad esconde el error.

6 comentarios:

  1. Sergio Villaflores4 de mayo de 2023, 16:40

    Estimado padre Filemón. Usted ha escrito : "Hay quienes han hablado de ambigüedad respecto al Vaticano II. Pero, hablando con precisión, no es verdad. Ha sido un pretexto para desobedecer y para rehusarse a cambiar y a abandonar lo viejo. Son los lefebvrianos".
    Quizás usted haya querido decir "equivocidad" en lugar de "ambigüedad".
    No soy lefebvriano, por supuesto. Me preocupo por comprender el Magisterio y ser fiel a él. Pero no me sorprende encontrar algunos textos del magisterio de carácter ambiguo. La única dificultad que me causa es que me obliga a encontrar el sentido correcto entre los dos, ya que es el sentido correcto, y no el incorrecto, el que el Magisterio ha querido expresar.
    Creo que es lo mismo que Ud. nos ha enseñado en otros artículos, hablando de la ambigüedad en el magisterio del papa Francisco, dificultad que obliga a los buenos católicos a interpretar siempre al Papa en el sentido correcto.
    Repito, no me crea dificultades que algunas expresiones del Concilio sean ambiguas, en su estilo literario. Por eso hay dificultades para interpretarlo correctamente.
    Sergio Villaflores (Valencia)

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    1. Estimado Sergio,
      Lo que yo he notado en los lefebvrianos es la tendencia a considerar ciertas doctrinas del Concilio Vaticano II tales como para hacer caer en error.
      De modo particular, he notado que ellos interpretan en sentido negativo las que pueden y deben interpretarse en sentido bueno y positivo. Por ejemplo, según ellos, el decreto sobre la libertad religiosa y el decreto sobre ecumenismo favorecen el indiferentismo. Esta es la actitud de los lefebvrianos.
      En cuanto al uso de los términos "equívoco" o "ambiguo", este uso no me parece fijo, sino que tiende a cambiar según las personas que los usan.
      Si queremos ser precisos, lo equívoco es un término de la lógica, es decir, es una palabra que puede tener significados opuestos o completamente diferentes.
      Lo ambiguo, en cambio, supone un cierto vicio moral, es decir, una cierta falta de sinceridad o de honestidad en el lenguaje. El término ambiguo puede recibir una interpretación positiva o una interpretación negativa. En el caso del papa Francisco, en la medida de lo posible, es bueno interpretar en sentido bueno, teniendo en cuenta el contexto.
      Volviendo a los lefebvrianos y considerando estas aclaraciones que he hecho, por cómo interpreto su juicio sobre el Concilio, reiteraría mi clara impresión de que ellos juzgan ciertas doctrinas del Concilio como ambiguas y en todo caso ciertamente caen en el error cuando consideran ciertas doctrinas conciliares como contrarias a la Tradición.

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    2. No sólo ambiguas, sino también diametralmente opuestas a la tradición, como lo reconoció el propio Benedicto XVI -por ejemplo- al decir que la Gaudium et Spes jugaba un papel de "contra syllabus", ya que buscaba reconciliar oficialmente a la Iglesia con el mundo tal como se perseguía desde la revolución de 1789.
      Son ustedes los que tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano para justificar lo injustificable. "Por sus frutos los conocereis", y ahí tienen a la vista todos los frutos del Vaticano II: libertad religiosa, ecumenismo, colegialidad, laicismo, pachamama, Abu Dabi, etc, etc.

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    3. Sergio Villaflores5 de mayo de 2023, 10:33

      Estimado padre Filemón:
      lamento que Ud. no haya respondido a mi pregunta, o tal vez yo no la formulé correctamente.
      El tema no es el lefebvrismo (sé perfectamente que se trata de un movimiento cismático y herético).
      Mi pregunta se centra en dos pasajes de su artículo.
      1. En un pasaje Ud. parece aceptar que el lenguaje del Concilio adolece de ambigüedad: "Paradójicamente, este Concilio, para hacerse entender, ha querido hablar en un lenguaje moderno, efectivamente usado por el hombre de hoy, pero el problema es que este lenguaje adolece de imprecisión y equivocabilidad, de modo que al final el Concilio, instrumentalizado por los modernistas, que han acentuado las ambigüedades en lugar de eliminarlas, ha terminado creando dificultades y malentendidos alli donde precisamente pretendía hacerse entender".
      2. En otro pasaje Ud. parece negar que el Concilio tenga textos ambiguos: "Este Concilio, como es sabido, ha renunciado al tradicional lenguaje sobrio y preciso de los precedentes Concilios. Hay quienes han hablado de ambigüedad respecto al Vaticano II. Pero no es verdad. Ha sido un pretexto para desobedecer y para rehusarse a cambiar y a abandonar lo viejo".
      Simplemente le pedí una aclaración. Entiendo que el Magisterio de la Iglesia, a veces (como es el caso, a veces, del Concilio Vaticano II, o como es el caso, a veces, del Magisterio del papa Francisco, o de cualquier Papa) es a veces ambiguo, y por lo tanto, debe ser explicado, o interpretado por todo fiel católico, siempre en el sentido correcto en lo que se refiere al ámbito dogmático o doctrinal, ya que creemos en la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia en estas materias.
      ¿Es eso así?
      Le agradeceré cualquier ayuda al respecto.

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    4. Estimado Sergio,
      Ha hecho bien en volver a preguntarme sobre este punto, porque yo mismo no he sido lo suficientemente claro. Ahora aclararé mis pensamientos, y le pido que tome en cuenta lo que estoy diciendo ahora.
      El término "ambiguo" expresa un cierto juicio moral negativo, por lo cual deseo retirarlo y sustituirlo por "equívoco", en el sentido de que ciertas expresiones del Concilio son equivocables.
      Por ejemplo, en la Gaudium et Spes n.22, se dice: "Por la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre". Ahora bien, esta expresión puede entenderse en dos sentidos: o en el sentido de que Cristo de hecho está unido a todo hombre, y esta es la tesis buenista de que todos se salvan; o bien que Cristo ofrece a todos los hombres la posibilidad de unirse a Él, y esta es la tesis católica.
      Entonces, ¿de qué se trata aquí? Evidentemente de un equívoco por resolver, por lo cual es posible interpretar en un sentido ortodoxo.
      Otro ejemplo famoso es el de la siguiente declaración, en Lumen Gentium n.8, es el siguiente: "La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica". Aquí también existe la posibilidad de una doble interpretación, por la cual se puede entender: o la Iglesia de Cristo es la Iglesia católica, y esta es la interpretación correcta; o puede entenderse en el sentido de que la Iglesia católica se encuentra en lo interno de la Iglesia de Cristo, de tal manera que dentro de esta Iglesia están también los Hermanos separados, y ésta en cambio es la interpretación equivocada, porque pone a la par a la Iglesia católica con las Comunidades no católicas.

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    5. Estimado Anónimo (del 5 de mayo de 2023, 10:03),
      el dogma de la Iglesia condena lo que usted afirma, acerca de que el magisterio del Romano Pontífice o de un Concilio Ecuménico pueda estar opuesto a la Tradición.
      No se trata de reconciliar a la Iglesia con el mundo, sino de salvar al mundo, para lo cual la Iglesia cumple esta misión encomendada por su Señor, ante todo encontrándose con el mundo, y reconociendo todo lo valioso y positivo que existe en el mundo, y rechazando todo lo no valioso y negativo; vale decir, aceptando al mundo en cuanto creatura de Dios, y rechazando al mundo en cuanto sometido al poder del demonio.

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