jueves, 25 de mayo de 2023

Algo más sobre católicos "contra-revolucionarios"

En esta temática, una primera cuestión a dilucidar es la siguiente: ¿es posible auto-denominarse católico "contra-revolucionario"? Respondemos: sí, es posible, tal como es posible un católico cursillista, o focolar, o incluso como es posible llamarse católico tradicionalista, o católico progresista. Sin embargo, si tal es nuestra actitud, entonces debemos aclarar en qué sentido nos llamamos "católicos contra-revolucionarios". La segunda cuestión a la que debe responderse claro es: ¿las actuales directrices pastorales de la Iglesia alientan lo que en otros tiempos podía ser llamado un catolicismo "contra-revolucionario"? Ciertamente no. Tratemos de explicarlo. [En la imagen: fragmento de "Disturbios en La Vendée", óleo sobre lienzo de Évariste Carpentier, de fines del siglo XIX].

----------El artículo publicado el pasado 18 de mayo, ¿Católicos "contra-revolucionarios?, ha suscitado dudas, preguntas y comentarios que, a mi entender, merecen ulteriores consideraciones, con el fin de ayudar a los interesados en este tema a vivir un espíritu de mayor comunión con las directrices pastorales (por supuesto, no privadas de fundamentos doctrinales) de la Iglesia en nuestro tiempo. Hoy la "mens" de la Iglesia se ha definido manifiestamente sobre este tema, respecto al cual los fieles deben tener las ideas muy claras, particularmente aquellos que, tanto clérigos como laicos, están embarcados, de una u otra manera, en el irrenunciable diálogo con el mundo que nos ha tocado vivir, en sus actuales condiciones de espacio-tiempo.
----------Por supuesto, el Magisterio de la Iglesia ha venido hablando, se podría decir, de los "católicos contra-revolucionarios", aunque sin usar esa expresión, o sin utilizar las palabras "contra-revolución católica", como ya hemos dicho en la nota antes mencionada. De hecho, el papa Francisco se ha venido refiriendo repetidamente a este tema, aunque, repito, sin usar esos términos. La Iglesia es cuidadosa y generalmente prudente en el uso de las palabras, e incluso el actual Pontífice, tan locuaz incontinente como se ha mostrado en muchas ocasiones, ha sido cauto en el uso de los términos para referirse a este tema. Ocurre algo parecido al término "modernismo", el cual prácticamente no ha sido utilizado por los Romanos Pontífices del postconcilio, y esto por razones y motivos que han derivado de su discernimiento y prudencia pastoral.
----------Al final de este artículo citaré algunos pasajes tomados de las alocuciones del papa Francisco sobre este tema, pero antes me gustaría desarrollar un poco más algunas ideas implicadas en la cuestión general, que pueden aclarar dudas y preguntas abiertas por los comentarios que los lectores han hecho a mi mencionado artículo anterior. Mi finalidad tan sólo es prestar algún tipo de ayuda a la reflexión personal del lector.
   
Revolución y contra-revolución como izquierda y derecha
   
----------Es bien sabido que en el lenguaje político es muy común calificar o ser calificado como "de derecha" o "de izquierda". Pues bien, para los autodenominados "contra-revolucionarios católicos", aunque pocas veces lo digan expresamente, la revolución es la izquierda, y la contra-revolución es la derecha. 
----------Vale destacar que el ser considerado "de derecha" o "de izquierda" es un uso que se remonta a los parlamentos del siglo XIX, los cuales involucraban un sector o partido de derecha y otro sector o partido de izquierda. Semejante bipartidismo parlamentario era heredero del clima del tiempo posterior a la Revolución francesa [1789], cuando la sociedad política y la misma cultura y el mundo católico llegaron a encontrarse divididos a veces con dureza entre una tendencia (la "izquierda") que se sentía heredera de los ideales revolucionarios y republicanos de progreso, libertad y democracia (el liberalismo); y una tendencia opuesta (la "derecha"), ávida de reparar los daños morales y religiosos provocados por la Revolución francesa, fruto del racionalismo iluminista, y por ende de restaurar los valores tradicionales (de ahí el término "tradicionalismo") que la precedieron y de conservar (de ahí el vocablo "conservadores") o restaurar (de ahí el término "restauración") una sociedad jerarquizada y ordenada (posiblemente monárquica), reaccionando (de ahí proviene el término "reaccionario") frente a las innovaciones juzgadas como revolucionarias (de ahí el término "contra-revolución") y destructivas de la civilización, pensada sobre todo como una civilización cristiana europea.
----------Como ya lo advertirá el lector, a partir de esta breve referencia histórica, hay términos que en el modo de pensar actual se han convertido con frecuencia en coextensivos (y muchas veces comparten un mismo significado): ser contra-revolucionario, para el modo de pensar general de nuestro tiempo, es más o menos lo mismo que ser de derecha, tradicionalista, conservador, restauracionista, y reaccionario.
----------Ahora bien, la oposición derecha-izquierda no solo tiene un color político, una semántica que se inscribe en el ámbito de lo político, sino que también tiene raíces profundas, van más allá del plano político, y llegan a ámbitos noéticos y morales más generales, por lo cual se habla de una "cultura de derecha" y una "cultura de izquierda". Ambas a este nivel proponen un método de salvación y de liberación del hombre de los males presentes. Así, se suele entender que la "cultura de derecha" mira al pasado, de ahí su tradicionalismo fijista o más bien la recuperación de la tradición. Desde este punto de vista, el hombre se encuentra actualmente en una condición de miseria porque ha perdido un estado pasado de perfección originaria, al cual se debe retornar. El futuro es válido en cuanto recuperación del pasado. En cambio, suele entenderse que la "cultura de izquierda" es progresista, mira hacia el futuro. La liberación se obtiene poniendo ante los ojos un ideal de perfección (de ahí su utopismo) que se logrará en el futuro. El pasado es para desechar.
----------El cristianismo viene a conciliar estos dos puntos de vista argumentando que se debe recuperar el pasado (condición edénica o estado protológico), pero elevándolo a un estado aún superior y supremo (estado escatológico de la resurrección). Entonces, al fin de cuentas, el cristianismo mira más al futuro que al pasado, pero al mismo tiempo es tradicionalista, porque es la tradición la que indica los caminos del futuro. Solo el cristianismo, por tanto, puede poner paz entre derecha e izquierda, pero, claro está, a condición de salir de la facciosa dialéctica derecha-izquierda, que rechaza la facción opuesta como carente de verdad y de bien, y se autodefine como la única poseedora de la verdad y del bien. Por supuesto que no se trata de ningún sincretismo, no se trata de una falsa Iglesia del tercero incluído. La Iglesia católica es la Iglesia del tercero excluído, del "sí, sí, no, no" mandado por nuestro Señor Jesucristo. En la Iglesia tanto la derecha (tradicionalismo) como la izquierda (progresismo) saben discriminar la verdad y el error, el bien y el mal, en sí y en el otro.
----------Ahora bien, y volviendo en nuestra reflexión a la época de la Revolución francesa, aquella división entre derecha e izquierda se acentuó hasta incluso el enfrentamiento abierto y armado hacia finales del siglo XIX con el surgir de los movimientos republicanos, socialistas, anarquistas y marxistas, que fueron los herederos de la Revolución de 1789, respaldados por la masonería y el judaísmo anticristiano, los cuales llevaron a las ulteriores consecuencias de los principios materialistas, subversivos y ateos implícitamente contenidos en la Revolución, mientras que por otro lado el mundo católico y la Iglesia tendían a ocupar sobre todo el espacio de la derecha, con el vínculo entre el trono y el altar, el ideal de la "cristiandad", y el apego de los Papas a la anterior concepción del Estado de la Iglesia, con la oposición a la unidad de Italia y a los levantamientos insurreccionales a favor de la unidad nacional, apoyados por la masonería, por los mazzinianos y por los católicos y no católicos liberales piamonteses (¡incluidos el Beato Rosmini y Manzoni!).
----------La extremización de esta oposición entre derecha e izquierda se produjo a comienzos del siglo XX con la Revolución rusa [1917] por una parte y con el surgimiento de los movimientos fascistas y nazis por la otra [los años 1930s]. Por entonces, el mundo católico comenzó a intentar un acercamiento con las fuerzas de izquierda, por ejemplo en la Francia de los años treinta, mientras que el grueso permanecía en posiciones de derecha, en fuerte oposición (lo cual era comprensible) a las tendencias marxistas y comunistas.
----------Es famosa la frase de san Pío X, según la cual el católico solo podía ser "tradicionalista", y es bien conocida también la lucha feroz del Santo Pontífice contra el modernismo. Sin embargo, debemos ser precavidos en generalizar descriteriadamente esta lucha de Pío X contra el modernismo. Más bien hay que ubicarla en sus reales términos y límites, descubriendo las particulares intenciones del papa Sarto. Al respecto, repito lo que dije recientmente en un artículo sobre liturgia: san Pío X, tan anti-modernista (y con razón) en filosofía y teología, al punto de no llegar a ser capaz de atender a las válidas instancias que planteaban los modernistas de su tiempo, sin embargo, supo reconocer esas mismas instancias de modernización y progreso en el plano del derecho y de la liturgia, por lo cual el mismo Pío X supo diseñar un serie de intervenciones de reforma litúrgica (el breviario, la comunión, etc.) y ordenar la confección del Código de Derecho Canónico.
----------Claro que no existe en el magisterio de san Pío X todavía una condena de la izquierda marxista, porque por entonces era inconcebible que un católico simpatizara con tal movimiento (uno podía ser kantiano, filo-protestante, fenomenista, subjetivista idealista, pero era del todo impensable la hipótesis de un "catocomunista"). La condena del comunismo había existido desde 1846 por parte del beato papa Pío IX, pero precisamente no se trataba de censurar a los católicos desviados, sino de un movimiento abiertamente anticristiano.
----------Fue entonces en el siglo XX que una derecha pagana, nietzscheana, pangermanista y antisemita aparece especialmente en Alemania (el pueblo elegido es el alemán, no el hebreo, de ahí el odio y la envidia hacia los judíos) antidemocrática, individualista (heredado de Lutero), de un tradicionalismo esotérico y masónico, con vagas referencias orientales. Pensemos por ejemplo en Guénon y en Nietzsche.
----------Evidentemente los fieles católicos (tanto clérigos como laicos) no podían compartir este tipo de "derecha", aunque muchos, incluso entre el clero (es bien sabido que hubo ejemplos famosos en Argentina en los años 1930s y aún después), se dejaron seducir por el fascismo y por el propio nazismo, que no desdeñaba su religiosidad, que era sin embargo de género nebuloso, equívoco, inmanentista, religiosidad originada por la filosofía de Hegel y por la mística protestante (Böhme), mientras que Hegel, como es bien sabido, desde el punto de vista filosófico está en el origen tanto de la cultura de derecha como de la cultura de izquierda. De hecho, los historiadores de la filosofía, tratando de los seguidores de Hegel, hablan de una "izquierda" hegeliana, atea, por ejemplo Feuerbach, y de una "derecha", cristiana, por ejemplo Marheineke.
----------En cierto sentido, las dos guerras mundiales del siglo XX han sido un gigantesco conflicto entre una derecha arrogante, militarizada, nacionalista, estatista y superhomista del dominio del hombre sobre el hombre, vuelta hacia la clasicidad y la sacralidad paganas (romanticismo alemán y Heidegger) y una izquierda revolucionaria, jacobina, roussoiana y mesiánica (Marx era hebreo) del hombre colectivo y despersonalizado (el "Gattungswesen" todavía de Marx), que diviniza al "pueblo" o hace del hombre el Dios de sí mismo (lo cual es consecuencia extrema del idealismo panteísta hegeliano). El humanismo del hombre que se libera de Dios, el hombre sin Dios, que se considera auto-suficiente con sus propias fuerzas, el hombre ley para sí mismo y premio para sí mismo, lo cual es consecuencia de la concepción kantiana de la "autonomía" de la razón, que deriva de aquella "diosa razón" de la Revolución francesa. Muchos de estos falsos ideales han colapsado. Pero se mantiene la distinción entre derecha e izquierda. ¿Qué sentido tiene hoy?
----------Es desde el siglo XX hasta nuestros días, como bien sabemos, que se ha producido un gran desarrollo de la doctrina social de la Iglesia, iniciado con la famosa encíclica Rerum novarum de León XIII, del 1891. En la concepción de tal encíclica, los católicos parecen poder colocarse sólo a derecha, ya que la condena de los movimientos socialistas y comunistas es clarísima. Por lo tanto, era inconcebible un católico de izquierda. La misma actitud se nota todavía en las enseñanzas sociales de un papa Pío XI, que califica al comunismo como un "sistema intrínsecamente perverso" y del venerable papa Pío XII con la famosa excomunión de 1949 de los católicos partidarios del comunismo ateo, todavía actualmente válida.
----------Ahora bien, estando así las cosas, se comienza a hablar en Italia de "católicos de izquierda" solamente en los años del post-concilio, mientras que en Francia ya se hablaba de ellos en la época del Front Populaire en los años treinta. Por cierto, Maritain decía que se consideraba un católico "de izquierda", y asume una posición neutral ante la guerra civil española, por lo que en esa época fue visto con alguna sospecha en los ambientes vaticanos, especialmente porque había un régimen fascista en la Italia de entonces.
----------Sin embargo, en su enorme mayoría, aquellos "católicos de izquierda" de mediados del siglo XX saben alejarse de los extremismos anti-cristianos y saben hacer las distinciones, rechazando el colectivismo, el materialismo, el ateísmo y la lucha de clases. Rechazan la explotación capitalista, acentúan los temas del bien común, de la democracia, de la justicia económica, de la liberación de los oprimidos, de la solidaridad social y de los derechos humanos. Se esfuerzan por encontrar puntos de contacto con los no creyentes, según las indicaciones pastorales de la Iglesia del post-concilio, que instituyó un Secretariado para los no creyentes, hoy el Pontificio Consejo para la Cultura. Así nació en Italia la "centro-izquierda" de los años de Aldo Moro.
----------Las cosas deben ser matizadas un tanto con los "católicos de izquierda" surgidos sobre todo en América Latina, que se acercaron demasiado al marxismo, a tal punto que, como es sabido, fueron condenados en los años 1980s por la Congregación para la Doctrina de la Fe, la cual, por otra parte, no dejó de señalar algunos aspectos válidos de la "teología de la liberación", fundada en los años 1970s por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, que hoy se ha hecho dominico y ha sido honrado con el alto título de "Maestro en Teología", para agregar nuevos problemas a la ya difícil situación de la Orden. En Italia se produjo, también en los años 1970s, el experimento de los "cristianos para el socialismo". ¿Quedará todavía alguno?
----------En cuanto al Magisterio social de la Iglesia, como dije, nunca ha usado los términos "revolución" y "contra-revolución", ni "derecha" e "izquierda", ni para darles un significado positivo ni un sentido negativo, y esto probablemente por el deseo de estar por encima de los partidos y de no inmiscuirse en la política, dejando a cada católico (particularmente al católico laico) la libertad de juicio en la materia, y de elegir libremente qué lado tomar. Esto es más evidente que nunca hoy, tras la desaparición de aquello que se venía denominando "partido católico", o sea, la Democracia Cristiana, que, por otra parte, últimamente (y por cierto no sólo en Italia) era el resultado incoherente de corrientes ya sea de derecha como de izquierda.
----------De hecho, los ancianos como yo recuerdan que el episcopado italiano, a medida que se acercaban las elecciones políticas, invitaba regularmente a los católicos a la "unidad", dando claramente a entender por cual partido a los Obispos les gustaba que se votase. Esto, por supuesto, sucedía también en Argentina, y las anécdotas al respecto abundan. Puedo dar fe que en una parroquia de una ciudad bonaerense todavía importante, un legendario párroco de mediados del siglo pasado, cuando venía una feligresa y le preguntaba: -Padre, ¿por qué partido tengo que votar?-, le respondía: -¡Aaaaahhhh, no séééééé..., no me corresponde a mí decirte esas cosas! Pero andá y preguntale a...- y el buen cura mandaba a la santa feligresa a que le preguntara a los dirigentes de la Democracia Cristiana del pueblo. Hoy los Obispos nos dejan libres, pero libertad no quiere decir irresponsabilidad y justamente con razón ahora siempre nos recuerdan los valores "no negociables" en los cuales debemos estar concordes y unidos, quedando a salvo la libertad de elegir entre derecha o izquierda, obviamente evitando los extremos del comunismo y del lefebvrismo político.
----------Sin embargo, cabe señalar que, como hemos visto en el rápido excursus histórico que hemos hecho, los ideales de la izquierda y de la derecha, de la revolución y de la contra-revolución, de hecho y durante casi dos siglos, han parecido cosas muy serias a innumerables masas de personas, tanto que han llevado a dos guerras catastróficas y no hay duda de que los conceptos a los que se refieren tales palabras no implican solamente determinadas opciones partidarias o contingentes opiniones políticas o visiones parciales de la realidad, sino que tocan, como he dicho, los valores de fondo de la vida, que son valores filosóficos, morales y religiosos.
   
Limitaciones y defectos de los términos
   
----------Las más que evidentes limitaciones y defectos de expresiones generalizadoras, tales como revolución, contra-revolución, izquierda, derecha, anti-comunismo, anti-liberalismo, anti-conservadorismo, anti-progresismo, o similares, muestran su inutilidad cuando se trata de identificar los hechos puntuales y concretos de la historia que supuestamente deberían tomarse como ejemplos de esas generalizaciones.
----------Tomemos por ejemplo el bien conocido término "contra-reforma". La Contra-reforma católica, además del defecto más grave de ese término, que es el de ocultar vergonzosamente que aquello de lo que en realidad se trataba era de una verdadera Reforma católica (distinta a la pseudo Reforma luterana), sufría también como defecto del término incluso el no poder ser ni siquiera adjetivada como "católica", porque, en efecto, en algunos países, la Contra-reforma fue en verdad un fenómeno reaccionario en el que colaboraron con los católicos los protestantes conservadores (así, por ejemplo, ocurrió en Dinamarca).
----------Así, no es tan fácil definir indiscriminadamente la Contra-reforma como una obra de reconquista católica de la sociedad, tal y como aparece en ciertos manuales simplistas sobre la historia de los siglos XVI y siguientes. No siempre ni en la mayoría de los casos ha sido así. Por el contrario, muchas veces, la Contra-reforma asumió la forma de un esfuerzo de restauración del precedente orden social, político y económico, que distintas franjas de la sociedad, que no eran solamente católicas, y que a veces ni eran siquiera verdaderamente creyentes, consideraban en peligro, un esfuerzo que llevaron a cabo muchas veces la Iglesia y los gobiernos de manera mancomunada y, a la par, los grupos sociales interesados.
----------De hecho, la terminología e ideología "contra-" es siempre funcional a aquello a lo que se opone, vale decir, su explicación depende de que se explique aquello a lo cual se está en contra. De modo simplista se dice que la Contra-reforma es la oposición a la Reforma luterana. Sin embargo, con la misma lógica, se puede decir que la acción promovida por Lutero fue una acción "contra-", vale decir, precisamente contra el orden moral y dogmático que, según Lutero, había sido subvertido por Roma. Y, en efecto, la historia demuestra que no es tan simple definir en precisos términos la Reforma luterana.
----------Efectivamente, la Reforma del siglo XVI asumió el doble carácter de revolución social y revolución religiosa. Las clases populares no se sublevaron solamente contra la corrupción del dogma y los abusos del clero; también lo hicieron contra la miseria y la injusticia. Ahora bien, demos desde aquí un salto muy grande hasta los actuales ideólogos de la llamada "contra-revolución católica", quienes afirman que desarrollan su acción cultural contra aquella revolución cultural (por consiguiente, no sólo religiosa, sino también social, política y económica, para mencionar sólo algunas de sus notas, que merecerían ser mejor investigadas) que se inició con Lutero, siguió con Descartes, el Iluminismo francés y el marxismo.
----------Por lo tanto, su acción contra-revolucionaria también implica todos esos aspectos (sociales, políticos y económicos, por mencionar sólo los que son más evidentes), no sólo el aspecto religioso. Poner de manifiesto los aspectos no-religiosos de los actuales "católicos contra-revolucionarios" sin duda podría llevar a "salir del armario" a más de uno, y revelar aquel "descenso de la mística en política" del cual hablaba entre nosotros el padre Leonardo Castellani repitiendo un concepto de Charles Péguy.
   
El papa Francisco, la izquierda y la derecha, la revolución y la contra-revolución
   
----------En la última década ha sido notoria la instrumentalización de las palabras y los gestos de un Papa "hijo del Concilio" como Francisco, por tanto tan predispuesto al diálogo con el mundo, pastoralmente impulsado a mostrar por él mismo lo que significa su paradigma de "Iglesia en salida", tratando de tejer relaciones con todas las franjas de la sociedad, católicos y no-católicos, cristianos y no-cristianos, creyentes y no-creyentes, palabras y gestos que han intentado ser usados, tanto por la izquierda como por la derecha, para llevar agua para su molino. ¿Pero de qué lado está el Papa? ¿Está en alguno de los dos lados?
----------En el ambiente de la política en Italia (país donde más inmediatas resonancias políticas tienen las actitudes del Obispo de Roma) esa instrumentalización que hacen los mass media de las palabras y los gestos del Papa es muy evidente. No faltan quienes dicen que: "ahora mismo el principal líder de la izquierda es el Papa" (así lo afirmó recientemente, por ejemplo Massimo D’Alema), y hoy la izquierda parecería estar de parabienes con Francisco. Sin embargo, semanas atrás, en el diario Fatto quotidiano, Antonio Padellaro, aunque pertenece a la izquierda, se burló de la "izquierda desorientada", indicando el hecho de que "el papa Francisco y Giorgia Meloni, estuvieran sentados el uno al lado de la otra en el Forum della Natalità… Resultado, la celebración, urbi et orbi, de la trinidad fundante de la derecha: Dios, Patria y Familia".
----------En realidad, el Papa no es ni "de derecha", ni es "de izquierda": es simplemente el Vicario de Cristo. Habla a todos y debería hacer pensar a todos. Pero las mencionadas referencias periodísticas hacen ver que la izquierda italiana no entiende bien la misión del Papa y ahora están en estado de shock, al igual que otros muchos "de izquierda" por las recientes declaraciones "de derecha" de Francisco en su viaje apostólico a Hungría. A decir verdad, el Papa hace años que hace sonar la alarma de la natalidad en Italia: es la izquierda la que nunca ha querido recibir tales enseñanzas, sin entender que el colapso demográfico es una emergencia que corre el riesgo de hacer estallar el bienestar y la economía italiana.
----------Y no sólo pasa eso en los grandes diarios. Un famoso escritor de izquierda tronaba semanas atrás en Twitter contra "el activismo político del Papa" no sólo por haber (según él) "bendecido las políticas fascistas de Meloni sobre Dios, la patria, la familia", sino también por haber ido recientemente a la Hungría de Orbán "parloteando sobre una batalla común contra la ideología de género".
----------Durante su viaje a Hungría, Francisco llegó a hacer declaraciones que provocan urticaria en la izquierda internacional, afirmaciones sobre la familia, la vida o la defensa de la identidad de los pueblos. Pero pasan por alto que también pidió acogida. No advierten que la del Papa es la enseñanza cristiana, no la ideológica de izquierda. No en vano, con motivo del Día Mundial del Migrante y del Refugiado, quiso titular su mensaje "Libres para elegir si migrar o quedarse", sabiendo muy bien que la emigración es casi siempre dolor y desarraigo y recordando que el primer derecho es el de no emigrar.
----------Por su parte, el historiador italiano Agostino Giovagnoli, de la Universidad de Milán, escribió días atrás sobre la visita del Papa a Hungría: "Si alguno quiere leer este viaje en función del legado que Francisco quiere dejar a quien vendrá después de él, lo puede interpretar también como un desmarcarse de la imagen de 'progresista' que se le ha atribuido desde el primer día de su pontificado... El legado de Francisco ciertamente no será conservador, pero tampoco será estrictamente progresista".
----------Podría seguir y seguir mostrando ejemplos de la apropiación que del Papa ha querido hacer la izquierda. Y así han acabado. De modo que es seguro que hoy, a nadie de la derecha se le ocurrirá la desafortunada idea de "apropiarse" del papa Francisco. Por lo tanto, parece haber llegado el momento de que cada uno se cuestione y se deje cuestionar, sin prejuicios, por lo que Francisco dice. En estas cuestiones temporales (o pastorales) se puede estar en desacuerdo con él, pero no por sesgo, es decir no por "tomar partido".
----------Al fin de cuentas, el Papa ha enseñado también, y sobre todo a sus hermanos Obispos, a no alinear a la Iglesia de modo partidista. En Italia se vió esto  durante la campaña electoral cuando la CEI estaba en gran medida cercana al Partido Demócrata, pero entonces llegaron indicaciones de la Santa Sede para mantenerse al margen de la refriega electoral. Pero Francisco también demolió los prejuicios de un cierto mundo clerical hacia el gobierno de centro-derecha, mostrando que necesitamos dialogar con todos.
----------En noviembre del año pasado, de regreso de su viaje a Bahrein, se le preguntó al Papa sobre el recién asumido gobierno de la Meloni y respondió lo siguiente: "Recién empieza, y siempre deseo lo mejor para un gobierno porque el gobierno es para todos y yo espero que pueda llevar a Italia hacia adelante. Y a los demás, a los que están en contra del partido vencedor, me gustaría decirles que colaboren con la crítica y la ayuda. Pero un gobierno de colaboración, no un gobierno donde te dejan si no te gusta una cosa o la otra. Por favor sobre esto pido responsabilidad. ¿Pero le parece correcto que Italia haya tenido al menos 20 gobiernos desde principios de siglo hasta ahora? Dejémonos de bromas".
----------También sobre la guerra en Ucrania (sobre la que el gobierno italiano y la Santa Sede no parecen estar en la misma posición) en realidad, según indican perspiscaces observadores, el Vaticano considera útil el papel que podría tener Italia. Por eso, a pesar de tener diferentes responsabilidades, el diálogo entre la Meloni y el Papa puede ayudar a la paz. Y es sin duda un diálogo valioso para Italia y el mundo.
   
Ante las polarizaciones: ser constructores de paz y no de guerras
   
----------Más allá del análisis de la "cultura de izquierda" y la "cultura de derecha" que he intentado ofrecer, hoy es necesario reflexionar seriamente sobre el significado de la llamada "cultura de paz". Es una obviedad el afirmar que la cultura de paz es hoy tan necesaria como en otras épocas. Los datos lo corroboran. Son decenas de conflictos armados, unos más olvidados que otros, los que se dirimen por todo el planeta. Pero de lo que trata la cultura de paz no solo es de la guerra como tal, aunque también eso, sino de la polarización (política y otras), el acoso escolar, la violencia de género, los abusos, la discriminación, las violaciones de derechos humanos o no tener recursos para vivir o carecer de una vivienda digna.
----------Ante el cúmulo de polarizaciones que se advierten hoy en la sociedad, nuestro objetivo (en el ámbito de nuestras relaciones seculares) debe ser la promoción de la cultura de la paz, lo cual puede cumplirse de variados modos, por ejemplo, la educación e investigación, la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria, la promoción del diálogo, la acción no violenta y la mediación, el diálogo interreligioso e intercultural, la capacitación de los ciudadanos para la diplomacia o la resolución pacífica de problemas. Como bien se sabe, la paz no es la ausencia de conflicto, porque este es inevitable, consustancial a la naturaleza humana caída; pero lo que no es deseable es que resolvamos los conflictos con violencia, física o verbal.
----------De lo que se trata es de asumir, individual y grupalmente, actitudes y propósitos concretos: el fomento del diálogo interreligioso, intercultural e intergeneracional; la incorporación de contenidos educativos y catequéticos relacionados con la cultura de paz en las instituciones educativas vinculadas a la Iglesia; la formación sobre gestión no violenta de los conflictos; la mediación como vía de resolución de desencuentros a todos los niveles; la protección de víctimas de violencia y del terrorismo y la promoción de políticas de acogida, convivencia e integración de personas refugiadas. Desde los primeros años del uso de razón, en el niño y en el joven, debemos desmontar la idea de que el hombre es un "lobo para el hombre", pues los seres humanos hemos sido creados para cooperar y ayudarnos; tenemos competencias y capacidades para resolver los conflictos y ya las hemos usado también a lo largo de la historia.
----------Si el ser de izquierda o de derecha, si el ser revolucionario o contra-revolucionario, significara el ser opositores a estos principios básicos y fundamentales, que parten de la moral evangélica y de la razón natural, entonces sería caer inevitablemente en ideologías. Se trata de principios de acción que tienen que ver con una sensibilidad inherente a la condición humana. La polarización amenaza la cultura de reconciliación, y nadie puede poner en duda la necesidad de una cultura de reconciliación para cualquier sociedad. En lo concreto, para la sociedad argentina, lo que estoy diciendo es una obviedad que no necesita mayor explicación. ¿Cómo se manifiesta la existencia de una "cultura de la polarización"? De variados modos, pero por ejemplo, en la tentación de etiquetar a las personas en bandos antagónicos, haciendo así imposible alcanzar el consenso que reclaman los temas más decisivos y sensibles para la vida social.
----------El pasado 28 de abril, en su viaje apostólico a Hungría, en su encuentro en la catedral de San Esteban, en Budapest, con obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y agentes pastorales, el Papa expresó que en la obra misionera en la que están comprometidos todos los miembros de la Iglesia existen "dos interpretaciones, dos tentaciones, de las que siempre debemos cuidarnos como Iglesia. Primero, una lectura catastrofista de la historia presente, que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar... Y luego, está el otro riesgo, el de la lectura ingenua de la propia época, que en cambio se basa en la comodidad del conformismo y nos hace creer que al fin de cuentas todo está bien, que el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos... Así, contra el derrotismo catastrofista y contra el conformismo mundano, el Evangelio nos da ojos nuevos, nos da la gracia del discernimiento para entrar en nuestro tiempo con actitud de acogida, pero también con espíritu de profecía. Por tanto, con acogida abierta a la profecía". Todo ese discurso mana una gran sabiduría, invito a leerlo completo, particularmente cuando refiriéndose al discurso apocalíptico de Jesús, en Mc 13,28-29, el Papa se refiere a la imagen de la higuera, imagen muy expresiva usada por nuestro Señor Jesucristo.
----------Dice el Papa: "estamos llamados a acoger como una planta fecunda el tiempo en que vivimos, con sus cambios y sus desafíos, porque a través de todo esto, dice el Evangelio, el Señor se acerca. Y mientras tanto, estamos llamados a cultivar la época que nos ha tocado, a leerla, a sembrar el Evangelio, a podar las ramas secas del mal, a dar fruto. Estamos llamados a una acogida con profecía. La acogida con profecía supone aprender a reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad, incluso allí donde no aparece explícitamente marcada por el espíritu cristiano y nos sale al encuentro con ese carácter que nos provoca y nos interpela. Y, a la vez, se trata de interpretarlo todo a la luz del Evangelio, sin mundanizarse, sino como anunciadores y testigos de la profecía cristiana. Estemos atentos al proceso de mundanización".
----------Precisamente frente a los elementos no cristianos e incluso inhumanos de nuestras sociedades, el Papa nos invita a dejar de lado las polarizaciones, las oposiciones frontales y las actitudes combatientes: "Caer en la mundanidad es probablemente lo peor que le puede suceder a la comunidad cristiana... Y entonces la tentación puede ser la de volverse rígidos, la de encerrarse y la de adoptar una actitud de 'combatientes'... Ante cualquier tipo de secularización hay un desafío y una invitación a purificar la Iglesia de cualquier forma de mundanidad. El compromiso de entrar en diálogo con las situaciones de hoy exige que la comunidad cristiana esté presente y dé testimonio, que sea capaz de escuchar las preguntas y los retos sin miedo ni rigidez...
----------Permítanme decirles que una buena pastoral es posible si somos capaces de vivir el mandamiento del amor que el Señor nos ha dado y que es don de su Espíritu. Si estamos distanciados o divididos, si nos volvemos rígidos en nuestras posiciones y en los grupos, no damos fruto; pensamos en nosotros mismos, en nuestras ideas y en nuestras teologías. Causa tristeza cuando nos dividimos porque, en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo: el diablo es el que divide, y es un artista en hacer esto, es su especialidad... Los obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos; nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas. ¡No dejen entrar las ideologías! La vida de fe, el acto de fe no puede reducirse a una ideología; esto es del diablo... La primera pastoral es el testimonio de comunión... Superemos las divisiones humanas para trabajar juntos en la viña del Señor.
----------Sumerjámonos en el espíritu del Evangelio... Y quisiera decirles una cosa más a los sacerdotes, para ofrecer al Pueblo santo de Dios el rostro del Padre y crear un espíritu de familia: tratemos de no ser rígidos, sino de tener miradas y enfoques misericordiosos y compasivos. Sobre esto quiero señalar una cosa: cuál es el estilo de Dios. El primer estilo de Dios es una actitud de cercanía. La actitud de Dios es de cercanía, con compasión y ternura. Cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios. Sigamos este estilo. Yo, ¿soy cercano a la gente, la ayudo, soy compasivo o condeno a todos? ¿Soy tierno, dulce? Por esto, nada de rigidez, sino cercanía, compasión y ternura. Esta actitud nos ejercita para la acogida, para una acogida que es profecía; es decir, para transmitir el consuelo del Señor en las situaciones de dolor y pobreza del mundo, acompañando a los cristianos perseguidos, a los migrantes que buscan hospitalidad, a las personas de otras etnias, a cualquiera que lo necesite... Esta es la Iglesia que debemos soñar, una Iglesia capaz de escucha recíproca, de diálogo, de atención a los más débiles; una Iglesia acogedora para con todos, una Iglesia valiente para llevar a cada uno la profecía del Evangelio". Como he dicho, merece ser leído serenamento todo este discurso del Papa.
----------Ahora bien, nadie, en espíritu sereno, objetivo y conscientemente alejado de prejuicios, puede decir que el Romano Pontífice no esté aquí hablando también de los sedicentes "católicos contra-revolucionarios".

10 comentarios:

  1. Veo que el padre Filemón me reafirma en mi comentario a la primera nota sobre los contra revolucionarios. Para decirlo de otro modo, matizando un poco mis afirmaciones del primer comentario: teniendo en cuenta las actuales directrices pastorales de la Iglesia (muy bien ejemplificadas por el autor del artículo), el fiel católico no puede ser un contra revolucionario, si respetamos el significado obvio de estos términos, como no puede ser un fanático católico de derechas que excluya a los de izquierdas (o viceversa). En todo caso, si su inclinación es lo tradicional, o el conservar las viejas tradiciones o la derecha política, o el restauracionismo monárquico (cada loco con su tema), deberá vivir sus gustos aceptando, respetando e incluso valorando los gustos ajenos, mientras se repete la verdad del Evangelio enseñada por el Magisterio y se obedezca al Obispo del lugar y al Papa. No hay en la Iglesia lugar para los anti-progre. Eso está muy claro. Como no hay lugar para fanáticos fundamentalistas. Y no estoy diciendo que no haya lugar para ellos porque se los discrimine, sino precisamente por respeto al ser "católico". Ser faccioso se contradice con el ser católico.

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    1. Estimado Rubricarius,
      puedo estar, en la substancia, concorde con su comentario.
      Por mi parte, siempre he manifestado (contra los modernistas que atacan el tradicionalismo católico, y contra los pasadistas que atacan el progresismo católico), que son posibles, legítimos e incluso necesarios en la Iglesia un sano tradicionalismo y un sano progresismo, que es lo mismo que decir que son legítimas dos actitudes en la Iglesia, la sana conservación de la Tradición y su sano progreso a través de la historia. Precisamente porque la Tradición necesita del Progreso para mantenerse viva, y el Progreso no puede sino darse y enraizarse en la Tradición.
      La tendencia a conservar y la tendencia a renovar, son actitudes naturales para la psicología humana, y también para la filosofía y teología católicas. Han sido también, por ejemplo, las dos tendencias que se manifestaron en el último Concilio ecuménico, y que se plasmaron de manera armónica en sus textos finales: textos progresistas en firme respeto al depósito de la divina Revelación y expresivos también de la tradicional filosofía tomista, abierta progresistamente a las modernas cuestiones.
      Claro que estas dos sanas actitudes, conservación y progreso, pueden a veces corromporse por la facción y la exclusión del otro. Se trata principalmente del pasadismo lefebvriano y del neo-modernismo, excluyentes el uno del otro (por su propia constitución esencial), heréticos y, por ende, cismáticos. Desgraciadamente, hay abundantes ejemplos de estos casos en la Iglesia actual (o fuera).
      Por último, concuerdo con su afirmación final: ser faccioso se contradice con el ser católico.
      En tal sentido, si ser contrarrevolucionario significara ser faccioso, eso no puede tener cabida en la Iglesia.

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  2. Estimado Filemón,
    has tratado nuevamente este tema con suficiente delicadeza y prudencia. No es fácil hacerlo, pero creo que lo has logrado. Es un tema que enardece susceptibilidades.
    En mi comentario, si me lo permite, yo no voy a ser tan discreto.
    Es interesante el punto en el que señalas que, a partir del redescubrimiento en la Iglesia de la "cuestión social", a partir de León XIII y la Rerum Novarum, frente a las tendencias del extremo socialismo y comunismo, la única opción práctica que parecía tener el católico era la derecha.
    Tú no los nombras, pero está claro que prominentes figuras del catolicismo argentino, ya en la primera mitad del siglo XX, eran declarados adalides de la derecha "nazionalista": Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, por citar a dos de los más encumbrados. Han tenido sus hijos espirituales, nietos, y bisnietos, que llegan hasta nuestros días.
    Parecen seguir sus huellas, como siguiendo un ídolo del cual se han fanatizado.
    Mucho me temo que entre nuestros actuales "nazionalistas" contra-revolucionarios (que tan cómodos se sintieron medrando con los militares genocidas en los años del "proceso") se junte una buena cuota de carencias intelectuales que no les permite distinguir en los Castellani y en los Meinvielle, aquello que en ellos era la docencia (muy meritoria por cierto) de la verdad filosófica y teológica, de lo que eran nada más que opiniones temporales y contingentes (fruto de su miopía, de sus ideologías -que también las sufrían- y de sus errores).

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    1. Estimado Berengario,
      te agradezco los elogios hacia el artículo.
      Lamentablemente, no me siento concorde con lo que comentas luego, por lo que no puedo retribuirte similares elogios.
      En primer lugar, es verdad cuando dices que a partir de la Rerum Novarum, frente a las tendencias del extremo socialismo y comunismo, la única opción práctica que parecía tener el católico frente a sí era la derecha. Y que por eso se dieron las posturas de derecha "anti-revolucionarias", entendiendo este apelativo como "anti-comunistas".
      Sin embargo, no puedo compartir totalmente los juicios que deslizas hacia los dos sacerdotes argentinos que mencionas. Es cierto que tuvieron sus inclinaciones políticas, pero es cierto también que hay que entender el contexto social en el que vivieron. Tanto Castellani como Meinvielle hoy pensarían y escribirían de otros modos respecto a los acontecimientos históricos actuales, si hubieran tenido oportunidad de vivirlos, y seguramente tendrían una visión más equilibrada que la que de hecho tuvieron, respecto de los acontecimientos históricos de los que fueron contemporáneos. Tanto Castellani como Meinvielle han vivido vidas con claroscuros, virtudes y defectos, y hoy Castellani seguramente no se hubiera peleado con todos los que se peleó, ni Meinvielle, tan defensor del Concilio Vaticano II como lo fue, no hubiera mandado a sus jóvenes a quemar los toldos de los evangelistas.
      Pero, sí, es posible que hoy haya católicos "contra-revolucionarios" que no sepan mirar ni a Castellani ni a Meinvielle con el equilibrio y la sabiduría que nos regalan estas décadas que hemos vivido, y puedan cometer sus mismos errores. En eso te doy la razón.

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  3. Me parece antojadizo lo que hace el autor de este artículo, como tomar caprichosamente textos del papa Francisco para argumentar que el Papa se opone a los católicos que viven una actitud contrarrevolucionaria.
    La realidad contante y sonante es que los Papas nunca se han opuesto a la contrarrevolución católica. Más bien han llamado a los cristianos a ella, aunque sin usar esa expresión.

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    1. Estás un poco descaminado, Anónimo, o más bien bastante. Te afirmás en las palabras, en lo literal, cuando lo que tenés que hacer es atender a los conceptos, a las ideas, a las que se refieren las palabras. Preguntate qué significa "contrarrevolucionario" o, mejor dicho, qué significa ser "mal contrarrevolucionario", y luego leé las palabras del papa Francisco citadas en el artículo del padre Filemón. No hay duda que el Papa se refiere a aquellos católicos fundamentalistas y sesgados, a los que muy bien les podría caber el sayo de "contrarrevolucionarios".

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  4. Estimado padre Filemón,
    siempre he pensado que la famosa encíclica Pascendi, de san Pío X, notable por muchos aspectos, y eficaz en su tiempo para detener la nocividad del modernismo, sin embargo tenía sus carencias, al no reconocer los aspectos positivos de los problemas sacados a la luz por los modernistas. Pero siempre he pensado que esto no le podía haber pasado por alto a san Pío X, porque como todo pastor, Pío X estaba seguramente habituado desde sus primeros años de sacerdocio a distinguir entre el error y el equivocado, entre el pecado y el pecador. Por lo tanto, creo que san Pío X se limitó conscientemente en la Pascendi a condenar clara y firmemente los errores modernistas. ¡Y lo hizo muy eficazmente! ¡Pero!... conforme a la mentalidad de aquel tiempo, no consideró que fuera necesario el reconocer los reclamos válidos de aquellos hombres equivocados. Se le pasó por alto que hubiera sido pastoralmente muy conveniente que a aquella condena de los errores se uniera un franco reconocimiento de que los equivocados modernistas tenían razón al menos en los reclamos de reforma que hacían a la Iglesia. Básicamente aquellos reclamos valederos de los modernistas (una cosa es el modernismo y otra cosa los concretos modernistas) eran llamados a la actualización del lenguaje del mensaje evangélico a un mundo moderno que ya había cambiado mucho desde Trento. Estos reclamos fueron reconocidos por san Juan XXIII y por san Paulo VI, artífices del Concilio Vaticano II, cuyos textos vienen a complementar magisterialmente a la encíclica Pascendi.

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    1. Estimado González: estoy completamente de acuerdo.

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    2. Estimado Julio,
      le felicito por su análisis, con el que estoy perfectamente de acuerdo.
      Simplemente agregaría que la Pascendi de san Pío X podría enseñarles a los que quieren ser llamados "contra-revolucionarios" el sano modo de serlo, vale decir, condenando solamente los errores, y no a los equivocados. Para ser auténticamente contra-revolucionario se necesita ser revolucionario en algunos aspectos (que es lo mismo que decir que la tradición necesita progreso para mantenerse viva). Y por eso san Pío X pudo ser, si me permite la expresión, "contra-revolucionario" en filosofía y teología, con la Pascendi, pero fue "revolucionario" (si se me permite la expresión) en derecho y liturgia, iniciando los trabajos que llevarían al Código Canónico y reformando la tradición ritual en algunos de sus aspectos. Pío X fue contrario a los errores de la modernidad en la Pascendi, pero abierto a la modernidad en aspectos canónicos y litúrgicos.

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  5. Estimado padre Filemón: Le agradezco un artículo como éste, claro, detallado, explicativo, de abundante y útil información y formación. Respecto al modo en que hoy el clero se refiere a lo político, no sé, quizás otros tengan una experiencia distinta, pero lo que es yo, debo decir que en los últimos años las experiencias que he tenido aquí en Argentina, con sacerdotes que empiezan a hablar del estado del país, de los gobernantes, y del voto, cuando se acerca el día de las elecciones, no me parecen nada prudentes, sino todo lo contrario. Repito que otros podrán tener experiencias distintas a la mía, pero en mi caso, lamentablemente, debo decir que he escuchado más de una vez cómo los sacerdotes, y no importa que sean jóvenes o viejos, hacen claras referencias a particulares opciones políticas partidistas. Algo realmente lamentable.

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