sábado, 30 de julio de 2022

Desiderio desideravi: un llamado a la unidad (2/3)

¿Con qué sentimientos acercarse al misterio litúrgico? ¿En qué sentido los misterios divinos que nos son mediados y presentados por la liturgia, nos causan estupor o asombro, como dice el Papa? ¿No sería mejor hablar de éxtasis en la liturgia? ¿Cuáles son los elementos y condiciones de un buen ars celebrandi?

Con qué sentimientos acercarse al misterio litúrgico
   
----------El Romano Pontífice se detiene largamente para recordarnos el valor del estupor o asombro que debe tomarnos frente a los misterios inefables, sagrados y divinos que nos son mediados y presentados por la liturgia. Sin embargo, me permito hacer una observación, y es que quizás el Papa usa aquí el término "asombro" (en la versión en español, y "stupore" en la versión en italiano, que son términos intercambiables) en un sentido quizás inapropiado, quizás no adecuado al concepto que él pretende expresar.
----------Estupor proviene del latín stupor, que, a decir verdad, no tiene un significado estimulante, porque en realidad significa pasmo o aturdimiento. Tengamos también en cuenta, asimismo, la palabra "estúpido", que viene de estupor y los estupefacientes son las drogas. En mi opinión, sería mejor recuperar categorías bíblicas como aquellas del éxtasis y del rapto (Sum.Theol., II-II, q.175, a.1), que son tradicionales en la espiritualidad cristiana. Nos hemos habituado a considerar estos actos del espíritu como extraordinarios y propios de los grandes santos y místicos. Pero no hay motivo para hacerlo. El éxtasis, como explica santo Tomás (Sum. Theol., I-II, q.28, a.3), no es más que el efecto de un amor ferviente e intenso.
----------Me permito una breve nota acerca del término éxtasis. La palabra éxtasis proviene del griego ek-stasis, que significa estar fuera de sí. Ahora bien, este salir de sí, como nota ya santo Tomás de Aquino (en el lugar antes señalado), puede tener un sentido positivo y un sentido negativo. En el primer caso, éxtasis es efecto del amor, que nos proyecta en el amado; en el segundo caso es la razón, que en cierto sentido, abandona al sujeto y sale de él. ¿Qué sucede propiamente, más allá de esta metáfora? Que el sujeto pierda el ejercicio normal de la razón. En tal sentido, los psicólogos hablan de alienación mental.
----------Nosotros en cambio, hablando con propiedad, estamos presos de estupor ante hechos insólitos de la vida cotidiana, por ejemplo, al constatar un acto de descuido realizado por una persona muy diligente, por la exhibición extraordinaria de un atleta que sabemos que es de bajo nivel, por la belleza inesperada de un pasaje que nos había sido descrito como trivial. En suma, las cosas por las cuales sentimos estupor o nos asombran son cosas, al fin de cuentas, al alcance de nuestra profanidad y secularidad.
----------Por tanto, no sé si sea suficiente hablar de estupor o asombro ante la experiencia de los misterios divinos y de las realidades sagradas y trascendentes que nos son transmitidas y representadas por la Sagrada Liturgia. Quizá sería mejor hablar de conmoción, maravilla, admiración.
----------Es verdad que las obras de Jesús suscitan estupor (Mt 8,27; 9,33; Mc 6,2;7,37; Lc 2,33.48;24,12,37, etc.); pero se trata de sus milagros o cosas imprevistas o enseñanzas que aparecen extrañas e inauditas. Representan acercamientos sensibles o iniciales o emocionantes, que no representan todavía lo íntimo de su misterio divino, cuyo contacto y cuyo descubrimiento provoca el éxtasis (Hch 10,1, 11,5; 22,17) o el rapto (2 Cor 12,2-4).
----------Cuando el autor sagrado, como por ejemplo el apostól san Juan, quiere hablarnos de una verdadera experiencia del misterio, y por tanto de nuestro Señor Jesucristo, habla de éxtasis. Y si la liturgia es experiencia del misterio de Cristo, ¿por qué no deberemos usar esa palabra? Es bueno, por lo tanto, quitar de esa palabra las connotaciones de cosa excepcional y extraordinaria, para proponerla de nuevo como efecto psicológico normal de la experiencia y de la actividad litúrgica.
----------Es cierto que el éxtasis todavía en la actualidad es considerado un fenómeno más bien raro y típico de la experiencia mística de poquísimos privilegiados. Pero precisamente la liturgia es el mejor camino hacia la experiencia mística. En tal sentido, la liturgia es verdaderamente "fons et culmen totius vitae christianae" como dice el Vaticano II. La liturgia, como dice y repite el Papa, nos conduce al encuentro místico con Cristo. Es un contacto mediado ciertamente por los conceptos de fe, pero no deja de ser siempre un encuentro interpersonal y no una simple meditación especulativa sobre el misterio de Cristo.
----------Esto está clarísimo en la mente de quienes han hecho la reforma litúrgica y se lo puede ver en la meticulosidad con la cual han establecido los momentos de silencio en el curso de la celebración, enumerados diligentemente por el papa Francisco. ¿Qué significan estos momentos, sino el dar espacio al éxtasis y a la experiencia mística? Es cierto que la experiencia mística es don divino impredecible y no puede ser decidida por nosotros de antemano. Sin embargo, cuando somos tomados y estamos absortos en la celebración litúrgica, somos transportados por el Espíritu Santo, por lo cual podemos estar ciertos de que, si ponemos nuestro ánimo en esta docilidad al Espíritu, en cada Misa, sacerdotes y fieles, podemos hacer una experiencia mística y entrar en éxtasis. En el éxtasis se pregusta el paraíso del cielo. ¿Y para qué está hecha la Misa, sino para ser una pregustación o anticipo del paraíso del cielo y del banquete mesiánico?
----------El famoso análisis que hace Rudolf Otto [1869-1937] acerca de lo sacro, no está privado de valor, pero sin embargo carece de equilibrio, porque está afectado por la emotividad irracional y atormentada de Lutero. Lo sagrado es ciertamente fascinosum. Esto lo experimentamos en la liturgia. Experimentamos la dulzura, la ternura, la conmovedora bondad y la misericordia de Dios.
----------Por otra parte, la Escritura no duda en presentar a Dios también como tremendo, terrible y aterrador: "Aparta de mí tus golpes: ¡me consumo bajo el peso de tu mano!" (Sal 39,11). Sin embargo, Dios se aparece así a los impíos. Parece cruel con los rebeldes. Para el justo Dios no es tremendo, sino temible; no es cruel sino justo. Lutero confunde el temor con el terror y Otto se equivoca al seguir a Lutero.
----------El temor de Dios hace evitar el pecado y es escuela de sabiduría. Por el contrario, el terror de Dios nos arroja a la desesperación y es la antesala de la condenación. La liturgia suscita un temor sacro, un temor que es dictado por el amor, benéfico para el espíritu, que induce a la reverencia, a la obediencia, al obsequio, al homenaje, a la adoración, a la glorificación.
----------Si el novus ordo tiene un defecto que no tiene el vetus ordo es que éste infunde el temor y el tremor o estremecimiento frente al arcano, mientras que el novus ordo crea una atmósfera de tranquilidad satisfecha que nace de la convicción de que Dios es un Dios para el hombre. Nos sentimos cercanos a Dios, sin problemas, pero con el riesgo de una cierta superficialidad y facilonería.
----------Otro sentimiento importante para acercarse dignamente a la liturgia es el de la devoción. Así la define Tomás: "La devoción no parece ser otra cosa que una cierta voluntad de dedicarse a las cosas que conciernen a la familiaridad con Dios" (Sum.Theol., II-II, q.82, a.1). "La devoción es un acto especial de la voluntad de hacer con prontitud aquellas cosas que conciernen al servicio divino" (Ibid.).
----------Por otra parte, el papa Francisco subraya en la Desiderio desideravi la importancia del símbolo en la liturgia y exhorta por ello a aprender el significado de los símbolos presentes en la acción litúrgica. Los símbolos tienen una parte esencial, junto con el conocimiento conceptual, para ayudarnos a comprender y a gustar el misterio divino que se celebra, misterio que, por su trascendencia, no se deja incluir o reducir en nuestra limitada comprensión intelectual, sino que la supera infinitamente.
----------Es en esta perspectiva que debemos comprender la polémica del Papa contra lo abstracto a favor de lo concreto. Él sabe muy bien que el pensar implica la abstracción, pero su blanco polémico es el abstraccionismo gnóstico e idealista, que pretende sustituir el ser por el pensamiento o resolver el ser en el pensamiento. Los símbolos litúrgicos son humildes y simples cosas concretas al alcance de toda inteligencia, las cuales cosas sin embargo, debidamente comprendidas en su significado sagrado y religioso, divinamente revelado, elevan la mente y el corazón muy por encima de la más alta actividad teorética o especulativa del intelecto del más docto y genial de los teólogos. El símbolo en la liturgia tiene su parte al lado del signo.
----------El signo es un hecho natural, empírico o mental que representa o remanda o se refiere a la realidad que él significa. El concepto, por ejemplo, es un signo natural mental de la cosa conceptualizada, representativo de la cosa. El símbolo, en cambio, es un artefacto de la inventiva humana o divina, de carácter convencional.
----------En la Sagrada Liturgia, por ejemplo, el agua es a la vez signo y símbolo de la gracia, donde esta doble función ha sido establecida por Dios mismo. Es símbolo, en cuanto el agua es asumida como algo que representa la purificación espiritual a causa de la analogía con la purificación del cuerpo operada por el agua. Pero al mismo tiempo el agua usada por el sacerdote para bautizar es signo sacramental de la gracia, que produce efectivamente aquella gracia que ese signo significa. El símbolo representa; el signo produce. El símbolo hace conocer, el signo aplica prácticamente el conocimiento.
----------La liturgia involucra al hombre en todas sus facultades, alma y cuerpo, sentidos e intelecto, experiencia y conciencia, afectos y voluntad, memoria y proyectos, palabras y silencio, lectura y canto, persona y sociedad, técnica y poesía, sentimientos y pasiones, movimiento y descanso, vestimenta y lugar, temporalidad y eternidad.
   
El ars celebrandi y las celebraciones irregulares
   
----------El Santo Padre habla luego del ars celebrandi. Celebrar proviene del latín celebrare, que conlleva la idea del concurrir de muchos en algún lugar, dar vida a algún lugar, realizando un acto interesante, digno de admiración o que llama la atención, animar una asamblea, hacer públicamente eco a un mensaje, elogiar, alabar, glorificar y exaltar a alguien o algo.
----------El celebrante es un operador, que hace con el poder de Cristo lo que Cristo le ha encomendado hacer: "haced esto en memoria Mía". En la liturgia el sacerdote es el hombre de lo sacro, sacrum-dans, el que media entre Dios y el hombre, obtiene de Dios la gracia para la comunidad y presenta a Dios en nombre de la comunidad los votos, las súplicas, las peticiones, las plegarias y las invocaciones de la comunidad.
----------La asamblea litúrgica es ciertamente una comunidad orante y sacerdotal, pero siempre en la distinción entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común de los fieles. Cuando el celebrante introduce al ofertorio, dice "mio y vuestro sacrificio". Se equivocan, por lo tanto, aquellos celebrantes que dicen "nuestro sacrificio". No, es el único sacerdote que ofrece el sacrificio; la comunidad concurre. Así también es erróneo hablar de concelebración con referencia al acto del sacerdote y de la asamblea. No. Es el sacerdote el que celebra. La comunidad participa en la celebración. La verdadera concelebración es la que hace un grupo de sacerdotes juntos.
----------Celebrar es un arte difícil, que se aprende, señala el Santo Padre, con una adecuada formación. La liturgia tiene sustancialmente un carácter operativo y comunicativo, podríamos añadir: anagógico, es decir, debe saber guiar por signos y símbolos sensibles al gusto de las realidades espirituales, sobrenaturales y divinas. La liturgia pertenece, por tanto, a la categoría del hacer: "Haced esto en memoria mía". Sin embargo, por medio de este hacer sacramental el sacerdote hace conocer, guía al conocimiento, a la contemplación y a la adoración. Y también estimula a la acción y a la caridad.
----------El celebrante dispone de importantes medios expresivos: la palabra, el gesto, la mirada y el tono de la voz. Estos medios naturales son hoy reforzados por poderosos instrumentos de la técnica. La homilía, para ser útil, eficaz e incisiva, debe limitarse a tocar uno, dos o tres temas ofrecidos por las lecturas. No debe ser una lección de teología. No debe ser la aburrida repetición de cosas sabidas y resabidas. Pero no debe tampoco chocar o maravillar por su extrañeza. Debe aclarar puntos oscuros interesantes, disipar equívocos, refutar errores insidiosos, presentar ejemplos edificantes, enseñar cómo debemos vivir hoy el Evangelio.
----------La mirada del celebrante es muy importante. La hábil coordinación de las palabras, de las pausas, del tono de voz, de la mirada y de los gestos de las manos ejercen sobre las personas un poder de persuasión a veces irresistible y suscitan entusiasmo por la belleza de la homilía.
----------El celebrante es el mistagogo, o sea el iniciador en el misterio, aquel que hace percibir el misterio. Desgraciadamente, como denuncia el Papa, existen celebraciones gnósticas, en las cuales el sacerdote se considera el gurú indio que tiene la tarea de abrir los ojos de los discípulos, mostrándoles que su verdadero yo no es el que cae bajo sus sentidos, que es pura ilusión, sino que su yo profundo es Dios mismo. Introduce a la ciencia suprema que es la conciencia de ser Dios. El cristiano, como decía Meister Eckhart, no es imagen de Cristo; el cristiano es Cristo. Pero sabemos que no es así.
----------El Santo Padre habla luego de la Misa pelagiana, por la cual el celebrante celebra la autotrascendencia del hombre, cuyo vértice es la gracia, la cual no es un don gratuito que desciende de lo alto, de encima de la naturaleza, añadiéndose a la naturaleza, sino que es la plenitud suprema de la naturaleza. Tanto en la Misa gnóstica como en la Misa pelagiana el celebrante eleva a los fieles al nivel de lo divino: en el primer caso guiando a la conciencia de ser Dios; en el segundo, guiando a la plenitud divina del hombre.
----------El Papa también menciona a la Misa lefebvriana como Misa superada por el novus ordo. Aquí falta la comunión con la Iglesia no tanto por el vetus ordo como tal, el cual bajo ciertas condiciones, es lícitamente celebrable, sino por el hecho de que los lefebvrianos rechazan las doctrinas del Concilio y la autoridad de los Papas del Concilio y del postconcilio, así como rechazan el novus ordo considerado filo-protestante.
----------Existe luego una concepción de la celebración eucarística no como acto del sacerdote, sino como acto de la comunidad. El sujeto de la celebración, como dice Matias Augé, en Liturgia. Historia, celebración, teología, espiritualidad (Biblioteca Litúrgica, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1995) no es el sacerdote, sino la asamblea litúrgica. La misma concepción se encuentra en Kiko Argüello, quien dice: "No hay Eucaristía sin asamblea. Es una asamblea entera la que celebra la fiesta y la Eucaristía, porque la Eucaristía es la exultación de la asamblea humana en comunión: porque el lugar preciso en el cual se manifiesta que Dios ha actuado es en esta Iglesia creada. Es de esta asamblea que brota la Eucaristía".
----------Ahora bien, debemos recordar que la acción es acto de la persona, actiones sunt suppositorum, se dice en filosofía. Existe, ciertamente, la acción colectiva y comunitaria y no hay duda de que la Misa normalmente debe ser un acto colectivo, pero es necesario especificar que este acto colectivo no debe ser confundido con el acto de la celebración de la Misa, que es acto propio, exclusivo e insustituible del sacerdote, acto en el cual los fieles participan, acto que ellos no realizan junto con el sacerdote, acto que no es idéntico sino distinto y a él similar, así como el analogado inferior se asemeja al analogado superior.
----------Asimismo, de Aime-Georges Martimort [1911-2000], en el capítulo de su tratado de liturgia La Iglesia en Oración, titulado "Estructura y leyes de la celebración litúrgica", hubiéramos esperado la definición o descripción de los actos, de las normas, de las modalidades y de las ceremonias rituales de la celebración de la Misa por obra del sacerdote in Persona Christi indudablemente como presidente de la asamblea litúrgica, a favor y en nombre de ella, unida a él en el concurrir a la celebración del divino Sacrificio.
----------En cambio, nada de todo esto. Martimort hace una larga y docta exposición histórico-bíblica-doctrinal de la naturaleza, de la praxis y de los fines de la asamblea litúrgica y se limita a hablar del celebrante en solamente tres páginas, en un párrafo dedicado a las "diferentes funciones de la asamblea", como si se tratara de una simple función entre las demás, expresándose también mal, ya que no se trata de funciones de la asamblea, sino de funciones en la asamblea y al servicio de la asamblea.
----------En todo ello subyace siempre la falsa idea de la asamblea entendida como sujeto agente, olvidando el hecho de que si bien se puede hablar de una acción de la asamblea como, por lo demás, de la Iglesia misma, esta acción debe ser entendida como acción colectiva, acción de los fieles que, de común acuerdo y con las mismas intenciones, forman juntos la Iglesia.
----------Pero la Iglesia no es algo así como una superpersona en la cual los individuos no son más que manifestaciones empíricas. No decimos ni siquiera que somos la Iglesia y que la Iglesia es la simple suma o colección de las individuales personas. El bien común no es la simple suma de los bienes privados, sino que es un valor nuevo y superior, que los engloba en sí implícitamente y sobre los cuales se vuelca en su beneficio, así como ellos están al servicio del bien común.
----------Sea como fuere, permanece el hecho fundamental ontológico de que la Iglesia está hecha de personas. Lo que subsiste no es la Iglesia, sino que son las personas. Incluso cuando la Iglesia es personalizada por san Pablo como Esposa de Cristo, está claro que se trata de una metáfora. La acción de la Iglesia no es otra cosa que la acción común, tanto litúrgica, como social y moral, de las individuales personas que la componen y, en particular, la acción de la Iglesia docente.
----------Un error todavía peor en esta línea colectivista de sabor hegeliano-marxista es el de confundir la Misa con una asamblea política, como ocurre en la teología de la liberación. Así ella es descripta en el famoso documento de la CDF de 1984 Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación: "La Eucaristía ya no es comprendida en su verdad de presencia sacramental del sacrificio de la reconciliación como don del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Ella deviene celebración del pueblo en su lucha" (X,16).

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