domingo, 24 de julio de 2022

Pasado y presente de la relación entre Rusia y Europa (3/4)

Una de las intenciones del Concilio Vaticano II es ciertamente la reunificación de los cristianos, pero es para preguntarse cómo ha podido ocurrir que después de sesenta años de su actuación, los católicos no hemos logrado obtener nada o casi nada, y de hecho se ha infiltrado entre nosotros una concepción de Iglesia y una visión de la autoridad del Papa y del obispo, que adolece de los defectos de la visión ortodoxa. [En la imagen: Cirilo, Patriarca de la Iglesia ortodoxa de Moscú].

He aquí la gran chance del ecumenismo
   
----------El ecumenismo no puede limitarse a la, aunque loable, colaboración pastoral y a la oración común, sino que debe, con la fuerza del Espíritu Santo, en la comunión de la caridad, iluminar las mentes de los hermanos separados, disipar las tinieblas en que se hallan y difundir la luz, colmar las lagunas, remover los obstáculos, estimular las voluntades dando un buen ejemplo de integral obediencia a la voluntad de Cristo.
----------El ecumenismo no es un debate entre teólogos, no se trata de discutir sutilmente refinadas opiniones teológicas, sino de poner en luz con franqueza, gradualidad, prudencia y caridad la verdad de fe, y rechazar proposiciones que se oponen a ella, motivando el porqué de tal rechazo. Es una obra de acompañamiento caritativo y prudente, gradual y metódico del hermano apartado desde su condición de separación a una condición de plena comunión con la Iglesia católica.
----------El ecumenismo es proposición de ideas benéficas, justas y saludables, basadas en la fe, en el dogma y en la Palabra de Dios, fuentes de virtud y de santidad, y la correspondiente corrección de sus ideas erróneas, fuentes de confusión, de peligro moral y de desobediencia a Dios.
----------No basta en cada encuentro ecuménico constatar con dolor la actual persistencia de la falta de la plena unidad, y dejar la situación en el mismo punto, sino que es necesario, en la medida de lo posible, esforzarse y trabajar con competencia, valentía, tenacidad y programando los sucesivos pasos a cumplir en vistas de la unidad. Es necesario tener ideas bien claras y fundadas sobre aquello en lo que consiste la unidad, y no limitarse al vago y genérico deseo o auspicio, pues de lo contrario, ¿cómo podría concebirse esa auspiciada unidad como término del camino y objetivo a alcanzar?
----------Es necesario demostrar a los hermanos separados las lamentables consecuencias, por no decir cosas peores (véase la situación actual de Cirilo), que surgen o han nacido de la separación de Roma y las ventajas espirituales que provienen de la comunión con Roma.
----------Hacer ecumenismo quiere decir invitar al hermano al banquete de bodas preparado por el Padre; hacerle entender que en la casa del Padre se está bien y no se está constreñido a comer las algarrobas de los cerdos. El ecumenista debe hacer todo el esfuerzo posible para que el peregrinaje a Roma sea lo más amable, agradable y deseable posible para el hermano, y acompañarlo paso a paso hasta la consecución de la meta.
----------No es ciertamente un puro obrar sobre el hermano como lo haría un simple educador o instructor, sino que implica también apertura a sus riquezas, aprender de sus virtudes, aceptar su colaboración, con humilde acogida y aceptación de eventuales correcciones o reproches, que él pueda hacernos, bien conscientes de que todo esto no hace sino ser un estímulo persuasivo y casi irresistible para acercarlo a Roma.
----------La unidad es ciertamente don del Espíritu, a implorar continuamente en la oración, pero debe ser también el término muy claro de un camino cuyas etapas se derivan de la conciencia de cuáles son las verdades faltantes que en los hermanos separados les impiden la plena comunión con Roma.
----------Resignarse a que los hermanos permanezcan indefinidamente en su situación deficitaria con el pretexto de la diversidad, en realidad no es lealtad, no es caridad, no es ecumenismo, sino pereza, vergonzosa pasividad y oportunismo. Es la actitud del sacerdote en el camino de Jericó, que ve al viajero maltratado y pasa de largo.
   
La misión de Rusia
   
----------Es comprensible que Rusia, cuyo territorio comprende también la asiática Siberia, busque una hegemonía sobre las naciones vecinas, como es el caso de Armenia, los Estados musulmanes, Georgia, Moldavia, Chechenia, Mongolia, China, Corea, India, Pakistán, Tailandia, Borneo, y hasta Japón incluso y las Filipinas. Sin embargo, Rusia es originariamente europea y, para ser precisos, Rusia es ucraniana, dado que ella ha nacido con el Bautismo de la Rusia de Kiev por obra de san Vladimiro en el año 988.
----------La Unión Europea, por lo tanto, no podrá ser verdaderamente europea mientras no incluya a Rusia hasta los Urales, aunque esto, naturalmente, no comportará ninguna división de la Rusia asiática. Ciertamente, Europa no es sólo una entidad geográfica, sino ante todo cultural y religiosa, teniendo comunes raíces cristianas. Pero nada impide a Rusia, como sostiene Dugin, ser un pueblo euroasiático.
----------La sede patriarcal de Moscú, sin embargo, junto con el resto de las Iglesias ortodoxas orientales surgidas del cisma del 1054, está recogiendo los amarguísimos frutos de su rebelión a Roma: Moscú, que a través de Constantinopla ha querido abandonar la obediencia a Roma, es ahora ella misma objeto de desobediencia y abandono. El mal que la Iglesia de Moscú ha hecho, ahora recae sobre ella.
----------Ahora bien, para remediar esta situación lamentable, enredada y desastrosa, que sufre de una conflictualidad que nunca antes había existido en la Iglesia ortodoxa oriental, donde parece que el Espíritu Santo se haya distanciado, sustituido por un espíritu de rencor y de venganza, es necesario que nuestros hermanos ortodoxos se vuelvan con el recuerdo a aquel fatídico momento, en el cual el patriarca Miguel Cerulario [1000-1059] dejó de prestar su propia obediencia al Romano Pontífice como su legítimo Superior, Padre, Pastor y Guía en el camino que en Cristo nos conduce al reino de Dios.
----------Por consiguiente, es necesario que nuestros hermanos ortodoxos reconozcan haberse equivocado al rechazar el primado de Pedro, primado querido por Cristo en el Espíritu Santo; es necesario que se den cuenta de la inconsistencia e ilegitimidad de las razones que ellos presentan para rechazar la obediencia al Romano Pontífice; es necesario que revisen con mucha seriedad y lealtad y sobre la base de una buena información histórica, los motivos que llevaron a Miguel I a una decisión tan grave, que habría de constituir el nacimiento de aquellas Iglesias ortodoxas todavía separadas de Roma.
----------Ya en el Concilio de Lyon del 1274 y en el Concilio de Florencia del 1439 estos hermanos nuestros quisieron reunirse con nosotros, aunque desgraciadamente pronto ellos retornaron a su cisma. Sin embargo, fueron privilegiados aquellos momentos, en los cuales todos sintieron el soplo del Espíritu Santo y se regocijaron como en un nuevo Pentecostés, aunque poco después volvería a actuar el espíritu de las tinieblas y de la discordia, confundiendo las mentes y helando los corazones.
   
¿Cómo ha podido suceder?
   
----------La pregunta que surge espontáneamente es cómo haya podido tener tanto seguimiento y tanta influencia, una decisión insensata, como aquella de Miguel, decisión que de un celante y fiel Patriarca, consciente de su gravísima responsabilidad como Pastor de un importantísimo Patriarcado como aquel de Constantinopla, no lo hubiésemos esperado nunca, y cómo ha podido ocurrir que tantos cristianos desde entonces hasta hoy hayan podido seguir este mal ejemplo sin jamás corregirse y arrepentirse.
----------Por duro que fuera el tono de la excomunión impuesta por Roma, Miguel debería haber tenido la humildad y la sabiduría de hacerse a un lado, y ciertamente Roma habría permitido la elección de un nuevo Patriarca en comunión con la Sede Apostólica. Pero lamentablemente desde hacía algún tiempo existía en Constantinopla una tendencia favorable al cisma y a la rebelión, basada sobre todo en el rechazo del Filioque y también en una concepción de la Iglesia en la cual el poder temporal, bajo el pretexto de que representa a Dios (Rm 13,1-7), viene de tal manera sobrevalorado, que el mismo poseedor del poder espiritual, el pastor de la Iglesia local, en lugar de tener sujeto a sí el poder temporal, tal como el espíritu debe gobernar la carne y lo temporal debe servir a lo espiritual (véase: Jacques Maritain, Primauté du spirituel, Plon, Paris 1927), carente de una suficiente conciencia de la sublimidad de su sagrado ministerio por encima de todos los poderes terrenos, tendía a emparejar el respeto debido al César con el debido a Dios.
----------La consecuencia de esta distorsión del poder temporal, ha sido que los emperadores bizantinos, favorecidos en esto por los propios Patriarcas, en la convicción de ser los representantes de Dios en la tierra, vieron el rol del Patriarca no como un ministerio espiritual dependiente de la pastoral del Obispo de Roma, representante de ese Cristo al cual el Padre ha concedido todo poder en el cielo y en la tierra, sino como simple Obispo de Constantinopla, ciudad imperial, capital del Imperio de Oriente, ahora más importante que Roma, la cual había caído de su rol imperial y estaba sujeta al dominio de los bárbaros.
----------Esta concepción distorsionada o cuanto menos equívoca de la relación entre Patriarca y Emperador había madurado lentamente durante los siglos precedentes y ya había dado lugar a algunas rupturas con Roma, de breve duración, pero lamentablemente esta vez las cosas habían ido tan lejos que la ruptura del 1054 se ha mantenido hasta ahora, a pesar de los cortos períodos de retorno de los ortodoxos a Roma, obtenidos por los Concilios de Lyon II y de Florencia. Hoy debemos remontarnos a aquellos felices momentos para ver cómo la Iglesia había logrado traer de vuelta a los hermanos separados.
   
Los defectos de la Iglesia ortodoxa
   
----------Una de las intenciones del Concilio Vaticano II es ciertamente la reunificación de los cristianos, pero es para preguntarse cómo ha podido ocurrir que después de sesenta años de su actuación, los católicos no hemos logrado obtener nada o casi nada, y de hecho se ha infiltrado entre nosotros una concepción de Iglesia y una visión de la autoridad del Papa y del obispo, que adolece de los defectos de la visión ortodoxa.
----------La Iglesia oriental, incluso antes del 1054, nunca ha captado el valor del gobierno civil popular, es decir, el derecho del pueblo al autogobierno, aquello que a partir del siglo XVIII se ha comenzado a llamar "democracia", donde el gobernante, como ya lo había enseñado santo Tomás, es vicem gerens multitudinis.
----------La Iglesia ortodoxa ha inventado la autocefalía para los obispos, la autocracia para el zar, pero no ha pensado en elaborar el concepto de autogobierno del pueblo, tal como es sugerido por las palabras de Cristo, que nos hacen presente que "quien quiera hacerse grande entre vosotros se hará vuestro servidor" (Mt 20,26); "uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos" (Mt 23,8); "yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Lc 22,27). Ahora bien, si la autoridad es un servicio, quiere decir que corresponde a quien se deja servir elegir el servidor del cual quiere ser servido.
----------Otro grave límite de las Iglesias ortodoxas, siempre causado por la necesidad de un punto de referencia perdido por la ausencia del Papa, es que, como es bien sabido, se trata de Iglesias nacionales, por lo cual el hereje es enemigo de la patria y viceversa, para ser buenos ciudadanos se debe ser ortodoxos.
----------Otro inconveniente es el de la confusión entre evangelización y expansionismo nacional: así como amor a la patria quiere decir ser ortodoxos y ser ortodoxos quiere decir difundir el Evangelio, la obra de difusión del Evangelio va de la mano con el expansionismo y el imperialismo nacional.
----------También sobre el plano de la antropología existe una diferencia entre cristiandad occidental y cristiandad oriental. Mientras la antropología oriental está bajo la influencia de Platón, que opone el espíritu al cuerpo, y por tanto funda una moral rigorista y sexofóbica, la Iglesia católica se abre en el siglo XIII a la antropología aristotélica, más conforme a la Escritura, la cual, concibiendo al hombre compuesto de alma forma sustancial y materia corpórea, funda una ética de armonía entre voluntad y pasión, espíritu y carne, alma y cuerpo. La ortodoxia, en cambio, oscila entre el Platón del desprecio por el sentido y el Platón de la sensualidad, entre el Monte Athos y Rasputín, entre la dureza y la emotividad.

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