miércoles, 27 de abril de 2022

En los cimientos de la vida cristiana (4/4)

La vocación del cristiano, hombre mirado por Dios, es un llamado personal a unirnos eternamente a Él, y esto implica evidentemente la fe. ¿Pero qué es la fe? Y meditando en ello, abordaremos también el arduo problema de la predestinación, ya en el límite de la humana capacidad de comprensión.

¿Qué es la fe?
   
----------Luigino Bruni, en su retorno a los orígenes y cimientos de la vida cristiana, en su artículo del Avvenire que estamos comentando, concluye de manera óptima con la referencia a la vocación entendida como la mirada de Dios sobre nosotros en relación a su proyecto de unirnos eternamente a Él. Pero para comprender esto, es necesario evidentemente la fe. Y así Bruni tiene tres afirmaciones sobre la fe.
----------La primera afirmación de Bruni es ésta: "La fe es ante todo la experiencia de ser mirados dentro". Es una buena definición. Sin embargo, no abarca todo lo que la fe expresa y a lo cual está finazada o dirigida; y sin embargo expresa el importante punto de vista del sentido de la propia vida y en particular de la propia vocación, que es el ángulo desde el cual Bruni ve la fe en el artículo sub examine.
----------La segunda y la tercera están estrechamente relacionadas: "quien cree, siempre ha creído y no lo ha sabido"; "la fe comienza en un día, pero siempre ha existido". Se nota la influencia de Rahner: la fe no como elección del libre albedrío, sino como existencial originario de la persona. Ahora bien, esta concepción confunde la fe con el existir mismo de la persona, por lo cual la fe, según Rahner, no es un valor que el sujeto adquiera antes de tener la fe, sino que, coincidiendo con el existir de la persona, está claro que ella no puede comenzar a existir sino en coincidencia con el inicio mismo de la existencia de la persona.
----------Ahora bien, la fe cristiana no es en absoluto esto que dice Bruni, sino que es una luz sobrenatural salvífica infundida por Dios en el alma, liberada del pecado original. Nosotros no somos concebidos en posesión de la fe. Este es el privilegio exclusivo de la Santísima Virgen María, Inmaculada Concepción. Por consiguiente, nosotros, comunes pecadores, no somos creyentes desde el principio de nuestra existencia. Somos concebidos, en cambio, con la mente oscurecida por el pecado original, la voluntad pervertida por el mismo pecado, y privados de la gracia de Dios. Sin embargo, es posible que, inmediatamente después de la concepción, el embrión sea por Cristo purificado de su culpa original, iluminado por la fe y santificado por la gracia, en modo tal, que si debiera morir antes de nacer, vaya al Paraíso del Cielo.
----------Esta conclusión teológica se puede deducir de la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica, según la cual "nos es permitido esperar que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo" (n.1261). Ahora bien, sabemos que para salvarse se necesita la fe. Por lo tanto, estos embriones deben poder recibir de algún modo, por cierto desconocido para nosotros, el don de la fe.
----------Es evidente, entonces, que esto obliga a ampliar la noción de fe teologal tal como ha sido definida por el Concilio Vaticano I, que supone el ejercicio del intelecto y de la voluntad en la edad de la razón. Pero por otra parte, tal concepto ampliado existía ya antes de que se planteara el problema de la salvación de los embriones, dado que el mencionado concepto ya era aplicado a la salvación de los niños bautizados.
----------Bruni se refiere evidentemente a la fe atemática precedente a la edad de la razón y ciertamente podemos admitir que, si el niño recibe una adecuada catequesis, la fe temática pueda sustituir a la fe atemática, que es dada al embrión y podemos admitir también que todos los sujetos bautizados y no bautizados por debajo de la edad de la razón posean la fe. De hecho, la pérdida de la fe puede ocurrir a partir de la edad de la razón, cuando el sujeto debe hacer su elección y puede elegir también por la incredulidad o por la apostasía.
----------En todo caso, no se puede decir que en cada uno de nosotros la fe haya existido siempre, como si fuera una propiedad de nuestra naturaleza, sobre todo si se trata de un sujeto que desde hace tiempo está en la edad de la razón. Sobre todo, por lo tanto, es incorrecta la siguiente frase: "quien cree siempre ha creído y no lo ha sabido". Eso no es cierto en absoluto. Puede muy bien provenir de la incredulidad.
----------Por consiguiente, la fe no es un dato innato, sino que, aparte del don de la gracia, que por lo demás es ofrecido a todos, la fe es el efecto de una libre elección que siempre puede ser revocada, y por tanto no se trata en absoluto de lo mismo por lo cual decimos que quien tiene ojos celestes siempre ha tenido ojos celestes. Aquí, francamante hablando, Bruni está completamente fuera de la realidad.
----------Sin embargo, sigue siendo cierto que la fe está en los orígenes de nuestra existencia, como efecto de la mirada premurosa de amor y de misericordia de Dios sobre nosotros, pobres criaturas pecadoras, para iniciarnos en el peligroso camino de la vida bien armados con la "armadura de Dios, para que podemos resistir en el día malo y permanecer en pie después de haber superado todas las pruebas" (Ef 6,13).
----------La fe nos sostiene en la práctica de nuestra vocación, que es vocación a la santidad y a la vida eterna, según ese plan que Dios ha establecido para cada uno de nosotros desde la eternidad. Bruni se detiene aquí, pero me gustaría profundizar un poco más en su discurso, al menos para hacer una alusión a esa dirección salvífica que Dios da a nuestra vocación como efecto de la predestinación.
   
La predestinación
   
----------La predestinación divina es el acto de la voluntad con el cual Dios, desde la eternidad y siempre en la historia, dirige y mueve a los hombres a la salvación en Jesucristo, Nuestro Señor. Así define sintéticamente la predestinación santo Tomás de Aquino: "Es aquella parte de la providencia relativa a los que están ordenados por Dios a la salvación" (Sum.Theol., I, q.23). Se podría decir de una manera extremadamente simple: es el acto por el cual Dios envía a los buenos al Paraíso del Cielo.
----------Este concepto de predestinación emerge con claridad en los textos de san Pablo: "En Cristo el Padre nos ha escogido antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados delante de él en la caridad, pre-destinándonos (pro-orisas) a ser sus hijos adoptivos" (Ef 1,4-5).
----------El verbo orizo tiene el significado de destinar. De modo similar, yo puedo destinar una suma de dinero para beneficencia. Sin embargo, existe aquí esta diferencia, que en el caso de la suma de dinero, el objeto del destinar es una simple realidad material, que yo puedo mover mecánicamente. Pero en el caso de la predestinación se trata de mover los actos libres de la persona, cosa que sólo puede hacer la moción o causalidad divina. Este es el misterio de la predestinación.
----------Ese prefijo pro significa "destinar de antemano", "en anticipo", por lo tanto, precisamente, predestinar. ¿De antemano o en anticipo de qué? Precisamente a la creación del mundo y por lo tanto desde la eternidad, incluso si esta decisión o moción se actúa en el curso de la historia hasta el fin del mundo.
----------Por otra parte, hay que señalar que en la Carta a los Efesios tenemos el verbo elegir (exelésato, v.4) junto al verbo predestinar (proorísas, v.5). Esto nos induce a darnos cuenta que los dos actos significados por esos verbos son muy similares entre sí, pero no son la misma cosa. Dios predestina a alguien con la intención del intelecto y en base a este proyecto o plan, lo elige y lo llama, elegir que es acto de la voluntad. Y por tanto mueve con la gracia eficaz su voluntad hacia el paraíso del cielo, hasta llegar allí.
----------En la Carta a los Romanos, san Pablo precisa el concepto de predestinación. En la Carta a los Efesios podríamos de hecho tener la impresión de que todos sean predestinados. En cambio, no es así. En la Carta a los Romanos, Pablo nos hace entender que son predestinados a la salvación solo algunos, usando una expresión que hace referencia a una parte respecto a un todo. Sería como si un amigo, frente a un grupo de libros, me dijera: elige los que quieras. Sería cosa indiscreta si yo los tomara todos.
----------Así es la manera como san Pablo nos explica la predestinación: "Sabemos que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó" (Rom 8,28-30).
----------Por tanto, está claro que están aquellos que ha predestinado y aquellos que no ha predestinado. La Sagrada Escritura también usa el término escoger o elegir. Están los elegidos y los no elegidos (por ejemplo: Mt 24,22; Lc 17,34;18,7; Rm 8,33; 11,7; 2 Tim 2,10; Hch 13,48; Ap 17,14). Interesante es la distinción que hace Jesús entre "llamados" y "elegidos" (Mt 22,14), donde los elegidos son menos que los llamados. Sin embargo, de como se expresa san Pablo ("aquellos que"), se entiende que no todos están predestinados, por tanto no todos son elegidos, sino sólo una parte de la humanidad.
----------Parece que, en este punto, encontramos un contraste entre lo afirmado por Pablo y lo afirmado por Cristo: para Pablo los llamados son los predestinados; para Cristo los predestinados o elegidos son sólo una parte de los llamados. ¿Cómo poner de acuerdo estas dos afirmaciones?
----------Pues bien, ocurre que el término "vocación" tiene un sentido diferente en Nuestro Señor Jesucristo y en san Pablo. El sentido que la frase de Jesús da a esta palabra será retomado por san Pablo en una frase que hoy es citadísima: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,4): todos son llamados a la salvación. En cambio, la palabra "vocación" tiene en Pablo un sentido más restringido y se refiere precisamente a los predestinados.
----------El Concilio de Trento nos prohíbe querer saber si estamos o no predestinados. Nadie puede considerarse con certeza predestinado, como si fuera una verdad de fe. Y con esto condenó a Lutero, quien se había hecho precisamente esta convicción. Está claro que si uno se convenciera de estar predestinado, podría hacer este razonamiento: ¡puedo hacer lo que me parece, a tal punto estoy predestinado!
----------Debemos esperar ser predestinados, pero a condición de que cumplamos cada día con nuestros deberes cristianos. ¿Puede ser elogiable el temor a condenarnos? Sí, pero siempre y cuando ese temor sirva a un mayor compromiso y empeño por huir del pecado. Los buenistas y rahnerianos, en cambio, que no tienen dudas en ir al Paraíso del Cielo son precisamente los que más se arriesgan al infierno, porque cuando se está demasiado seguros, se baja la guardia y se corren los mayores peligros.
----------En este punto es cuando nos surge la perenne pregunta: pero si Dios quiere salvar a todos, ¿por qué de hecho salva sólo a algunos? ¿Cómo es posible que algunos se opongan a la voluntad divina? ¿Cómo es posible que el hombre rechace una eterna felicidad? Bruni, como he dicho, no se plantea esta pregunta. Me temo que comparta la extendida herejía buenista según la cual Dios salva a todos. Si así fuera, considero bueno y conveniente explicarle cómo se puede explicar este arduo misterio a partir del dato de fe.
----------Pues bien, es necesario distinguir en la voluntad divina dos aspectos: la voluntad divina en cuanto manda a la voluntad humana y la voluntad divina en cuanto salva al hombre. En el primer caso la consideramos respecto a Dios mismo y podríamos llamarla voluntad programática o preceptiva; en el segundo caso la consideramos en sus efectos sobre el hombre y la llamamos voluntad ejecutiva. Y hablando de esta último, la Biblia dice: "Él abre y nadie cierra y cuando cierra nadie abre" (Is 22,22; Ap 3,7).
----------Ahora bien, el hombre puede obedecer o desobedecer al mandato divino. Dios, en cambio, por su parte, mueve la voluntad de algunos hombres a obedecer, dándoles una gracia eficaz, por la cual los salva. Estos hombres son los elegidos o predestinados. No sabemos por qué Dios elige a estos y no elige a aquellos. Pero ciertamente debe existir un motivo, aunque desconocido para nosotros.
----------De cualquier manera, no se trata de un favoritismo, porque Dios da a cada uno según sus méritos, si bien es cierto que los méritos de los elegidos son don de su misericordia. Retorna entonces ahora la pregunta: ¿por qué concede merecer a éstos y no a aquéllos? De nuevo: no lo sabemos. Ni podemos saberlo, porque mientras los misterios de la salvación revelados por Cristo, conteniendo preceptos prácticos de común interés, por mucho que nos superen, son de algún modo para nosotros comprensibles, en cambio el misterio de la predestinación es de tal modo elevado que, aunque nos hubiera sido revelado, no entenderíamos nada. Además de esperar la salvación para nosotros mismos, también podemos esperarla para nuestros seres queridos. Pero aquí debemos ponernos en las manos de Dios con total confianza.
----------Por consiguiente, aquí debemos cesar de preguntar y escuchar, por ejemplo, lo que nos dice el sumo Poeta: "state contente, umane genti, al quia, che se possuto aveste veder tutto mestier non era parturir Maria" ("Basta a la humana gente con el quia, pues si todo supiese en absoluto, no era preciso el parto de María", Dante Alighieri, La Divina Comedia, Purgatorio, III, 37, traducción en verso de Bartolomé Mitre). Dios no salva a los demás no porque no les ofrezca la gracia suficiente o los medios para ser salvos, sino porque prefieren hacer su voluntad antes que la de Dios.
----------En cuanto a las preguntas: ¿cómo es posible que algunos se opongan a la voluntad divina? ¿Cómo es posible rechazar una eterna felicidad? la respuesta no es difícil: basta considerar nuestra tendencia a pecar, que no es otra cosa que preferir nuestra voluntad a la de Dios.
----------Nuestra naturaleza evita el sufrimiento y es de hecho nuestro deber combatir el sufrimiento. Sin embargo, el Padre, para salvarnos, ha querido que su Hijo padeciera. Incluso Nuestro Señor Jesucristo, por lo tanto, inocentísimo y siempre obedientísimo a la voluntad del Padre, para enseñarnos a obedecer al Padre, cuando la naturaleza recapacita, ha querido ponerse en nuestra situación de pecadores, y sentir lo que sentimos nosotros, Él que no merecía ningún castigo por el pecado.
----------Pero ¿por qué motivo? Por amor nuestro y para obedecer al Padre, que ha querido que el Hijo padeciera por nuestra salvación, de modo que, para salvarnos, debemos padecer con Él. Y si rehusamos, no nos salvamos. Aquellos que no aceptan el sacrificio de Cristo o que lo consideran como Recalcati una forma de masoquismo, no pueden salvarse y por lo tanto están excluidos del número de los elegidos. No aprovechan la ocasión favorable, el kairòs, como diría san Pablo (2 Cor 6,2) para hacer un buen negocio.
----------Francamente me resulta muy difícil entender cómo hace Bruni para obstinarse en rechazar la comparación que la Escritura presenta de la obra de la salvación con un pacto comercial o una transacción económica entre nosotros y Dios. Sé que parece una imagen extremadamente inadecuada, o burda incluso, para un acontecimiento exquisitamente espiritual, de hecho sobrenatural y divino, aunque grávido de consecuencias materiales. ¿Pero no conoce acaso Bruni la bellísima Antífona gregoriana "O mirabile commercium"?
----------Si la Biblia nos habla de misterios inefables con un determinado lenguaje, debemos aceptar ese lenguaje, aunque nos parezca inconveniente o demasiado material, porque no existe otro. No podemos tener la arrogante pretensión super-intelectualista o idealista de los gnósticos o de un Hegel, con el pretexto de la espiritualidad de esos misterios, de inventar nosotros otro lenguaje, que consideramos mejor, aunque esté compuesto de términos poéticos o filosóficos o metafísicos o más espirituales.
----------Esto no quiere decir que la lógica o la metafísica no sean necesarias para aclarar las imágenes poéticas, las narraciones, las metáforas, los acontecimientos, las parábolas y los símbolos de la Biblia, para evitar las fábulas y la mitología. Pero cuando está claro que un misterio, como por ejemplo el de la Redención -¡¡red-emptio es un término económico!!- es expresado en el mismo dogma con términos económicos, debemos usarlos, aunque no está prohibido recurrir con prudencia, de manera subsidiaria, como lo han hecho san Anselmo de Aosta y santo Tomás de Aquino, a los conceptos lógicos y filosóficos.
   
Conclusión
   
----------Luigino Bruni, lo advertimos en estos últimos artículos suyos en Avvenire, se está levantando con dificultad. En los últimos artículos que hemos ido comentando, en los cuales vuelve a aparecérsele Dios después de haberlo perdido de vista en el "ateísmo honesto", en este último artículo tiene una recaída debida al retorno del Dios aterrorizante de rostro sombrío. Pero es claro que no es así como Dios castiga, sino que ésta es una imagen falsa inventada por buenistas y luteranos para ignorar las paternales correcciones divinas. Esta vez lo he expresado de modo claro: este "Dios" es en realidad el demonio disfrazado de Dios.
----------El verdadero Dios, para las almas que lo buscan, se hace sentir de manera muy diferente, es decir, hace sentir su amor hasta en la severidad. Es evidente que a Bruni todavía le falta claridad en este punto. Por lo demás, hay que reconocer que él ha vuelto a regalarnos un rayo de luz de la Sagrada Escritura, que nos hace comprender que Dios nos ha dado un corazón hecho para Él, más grande de lo que parece a nuestros ojos y al de los demás, y que sólo Él conoce porque es Él quien lo ha creado.

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