jueves, 21 de julio de 2022

Catalina de Siena y la cristiandad europea (2/2)

Catalina trabajó por la unidad europea esforzándose por sanar el cisma que laceraba en su época la cristiandad. Hoy también en la Iglesia está en acto un cisma, aunque no declarado, no confesado, enmascarado, críptico, informal, solapado, proteiforme e inaparente, de doble cara, como el antiguo dios pagano Jano Bifronte: un cisma que conlleva una oposición al Papa según dos direcciones recíprocamente opuestas y enemigas entre sí: la corriente modernista y la corriente pasadista.

La idea cataliniana de Europa
   
----------Pero lo que sobre todo interesa es saber cómo Catalina de Siena concibe a Europa. A continuación haremos una comparación entre cómo era concebida Europa en el siglo XIV y cómo se presenta y la concebimos hoy, para intentar esbozar lo que Catalina tendría que decir a la Europa de hoy.
----------Es cierto que Catalina concibe a Europa sólo en cuanto Europa occidental, vale decir, la que ha quedado bajo el dominio del Papa después del cisma de Oriente. En el medioevo, los católicos se llamaban a sí mismos "Latinos", mientras que llamaban "Griegos" a los ortodoxos.
----------Italia y Europa en los tiempos de Catalina eran concebidas como una única entidad política, aunque en una pluralidad de Estados nacionales, de reinos, de repúblicas, de ducados y de señoríos, comenzando por el Sacro Romano Imperio de la Nación Germánica, que era una entidad estatal federativa, que comprendía un vasto territorio europeo pluriétnico, y que al fin de cuentas estaba sujeta, como había establecido la Bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII del 1302, a la autoridad del Romano Pontífice.
----------Italia era considerada simplemente una "provincia" de Europa y, como dice Dante, "Señora de provincias", en cuanto que Roma es la heredera de la cultura clásica y del Imperio Romano y sobre todo la sede del Sucesor de San Pedro, que es aquel soberano que, siendo cabeza de la Iglesia católica, unía a Europa en una sola fe y en una conducta moral animada por los mismos principios de fe.
----------La Europa católica medieval, es decir, la Europa occidental, cercada por el Islam, que le impedía el acceso al África, bloqueada al oriente por las Iglesias ortodoxas, con las cuales no mantenía ningún diálogo, e ignara de la existencia del nuevo mundo que descubrirá Cristóbal Colón recién en el XV, no tenía la posibilidad de evangelizar la inmensa Asia, por lo cual no debemos maravillarnos si en esta Europa cerrada sobre sí misma, que tenía que hacer virtud de la necesidad, no encontramos la apertura misionera de la catolicidad europea contemporánea, vale decir, la catolicidad posterior al Concilio Vaticano II.
----------En efecto, sólo después de la Reforma tridentina del siglo XVI, la Europa cristiana alcanzará en la batalla de Lepanto a liberarse del yugo islámico y con ello adquirirá la suficiente fuerza para evangelizar las dos Américas y también los inmensos territorios del Asia y, a partir del siglo XIX, bajo el impulso del Concilio Vaticano I, también las tierras de África y de Oceanía.
----------También debemos recordar que en la Europa medieval no había cuestión de partidos políticos, ni se hablaba de ellos, tal y como son concebidos hoy, es decir, como formaciones laicas desligadas de la supervisión o del control del Papado, formaciones compuestas también por no-católicos o por no-creyentes, aunque se mantiene que un partido puede tener una denominación católica, como lo fue para la Democracia Cristiana italiana, o como lo fue también entre nosotros con la Democracia Cristiana en Argentina a mediados del siglo pasado, o como es actualmente el Partido Socialcristiano alemán.
----------Por otra parte, un drama del siglo XIV y no sólo de ese siglo, fue cómo la Europa cristiana debía también defenderse de la expansión islámica en Oriente, que pirateaba las costas europeas, sobre todo italianas, y en particular cómo garantizar el libre y sereno acceso de los peregrinos a los lugares santos en Palestina. No podemos pretender del siglo XIV el diálogo islámico-cristiano iniciado por el Concilio Vaticano II.
----------Hoy los fundamentalistas musulmanes, y también los terroristas, mientras persiguen a los cristianos en los países islámicos, se han dado cuenta de que la agresión armada contra Europa, después de las ardientes derrotas de Lepanto y de Viena, ya no funciona. Ellos entonces han encontrado un método nuevo y sutil de penetración aparentemente pacífica, pero en realidad ilegal y clandestina, infiltrándose en los flujos migratorios, que llegan a Europa y mezclándose astutamente entre aquellos que están verdaderamente necesitados o que vienen ilusoriamente engañados o explotados por los contrabandistas.
----------Ahora bien, la idea que santa Catalina de Siena se hace de Europa la recaba directamente de su idea de la Iglesia europea occidental, es decir, de la Iglesia católica, la única que existía por entonces en la Europa occidental, la cual todavía no había sido dividida por la posterior herejía de Martín Lutero. Como todos sus contemporáneos, Catalina todavía no tiene la idea de una Europa civil, que no coincida con la Europa católica, como comenzará a aparecer a partir de la Reforma luterana y más aún con el Iluminismo del siglo XVIII, que separará a Europa no sólo del catolicismo, sino también del cristianismo.
----------Por consiguiente, el europeísmo cataliniano se trasluce en su propia conducta personal y en sus cartas a los Pontífices, en las cuales, en el momento en el cual ella trata con el Papa sobre los intereses de la Iglesia, se sabe cuáles son para Catalina los intereses de Europa, dado el hecho que ella veía en el Romano Pontífice, efectivamente, al jefe religioso de la cristiandad, pero al fin de cuentas también a quien, como había descrito el papa Bonifacio VIII tres cuartos de siglo antes, también debía tener en el corazón, a través o por el trámite del Emperador, el bien temporal de Europa. Ante todo, ya con el cisma de Occidente, se comenzaron a sentir en Europa aquellos siniestros crujidos, que eran el presagio funesto de aquella disolución de la unidad de Europa, que dos siglos después traería consigo la Reforma luterana.
   
En el drama del cisma
   
----------Catalina trabajó por la unidad europea esforzándose por sanar el cisma provocado por el antipapa Clemente VII. Catalina sabe con certeza quién es el verdadero Papa: Urbano VI, no obstante la arrogancia y la irascibilidad de su carácter, que había provocado la rebelión de la mayoría de los Cardenales, quienes, aunque en un principio lo habían aceptado, luego, irritados por las ofensas recibidas, lo sustituyeron con Clemente. En cualquier caso, es evidente que el cisma no se puede atribuir a ese solo tristísimo episodio.
----------Sus causas van mucho más allá del mal carácter de Urbano, sobre todo porque se prolongó también después de su muerte, incluso hasta el Concilio de Constanza del 1415, que curó la terrible herida con la elección de Martín V. La causa profunda de aquella calamidad fue la difusión en Europa de fermentos disolutores anárquicos e individualistas difundidos por el nominalismo de Guillermo de Ockham y por el estatismo antipapal de Marsilio de Padua, ya en las primeras décadas del siglo XIV.
----------Ahora bien, no le podemos pedir a Catalina, quien no estaba familiarizada con la teología escolástica y con el derecho canónico, un sutil análisis crítico y argumentado de estas causas. Y sin embargo ella, con una fina intuición profética y femenina, comprendió muy bien en qué consistía el fondo de la cuestión, el gusano infernal que estaba corroyendo la estructura tanto de la Iglesia como de Europa: aquello que ella llama repetidamente "amor propio de sí", un eco evidente del agustiniano "amor sui usque ad contemptum Dei": vale decir, la soberbia, madre de la desobediencia, de la prepotencia, de la arrogancia y de la impiedad.
----------Es cierto que la Iglesia del siglo XIV no conoce todavía la trágica propagación de la herejía que se producirá con el surgimiento del luteranismo, aunque también es cierto que ya con Ockham y Marsilio estamos fuera de la ortodoxia. Y sin embargo, con el difundirse del veneno de la soberbia en el Colegio cardenalicio, la institución del Papado, aunque todavía no venía negada en sí misma, recibe una dura ofensa en el campo de la disciplina, en la espera de ser abatido por completo con la Reforma luterana.
----------Podríamos preguntarnos si este cisma puede tener alguna semejanza con la situación de fragmentación y de conflictos internos que caracterizan y son propios de la Iglesia actual. Y en caso positivo, si fuera así, podríamos preguntarnos cuáles indicaciones podemos sacar del pensamiento cataliniano para remediar la situación de hoy. Digamos en primer lugar que también hoy existe o está en acto un cisma en la Iglesia y peor aún, aunque no tan visiblemente manifiesto, como aquel cisma del siglo XIV. De hecho, en aquel entonces la secesión de Urbano VI tuvo un carácter espectacular, declarada formalmente por un grupo de Cardenales rebeldes, los cuales incluso contrapusieron a Urbano con otro Papa, Clemente VII.
----------El problema que se planteó entonces fue el de saber cuál de los dos era el verdadero Papa, para así saber qué obediencia elegir. Ciertamente la fe estaba involucrada, porque es el Papa legítimo quien habla en nombre de Cristo; y por lo tanto él solo es atendible, confiable e infalible en su magisterio.
----------Pero, aparte de eso, todos en aquella época sabían que la Iglesia está guiada por el Romano Pontífice y por consiguiente aceptaban el oficio petrino en sí mismo considerado. En cambio, hoy está en acto un cisma no declarado, no confesado, enmascarado, críptico, informal, solapado, proteiforme e inaparente, de doble cara, como el antiguo dios pagano Jano Bifronte: un cisma que conlleva una oposición al Papa según dos direcciones recíprocamente opuestas y enemigas entre sí: la corriente modernista, de los mal llamados "progresistas", encabezada por los rahnerianos, vale decir, de aquellos que dicen ser "amigos" del papa Francisco, y que están en posesión de una gruesa porción de poder, casi como si constituyeran una Iglesia en la Iglesia; y la corriente mucho más exigua, pero bastante rabiosa, de aquellos que son abiertamente hostiles al Papa, los pasadistas, mal llamados "tradicionalistas", los cuales, en varias de sus vertientes, se encuentran en situación de formal cisma, como los herederos de mons. Lefebvre y todos sus secuaces ideológicos.
----------El cisma del siglo XIV logró recomponerse en el Concilio de Constanza del 1417 con el que se logró la elección de Martín V, que abolió el doble papado. El cisma de hoy se podría resolver con un paciente trabajo de reparación, bajo la presidencia del Romano Pontífice, y para ese trabajo las dos partes deberían descubrir su natural vocación a la colaboración recíproca, porque en la Iglesia el factor conservación debe estar siempre en armonía con el factor renovación; el factor de continuidad debe unirse al cambio; el factor tradición debe conjugarse con el factor progreso; lo mutable debe estar en armonía con lo inmutable; lo estático debe desposarse con lo dinámico. Hoy santa Catalina se dedicaría en cuerpo y alma, bajo la guía del Papa y también estimulándolo, a esta urgente y importantísima obra de reconciliación y de paz.
----------Catalina, por otra parte, en su tiempo, estando segura y cierta de la validez del papa Urbano, arremete con extrema dureza contra los partidarios de Clemente VII; llama "demonios encarnados" a sus Cardenales y llama "demonio" al mismo Clemente. El argumento sobre el cual Catalina se basa e insiste para estar de parte de Urbano es que aquellos Cardenales que por entonces negaban su validez eran los mismos que después de la elección le habían proclamado la misma validez. Quienes apoyaban al antipapa eran en cambio aquellos que creían en la declaración de los Cardenales rebeldes de que habían elegido a Urbano no libremente, sino bajo la presión de una turba desenfrenada.
----------Si pensamos que de parte de Clemente VII estaba un gran santo como san Vicente Ferrer, a quien Catalina sin embargo probablemente no conocía, tal vez hubiéramos esperado en Catalina, tan proclive como era ella a la misericordia y a la tolerancia, una cierta actitud de comprensión, en la conciencia de la extrema dificultad que existía para discernir quién fuera el verdadero Papa.
----------¿Cómo explicar en Catalina una actitud tan intransigente y severa? ¿No sabía ella cuánta incertidumbre reinaba incluso entre las personas más prudentes? ¿Acaso todos los partidarios de Clemente eran de mala fe? ¿Cómo explicar juicios tan opuestos sobre Clemente como el de Catalina y el de Vicente, ambos grandes Santos? El hecho es que, como bien sabía Catalina, la certeza de la validez de un Papa está vinculada a la aceptación del magisterio dogmático de ese determinado Papa.
----------Ahora bien, tal aceptación está evidentemente inspirada por la fe que el católico tiene en la infalibilidad pontificia. Pero esto tiene por consecuencia que la negativa a aceptar la validez de un determinado Papa implica el rechazo del dogma de la infalibilidad pontificia, por el cual ese determinado Papa es infalible en el enseñar la verdad de fe. Pero tal rechazo es herejía. Y por lo tanto, negarse a reconocer a un Papa legítimo como siendo un Papa verdadero, resulta ser un acto de herejía.
----------Si santa Catalina de Siena viviera hoy, estaría igualmente decidida y resuelta a sostener la legitimidad del pontificado del papa Francisco, lamentablemente cuestionada por ciertos católicos, que, tomando como pretexto las debilidades humanas de Jorge Mario Bergoglio, pierden de vista por su orgullo el incomparable beneficio, privilegio del católico, de recibir del Papa, maestro de la fe, la guía segura en el camino de la salvación.

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