domingo, 10 de julio de 2022

Orígenes y la persistente vigencia de su error sobre la sexualidad humana en el obstinado pasadismo anti Concilio Vaticano II

En ciertas corrientes del actual pasadismo, su rechazo a las nuevas doctrinas que, en un mejor esclarecimiento de la divina Revelación, nos ha dado a conocer el Concilio Vaticano II, tiene por consecuencia un persistente error sobre la sexualidad humana, error cuyo origen se remonta al gran Orígenes de Alejandría.

Orígenes en el origen de una larga historia
   
----------Orígenes de Alejandría [187-253 o 254] ha sido uno de los más grandes, fecundos, doctos e influyentes teólogos y maestros espirituales de los primeros siglos del cristianismo, hombre ciertamente virtuoso y de vida austera, pero no tal como para merecer ser canonizado, como ha sucedido con otros teólogos, que figuran entre los Padres de la Iglesia, y entre sus propios discípulos.
----------Su rica y profunda doctrina, inspirada en gran medida en la Sagrada Escritura y en la tradición de los Padres del desierto, y surgida como fruto de una vida ascética, nos ha dejado enseñanzas que han resultado basilares para la edificación de la teología y del propio dogma católico. Pero al mismo tiempo (lo cual es un caso rarísimo en la historia de la teología) Orígenes, ciertamente sin darse cuenta, ha caído en errores antropológicos y por tanto morales tan graves, que algunas de sus enseñanzas, a partir de unos dos siglos después de su muerte, tuvieron que ser condenadas por herejía por el papa Vigilio en el 543 (Denz.403-411) y por dos Concilios Ecuménicos: el Constantinopolitano II del 553 (Denz.433) y el Lateranense I del 649 (Denz.519).
----------¿Por qué razón estas condenas del Magisterio y por qué tan tardías? Porque ha sido muy difícil y ha sido fruto de un largo y sufrido trabajo entre hombres doctos y santos descubrir sus errores, dotados del encanto y la fascinación de una aparente espiritualidad y escondidos en un amplio contexto teológico de alta calidad, tal como para hacer escuela e incluso escuela de santos durante siglos.
----------Las condenas ciertamente han puesto a muchos en guardia; pero durante largos siglos el origenismo ha sido una corriente subterránea actuante en el subsuelo de la historia de la espiritualidad católica y en la misma pastoral eclesiástica, una especie de presupuesto descontado y asumido, como si fuera un dato de fe, y esto ha sucedido hasta el Concilio Vaticano II, el cual, habiendo finalmente revelado la raíz del error, nos muestra la verdad contraria, por lo que nos pone en condiciones de evitarlo y de corregir a aquellos que, obstinados en su pasadismo anti-conciliar, no habiendo recibido o comprendido o aceptado la enseñanza conciliar y postconciliar sobre este tema, siguen siendo víctimas del viejo error.
   
El dualismo de Orígenes
   
----------¿Pero de qué error estamos hablando? Se puede responder en dos palabras con lo que todos los estudiosos o conocedores de Orígenes saben: el influjo del dualismo platónico, con su característica mirada desconfiada, despectiva u hostil hacia el cuerpo y su exagerada y presuntuosa estima y exaltación del espíritu. Una estima del espíritu que paradójicamente, sin embargo, se direccionará, siglos después de Orígenes, como intentaré explicar, hacia la sujeción de la carne al espíritu.
----------Esta es la cara más oscura pero no menos real, el reverso de la medalla del dualismo origenista, el lado que estuvo oculto al propio Orígenes, que se habría horrorizado por ello, pero que emergerá trece siglos después con el dualismo cartesiano, una fuente insospechada aunque lógica del libertinismo del siglo XVIII, antecesor del moderno hedonismo panelliano y freudiano, hasta llegar al genderismo de nuestros días.
----------De este modo, desde Orígenes hasta el moderno genderismo y el gay pride, saltando diecisiete siglos, un sutil hilo perverso de lógica (¡quién lo hubiera podido decir para advertir!) conjuga el ultra-espiritualismo origenista con el más aberrante erotismo de nuestros días. Veamos cómo se fueron dando las cosas, cómo ha podido ocurrir que el más riguroso espiritualismo haya terminado dando cuerda al más animalesco sensualismo, y cómo podemos salir de esta trampa humillante y vergonzosa.
----------Después de todo, ¿no había encontrado la Academia platónica, con su escepticismo sensual, contra el cual combatió san Agustín de Hipona, un punto de apoyo precisamente en el espiritualismo dualista de Platón? Bastaba dejar de lado el mundo de las ideas como quiméricas abstracciones y asumir la doxa sensible platónica como único criterio moral y el juego estaba hecho.
----------¿Pero, qué cosa es lo que une origenismo y genderismo, para que se pase del uno al otro mundo, tan aparentemente opuestos? Es la concepción de la relación entre el espíritu y el sexo. En uno y otro caso el sexo no es un componente esencial de la persona humana, regulado por sus propias leyes, sino algo extrínseco e indeterminado, a disposición de la persona, no esencial a su bien, de modo que la persona tiene la facultad de disminuir o aumentar el valor del sexo tanto como lo desee. En tal modo, se dan las dos posibilidades opuestas del rigorismo origenista y del hedonismo freudiano. De lo cual vemos cómo en estos dos extremos no viene respetada la objetiva dignidad varón-mujer querida por Dios.
----------En este punto también comprendemos cómo es que el dominio origenista del espíritu sobre la carne se pueda revertir en el dominio freudiano de la carne sobre el espíritu. En Orígenes el espíritu destruye la carne; en Freud la carne sofoca el espíritu. La carne, cuando es maltratada, se venga. Y si el espíritu le niega lo que le es lícito, ella se alza, se rebela, y legaliza lo que es ilícito. Pero el hombre está compuesto de espíritu y cuerpo, es un animal racional, por lo tanto sexuado. No es ni un puro espíritu ni una bestia. El espíritu, ciertamente, es superior al cuerpo, por lo tanto al sexo. Pero eso no le autoriza a oprimirlo o aplastarlo. El sexo, ciertamente, es esencial al hombre. Pero eso no autoriza al sexo a gobernar sobre el espíritu.
   
Una solución equivocada
   
----------Orígenes tenía viva la percepción de la rebelión de la carne al espíritu, consecuencia del pecado original. Sediento de libertad espiritual, sentía dolorosamente cómo, en la vida presente, la concupiscencia de la carne estorba, obstaculiza, debilita y languidece el vigor del espíritu, lo distrae de sus sublimes intereses, para volcarlo a los deseos de la carne, embota la agudeza del intelecto para sumergirlo en el sentido; hace perder al hombre el gusto por la sabiduría y por las cosas espirituales, lo engaña con los placeres de la carne. Deseoso de elevarse a lo alto, la pasión sexual empuja al hombre hacia lo bajo. Deseoso de contemplar el ideal, el atractivo del sexo lo persuade de que es inútil intentar ir más allá del sentido. El "hombre animal", para hablar con palabras de san Pablo, frena el camino del "hombre espiritual".
----------Pero en este punto Orígenes es trágicamente llevado a engaño por Platón. En lugar de escuchar la Biblia que le enseñaba la sustancial bondad del sexo creado por Dios y destinado a la resurrección y que todo el problema estaba en una sabia sumisión del sexo al espíritu, Orígenes se persuade de que el problema estaba en el liberarse del sexo como de un enemigo o de una prisión o como de un impostor que no hace ver la verdad o de un seductor que empuja al pecado o de un déspota que esclaviza el espíritu.
----------Por lo tanto, no liberar al sexo del pecado, para permitir al sexo actuarse honestamente según la ley de su naturaleza creada por Dios, que sería lo correcto, sino la idea platónica del hombre como puro espíritu, que, obstaculizado en su navegación por un lastre que le es extraño y pesado, quiere tirarlo al mar por la borda. Error fatal, que priva al hombre y por tanto a su propio espíritu de esa modalidad esencial masculino-femenina, que es la única que da al hombre, como ha dicho el papa Benedicto XVI, la plenitud del humanum. La verdadera y plena libertad espiritual el hombre la alcanza precisamente valorando honestamente el sexo, aunque en la debida disciplina que hace necesaria el estado pasajero de naturaleza caída.
----------La idea origenista-platónica de un espíritu perfectamente uno e idéntico en el hombre y en la mujer, al cual se añade el ser varón y mujer como un accidente o un ente contingente extrínseco no necesario, y la inferioridad de la mujer respecto al hombre, no corresponde para nada a la verdad del compuesto humano, que en cambio se actúa esencialmente y concretamente en el ser varón y mujer, que son dos modalidades de igual dignidad personal y recíprocamente complementarias en la naturaleza.
   
La renovación conciliar
   
----------Orígenes ignora (y no es para extrañarse, dado su tiempo) lo que será, diecisiete siglos después, la enseñanza del Vaticano II, aunque fundada en la Escritura (Gn 2,24), sobre la comunión sexual entre varón y mujer, cuando el Concilio dice que: 
----------"Este amor, precisamente por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y, por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal" (Gaudium et spes n.49).
----------Continúa el Concilio: "Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud" (Ibid.).
----------Nótese con qué énfasis y riqueza de motivaciones el Concilio habla de la unión sexual como expresión del amor e incentivo del amor más íntimo y total que pueda unir a dos personas humanas, sin hablar de la procreación, que evidentemente no está excluida, pero viene puesta en segundo plano.
----------Incluso más, y esto hay que decirlo claramente y con el debido énfasis: se sale fuera de la verdad sobre el hombre y sobre el sexo, si la perspectiva, como parece ser la de Orígenes en la línea de Platón, es la de eliminar el sexo, en lugar de realizar un libre espíritu en libre sexo, lo cual es la perspectiva de la resurrección, negando la cual se cae en la herejía. En efecto, Dios quiere que en la resurrección sea restaurada aquella armonía entre espíritu y sexo y entre varón y mujer, que el pecado había destruido y que corresponde al designio originario de la relación varón-mujer: ser "una sola carne" (Gén 2,24).
----------Además, una percepción que en Orígenes está totalmente ausente y que en cambio será propia del Magisterio de la Iglesia posterior al Vaticano II, es aquella del influjo de la diferencia varón-mujer a nivel del alma, efectivamente, para provocar una diferencia entre el alma del varón y el alma de la mujer y, a la inversa, el hecho de que el ser varón o el ser mujer esté determinado respectivamente por un alma masculina y por un alma femenina, todo ello sin comprometer en absoluto la sustancial identidad e igualdad de naturaleza e igual dignidad personal del varón y de la mujer.
----------Aquello que siempre ha atraído en Orígenes, tanto a los Santos como a los rigoristas, es el rigor de su castidad, que sin embargo raya en un radicalismo, con el cual ha interpretado y vivido el hacerse "eunucos por el reino de los cielos" (Mt 19,12), de un modo demasiado material, que luego la Iglesia ha condenado, excepto, cuando el significado literal le causa fastidio, para refugiarse en la alegoría, que, por otra parte, verdaderamente eleva el espíritu. Sí, por supuesto, Orígenes demuestra con su abundantísima producción teológica de alta calidad, que la abstinencia sexual por el reino de Dios produce mucho fruto. Sin embargo, también se ve que algo no ha funcionado en el haberse dejado seducir por Platón.
   
La castidad prepara para la resurrección
   
----------El hecho es que Orígenes, al fin de cuentas, no ha comprendido que la castidad no prepara para convertirse en puros espíritus, sino que prepara para la resurrección de la carne; no ha entendido que la castidad es renuncia al sexo tentador para la adquisición del sexo salvador, como dice san Agustín: "Caro te excacaverat? Caro te sanat"; renuncia al sexo por Cristo en vista de su recuperación centuplicado (Mt 19,29). Los religiosos, para el Concilio, son prefiguración de la pareja resucitada.
----------Las doctrinas del Concilio están guiadas, criteriadas e iluminadas por un paradigma escatológico, a la luz del cual pueden ser comprendidas y apreciadas en su novedad. El Concilio, entonces, al presentar el sexo en una perspectiva escatológica, no ha podido dejar de promover la dignidad del sexo femenino, que también está presente en la resurrección, en cuanto el ser mujer no es un defecto, sino un valor, digno por lo tanto de estar presente en la resurrección, donde resplandecerá todo valor y estará ausente cualquier defecto.
----------Tal exaltación de la dignidad de la sexualidad humana hecha por el Concilio no podía dejar de redundar en beneficio de la dignidad de la mujer, como ya lo había hecho san Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris de 1963, mientras que sabemos que el dualismo platónico trata al sexo femenino mucho peor que al masculino, reduciéndolo a un simple instrumento de placer o a lo sumo a un medio para la reproducción de la especie.
----------Y, en efecto, nunca como en estos cincuenta años del postconcilio la mujer ha mostrado la riqueza de los recursos y de las energías psicológicas, morales, intelectuales, culturales y espirituales, de las cuales ella es capaz para el bien no sólo de la familia, sino también de la sociedad y de la Iglesia.
----------Entonces, si junto a este progreso innegable, providencial y maravilloso se ha verificado también un retroceso moral preocupante, ello no significa otra cosa que la mujer debe continuar por el camino que le ha indicado el Concilio, en particular el Mensaje a las Mujeres. Camino que ha sido ampliado por la consecuente y rica enseñanza de los Santos Papas Pablo VI y Juan Pablo II. Respecto al magisterio del papa Wojtyla, puede el lector consultar, además de las audiencias generales de los miércoles sobre la teología del cuerpo, también la Carta apostólica Mulieris dignitatem del 15 de agosto de 1988.
   
El error de fondo de Orígenes
   
----------El grave defecto de la teología de Orígenes depende o radica en el estar demasiado apegado a Platón, hasta el punto de no ver lo que enseña la Biblia, para no desviarse de su amado Platón. Aparte del dualismo antropológico y ético, en Orígenes se debe señalar un monismo metafísico de fondo, con el cual él busca contrabalancear el dualismo, pero el resultado es un fracaso, porque añade error al error: no se remedia la separación entre materia y espíritu con la confusión entre mundo y Dios.
----------En efecto, a esto conduce su famosa teoría de la apocatástasis, que testimonia una muy descriteriada y temeraria necesidad de unidad entre Dios y mundo, como si la existencia del infierno causara algún perjuicio a la mencionada unidad. En efecto, la recomposición final o recapitulación final del universo en Dios procurada por Cristo no debe ser entendida como la reconstitución de una unidad originaria despedazada, sino como la victoria final de Dios sobre sus enemigos, sometidos a Él para siempre.
----------La eterna sujeción a Dios de sus enemigos entra en el orden final del universo, que implica la sumisión del mal al bien, y la sujeción de todas las criaturas a Dios ya sea por amor o por fuerza, o por misericordia o por justicia. Dios podría haberlo dispuesto de una manera diferente; pero si así lo ha dispuesto, el teólogo debe aceptar confiadamente el plan divino, aun cuando no pueda sondear el porqué de la elección divina.
----------Otra piedra de fastidioso obstáculo para Orígenes, siempre demasiado apegado a Platón, es el tema de la antropología, con particular referencia al tema elegido aquí, la ética sexual. La enseñanza del capítulo 2 del Génesis relativo a la creación del alma en el sujeto capaz de recibirla (v.7), la creación del hombre y de la mujer en la igualdad de naturaleza y recíproca complementariedad (v.23), la comunión de amor entre los dos (v.24) le siguen siendo completamente extraños, ajenos, y prefiere seguir a Platón con su teoría de la preexistencia del alma, y del sexo como castigo por el pecado.
----------Luego Orígenes, al pecado original lo interpreta no como rebelión contra Dios (como expresa Gén 3,6), sino, siempre siguiendo a Platón, como caída del alma en el cuerpo masculino y femenino. Naturalmente Orígenes reconoce el matrimonio como ordenado a la procreación, pero así como la procreación vale sólo para la vida presente, él prevé en la resurrección la desaparición de la distinción entre varón y mujer. De hecho, él imagina que el cuerpo resucitado será asexuado y de forma "esférica", como le será impugnado por el Sínodo de Constantinopla del 543 (Denz.407). Por otra parte, para él, como para Platón, el ser mujer es un defecto, que por lo tanto no puede estar presente en la resurrección.
----------La insuficiencia del paradigma antropológico platónico, del cual se sirve Orígenes, aparece en toda su gravedad si lo juzgamos a la luz del dogma de la resurrección, en particular de la resurrección de la pareja humana, tema sobre el cual san Juan Pablo II, precedido por santo Tomás, nos ha dejado valiosas enseñanzas en lo que él llamó "teología del cuerpo" en las audiencias generales de los miércoles de 1979 a 1983.
   
El misterio de la escatología
   
----------Cuando entramos en el campo de la escatología, o en el viejo tratado De Novissimis, nos encontramos frente a muchas cosas que aquí abajo nos resultan misteriosas, acerca de las cuales poquísimos son los datos del Magisterio y no quedan más que hipótesis teológicas. Muchas son las preguntas y pocas las respuestas. Por ejemplo: ¿existirá el mundo vegetal y animal? ¿Que haremos? ¿Cómo nos moveremos? ¿Existirá un progreso? ¿Cómo serán el tiempo y el espacio? ¿Y nuestras relaciones humanas? ¿Cómo será el cuerpo masculino y femenino? ¿Cómo serán las amistades entre varones y mujeres? Si la unión sexual es expresión del amor, y allá arriba habrá amor entre varón y mujer, ¿habrá unión sexual?
----------El Concilio presenta la vida religiosa como una realidad precursora de la resurrección. Dice que la vida religiosa "mejor preanuncia la futura resurrección y la gloria del reino celestial" (Lumen Gentiunm, n.44) y que la castidad consagrada "constituye un signo particular de los bienes celestiales" (Perfectae caritatis, n.12).
----------Llegados a este punto de nuestra reflexión, la pregunta que nos podemos plantear es si la castidad consagrada es funcional sólo para la vida presente, como victoria del espíritu sobre la carne, o si tiene todavía un propósito y un sentido en la resurrección, que prevé la perfecta conciliación del sexo con el espíritu. Quizá es sólo allá arriba que podremos comprender en plenitud lo que dice el papa Francisco, a saber, que el sexo es un don de Dios. Aquí estamos muy lejos de Orígenes.
----------Hoy aparece más evidente que nunca que la relación entre varón y mujer es capaz de una tal intimidad y reciprocidad mutua, que se presenta como el paradigma originario e insuperable de toda otra relación humana interpersonal o social, que frente a ella aparece como inferior, menos unitiva, menos enriquecedora, menos robusta, menos fecunda, menos fructífera, menos espontánea, menos satisfactoria, parcial e incompleta. Pero para alcanzar este estupendo ideal, es necesario el respeto de la ética sexual, tal como hoy nos llega predicada por la Iglesia, y como lo he indicado en este artículo.
----------En una situación histórica como la nuestra, que en nombre del amor, de la libertad, del placer y de la "diversidad", se quieren justificar todos los pecados y las aberraciones sexuales y se nutre desprecio por la familia, por la castidad consagrada y por el celibato sacerdotal, una sana valoración de la sexualidad a la luz de la resurrección, tal como la he expuesto aquí, libre de cualquier forma de origenismo y rigorismo, parece ser, sin caer en el laxismo, el camino correcto para devolver serenidad, juicio, sentido de responsabilidad y alegría en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

17 comentarios:

  1. Sergio Villaflores11 de julio de 2022, 5:21

    Estimado padre Filemón,
    sus claros argumentos acerca de las nuevas enseñanzas del Concilio Vaticano II acerca del sentido del matrimonio, los fines del matrimonio, el significado del sexo, la relación del alma con el cuerpo, la resurrección de la carne y por ende del sexo, y las conclusiones teológicas acerca de la diversidad del alma del varón y de la mujer, me han hecho pensar en todo el magisterio que dejan de lado aquellos que se mantienen obstinadamente en contra de estas enseñanzas conciliares y del postconcilio.
    Pienso en todos los actuales pasadistas, como usted los llama.
    Pero pienso en particular en los lefebvrianos, que parecen obstinadamente opuestos a todo lo que signifique "novedad" en el Concilio, y ligados y fieles a las afirmaciones de Lefebvre, a las cuales se atienen ad litteram, me parece.
    Al respecto, he encontrado que los lefebvrianos, en sus publicaciones oficiales hablan del "nuevo matrimonio", según el Concilio, y lo rechazan, así como rechazan toda la "teología del cuerpo" desarrollada por san Juan Pablo II (¿teología meramente, o enseñanza pontificia infalible?).
    Y en ello no hacen más que seguir a su Fundador. De hecho, encontré una intervención de Lefebvre, cuando se debatía en el Concilio la Gaudium et spes. Dijo en esa ocasión Lefebvre: "El capítulo del matrimonio presenta al amor conyugal como el elemento primario del matrimonio, del cual procede el elemento secundario, la procreación; a lo largo del capítulo, el amor conyugal y el matrimonio se han identificado como una sola cosa. Esto va en contra de la doctrina tradicional de la Iglesia y, de ser admitida esta afirmación, conllevaría las peores consecuencias, porque entonces se podría decir con verdad: '¡si no hay amor conyugal, no hay matrimonio!' Sin embargo, ¡cuántos matrimonios hay sin amor conyugal! Y no por eso dejan de ser verdaderos matrimonios"
    Me pregunto si este detenerse en la corriente platónico-origenista-dualista, desconfiada del cuerpo y del sexo, no los deja a los pasadistas en una situación de "herejía" o "próximos a la herejía", al rechazar esta doctrina nueva del Concilio, que es evidentemente un estadio progresivo de la Tradición.
    Por lo demás, la Tradición debe ser considerada desde las alturas a las que la ha llevado el Concilio (sin que esto signifique una ruptura), y no al reves, no el Concilio interpretado a la luz de la Tradición (como lamentablemente días atrás ha dicho el cardenal Sarah).
    Creo que este ámbito de la ontología, dogmática, y moral, sobre el sexo, podría individuarse otra "herejía" del pasadismo actual, o al menos de la mayoría.

    Sergio Villaflores,
    Valencia, España

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    1. Estimado Sergio,
      mons. Lefebvre probablemente se refería a la doctrina del papa Pío XII, quien se oponía a una teoría de su tiempo que decía que el fin primario del matrimonio es el amor. Él corregía este error diciendo que, en cambio, el fin primario es la procreación de los hijos.
      La novedad del Concilio no radica en el negar que el fin primario del matrimonio sea la procreación, sino que radica en el enseñar que la esencia del matrimonio es el amor, es decir, la amistad entre los cónyuges, por lo cual si no existe el amor el matrimonio es inválido.
      El papa san Juan Pablo II desarrolla esta enseñanza, que ya encontramos en santo Tomás de Aquino, el cual, hablando del matrimonio entre san José y Nuestra Señora, dice que el matrimonio puede ser válido incluso sin la relación sexual, como fue efectivamente el amor entre José y María (Summa Theologiae III parte, cuestión 29, artículo 2).
      Por otra parte, también santo Tomás admite que en cualquier caso incluso en el matrimonio de María y José, padre putativo, la prole se ha dado, porque ha sido Nuestro Señor Jesucristo.
      Por cuanto respecta a la autoridad de la enseñanza de san Juan Pablo II sobre este tema, dado que se trata de magisterio pontificio en materia de fe, no puede estar equivocada.
      En cuanto a mons. Lefebvre debo decir lamentablemente que, en lo que respecta al punto que estamos considerando, parece estar próximo a la herejía por haberse opuesto a la doctrina conciliar sobre el matrimonio y, en consecuencia, a la enseñanza de san Juan Pablo II.

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    2. Estimado Sergio:
      Los temores de monseñor Marcel Lefebvre se han visto confirmados. En la intervención conciliar que usted ha citado, Lefebvre ha dicho: "El capítulo del matrimonio presenta al amor conyugal como el elemento primario del matrimonio [...] de ser admitida esta afirmación, conllevaría las peores consecuencias, porque entonces se podría decir con verdad: '¡si no hay amor conyugal, no hay matrimonio!' [...]".
      Y el padre Filemón ha señalado que: "La novedad del Concilio [...] radica en el enseñar que la esencia del matrimonio es el amor, es decir, la amistad entre los cónyuges, por lo cual si no existe el amor el matrimonio es inválido".
      Los peores temores de monseñor Marcel Lefebvre se han visto cumplidos.

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    3. Estimado Anónimo,
      el Concilio confirma que el fin del matrimonio es la generación y educación de la prole (cf. Gaudium et Spes n.50).
      La cuestión del amor toca la esencia del matrimonio. En efecto, ¿en qué consiste este amor? Este amor consiste en la voluntad constante de los dos cónyuges de querer el bien el uno del otro en base al pacto conyugal con el cual ellos se comprometen en este sentido para toda su vida (GS n.49). Por lo tanto, si falta este amor, el matrimonio es inválido. A este amor también se lo puede llamar amistad conyugal.
      Si, por el contrario, por amor entendemos un sentimiento subjetivo, ligado a la belleza y al atractivo sexual, entonces se puede decir que en este sentido el matrimonio no está necesariamente ligado al amor.
      Por lo tanto, debemos decir que mons. Lefebvre ha entendió mal la enseñanza del Concilio, ya que es clarísimo que cuando el Concilio habla de "amor conyugal" no entiende un amor simplemente sensual con la labilidad característica de este amor, sino que entiende el amor verdadero, en el sentido que he definido antes.

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  2. Sergio Villaflores12 de julio de 2022, 6:31

    Gracias, padre Filemón, por sus aclaraciones.
    Con respecto a su última frase, sobre las doctrinas de Lefebvre y sobre sus consideraciones de que merecen la calificación de "próximas a la herejía", permítame pedirle más aclaraciones.
    Entiendo que la calificación de "herejía" para una determinada sentencia, sólo es competencia del Magisterio de la Iglesia (el Papa), y que, por tanto, al teólogo le corresponde, a lo sumo, sólo afirmar y argumentar sobre una doctrina como "próxima a la herejía" si hasta ahora no ha sido declarada "herética" por el Magisterio.
    ¿Estoy en lo cierto?

    Sergio Villaflores
    Valencia (España)

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    1. Estimado Sergio,
      el magisterio de la Iglesia tradicionalmente distingue una proposición herética de una proposición próxima a la herejía (haeresim sapiens). La proposición "herética" afecta a una verdad de fe definida o a un dogma definido. La proposición "próxima a la herejía" es una proposición que no aparece inmediatamente herética, pero es reconducible a la herejía a través de una particular relación con una proposición formalmente herética.
      En el caso de mons. Lefebvre se puede hablar de ideas próximas a la herejía no porque él se haya opuesto clara y explícitamente a algunas proposiciones de fe definida, sino en cuanto que con su desobediencia a los decretos del Concilio y a la autoridad de los Papas del Concilio y del post-Concilio, se ha puesto formalmente en el plano del cisma y, sin embargo, con la mencionada desobediencia ha acabado por rechazar las doctrinas nuevas del Concilio y del Magisterio pontificio posterior.
      Ahora bien, en estas doctrinas del Concilio Vaticano II y en este Magisterio pontificio del postconcilio tenemos contenidos que tocan la fe y la moral, donde la Iglesia de ninguna manera puede equivocarse. Por esto se puede decir que mons. Lefebvre, si no es formalmente herético, lo es de un modo indirecto o es próximo a la herejía al oponerse al Magisterio ordinario de la Iglesia.
      La expresión "próxima a la herejía" significa también negar una verdad filosófica conexa con una doctrina de fe. Por ejemplo, si uno niega la inmortalidad del alma, que es una verdad filosófica, por consecuencia viene a negar también una verdad de fe, porque la inmortalidad del alma es verdad de fe.
      Por cuanto respecta a la tarea del notar o constatar la herejía, ésto es ya facultad del teólogo, que por otra parte en este juicio no es infalible. La nota de herejía, hecha por el teólogo, se distingue de la sentencia de herejía, que es una sentencia judicial de competencia del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (ex Congregación para la Doctrina de la Fe), dicasterio que, por lo demás, normalmente se sirve de informes o señalaciones provenientes de teólogos, reservándose el derecho de evaluar el contenido.

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    2. Sergio Villaflores12 de julio de 2022, 18:10

      Gracias, padre Filemón, por sus explicaciones. Han sido muy claras.

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  3. Marcel Lefebvre, quizás sin advertirlo conscientemente, habiendo puesto su yo como absoluto criterio de verdad (en la misma línea de Lutero, Descartes y Hegel) y queriendo no obstante continuar creyendo en la Iglesia y en su Magisterio, ha modificado el concepto de Tradición, para concebir una Tradición, no como la enseñanza magisterial suprema en la Iglesia junto a la Escritura, que siendo siempre la misma verdad inmutable desde la muerte del último de los Apóstoles, se ha desarrollado cada vez mejor, más explícita y profunda, y que así seguirá profundizándose en la Iglesia desde los Apóstoles hasta el último Papa, "bajo la guía del Espíritu hasta la verdad plena" (Jn 16,12-15), una Tradición a la cual obedecer, servir y honrar, sino una Tradición rígidamente clausurada en el pasado, como garante y proveedora de su propia idea de Iglesia y de su personal ideología atada a rígidas formas históricas superadas.

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    1. Estimado Berengario,
      efectivamente, la actitud de los lefebvrianos se asemeja de algún modo a la de Lutero, aunque hay que respetar las proporciones, ya que sabemos cuántos daños ha causado Lutero a la doctrina católica, mientras que los lefevrianos, al menos en sus intenciones declaradas y considerando los hechos en general, celan con fervor la integridad de la doctrina. Claro que, de todos modos, se mantiene el hecho de que desde hace sesenta años rechazan con obstinación, malinterpretándolas, las nuevas doctrinas del Concilio, con la consecuencia, como dices correctamente, de alterar la naturaleza de la Tradición, ya que pertenece al Magisterio y no a los simples fieles, aunque se tratara de un obispo, interpretar el significado de la Tradición.

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    2. Reflexionando un poco más sobre el tema que le señalé en mi comentario anterior, y algo más seguro con mis opiniones a la luz de su respuesta y acuerdo, reconociendo en Lefebvre un "giro antropológico", si así se puede decir, en la línea de Lutero-Descartes-Hegel, y en definitiva, una deriva hacia el idealismo y la ideología (aunque respetando las distancias, como usted muy bien dice, y respetando los puntos positivos de Lefebvre y sus seguidores), me he dado cuenta de que el aceptar "católicamente" la divina Revelación, en cuanto brotada de la Escritura y Tradición, entrambas fuentes mediadas por el Magisterio de la Iglesia, es un reaseguro de REALISMO frente a las tentaciones del IDEALISMO.
      En otras palabras, la revelación cristiana (incluída la "metafísica de Jesús", como usted bien explica en uno de sus artículos) es un socorro más que los fieles cristianos tenemos para mantenernos en el sano realismo, contra toda insidia idealista. Sólo nos hace falta la humilde obediencia al Magisterio, análogamente como en la gnoseología realista hace falta el humilde sometimiento de la inteligencia a la realidad.

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    3. Estimado Berengario,
      concuerdo en el conjunto de tus observaciones.
      Lo que me deja perplejo es que tú, a propósito de Lefebvre, hables de "giro antropológico", de ascendencia desde Lutero, Descartes y Hegel, y de deriva idealista.
      Ahora bien, confieso que yo no conozco en profundidad el pensamiento teológico de Lefebvre. Y en realidad no sé si se puede decir que sus intervenciones en el Concilio, o sus discursos posteriores, o sus escritos, o sus expresiones homiléticas o sus clases, manifiestan en verdad una verdadera y propia "reflexión teológica", una verdadera obra de filosofía y teología (más bien me mantengo en la duda acerca de ello). He leído bastante de él, pero no todo, y, si debo ser franco, debo decir más bien que de él sólo estoy plenamente convencido de los puntos que le han hecho caer en el cisma, y estos son el rechazo del Novus Ordo, de las nuevas doctrinas del Concilio y de la autoridad del Concilio y de los Papas del post-Concilio.
      Por eso, te pediría el motivarme con una cierta precisión las graves notas que haces sobre el pensamiento filosófico y teológico de Lefebvre.

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    4. Estimado padre Filemón,
      mucho me temo que mi expresión "giro antropológico" no haya sido totalmente la correcta. No se trata, por cierto, de ese "giro antropológico" del cual habla el padre Fabro sobre Rahner, aunque entiendo que existe con él un parentesco, porque lo veo en la línea del nacimiento del idealismo a partir del cogito cartesiano.
      No es mi especialidad ni la filosofía ni la teología, de modo que las "motivaciones" que yo le pueda aportar a usted, me temo que no van a pasar más allá de las simples metáforas o de las conexiones que un lego en la materia ve en medio de la niebla. Me explico hasta donde pueda:
      Tampoco yo conozco el pensamiento filosófico y teológico de mons. Lefebvre, aunque a juzgar por todas las referencias biográficas que he podido conocer acerca de sus estudios, sospecho (pero no queda lo mío sino en sospecha) que sus estudios se han visto resentidos de una escolástica manualista, decadente, que quizás no miraba con tan malos ojos al cogito cartesiano. De hecho no fueron pocos en la Iglesia quienes se sintieron atraídos por la revolución gnoseológica cartesiana.
      Por supuesto, mi mención de Hegel en mis comentarios anteriores, parece una mención fuera de lugar aplicada a Lefebvre. Naturalmente, a simple vista, Lefebvre no es un idealista, formalmente hablando. Sin embargo, quizás pueda también incluirse al arzobispo francés, en ese vago e inconsciente idealismo del cual habla el padre Daniel Ols OP, cuando dice que desde hace al menos dos o tres siglos el mundo moderno (incluso el ámbito católico) está de manera más o menos consciente presa del idealismo. La realidad, las cosas ya no son objetivamente tales como son sino que se han convertido en lo que se piensa y desea que sean. El intelecto pliega las cosas a su propio pensamiento y a su propia voluntad, con vanidad y amor propio.

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    5. Mi conocimiento sobre la "parabola" del idealismo a partir del cogito cartesiano, es balbuceante, pero, a la luz de las simples enseñanzas que sobre el idealismo y el gnosticismo nos ha dado el papa Francisco en sus documentos magisteriales, puedo llegar a comprender (usted me dirá si es correcto o no lo que pienso) que así como los idealistas posteriores a Decartes, "creyendo que la invención de Descartes fuera una vía sin retorno, verdad definitiva, la "filosofía moderna", que superaba para siempre a la "vieja metafísica", pero habiendo entendido que la empresa de alcanzar la realidad externa sobre la base del cogito es imposible y no queriendo renunciar al cogito, terminaron simplemente negando una realidad externa a la idea -la "cosa en sí"- y un ser externo presupuesto al pensar (todo debe estar en el yo y nada fuera del yo; sólo existe el yo, que acaba por ser identificado con Dios)" (lo cito a usted, padre Filemón, en uno de sus artículos), del mismo modo, Lefebvre y sus seguidores, influenciados por una gnoseología quizás inconscientemente algo inmanentista, habían asumido endeblemente la existencia de la "cosa en sí" (la divina Revelación), sin verdaderos y firmes preámbulos metafísicos realistas (prolegómenos de la fe), y en semejante carencia o endeblez metafísica, postularon la "cosa en sí" = la Tradición, de modo similar a como Lutero había postulado su "cosa en sí" = la Escritura; y en ambos casos, tanto en Lutero como en Lefebvre, se terminó simplemente por negar una realidad externa a la idea (la verdadera "cosa en sí": el magisterio infalible de la Iglesia, instituido por Cristo Señor, al nombrar a Pedro), por lo cual, así como los idealistas terminaron negando un ser externo presupuesto al pensar (todo debe estar en el yo y nada fuera del yo; sólo existe el yo), de modo similar Lutero ha pensado que todo está en la Biblia, sin necesidad del Magisterio del Papa, y Lefebvre ha pensado que todo está en la Tradición, sin necesidad del Magisterio conciliar y postconciliar. Por supuesto, así como Lutero se ha hecho de la Escritura un ídolo a su medida (expurgando de ella lo que no le convenía), de semejante manera también lo ha hecho Lefebvre con la Tradición, entendiéndola a su manera, anclada en un pasado que él ideológicamente ha postulado, y expurgando de la Tradición todo lo que no le convenía.
      No me ofendería si alguien criticara estos pensamientos míos, diciendo que constituyen un nuevo "gnosticismo" inventado por mí, un gnosticismo anti-Lutero y anti-Lefebvre. Pero sigo pensando que el parentesco con el idealismo (o con ese vago y nebuloso idealismo del cual habla Ols) existe.

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    6. Estimado Berengario,
      la descripción que haces del idealismo es muy buena.
      El problema que planteas es una comparación entre el pensamiento de Lefebvre y el idealismo. Al respecto, me gustaría saber por qué haces esta comparación entre el pensamiento de Lefebvre y el idealismo y el gnosticismo.
      Por mi parte, aparte de esos pocos puntos, a los que he aludido en una respuesta anterior, yo desconozco el pensamiento filosófico o teológico de Lefebvre (y ni siquiera sé si existe), por lo que no estoy en grado de decirte si realmente ha sufrido algún influjo del idealismo.
      Por cuanto respecta al concepto lefebvriano de Tradición, también yo estaría propenso a ver en él una punta o matiz de gnosticismo, debido al hecho de que Lefebvre sitúa la Tradición por encima del Magisterio de los Romanos Pontífices, posteriores a Pío XII.

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    7. Estimado padre Filemón,
      usted me pregunta por qué motivo yo hago una comparación entre el pensamiento de Lefebvre, por un lado, y, por el otro, el idealismo y gnosticismo.
      Pues bien, y nuevamente disculpándome de antemano por mi simpleza y acaso por mi excesivo reduccionismo de las cosas, me fundamento en un puñado de ideas, las cuales, por otra parte, ya las he señalado:
      1) Veo un paralelo entre, por un lado, el realismo gnoseológico de la humilde "adaequatio intellectus ad rem" y, por otro lado, la fe cristiana en cuanto es humilde obediencia a la divina Revelación (Escritura y Tradición) mediada por la Iglesia y su magisterio.
      2) No veo más que dos actitudes ante la realidad (natural y sobrenatural): la humildad del realismo, y la soberbia del idealismo (el materialismo es reconvertible al idealismo, y el gnosticismo es idealismo).
      3) Tanto en el modernismo como en el pasadismo (incluido el pasadismo lefebvriano) no veo, en el fondo, otra cosa más que la soberbia, raíz de todo pecado, que implica ese "giro antropológico", vale decir, el primado del yo que sustituye al primado de Dios.

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    8. Reflexionando un poco más, agrego un cuarto punto:
      4) En el fondo y en sustancia, el choque actual que hoy se nota en el seno de la Iglesia entre modernistas y pasadistas (del cual usted viene expresándose con tanta claridad y profundidad, incluso aplicándolo, fuera de la Iglesia, al actual choque entre Oriente y Occidente, manifestado dramáticamente en la actual guerra en Ucrania), ese choque entre modernistas y pasadistas, digo, no está sino en la superficie de las cosas. El verdadero choque radical es el choque entre realismo e idealismo. En el idealismo se integran todos los idealismos, desde el idealismo inicial del cogito de Decartes, al subjetivismo de Lutero, al idealismo trascendental alemán, y también a los idealismos/gnosticismos que son el actual modernismo y pasadismo.

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    9. Estimado Berengario,
      respecto a los puntos 1, 2 y 3, me has aclarado muy bien tu pensamiento, y estoy perfectamente de acuerdo contigo.
      En lo que respecta al punto 4, me parece muy bien la reducción del debate teológico actual, al menos en Occidente, a un choque entre realistas e idealistas, al menos según un significado amplio de estos términos, que me hacen pensar en el lenguaje del papa Francisco, sobre todo si nosotros consideramos la conducta moral de los contendientes, en el sentido de que coinciden en el reconducir el realismo a la humildad y el idealismo a la soberbia.
      Tengo en cambio alguna dificultad para reconducir al idealismo a los luteranos y, según cuanto me parece que usted quiere sostener, también a los lefebvrianos. Como ya le he dicho, no conozco a fondo su teología. Por lo que me parece también tienen tomistas, aunque son rebeldes a las nuevas doctrinas del Concilio.
      Por cuanto respecta a Lutero, su teología, como él mismo reconoce, tiene fundamentos occamistas, es decir empiristas, conjugados con un exagerado interés por el propio yo, que es una deformación del yo agustiniano. En este punto se podría hacer una conexión con el idealismo y en particular con el de Fichte, el apologista del Yo absoluto, que sería el fundamento del yo empírico.

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