martes, 19 de julio de 2022

A vueltas con el buenismo

Nada más adecuado que estos nuestros sufridos tiempos de calamidades globales para advertir la falsa imagen de Dios que frecuentemente nos fabricamos los hombres, un Dios a la medida humana, cuando nos dejamos seducir por nuestras más mezquinas exigencias. [En la imagen: fragmento de "Job en el estercolero", obra de Mattia Preti, entre 1650 y 1690, actualmente en el Museo Nacional de Abruzzo].

----------Estos sufridos años de prueba que vivimos, asediados como estamos por los virus, las guerras y otras calamidades aparentemente menos insidiosas a las que nos hemos habituado, pero presentes siempre, en una constante experiencia de nuestra humana limitación, fragilidad y contingencia, inevitablemente nos vuelven cada vez más conscientes (cuanto menos para aquellos que se toman la humana racionalidad en serio y no viven como animales) de nuestra condición de creaturas y de lo que implica nuestra relación con Dios creador, impulsándonos a plantearnos preguntas (Dios, el mal, el sufrimiento, la muerte...) que necesitan una respuesta consecuente y vital de nuestra parte, pues se juega en ello nuestro destino.
----------El mundo también, todos los hombres y mujeres de este mundo, viven las mismas experiencias, y tienen sus respuestas, o creen tenerlas, respondiendo de modo más o menos consciente o inconsciente a las mismas cuestiones sobre Dios, el significado de nuestra vida, el más allá... Y no son pocos entre los cristianos, entre los que profesan seguir a Cristo como modelo, ley y paradigma de vida, y es para lamentar, que aceptan aquellas respuestas del mundo, sin advertir lo alejadas que frecuentemente están de Aquel que dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie llega al Padre, sino por mí" (Jn 14,16).
----------Esa subversión del cristianismo que es el buenismo impregna hoy en gran medida la prédica católica, en libros, revistas, artículos de grandes periódicos católicos o en los variopintos webpages y blogs sedicentes "católicos" que pueblan la internet. También el buenismo impregna la predicación de no pocos Obispos y sacerdotes. Naturalmente, el buenismo tiene sus grados y niveles, de mayor o menor gravedad, de mayor o menor veneno, y en este blog nos hemos ocupado repetidamente de él, individuándolo, caracterizándolo y refutándolo con los más sólidos argumentos fundados en la fe y en la sana razón.
----------Varias veces me he referido a los artículos del economista italiano Luigino Bruni publicados en el diario Avvenire. No es que me la haya agarrado con el pobre Luigino, pues por otra parte no he dejado de reconocer puntualmente sus esfuerzos en sus conatos teológicos, sus progresos, sus valiosas intuiciones, sus destacables descubrimientos. Pero el caso es que se repiten en sus artículos, pese a todo su visible empeño, sus caídas, que son tergiversaciones de la recta fe, que no pueden menos que producir inevitablemente enorme daño en sus lectores. De modo que considero que el referirme a Luigino Bruni y a sus artículos en el Avvenire, es presentar algo así como una "parábola del buenismo", que puede servir quizás para hacer tomar conciencia de sus peligros, de su veneno y de la necesidad de evitar esta herejía.
----------Voy  a referirme hoy a su artículo del 29 de mayo de 2021, titulado "El Dios de Job. Herida y bendición", en el cual, mediante un torpe intento de volver aceptable, confiable y amable a Dios a la vista de algunos de sus extraños comportamientos, en realidad termina por hacerle tomar a Dios una pésima figura, con la cual Bruni no hace otra cosa que volver a Dios más odioso o cuanto menos difícilmente soportable, por lo cual al final uno se pregunta por qué motivo seguir dándole confianza a tal Dios.
----------Lo único por lo cual vale la pena soportar a un Dios de este tipo, sigue diciendo Luigino Bruni, es que nos deje hacer, a los hombres y mujeres de este mundo, lo que queramos, sin fastidiarnos ni atormentarnos con amenazas de castigos, porque ha prometido en Cristo salvarnos a todos.
----------En el articulo bajo examen, Bruni se refiere al famoso relato bíblico de Job, el justo inocente, bendecido y luego probado por Dios. Para Luigino, Job emerge como un personaje gigantesco, un razonador impecable que expresa argumentos decisivos e irrefutables, que ponen a Dios en aprietos sin que Dios sepa qué responder. Por el contrario, Dios, después de toda la requisitoria de Job y su dura protesta, pillado con las manos en la masa, aparece al final muy irritado por esta impertinencia de Job.
----------Por tanto, en ese momento, Dios reacciona ante la requisitoria de Job, con marcada indignación, reprochando y acusando a Job de ser un gran presuntuoso, como si quisiera demandar a Dios en juicio, o con la pretensión de erigirse en juez nada menos que de las obras divinas.
----------El caso es que, ante esta divina reacción, Job se impresiona y se asusta, se da cuenta de haber traspasado los límites, humildemente pide perdón y cierra la boca aceptando las palabras de Dios, sin embargo sin entenderlas. De hecho, Dios no le da explicaciones, sino que simplemente le ordena que confíe en lo que Él ha hecho en nombre de su divina sabiduría y poder. Y es así que Job, por su parte, con un súbito movimiento de arrepentimiento, confía, porque en todo caso comprende y se da cuenta de que Dios siempre sabe lo que hace y que es justo y bueno aunque muchas veces no lo parezca.
----------¿De lo contrario, qué Dios sería? No es que Dios juzgue injustamente como si fuera un prepotente, sino simplemente que nosotros, con nuestra limitada razón, no podemos sondear las razones profundas y últimas de sus decisiones, que en cualquier caso, al menos al final, aparecen siempre beneficiosas y aún más beneficiosas de cuanto nos habríamos esperado al principio.
----------Ante la sumisión de Job, Dios queda satisfecho y más que satisfecho con este acto de humildad confiada y sincera de Job y lo premia poniéndolo en un extraordinario nivel de bienestar muy superior al ya tan alto que Job tenía precedentemente. Pero Bruni, en este punto, con un enorme tropezón y caída, demuestra haber entendido muy poco el desenlace final del enfrentamiento de Job con Dios, quien en cambio da la clave para comprender todo el sentido teológico, parenético y educativo de la aventura de Job con Dios.
----------Según Luigino, en efecto, al final Job, consciente de haber vencido contra Dios, tiene piedad de un Dios tan inexperto e impreparado, dictador mezquino e hipócrita, pero lo mantiene lo mismo, es más, lo bendice porque, al fin de cuentas le conviene, le es útil, porque no es un Dios como los demás, que exigen cuenta de la observancia o no observancia de las leyes por ellos impuestas.
----------Es asombrosa la desenvoltura y facilidad manifestadas por Bruni para inventar su Dios frustrado y blandengue, en total contraste con el Dios bíblico y propio de todas las religiones, que inspira respeto, confianza y temor, premiando a los buenos y castigando a los malos.
----------Y todavía más asombrosa es la motivación que Bruni intenta aportar para dar una apariencia de legitimidad a su incomprensión de la Palabra de Dios: el Dios remunerador estaría en la base nada menos que del moderno principio de la meritocracia, por lo cual en las sociedades capitalistas-liberales avanzan los más ricos, los poderosos, los afortunados y los cultos, desafiando el principio de la igualdad, que -según Luigino- debería asegurar a todos los ciudadanos parejas oportunidades para ascender a los niveles más altos de la escala social, independientemente de su nacimiento, de sus dotes personales, de la cultura, de la riqueza, de los respaldos políticos, de la suerte y cosas similares.
----------Lo cual, sin embargo, naturalmente no debe significar -objetamos a Bruni, que parece olvidarlo- ignorar el valor del real mérito moral y civil de cada uno, cuando el mérito está fundado y motivado, como factor y efecto indispensable de justicia social y progreso humano, moral y civil de la sociedad democrática.
----------Job (siempre en la visión que nos presenta Bruni), hace la figura del hombre superior y magnánimo, dispuesto a perdonar a Dios, hace la figura del hombre justo que, exigiendo un Dios compasivo para con el que sufre, se encuentra en cambio ante un Dios celoso de su poder, prepotente y despiadado, que lo hace sufrir siendo inocente sin responder a sus preguntas y a sus protestas.
----------La conclusión a la cual llega Bruni en el artículo sub examine es que Dios, sea como sea, es misericordioso. ¿Pero en qué sentido? No en el sentido de que, en su omnipotencia, nos alivie de nuestro sufrimiento, porque es evidente que esto no lo hace, sino en el sentido de que sufre con nosotros sin saber por qué existe el sufrimiento y sin saber cómo remediarlo y, por tanto, sin ser capaz quitarlo. Y nosotros debemos estar satisfechos con tal Dios, porque Dios no puede hacer más que eso.
----------Además, la misericordia divina, según Luigino Bruni, supone no un Dios que establece para nosotros la ley del bien y del mal, por lo cual nosotros, en base a esta ley, debamos rendirle cuentas a Él de nuestras obras, para recibir el premio por las buenas y el castigo por las malas.
----------Para Bruni, nosotros no tenemos ningún mérito en nuestro obrar. Creerlo así favorecería la meritocracia. Debemos trabajar y basta. No es justo ni correcto que quien más trabaja y rinde más sea considerado más merecedor. No. Merece como los otros, de lo contrario no habría igualdad.
----------Por otra parte, según la retorcida visión de Bruni, somos nosotros los que decidimos libremente lo que está bien y lo que está mal y nos comportamos en consecuencia. Dios simplemente toma nota de lo que hacemos y aprueba todo, porque el presupuesto es que en el fondo todos, incluso los malvados, están en buena fe y, por lo tanto, todos en el fondo son buenos y se salvan.
----------Es cierto, por otra parte, que aquellos que maltratan u oprimen al prójimo pueden, a lo sumo, estar sujetos a la justicia humana, pero, según nos dice Bruni, Dios también tiene misericordia de ellos y no castiga a nadie, porque no es un Dios remunerador o, como dice Luigino, un "commercialista" (un contador o un asesor fiscal o un inspector de impuestos). Según Bruni, no hay ningún precio a pagar para salvarnos. La salvación es gratis. Se viaja de garrón, como se viaja hoy, sin tarjeta, en los buses mendocinos.
----------Más bien y en todo caso, según Luigino, debemos ser nosotros, los hombres, quienes trabajemos para remediar los defectos de Dios, para suplir su debilidad e impotencia, para llenar sus insuficiencias, para practicar la justicia donde Él deja impunes a los malvados y deja sufrir a los inocentes.
----------Nos corresponde a nosotros socorrer a los pobres, consolar a los afligidos, liberar a los oprimidos. Pero también podríamos preguntarnos: ¿qué hacemos con un Dios así? ¿Es verdaderamente Dios? ¿O tal vez Dios seamos nosotros? ¿Qué se puede obtener de un Dios así? Si Dios no nos puede ayudar, si es un Dios que no hace su trabajo, da lo mismo que nos las arreglemos solos, como sea.
----------¿Un Dios cuya obra debe ser corregida por nosotros? ¿Cómo hace un Dios así para seguir siendo Dios? Evidentemente Luigino no tiene el concepto correcto de Dios. Lo concibe en modo mágico o pagano, similar a Pachamama, Juno, Ceres o Baco, como si fuera un dios que no obra sobre nosotros, sino que, a la inversa, somos nosotros los que obramos sobre Dios, para modificarlo o mejorar su comportamiento y corregirlo de sus defectos, a fin de que se ajuste a nuestras exigencias lo más que sea posible.
----------En todo caso, parece claro a la luz de todos los argumentos que nos presenta Bruni en su artículo, que la confianza que podemos depositar en este Dios es similar a la confianza que un tendero, carnicero o verdulero puede depositar en su chico de los mandados, en su che-pibe, que cada tanto le causa alguna molestia o rompe o estropea alguna mercadería; y lo hace rabiar, pero que, en definitiva, le es de utilidad. Por supuesto, no es del todo satisfactorio para él. Pero lo tiene que soportar tal como es. Sin embargo, si lo regaña llamándolo a cumplir con su deber, al final le obedece. ¡Dios convertido en che-pibe!
----------Dos cosas sorprenden en la historia de Job. La primera: sorprende su insistencia en el proclamar su inocencia. No parece considerarse para nada un pecador como todos los hijos de Adán. Sus amigos no se equivocan del todo al recordarle que es un pecador. Pero Job no quiere escuchar razones. Sólo Cristo será el perfecto inocente. ¿Pero, quién hubiera podido pensar en un hombre así entonces?
----------Por consiguiente, Job parece ignorar por completo las consecuencias del pecado original. ¿Pero ello no sabe un poco a fariseísmo? La segunda cosa que sorprende: ¿Job no había leído nunca el capítulo 53 de Isaías, la profecía del Siervo de Dios, que ofrece la propia vida en rescate por los pecadores? Sin embargo, Job no menciona en absoluto la eventualidad del sacrificio de un inocente para obtener el perdón divino. A pesar de todo, por entonces ya existía el principio de que la víctima debe ser pura.
----------Y por otra parte, maravilla que incluso Dios, al responderle, no le recuerde estas dos cosas, aunque le reproche por su presunción. Es evidente que aún no había claridad de ideas sobre estas cosas. La idea del Mesías sufriente aún no había sido aclarada. Sin embargo, Job, al remitirse con confianza al juicio divino, da espacio a estas aclaraciones que serán reveladas con la venida de Cristo.

2 comentarios:

  1. Estimado Padre Filemón,
    Gracias por esta mise-au-point. Lamento mucho decirlo, pero (absit iniuria verbis) las diversas, abigarradas y variopintas declinaciones del buenismo, por usted correctamente atacado y denunciado, impregnan los espíritus de (casi) todos los hijos de la Iglesia. Se ha vuelto casi imposible escuchar un sermón que no esté imbuido de él, o en el que simplemente siquiera aparezcan términos como "divina justicia", "castigo", "juicio". Lo que más me asombra, personalmente, es la frecuencia con la que, para llevar agua al molino buenista, se recurre al ejemplo de santos y místicos que vienen oportunamente purgados de toda aspereza para homologarlos al paradigma del buenismo. Tomemos por ejemplo a una santa Faustina, que nos ha dado una descripción muy detallada y terrible del Infierno y de las almas que desventuradamente van a parar allí, y a la que se cita exclusivamente como apóstol de la Misericordia, como si la misericordia se opusiera a la justicia. Lo mismo puede decirse de otros grandes santos como Pio da Pietrelcina, quien, refiriéndose al Señor, habló de los "rigores de Su justicia". En resumen, querido padre Filemón, gracias por hacer claridad sobre estos temas y que la Virgen lo acompañe.
    Mauro

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    1. Estimado Mauro,
      le agradezco por la solidaridad con la cual se adhiere a mis constataciones, que se asocian a aquellas cada vez más numerosas de un área católica, que desde hace algún tiempo viene siendo fastidiada por una predicación buenista, que nada tiene que ver con la verdadera bondad y que en cambio lamentablemente deja espacio a los prepotentes, los cuales se convencen de poder continuar cometiendo sus fechorías con impunidad.
      Así, una malentendida misericordia acaba por convertirse en su contrario, permitiendo la injusticia y la crueldad, las cuales creen haber vencido, en la convicción de que ni en el cielo ni en la tierra pueda hacerse justicia.

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