domingo, 3 de julio de 2022

De la humildad depende el realismo gnoseológico (3/4)

La humildad como principio del realismo gnoseológico tiene consecuencias vitales para el fiel cristiano. Como lo expresa el Romano Pontífice en la Gaudete et exultate, los gnósticos, con su soberbia idealista, "al descarnar el misterio finalmente prefieren un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo".

La condena del gnosticismo idealista en la Placuit Deo y en la Gaudete et exultate
   
----------El gnosticismo es una exaltación exagerada del yo, del saber y del pensamiento humano, y esto es expresado claramente en la exhortación apostólica Gaudete et exultate:
----------"El gnosticismo es una de las peores ideologías, ya que, al mismo tiempo que exalta indebidamente el conocimiento o una determinada experiencia, considera que su propia visión de la realidad es la perfección. Así, quizá sin advertirlo, esta ideología se alimenta a sí misma y se enceguece aún más" (n.40).
----------El gnóstico, en su desviación ideológica, cae en este engaño porque especula sobre el pensamiento abstractamente considerado, en su absolutidad, sin tener en cuenta las condiciones y los límites en los cuales el pensamiento viene ejercido por el hombre. Por lo demás, la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Placuit Deo, firmada por el cardenal Luis Francisco Ladaria en nombre del papa Francisco, vuelve a señalar la característica del gnosticismo: su interiorismo absoluto, que se resuelve en un absoluto individualismo, por lo cual todo está en el yo, desde el yo, por el yo y para el yo:
----------"El reduccionismo individualista de tendencia neo-gnóstica promete una liberación meramente interior" dice la Carta Placuit Deo (n.11). En el idealismo neo-gnóstico la libertad no implica ningún vínculo con una ley moral objetiva, sino que se resuelve en un puro acto de la propia voluntad. Por eso, la Carta advierte que el camino de la salvación que Cristo nos ofrece "no es un camino meramente interno, al margen de nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado" (n.11). "La gracia que Cristo nos da no es, como pretende la visión neo-gnóstica, una salvación puramente interior, sino que nos introduce en las relaciones concretas que Él mismo vivió, la Iglesia es una comunidad visible" (n.12).
----------Por otra parte, la Gaudete et exultate hace notar cómo el gnosticismo "a veces se vuelve especialmente engañoso cuando se disfraza de una espiritualidad desencarnada. Porque el gnosticismo por su propia naturaleza quiere domesticar el misterio, tanto el misterio de Dios y de su gracia, como el misterio de la vida de los demás" (n.40). "Conciben una mente sin encarnación, incapaz de tocar la carne sufriente de Cristo en los otros, encorsetada en una enciclopedia de abstracciones. Al descarnar el misterio finalmente prefieren un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo" (n.37).
----------El gnosticismo (en la misma línea del platonismo y neo-platonismo dualista) es una espiritualidad desencarnada porque resuelve el ser en el pensamiento, y resuelve la materia en el espíritu. El mismo método cartesiano, con su desconfianza por la experiencia sensible y por lo tanto por la inteligibilidad de la sustancia material, demuestra su ascendencia, quizás inconsciente, del dualismo gnóstico maniqueo del espíritu bueno y materia mala, citado tanto por la Placuit Deo como por la Gaudete et exultate.
----------Pero precisamente esta operación ultra-espiritualista se convierte en su contraria, como se desprende del posterior materialismo de Marx, quien dice haber recabado esta concepción de Hegel simplemente "poniendo en el lugar de la cabeza aquello que estaba antes en el lugar de los pies y poniendo en el lugar de los pies lo que antes estaba en el lugar de la cabeza", vale decir que, si Hegel hace derivar la materia del espíritu, por el contrario, Marx hace derivar el espíritu de la materia. En Marx no son las ideas las que guian el mundo material-económico, sino que es lo material-económico lo que guia las ideas.
----------Por lo demás, como señala el papa Francisco en la exhortación apostólica Gaudete et exultate, el gnóstico se considera en posesión de la ciencia absoluta, es decir, omnicomprensiva como Ciencia de lo Absoluto. El gnóstico es omnisciente, no ciertamente en el sentido de conocer los detalles de todas las cosas (pues, al fin de cuentas, él también se da cuenta de que pensar eso sería pura locura), y sin embargo, en un sentido, que no por eso no denota una desmesurada soberbia.
----------El gnóstico se considera omnisciente en el sentido de que está convencido de poseer la Ciencia de la Totalidad. Si nada está fuera del ser y el ser es el ser pensado por él, se sigue que no existe nada que no sea objeto del pensamiento del gnóstico. El ser coincide con el ser pensado por él; por lo tanto no puede darse un ser que él ignore o que trascienda su pensamiento, comprendido Dios.
----------En tal sentido la Gaudete et exultate dice que: "Los gnósticos juzgan a los demás según la capacidad que tengan de comprender la profundidad de determinadas doctrinas" (n.37). "Típico de los gnósticos es creer que con sus explicaciones ellos pueden hacer perfectamente comprensible toda la fe y todo el Evangelio" (n.39). "El equilibrio gnóstico es formal y supuestamente aséptico, y puede asumir el aspecto de una cierta armonía o de un orden que lo abarca todo" (n.38).
----------Un ejemplo de este ideal gnóstico lo encontramos en Schelling, quien afirma en su Filosofía de la Revelación: "mi punto de vista es en general el cristianismo en la totalidad de su desarrollo histórico, mi objetivo es aquella única Iglesia verdaderamente universal (si 'Iglesia' puede ser la palabra exacta aquí), que debe ser construida solo en el espíritu, y que puede consistir sólo en la perfecta comprensión del cristianismo, de su efectiva fusión con la ciencia y el conocimiento en general".
----------Hegel elogia el gnosticismo, si bien con alguna reserva, con estas palabras: "Todas estas formas finalmente terminan en lo turbio, pero en su conjunto tienen como principio las mismas determinaciones y surgen de la necesidad general y profunda de la razón de determinar y entender como concreto lo que es en sí y por sí" (Lecciones sobre historia filosofia, 3, I, op.cit., p.27). 
----------Sin embargo, el nefasto desenlace final del racionalismo cartesiano no fue inmediatamente advertido por el propio Descartes y por sus mismos contemporáneos, los cuales, por el contrario, permanecieron admirando a Decartes, como si hubieran estado frente a un genio filosófico de grandeza inaudita, y así bebieron todos alegremente el veneno sin darse cuenta (incluso destacados filósofos católicos).
----------Previsora y mirando a largo plazo, como siempre, se manifestó la Iglesia, que en 1663 inscribió las obras de Descartes en el Index. Pero desgraciadamente, tal era el éxito del filósofo mesiánico, que revolucionaba todo el pensamiento filosófico elaborado en los milenios precedentes, que casi nadie, ni siquiera entre los teólogos, tuvieron en cuenta la sabia advertencia de la Iglesia, salvo los tomistas, que, por su prudencia crítica, resulta muy difícil llevar a engaño, incluso por parte de los impostores más astutos. A quien se mantenia fiel a la verdad se le consideraba un anticuado, un árido escolástico, un testarudo conservador, etc.
----------Para el idealista, es decir, para el gnóstico, incluso lo que a los sentidos aparece exterior, es interior al yo, a la conciencia y al pensamiento, en cuanto pensado. En efecto, el idealista no se da cuenta o no quiere reconocer que la cosa en sí, aunque en el acto del conocer entre, en cuanto representada, en el horizonte de la conciencia, en sí misma, en su realidad, está fuera de nuestro pensamiento o de nuestra mente; es extra animam, como dice santo Tomás de Aquino. "No es la piedra lo que está en el alma, sino la imagen de la piedra", dice Aristóteles. Es evidente que nuestras ideas no son externas a nuestra mente; pero esto no nos autoriza a creer, con los idealistas, que la realidad coincida con nuestras ideas, si no intencionalmente y accidentalmente en el acto de conocer la verdad.
   
Características del idealismo
   
----------Es axioma idealista que no se da ser fuera del pensamiento, sino que el ser está siempre en el pensamiento. En el idealismo el ser es siempre pensado. No se piensa el ser, sino el ser pensado, porque ser y ser pensado coinciden. Se piensa el pensamiento, porque el ser es pensamiento. Todo es a la vez ser y pensamiento. Ahora bien, sin embargo, sólo en Dios el ser coincide con el pensamiento, porque Dios es Ser subsistente y Pensamiento subsistente. Dice santo Tomás de Aquino: "En Dios el saber es su sustancia" (Summa Theologiae, I, q.14, a.4). En Dios "el intelecto, el objeto del pensar (id quod intelligitur), la idea (species intellegibilis) y el pensar son la misma cosa" (ibid). Esta tesis del Aquinate ha sido dogmatizada por el Concilio de Florencia del 1442: "in Deo omnia sunt unum" (Denz.1330).
----------En cambio, en el hombre existe distinción entre su ser y su pensar. El hombre no es, como creía Descartes, un sujeto pensante (pues sólo Dios, en quien se identifican ser y pensar, es sujeto pensante), sino que el hombre es un sujeto que puede pensar. Y si no piensa, no por eso deja de ser un hombre, un ser capaz de pensar. Dios es por esencia pensamiento, es por esencia pensante. En el hombre, en cambio, el pensar es una simple facultad, aunque esencial, pero que puede permanecer en estado de simple facultad, sin pasar al acto. Para el intelecto humano el ser o el ente, creado por Dios, es independiente del pensamiento, trasciende el pensamiento y es regla de la verdad del pensamiento.
----------Para estar en la verdad, la mente humana debe humildemente adecuarse al ser, debe obedecer a las leyes del ser. Dios, en cambio, ideador y creador del ser, no tiene al ser como objeto frente a Sí e independiente de Sí. Así Él se conoce a Sí mismo y al mundo no como ser distinto de su pensar, sino como ser inmanente a su Yo. Es evidente que también para nosotros lo pensado en cuanto pensado está en lo interno de nuestro pensamiento. Pero antes de ser pensado, no puede existir más que fuera, en la realidad externa: aquello que santo Tomás llama res extra animam. El ser entra espiritualmente o intencionalmente, como concepto o idea o representación, en nuestro pensamiento, una vez que lo pensamos o conocemos.
----------Si, en cambio, todo es ser y pensamiento, todo es idea, como creen los idealistas, y no existe un ser distinto del pensamiento; si el ente como tal, incluido el divino, es inmanente a nuestro pensamiento; si es cierto lo que dice Rahner, que "la naturaleza del ser es conocer y ser conocido" (Oyente de la Palabra, Herder, Barcelona 1976, p.65); si el ser es "ser consciente" (ibid.); si el ser "es siempre también conocido" (ibid., p.66); si el ser "es el mismo sujeto cognoscente" (ibid., p.67), el ser como tal y no sólo el ser divino se identifica con el pensamiento, entonces tenemos el panteísmo. Según el idealista, nosotros, pensando el ser, pensamos a Dios, porque el ser es Dios. Pero por otra parte, como el ser se identifica con el ser pensado, y nuestro ser es ser pensado, nuestro ser se identifica con el ser divino, que es precisamente el ser pensado.
----------Para el idealista, también el ser no pensado es de todos modos pensado. Y por lo tanto no existe un ser no pensado. Es claro, además, que si yo pienso el ser, este ser es pensado. Pero antes que lo piense o si no lo pienso, lo ignoro y no es pensado por mí. En cambio en el idealismo, así como el punto de partida y el objeto del saber son la idea y la conciencia que el yo tiene de sí como pensante, la verdad del saber es la conformidad de lo real o del ser a la idea o a la autoconciencia.
----------Ahora bien, por el contrario, la identidad del pensamiento con el ser es el saber absoluto, porque es un saber que no tiene nada que esté fuera o más allá de este saber. Es el saber divino. Y así, a la inversa, la identidad del ser con el pensamiento es el ser absoluto, porque este ser es en acto todo lo que el pensamiento puede pensar. Y por lo tanto es el ser divino. Y por tanto la gnoseología idealista implica el panteísmo, es decir, la identificación del pensamiento humano con el pensamiento divino, que es aquello que en la Gaudete et exultate es definido como "gnosticismo", la divinización del saber humano, de la cual tenemos el más conspicuo ejemplo en aquello que Hegel llama "Ciencia absoluta" o "Idea absoluta".
----------Debemos decir, en cambio, que el objeto de la metafísica no es el yo, no es el sujeto pensante o auto-consciente, sino el ente, que está frente (ob-iectum) al yo. La certeza fundamental inicial de la cual parte la metafísica y sobre la base de la cual la razón construye todo su saber, no es la del propio pensar o dudar, como creía Descartes; y no es ni siquiera Dios, como creía Hegel; sino que es la certeza de la existencia y de la cognoscibilidad de las cosas sensibles externas, como ha establecido Aristóteles.
----------Ciertamente la certeza espiritual que surge del descubrimiento de nuestro yo pensante, se revelará más sólida, más fuerte, más convincente, que la certeza sensible, dado el mayor valor ontológico de las cosas espirituales respecto a las cosas materiales. Y entonces mayor será la certeza de fe. Pero la certeza suprema de la fe sería nula, si no fuera la maduración suprema de una certeza absoluta, aunque humilde, que comienza ya con la percepción de las cosas sensibles.
----------La certeza de la existencia del propio yo se sigue de la certeza de la existencia y del conocimiento de las cosas, porque es sólo reflexionando sobre nuestra capacidad para alcanzar esta certeza originaria, que nosotros descubrimos nuestro yo, como sujeto dotado de una mente que le ha conocido.
----------Nosotros no derivamos o deducimos el conocimiento de las cosas del conocimiento de nuestro yo, como creía Descartes, sino al contrario, como ha establecido Aristóteles, nosotros nos damos cuenta de poseer una facultad cognoscitiva que recaba de las cosas, después de haberlas alcanzado; y de la conciencia de nuestro saberlas conocer llegamos a la afirmación de nuestro yo como sujeto cognoscente.

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