lunes, 18 de abril de 2022

El libro del Apocalipsis, las guerras y la guerra escatológica (2/4)

El pretender "abolir la guerra" es una gran ingenuidad, que supone la ignorancia del hecho de que aún hoy la humanidad, aunque redimida por Nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto capaz de disfrutar de su gracia sanadora, se encuentra todavía en un estado de naturaleza caída como consecuencia del pecado original y por lo tanto inclinada, ya sea por ignorancia o por fragilidad o por malicia, a cometer pecado.

Qué uso hacer de la palabra "guerra"
   
----------Supuesto lo dicho, y sin pretender discutir inútilmente sobre palabras, el problema no es el de abolir la guerra sino más bien el de abolir la palabra "guerra" por las resonancias odiosas que el término evoca o porque se pasa a pensar en una guerra nuclear. Sin embargo, algunos dicen: excluyendo absolutamente las armas atómicas, admitamos la licitud de las armas convencionales, por ejemplo, para expulsar a los Rusos de Ucrania. Quienes así hablan proponen eventualmente reemplazar la expresión "guerra justa" por "defensa armada". Pero el caso es que, así como es justo defenderse de un agresor, también es justo, si es posible, desbaratar los planes del enemigo y golpearlo primero sin esperar que él nos golpee a nosotros.
----------Por lo tanto, no existe sólo la defensa o, como se dice en ámbito castrense, la "acción militar defensiva", sino también el ataque o, como se dice precisamente en la guerra, la "acción militar ofensiva", que nada tiene que ver con la ofensa en el sentido de insulto o injuria. Lo que es injusto es agredir a un pueblo que está en paz. Pero si es posible con una operación dirigida y oportuna impedir el ataque enemigo en preparación, es obligatorio hacerlo. En este punto vemos la insuficiencia del término "defensa".
----------Por consiguiente, la pregunta que debemos hacernos con franqueza es: ¿es posible abolir el uso del término "guerra"? El término "guerra" es una palabra-clave, en el sentido de que de tal modo está en la raíz de la vida humana desde siempre y en todas partes, que, como todas estas palabras de valor universal que expresan la conducta básica del hombre en la vida presente, es imposible eliminarla del vocabulario con su significado entendido por todos: conflicto armado entre dos Estados.
----------¿Será entonces posible alguna vez borrar la palabra "guerra" de los vocabularios, como hasta ahora es conocida en los diccionarios, como conflicto armado entre dos Estados, y, por el contrario, reservarla para una acción odiosa y pecaminosa? Ciertamente existen palabras, las cuales, partiendo con un significado aceptable, hoy ya no usamos, precisamente en razón de los hechos  tristísimos a los cuales esas palabras están vinculadas, como por ejemplo: "duce", "lager", "guetto", "imperio", "cruzada", "inquisición".
----------O bien se puede decir que los vocablos que se pueden cambiar o pueden desaparecer son en cambio aquellos conectados con cosas, ideas, usanzas, costumbres, artefactos, creencias, hábitos contingentes, pasajeros, particulares, ligados a épocas y a las diversas culturas y diferentes civilizaciones, como por ejemplo "computer", "mal de ojo", "alquimia", "astrología", "diariero", "besamanos", "éter", "cielo empíreo", "columnas de Hércules", "esferas celestes", "generación espontánea" y similares.
----------Sin embargo, un término como guerra, que significa un acto humano inevitable, dado el estado de naturaleza caída, presente desde siempre y en todos los pueblos, no puede no reflejar en su permanencia la inamovilidad, al menos para la vida presente, de la realidad que el término significa.
----------¿Acaso podemos sustituir palabras-base como "vida", "muerte", "amor", "odio", "maldad", "vicio", "pecado", "culpa", "castigo", "premio", "libertad", "justicia", "virtud", "felicidad", "fraternidad", "bondad", "paz" y similares? Ciertamente, cada una de ellas puede tener significados diferentes y contrastantes, y por lo tanto prestarse al equívoco. De ahí el deber, por honestidad, de precisar en qué sentido entendemos usarla, si existe el riesgo del equívoco. Pero se trata de hacer solo eso y no otra cosa.
----------Cuando hablamos de "guerra", debemos entonces precisar en qué sentido entendemos este término. Es cierto que hoy el término evoca algo odioso o vergonzoso, porque pensamos inmediatamente en la guerra atómica. Pero existe la confrontación armada entre Estado y Estado. ¿Y cómo no deberíamos usar el término "guerra" también para este hecho, aunque en un sentido diferente al usado arriba?
----------Si no distinguimos estos dos significados del término, terminaremos por confundir un acto pecaminoso con un acto justo, el pecado o crimen de Putin que ha hecho invadir Ucrania y la acción del ejército ucraniano que intenta repeler al ejército ruso. Entonces, ¿tiene sentido acusar a Putin de ser un criminal de guerra y al mismo tiempo decir que la guerra siempre es injusta? Todas las fuentes de información nos hablan de "guerra" en acto entre ejército ucraniano y ejército ruso. ¿Se equivocan ambos porque hacen la guerra?
----------Sin embargo, algunos dicen: "El ejército ucraniano se defiende, no hace la guerra. Se trata de una defensa armada. Y esta es una acción justa porque es justo repeler al agresor. Pero las fuerzas armadas de Ucrania no piensan en absoluto en un ataque nuclear a los rusos". Entonces parece que el problema sea el de saberse moderar, como debemos hacer en el dominio de la ira o de las pasiones en general. En el fondo, toda guerra es una expresión calculada de la pasión de la ira. Se trata de saberse moderar, de no excederse y de no ceder a la tentación de recurrir a las armas atómicas. Pero el temor de ceder a esta tentación no debe ser tal que nos haga renunciar al uso de las armas convencionales; de lo contrario, para no pecar de imprudencia, terminaremos por pecar de cobardía y rechazo de socorro.
----------Además, cabe señalar que no sólo la acción militar de defensa, sino también la acción militar de agresión pueden ser lícitas y obligatorias. De modo similar al cirujano que agrede un cáncer antes de que el cáncer haga morir al paciente, así también es deber de un Estado con visión de futuro intervenir al menos con sanciones en otro Estado en el cual hay presentes, por hipótesis, fuerzas subversivas que han tomado violentamente las riendas de ese Estado, a fin de convertirlo en una amenaza mortal para otros Estados.
----------Por tanto, debemos tener presente que ha existido y existe un pacifismo buenista que nace de la cobardía y de la indiferencia ante las injusticias padecidas por el prójimo o que nace del rechazo egoísta a sacrificar la propia vida o ponerla en riesgo por la salvación del prójimo. El problema, más bien, es el de una adecuada evaluación del significado moral de una guerra, justa o injusta, para ver si intervenir o no.
----------Precisamente porque en las guerras se desencadenan las pasiones, para juzgar de una guerra, para saberse conducir en una guerra, para poder identificar las causas y los propósitos de una guerra o para poder poner fin o remedio a una guerra, es necesario más que nunca la lucidez racional del juicio para no caer en esa "locura" con la cual el Papa ha definido la presente guerra en Ucrania.
----------Sin embargo, y aún habiendo dicho esto, no excluyo en modo absoluto la oportunidad de entender la palabra "guerra" como injusticia. En tal caso, entonces es claro que, en este sentido, no puede existir nunca una guerra justa. Sin embargo, el hecho innegable sigue siendo que la guerra es una acción estatal que hace uso de fuerzas armadas contra otro Estado. Ahora bien, toda acción social (y la guerra lo es) cae en la competencia de la virtud de la justicia, donde un determinado acto puede ser justo o injusto. Tanto si se habla de "guerra" como si se usa otro término, se ve entonces cómo no se puede escapar a la necesidad de distinguir entre la posibilidad de que la acción antes definida pueda ser justa o injusta.
----------Todos recordamos cómo el papa san Juan Pablo II llamó "intervención humanitaria" a la operación militar de la OTAN en Bosnia en la década de 1990 para castigar a los responsables de la guerra civil, verdaderos y propios criminales de guerra, para así restablecer la paz. Y esto porque los enemigos de la paz no atienden razones, y deben ser constreñidos con la fuerza, venciéndolos en el campo de batalla, a someterse a un pueblo que quiere vivir en paz en el respeto al derecho y a la justicia.
   
Cómo surge la guerra según la Sagrada Escritura
   
----------El padre Castellani solía decir que "la guerra es suceso de orden divino". Es cierto, pero no hay que malinterpretarlo, sino que hay que entenderlo bien. Leyendo la Biblia podremos entenderlo. Hoy está muy vivo el debate sobre el significado a darse a la palabra "guerra", y para dárselo correctamente, tal vez deberíamos comenzar recordando el Salmo 149,6, cuando dice: "Glorificad a Dios con vuestras gargantas y empuñad la espada de dos filos". Muchos de nosotros, atemorizados, disgustados y escandalizados por la actual guerra en desarrollo en Ucrania, nos estamos haciendo la convicción de que, después de tantas amargas experiencias a lo largo de la historia, haya llegado el momento, como dicen, de "abolir" la guerra, así como se abole la pena de muerte o se suprime el impuesto sobre el alcohol o la aduana en la frontera.
----------El pretender "abolir la guerra" es una gran ingenuidad, que supone la ignorancia del hecho de que aún hoy la humanidad, aunque redimida por Nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto capaz de disfrutar de su gracia sanadora, se encuentra todavía en un estado de naturaleza caída como consecuencia del pecado original y por lo tanto inclinada, ya sea por ignorancia o por fragilidad o por malicia, a cometer pecado.
----------Ciertamente la Sagrada Escritura enseña que antes de la guerra, en su origen, está esa voluntad de muerte, voluntad homicida, la cual, surgida en el demonio en el acto del rebelarse a Dios en los orígenes del mundo, luego ha impulsado e impulsa a la humanidad a dividirse (homo homini lupus) en sí misma, nación contra nación, raza contra raza, pueblo contra pueblo, grupo contra grupo, individuo contra individuo. Nos aislamos los unos de los otros, cada uno se absolutiza a sí mismo, nos olvidamos del bien común y cada uno pretende que los otros estén a su servicio, en lugar de poner los talentos recibidos en beneficio o en servicio de los otros y de la sociedad, disfrutando de los valores comunes que la sociedad nos ofrece.
----------Pero en cada uno de nosotros esta hostilidad que manifestamos socialmente al exterior, comenzando por las rencillas, por las discusiones, por el sectarismo, por la lucha de clases, hasta llegar a los enfrentamientos bélicos entre los Estados, tiene origen en nuestro propio corazón, donde frecuentemente chocan aspiraciones opuestas, en contraste entre ellas, el pensamiento en contradicción consigo mismo, o en contraste con la acción, las pasiones contra la voluntad, el espíritu contra la carne, el hombre contra la mujer, el hermano contra el hermano, el individuo contra el bien común. A esto se suma la acción de Satán, "homicida desde el principio", que atiza el fuego, pone a los unos contra los otros y empuja a los peores excesos.
----------La Sagrada Escritura, como tendremos oportunidad de ver más adelante, nos habla de un conflicto entre los ángeles al comienzo mismo de la existencia de lo creado. Ciertamente fue un conflicto angélico no querido por Dios, sino provocado por un grupo de ángeles rebeldes que seguían a Satanás. Los ángeles fieles permanecieron con Dios en el cielo, como ministros de Dios; los ángeles rebeldes se precipitaron en el infierno, aunque con la posibilidad de vagar errantes por la tierra para inducir al hombre a una similar rebelión contra Dios y para dividir a los hombres entre sí, para oponer a los unos contra los otros.
----------He aquí el surgimiento de las guerras entre nosotros, los hombres. Esta caída del hombre de la comunión con Dios y en el plano social, se produjo, como sabemos por la Biblia, con el pecado original, instigado por el demonio. El paradigma del conflicto social es el conflicto entre el hombre y la mujer.
----------La presentación que hace la Biblia de la mujer como criatura tentadora, sensual, no confiable, traicionera, explotadora y cruel, es evidentemente tan sólo el punto de vista masculino, dado que la Biblia fue escrita por varones. Pero es absolutamente claro que también está implícito y sobreentendido el punto de vista femenino: basta que la mujer cambie la dirección del juicio bíblico negativo. El contenido de verdad sigue siendo el mismo; sólo cambia la persona a la cual se refiere, la cual pasa de mujer a hombre.
----------Sin embargo, en nosotros, existe también algo instilado por Dios: una inextirpable ansia y necesidad de paz. El hombre siente una gran nostalgia y deseo de reconciliarse con Dios; el hombre advierte todavía que en el fondo Dios ha creado a la mujer para él y él para ella. La unión y la paz con Dios siguen siendo siempre sumamente deseables y beatificantes. Pero la concupiscencia y la insidia del diablo tienden a desvalorizarlos y a convertirlos en difíciles. Sin embargo, la unión hombre-mujer, aunque ahora frágil y precaria, ha conservado algo de la felicidad que ella procuraba antes del pecado.
----------La Biblia después nos narra la verificación de otra guerra subsecuente a la guerra del hombre rebelde contra Dios (Torre de Babel) y contra su prójimo (Caín contra Abel; conflicto entre Adán y Eva). Esa guerra subsecuente, a diferencia de la injusta guerra anterior, es una guerra querida por Dios para la salvación del hombre: se trata de las guerras empredidas por Israel, y se trata también de la lucha que Cristo comienza a librar contra Satanás, para liberar al hombre de su esclavitud, guerra que se concluye con la victoria de Cristo, aunque no todos se dejan liberar, sino que algunos prefieren permanecer con Satanás en el infierno.
----------El deseo de la paz está siempre vinculado de modo inseparable con el amor por la vida, donde se encuentran los verdaderos placeres y la verdadera alegría. Voluntad de paz y voluntad de guerra son dos voluntades que se oponen continuamente en nosotros. A veces prevalece la primera, y entonces tenemos la justicia. A veces prevalece la segunda, y entonces tenemos el pecado.
----------Ahora bien, no siempre sabemos qué es verdaderamente la paz, aquella paz que nos da Cristo y no la supuesta "paz" que nos ofrece el mundo, no siempre sabemos cómo se procura la paz de Cristo, cómo se la conserva, cómo se la defiende, qué es lo que la destruye, qué es necesario hacer para encontrarla. Todo esto lo enseña la Biblia. Frecuentemente la buscamos en el egoísmo, en la vida tranquila, en la indiferencia, en el oportunismo, creyendo tal vez que somos imparciales y en cambio somos dobles, que somos pacíficos y en cambio somos cobardes, que somos mansos y en cambio somos débiles y muelles.
----------Pero la oposición paz-guerra a veces se entiende de manera demasiado simplista. La Sagrada Escritura nos enseña a tener una percepción más sutil de esta relación. Paz y guerra no se excluyen de manera absoluta como podría parecer en primera consideración. No está dicho que la guerra, entendida en el sentido de lucha o de combate, sea siempre para excluirse, porque existe para la Biblia una guerra contra el pecado, el vicio, la carne, el mundo y Satanás, guerras que son saludables. Y la paz depende de la victoria en esta guerra. Hay una guerra para la conquista de la paz y que es la condición para obtener la paz. En tal modo, toda la historia sagrada es concebida como un conflicto entre los amigos y los enemigos de Dios.
----------Actualmente es muy difícil distinguir los unos de los otros, los amigos de Dios y los enemigos de Dios. Pero a lo largo de toda la historia humana se va produciendo un proceso de decantación, por el cual aparece cada vez con mayor claridad quién está por Cristo y quién está por Satanás, hasta que se produzca la batalla final, la conclusiva, la que marcará el fin del mundo y el retorno de Cristo.

4 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón:
    Usted dice: "Ciertamente existen palabras, las cuales, partiendo con un significado aceptable, hoy ya no usamos, precisamente en razón de los hechos tristísimos a los cuales esas palabras están vinculadas, como por ejemplo: "duce", "lager", "guetto", "imperio", "cruzada", "inquisición"..."

    Eso me ha hecho pensar en las palabras que ya no se usan en los "mundos" modernistas y pasadistas.
    En los ambientes modernistas ya no se utilizan palabras como "dogma", "doctrina", "demonio", "infierno", "pecado mortal", "adulterio", "sagrado", etc.
    En los ambientes pasadistas (mal llamados "tradicionalistas") también hay palabras prohibidas o casi luciferinas, como: "ecumenismo", "colegialidad episcopal", "progreso de la doctrina", "libertad religiosa", "concelebración litúrgica", "tradición viva", "progreso de la tradición", etc.

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    1. Querida Herminia,
      estoy plenamente de acuerdo con tus ingeniosas observaciones de carácter lingüístico.
      Indudablemente, el uso de las palabras esconde un cierto modo de concebir la realidad.
      La ausencia en los modernistas de esas palabras, que tú citas, denota lamentablemente su olvido de los valores que a ellas les corresponden.
      Y viceversa, el significado negativo que los pasadistas dan a las palabras que de por sí tienen un significado positivo, denota lamentablemente su incomprensión de las novedades doctrinales, que ellas significan.

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  2. Estimado padre Filemón,
    estas notas suyas sobre la guerra me están haciendo reflexionar. Nuestro tiempo, oscurecido por una guerra tan incierta como la que se está desarrollando en Ucrania, potencialmente presagio de calamidades de dimensiones aún más graves que las acaecidas hasta ahora, nos hace recurrir una y otra vez a la Sagrada Escritura para encontrar respuestas. Y hace poco, en la liturgia de Cuaresma, se ha leído la expulsión de los mercaderes del templo: Mc 11,15-16.
    El episodio está presente tanto en los tres sinópticos como en Juan, que añade a la escena un detalle, quizás no secundario, sobre el modo de actuar de Jesús: "Luego hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos fuera del templo, con sus ovejas y bueyes..." (Jn 2,15).
    Me pregunto: ¿este episodio de los Evangelios también puede sugerirnos algo sobre el tema de la guerra, la violencia, la diplomacia, las armas? ¿Sería atrevido afirmar que nuestro Señor, en primera persona, con su propia obra durante su vida terrena, quiso mostrarnos que hay situaciones excepcionales en las que no sólo cierto tipo de violencia no es pecado, sino que es incluso un deber? ¿Y sería aún más atrevido decir que nuestro Señor no despreció el uso de las armas, cuando fue necesario, hasta el punto de incluso hacer una (aunque sea para intimidar, y no para matar)?

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    1. Estimado M. Argerami,
      el episodio de la expulsión de los vendedores del templo manifiesta indudablemente que en ciertos casos es lícito usar la fuerza para castigar o detener a los pecadores. No se trata de violencia, porque ella por definición es el uso ilícito de la fuerza. Por el contrario, esta intervención está regulada por las virtudes de la justicia, del coraje y de la prudencia.
      Por cuanto respecta al uso de las armas, Cristo no es contrario a ello (cf. Jn 18,36) y, en efecto, es favorable a ese uso, pero sólo en relación con la defensa de los reinos de este mundo. En cambio, por cuanto respecta a su reino, que es un reino espiritual, Jesús manda sólo el uso de las armas espirituales, como aparece evidente de la enseñanza de san Pablo (cf. Ef 6,11-17), porque el combate cristiano no es tanto contra enemigos visibles, sino contra el demonio.
      Al respecto, el Apocalipsis, como explico en este artículo, muestra con claridad cómo el destino de la historia se resuelve en una confrontación bélica escatológica entre los seguidores de Cristo y los de Satanás, donde los fieles de Cristo salen victoriosos.

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