miércoles, 27 de julio de 2022

El tratado de ascética y mística según el Concilio Vaticano II (1/2)

En décadas recientes y en muchas partes se ha llegado a creer que el Tratado de Ascética y Mística hubiera ya tenido su tiempo y así ha sucedido que en la formación sacerdotal y en la cultura católica se ha olvidado su importancia, con grave daño para la espiritualidad sacerdotal y católica en general. ¿Como ver este tratado teológico a la luz del Concilio Vaticano II? [En la imagen: fragmento de "La Oración", obra de Antonio Muñoz Degrain, del 1874, actualmente en el Museo del Prado, Madrid].

Un tratado a recuperar
   
----------A partir sobre todo de la Reforma Tridentina surgió, reviviendo la más antigua tradición cristiana que se remonta a los Padres del desierto, un tratado específico de moral para la formación sacerdotal y para la guía de las almas, especialmente de las almas religiosas y sacerdotales, a una más alta perfección y a la santidad, bajo el título de "teología ascética y mística", en respuesta a la ética luterana, que, bajo el pretexto de que todo creyente, laico o ministro, es guiado sola y directamente por el Espíritu Santo, rechazaba, como condiciones para salvarse, la mediación de la Iglesia y de los sacramentos, el ejercicio de las buenas obras y el esfuerzo metódico, para dominar las pasiones, elementos vistos por Lutero como fuentes inútiles de escrúpulos y de presunciones, así como la pretensión de sentirse justos y de merecer delante Dios.
----------La respuesta tridentina a Lutero ha sido ciertamente eficaz, mostrando cómo el esfuerzo ascético no es en vano, sino que conducido con equilibrio y moderación, socorrido por la gracia, produce copiosos frutos de virtud, como luego fue testimoniado por el riquísimo florecimiento de santidad, a la cual dio lugar la aplicación de las directivas conciliares. El Concilio de Trento, en cambio, no tocó el tema de la mística. Esto no impidió, de todos modos, que en los siglos siguientes se produjera un florecimiento de autores místicos y teólogos de la mística, así como una fuerte reanudación de la vida monástica y contemplativa.
----------Sin embargo, la persistencia de la espiritualidad protestante, que entretanto, sobre todo en el siglo XIX, se había transformado con Hegel en un verdadero panteísmo, que consecuentemente habría de favorecer al modernismo, requería una nueva empeñosa intervención de la Iglesia, en un intento de abordar nuevamente en diálogo ecuménico el gran tema de la ascética y de la mística.
----------Y así se ha llegado al magno acontecimiento del Concilio Vaticano II, el cual, a decir verdad, no ha entrado ex profeso en el tema; y sin embargo, no es difícil recabar de los documentos conciliares, sobre todo de aquellos dedicados a la vida religiosa y del n.4 del c.I, así como de los cc.V, VI y VII de la Lumen Gentium, ideas importantes para la renovación del tratado sobre la ascética y mística.
----------Desgraciadamente ha sucedido en cambio que en muchas partes se ha creído que este tratado hubiera ya tenido su tiempo y así ha sucedido que en la formación sacerdotal y en la cultura católica se ha descuidado la importante materia que llevaba a cabo, con grave daño para la espiritualidad sacerdotal y católica en general. Ciertamente, el tratado tenía necesidad de ser renovado, asumiendo el nuevo enfoque del Concilio Vaticano II, el cual pone en luz la perspectiva escatológica en la adquisición de la santidad y en el progreso de las virtudes. Pero era necesario mantener la confrontación con la espiritualidad luterana.
   
Comparación con Lutero
   
----------Recordemos, entonces, que Lutero, como es sabido, demasiado impresionado desde joven monje por la corrupción de la naturaleza humana y por su fragilidad personal, consecuentes al pecado original, e inicialmente aspirante a una perfección absoluta imposible en esta tierra, llegó a abandonar su compromiso monástico y a rechazar la utilidad y la necesidad de las buenas obras y del libre albedrío para salvarse.
----------También rechazó el concepto de ética natural, que santo Tomás de Aquino había recabado de Aristóteles, pero que tenía fundamento de fe en la Sagrada Escritura, por ejemplo en san Pablo (Rm 2,14) o en el decálogo mosaico. En efecto, Lutero creía que la moral evangélica se podía y se debía resumir en la sola confianza incondicional en la misericordia divina (sola fides), no obstante la invencibilidad de la concupiscencia, la permanencia del pecado (peccatum permanens) y la imposibilidad de observar los preceptos del decálogo y las leyes de la Iglesia, que por tanto pasaban a ser facultativas, mientras que lo esencial era el ponerse a total disposición del Espíritu Santo, sin tener en cuenta los dogmas, las prácticas y los ritos mandados por la Iglesia, que para él eran residuos engañosos del fariseísmo y del paganismo. Creía, por tanto, redescubrir la auténtica y evangélica Iglesia de Cristo sustituyéndose al oficio de Papa al hacer creer a sus seguidores que el verdadero continuador de la obra de Cristo era él y no el papado.
----------Lutero olvidó, con su pretensión de conocer infaliblemente la Palabra de Dios mediante el contacto directo con la Escritura, que ésta, la Sagrada Escritura, como nos advierte san Pedro, no puede estar sujeta a "privada explicación" (2 Pe 1,20), sino que, si la obra de los exegetas y de los biblistas es en todo caso útil y preciosa como ayuda al Magisterio, ellos no pueden presumir gnósticamente de iluminar o corregir la enseñanza pública de quienes, por mandato de Cristo, son los intérpretes oficiales, es decir, los sucesores de los apóstoles bajo la guía inapelable de los Sumos Pontífices.
----------En cambio, según la recta fe, debemos recordar que nosotros recibimos la Biblia de la Iglesia, y que, por lo tanto, la lectura de la Biblia debe realizarse en la Iglesia y con la Iglesia, porque es la Iglesia la que ha puesto por escrito las Palabras del Señor y las custodia fielmente, integralmente e inmutablemente bajo la permanente asistencia del Espíritu Santo hasta el fin de los siglos. La Biblia vive solo en el seno de la Iglesia como el feto vive solo en el seno de la madre. Pretender, como hizo Lutero, sacarla de este seno para conservarla por propia cuenta bajo el pretexto del Espíritu Santo dado a todo cristiano, es como quien pretenda mantener vivo un feto fuera del seno de la madre sin ningún subsidio.
----------Los luteranos han visto y todavía hoy siguen viendo en Lutero a un "Reformador". Pero en realidad, aparte de algunos aspectos positivos que deben ser reconocidos, Lutero no ha sido un reformador, sino un deformador. Por ello, el posterior Concilio de Trento ha vuelto a llevar a la Iglesia a su forma auténtica, sin por ello renunciar a una obra propia de reforma, que con el pasar del tiempo y la evolución de las ideas y de las costumbres, ha mostrado límites y defectos, a los cuales ha buscado remediar el reciente Concilio Vaticano II, en el momento en que ha hecho avanzar a la Iglesia en el camino hacia el reino de Dios. Y aquí me refiero en particular a la importante cuestión de la ascética y la mística.
----------Así, la salvación para Lutero es obra de la sola gracia y no de la naturaleza. Para Lutero, las obras no son condición para salvarse, sino que son la señal de que se está ya salvo solo por la gracia. La salvación no es merced a las obras, sino que es pura y absolutamente gratuita. Para salvarse basta tener fe de salvarse, independientemente de las obras, que siguen siendo pecaminosas.
----------Según Lutero, es inútil esforzarse por quitar los pecados, son inútiles la confesión y la penitencia, son inútiles las austeridades, las renuncias, las abstinencias y los votos monásticos, porque toda acción humana es de cualquier modo pecado. La justicia no es evitar el pecado, sino cubrirse con la justicia de Cristo. Nuestra justicia no es nuestra, sino que es la justicia de Cristo, una justicia de otro (iustitia aliena).
----------Por consiguiente, siempre según Lutero, no hay que preocuparse si pecamos: lo importante es aferrarse a Cristo crucificado, que paga por nosotros (theologia crucis) y "aferrar a Cristo". La mística luterana consiste en la alegría y la paz que vienen del saber que Cristo nos ama, tiene piedad de nosotros, ha dado su sangre por nosotros, y de la certeza absoluta, de fe, de que Él y su Espíritu están con nosotros y que nos salvaremos, de hecho ya somos salvos y santos desde ahora mismo.
----------Lutero encontró su modelo ético y antropológico en el Génesis, donde hombre y mujer se unen en matrimonio para el crecimiento de la especie en la alabanza de Dios y en el dominio sobre la naturaleza. Y en esto no se equivocó. Sin embargo, bien consciente del hecho de que el pecado original había introducido en el hombre la concupiscencia, como es sabido, juzgaba suficiente para la salvación creer en los méritos de Cristo sin que fuera necesario y posible, dada la corrupción de la naturaleza, adquirirla por cuenta nuestra.
----------La perspectiva contemplativa le parecía a Lutero una utopía de tipo platónico. Y esto sorprende en un Agustino, cuando sabemos lo importante que es en san Agustín el tema de la contemplación. Sin embargo, aunque Lutero estuviera tan apegado a la Biblia, falta, en su espiritualidad, el deseo fundamental de la Escritura: el deseo de ver a Dios, que en el Evangelio de Juan se concretará en el deseo de ver al Padre (Jn 14,8).
----------Lutero se concentra en el deseo de la unión con Cristo, lo cual es en sí ciertamente bello. Pero lo que le interesa a Lutero en Cristo, como por lo demás en el Padre, es solamente recibir su misericordia, lo que hace caer mucho de tono la nobilísima aspiración, dándole todo el aspecto de una espiritualidad replegada sobre sí misma, donde el yo acaba por prevalecer sobre Dios. Ya no el hombre al servicio de Dios, sino Dios al servicio del hombre. Dios me sirve para estar bien yo.
----------Por eso, la necesidad que Lutero tiene de Cristo no parece funcional al deseo de ver al Padre, sino que parece satisfacerse con un Cristo que no conduce al Padre, sino cerrado sobre sí mismo y todo dedicado a Lutero. Ahora bien, esta actitud infantil e inmadura hacia Cristo, este cristocentrismo sin el Padre, no corresponde para nada a la misión que Cristo ha recibido del Padre, que es la de hacernos conocer al Padre (Jn 17,3).
----------Incluso el Espíritu Santo, en la espiritualidad luterana, no parece tener ninguna relación con el Padre, no conduce al Padre, sino que es sólo el Espíritu inmanente en el creyente, que lo ilumina directamente, lo hace locuaz y lo certifica de la Palabra de Dios a anunciar al mundo. Por lo tanto, estamos de nuevo con un Dios que no está en la cúspide de la ascesis humana, sino con un Dios que es funcional a la salvación del hombre. Parece que si el hombre no existiera, Dios no sabría qué hacer.
----------La espiritualidad de Lutero, como la católica de su tiempo hasta el Concilio Vaticano II, está obviamente, en cuanto cristiana, concentrada en la escucha de la Palabra de Dios, en la unión afectiva con Cristo y en la docilidad al Espíritu. Pero, como hemos visto, falta el anhelo hacia el Padre, y por tanto falta la instancia contemplativa, que prepara la visión beatífica del cielo. Y esta es una grave laguna, que vuelve vana la unión con Cristo y con el Espíritu Santo, porque estas dos Personas, enviadas para nosotros por el Padre, han venido precisamente para conducirnos al Padre. En vano buscaríamos en las palabras de Lutero, referidas al Padre, un eco de las siguientes palabras del Salmista, aunque fundamentales para comprender la espiritualidad bíblica: "Como la cierva anhela los cursos de agua, así mi alma Te anhela, oh Dios" (Sal 42,2).
----------Sí, ciertamente, Lutero anhela a Dios, pero sólo en cuanto es su Redentor, es Cristo; no le interesa en sí mismo y por sí mismo. El Dios de Lutero es un Dios relativo al hombre, como lo será más tarde el Dios de Kant y de Hegel. A Lutero el Padre no le interesa. Para él es el "Deus absconditus", que le causa pavura. No se entiende bien por qué. Lutero parece imaginárselo como se lo imaginaba Marción: el Dios cruel del Antiguo Testamento. Confunde la justicia divina con la crueldad. Cristo, en cambio, sería el "Deus revelatus", que lo tranquiliza, lo reconforta, le da confianza y lo consuela. ¿Pero, a quién o qué nos revela Cristo, sino al Padre?
----------Lutero no alcanza a ver ni siquiera en la justicia divina una manifestación de su amor. Parece casi la actitud de un niño que quiere escabullirse ante los reproches y retos de su padre. Debe haber tenido un bloqueo psicológico desde la infancia por haber sufrido por parte de su padre, de quien se dice que fuera muy severo o demasiado severo. Quizás esta sería la diagnosis, si Lutero hubiera podido ser psicoanalizado.

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