La Biblia es la respuesta divina a la búsqueda de Dios por parte del hombre. Es la revelación del Padre, en Cristo y por medio de Cristo, de que el fin último del hombre es la visión beatífica del Dios Trinitario, con tal que el hombre se arrepienta de sus pecados, obedezca los preceptos divinos y acepte la gracia del perdón y de la santificación en el Espíritu Santo. De lo contrario, el hombre no asciende al cielo, sino que se precipita en el infierno. [En la imagen: La Creación de Adán, fresco de Miguel Angel, del 1511, en la Capilla Sixtina].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
jueves, 7 de julio de 2022
El nombre de Dios y el nombre del hombre (2/2)
La imagen cognoscitiva y poética
----------Además de todo lo dicho (cf. nota anterior), también es necesario considerar el hecho de que cuando se habla de imagen, podemos sí referirnos a la imagen de una cosa o de una persona o de un dios plasmada o producida por el arte humano, pero también a la imagen como hecho mental como sucede en el proceso de conocimiento. Existe una imagen de la realidad producida por la imaginación, que no es otra que esa misma realidad bajo forma de imagen. O bien, hablando en general de imagen como representación mental de lo real, podemos extender el sentido de la palabra "imagen" al concepto.
----------El hacerse, por ejemplo, un exacto concepto de Lutero implica una representación de Lutero mejor y más objetiva que un retrato suyo pintado por el talentoso Luke Cranach. Aparte del hecho de que me interesa conocer más del alma de Lutero que de sus rasgos físicos, debemos tener presente que el concepto o idea de algo no es, como creía Descartes, un objeto inmediatamente captado por mi conciencia, frente al cual puedo preguntarme si más allá de ese objeto existe efectivamente lo real que él parece representar.
----------No. El concepto no es otra cosa que la cosa misma, captada por el concepto bajo forma de concepto y, como decía Hegel, "en el elemento del pensamiento". Es la cosa real misma en cuanto pensada o representada por la mente, la cosa "que se tiene en mente", como se expresa correctamente el lenguaje común.
----------El concepto que me he hecho de Lutero, suponiendo que sea verdadero, o sea adherente a la realidad de Lutero, no me representa a Lutero del mismo modo que un retrato de Cranach representa a Lutero, retrato que es un objeto material, una imagen visual, que refiere sí a Lutero, pero que tiene una esencia obviamente y realmente distinta de la naturaleza de la personalidad real de Lutero.
----------Luigino Bruni, en el ya mencionado artículo en Avvenire que estamos analizando aquí, trata también de la imagen como medio de conocimiento e instrumento del lenguaje para concebir a Dios y para hablar de Dios: "Mientras buscamos las palabras, las notas más bellas y altas para alabar a Dios, estamos también aprendiendo las notas y las palabras más bellas para alabarnos los unos a los otros. Tal vez no haya habido una espléndida palabra para alabar a Dios que algún poeta no haya usado ni siquiera para una persona amada, y tal vez no haya poesía de amor que alguien en otro día, tal vez sin saberlo, haya usado para cantar a Dios. También esto es imagen y reciprocidad. Bendiciendo a los hombres hemos aprendido a bendecir a Dios y bendiciendo a Dios ya estamos bendiciendo a hombres y mujeres, aunque no lo sepamos".
----------Es cierto que en el imaginar, en el cantar, en el poetar, en el pensar, en el concebir, en el hablar, nos elevamos del prójimo a Dios y descendemos de Dios al prójimo. Hay un intercambio de predicados y de atribuciones. Las imágenes, las palabras, los conceptos, los sentimientos, para expresar aquello que pensamos o sentimos sobre Dios y sobre nuestro prójimo, pueden parecer los mismos. Hay una cierta reciprocidad. Pero Bruni exagera, de forma similar a como ha exagerado para la cuestión del nombre.
----------Bruni tiende a aplanar a Dios sobre el hombre y con ello mismo eleva excesivamente la dignidad del hombre. No es del todo cierto que sic et simpliciter pensando, imaginando y diciendo el hombre pensamos, imaginamos y decimos Dios y viceversa. No hay univocidad, sino analogía. ¿Cómo dice la Escritura? "Por la grandeza y belleza de las creaturas por analogía se conoce al autor" (Sab 13,5).
----------La Biblia de ninguna manera dice que concebir, imaginar, nombrar, decir, pensar, a Dios, es lo mismo que concebir, imaginar, nombrar, decir, pensar al hombre. Entre Dios y el hombre no sólo hay semejanza. De hecho, el Concilio Lateranense IV de 1215 dice que es mayor la diversidad que la semejanza. Pero Bruni con su reciprocidad horizontal y antropomórfica arriesga la identidad.
----------Es verdad, ciertamente, que los atributos divinos deben estar en la misma línea que los que descubrimos en el hombre: de otro modo, ¿cómo podrían ser la causa? Es verdad que ciertos atributos son la ampliación al infinito de la misma perfección que encontramos en el hombre. En Dios es infinito lo que en nosotros encontramos finito. Ciertas perfecciones son las mismas, salvo por el hecho de que en Dios es diferente el modo con el cual se encuentran en nosotros y en Él: tanto el hombre como Dios poseen la ciencia; pero es muy diferente el modo humano y el modo divino del saber. El ser es atributo tanto de Dios como del hombre. Pero mientras nosotros participamos del ser, Dios es ser por esencia.
----------Es verdad que con conceptos unívocos puramente físicos, extraídos del mundo material, no podemos concebir una Sustancia espiritual infinita (así define a Dios el Concilio Vaticano I, Denz. 3001), la cual es Dios. Sino que se necesitan conceptos analógicos trascendentales, como sugiere Sab 13,5, conceptos que Bruni parece no conocer, por esa su pretensión de hablar de Dios como se habla del hombre y viceversa. Por el contrario, hay que decir que el recto hablar de Dios implica que se hable no del mismo modo, sino analógicamente, del hombre y de Dios, de lo contrario ponemos al hombre a la par de Dios y viceversa.
----------Por otra parte, para remediar el univocismo, no se puede ni siquiera caer en la equivocidad, según la cual un atributo asignado al hombre es equívoco respecto de lo que es Dios, por lo cual de Dios es imposible concebir o saber o decir cualquier cosa, porque nuestros conceptos se refieren sólo al hombre y no pueden ser aplicados a Dios, ni siquiera analógicamente.
----------Entonces no hay sino dos caminos: o no hablar nunca de Dios; pero entonces tomamos la estampa de los ateos o de los agnósticos. O bien hablar, pero entonces deberemos usar conceptos unívocos, extraídos de la física o de la naturaleza humana. Pero así se acaba por recaer en el univocismo de Bruni.
----------Además, debemos decir que esta tesis de que de Dios no se puede decir nada de sí propio que no sea algún atributo humano, es una tesis absurda, que se refuta por sí sola, puesto que ¿cómo hacemos para decir que no se puede saber nada acerca de alguna cosa, la cual, precisamente, dado que no sabemos nada de ella, no se puede definir? Y si no sabemos de qué cosa hablamos, ¿de qué cosa hablamos para hacer? Si no definimos primero qué es aquello de lo cual nada se puede decir, ¿cómo podemos hablar de ello y por tanto entendernos? Pero en el momento en que lo definimos, hablamos de eso, y por tanto con ello mismo negamos la tesis de que no podemos hablar de eso. Incluso aquellos que sostienen que no se puede hablar de Dios, se ven obligados a hablar de Dios, de lo contrario no saben de lo que están hablando.
Dios no da su Nombre, sino que da la gracia
----------Sin embargo, la revelación cristiana bíblica nos dice que existe para el hombre la posibilidad de una vida divina, que supera los límites de la vida puramente humana y pone al hombre en posesión del Infinito sin devenir infinito él mismo. Y es la vida de gracia en Cristo y de Cristo, que se puede adquirir con el Bautismo, vida sobrenatural de hijos de Dios Padre y hermanos en Cristo, gracia que es "participación en la naturaleza divina" (theias koinonòi fyseos, 2 Pe 1,4), gracia que, sin embargo, es precisamente una simple participación y no una identificación o una igualdad en paridad con Dios, sino que es un don creado, confiado por Dios al libre albedrío del hombre, don que el hombre puede destruir con el pecado
----------Dios Padre da en Cristo y en el Espíritu Santo la gracia al hombre, pero no puede, como cree Rahner, darse a Sí mismo; no puede, como Rahner dice, "autocomunicarse" (Selbstmitteilung) al hombre. No puede darse a sí mismo, porque no puede ordenarse a sí mismo a un fin más alto. No se puede comunicar a sí mismo, porque su ser, es decir, su Nombre, como hemos visto, es incomunicable. Sólo al Hijo puede el Padre comunicar su esencia (Deum de Deo) porque el Hijo es igual e idéntico al Padre en la divinidad.
----------Donando la gracia al hombre, Dios da al hombre algo propio de sí, que pertenece sólo a Él mismo, de modo que el cristiano viene enriquecido con una ulterior, superior y sobrenatural semejanza con Dios. Por supuesto, se mantiene infinito el desnivel entre la infinitud y la trascendencia divina y la condición de finitud del hombre, aunque se haya enriquecida por la gracia.
----------Respecto a Rahner, recordemos que él habla de una "auto-trascendencia" de la naturaleza al orden sobrenatural. Pero es dato cierto que la naturaleza humana es finita y no puede trascenderse a sí misma con sus propias fuerzas. Por lo tanto, si Dios no eleva la naturaleza más allá de sí misma, lo cual es de fe, ¿cómo hace la naturaleza para elevarse al plano sobrenatural? ¿Acaso tiene ya la gracia por sí misma? Pero esto es contrario a la fe, que dice que nosotros somos concebidos en pecado (Sal 50,7). Por otra parte, si la naturaleza, como parece en Rahner, ya tiene la gracia por sí misma como "existencial sobrenatural", ¿qué ocurre con el estado de privación de la gracia en el cual somos concebidos como consecuencia del pecado original, cosa también ésta, de fe? Y si somos concebidos en gracia, ¿para qué sirve el Bautismo?
----------Rahner admite la sobrenaturalidad de la gracia. Sin embargo, dice que no se agrega a la naturaleza. Él dice que es gratuita, y sin embargo es necesaria para el hombre. No se comprende con qué coherencia Rahner hace estas afirmaciones. Si no añade a la naturaleza enriqueciéndola, ¿cómo hace para ser sobrenatural? Si es necesaria, ¿cómo puede Dios -como Rahner dice expresamente- donarla libremente y gratuitamente? Si es necesaria, ¿acaso no es debida? Pues bien, la respuesta a estas preguntas es que la gracia es necesaria para salvarnos, pero no es necesaria para la naturaleza humana como tal.
----------Lo que aquí se debe señalar es que el hombre, en esta nueva condición de hijo de Dios a imagen del Hijo, entra en una nueva y superior relación de comunión e incluso de intimidad con Dios, relación que no está dada por la simple religión natural. Por eso Cristo, después de haber mandado a los apóstoles en la Última Cena a amarse como Él los ha amado, añade: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre" (Jn 15,13-15).
----------El Dios bíblico que concede gracia es similar a un rey, pongamos por caso a la reina Isabel de Inglaterra, la cual donara a una operaria de las industrias de Manchester un precioso collar que perteneció a su antepasada Isabel I. Isabel II da a la operaria una cosa preciosa que le pertenecía sólo a ella, la reina.
El método correcto para acercarse a los Salmos
----------La Escritura no es un poema épico o mitológico hecho de teogonias o teomaquias del tipo de la Ilíada o de la Odisea, una materia plasmable, de la cual el poeta recaba como estímulo, eligiendo lo que prefiere y descartando el resto, sugerencias o aportes para su creatividad e inventiva, para suscitar asombro o sorpresa en el lector, impactado por la originalidad y por la extrañeza de las fantasías e inventos del poeta, y tal vez haciéndolas pasar por "Palabra de Dios", sin ninguna atención a la interpretación de la Iglesia.
----------La Escritura no es ni siquiera la confirmación o garantía divina de un Dios misericordioso que perdona y salva a todos y no castiga a nadie, con la seguridad de que todos son salvados gratuita e incondicionalmente, con tal de que crean ser salvos. No es el permiso dado a todos y a cada uno para hacer todo lo que a cada uno se le ocurra, en la certeza de que Dios perdona a todos y salva a todos.
----------La Escritura no implica tampoco esa idea, que está hoy tan difundida, de que nadie peca consciente y deliberadamente, y que, en cambio, todos los hombres están en buena fe, tienen buenas intenciones y buena voluntad y, por lo tanto, están excusados y sin culpa, irreprensibles, por el hecho de que son débiles y frágiles, por lo cual nadie debe ser culpado, advertido o castigado, sino que son sólo hombres que sufren y deben ser compasionados y ayudados siguiendo el ejemplo del buen samaritano.
----------La Escritura no es ni siquiera un conjunto de relatos o la narración de una larga historia con final feliz, como si fuera una gigantesca novela histórica o una grandiosa epopeya de la humanidad en su camino asegurado hacia una salvación universal. Pero aquello que es mucho peor consiste en concebir a Dios mismo como perdiendo su inmutabilidad y su trascendencia, y cambiando y deviniendo en el tiempo y en la historia, con el pretexto de la Encarnación, tal como por ejemplo hacen mons. Bruno Forte y el cardenal Walter Kasper, siguiendo las huellas de Hegel, Dilthey, Benedetto Croce, Rahner y Küng, .
----------Esa concepción de Dios es la que ha permitido a Forte proponer una "teología narrativa", que confunde el trabajo del teólogo con el del historiador y que ha producido un supuesto "teólogo" como Alberto Melloni, que resuelve el Concilio Vaticano II en un simple "acontecimiento" sin contenidos dogmáticos. Pero también Bruni corre este mismo riesgo con su concepción del Dios de la "reciprocidad".
----------Por el contrario, la Escritura es la respuesta divina a la búsqueda de Dios por parte del hombre. Es la revelación del Padre, en Cristo y por medio de Cristo, de que el fin último del hombre es la visión beatífica del Dios Trinitario, con tal que el hombre se arrepienta de sus pecados, obedezca los preceptos divinos y acepte la gracia del perdón y de la santificación en el Espíritu Santo. De lo contrario, el hombre no asciende al paraíso del cielo, sino que se precipita en el infierno.
----------Toda la Escritura gira en torno al fundamental binomio del espíritu: el saber y la puesta en práctica del saber. Todo el significado, el valor, el fruto, el propósito, la instancia o exigencia fundamental de la Escritura se puede resumir en estas palabras del Salmo 33: "Gustad y ved cuán bueno es el Señor".
Un balance
----------A través del artículo, examinado en sus puntos fundamentales, podemos advertir que Bruni continúa en su renacimiento espiritual, y esta publicación en el Avvenire contiene también estímulos interesantes, que denotan un alma visitada por Dios, que nos hace recordar el noverim Te, noverim me agustiniano, si no fuera porque lamentablemente resurgen rémoras que parecían haber sido superadas, como la reciprocidad antropomórfica de sabor cabalístico, que ya hemos visto en artículos precedentes.
----------Se trata indudablemente de ondas fangosas que vienen a contaminar la límpida agua bíblica, aquam sapientiae, como dice el himno dominicano a santo Domingo de Guzmán, agua abundantísima y fecundante, que brota del altar del Señor y se expande por toda la tierra para dar vida, para nutrir, para fecundar, para sanar, para dar alegría como dice el profeta Ezequiel (cf. Ez 47,1-12).
----------¿Y cuáles son estas ondas fangosas? Ya las hemos visto, como recordarán los que me han seguido en mis artículos sobre Luigino Bruni desde meses anteriores. Esas ondas fangosas son sustancialmente dos, una causada por la otra. Una es aquella que podríamos llamar "teología creativa" y la otra es el ya visto muchas veces reciprocismo teológico antropomórfico. La primera es el efecto de la segunda. Empecemos por la primera y veremos que se explica con la segunda.
----------Bruni no se acerca a la Biblia con la actitud de quien quiere aprender o escuchar, sino con la actitud de quien quiere producir. Pasa por alto el hecho de que el instrumento hermenéutico para comprender y apreciar la Biblia debe ser no un saber productivo (aquello que Jacques Maritain llama "intuición creadora"), sino un saber especulativo o teorético, como la filosofía, que permita que nos introduzcamos en la contemplación amorosa, en la unión mística con Dios y finalmente en la beatífica visión del cielo, que es ese intelecto que Dante, que también fue poeta, pero sobre todo teólogo, llamaba "intelletto d’amore".
----------La Biblia no es un repertorio de materiales de construcción o una serie de ideas o apuntes para nuestra inventiva y para hacernos los originales e impresionar al público con nuestros inventos; no es una obra de arte que deba estimular o interpelar nuestro subjetivo gusto estético -de gustibus non disputandum-, sino que es un alimento para todos y por siempre nutrientísimo y deliciosísimo, "pan de vida" -ella culmina en la Eucaristía-, que debemos conocer, adorar y asumir tal como es, sin que estemos autorizados a añadir o a quitar nada, porque lo estropearíamos. El alimento procurado por la Biblia no es como el alimento procurado por aquellas recetas de doña Petrona C. de Gandulfo, a las que sin problemas se les puede añadir o quitar ingredientes (por ejemplo la manteca, que a Petrona le gustaba en demasía).
----------Un punto que debe ser señalado es que Bruni, al menos en los artículos suyos que llevamos examinando, elige de la Biblia solo los Salmos, los cuales, siendo composiciones poéticas, dan lugar más que otros libros de la Escritura al equívoco de Bruni. Pero me gustaría verle comentar las sentencias filosóficas del Libro de la Sabiduría o de los Proverbios o del Eclesiástico, o la cristología de san Pablo o el Evangelio de san Juan con las palabras del Señor acerca de los atributos divinos, el sentido de la existencia, de la verdad, del espíritu, de la vida, del amor o de la relación del Padre con el Hijo o del Hijo con el Espíritu Santo.
----------Es bien sabido que en las enseñanzas morales y teológicas de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en las reportadas por el evangelio de san Juan, subyacen nociones metafísicas y trascendentales de carácter intuitivo precientífico y, sin embargo, en su contenido a menudo de altísimo nivel especulativo. Después de todo, no es de extrañarse, si es el mismo Logos divino el que habla.
----------Si la Biblia en los Salmos usa un lenguaje poético no es para hacer poesía, sino para enseñarnos la verdad sobre Dios. Bruni confunde el lenguaje poético con el contenido poético. Se pueden expresar verdades teológicas o especulativas con lenguaje poético, y así podemos tener altísima poesía, como lo hacen Dante (diga lo que diga Benedetto Croce) y John Milton.
----------Se equivocaba Croce al considerar la poesía sólo como la expresión lírica de los propios sentimientos y no la enseñanza de verdades teológicas, en las cuales, además, como buen historicista ni siquiera creía, poesía a la que él llamaba con desprecio "doctrina puesta en versos". Es obvio que para tener poesía se necesita el genio poético y no basta la doctrina. Pero cuando, como en los citados poetas, tenemos lo uno y lo otro, entonces la poesía alcanza alturas insuperables, semejantes a las de los Salmos de la Escritura.
----------La Biblia no se preocupa tanto en comunicarnos cosas bellas y agradables, como si estuviera en juego sólo la estética, sino cosas verdaderas, en cuanto la Biblia apunta a nuestra salvación, y para salvarnos también debemos ser capaces de aceptar verdades desagradables pero saludables, como por ejemplo que Dios castiga nuestros pecados, de modo similar a quien, para salvar su vida, se somete a una dolorosa intervención quirúrgica. Pero si nosotros en la Sagrada Escritura buscamos solo lo que nos gusta, terminaremos por descartar verdades que son necesarias para la salvación.
----------Ahora bien, esta actitud de Bruni depende de su modo reciprocista y cabalista de enfocar su relación con Dios, como hemos visto ya varias veces en los últimos meses, al analizar sus artículo en el Avvenire. Hay mucho para alegrarse de que Bruni reconozca el hecho de la creación divina del mundo y que él asimismo se reconozca creado por Dios. Pero lamentablemente Bruni no extrae las consecuencias o no considera los presupuestos metafísicos del concepto mismo de creación.
----------De hecho, Bruni se pone ante Dios del mismo modo con el cual se pone ante cualquier otra persona humana como él; olvida el hecho de que, si bien es cierto que nuestra relación con Dios es una relación interpersonal, que se asemeja a la relación con el prójimo, sin embargo, al mismo tiempo, existe una inmensa diferencia entre la primera y la segunda relación, a saber, que mientras frente a otra persona soy una persona que existe por cuenta propia independientemente de la otra persona, mientras que frente a Dios soy su criatura, es decir, dependo totalmente de Él en mi ser.
----------Esto implica que mientras en la relación interhumana se está al mismo nivel ontológico que la humana igualdad, en la relación con Dios se da un infinito desnivel ontológico, como el que se da entre lo finito y lo infinito. Si Dios en Cristo ha querido ponerse a la par de nosotros, debemos evitar, por nuestro propio bien, tomarnos demasiada confianza tratándolo, por ejemplo, como si fuera un amigote
----------Luigino Bruni en su relación con Dios se da demasiada importancia a sí mismo y demasiado poca a Dios. Es necesario que seamos más humildes. Recientemente Bruni ha dicho cosas muy bonitas acerca de la gratitud que le debemos a Dios por los dones recibidos. No debe irritarse si Dios le muestra sus culpas y no debe cerrar sus ojos ante ellas. No nos imaginemos un Dios que también él cierra los ojos. Ese no es el verdadero Dios misericordioso, sino que es el demonio, que cosquillea nuestra soberbia a fin de que no nos arrepintamos y quedemos así excluidos de la misericordia del Padre.
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