En cierto modo, el drama del actual pasadismo se explica por la sencilla razón de que cuando algunos sujetos no pueden cambiar el presente y no quieren vivir el presente, ocurre entonces que intentan una empresa del todo desesperada además de verdaderamente imposible: cambiar el pasado.
¿Quién ha cargado el fusil de Bultmann?
----------Rudolf Karl Bultmann [1884-1976], teólogo protestante alemán, es considerado desde hace mucho tiempo el teólogo de la "desmitificación" por su posición extremista en la obra de la "antigua búsqueda del Jesús histórico". Renunció a la búsqueda del Jesús histórico como alguien del pasado, sin importancia, al que no se puede acceder, para centrarse en el Cristo de la fe, que, según Bultmann, es lo único que importa. Sin embargo, centrado en el estudio del Cristo de la fe, defiende la teoría de la helenización del judeocristianismo primitivo, cumplida por el apóstol Pablo, bajo las influencias de las religiones mistéricas y el gnosticismo. La conclusión de Bultmann es que el galileo Jesús habría sido idealizado por la Iglesia helenista en una figura con rasgos míticos. Bultmann presenta esta tesis en su libro Historia de la tradición sinóptica (1921), donde concluye que el relato histórico presente en los escritos neotestamentarios no resulta fiable.
----------Mi breve recordatorio de Bultmann y su nociva obra, tiene por propósito partir ahora de una pregunta; y no piense el lector que sea una pregunta gratuitamente provocativa: ¿quién ha cargado el fusil de Bultmann? Porque un fusil, antes de disparar, siempre debe ser cargado, y alguno lo debe hacer.
----------Hablando de Jesús, de su vida y de su obra, esencia de la tradición, como hemos visto, en cuanto inicio, centro y fin último de nuestro entero humanismo, debemos necesariamente saber qué hacer con la historia y con la evolución de la historia humana, como hemos visto hasta aquí. Por lo tanto, el problema será en parte del método y en parte del fin que nosotros nos prefijamos. En otros términos, dependiendo de que solucionemos correctamente la cuestión de la relación entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, podremos solucionar la cuestión de la relación de la Iglesia con la historia. Tal la cristología, tal la eclesiología.
----------Ahora bien, entre historia y fe subsiste una estrecha relación de equilibrio, por lo cual habrá una peligrosa pérdida de equilibrio si la historia viene a menos; mientras que si, en cambio, viene a menos la fe, el resultado producido será destructivo, pues en este segundo caso Jesús terminará por ser un fenómeno totalmente historizado, o desmitizado pieza por pieza, a través del método de-constructivo destructivo, que es precisamente el que Bultmann consideraba útil y necesario para la vida de la fe cristiana.
----------Sin embargo, lo correcto es que historia y fe procedan, tal como deben proceder, juntas, fe y razón, a través de un largo recorrido hasta que la historia y la razón, alcanzado el máximo desarrollo científico y lógico, deberán ceder el paso a aquello que desde entonces podrá ser leído sólo a través de la fe y de las categorías de la fe. El problema es por lo tanto de método y de recorrido. Durante siglos se han experimentado en la Iglesia los daños que surgen cuando o bien viene a menos la razón, o bien viene a menos el método histórico, aun cuando se mantenga la fe, porque en tales casos, de todos modos, la fe no resultará bien sostenida, será frágil y desmoronable, corriendo el riesgo del fideísmo. Por eso es necesario no separar la historia de la fe y la fe de la historia. Por eso habíamos hablado del Jesus de la historia y del Cristo de la fe en relación a aquella que es la tradición, considerándola en su esencia el mismo Verbo de Dios hecho hombre.
Recuperar y mantener el equilibrio entre fe e historia
----------Contra Bultmann, debemos defender la legitimidad de la tarea de búsqueda del Jesús histórico. Después de todo, la expresión "Jesús histórico", en la moderna cristología, implica el anhelo mismo que anima a la cristología. ¿Cómo podemos, por lo tanto, recuperar a Jesús a través del instrumento de la historia? ¿Pero de qué sirve recorrer y desarrollar del mejor modo los caminos de la investigación histórica si la intervención no sirve para perfeccionar la fe? Sabemos que en teología la razón es intrumento de intelección de la fe: en teología, queriendo penetrar en el misterio de la persona de Nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, si carecemos de una exacta terminología o de un método lógico riguroso, no se puede penetrar en la fe; con terminología y métodos errados se puede caer también en múltiples formas de herejía.
----------Abordando por lo tanto el problema del Jesús de la historia y el Cristo de la fe se pueden correr diversos riesgos, pero análogos a los indicados antes. Lo demuestra a su modo el teólogo evangélico Wolfhart Pannenberg [1928-2014], quien reflexionando sobre historia y fe, termina por afirmar que la tarea de la cristología es difundir sobre el conocimiento de Jesús su verdadero significado. Con esta afirmación, Pannenberg da mucho significado a la historia, haciendo sin embargo depender en modo parejamente peligroso, la fe de la historia, cosa que hay que evitar para no caer en el peor historicismo.
----------En la Iglesia primitiva, cuando los recuerdos de las narraciones de testimonios oculares o portavoces directos de la vida y enseñanzas de Jesús estaban todavía muy vivos, seguían yendo juntas la fe y la historia. Sin embargo, cuando de siglo en siglo, la experiencia de fe y la reflexión teológica comienzan a crecer y desarrollarse en la Iglesia, gradualmente se ha terminado por perder a veces el recuerdo del Jesús terreno, siguiendo la luz de un Jesús puramente celestial. Y en los siglos posteriores, la pura y sola imagen de Dios (o de la divinidad de Cristo) ha terminado a veces por absorber totalmente al Cristo hombre.
----------De ese modo, frecuentemente se ha perdido el equilibrio entre fe e historia (como se lo puede perder entre fe y razón) y así, la figura íntegra del Dios hecho hombre, termina por desvanecerse peligrosamente. Y, como hemos dicho, tal la cristología, tal será la eclesiología. No ha sido raro que el Cristo de la fe haya hecho perder hasta un cierto punto la memoria del Jesús hombre, verdadero Dios y verdadero hombre, alterando la esencia misma de la fe, el misterio de la encarnación del Hijo de Dios que precisamente es verdadero Dios y verdadero hombre. El uno no puede ser separado del otro, porque es el misterio de la Encarnación. Y sea el verdadero Dios o sea el verdadero hombre, son dos concretas realidades históricas inmersas en la fisicidad, para infundir en nosotros la gracia redentora junto al don de la fe.
----------No tengo aquí necesidad de aclarar que nunca he compartido la teoría desmitizadora de Bultmann y sus peligrosísimos métodos. Por supuesto, aprecio a Bultmann por su mente brillante, por su ingenio, y por algunos de sus hallazgos compartibles. Pero si de historia de la cristología pretendemos hablar de modo sereno y con la debida honestidad intelectual, indudablemente es necesario reconocer que el hacha y el machete bultmannianos han producido mucho daño utilizados esos instrumentos en ámbito católico.
----------Pero retorno ahora a nuestra pregunta inicial: ¿quién ha cargado el fusil de Bultmann? Pues bien, a su modo Bultmann es una creatura generada por un antiguo rechazo que se había radicado en el mundo teológico, un rechazo a hacer historia y en particular historia del dogma, precisamente como si eso constituyera una suerte de amenaza a la fe, perseguida con un pensamiento teológico que quedaba estancado entonces en áridas fórmulas metafísicas de la neo-escolástica decadente tendientes a pensar que todas las verdades había que buscarlas en el cielo y que ninguna se encontrara sobre esta tierra.
----------Precisamente de ese rechazo nace Bultmann, quien siguiendo una coherente consecuencia lógica transforma el pesebre de Belém en una mítica imagen sugestiva que debe ser desmitizada. Y así tambien el sepulcro vacío del Cristo, que, desmitizado, viene a ser un símbolo, una imagen, una alegoría. Todo viene a ser desmitizadoa. Hay que comprender bien y valorar adecuadamente la peligrosidad de todo esto. Todo esto conduce a la deconstrucción de los misterios fundantes de la fe.
----------Por lo tanto, hemos llegado a la respuesta a nuestra pregunta inicial: debemos decir, con franqueza, que a cargar el fusil de Bultmann, en parte ha concurrido también una teología tomada entonces sobre la nube de la peor metafísica abstractiva, mientras que, como bien sabemos, la teología, metafísica, según la verdadera y concreta metafísica tomando el significado mismo de esta palabra griega, debe estar bien firme con los pies en la tierra y con el alma hacia el cielo, porque Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, que como Dios y como hombre se encuentra y se funde en carne y huesos con la realidad de la historia humana, de nuestra historia, dando vida, a través del misterio de la encarnación a nuestra auténtica tradición.
----------Los verdaderos pensadores y grandes maestros de la metafísica eran por su misma necesidad personas extremadamente concretas, afirmadas sólidamente en lo real, para proceder de tal modo sobre los dos cimientos: la fe y la razón. Basta con pensar en la extraordinaria capacidad lógica manifestada por un san Anselmo de Aosta [1033-1109] o por un santo Tomás de Aquino [1225-1274]. Dios se ha encarnado concretamente para ir al encuentro del hombre en la historia a lo largo de los caminos del mundo y para acompañarlo, en la historia, desde la Jerusalem terrena a la Jerusalem celestial, hasta la Parusía. No ha sido casual que antes hiciéramos referencia a la imagen exhaustiva del encuentro de los discípulos a lo largo del camino de Emmaús, que no es simplemente el camino de Emmaús en los cuales ellos encuentran al Resucitado, sino que es el verdadero inicio del camino de la Iglesia a la luz del misterio de la Resurrección.
----------De modo que es ésta la historia concreta del dato de fe. No es peligroso historicismo, es dato de fe. El dogma tiene una historia concreta, como es concreto el hecho de que Cristo ha resucitado realmente, físicamente, no metafóricamente o alegóricamente; y ha resucitado después de haber sido visto sobre esta tierra, por haberse movido en un preciso espacio histórico, del cual nosotros no podemos prescindir. Hacer historia, y en particular historia del dogma es, por lo tanto diferente del hacer historia en la historia más o menos finalizada en sí misma, porque en la fe las respuestas históricas finalizan siempre por ser encontradas donde difícilmente la lógica tiende a buscarlas. Porque, como nos aclara el autor de la Carta a los Hebreos, "la fe es fundamento de las cosas que se esperan y prueba de aquellas que no se ven" (Heb 11,1).
El modernismo es la síntesis de todas las herejías, incluído el pasadismo
----------La Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, es, a su modo, un organismo. Un organismo, en cuanto tal, tiene necesidad de crecer y de evolucionar a su perfección, pero al mismo tiempo tiene necesidad de mantener la propia natural identidad. Para decirlo con una imagen paradojal, usada solo a los efectos de querer transmitir la idea: el boxeador Mike Tyson [n.1966], como todos los seres humanos, ha crecido y ha evolucionado, y esto puede suceder para bien o para mal, y no puede ser de otra manera, porque nadie que ha llegado al esplendor de la propia juventud si permanece inmóvil, detenido y estático en los veinte años, sino que se desarrollará, evolucionará, tanto en el cuerpo como en el espíritu, crecerá, envejecerá, se enfermará. Y si se diera el caso que alguno permaneciera joven y sin cambiar, como narra aquel cuento de Oscar Wilde [1854-1900] conocido como El Retrato de Dorian Grey (el cual, por otra parte, es un plagio de una vieja novela del siglo XVII), no hay duda alguna que detrás de ese fenómeno está el mal, no existe allí el bien.
----------Naturalmente, va de suyo que Tyson, creciendo y evolucionando, mantendrá de todos modos la propia identidad; ninguna evolución podrá jamás transformarlo en una agraciada bailarina, que danzando sobre las puntas de sus pies, interpretara la música de Tchaikovsky en El Lago de los Cisnes. Esto no es posible, porque su identidad permanecerá de todos modos. He aquí que esta imagen paradojal nos sirve para decir que un fijismo rígido y cerrado, sin movimiento y adaptación o, por el contrario, el movimiento desordenado, el cual en cambio es propio de la disolución de un cuerpo privado de la propia identidad, no son, ni el uno ni el otro, los fenómenos de la vida, sino que el uno y el otro son los fenómenos típicos de la muerte.
----------Los pasadistas, vale decir, los impropiamente llamados tradicionalistas (como los lefebvrianos y afines), que se oponen (con razón) a los modernistas, vale decir, los impropiamente llamados progresistas, que se oponen (con razón) a los pasadistas, son entrambos, tanto los pasadistas como los modernistas, los extremistas que están actualmente arruinando la Iglesia, y la conducen fuera de la verdad. Pero antes de conducirla fuera de la verdad, intentan conducirla fuera de la realidad, porque el extremismo conduce frecuentemente a formas de fundamentalismo, y el radio de acción del fundamentalismo es, siempre y rigurosamente, la violencia, ya se trate de la violencia psicológica, o ya se trate de la violencia física, de aquellos que cortan las gargantas en nombre del único verdadero Dios. Siempre de violencia se trata, de violencia física, como la de las dagas de los musulmanes fundamentalistas del Isis, o de violencia psicológica, como, por caso, la de los fundamentalistas discursos del actual líder de los lefebvrianos, por tomarlo tan solo como paradigma.
----------De modo que en este punto, llegamos a la acusación que hoy debe ser dirigida, con total franqueza, honestidad y caridad, a ciertas franjas de católicos, entre los cuales he tomado como paradigma en las notas anteriores al historiador Roberto de Mattei, digna y respetable persona, citada aquí solamente como paradigma. Personas como De Mattei acusan a la Iglesia de haber cambiado la natural identidad de su Cuerpo hasta transformar la Iglesia misma en una enemiga de la idea de Iglesia de ellos, vale decir, de su idea subjetiva de Iglesia, que no es sin embargo la verdadera y única Iglesia de Cristo, gobernada por Pedro y por el Colegio de los Apóstoles. ¡No! Es la idea de Iglesia de ellos, y su idea subjetiva de Iglesia se basa y se rige sobre un fijismo estático, sobre una suerte de Retrato de Dorian Grey, sobre "un pasado que no deben pasar" como suelen ellos decir; sobre la decidida y obstinada incapacidad de captar lo que antes hemos reflexionado: la incapacidad de distinguir la substancia inmutable de los accidentes externos que son manifiestaciones y son expresiones mutables de aquella que es la eterna e inmutable sustancia o identidad eclesial.
----------En las primeras dos notas de la presente serie, he utilizado el término de modernismo reactivo. En principio parecería que es inútil hacer mayores precisiones, porque se trataría de precisiones de aquello que es del todo obvio, pero lamentablemente en estos tiempos se hace necesario insistir también sobre lo obvio y no dar nada por descontado. Para dar un ejemplo de lo que puede suceder cuando se dicen cosas obvias a través de conceptos para nosotros del todo descontados o automáticamente comprensibles, los cuales sin embargo el mundo no está dispuesto a recibir hasta el punto de que los hombres no se entienden hoy aunque estén usando el mismo lenguaje, ofreceré ahora un ejemplo tomado del actual Papa.
----------Seguramente el lector recordará que el Santo Padre, hablando en el año 2013 durante un viaje en avión de regreso a Roma con los periodistas que le dirigieron una pregunta acerca del mundillo gay o pro-homosexualidad, el papa Francisco respondió: "Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?". Nosotros sabemos bien que el Santo Padre dice una cosa obvia, que en modo igualmente obvio sobreentendía exactamente esto: ¿quién soy yo para juzgar la profunda consciencia del hombre, que sólo Dios puede leer y que sólo Dios puede juzgar? Y cualquiera de quienes ejercemos con respeto y en conformidad con la doctrina y el magisterio de la Iglesia el precioso ministerio de confesor, sabemos muy bien que nadie puede leer la consciencia del hombre, ni por ende juzgarla.
----------Supongo que no es necesario recordar con detalle al lector, de qué modo los periodistas laicistas, y no solo ellos, sino también blogueros sedicentes católicos, levantaron como bandera aquella mencionada frase del Papa, reasumida de tal modo para atribuir al Romano Pontífice lo que ni él ni ninguno de sus Predecesores habría dicho ni podría jamás decir. Produjeron una total alteración del mensaje y de la realidad: en Europa y también aquí en Argentina, e incluso en algún conocido blog mendocino.
----------Este ejemplo anecdótico lo recuerdo para decir en qué medida hoy sea verdaderamente difícil comunicar con un lenguaje cristiano aquello que una gran franja de hombres ya no está dispuesto a recibir (aunque se llamen a sí mismos "católicos"), porque hoy el mundo no está dispuesto a recibir conceptos que para nosotros son conceptos del todo obvios y descontados, y lo vemos claramente con una afirmación del Santo Padre que dice una cosa absolutamente obvia y descontada, que sobreentendía precisamente: ¿quién soy yo para juzgar la profunda consciencia del hombre, que sólo Dios puede leer y que sólo Dios puede juzgar? Recuerde el lector cómo a partir de esta expresión católicamente y doctrinalmente obvia qué cosa han derivado y continúan derivando periódicos o blogs dirigidos por periodistas o por blogueros que no son capaces ya de recibir ni siquiera nuestro lenguaje. Por lo tanto, no están en grado de comprenderlo.
----------Y todo esto para decir que me siento inclinado a precisar incluso lo obvio, visto que hoy ni siquiera se logra comprender ni siiquiera la obviedad, es entonces que uno se encuentra constreñido a precisar también lo obvio. Y preciso ahora algo obvio: el modernismo no es una simple herejía, sino que como lo ha definido el papa san Pío X, con razones y con motivaciones válidas ayer y válidas hoy, acaso hoy aún más válidas que ayer, "el modernismo es la síntesis de todas las herejías" ("Iam systema universum uno quasi obtutu respicientes, nemo mirabitur si sic illud definimus, ut omnium haereseon conlectum esse affirmemus"). Si lo pensamos, es absurdo tener que precisar a los clérigos que el modernismo es una herejía, pero visto y considerando que hoy no pocos teólogos embriagados de las peores herejías modernistas transmiten enseñanzas heterodoxas, incluso bajo la ventana del Romano Pontífice dentro de sus universidades pontificias, fuera bueno recordar incluso lo obvio: que el modernismo es la madre de todas las peores herejías. Pero atención: si el modernismo es la síntesis de las herejías, entonces incluye también la del pasadismo.
Un pasadismo bloqueado en cuatro fórmulas de la escolástica decadente
----------A esa obviedad se le agrega otra: la honestidad intelectual. Pero el caso es que la honestidad intelectual es un presupuesto fundante de nuestra fe, porque para estar en armonía con la verdad y, por lo tanto, para ser instrumentos de la verdad, es necesario que seamos honestos. Porque en caso contrario, es decir, en el caso que la verdad arriesgue a moverse solo sobre lo que podríamos llamar "lo subjetivo-verosímil", ¡algo muy distinto a la verdad!, entonces el pensamiento y en consecuencia las acciones prácticas del pensamiento modernista, nos son más o menos conocidos, y lo experimentamos casi todos los días si estamos en contacto frecuente con los ambientes de las universidades pontificias. Mientras que, sin embargo, son menos conocidos los motivos reactivos que cocurren para que este pensamiento pernicioso modernista encuentre terreno fértil para surgir y resurgir, una y otra vez, y para seguir desarrollándose en el seno de la Iglesia.
----------La historia de la Iglesia del siglo XIX (porque de esto es necesario partir si queremos hablar del modernismo y de sus causas), ha sido muy preocupante. Después de la Revolución Francesa, se sucedieron momentos de gran tensión, de más o menos abiertas persecuciones, persecuciones hechas frecuentemente a golpes de leyes manifiestamente anti-católicas, para continuar en 1870 con la caída del último resto de Estado Pontificio y la toma de Roma; y el Romano Pontífice recluído en el Vaticano, donde se declaró prisionero voluntario, inaugura la prolongada "cuestión romana" que será resuelta sólo recién con el concordato entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede en 1929, mientras que desde 1870 se siguieron gobiernos liberales marcadamente anticlericales, y a qué nivel marcadamente anticlericales. Basta solo pensar que cuando, a pocos años de su muerte, en 1878, se intentó trasladar el cuerpo del beado papa Pío IX, en procesión la noche del 13 de julio de 1881 a la Basílica de San Lorenzo Extramuros, tal y como él mismo había señalado en su testamento, al momento en que el cortejo se acercaba al Tíber, un grupo de romanos anárquicos, liberales y anticlericales amenazó con lanzar el ataúd al río, al grito poco cortez de "al fiume il Papa porco", y solo la llegada de un contingente de la milicia libró al cuerpo del beato pontífice de que cayera al río.
----------Por lo tanto, debemos entender bien qué clase de años eran aquellos, los del entero siglo XIX, y en modo particular la segunda mitad y el fin de ese siglo. Y se debe tener en cuenta, por otro lado, la presencia de una masonería anti-católica cada vez más poderosa, manifestando un anti-clericalismo a veces exasperado. El caso es que la Iglesia se encontró así asediada y sin la garantía de una independencia soberana que la pusiera al reparo de los poderes políticos seculares. La situación era verdaderamente muy delicada, y en una situación de tal delicadeza, cuando se vive rodeado de poderes hostiles y en situaciones de precaria seguridad, es decir bien poco el intentar protegerse. Todo esto llevó a formas de natural y comprensible endurecimiento en todos los aspectos, incluso el aspecto de la especulación filosófica y teológica.
----------Y mientras en los ambientes protestantes tomaban vida estudios de investigación histórica, de exégesis más o menos correctas, o más o menos compartibles por los católicos, aunque sin duda interesantes, por el contrario, en los ambientes católicos los estudios se encontraban bloqueados y cristalizados en cuatro fórmulas de la escolástica decadente, que poco y nada tenían que ver con la gran especulación de la gran escolástica, y que frecuentemente poco tenían en común con las grandes especulaciones de la metafísica.
----------Todo esto lo recuerdo para que podamos comprobar, una vez más, como objetivamente la situación socio-política pueden incidir, ¡y de qué modo!, sobre la misma especulación teológica, o bien sobre la no especulación. Sinceramente, estoy convencido que quien no dice o no admite eso, no dice la verdad, sino que expresa la propia subjetiva "verdad", ya sea que se trate de una verdad por así decir de derecha o se trate de una verdad por así decir de izquierda. En otras palabras: lo que quiero decir es que esas personas que hoy, revestidos de presunta tradición, tienen la arrogancia de declararse los defensores de "la única y sola tradición católica", son los mismos que en una cierta proporción ayer concurrieron al desarrollo de un modernismo reactivo, después de recluirse en una fortaleza cercada por redes de alambres de púa, dentro de un castillo que se sentía comprensiblemente bajo contínuo asedio y bajo contínuo peligro de ataque.
----------El amable lector podrá sin duda comprender que no podemos tratar todo esto en espacio tan breve. No faltarán ocasiones para volver al tema. Por lo tanto, para aclarar el problema de una mala entendida tradición o de un mal entendido tradicionalismo, ahora tomaremos en consideración el así llamado "caballito de batalla" de estos grupos que se agitan en el interior del mundo católico temiendo rupturas dramáticas y cismas inevitables que a su decir están ya a las puertas, y así sucesivamente. Y el caballo de batalla es la sagrada liturgia. Ahora sólo plantearé el tema, que desarrollaremos en la última nota de mañana.
----------Ahora bien, no para justificar nada, sino para aclarar lo que francamente pienso, digo inmediatamente que desde siempre he juzgado al Misal de san Pío V como un precioso patrimonio de la fe católica, una herencia que no debe ser perdida, cosa a la cual ha proveído el papa Benedicto XVI con su motu proprio Summorum Pontificum, y que, con mayores restricciones, ha mantenido el actual Papa. A la vez, considero que el Misal de san Paulo VI, aquel que algunos definen, con frases vergonzosamente desdeñosas, como "el Misal filo-protestante nacido del conciliábulo por la obra nefasta del masón Annibale Bugnini", es un Misal pastoralmente idóneo, apropiado y eficaz para nuestro tiempo, exactamente como en otros tiempos y diversas situaciones pastorales lo fue en el siglo XVI y siglos siguientes el venerable Misal de san Pío V.
----------Todos nosotros sabemos bien que en los años 1970s y siguientes, en la Iglesia de nuestros tiempos, durante la sagrada liturgia lamentablemente ha sucedido de todo, y aún más que de todo, como bien sabemos que siguen siendo perpetrados abusos de todo tipo, frecuentemente en las fronteras de la profanación de la Santísima Eucaristía. Pero esta realidad no es causada por la necesaria reforma litúrgica implementada por el Concilio Vaticano II, ni es causada por el Misal del papa san Paulo VI.
----------Los pasadistas (lefebvrianos, filo-lefebvrianos y sedicentes tradicionalistas) suponen que esos abusos han tenido y tienen como causa la reforma litúrgica implementada por el Concilio Vaticano II. ¿Por qué motivo se obstinan en pensar de ese modo? Entre las varias formas de explicarlo, mencionaré una muy simple y fácilmente comprensible, teniendo en cuenta lo que he venido diciendo en las tres notas que he publicado hasta aquí, acerca del hecho de la mala relación o la no relación que ciertas personas tienen con la historia. Pues bien, cuando algunos no pueden cambiar el presente y no quieren vivir el presente, ocurre entonces que intentan una empresa verdaderamente desesperada además de imposible: cambiar el pasado.
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