jueves, 28 de julio de 2022

El tratado de ascética y mística según el Concilio Vaticano II (2/2)

¿Qué consecuencias ha tenido la espiritualidad luterana? ¿Cómo caracterizar la respuesta que ha dado el Concilio de Trento a las carencias de la espiritualidad luterana? ¿En qué se diferencia la espiritualidad promovida por el Concilio Vaticano II de la espiritualidad promovida por el Tridentino? Vigencia y renovación del Tratado de Ascética y Mística. [En la imagen: fragmento de "Plegaria en las ermitas de Córdoba", lienzo de Tomás Muñoz Lucena, de 1901, en los claustros del antiguo Convento de la Merced de Córdoba].

Falta la perspectiva escatológica
   
----------El horizonte cristiano de Lutero, como todo el horizonte católico hasta la renovación producida con el Concilio Vaticano II, no alcanza a superar el estado presente de naturaleza caída para anticipar la resurrección. Si en san Pablo es relevante la theologia crucis, están igualmente vivos en el Apóstol los temas y la perspectiva de la resurrección, que inicia ya aquí abajo con la misma vida cristiana.
----------Lutero, por el contrario, no obstante su atención a san Pablo, ignora completamente la antropología escatológica, también porque falta en él el culto de los Santos, que son, con sus milagros y los dones especiales o especialísimos recibidos, los heraldos y los precursores más significativos de la resurrección.
----------Él, por tanto, termina por reducir a una honestidad burguesa secular, complaciente y acomodaticia, bien asentada sobre esta tierra, inserta en una Iglesia anidada en la política, servidora del Estado, absolutamente segura de la propia salvación, porque lo ha revelado y prometido Cristo, tranquilamente conviviente con la propia concupiscencia perdonada a priori, de la cual Dios aparta la mirada, para mirar la justicia de Cristo.
----------La espiritualidad luterana ha abierto dos caminos que se pueden identificar claramente, dos caminos que han sido ambos recorridos en los siglos siguientes hasta nuestros días: por una parte, con la abolición de los grados jerárquicos y de los estados de vida, un obvio aplanamiento, una laicización o secularización de la espiritualidad, que ha abolido las perspectivas ultraterrenas celestiales y reducido el comportamiento del cristiano a un simple actuar sociopolítico, tal vez revolucionarioa, que busca la felicidad en este mundo. Y aquí tenemos la teología de la liberación. Aquí, tanto para la mística como para la contemplación, no hay espacio. A menos que estemos hablando de una mística de la política.
----------Por otra parte, Lutero, con su mística del Espíritu Santo inmanente en el cristiano, ha abierto otro camino, el que lleva al inmanentismo hegeliano del Espíritu Absoluto, del cual el individuo humano es un momento pasajero y una contingente manifestación histórico-empírica.
----------Esta mística inmanentista revive de algún modo hoy en la moral rahneriana, con el agravante de que, si al menos Hegel mantiene, aunque sea en un clima idealista, la dignidad del concepto, de las ideas y de la razón, la mística rahneriana (habría dicho el mismo Hegel, si la hubiera conocido), con su teoría de la "experiencia preconceptual, a priori, atemática y trascendental del Dios sin nombre", termina en lo "turbio", como la mística de un Böhme, en el acertado juicio del propio Hegel. O bien el mismo Lutero habría llamado a la mística rahneriana Schwärmerei, fantasmagoría, para referirse a las exteriorizaciones irracionalistas y emotivistas de ciertos personajes exaltados de su tiempo, donde el alma es confundida con el cuerpo, el sexo con el espíritu, el sentido con el intelecto y el voluntad con los instintos.
   
La concepción católica
   
----------La ascética católica, en cambio, enseña las normas y los métodos más exigentes y los mejores medios del perfeccionamiento moral y del progreso en las virtudes naturales y sobrenaturales, con eventual referencia a las reglas de vida consagrada. La mística representa el punto de arribo del camino ascético, como fruición de los dones del Espíritu Santo, sobre todo el don de la sabiduría infusa, principio de la contemplación o experiencia mística, pregustación en la fe de la visión beatífica del cielo.
----------Mientras la ascética, tanto la de ayer como la de hoy, implica siempre una ejercitación que conlleva algunas austeridades o renuncias, como la abstinencia sexual, el ayuno, las vigilias, las penitencias, el despojamiento, la incomodidad, el silencio, la soledad, la pobreza en el vestir y en el alojamiento y cosas similares, la fase mística tradicional puede ser enriquecida con dones extraordinarios, como las visiones, las apariciones, los raptos, los éxtasis, la lectura de los corazones, las penitencias extraordinarias, las profecías, las levitaciones, los estigmas, las bilocaciones, etc. Estos fenómenos, sin embargo, hacen referencia a la perspectiva de la separación del alma del cuerpo como condición para la visión beatífica.
----------Ahora bien, la mística inaugurada por el Concilio Vaticano II, sin excluir los fenómenos anteriores, hace referencia en cambio a la resurrección, por lo cual los fenómenos místicos a ella correspondientes son prefiguraciones de la futura resurrección individual y colectiva, como por ejemplo amistades hombre-mujer en el desarrollo de grandes obras o en la fundación de institutos a favor de la Iglesia o de la sociedad, liberación de naciones o pueblos de males gravísimos o de dictaduras inhumanas o solución prodigiosa de conflictos religiosos o sociales humanamente insolubles y sin necesidad del uso de la fuerza; experiencias colectivas extraordinarias litúrgicas o de amor fraterno a gran escala. (30)
----------Debe reconocerse que la ascética y la mística han favorecido en cierto modo la santidad al producir en estos últimos siglos una vasta y variada literatura científica y popular por obra de Santos y de autores menos conocidos en todas las Órdenes religiosas, en el episcopado, en el clero e incluso entre los laicos, hasta el advenimiento del Concilio Vaticano II, el cual de por sí no ha abolido en absoluto esta disciplina teológica, sino que más bien ha renovado su enfoque, tanto al subrayar la llamada universal a la santidad, comprendidos los laicos, como al vincular más estrechamente la búsqueda de la perfección personal a la vida eclesial, como al mostrar mejor la meta escatológica del camino espiritual en la pregustación y anticipo de la futura resurrección ya desde la vida presente.
   
De Trento al Vaticano II
   
----------La mística promovida por el Concilio de Trento es indudablemente una mística del anima separata, que contempla a Dios por cuenta propia, en la soledad, por fuera del tiempo y del mundo. En esta mística parecería que en el paraíso del cielo sean todos monjes y eremitas. Sí, ciertamente, está la compañía de los ángeles y de los Santos. Pero la visión beatífica del alma separada parecería bastar y ser suficiente para todo. Es una concepción que se resiente de la influencia del platonismo y de Orígenes.
----------En cambio, la mística promovida por el Concilio Vaticano II es una mística de la resurrección, de la alegría alma y cuerpo, del espíritu y de los sentidos, comunitaria y eclesial, en los "nuevos cielos y una nueva tierra" (Is 65,17), por tanto un nuevo mundo y una nueva historia. Se nota un pasaje de la antropología platónica a la antropología aristotélica, más bíblica, valorizada por santo Tomás de Aquino.
----------La espiritualidad del Vaticano II da a la espiritualidad luterana una respuesta diferente a aquella que había dado el Tridentino, que se mantenía, como lo había hecho Lutero, en el horizonte de la presente naturaleza caída, por lo cual el Concilio de Trento, para remediar la desconfianza luterana en la posibilidad de vencer la concupiscencia, proponía un ideal ascético de lucha severa con la ayuda de la gracia.
----------El Concilio Vaticano II, en cambio, sin olvidar la mísera vida de aquí abajo, amplía y ensancha su mirada a la reconciliación edénica de la carne con el espíritu, que comienza ya desde aquí abajo con el avanzar de ese "hombre nuevo" (cf. Col 3,10; Rm 6,6), "hombre resucitado" (cf. Col 3,1), "hombre celestial" (1 Cor 15,47) y "nueva creatura" (2 Cor 5,17), que ha surgido del bautismo y alimentado por la gracia de los sacramentos, de las buenas obras y de la comunión eclesial.
----------Las enseñanzas espirituales aportadas por los textos del Concilio Vaticano II han sido hechas, de por sí, para dejar perfectamente en pie el tratado de ascética y mística. La ascética sigue siendo válida y necesaria, considerando las condiciones actuales de la naturaleza caída y por lo tanto la necesidad de una victoria del espíritu sobre la carne. Al mismo tiempo, la mística ha venido a ser confirmada como posibilidad de poder ya desde ahora pregustar en la fe el gozo de la visión beatífica.
----------El Concilio, sin embargo, a la luz de la reconciliación escatológica de carne y espíritu, prefigurada por el avance hacia la resurrección, atenúa la severidad del ascetismo del Concilio de Trento, porque, mirando a la resurrección, considera con mayor optimismo la posibilidad de la conciliación; de lo cual viene la atenuación de las medidas ascéticas que conducen a renunciar a la carne o a luchar contra la carne.
----------Para entender lo que acabo de decir, podríamos hacer el parangón con un enfermo que está siendo tratado en un hospital. Está claro que el enfermo debe permanecer en el hospital hasta que sea curado. Sin embargo, gradualmente, a medida que recupera las fuerzas, incluso todavía en el hospital, se le puede permitir dar algunos pasos, como precisamente vemos, en los pasillos de los hospitales, a esos pacientes en vías de recuperación, dando sus primeros pasos a la espera de ser dados de alta.
----------Pues bien, es así cómo comprendemos mejor hoy que deben ser las prácticas ascéticas de la vida presente. Esas prácticas ascéticas no deben ser consideradas fines en sí mismas, sino que son funcionales al avance del proceso de reconciliación del espíritu con la carne. Gradualmente, a medida que la reconciliación va avanzando, disminuye la necesidad de las prácticas ascéticas.
----------Por eso, el ascetismo propuesto por el Concilio Vaticano II es menos severo que el acetismo propuesto por el Concilio de Trento. Pero ha ocurrido que la mitigación de las austeridades por parte de algunos moralistas y maestros de espiritualidad ha sido llevada más allá de una razonable medida, hasta el punto de generar en las décadas posteriores al Vaticano II, la difusión de costumbres relajadas, por no decir disolutas. Es así como el tradicional Tratado de Ascética y Mística ha entrado en crisis. El mismo término "ascética" en ciertos ambientes ha comenzado a producir fastidio y molestar, tanto que en esos ambientes ha sido abandonado ese término, y ha sido sustituido por una expresión más genérica, como "teología espiritual".
----------En cuanto a la mística, en ciertas partes, como por ejemplo entre los rahnerianos, se ha comenzado a entenderla no como punto de arribo, sino como punto de partida o clima normal del vivir cristiano, como "experiencia atemática trascendental del Misterio". La presencia en esta vida de la dimensión escatológica de la existencia humana ha sido de tal manera enfatizada, que se la hace coincidir con la presente, terrena, de modo que parece no haber más espacio para el futuro después de la muerte.
----------Hoy aparece, como nunca antes se había notado, la fundamentación teológica trinitaria de la ascética y de la mística. La ascética se refiere al Hijo y al Espíritu Santo, porque son éstas las divinas Personas que nos guian y nos conducen al Padre, meta del camino terreno. Ahora bien, la ascesis trata precisamente de las etapas del terreno progreso espiritual hacia el Padre que está en los cielos. La mística, en cambio, implica el anticipio, la pregustación terrena de la patria celestial, y por tanto es el encuentro místico con el Padre y la contemplación inicial, ya desde ahora, de su rostro.
----------Una cuestión importante es la de la ubicación de la ascética y mística en el ámbito de las disciplinas teológicas. Ella se propone como objetivo el de hacer alcanzar a las almas la perfección de la caridad y por eso también se le llama "teología de la perfección". Pero la perfección consiste en la santidad, y por eso también puede ser llamada "teología de la santidad".
----------El término "teología espiritual" es también oportuno y apropiado, en cuanto es aquella parte completiva de la teología moral o coronamiento de la teología moral, que enseña a ponerse a disposición de las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo o bajo la guía del Espíritu Santo, cómo discernir su venida -es la discretio spirituum (1 Cor 12,10)- y cómo conducirse cuando sopla el Espíritu. En tal sentido, se puede distinguir la teología espiritual de la teología moral, en cuanto que esta trata de las virtudes teologales, mientras que la teología espiritual trata de los siete dones del Espíritu Santo.

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