martes, 12 de julio de 2022

Amor y abstinencia sexual, castidad y unión sexual (2/2)

La cuestión grande, urgente, y candente, que hoy más que nunca se plantea dramática y fascinante, difícil y atrayente en la actual vorágine infernal de la corrupción, de la falsa libertad y de la locura sexual, cuestión que ya no se puede aplazar más, que nos involucra a todos, es la siguiente: ¿cuál es el puesto del sexo en el plan de la salvación? ¿Qué relación existe entre el sexo y la santidad? ¿Qué relación existe entre el sexo y la resurrección gloriosa? ¿Qué ha querido hacer Dios al crear al varón y a la mujer?

El verdadero remedio para la concupiscencia
   
----------Hoy la Iglesia ha comprendido que el verdadero remedio para la concupiscencia y para la libido no es el de darle rienda suelta o libre desfogue en el matrimonio, sino que es el de dominarla también en el matrimonio, no tanto con los necesarios períodos de abstinencia, cuanto sobre todo entendiendo a la unión sexual como manifestación del amor escatológico.
----------En efecto, como ya hacía notar santo Tomás de Aquino, si bien es suficiente que sólo algunos individuos se dediquen a la reproducción de la especie, todo individuo tiene el deber y el derecho de obtener una razonable satisfacción de las mencionadas necesidades vitales personales, aunque, como veremos, una cierta unión del varón con la mujer puede entrar en cierto modo para todos, incluso para las vírgenes, en el plan de la perfección terrenal y escatológica de la persona y de la pareja humana, según las palabras del Génesis: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18).
----------Esas palabras muestran cómo la relación hombre-mujer es la matriz y el paradigma originario, supremo, radical y fundamental de toda otra relación humana, por más estrecha, íntima y natural, familiar, parental, social y amical que sea. Esas palabras del Génesis, además, como explicaba san Juan Pablo II (con preciosísima e innovadora enseñanza en el campo de la relación genesíaca, terrena y escatológica entre varón y mujer), retomando una tesis de Maritain (en Hagámosle una ayuda semejante a él, Revista Communio n.3, 1982), no se refieren tanto a la cuestión de la reproducción de la especie y por tanto al matrimonio, que obviamente de ningún modo está excluido, sino que más allá de ello, en el plano genesíaco, terrenal y escatológico, tocan, como decía san Juan Pablo II, el sentido mismo de la existencia del hombre, como varón-mujer.
----------La gran, urgente, y candente cuestión que hoy más que nunca se plantea dramática y fascinante, difícil y atrayente en la actual vorágine infernal de la corrupción, de la falsa libertad y de la locura sexual, que ya no se puede aplazar más, que nos involucra a todos, es la siguiente: ¿cuál es el puesto del sexo en el plan de la salvación? ¿Qué relación existe entre el sexo y la santidad? ¿Qué relación existe entre el sexo y la resurrección gloriosa? ¿Qué ha querido hacer Dios al crear al varón y a la mujer?
----------El misterio del sexo depende del misterio del cuerpo. El misterio del cuerpo depende del misterio de la materia. La materia (el "polvo", como dice el Génesis) aquí abajo se disuelve en la muerte. Pero nuestra materia, en la Parusía, nuevamente informada por el alma beatificada, vuelve a ser nuestro cuerpo glorioso masculino y femenino. Y por consiguiente resurge la unión santa del varón con la mujer. Sin embargo, ya no se trata de una unión matrimonial generativa, sino de simple unión de amor: "una sola carne". Ya no la pareja conyugal exclusiva, sino la amistad entre muchas parejas.
----------El Corán, al admitir la unión sexual en la resurrección, parece haber explicitado una conclusión que se puede extraer de la doctrina del papa san Juan Pablo II acerca de la resurrección de los sexos. Indudablemente, sin embargo, en el Corán hay una visión de la mujer como persona inferior, que por lo tanto viene reducida a instrumento de placer, sin que sea reconocida de ningún modo la reciprocidad psico-espiritual varón-mujer, enseñada por el actual Magisterio de la Iglesia.
   
Los moralistas heréticos del postconcilio
   
----------Sobre el tema al que se refiere este nuevo título del presente artículo no puedo dejar de recomendar el extenso exámen que del mismo hace el padre Cornelio Fabro en su libro La aventura de la teología progresista (Ediciones EUNSA, Navarra 1976).
----------Hay que señalar, por otra parte, lo erróneo de esa ética sexual liberal y laxista, falsamente llamada "personalista" y mejor llamada existencialista, que comenzó a difundirse sobre todo después de la revolución sexual de 1968, también por obra de cierto moralistas católicos, como por ejemplo Bernhard Häring [1912-1998], de la licitud y más aún de la utilidad de las relaciones prematrimoniales, en nombre de una injustificada apelación a situaciones particulares.
----------Precisamente en ese año el papa san Paulo VI, con gran coraje, sabiduría y oportunidad, publicó la famosa encíclica Humanae Vitae, con la que prohibía el uso de los anticonceptivos. La intervención del Papa, como era de esperarse, encontró oposición entre los moralistas laxistas del molde de Häring y de Rahner, e incluso una sorda oposición en algunos Episcopados europeos, a tal punto que Paulo VI sintió tal dolor, que no volvió a escribir encíclicas hasta el final de su vida, es decir, durante diez años.
----------La difusión descontrolada de las ideas laxistas u obscenas de los moralistas heréticos, no obstante la advertencia del Papa, causó desorientación e inmenso daño, sobre todo en los jóvenes y en la vida matrimonial y familiar, daños que han venido aumentando hasta nuestros días, con el desprecio por toda forma de castidad o de templanza sexual, con la difusión de la droga, el jolgorio y las discotecas, las relaciones prematrimoniales y extramatrimoniales, la difusión de vestimentas provocativas en las mujeres, el exhibicionismo femenino, el uso generalizado de los anticonceptivos, el nudismo en las playas, la desestima por la indisolubilidad del matrimonio, el aumento de los divorcios, del concubinato y de las uniones ilegítimas, un aumento espantoso de los abortos, el aumento de la prostitución, la legitimación moral de la masturbación, hasta la legitimación civil de la sodomía. Últimamente también se ha descubierto la práctica de la pedofilia en el clero. Es evidente que en todas estas aberraciones nada tiene que ver el amor entre hombre y mujer: aquello que interesa es gozar sexualmente por cualquier medio y de cualquier modo.
----------El resultado de toda esta obra devastadora ha sido y es una gravísima crisis de la familia, a la cual la Iglesia desde hace décadas intenta remediar, pero con escaso éxito, porque no se atacan las raíces doctrinales del mal, de las cuales mana lógicamente su puesta en práctica.
----------Incluso si los documentos del Magisterio de la Iglesia han sido y son buenos, permanecen como letra muerta, porque las autoridades no toman medidas, sino que dejan hacer, cuando no es el caso que son las autoridades mismas que se dejan seducir por ideas heréticas. Fue la denuncia que teólogos y moralistas fieles al Magisterio han hecho muchas veces en estas décadas, lamentablemente con frecuencia inútilmente.
----------De tal modo, los moralistas rebeldes, cuyos escritos tienen libre acceso en los Seminarios, terminan por arruinar la formación de los seminaristas, futuros sacerdotes. Invocar como causa y motivo de este desastre al "clericalismo" significa batir el aire y desviar las indagaciones. Aquí no se trata de clericalismo, sino de apología de la lujuria, que deriva de una moral sin principios.
   
El mensaje de la Humanae vitae
   
----------Sin embargo, en esa encíclica grande y noble de Paulo VI está contenido un principio importantísimo de la ética sexual, de gran amplitud, aliento, envergadura y exhortación, que ya había sido enunciado por el Concilio Vaticano II (en la Gaudium et spes, n.49), a saber, que la unión sexual entre esposos es expresión del amor e incrementa el amor (encíclica Humanae vitae, n.11). A primera vista el Papa no parece decir nada nuevo respecto a lo que todos los poetas y todos los cantores de todos los pueblos y de todos los tiempos desde siempre y en todas partes saben o han sabido.
----------Y sin embargo aquí el Papa no se refiere al simple amor instintivo o a la pasión pasajera o al sentimiento efímero, sino al concepto cristiano del amor conyugal, originado en el Edén y destinado a la resurrección. Amor que involucra a toda la persona y la existencia de la pareja, cuerpo y alma, para el presente y para la eternidad. Amor como vínculo que une en la igualdad, en la diversidad y en la reciprocidad. Amor como recíproco donarse y recíproco aceptarse. Amor como unidad e identidad; "ya no son dos, sino una sola carne".
----------Por lo tanto, se debe comprender mejor la relación del sexo varón-mujer con el alma espiritual. Dios para cada alma crea ese determinado cuerpo. Para el alma de un varón crea un alma masculina. Y así, para el alma de la mujer crea un alma femenina. Por consiguiente, el alma masculina es diferente del alma femenina.
----------Y así similarmente a cada cuerpo masculino corresponde una determinada alma masculina, y en efecto, como enseña un documento de la Iglesia (la Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, del 29 dicembre 1975, n.1), el sexo masculino o femenino influye sobre el alma espiritual, sí, para darle una impronta respectivamente masculina o femenina, impronta que el alma está ya dispuesta a recibir, dado que precisamente, como he dicho, está creada por Dios precisamente con esa aptitud para informar un cuerpo según ese sexo que ese determinado cuerpo le hace asumir.
   
Sexualidad desde abajo y sexualidad desde lo alto
   
----------Existe, pues, una sexualidad que asciende desde abajo hacia el espíritu y existe una sexualidad del espíritu que desciende en el cuerpo. La primera sexualiza el espíritu; la segunda espiritualiza el sexo. Esto quiere decir que el espíritu humano, a diferencia del angélico y el divino, no es asexuado, sino que es o bien masculino o bien femenino. De ahí vemos el sinsentido, la insensatez, que tenemos ya a la vista, de los así llamados "cambios de sexo", como si el sexo fuera un vestido endosado al sujeto de por sí asexuado, que se encuentra con ese vestido y se lo quiere cambiar.
----------Pero también hay que considerar una concepción errónea y materialista del sexo desde abajo. Es la de Freud. Según él, la energía fundamental y originaria de la persona es la libido sexual, concupiscencia irresistible, que asciende transformándose al plano o nivel del espíritu con el devenir espíritu. No es, por lo tanto, un verdadero libre albedrío, sino la libido lo que gobierna al hombre en el subconsciente y lo empuja a enmascararla en las formas de la vida espiritual. El libre albedrío es una ilusión: es sólo una máscara de la libido. Freud niega el libre albedrío, como lo niega también Lutero.
----------La diferencia entre ambos exponentes de esta sexualidad desde abajo, está dada por el hecho de que mientras Lutero se cree de todos modos siempre perdonado por Dios no obstante su concupiscencia, Freud hace de la concupiscencia, a la que él llama libido, su dios en el puesto de Dios, de modo que para él el sentido de culpa o del pecado es sólo signo de una neurosis, por la cual el sujeto cree tener que rendir cuentas a un Dios que no existe y que en realidad es el fantasma opresivo del superyó.
----------Ahora bien, la parte o aspecto de verdad en Freud es el hecho de que el sexo influye sobre el espíritu. Sin embargo, el error está en el hecho de que Freud no reconoce el proceso inverso, es decir, el influjo o dominio del espíritu sobre el sexo y el amor sexual como expresión del amor espiritual de la resurrección. El resultado es que en Freud el espíritu permanece sofocado por la carne.
----------De hecho, las cosas son muy diferentes de como piensa Freud. En efecto, Dios nos crea a cada uno de nosotros con ese determinado sexo: varón o mujer, de modo tal que sexo y espíritu en cada uno de nosotros no deben ser concebidos como sujeto y acto, como si el espíritu fuera la cúspide del sexo. Y tampoco debe ser concebida la relación espíritu-sexo sobre el modelo sujeto-hábito, como en el dualismo cartesiano de origen platónico-origenista, donde el sujeto (el yo) se resume en el espíritu o en la auto-conciencia, mientras que el sexo es otro objeto-sujeto (el cuerpo) externo, a disposición del sujeto, separado del sujeto.
----------Por el contrario, la relación del sexo con el espíritu debe ser concebida sobre el modelo materia prima (cuerpo)-forma sustancial (alma), para constituir un único sujeto sustancia o persona, esencialmente compuesta de una parte formal, el alma, y ​​de una parte material, el cuerpo sexuado.
----------En otras palabras, el sexo, para cada uno de nosotros, no es ni el origen material del espíritu (Freud) ni tampoco un objeto externo separado de nuestro yo espiritual (Descartes), y que se presenta ante nosotros como un bloque de arcilla que está a disposición para un niño que quiere darle forma. Las cosas no son así en absoluto. Esta concepción de la relación espíritu-sexo, que se deriva de la concepción rahneriana de la naturaleza persona humana, es completamente errónea y principio de graves daños morales.
----------La correcta ética sexual se funda, por lo tanto, en una concepción del sexo masculino-femenino no como materia libremente manipulable por la persona, como cree Rahner, sino como animalidad de la persona gobernable por la voluntad para su fin terreno y escatológico, animalidad, de la cual la persona deriva su ser hombre o mujer, según la declaración del citado documento del Dicasterio de la Fe.
----------La unión sexual santificante escatológica no es, por lo tanto, efecto de la libre manipulación del sexo, acto que falsifica la vida del espíritu, sustrayéndolo a la obediencia a la ley divina, sino que es manifestación de la unión espiritual escatológica madurada en una relación de caridad mutua entre varón y mujer, disciplinada por la castidad, en la común y conjunta búsqueda de Dios y en el común y conjunto ejercicio de la caridad fraterna en comunión con la Iglesia de la tierra y del cielo.
   
Conclusión
   
----------A males extremos, extremos remedios. A la espantosa y abominable idolatría del sexo, que es la extrema degradación, que clama venganza ante los ojos de Dios creador del varón y de la mujer (el Catecismo de San Pío X ya pone el "pecado impuro contra naturaleza" entre "los pecados que claman venganza ante los ojos de Dios"), el único y decisivo remedio radical (no los radicales de Pannella) es la propuesta y la experiencia, para quien tiene el don de poderla hacer, del sexo de la resurrección o pre-resurrección, preparado por una sincera práctica de la castidad juvenil, celibataria, conyugal, viudal y religiosa. A la fuerza satánica del sexo mortífero es necesario oponer la fuerza divina de la vida eterna del sexo.
----------Más allá del espiritualismo dualista origenista y del hedonismo sensista freudiano y pannelliano, más allá del legalismo y del libertinismo, del rigorismo y del laxismo, más allá del puritanismo y del erotismo, ha llegado el momento, después de la innovadora enseñanza del papa san Juan Pablo II, llevada hasta las extremas consecuencias, de comprender de una vez por todas y para siempre, que la unión escatológica como expresión de la caridad divina, que puede ser iniciada desde ahora y preparada por la práctica de la castidad, es cosa santa y sublime, es don del Espíritu Santo, es pureza y dignidad, es perfección y verdadera felicidad, es verdadera perspectiva y prenda de salvación y de vida eterna.

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