Mientras la relación con cualquier persona humana se sitúa en el plano del simple et-et, o sea de la diversidad, que puede sumar un tercero y un cuarto, la relación con Cristo, por el contrario, se sitúa en el plano del aut-aut, de modo que pone en juego la alternativa de fondo: o salvación eterna o perdición eterna. Tertium non datur. [En la imagen: el Santo Padre durante la Misa de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la Basílica de San Pedro, en Roma, el 29 de junio de 2022].
¿Es la realidad que es contradictoria, o es la contradicción un defecto de nuestro pensamiento?
----------Cristo nos propone una lógica suya, que, por su declaración, es lo opuesto a la lógica del demonio: mientras la lógica cristiana, que es la de la recta razón y de la honestidad, opone netamente el sí al no, la lógica del demonio conjuga y confunde el sí con el no.
----------Por otra parte, Cristo nos dice claramente que quien quiera sacar un sentido válido de la vida, debe recoger con él, porque quien no recoge con Él, desparrama (cf. Mt 12,30). Quien cree en Él se salva, quien no cree se condena. Es necesario elegir: o Él o Beliar; no podemos servir al uno y al otro simultáneamente.
----------Jesús nos dice que no podemos servir a dos señores. Los que driblean o hacen malabarismos o navegan entre el uno y el otro, se pierden. No podemos estar en medio entre los dos. Estar con Cristo sólo cuando nos conviene, quiere decir estar ya del lado del demonio. No es facultativo u opcional elegir o no elegir a Cristo como guía de nuestra vida: va en ello nuestro destino eterno. No es que podamos apañárnosla o rebuscárnosla lo mismo, incluso siguiendo otra guía, no. Estariamos eternamente perdidos.
----------Lo absoluto no puede sino ser uno. Sin embargo, es necesario ver cuál es el verdadero absoluto. El riesgo es el de navegar balanceándose entre el verdadero y un falso absoluto. "No podéis servir a dos señores" quiere decir que no es lícito, no está moralmente permitido. Pero no se trata de una imposibilidad lógica, de algo contradictorio. Desafortunadamente, esto es posible en la práctica.
----------Lo rechazado en el principio del tercero excluido es la idea de poder afirmar y negar simultáneamente, es la idea de poder sustituir el principio de no-contradicción por un imposible principio de contradicción. En tal caso el principio de nuestra lógica ya no es decir, sino el contradecir. Se llega así a la idea de que contradecirse pueda ser útil y ventajoso. ¿Y esto por qué? Porque pensamos que la realidad misma es contradictoria. Pensamos, así, que el devenir, lo concreto, es contradicción; que el conflicto es fuente de vida y de progreso; y que no se debe intentar resolverlo, pues sería crear la estasis y la muerte.
----------En esta equivocada visión de las cosas, que es la concepción hegeliana, la realidad misma y por tanto la sociedad humana están constituidas por oposiciones antitéticas. La tesis opone a sí misma una antítesis, la cual, al oponerse a la tesis, constituye lo real, que es síntesis de tesis y antítesis. Sería inconcebible una tesis sin su antítesis: el ser sin el no-ser, lo verdadero sin lo falso, el bien sin el mal, la vida sin la muerte, la justicia sin la injusticia. El verdadero amor, en esta visual, el amor verdaderamente inclusivo, que no excluye nada, sería el amor no sólo de lo verdadero sino también de lo falso, no sólo de la justicia sino también del pecado, no sólo de la vida sino también de la muerte.
----------Admitamos también -continúan los hegelianos- la elección entre sí y no; pero ¿por qué diablos, cuando nos conviene, deberíamos excluir la posibilidad y la legitimidad de admitirlos también juntos? Entre las dos alternativas o así o no así, ¿por qué deberíamos excluir una tercera: así y no así? ¿No existe una mediación? Mantengamos abiertas ambas posibilidades; ¿no deberíamos mantenerlas como buenas a ambas? ¡Nunca se sabe! ¿Es el sí separable del no? ¿Es el ser separable del no-ser? ¿Estamos seguros de que existe una verdadera y propia oposición? ¿Y si la totalidad fuera su síntesis? ¿No es esta la idea de Hegel?
----------Observamos que, indudablemente, en la realidad, tanto en la vida como en la sociedad, existen oposiciones polares naturales o artificiales, como decía Romano Guardini, oposiciones creadas por Dios o por el hombre, que conllevan una complementariedad recíproca: el polo norte y el polo sur, el polo positivo y el polo negativo, el varón y la mujer, la derecha y la izquierda. No son oposiciones recíprocamente excluyentes, como la del bien y el mal, sino que se refieren la una a la otra.
----------Sólo que Guardini parece perder de vista el aspecto conflictivo de la vida cristiana, que él resuelve en la alteridad o en la diversidad o en la pluralidad, legalizándola. El aut-aut parece perder su veneno y dulcificarse en el et-et. Guardini habla de un "contraste" y de una "tensión fecunda" donde desaparecen el adversario y la "lucha contra un enemigo", por lo cual "la tesis y la síntesis son llevadas a la unidad".
La dialéctica de Jorge Mario Bergoglio no es la de Hegel
----------El papa Francisco, antes de ascender al solio pontificio, se dedicó a estudiar el pensamiento de Guardini, porque encontró en él una teoría de las oposiciones polares, que satisfacía su interés por la comprensión y la solución de los conflictos sociales, eclesiales y doctrinales. Bergoglio, sin embargo, distingue netamente la dialéctica de lo diverso, que remite al principio de la analogía de Aristóteles y de santo Tomás, de la dialéctica de la contradicción, que supone el univocismo y el equivocismo hegeliano. Lo diverso debe ser salvado, respetado e incluido; lo divisivo y lo conflictivo debe ser eliminado y excluido. La antinomia dialéctica no excluye sino que supone la coherencia y la unidad del pensamiento y de la acción. La oposición de las opiniones y de las legítimas opciones no excluye sino que supone el valor universal, la comunión y la fraternidad.
----------El papa Francisco utiliza ahora esta preparación filosófica, lógica y epistemológica para el desempeño de su alto oficio de Pastor universal de la Iglesia, en una situación eclesial desgarrada por irreconciliables extremismos y obstinadas contraposiciones, así como en su tarea de diálogo ecuménico e interreligioso y con los poderosos de esta tierra y al abordar los problemas morales de nuestro tiempo.
----------Al respecto, es interesante notar que Massimo Borghesi, en uno de sus recientes libros (Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, ediciones Encuentro, Madrid 2018), se detiene largamente con abundante documentación sobre este interés del Papa por el pensamiento antinómico. Sin embargo, esto no quiere decir, como cree Borghesi, que el pensamiento mismo de Bergoglio sea "antinómico", porque esto no sería una virtud, sino un defecto. Sería doblez. Es un error definir de "antinómico" el pensamiento de Bergoglio. Esto será bueno para Hegel, o quizás para Guardini, pero no ciertamente para Bergoglio.
----------Se debe decir más bien que Bergoglio presta una especial atención a la realidad de los conflictos ya sean ellos sociales o ideológicos, pero no para involucrarse en ellos, sino para buscar una vía de pacificación y de conciliación. Ningún pensador que se respete quiere ser antinómico, sino que se cuida bien de la incoherencia, denuncia como errores las contradicciones y se esfuerza él mismo de evitarlas.
----------Por otra parte, en todo caso, podemos hablar de un estilo paradójico. Esto sí que se puede notar en los discursos de Bergoglio, incluso como Papa. Pero el estilo paradojal es en todo caso diferente al pensamiento antinómico, aunque también tenga relación con lo contradictorio y pueda generar equívocos o malentendidos. Es por eso que no es recomendable y solo los escritores y oradores expertos lo saben usar. Sin embargo en la paradoja el contraste no es entre conceptos, sino entre modos expresivos. Decir por ejemplo que Jesús niño, pasando tres días en el templo "ha cometido una travesura" o que "Nuestra Señora no ha nacido santa y no es corredentora" o que "Cristo fue hecho pecado" o que "Lutero ha ofrecido la medicina", son expresiones que indudablemente no suenan bien. Sin embargo, debidamente contextualizadas con las oportunas precisiones, aclaraciones, y adecuadas distinciones, parecen aceptables.
----------Por el contrario, el pensamiento antinómico es un pensar deliberadamente engañoso y conceptualmente incoherente. Si el estilo paradojal está permitido -pensemos por ejemplo en el estilo de san Pablo o en ciertas expresiones del mismo Cristo-, ningún pensador honesto se propone como modelo el pensar antinómico. Podrá haberlo hecho Hegel, podrán haberlo hecho los escribas y los fariseos, pero ciertamente no está en las intenciones de Bergoglio, aunque pueda sucederle incidentalmente. Por eso Schopenhauer llamaba a Hegel "el gran impostor". En efecto, el deber del pensador es el ser coherente y evitar la contradicción, no el buscarla adrede, como hace Hegel con su dialéctica haciéndola pasar por verdad.
----------Respecto de lo que acabo de decir, que el pensamiento antinómico puede sucederle a Bergoglio de modo incidental, algunas expresiones que podrían hacernos pensar en una influencia hegeliana se encuentran en un breve manuscrito de 1987-88 (al que me referí en recientes artículos) publicado por La Civiltà Cattolica en Italia, en abril del 2021, y en su versión original en español en junio de ese mismo año: "la antinomia es un sistema de conceptos en tensión". "Como género expresivo es el modo adecuado de contener toda la vitalidad de una realidad, sin reducirla". Por otra parte, en el mismo escrito, Bergoglio hace el elogio de la "consonancia entre la realidad en sí y la realidad tal como es conocida. Cuando hay disonancia no hay adecuación y esto significa que la realidad no ha sido captada". Por lo demás, es claro que aquí se trata de simples opiniones privadas que nada tienen que ver con la autoridad del actual magisterio del papa Francisco.
----------La ciencia no se identifica con la dialéctica, sino que es su corrección y superación, porque mientras la dialéctica se detiene en la oposición entre el sí y el no, la ciencia establece el sí. No existe, como creía Kant, una "dialéctica trascendental", aquella que él llamaba una "ilusión de la pura razón". En el campo de lo trascendental, como han demostrado irrefutablemente Aristóteles y santo Tomás, la razón percibe infaliblemente las primeras certezas, sobre las cuales funda todo el saber. Una razón que se engañara en el campo de lo trascendental, es decir del ser, no sería en absoluto "pura" sino impura, porque sería irremediablemente falsa sin la posibilidad de realizarse y corregirse, porque le faltaría el criterio para hacerlo, que es precisamente lo trascendental.
----------En efecto, es necesario recordar que la mente humana tiene necesidad de certeza. Su riesgo es el de tener demasiada prisa para querer encontrarla y creer haberla encontrado donde no está. Aquí son muchos los que han caído, por ejemplo Descartes con su cogito. El problema es el de superar las opiniones contrastantes para llegar a la ciencia, porque sólo con ella se logra una certeza absoluta, objetiva e inquebrantable.
----------El error y vicio de un Hegel, en cambio, ha sido el de no haber llegado a superar las apariencias y los conflictos de opinión y por tanto haber pensado que la ciencia consista en el poner junto lo que no puede estar junto y en la absolutización de lo opinable, haciendo objeto del saber la conflictualidad y contradicción irresuelta de las contingentes y subjetivas opiniones y por lo tanto lo incomposible en lugar de lo posible.
----------El pensamiento antinómico hegeliano, llamado "dialéctico", no denota en absoluto una razón sólida y robusta, como muchos creen, sino que por el contrario nace de una razón renunciataria y al mismo tiempo astuta y presuntuosa, que, a causa de su idealismo, considera imposible saber cómo sean realmente las cosas, que hay que detenerse en la apariencia y que, por lo tanto, hay que detenerse en la aceptación de las opiniones contrastantes, imaginando que el saber es la síntesis de lo contradictorio.
----------Por el contrario Bergoglio, a pesar de ser muy consciente de la contrariedad recíproca de las opiniones humanas, no se rinde en absoluto y no se resigna a esta situación descorazonadora, que sólo puede complacer a los astutos y a los hipócritas, sino como buen realista que sabe poder llegar a las cosas como son, toma nota sin miedo y sin falsos irenismos de los conflictos ideológicos y sociales y se esfuerza por mostrar, por medio de una buena dialéctica, la conciabilidad y la síntesis de posiciones aparentemente inconciliables.
----------La dialéctica, por consiguiente, como ya demostró Aristóteles, entendida como el confrontar opuestos opinables, tiene ciertamente su utilidad, no sin embargo como ciencia, sino como preparación o introducción a la ciencia. Ella es inevitable a causa de la debilidad de la razón humana, que descubre la verdad sólo a costa del error y del debate entre tesis opuestas, pero no es todavía un saber, sino más bien un pensar hipotético y provisorio que se divide entre tesis opuestas de las cuales no se sabe cual es la verdadera.
----------Es sólo la demostración científica la que distingue la tesis verdadera de la falsa, porque no pueden ser entrambas verdaderas dos tesis en contraste entre sí. Y no se trata tanto de lograr una síntesis o una unidad, cuanto ante todo de descubrir la verdad en oposición a lo falso, porque la verdadera unidad está basada en la verdad, la cual no puede sino rechazar la falsa tesis contraria. Y del mismo modo, el verdadero progreso filosófico y dogmático no se produce a través de rupturas y contradicciones, sino en la continuidad e identidad del único sujeto, que se desarrolla y crece manteniendo la misma identidad en el tiempo, sin negar nunca nada de lo que a él le es esencial, sino permaneciendo siempre esencialmente el mismo.
----------En efecto, como ya había establecido Aristóteles, los opuestos dialécticos como tales, no dan la verdad, que es una sola, no es sí-y-no, sino que dan la apariencia, porque es imposible que dos tesis antinómicas sean verdaderas simultáneamente. El deber del pensamiento, entonces, no es el de sintetizar las dos tesis, sino el de distinguirlas, es el de aclarar cuál de las dos tesis es la verdadera o bien de aclarar cómo pueden estar juntas sin que entre ellas haya contradicción.
----------La necesidad de la unidad es más que justa y correcta. Pero precisamente eso sólo se satisface legítimamente si las dos tesis están libres del error y brilla en cada una la luz de la verdad. Por tanto, el deber del honesto pensador no es el socarrón, renunciatario y oportunista de dejar en pie la contradicción que se hace pasar por verdad, para agradar a Dios y a Mammón, sino el de obrar un sabio discernimiento crítico, que denuncie o disuelva las aparentes contradicciones, listo para pagar en persona, de modo tal que sea aceptado el sí y se una a otro sí y el no sea rechazado. Las bendiciones y las maldiciones pronunciadas por Cristo en el juicio universal no son más que las últimas consecuencias de esta obra de discernimiento y de separación, que es la obra de justicia, que debe hacer el pensamiento.
----------El pensamiento no tiene sólo la tarea de unir lo que debe estar unido, sino también el deber de separar los términos que no pueden y no deben estar juntos. Es verdad que Dios ordena no separar lo que Él ha unido. Sin embargo, también ordena no confundir sino distinguir lo que debe distinguirse, sobre todo el bien del mal (2 Sam 14,17; 1 Reyes 3,9; Heb 5,14). No se da verdadera unidad y verdadera síntesis sin la absoluta separación o exclusión recíproca de los términos absolutamente incompatibles o incomposibles.
----------Ahora bien, Bergoglio afirma ciertamente tomar en consideración las antinomias y las contradicciones, pero no para hacer una bandera o un programa de acción o para asentarse sobre ellas o porque le complazca la doblez. De hecho, él tiene bien presente el principio evangélico del "sí, sí, no, no". El Romano Pontífice sabe bien que no se nos permite servir a dos señores. En efecto, su intención declarada es sólo la de encontrar la unidad del pensamiento y no la de dejarlo dividido.
----------Pero este fin se puede obtener no ignorando o cancelando la existencia del nudo a resolver. No es el de evadir las dificultades sino afrontarlas, al menos si no superan nuestras fuerzas. Es el de mirar la realidad de frente, es el de considerar realistamente la existencia y la cualidad del nudo a resolver y en base al conocimiento de la verdad, desenmascarar y denunciar la apariencia engañosa sintetizando lo que parecía contradictorio y que en cambio es simplemente diverso o recíprocamente complementario.
O por Cristo o contra Cristo
----------Entonces, respecto a la alternativa entre estar por Cristo o contra Cristo, ¿qué tercera posibilidad puede haber? ¿Qué síntesis o qué unidad puede haber entre el que está por Cristo y el que está contra Cristo? (Mt 12,30)? Con razón nos pregunta san Pablo: "¿Qué entendimiento entre Cristo y Beliar?" (2 Cor 6,15). ¿Qué acuerdo entre los "hijos de Dios" y los "hijos del diablo" (1 Jn 3,10)? ¿Podemos suspender el juicio? ¿Existe un punto de vista superior desde el cual obrar un arbitraje? ¿Se puede permanecer neutrales o indiferentes? ¿Un poco para uno y un poco para el otro? ¿Ni el uno ni el otro? ¿Y para quién entonces?
----------Sobre todo en un asunto como este que pone en juego el sentido de nuestra vida, deberemos tener bien presente, si no somos marionetas o juncos batidos por el viento, que el contraste entre una y otra posibilidad, entre el sí y el no, es irresoluble y por lo tanto no puede resolverse en absoluto con la simple yuxtaposición del sí al no. Esto no es acuerdo. Esta no es síntesis. Esto es doblez.
----------De hecho, es necesario promover la armonía y la paz entre los enemigos. Pero esto sólo puede hacerse en torno a Cristo y en las condiciones que Cristo pone. La paz no es posible entre Cristo y sus enemigos. Ciertamente el cristiano debe amar a sus enemigos, ciertamente puede convertirlos en amigos. Pero eso no significa que no deba combatirlos mientras sean enemigos. El cristiano no puede sustraerse al combate, porque él, si no quiere ser vencido por el enemigo que lo combate, debe combatirlo y vencerlo.
----------Mientras la relación con cualquier persona humana se sitúa en el plano del simple et-et, es decir de la diversidad, que puede sumar un tercero y un cuarto, la relación con Cristo se sitúa en el plano del aut-aut, pone en juego la alternativa de fondo: o salvación eterna o perdición eterna. Tertium non datur.
----------Si yo elijo como amigo a Ricardo en lugar de Federico, nada sustancial cambia en mi vida y, por lo tanto, no me convierto en enemigo de Federico. Pero si en lugar de Cristo elijo a Buda o Mahoma, esto me hace enemigo de Cristo, con la consecuencia de mi condenación eterna. Puedo ser amigo de Ricardo e igualmente de Federico y de Rubén. En cambio, no es lo mismo con Cristo. No puedo al mismo tiempo ser amigo de Cristo y de Buda o de Mahoma, porque o soy amigo de Cristo o soy su enemigo, aut-aut, tertium non datur.
----------Las reciprocidades, en cambio, expresan indudablemente la riqueza y la verdad de la existencia y manifiestan cómo todo ente tiene necesidad, eventualmente, de un opuesto suyo para realizarse. Por eso el soldado tiene necesidad del enemigo para lograr la victoria. El médico tiene necesidad de la enfermedad para curar a los enfermos. El predicador tiene necesidad del hereje para hacer brillar la verdad de la fe. La virtud tiene necesidad de la prueba para que pueda ser fortalecida. El placer tiene necesidad del dolor y de la renuncia para redimirse y purificarse. La vida, en definitiva, tiene necesidad de la muerte para resucitar. El hombre tiene ineludible necesidad del sacrificio de la cruz para salvarse.
----------Pero una cosa es fomentar el conflicto o resignarse al conflicto porque se lo considera inevitable o ventajoso y otra cosa distinta es soportarlo y esforzarse por encontrar un punto de contacto entre los adversarios. Una cosa es la pretensión de conciliar lo inconciliable y otra cosa distinta es el esfuerzo por poner de acuerdo a quien puede estar de acuerdo. Una cosa es la paz que da el mundo, fundada en la ambigüedad y la doblez, y otra cosa es la paz que da Cristo, que no teme empuñar la espada para la defensa de la justicia. Una cosa es el odio por lo diverso y otra cosa distinta es el odio por el mal.
----------Así, de modo similar, algunos aman concebir a la Iglesia como coincidentia oppositorum, según la famosa fórmula del cardenal Nicolás de Cusa, fórmula que sin embargo es ambigua, porque si con ella pretendemos referirnos al simple choque de opiniones, a la oposición polar a la que se refería Romano Guardini, a la oposiciones relativas o recíprocamente complementarias, nada hay en contrario para admitirlas en la esencia de la Iglesia. Pero si por esa fórmula entendemos la coincidencia del sí y del no, entonces estamos como al principio. Que de hecho en la Iglesia facciones, litigios, extremismos, divisiones y conflictos sean inevitables, esto está absolutamente claro. Que esas oposiciones den ocasión a los buenos fieles para ejercitar la paciencia, la esperanza, la caridad, la justicia y la misericordia es igualmente claro.
----------Pero ninguna eclesiología católica podrá jamás formarse tal idea de Iglesia y ningún católico amante de la concordia y de la paz podrá jamás resignarse a aceptar tranquilamente esos fenómenos y se empeñará siempre con todas sus fuerzas para suavizar los contrastes, para sanar los conflictos, para poner de acuerdo a los adversarios, para reconciliar a los enemigos.
El error de Giaccardi y Bagatti
----------En un artículo publicado en este blog un mes atrás, titulado La Iglesia del tercero incluido, me he referido a dos sociólogos, Chiara Giaccardi y Mauro Bagatti, que han publicado recientemente un libro, La scommessa cattolica (La apuesta católica, ediciones Il Mulino, Bologna 2019), con el propósito en sí ciertamente generoso de ofrecer un programa de acción para el fiel católico de hoy en relación con la difícil situación socio-cultural y eclesial de la actualidad. El libro, sin embargo, junto con muchas observaciones aceptables, críticas correctas y válidas sugerencias, adolece de un grave defecto en cuanto concierne a la valoración que el católico debe dar del principio de no-contradicción y del tercero excluido.
----------Por cómo Giaccardi y Bagatti hablan de los mencionados principios, se ve que los han malinterpretado completamente y los han confundido con métodos que generan peligrosas abstracciones, dañinas separaciones, así como una falsa unidad, que conduciría al "dualismo", al exclusivismo, a la construcción de ficticios enemigos, a la cerrazón al otro y al diferente, y por lo tanto conduciría a la violencia y a la destrucción, hasta el punto de insinuar que la aplicación de esos principios habría llevado a los nazis al exterminio de los judíos, cuando, más bien, es verdad precisamente todo lo opuesto, ya que, como es bien sabido, la doctrina del nazismo estaba fundada en el concepto totalitarista hegeliano del Estado y de la primacía del alemán teorizado por Nietzsche, mientras que la doctrina hegeliana del ser, fundamento de su ética, está expresamente basada en la negación del principio de no-contradicción.
----------Ahora bien, es cierto que la abstracción separa, pero sin crear dualismos ni falsas contraposiciones. Separa para unir en la síntesis del juicio distinguiendo los diversos aspectos del ente. Es cierto que la abstracción no capta lo concreto individual viviente existencial en su devenir; esto lo capta el sentido y la intuición intelectual; y sin embargo la abstracción tiene el valor inestimable que nos hace captar la esencia de la cosa y nos permite comprender la verdad del principio de no-contradicción, pues si no comprendieramos ese principio, como nos advierte Cristo, nuestro pensar sería destruido o consignado a las manos del diablo.
----------He aquí el gravísimo error en que caen los mencionados autores del libro en cuestión; error que se explica sencillamente por el hecho de que ellos demuestran ignorar completamente el valor de la abstracción metafísica, que está en la base de la lógica evangélica, la cual está fundada, como hemos visto, en principios enunciados por Cristo mismo, principios transgrediendo los cuales, ya no estamos del lado de Cristo, sino del lado del diablo. Por lo tanto, no bromeemos. Lo manifestado por los Autores es, por lo tanto, un enorme equívoco. Y esto deja suponer que ni siquiera tienen las ideas claras sobre cuál es la verdadera naturaleza e importancia del proceso abstractivo del pensamiento humano.
----------Tengamos en cuenta que ya en el mismo funcionamiento del conocimiento animal es posible constatar la existencia de un cierto proceso abstractivo, que capta lo universal prescindiendo de lo singular: por ejemplo, si un león ataca a una gacela, no es porque sea esa determinada gacela, sino porque es la gacela. Lo concreto aquí no entra para nada. Aquí lo que entra es lo universal. Y esto entonces es señal de que el león de algún modo capta lo universal. Por lo tanto, de algún modo el león abstrae la imagen de la gacela. Por esto, ese león habría atacado igualmente a otra gacela. Esto quiere decir que el león, aunque sin utilizar una imagen conceptual tan abstracta como la nuestra, sabe qué es la gacela.
----------En cambio, en el libro de Giaccardi y Bagatti se nota una exagerada apología de lo "concreto", como si fuera el único objeto de la mente, y olvidando el aspecto de universalidad de la realidad. Y a la inversa, los Autores arremeten repetidamente e irrazonablemente contra la "abstracción", que, según sus alarmadas afirmaciones, parecería ser la mayor responsable de los males de la sociedad actual, de la cultura, de las costumbres y de la Iglesia actual. Estamos en este libro evidentemente ante una idea obsesiva y un fantasma aterrador que se han creado los propios Autores y que perturba sus sueños nocturnos.
----------En realidad, los males que hoy afligen a la sociedad y también a la Iglesia, tienen su raíz teorética primera en una insuficiente actividad racional y por tanto en la falta de puntos de referencia ciertos y universales, lo que sucede precisamente por la incapacidad de ejercitar adecuadamente la facultad abstractiva del pensamiento especulativo y práctico, la carencia de educación de la capacidad metafísica, y proviene del deseo maníaco de aferrarse a un "concreto", que decepciona y amarga nuestro espíritu, tanto más cuanto más lo buscamos espasmódicamente o lo devoramos con insaciable voracidad.
----------Si la abstracción metafísica y lógica, si el principio de no-contradicción no nos da la realidad objetiva ni la verdad sobre la moral, sobre el hombre y sobre Dios, entonces todo el Magisterio de la Iglesia sobre estos temas deviene un castillo de naipes o una fábula para disminuidos mentales.
----------Entonces, y nuevamente, no bromeemos, pues cuando el papa Francisco, en su poderosa encíclica Fratelli tutti, nos habla de "verdad objetiva", de "naturaleza humana", de "escudriñar en la realidad de las cosas", de la "validez universal de principios éticos básicos y no negociables" (n.213) o nos habla de la "verdad trascendente, obedeciendo la cual el hombre adquiere su plena identidad", sin la cual "no existe ningún principio seguro que garantice justas relaciones entre los hombres" (n.273), ¿es un pregonero de fábulas mentirosas o un soñador que vaga en las nubes?
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