jueves, 7 de abril de 2022

La Pascendi más allá de las ideologías (4/4)

Quienes pretenden combatir el modernismo limitándose a oponerle las enseñanzas de la Iglesia preconciliar y acusando de modernismo a las doctrinas del Concilio Vaticano II y del Magisterio pontificio postconciliar, dan a entender que son víctimas y cómplices de la interpretación modernista dada por los modernistas a estas enseñanzas de la Iglesia. El resultado de esta nefasta operación es el de fortalecer el modernismo, dejando a los modernistas en posesión de las armas con las cuales ellos dañan a la Iglesia, sin ser capaces de recuperar las instancias válidas del modernismo reconocidas por el Concilio.

Bergson, inspirador del modernismo
   
----------Un inspirador de los modernistas fue ciertamente Henri Bergson [1859-1941], no católico, influido por Herbert Spencer [1820-1903], pero que se había acercado al catolicismo en los últimos años, ideador de una filosofía espiritualista, creyente en lo absoluto, pero fundada en el espíritu entendido como "impulso vital", auto-conciencia subconsciente intuitiva, creativa, supra-conceptual, preconsciente y operativa.
----------Jacques Maritain [1882-1973] en la década de 1950 (verifíquese por ejemplo en su libro: La intuición creadora en el arte y en la poesía, Ediciones Palabra, Madrid 2004, pp.99-109) habla de un "pre-consciente o supra-consciente del espíritu", precedente superior a la conceptualización, y operante en la creatividad poética. Pero luego Maritain también lo extiende a la moral. Esto es algo sorprendente, si tenemos presente que Maritain durante décadas había sido docto expositor de la doctrina tomista del concepto (basta con repasar su famoso: Les degrés du savoir, Desclée de Brouwer, Bruges 1959).
----------Sin embargo, lo que probablemente estaba sucediendo, es que resurgía en el ánimo de Maritain aquella propensión por el bergsonismo, que había experimentado en sus años juveniles, ese anti-conceptualismo que él incluso había rechazado y refutado vigorosamente desde las primeras décadas del siglo XX a la luz de la filosofía de santo Tomás (La philosophie bergsonienne, Téqui, Paris, 1948).
----------En 1913 Maritain muestra que para Bergson el problema de hallar la verdad absoluta se resuelve de modo cartesiano al mirar al dato de conciencia. Bergson delinea este método observando que se concentra "la propia atención sobre la misma propia vida de conciencia, entonces todos sus estados se funden los unos en los otros, ninguno de ellos, en ningún momento, sigue siendo el mismo, se trata de un impulso indistinto y motor, un fluir, un río de vibraciones más o menos cercanas entre sí, todas las cuales se corresponden y se compenetran, un fluir inaferrable y sin embargo muy real, una continuidad del devenir. En este momento el filósofo siente tocar el fondo mismo de la realidad, ya nada lo separa de él, se conoce él a sí mismo en las profundidades incomunicables de su personalidad: el sentido íntimo, convenientemente forzado o dilatado, percibe así en sí mismo y por sí mismo lo que la filosofía tradicional llama la esencia del alma" (ibid., p.6).
----------Pero es claro que Bergson se equivoca profundamente (y Maritain lo deja entender) sobre aquello que es la verdadera autoconciencia, que no es percepción de sí como si fuera el Absoluto, sino que es percepción del sí como relacionado al propio cuerpo y al mundo externo y, a través de este mundo, relacionado con Dios. Este fondo del sí (o del yo) bergsoniano es el Subconsciente del cual habla la Pascendi.
----------En ello no hay espacio para lo inmutable, lo incorruptible, lo inmortal y lo eterno. No hay espacio para la palabra de Cristo que "no pasa". No hay espacio para la fidelidad, la tradición, la conservación, la constancia y la perseverancia. No hay espacio para las razones necesarias y universales. No hay espacio para una ética de los valores no negociables, de los que habló Benedicto XVI. No hay espacio para la igualdad y la fraternidad humanas, de las que habla Francisco I. No hay espacio para el dogma católico.
----------De hecho, Jacques Maritain y su esposa Raïssa Oumançoff [1883-1960], cuando jóvenes, en tiempos de plena crisis modernista, se entusiasmaron con la palabra inflamada de Bergson (lo cuenta Raissa en su libro Las Grandes Amistades, Desclée de Brouwer, Buenos Aires 1945), que les animaba en la búsqueda del Absoluto y les estimulaba a creer en la Verdad. Pero subsecuentemente ellos se dieron cuenta de que la apelación de Bergson surgía de un malsano impulso interior de exaltada autoafirmación, que acababa por chocar con la inteligibilidad de la Palabra de Dios y la absolutidad de los valores morales y religiosos, que ellos comenzaban a gustar en su camino de conversión en contacto con los frailes dominicos.
----------Fue un momento de dolorosa elección entre dos emociones grandiosas que los fascinaban, pero que sin embargo estaban en irreductible contraste entre ellos: la verdadera luz de Cristo y la falsa profecía de Bergson. La verdadera y austera luz de la verdad y el falso brillo del mundo, que estaba embriagando y embrujando a los modernistas. Así narra Maritain este momento de elección dramática, en el cual venció Cristo:
----------"Fue en 1908 (mientras deliberábamos, en el campo alrededor de Heidelberg, si podíamos conciliar la crítica bergsoniana al concepto y a las fórmulas del dogma revelado) que el irreductible conflicto entre los enunciados 'conceptuales' de la fe teologal que recientemente había abierto nuestros ojos, y la doctrina filosófica por la cual habíamos sido apasionadamente aficionados durante nuestros años de estudio, y a la cual debíamos nuestra liberación de los ídolos materialistas, se nos apareció como uno de esos hechos demasiado ciertos de los cuales el alma, apenas ella ha comenzado a admitirlos para sí misma, sabe de inmediato que no escapará de ellos. El esfuerzo obscuramente perseguido durante meses por lograr una conciliación a la cual tendían todos nuestros deseos terminó repentinamente en esta irrefutable constatación.
----------Había que elegir; es claro que sólo se podía optar por lo Infalible, y por tanto admitir que todo el trabajo filosófico en el cual habíamos gozado, debía ser recomenzado. Dado que Dios nos propone en conceptos y proposiciones conceptuales (que nos llegan a todos chorreantes de sangre de mártires, en los tiempos del arrianismo en que se sabía morir a causa de una iota) las verdades más trascendentes y las más inaccesibles a nuestra razón, la verdad misma de su vida divina, de su propio abismo, es por consiguiente que el concepto no es un simple instrumento práctico incapaz por sí solo de transmitir lo real a nuestro espíritu, bueno para desmembrar artificialmente continuidades inefables y que deja escapar lo absoluto como el agua se escapa a través de la red; gracias a esta maravilla natural de fuerza y ​​de ligereza que es la inteligencia analógica, lanzada de un lado al otro, y que convierte a nuestro conocimiento en capaz de lo infinito, el concepto, divinamente elaborado en la fórmula dogmática, sostiene sin limitarlo y hace descender en nosotros, en espejo y en enigma, pero también en toda verdad, el misterio mismo de la Divinidad, que se pronuncia ella misma eternamente en el Verbo encarnado y se ha narrado en el tiempo y en el lenguaje humano a través del Verbo Encarnado" (citado por Claude Tresmontant, op.cit., pp.170-171).
----------Por consiguiente, lo que sucede es que el Subconsciente quisiera expresar un mundo psíquico individual, profundo, originario, preconceptual y latente bajo el manto juzgado superficial e ilusorio de la conciencia temática del ejercicio de la conceptualidad abstracta. El padre Réginald Garrigou-Lagrange cita el siguiente pasaje de Bergson, donde aparece claramente su incapacidad para captar el concepto metafísico de sustancia, con la inevitable consecuencia de ignorar la diferencia entre la sustancia corruptible y la sustancia incorruptible, así como la distinción en lo real entre la multiplicidad de las sustancias creadas y la sustancia divina inmutable creadora, y también imaginando un real que se crea a sí mismo, sino que el universo es visto por él como emanación del Subconsciente creador, que es el fondo del yo humano:
----------"La intuición primitiva de la vida profunda", que es el Subconsciente, "el fluir de la duración consciente de sí", afirma Bergson (según Reginald Garrigou-Lagrange, en Dieu, son existence et sa nature, Beauchesne, Paris 1950, p.40), lo llevan a concluir que "todo es oscuro en la idea de creación, si se piensa en cosas que serían creadas y en una cosa que las crea, como se hace habitualmente, como el intelecto no puede evitar hacer. Esta ilusión es natural a nuestra inteligencia, función esencialmente práctica, hecha para representar las cosas y los estados más que los cambios y los actos. Pero cosas y estados no son más que visiones tomadas por nuestro espíritu sobre el devenir. No existen cosas, existen solo acciones. [...]
----------Desde este punto de vista, Dios debe ser concebido como un centro desde el cual fluirían los mundos como el surtidor de una inmensa fuente, con tal de que yo sin embargo no haga pasar este centro por una cosa, sino por una continuidad del borbotón del surtidor. Dios así definido no tiene nada ya hecho; es vida incesante, acción, libertad. La creación, así entendida, no es un misterio: nosotros la experimentamos en nosotros mismos desde que actuamos libremente. Que se puedan añadir cosas nuevas a las que ya existen, esto es sin duda absurdo, ya que eso resulta de la solidificación obrada por nuestro intelecto, y no existen nunca otras cosas más que las que el intelecto ha constituido. […] Pero que la acción se engrandezca avanzando, que ella crea a medida que progresa, es lo que cada uno constata cuando se mira a sí mismo como agente".
----------Bergson quisiera establecer el primado del devenir sobre el ser y, por tanto, de la potencia sobre el acto. La imagen de Dios que así surge, observa acertadamente Garrigou, es la de un Subconsciente no espiritual, sino animal como el de Sigmund Freud [1856-1939]. Dice Bergson: "Hay más en el movimiento que en las posiciones posteriores atribuidas al móvil; hay más en un devenir que en las formas atravesadas cada vez, hay más en la evolución de la forma que en las formas realizadas una después de otra" (Ibid., p. 160).
----------Y Garrigou comenta: "Bergson adopta una filosofía dinamista, que está exactamente en las antípodas de la metafísica natural, en razón de que tal metafísica no es otra cosa que la sistematización de las disociaciones, de la fragmentación efectuada en el fluir universal por obra del pensar común, vale decir, la imaginación práctica y el lenguaje. Según él, la inteligencia, no está hecha sino para pensar en 'objetos inertes, y más especialmente en cuerpos sólidos, donde nuestra acción encuentra su punto de apoyo y nuestra industria sus instrumentos de labor; nuestros conceptos han sido formados a imagen de los sólidos, nuestra lógica es sobre todo una lógica de los sólidos', ella es incapaz de representar lo real, que es esencialmente devenir y vida.
----------El argumento no ha hecho un gran progreso desde la época de Heráclito, de hecho vemos cada vez mejor su origen sensualista. Si la inteligencia no tiene otro objeto que los cuerpos sólidos, que se nos explique el verbo ser, alma de todo juicio, y se nos demuestre en qué difiere el hombre de los animales. Si el objeto de la inteligencia no es el cuerpo sólido, sino el ente y todo lo que tiene razón de ser, la proposición bergsoniana 'hay más en el movimiento que en lo inmóvil' no es cierta más que de la inmovilidad tomada en el sentido del mismo devenir. Pero la proposición bergsoniana es falsa si se la erige como principio absoluto, porque entonces viene a decir: 'hay más en aquello que deviene y que aún no es que en lo que es'.
----------Lo inmóvil para el sentido es lo que está en reposo; para la inteligencia es lo que es, en oposición a lo que deviene, así como lo inmutable es lo que no puede no ser. El sensualismo bergsoniano confunde la inmutabilidad que es superior al movimiento con aquella que le es inferior, la del término ad quem con la del término a quo, la del acto con la de la potencia. Así él degrada la vida de la inteligencia, que contempla las leyes eternas más altas, al nivel del cuerpo sólido inanimado. Desde este punto de vista, la vida vegetativa del estómago es superior a la vida inmóvil de la inteligencia; el tiempo es superior a la eternidad, es la vida, mientras que la eternidad es una muerte" (Ibid., p.161).
----------Naturalmente, la inmutabilidad del dogma no quiere decir que no exista un progreso dogmático, vale decir, un mejor conocimiento del dato revelado, pero en el mismo sentido y en el mismísimo significado, como decía san Vicente de Lerins [† 450]. El padre Francisco Marίn-Sola [1873-1932] en una obra magistral (La evolución homogenea del dogma católico, B.A.C., Madrid 1963), ha explicado cómo se produce la sucesión progresiva de las diversas fórmulas dogmáticas pertenecientes a un mismo dato de fe.
----------Esto del progreso dogmático, asociado a lo que hoy llamamos "inculturación", era una justa instancia del modernismo. Su error fue el de confundir el verdadero progreso con el falso progreso. El verdadero progreso es el que se produce en la continuidad por toma de conciencia, clarificación, interpretación, explicación, deducción, explicitación. El falso progreso se produce por discontinuidad o ruptura, contradicción, contraposición, conflicto, falsificación, supresión, adición (n.31 de la Pascendi), interpolación (ibíd.), cambio, deformación.
----------Conservar y progresar son dos factores esenciales y recíprocamente complementarios de la ordenada y sana convivencia civil y eclesial. Hay quien tiene propensión por el conservar, quien por el progresar o por la innovación. Tienen derecho ambos a satisfacer sus exigencias, pero con discernimiento y moderación, concordes en la prosecución del bien común y en una recíproca colaboración. Si la conservación conserva lo que ya no sirve o no se combina con el progreso, se cae en el conservadurismo. Si el progreso cambia aquello que no debe cambiar o no concuerda con la conservación, se cae en el modernismo.
----------Sin embargo, es necesario decir que Maritain se equivoca al afirmar que el idealismo cartesiano ignora la existencia y la importancia del inconsciente, por el hecho de que identifica el ser con el ser pensado. René Descartes [1596-1650] admite un ser no-pensado y por tanto la existencia del inconsciente: se trata de la ingenuidad del realista quien, según Descartes, no sabe que sus ideas de las cosas no corresponden a cosas reales, y que cree que sea evidente que exista un mundo externo por fuera de él.
----------Ciertamente para Descartes el principio del saber es la auto-conciencia. Pero tenemos que recordar que para la concepción cartesiana no se trata de una autoconciencia conceptual; y si, como sostienen los idealistas, conciencia quiere decir conceptualidad, entonces para ellos el cogito cartesiano, aunque sea la autoconciencia originaria, es inconsciente, porque no implica ningún concepto de sí.
----------De modo similar, según santo Tomás de Aquino, el alma se conoce a sí misma habitualmente sin ningún concepto (De veritate, q.10, a.8). Pero no podría alcanzar esta autoconciencia si en precedencia no hubiera contactado con los sentidos las cosas externas y no las hubiera conceptualizado (Sum. Theol., I, q.87, a.1), algo que Descartes se salta porque, como es sabido, pone en duda la veracidad de los sentidos.
----------Por lo cual, si finalmente Descartes admite esta veracidad, lo hace no porque admita que los sentidos pueden corregir por sí sus errores, sino en virtud de la veracidad divina presente en el cogito, que garantiza a la conciencia poder alcanzar verdaderamente a la realidad externa.
----------Ahora bien, el subconsciente modernista desarrolla tal acción. Según los modernistas, habiendo tomado conciencia de la inmanencia divina en la autoconciencia, en base a esta experiencia, el sujeto traduce la experiencia atemática de lo divino en la conceptualidad del dogma.
----------Por eso, debemos concluir diciendo que Freud, con su inconsciente, no está tan alejado de Descartes aunque lo parezca y como podrían pensar algunos. La diferencia es que mientras el inconsciente freudiano es el instinto sexual que se sublima en el espíritu, mientras que el inconsciente cartesiano es la autoconciencia espiritual que se traduce en la conceptualización de las cosas externas.
----------En todo caso, es el propio Maritain, con su teoría del preconsciente espiritual, quien corre el riesgo de caer en la condena del inconsciente hecha por el papa san Pío X en la encíclica Pascendi, un inconsciente que precede a la experiencia atemática apriórica preconceptual de Rahner -el Vorgriff- y de Schillebeeckx. La experiencia trascendental de la que habla Karl Rahner [1904-1984] no es otra cosa que aquello que san Pío X llama "experiencia individual" inconsciente y atemática de los modernistas. De hecho, la experiencia trascendental rahneriana no es experiencia hecha por el hombre como tal, porque para Rahner no existe una naturaleza humana universal, sino sólo la persona individual existencial.
----------El subconsciente modernista manifiesta el alma voluntarista, podríamos decir occamista, del idealismo cartesiano, en el cual también tiene sus raíces. En efecto, con el modernismo, que nació en la atmósfera creada por Nietzsche, con la voluntad de poder, el idealismo muestra más que la preocupación por identificar el pensamiento con el ser, la aspiración a identificar el ser con el actuar, con el poder y con el querer: aquello que ha sido llamado "delirio de omnipotencia", que dará lugar a la explosión de los nacionalismos en la primera guerra mundial y a la de los totalitarismos fascista, nazi y comunista subsecuentemente.
   
Éduard Le Roy, un bergsoniano extremista
   
----------Para Éduard Le Roy [1870-1954], Dios no es distinto del mundo como una suprema Sustancia inmutable que es su causa primera y el motor inmóvil de un conjunto de entidades en devenir, generables y corruptibles. Por el contrario, para Le Roy, Dios es la totalidad del devenir del mundo y se resuelve en la pluralidad ilimitada de los entes en evolución que lo componen.
----------Dice de hecho Le Roy: "Las pruebas de la existencia de Dios se basan todas sobre la fragmentación puramente utilitaria que distingue el motor del móvil, el movimiento y su sujeto, la potencia y el acto. [...] Sustancias y cosas no son más que entidades verbales por las cuales "reificamos" e inmovilizamos el flujo universal, son los convencionalismos y las simplificaciones cómodas para la palabra y para la acción. [...] Si el mundo es una inmensa continuidad de incesantes transformaciones, ya no hay que imaginar esta cascada escalonada y numerable que requeriría necesariamente una fuente primera. [...]"
----------Y continúa diciendo inmediatamente Le Roy: "Afirmar el primado del acto es todavía sobreentender los mismos postulados. Si la causalidad no es más que verter una plenitud en un vacío, comunicación a un término receptor de lo que posee otro término, en una palabra obra antropomórfica de un agente, ¡que así sea! ¿Pero de qué valen estos ídolos de la imaginación práctica? ¿Por qué no identificar del todo simplemente el ser con el devenir?" (Garrigou-Lagrange, op.cit., p.97).
----------Ahora bien, lo ridículo de esta pretensión crítica del procedimiento racional de la demostración de la existencia de Dios es el descaro con el cual Le Roy invierte los roles del crítico y del criticado: Le Roy se hace pasar como si él fuera una inteligencia superior que mira desde lo alto hacia lo bajo, que menosprecia, las nociones metafísicas usadas en la demostración, poniéndolas como pueriles representaciones antropomórficas, mientras no se da cuenta de que él mismo está sumergido hasta el cuello en la más grosera imaginación que le impide elevar su mente a la altura de la teorética metafísica, mostrando no comprenderla nada en absoluto. ¿Y esta sería la modernización de la filosofía propuesta por los modernistas?
----------En otro pasaje de sus reveladoras declaraciones, Le Roy hace abierta y clarísima profesión de crudo idealismo: "Todo realismo ontológico es absurdo y ruinoso; un afuera, un más allá del pensamiento es por definición algo absolutamente impensable. No se saldrá nunca de esta objeción y es necesario concluir, junto con toda la filosofía moderna, que se impone un cierto idealismo" (Ibid., p.133).
----------Otro pasaje que confirma el idealismo de Le Roy: "El espíritu no está nunca más que frente a sí mismo, frente a sus grados y frente a sus momentos. El mundo es obra suya y él mismo, en cuanto hecho, sigue siendo obra suya. En esto, el idealismo está en lo cierto, me refiero al idealismo del pensamiento-acción. El pensamiento-acción se funda sobre sí mismo y no presupone nada. [...] Sólo la acción es capaz de bastarse a sí misma. Nada está puesto antes de ella, dado que nada está puesto sino por ella. Ella es posición de sí. La garantía para la realidad fundamental; ella deviene libertad, ya que nada la condiciona, todo, al contrario, se religa a ella; ella aparece como un punto de partida, como un inicio primero" (Ibid., p.599).
----------En fin, comprobemos cómo a Le Roy no le desagrada ni siquiera el mismísimo panteísmo: "Una causa extrínseca recaba su aparente lucidez de una imagen espacial introducida de manera ilegítima en un problema de carácter metafísico; se supone que los motores y los móviles sean sustancias distintas (postulado de la fragmentación), lo que niega el panteísmo" (Ibid., p.216).
   
Conclusión
   
----------El defecto fundamental del modernismo es el defecto del hombre que, en lugar de abrirse hacia lo alto, se repliega sobre sí mismo. En lugar de aspirar a la contemplación, se encierra en la acción; en lugar de pensar en el ser, piensa en lo pensado; en lugar de pasar del conocimiento al amor, pretende hacer brotar la verdad de la voluntad; en lugar de pasar del inconsciente al consciente, retrocede al inconsciente; en lugar de pasar de las tinieblas a la luz, se sumerge en las tinieblas; en lugar de hacer que el sentido sirva al intelecto, hace que el intelecto sea esclavo del sentido; en lugar de pasar de lo imaginable a lo inteligible, sumerge este en aquel; en lugar de dominar con la voluntad a la pasión, convierte a la voluntad en esclava de la pasión; en lugar del lenguaje límpido y honesto, ama el lenguaje turbio y ambiguo; en lugar de hacer leva en la voluntad, hace leva en el instinto; en lugar de ascender del mundo a Dios, convierte a Dios en necesitado del mundo; en lugar de elegir el sí y rechazar el no, pretende poner juntos el sí y el no; en lugar de servir sólo a Dios, pretende servir a la vez a Dios y a sí mismo; en lugar de pasar de la carne al espíritu, se sumerge en la carne; en lugar de pasar de la esclavitud a la libertad, deviene esclavo del pecado; en lugar de pasar del odio al amor, se enreda en conflictos irresolubles; en lugar de buscar la vida eterna, yace en las tinieblas y en las sombras de muerte.
----------La asunción crítica del pensamiento moderno es una instancia justa, pero su justa satisfacción está dada por la asunción leal y honesta de las doctrinas del Concilio Vaticano II, en su justo sentido establecido por el Magisterio papal postconciliar hasta el actual Pontífice, el papa Francisco.
----------Quienes pretenden combatir el modernismo limitándose a oponerle las enseñanzas de la Iglesia preconciliar y acusando de modernismo a las doctrinas del Concilio y del Magisterio pontificio postconciliar, dan a entender que son víctimas y cómplices de la interpretación modernista dada por los modernistas a estas enseñanzas de la Iglesia. El resultado de esta nefasta operación es el de fortalecer el modernismo, dejando a los modernistas en posesión de las armas con las cuales ellos dañan a la Iglesia, sin ser capaces de recuperar las instancias válidas del modernismo reconocidas por el Concilio.
----------La verdadera victoria sobre el modernismo, por lo tanto, no viene del pasadismo (cualesquiera sean todas sus posibles variantes: pseudo-tradicionalismo, lefebvrismo en todos sus variadísimos colores, filo-lefebvrisno, viganismo, minutellismo, bene-vacantismo, sede-vacantismo, y absolutamente todas las más variadas especies que puedan eventualmente surgir en el futuro si Dios lo permite), sino de la sincera adhesión al Magisterio conciliar y postconciliar, el cual nos enseña qué cosa en el pensamiento moderno debemos aceptar y qué cosa debemos rechazar para liberar a la Iglesia de los males que hoy la amenazan, y para asegurar al pensamiento católico un verdadero progreso en la fidelidad a la Tradición y a la Palabra de Dios.

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