martes, 26 de abril de 2022

En los cimientos de la vida cristiana (3/4)

Frente a Dios, vale decir, frente al sentimiento de culpa, voz de Dios en nuestra consciencia, que nos mira y conoce nuestro pecado, se pueden tomar dos soluciones erróneas, la de Lutero (que es la misma de Marción y de los actuales buenistas), y la de Freud y el actual psicoanálisis (que es la solución atea).

El Dios que nos inculpa
   
----------Luigino Bruni cita luego un pasaje del Salmo 139 que expresa la imposibilidad del hombre de sustraerse a la mirada de Dios. Tal imposibilidad tiene un doble aspecto: un aspecto agradable y alentador, que hace referencia al hecho de que Dios nos sigue amorosamente dondequiera que estemos y en cualquier cosa que hagamos. Este aspecto nos complace en cuanto amamos a Dios, odiamos el pecado y nos esforzamos por no pecar; y un aspecto irritante o repulsivo o aterrador, si estamos apegados al pecado, en cuanto Dios sabe que hemos pecado, nos hace comprender que somos culpables y nos castiga.
----------Pero nosotros, por nuestro orgullo, apegados a nuestra voluntad y no a la suya, no queremos reconocerlo y por tanto no queremos arrepentirnos. En consecuencia, apegados como estamos a nuestro pecado, no intentamos transformar gracias a Cristo el castigo en expiación y liberación del pecado. En este punto podemos tomar hacia Dios dos decisiones: o la de Lutero o la de Freud.
----------La primera, que retoma la herejía de Marción, consiste en el sostener que la imagen de un Dios que nos carga con culpas y nos castiga es una imagen de Dios propia del Antiguo Testamento, cuando Cristo aún no había venido a revelarnos que en realidad Dios no nos carga ninguna culpa y no nos castiga, sino que por el contrario es sólo misericordia perdonadora, que no nos pide en absoluto el arrepentirnos (cosa imposible, según Lutero, dada la inevitabilidad del pecado y la irresistibilidad de la concupiscencia), sino que nos promete salvación con la única condición de que creamos en el cumplimiento de esta promesa.
----------Y el Padre, sigue diciendo Lutero, siendo misericordioso, y no un agente del fisco ni un recaudador de impuestos, nos acoge benignamente y nos permite continuar pecando asegurándonos que cuando pecamos no nos hace ningún reproche, sino que aparta la mirada de nuestro pecado, hace como que Él no lo ve, y mira en cambio a la justicia de su Hijo que ha pagado por nosotros, por lo cual nosotros no tenemos ninguna deuda hacia Él, no debemos hacer ninguna expiación, ninguna propiciación, reparación o sacrificio, que tendría la pretensión de agregar una obra nuestra a la redención ya obrada por Cristo.
----------Entonces, así como el Padre es bueno, no condena, y quiere que todos sean felices; dado que pecar nos complace, lo tolera y lo permite sin más, ya no nos vigila como un policía que sigue a un delincuente o un espía que escudriña los movimientos del enemigo, ya no nos regaña y ya no nos castiga, sino que nos asegura que somos perdonados desde ahora mismo, a condición de que creamos que seremos salvos.
----------Ésta, según Lutero, sería la Nueva Alianza: un negocio ciertamente mucho más conveniente que la Alianza precedente, porque, mientras en la Antigua Alianza se necesitaban méritos, esfuerzos y sacrificios para obedecer a mandamientos en definitiva irrealizables, en la Nueva Alianza, por el contrario, podemos gozar à gogo tanto en la vida presente como en la vida futura.
----------Ésta, que es la falsa solución de Lutero, es también, sustancialmente, la misma falsa solución dada por los actuales buenistas y misericordistas de la falsa misericordia divina sin justicia.
   
La solución atea
   
----------La solución freudiana es aún más radical que la anterior: ¿Dios crea en nosotros sentimientos de culpa? ¿Nos prohíbe aquello que nos complace y nos manda aquello que no nos complace? ¿Cómo es que no entendemos -dice Freud- que este "Dios" es una forma de auto-represión y auto-frustración creada por el super-yo engañado por convicciones sociales, prejuicios moralistas y puritanos, con el resultado de bloquear y hacer desviar el instinto sexual o libido, que es el irresistible impulso inconsciente, subconsciente y preconsciente fundamental y originario de la vida, del amor y de la libertad?
----------Por tanto, si queremos ser libres y felices en esta vida, que es la única que podemos vivir, breve y efímera como el vuelo de una mariposa, ¡deshagámonos de este fantasma y de esta pesadilla culpabilizante que es Dios! Eso es lo que nos dice Freud. Es cierto, todos somos hermanos que hemos matado a nuestro padre para disfrutar del sexo. ¿Pero, qué hay de malo en eso? ¿No dijo el padre James Martin que cada uno tiene su propia orientación sexual? Y entonces, ¿qué historia sería esta de un Dios que crea solo dos sexos? Un Dios así no existe porque suprimiría la libertad del hombre y la posibilidad de ser feliz.
----------Ahora bien, el ateísmo, como ha señalado hace ya décadas agudamente el padre Cornelio Fabro, tiene ciertamente un propio y determinado origen, que es el cogito cartesiano, la elefantiasis egocéntrica y auto-referencial del yo humano, la tumefacción ilimitada de la autoconciencia o la autoelevación de sí hasta el punto de alcanzar o "igualar", con el gnosticismo hegeliano, el nivel de la Ciencia divina.
----------En efecto, como ha dicho Fabro, el cogito cartesiano no es una adaequatio intellectus ad rem, una necesaria capitulación del intelecto a una realidad evidente e innegable, sino que es un acto de pensar (que, por lo demás, es un dudar), arbitrariamente decidido por la voluntad, es un "quiero", cuyo motivo no tiene ningún fundamento racional, salvo en la libre voluntad de Descartes, con quien, por tanto, comienza la convicción que llegará hasta Heidegger, de que la verdad del saber no es efecto del intelecto, sino de la libertad.
----------Por otra parte, este desafortunado recorrido de la filosofía cartesiana hasta llegar a Hegel e incluso hasta llegar a Rahner, ocultará astutamente su implícita tendencia al ateísmo bajo términos siempre altisonantes, filosóficos, gnoseológicos y metafísicos, tales como "experiencia atemática del ser", "ser de conciencia", "auto-conciencia", "yo puro", "yo trascendental", "experiencia preconceptual", etc.
----------El ateísmo tampoco surge de la imposibilidad capciosa o engañosamente declarada por Kant de resolver sus tan famosas cuanto sofísticas "antinomias" relativas al intento de demostrar especulativamente la existencia de Dios. No. El primer origen del ateísmo está desgraciadamente en el corazón y en lo íntimo de cada uno, desde cuando nuestra razón ha comenzado a funcionar, es decir desde la infancia, por tanto, aunque no seamos licenciados o doctorados en filosofía o docentes universitarios.
----------El ateísmo tiene muchas otras formas. Está el ateísmo que surge cuando, meditando sobre la existencia del mal, no sabemos conectar y armonizar la existencia del mal con la omnipotencia y bondad de Dios. Está el ateísmo de la divinización de la naturaleza de Lucrecio, de Bruno, de Spinoza, de Hölderlin, de Schelling y de Goethe. Está también el ateísmo que surge de ese materialismo que no sabe elevarse al nivel del espíritu y queda enredado como Hume en los lazos de los sentidos, enredado como d'Holbach o Lamettrie o Le Dantec en la opacidad de la materia, o presionero, como Comte, de los hechos empíricos. Están además el ateísmo voluntarista de Schopenhauer, el ateísmo prometeico de Marx, el ateísmo arrogante y blasfemo de Nietzsche, el ateísmo misántropo de Sartre, y el ateísmo desesperado de Camus.
----------Ahora bien, tengamos bien presente que la raíz primera de todo ateísmo es el pecado original, pecado de soberbia, el querer ser como Dios, Dios para sí mismo, en lugar de Dios. El ateísmo, en la vida presente tiene origen en la misma voluntad del niño rebelde, el cual, por ejemplo, ante una orden justa de la madre, aun en una cosa en sí de secundaria importancia, íntimamente decide orientar su conducta no en el sentido de la obediencia, sino de su propia voluntad, creyendo con ello afirmar su dignidad y su libertad. De hecho, en la obediencia a la madre está implícita la obediencia a Dios. Ya tenemos aquí un pequeño ateo en ciernes. Este acto inicial y fundamental de la conducta moral de la persona ha sido bien estudiado por Maritain en su ensayo La dialéctica inmanente del primer acto de libertad, en Razón y Razones.
   
La opción fundamental como respuesta a Dios que nos ha mirado
   
----------Esta elección de fondo, acto exquisitamente del libre arbitrio, por el cual sin embargo el sujeto orienta la propia voluntad y la propia misma vida o hacia Dios o contra Dios, ha sido llamada por algunos moralistas de la década de 1970, con la expresión "opción fundamental".
----------Solo que los rahnerianos se la apropiaron, dándole un significado que fue desaprobado por san Juan Pablo II en la encíclica Veritatis splendor de 1993, por el hecho de que, mientras en la acepción maritainiana la opción fundamental aparece como una orientación estable de la voluntad, siempre sin embargo susceptible de conversión o contra Dios en el caso que esté orientada hacia Él o a favor de Dios en el caso que esté contra Él, los rahnerianos entienden esta opción como movimiento originario e indefectible e irreversible de la voluntad hacia Dios, precisamente no de tal o cual individuo, sino de la persona humana como tal, de modo que los actos de libre albedrío, llamados "categoriales", ya sean a favor de Dios o ya sean contra Dios, no tendrían ninguna incidencia en esa orientación de fondo, común a todos, llamada "trascendental", por lo cual todos están en gracia de Dios e irrevocablemente, aunque libremente, orientados a Dios y todos se salvan.
----------Dice san Juan Pablo II: "Algunos autores hablan de una libertad fundamental, más profunda y diversa de la libertad de elección, sin cuya consideración no se podrían comprender ni valorar correctamente los actos humanos. Según estos autores, la función clave en la vida moral habría que atribuirla a una opción fundamental, actuada por aquella libertad fundamental mediante la cual la persona decide globalmente sobre sí misma, no a través de una elección determinada y consciente a nivel reflejo, sino en forma transcendental y atemática.
----------Los actos particulares derivados de esta opción constituirían solamente unas tentativas parciales y nunca resolutivas para expresarla, serían solamente signos o síntomas de ella. Objeto inmediato de estos actos -se dice- no es el Bien absoluto (ante el cual la libertad de la persona se expresaría a nivel transcendental), sino que son los bienes particulares (llamados también categoriales). Ahora bien, según la opinión de algunos teólogos, ninguno de estos bienes, parciales por su naturaleza, podría determinar la libertad del hombre como persona en su totalidad, aunque el hombre solamente pueda expresar la propia opción fundamental mediante la realización o el rechazo de aquéllos" (encíclica Veritatis splendor, n.65).
----------El papa sanJuan Pablo II hace notar que la idea de una elección fundamental por Dios en la fe y en la caridad no es de por sí para rechazarse, sino que corresponde al deber fundamental del hombre y del cristiano en orden a la salvación. Lo que justamente el Papa no acepta es la separación entre la opción fundamental por Dios, y la alternancia de los actos particulares del libre albedrío en relación con las diversas virtudes y los mandamientos de Dios, actos que a veces pueden ser buenos o a veces malos. Ahora bien -señala el Papa- la opción fundamental no es en modo alguno irrevocable, porque es efecto de una libre elección y no de la naturaleza como tal. Por ello, "es revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia moral grave" (n.67).
----------Por eso, explicaba en su encíclica el Santo Pontífice, la verdadera opción fundamental, que es aquella por la fe y por la caridad, por la que el hombre vive en gracia de Dios, decae no sólo cuando es rechazada en sí misma con la apostasía de la fe y, en consecuencia, con la pérdida de la gracia y de la caridad, sino que la verdadera opción fundamental viene negada incluso sólo por cualquier pecado mortal cometido o contra los divinos mandamientos o contra los preceptos de la Iglesia: "La gracia de la justificación que se ha recibido -enseña el concilio de Trento- no sólo se pierde por la infidelidad, por la cual se pierde incluso la fe, sino por cualquier otro pecado mortal (Denz. 1544, 1569)" (n.68). Es evidente la referencia del Papa a los rahnerianos, con su característico lenguaje, de lo "trascendental", de lo "categorial" y de lo "atemático".
   
La vocación
   
----------Bruni inserta la opción fundamental por Dios en el cuadro de una breve reflexión que hace sobre la vocación. La vocación es la del sentirse custodiados y llamados por Dios a cumplir una determinada opción fundamental, una elección de vida para nuestra propia santificación y la de los demás.
----------Dice Bruni: "En principio hay una mirada, sentirse visto por un ojo que me mira y me ve como nunca nadie me ha visto jamás. Una mirada que es inmediatamente voz, porque mientras nos mira pronuncia nuestro nombre, revela nuestro quehacer y nuestro puesto en el mundo, nos hace vislumbrar que los episodios que han signado nuestra vida tienen un sentido, son los capítulos del 'libro' que ya estábamos escribiendo y no lo sabíamos. Es en este nivel íntimo y profundísimo donde se juega el destino de una vocación".
----------Bruni entiende la vocación como la mirada amorosa y providente de Dios, que nos sigue siempre, un Dios fiel, mientras nosotros podemos ser infieles. Ella es como un viaje hacia lo más íntimo de nosotros mismos, que al mismo tiempo es un encuentro con Dios, que ha proyectado esta vocación y por tanto se encuentra al principio, en los orígenes de nosotros mismos, para lanzarnos hacia Él. El ir hacia Él es pues un retorno a Él. Al final encontramos a Aquel que ya estaba con nosotros desde el principio.
----------Es Dios quien desde la eternidad, dice el Salmo, nos ha ideado, nos ha pensado, proyectado, querido, predestinado. Él ha escrito un "libro", que contiene de antemano todo lo que haríamos y que se lleva a cabo a la perfección, dada la infalibilidad y absoluta inevitabilidad de los efectos del querer divino:
----------"Eres Tú quien ha creado mis entrañas y me has entretejido en el vientre de mi madre. Te alabo, porque me has hecho como un prodigio; tus obras son maravillosas. Tú me conoces hasta el fondo. Mis huesos no te eran ocultos cuando fui formado en el secreto, entretejido en las profundidades de la tierra. Aún informe, tus ojos me han visto y todo quedó escrito en tu libro; mis días estaban fijados, cuando aún no existía uno" (vv.10-16).
----------Justa y correctamente, observa Luigino Bruni, este libro no debe interpretarse como el guión de una representación teatral, donde todo está prefijado y los actores sólo tienen que familiarizarse con el guión y cada uno interpretar exactamente su propio papel. Tampoco se trata de un espectáculo de títeres, donde todo lo que hacen los títeres es causado mecánicamente por el titiritero.
----------Sin embargo, debemos tener en cuenta que Dios es el Motor de la historia y el actuador de nuestra vocación y de nuestra salvación. Los actos humanos son libres. Pero la voluntad del hombre no es la libertad absoluta, e infinita de la voluntad divina. Sus actos son finitos, son causados, son creados, son movidos por Dios, por lo tanto no hay ningún contraste entre el hecho de que Dios sepa de antemano y cause todo lo que haremos. Él es la causa de la libertad misma de nuestros actos elegidos por nosotros.
----------La moción con la cual Dios mueve los actos del libre albedrío del hombre, en teología es llamada tradicionalmente "promoción física", pero considero que podría ser llamada con mayor claridad premoción ontológica. Esta premoción ontológica no es más que una aplicación del principio de causalidad, según el cual Dios es la causa de todas las criaturas y, por tanto, de sus actos libres.
----------La vocación, dice Bruni, no nos asegura felicidad y éxitos terrenos, al contrario puede, en ocasiones y hasta de modo frecuente, acarrear grandes sufrimientos, porque su meta y su realización están más allá de los límites de esta vida mortal. Por eso, observa Bruni, también podemos cometer pecados de todo tipo, podemos hacer, dice Bruni: "elecciones equivocadas, a veces pésimas: incluso si 'bajas a los infiernos' (v.8) para escapar de ti mismo, también allí sigues siendo mirado y visto. Y cada vez que tomes 'las alas de la aurora' (v.9) para huir lejos, allí donde te lleve ese vuelo loco cuando toques tu intimidad más íntima, habrá alguien, esperándote y recordándote que tú también eres más grande que tu corazón".
----------En este punto, sin embargo, desgraciadamente Bruni expresa de manera absolutamente inadecuada esta relación entre voluntad divina y libre albedrío cuando afirma contradictoriamente que "una vocación se mueve entre libertad máxima -porque no hay libertad más grande que la del que obedece-", y esto está muy bien; pero luego agrega: "y máxima no-libertad, porque esa mirada nos sigue a todas partes y nos recuerda en cada momento quiénes y qué somos verdaderamente". Y esto es un gran tumbo de Bruni, porque la máxima no-libertad es la de las piedras y la del computer, y no la del hombre bajo la mirada de Dios y en escucha de Dios, Quien por el contrario es el suscitador de nuestra máxima libertad.
----------Otro grave error es la negación de que la vocación tenga que ver con el "cálculo costos-beneficios". ¿Se ha olvidado usted, estimado Bruni, el trato muy ventajoso que Jesús propone a Pedro, quien le pregunta al Maestro qué provecho sacará de haberlo dejado todo para seguirlo?
----------Y entonces Bruni se pregunta: "¿qué moneda usar?". ¡Pero estimado Bruni, es evidente: la Sangre de Cristo! ¡Con esta moneda ha adquirido usted una casa en el paraíso! Ella ya ha sido pagada por Cristo. A usted se le pide contribuir con su personal cruz cotidiana. Pero su contribución es tan pequeña en comparación con el valor de la casa, que prácticamente le viene dada gratis. Es un negocio convenientísimo. A usted, que es un economista, ¡le ha faltado el sentido de los negocios en la economía de la salvación!

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