miércoles, 13 de julio de 2022

La alternativa: o Dios en sí o Dios para mí

Existen quienes conciben a Dios, que es siempre Dios en sí, como si fuera un Dios para mí. Sin embargo, dice la Escritura: "Antes que fueran engendradas las montañas, antes que nacieran la tierra y el mundo, desde siempre y para siempre, tú eres Dios" (Sal 90,2). Con Dios no se puede hacer el doble juego: no puedo a un mismo tiempo creer en Dios y creer en mí mismo como si fuera Dios. [En la imagen: fragmento de "Familia Gonzaga adorando a la Santísima Trinidad", óleo sobre tela de Pedro Pablo Rubens, del 1604 y 1605, en el colección del Palacio Ducal de Mantua, de los Gonzaga].

¿Cuál es el verdadero absoluto?
   
----------Respecto al concepto de Dios juega el binomio relativo-absoluto. Lo relativo es por esencia relativo a un absoluto. En cambio, lo absoluto no es relativo a nada; lo absoluto puede estar o existir también de por sí sin un otro, es decir, sin un relativo que le sea relativo. Con Hegel, en cambio, nace la relatividad recíproca: el mundo es relativo a Dios; pero también Dios es relativo al mundo. Para Hegel lo absoluto es relativo al otro por sí, que a su vez es absoluto para él. Y viceversa.
----------Por tanto, para Hegel el mundo no puede estar sin Dios; pero también Dios no puede estar sin el mundo. El mundo está orientado a Dios y Dios está orientado al mundo. Dios está por esencia en el mundo (inmanentismo) y el mundo está por esencia en Dios (buenismo).
----------Dios no está por encima del mundo; no es trascendente; no vale más que el mundo; sino que Dios y mundo están a la par, son iguales (univocidad del ser), están en el mismo nivel ontológico y se conectan, se entrelazan o se influencian dialécticamente entre sí para formar, según Hegel, lo que es la verdadera suprema Unidad y Totalidad: el Dios-mundo, síntesis de ser y devenir, de uno y de muchos.
----------Sin embargo, surgen inevitablemente algunas preguntas Son éstas: ¿yo soy relativo a Dios o Dios es relativo a mí? ¿Dios es por esencia un Dios que podría prescindir de mí o es en esencia un Dios para mí? ¿Es un Dios que me pone a mí o soy yo que lo pongo a Él? Aquí radica el problema de la teología de Fichte. Y entonces: ¿es un Dios para mí o incluso un Dios según mí? ¿Existe un concepto objetivo y universal de Dios? ¿Dios es esencialmente un Dios hecho hombre o podía también no encarnarse? Si hubiera querido, ¿podía no crear el mundo y entonces permanecer solo?
----------Estas preguntas surgen al leer a Hegel. ¿Pero dónde está el error de fondo de esta teología? Es la absurdidad de concebir dos absolutos, dos "señores" y el querer servirlos a entrambos, porque un señor está al servicio del otro. Y al mismo tiempo, ese mismo señor manda al otro, intercambiándose los roles. Por lo tanto, los dos polos se atraen y se repelen simultáneamente. Por eso la dialéctica hegeliana es un movimiento que nunca tiene paz, sino que implica la continua oscilación entre los dos polos opuestos, porque no es un pasaje de la potencia al acto, es decir, un movimiento de perfeccionamiento, sino que es un movimiento conflictual, por lo cual en el momento en el cual un polo agrede al polo opuesto, este lo repele y lo reenvía al punto de partida; y el movimiento recomienza, continuando así al infinito.
----------Es falso creer que la dialéctica hegeliana sea promotora de progreso, porque el verdadero progreso refuerza y desarrolla un valor establecido, indiscutido e indiscutible, un valor inmutable y no lo pone en crisis, no lo socava, ni siquiera lo niega. Sino que en el verdadero progreso lo nuevo, como ha enseñado el papa Benedicto XVI precisamente en referencia a la reforma del Concilio Vaticano II, está en continuidad y no en ruptura con lo antiguo, que debe ser conservado con cuidado y fidelidad.
----------Es claro que aquí nos encontramos ante una falsa concepción del absoluto, que no puede ser doble, sino que debe ser uno solo. Ab-solutus significa "suelto-de", "libre-de", "independiente-de". Lo absoluto no puede tener necesidad de un otro por sí ni reenviar a un otro por sí para ser completado, sino que es perfecto y completo por sí y auto-suficiente. No tiene un fin fuera de sí, sino que es fin por sí mismo y todo lo demás está finalizado por Él. Este es el verdadero absoluto, este es el verdadero Dios.
----------Sin embargo, todas las preguntas que hemos mencionado anteriormente han comenzado a hacerse siempre cada vez más apremiantes e impelentes a partir de dos famosos personajes: Martín Lutero y René Descartes, los cuales, habiendo puesto su yo como absoluto criterio de verdad y queriendo ellos no obstante continuar creyendo en Dios, han acabado por modificar el concepto de Dios, para concebir un Dios no como ente supremo, supremo bien y fin último, al cual obedecer, servir y honrar, sino como un Dios para mí, un Dios garante y proveedor de nuestra salvación, de nuestro poder y de nuestra felicidad.
----------En esta visión soteriológica, atributo divino supremo y esencial no es, por tanto, la infinita bondad divina, sino la misericordia, que supone evidentemente la existencia del mundo, por lo cual, si el mundo no existiera, Dios no tendría modo de aplicar a nadie su misericordia, y por lo tanto ya no sería Dios.
----------Con la posterior acentuación de esta concepción de Dios, se continúa creyendo en un Dios que salva; pero al mismo tiempo el hombre ya no reconoce como Dios sino a un Dios que se ocupa de él, del hombre, que lo cuida, como si el hombre fuera el propósito de Dios, como si Dios tuviera un fin creado, el hombre, un fin que no sea Él mismo. Dios se duplica: permanece el Dios creador y señor del hombre; pero este Dios está ahora flanqueado por otro dios, que es el hombre, al cual el primer Dios debe servir, si quiere seguir siendo reconocido como Dios. Ya no un Dios en sí, sino un Dios para mí.
   
Un Dios funcional a la razón humana
   
----------Ese Dios que ya no es un Dios en sí sino un Dios para mí, es el Dios de Kant y de la masonería. Pero este Dios no tendrá larga vida en la historia. Después del compromiso hegeliano del hombre transformado en Dios y de Dios transformado en hombre, falsificación panteísta del misterio de la encarnación, el segundo Dios, el hombre, reivindicará el derecho de ser el único Dios, por lo cual, con Feuerbach, Marx, Comte, Nietzsche y Freud, expurgarán al primer Dios del horizonte del ser, lo borrarán.
----------Pero detengámonos por un momento en Kant. Ciertamente, Kant habla de religión, incluso le ha dedicado un tratado: La religión dentro de los límires de la mera razón (Alianza Editorial, Madrid 1981), un título del libro que expresa algo así como si traspasar esos límites no pueda ser trascenderlos para llegar a una realidad supra-racional y sobrenatural, sino que sea locura y superstición. Donde se ve que la razón humana cree que ocupa todo el espacio de la verdad y por tanto se erige a sí misma como absoluto.
----------Kant lo dice apertis verbis: la razón no busca una realidad que la trasciende y no se eleva de sí misma, porque, según él, esta realidad, que por tanto sería Dios, no es conceptualizable, sino que la razón "no se ocupa de nada más que de sí misma" (Crítica de la razón pura, Editorial Colihue, Buenos Aires, p.716). Dios, por lo tanto, es funcional a la razón.
----------Pero aparece muy claro que Kant no sabe qué cosa es verdaderamente la religión, porque la confunde con la moral: "La religión es (considerada subjetivamente) el conocimiento de todos nuestros deberes como mandamientos divinos" (La religión dentro de los límires de la mera razón, op.cit. p.150), precisando entonces ulteriormente que nosotros no tenemos propiamente deberes para con Dios (ibid, p.150 nota 58), sino sólo para con el prójimo, dictados por la razón. Es un desarrollo racionalista de la concepción luterana de la caridad, según la cual no existe una caridad hacia Dios, sino sólo hacia el prójimo.
----------En realidad, la religión es distinta de la moral y sobre todo es distinta de la moral kantiana, según la cual la ley moral no se funda en una participación de la Razón eterna, sino que se funda en la voluntad de la razón práctica. Kant no comprende que el mandato divino no es una representación antropomórfica del mandato de la razón, sino que es la voluntad de Dios que manda a la razón; y el acto de obedecer a Dios propio de la moral o de rendir culto a Dios, propio de la religión, no supone en absoluto, como teme Kant, la pretensión de dar algo a Dios o de "actuar sobre Él o para él" (La religión..., op.cit., p.150).
----------Sino que en realidad, en la religión se trata en cambio de dedicarnos a Él en el culto divino, de escuchar su palabra y dejarlo actuar sobre nosotros con los dones de su gracia, perfeccionándonos al poner en práctica sus mandamientos. En Kant no se da una verdadera y propia relación concreta y existencial del hombre con Dios, sino que todo y Dios mismo sucede sólo en la razón, incluso si obviamente la razón con la voluntad produce los actos externos. Sin embargo, se trata de ideas, intenciones y voliciones, que, nacidas de la razón, se mueven en la razón y terminan en la razón, al servicio de la razón.
----------Ciertamente Kant recupera el aspecto operoso y racional de la ética y revaloriza la religión contra Lutero; pero permanece la idea luterana del Dios-para-mí, la cual pierde sus connotaciones bíblicas personalistas, y ya no es, como lo era todavía para Lutero, un Tú absoluto frente a mí, el Cual me habla, mientras yo Le hablo. Todo esto para Kant es ilusión, si bien puede ser cierto de que, como él dice:
----------"La suposición que hace la razón, de un ente supremo como causa primera, es [una suposición] meramente relativa, pensada en pro de la unidad sistemática del mundo sensible, y es un mero algo en la idea, de lo cual nosotros no tenemos concepto alguno tocante a lo que sea en si" (Crítica de la Razón Pura, op.cit. p.715). "Ahora bien, un ente incomprensible tal, el objeto de una mera idea, puedo suponerlo de manera relativa al mundo sensible, aunque no [puedo suponerlo] en si mismo.
----------Pues si al mayor uso empírico posible de mi razón se le pone por fundamento una idea (la de la unidad sistemáticamente completa, a la que pronto me referiré de manera más precisa) que en sí misma nunca puede ser exhibida de manera adecuada en la experiencia, aunque es indispensablemente necesaria para aproximar la unidad empírica al máximo grado posible, entonces no solamente estoy autorizado, sino incluso obligado, a realizar esa idea, es decir, a ponerle un objeto efectivamente real, aunque sólo como un algo en general que no conozco en sí mismo, y al cual, sólo [en la medida en que es entendido] como un fundamento de aquella unidad sistemática, le otorgo, en relación con esta última, aquellas propiedades que son análogas a los conceptos del entendimiento en el uso empírico [de éste].
----------Concebiré, pues, por analogía con las realidades en el mundo, [por analogía] con las substancias, con la causalidad y con la necesidad, un ente que posee todo esto en la suma perfección, y puesto que esa idea sólo se basa en mi razón, podré concebir a ese ente como una razón subsistente por si misma que es causa de la totalidad del universo por medio de las ideas de la máxima armonía y unidad" (Ibid. p.714).
----------Dios, por lo tanto, no es un Ser real, sino una idea o, como se expresa Kant con un término escolástico, un "ente de razón", por lo tanto construido por la razón e inmanente a la razón, incluso si viene pensado como tal para darse a sí misma el principio de su máxima unidad sistemática en el conocimiento del mundo sensible. Es un Dios al servicio de la razón, medio e instrumento de la auto-afirmación de la razón. Dios es el garante de la verdad y de la bondad de la razón, así como el Dios luterano garantiza la salvación del creyente por la "sola fide".
----------Tenemos, por tanto, un concepto de Dios, que se ocupa del hombre, que no corresponde a la verdad de la divina providencia y misericordia. Y es aquella idea que concibe el yo, el sujeto humano, la razón o la autoconciencia como un absoluto que para realizarse o para organizarse o para funcionar o para desplegarse necesita de oportunos medios o instrumentos que él mismo pone y que permitan satisfacer a estas sus exigencias. Entre estos medios está Dios mismo.
----------En esta visual o punto de vista, Dios es concebido como si fuera realmente existente, una realidad en sí, independiente del yo, creador del yo, fin último del yo; como si fuera el absoluto, es decir, el primero y supremo ente y la causa primera. Pero en realidad aquello que existe absolutamente es el yo o la razón o el sujeto humano o la autoconciencia.
----------Y Dios, como hemos visto en Kant, deviene una idea, un ente de la razón, un símbolo que representa la unidad sistemática de la razón, puesto por la razón o por la fe, ente de razón concebido como si fuera ente real, concebido por analogía con la idea de causa o sustancia, como garante absoluto de la certeza del yo, de su pensar y de su actuar.
   
Pero no se puede servir a dos señores
   
----------Sin embargo, con Dios no se puede hacer el doble juego. No puedo a un mismo tiempo creer en Dios y creer en mí mismo como si fuera Dios. No puedo, como hace Enzo Bianchi, encontrar los caminos de Dios partiendo al mismo tiempo del Evangelio y del mundo, como si fueran fuentes iguales de verdad. Ciertamente, el mundo tiene una verdad que le es propia, ha sido creado por Dios; sin embargo en el mundo la verdad está contaminada por el error; el mundo está dominado por el príncipe de este mundo.
----------Se debe servir a Cristo y al Evangelio por encima de este mundo, que debe ser juzgado a la luz del Evangelio. Es necesario saber reconocer las insidias y los peligros del mundo a la luz del Evangelio y saber renunciar a ciertas atracciones del mundo para seguir el Evangelio. Las verdades del mundo, descubiertas por la razón y propias de la conciencia moral natural, por muy estimables que sean, no deben competir ni mezclarse con las de la fe, extraídas del Evangelio; sino que deben preparar los caminos del Evangelio y ser utilizadas para interpretarlo y hacer poner en práctica.
----------La verdadera fe en Dios evita esta doblez, que por otra parte constituye siempre un equilibrio inestable, forzado y precario, que puede llevar incluso hasta la locura, porque la conciencia está continuamente y voluntariamente lacerada y atormentada entre dos opuestos absolutos: Dios y el propio yo. Es cierto que, mientras estamos en esta vida mortal, siempre advertimos la tentación del ateísmo y de la impiedad; y es por esto que incluso los santos cometen a menudo al menos pecados veniales.
----------Jesús mismo nos advierte que no es posible servir a dos señores. La cosa no puede durar por mucho tiempo. O nos decidimos sinceramente por Dios o Lo rechazamos abiertamente. O al menos Jesús quiere advertirnos de la patente contradicción. Sin embargo, existen espíritus dobles, de "lengua doble" (Sir 28,13), que de la contradicción y de la incoherencia, quizás con porte o perfil untuoso, hacen su forma de vida.
----------Sin embargo, se debe decir con absoluta certeza que todo hombre, si quiere, puede vencer esta doblez farisaica, puede sustancialmente implementar, con humildad, coraje y lealtad, una sincera, serena y perseverante fidelidad a Dios, aunque entre altibajos, en el crecimiento de la caridad y de todas las virtudes y en una constante y victoriosa lucha cotidiana contra las tentaciones y contra Satanás, y en la segura y cierta esperanza de la victoria final, pregustada desde ahora en las primicias de la futura resurrección.
   
Dios nos promete la salvación si observamos los mandamientos
   
----------El hecho de que Dios nos promete la salvación, no se trata de la presuntuosa certeza luterana de ser siempre y en cualquier caso perdonados por la misericordia de Dios, como si nos consideráramos predestinados; por el contrario, cada día debemos ocuparnos de nuestra salvación "con temor y temblor" (Flp 2,12), sabiendo, como dice san Agustín, que "quien te ha creado sin tí, no te salva sin tí".
----------Está claro que Dios es nuestro salvador y que no nos salvamos por nosotros mismos. Pero Lutero entiende la misericordia divina como el hecho de que Dios lo acepta tal como es, con todos sus pecados, considerados por Lutero como invencibles e inevitables. Por lo cual Dios finge no verlos ("justificación forense"), mientras Lutero se consideraba dispensado del cumplimiento del esfuerzo ascético, que él juzgaba inútil y nocivo; y de ahí su rechazo a los votos monásticos.
----------Se ve entonces cómo Lutero no está centrado en Dios, sino en sí mismo, en su propia "salvación". Con esto que decimos no estamos queriendo decir que el problema de la propia salvación no sea importante. En efecto, esta fuerte necesidad de ser salvado y de sentir a un Dios misericordioso es sin duda signo en Lutero de un alma profundamente religiosa.
----------Sin embargo a Lutero, por su propio reconocimiento, Dios no le interesa en absoluto en Sí mismo y por Sí mismo, para contemplar el misterio trinitario. Lutero no siente la necesidad de un Dios amable, sino de un Dios útil, y útil para él. Lutero no dice con el Salmista: "Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo" (Sal 27,4). Todo, para Lutero, pasa a un segundo plano. Sólo le interesa una cosa. Él está seguro de salvarse, no en virtud de las buenas obras, sino sólo, como él dice, "por la fe", porque, según él, Dios mismo se lo ha prometido; y Dios no puede fallar en sus promesas.
----------De acuerdo, pero Lutero olvida dos cosas: primera, que el arcano misterio de la predestinación de los elegidos, es decir, el saber quién será elegido y quién no lo será, no está en absoluto a nuestro alcance, y por lo tanto no es para nada un dato de fe, sino que, como enseña el Concilio de Trento (Denz.1540) es un saber reservado solo para Dios. Imaginémonos si yo tuviera que saber desde ahora mismo que no me salvaré, ¿en qué se convertiría mi vida? Pero también el saber que me salvaré sería peligrosísimo, porque me sentiría autorizado a cometer todos los pecados que me plazcan, diciéndome a mí mismo: me salvaré de todos modos. Y segunda, que el cumplimiento de las promesas de Dios no es incondicionado, sino que está condicionado al hecho de que observemos los mandamientos. Sí, es cierto, la gracia es gratuita. Pero si no correspondemos con los méritos de las buenas obras, no sirve de nada.
----------Por lo tanto, lo que se advierte es que se trata de un Dios funcional al hombre, pero no sólo al hombre: funcional a Lutero. Ciertamente no negamos que Dios, en su bondad y misericordia, se hace útil a todos, pero no nos corresponde a nosotros determinar tal utilidad en base a nuestra auto-referencialidad o a un replegamiento sobre nosotros mismos, sino que Dios nos será verdaderamente útil, sólo sobre la base del presupuesto de que nosotros hayamos precedentemente aceptado y puesto en práctica las condiciones por Él establecidas, que hacen operante la mencionada utilidad.
   
"El Hijo del hombre ha venido para servir" (Mt 20,28)
   
----------En sustancia y en último análisis, Dios nos sirve, sí, pero a fin de que nosotros le sirvamos a Él. Él no es como el cantinero que nos lleva la Coca-Cola a la mesa o donde estemos cómodamente sentados y todo termina ahí. No es que después de haber recibido el servicio nosotros contemplemos al cantinero. Sino que es ese Dios que se humilla hasta morir en la Cruz, para que nosotros tengamos la humildad y la grandeza de alma para desearlo a Él sobre todas las cosas y por encima de nuestra misma vida.
----------En cambio, en el caso del fin último del hombre, la bienaventuranza no consiste en centrar la atención en lo que Dios hace por nosotros, sino en Dios en sí mismo, así como es lógico que un bien infinito, como es Dios, nos interese inmensamente más que un bien finito tal cual somos nosotros. De modo especial, como nos enseña la Iglesia, nuestra eterna bienaventuranza celestial consiste en la "visión intuitiva e inmediata de la esencia divina, sin mediación de criatura alguna" (Denz.1000). Naturalmente se trata de la esencia divina trinitaria.
----------En Ex 3,14 Dios revela su Nombre Yahvè (en hebreo: Ehièh escer ehièh) correspondiente a "Yo Soy" (Egò èimi), que aparece varias veces en los labios de Cristo. Sólo santo Tomás ha interpretado correctamente este nombre misterioso con la famosa expresión Ipsum Esse per Se subsistens. Vanamente han intentado otros agregar una referencia al hombre, como: "Yo estoy contigo". Es equivocado. La bienaventuranza está en la contemplación del ipsum Esse. Es contemplando amorosamente a Dios desde ahora en estado de gracia, iluminados por la fe ahora y después por la visión en el cielo, que nosotros, como dice san Juan, podremos alcanzar la plenitud de nuestra filiación divina, que ya ahora poseemos y de nuestra semejanza con Él, "porque Le veremos tal como Él Es" (1 Jn 3,2).
----------El deseo de la salvación, por tanto, no puede ser auténtico, si no subtiende al menos implícitamente al deseo de la visión beatífica, que colma sobreabundantemente el deseo natural del hombre de conocer la esencia de Dios, causa primera y fin último del universo. Por tanto, salvarnos no quiere decir reducir a Dios a nuestras medidas humanas y a nuestros intereses humanos, sino ensanchar nuestro corazón y elevar nuestra mente hacia Él, obedeciendo su voluntad en la búsqueda de la santidad.

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