domingo, 17 de abril de 2022

El libro del Apocalipsis, las guerras y la guerra escatológica (1/4)

A algunos hoy la expresión "guerra justa" les parece una contradictio in terminis, como si pudiéramos acaso decir: adulterio justo, sodomía justa, fornicación justa (que son todas expresiones en sí mismas contradictorias). Por lo tanto, dado que frecuentemente es poco útil discutir acerca de palabras, si ocurre que la palabra "guerra" no agrada, búsquese entonces otra expresión, como por ejemplo "operación militar" o "intervención humanitaria", pero el concepto debe ser salvado, es decir, el uso de las armas en casos específicos.

Qué es exactamente la guerra
   
----------Para que haya guerra no hace falta el fragor de las armas, basta la lucha interior entre la carne y el espíritu, basta la querella entre marido y mujer, basta la aspereza de la lucha política, basta el añoso conflicto en la Iglesia entre modernistas y pasadistas. La guerra es la expresión externa de un conflicto que nace en el mundo del pensamiento, en el mundo de las ideas. Claro que la guerra es una calamidad, pero no una simple calamidad natural; ella, por el contrario, es una calamidad efecto de la voluntad humana.
----------Esto quiere decir que a diferencia de los desastres naturales, como los terremotos, las inundaciones, las sequías, las graves epidemias, que son calamidades en las que el hombre es todavía impotente para neutralizar sus efectos porque no sabe actuar sobre las causas; en cambio, las guerras, en principio, son males evitables y alejables porque son provocadas por el hombre: esa misma voluntad malvada que provoca la guerra, si se orienta hacia el bien, puede evitarla o extinguirla una vez que ha estallado. Las guerras siempre tienen por causa ideas equivocadas y se extinguen corrigiéndolas. Por eso, cuando estalla una guerra, no basta con deplorar los daños y despotricar contra los belicistas. No basta ni siquiera con pedir a Dios que la haga cesar, sino que es necesario permanecer lúcidos, no dejarse llevar por la indignación ni por el pánico ni por la resignación, sino ante todo indagar atentamente sobre las causas o los motivos de la guerra.
----------En la guerra obra la razón humana, en cuanto distorsionada, y la voluntad, en cuanto cruel y asesina. Por lo tanto, está en poder del hombre encontrar las vías de la paz con esa misma razón y voluntad rectificadas, las cuales, al hacer la guerra, daban muestra de perversión y de insensatez.
----------Sin embargo, es necesario que nos entendarnos acerca del término "guerra". Si con este término se entiende voluntad de destrucción y de muerte, es claro que la guerra simplemente debe ser condenada como pecado mortal. La misma Sagrada Escritura no duda en execrar la guerra en este sentido, a la vez que predice que en el futuro reino mesiánico las guerras serán definitivamente extinguidas.
----------Pero la Biblia usa la palabra "guerra" también con un significado positivo, cuando se trata, por ejemplo, del uso de las armas para defenderse de una agresión enemiga o para salvar la vida o la libertad de la patria o para liberar a un pueblo oprimido por una tiranía. En tales casos, el homicidio ya no es pecado, por cuanto es la muerte del malhechor. En este sentido, el combatir puede ser incluso una necesidad, un deber moral y un acto de virtud. En tal sentido se habla de "valor militar", de heroísmo, de sacrificio.
----------En tal sentido, la Sagrada Escritura habla también de guerras que son queridas por Dios: pues Dios quiere castigar al malhechor, o defender del agresor, o arrebatar al débil de las manos del fuerte, o reivindicar los derechos conculcados, o derrocar a los tiranos de sus tronos, o restituir al despojado el bien que se le ha quitado, o liberar el territorio patrio del invasor extranjero, o liberar al oprimido por la prepotencia del opresor, todos actos guiados por la justicia. Por eso la tradición ética católica, presente también, como no podía ser de otro modo, en el Concilio Vaticano II (véase Gaudium et spes n.79), justifica el uso de las armas para las finalidades antes mencionadas y, por tanto, en estos casos, se habla de "guerra justa".
----------Ese texto de la constitución Gaudium et spes es oportunamente citado por el Catecismo de la Iglesia Católica, cuando en el n.2308 dice: "Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras. Sin embargo, 'mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar a los gobiernos el derecho a la legítima defensa' (Gaudium et Spes n.79)".
----------Y en el número siguiente, el Catecismo es muy preciso acerca de las condiciones para ejercer ese derecho a la legítima defensa que puede conllevar a una guerra justa, diciendo: "Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a esta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es preciso a la vez: 1) Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto. 2) Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces. 3) Que se reúnan las condiciones serias de éxito. 4) Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición. Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la 'guerra justa'. La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común" (Catecismo de la Iglesia Católica n.2309).
   
Las contradicciones del buenismo pacifista
   
----------A algunos (en particular a quienes son extremos pacifistas buenistas o a los que tienden a serlo) hoy esta expresión, "guerra justa", les parece una contradictio in terminis, como si pudiéramos acaso decir: un adulterio justo, una sodomía justa, una fornicación justa (las cuales son todas expresiones en sí mismas contradictorias). Por tanto, si ocurre que la palabra "guerra" no agrada, búsquese entonces otra expresión, como por ejemplo "operación militar" o (como hizo el papa san Juan Pablo II años atrás) "intervención humanitaria", pero el concepto debe ser salvado, es decir, el uso de las armas en los casos mencionados.
----------La condena indiscriminada de toda guerra, sin verificar si se trata de guerra justa o guerra injusta, en la convicción de que las controversias puedan ser siempre resueltas por medios pacíficos, es una ilusión pacifista buenista que termina por dar campo libre a los prepotentes y por dejar impunes a los Estados dictatoriales y opresores. Si fuera coherente, este pacifismo cobarde, utópico y buenista debería entonces proponer a los Estados la abolición de las fuerzas armadas. ¿En serio? ¿Cómo se ha llegado a tal idea?
----------A una tesis pacifista de ese tipo le subyace la ignorancia de las consecuencias del pecado original. Al respecto, vale recordar otro texto de la Gaudium et Spes, citado también por el Catecismo de la Iglesia: "En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella palabra: De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra, como expresa Is 2,4" (Gaudium et Spes n.78,6, Catecismo n.2317).
----------En efecto, las consecuencias del pecado original han provocado en el hombre una tendencia a la violencia y al homicidio, y para frenar esa tendencia la obra de persuasión puede no ser suficiente. Sin embargo, existe en este campo la necesidad de un equilibrio, porque, así como se puede poner excesiva confianza en el uso de la persuasión, así también es posible subestimarla y pasar precipitadamente al uso de la fuerza, cuando en cambio a través del diálogo se podría obtener lo que ahora se quiere alcanzar por la fuerza, la cual por eso mismo ya no es lícita coerción, sino injusticia y pecaminosa violencia.
----------No es condenable el uso de la fuerza o el uso de las armas como tal, sino que es necesario ver para qué fin viene empleado. Es necesario ver si el uso de las armas sirve o no sirve a la justicia. Por otra parte, es lícito y prudente este uso de las armas, si hay esperanza de vencer, pues de lo contrario es sabio desistir, soportando en cambio la injusticia padecida y remitiendo la propia causa en las manos de Dios.
----------Por otra parte, de ninguna manera está dicho que el vencedor en una guerra es quien tiene siempre la razón. Pues mientras la victoria del justo procura la paz, por el contrario, la victoria del prepotente o del victorioso que humilla al vencido, en realidad prepara ulteriores guerras, como ocurrió con los tratados de Versalles contra Alemania al final de la primera guerra mundial, que de hecho fueron pactos que pusieron las premisas para la segunda, aunque esté fuera de toda duda el exceso de venganza del lado alemán.
----------Por otra parte, no debe confundirse la guerra con los crímenes de guerra. Esto supone que no está dicho que toda guerra sea por eso mismo un crimen; sino que el crimen de guerra es la violación del código de guerra, cuya custodia está confiada al tribunal militar, incluso si el crimen puede referirse a las mismas intenciones que han provocado la guerra, intenciones que pueden haber sido criminales en sí mismas, como fue el caso de la guerra provocada por el nazismo. En este caso el juicio ya no puede ser de competencia del Estado que ha querido la guerra, el cual pasa a ser el imputado, por lo cual, por derecho, el juez será el Estado que ha vencido la guerra, como sucedió en Nuremberg al juzgar los crímenes nazis.
----------Sin embargo, es necesario precisar que es cierto que en toda guerra, aunque esté justificada por válidas razones, de cualquier manera se cometen, aunque sea accidentalmente, acciones criminales de diverso nivel de gravedad, ya sea por la simple deserción, o por la indisciplina de las tropas, o por la indisciplina de superiores subordinados, o por el uso de armas prohibidas, o bien, peor aún, por los malos tratos a prisioneros, o por los daños a civiles, o las destrucciones inútiles e indiscriminadas, o la violación de lugares sagrados, o la violencia contra las mujeres, o la rapiña y los hurtos, o hasta las crueldades de variado género, las deportaciones forzadas, los excesos de defensa, la masacre, y hasta el genocidio.
   
Discernir los motivos para discriminar guerras justas e injustas
   
----------"Todo el oro del mundo no justifica la declaración de una guerra, solamente la hace justa el rechazo de una magna injusticia, según la moral católica", escribía el padre Castellani en un artículo de fines de 1943, alentando a los argentinos a mantener la neutralidad en la segunda guerra mundial.
----------Los motivos desencadenantes de una guerra pueden ser muchos, y diferente su valor moral, motivos justos y motivos injustos: una disputa por la posesión de un mismo territorio o por el acceso a fuentes de energía o a recursos alimentarios, una competencia comercial, el ansia de expansionismo étnico, nacional o religioso, la liberación de pueblos oprimidos, el sometimiento de otros pueblos, la defensa de una agresión, la venganza por una humillación sufrida, la venganza por agravios recibidos.
----------Teniendo eso en cuenta, por eso expresa el Catecismo de la Iglesia Católica en el n.2317: "Las injusticias, las desigualdades excesivas de orden económico o social, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen entre los hombres y las naciones, amenazan sin cesar la paz y causan las guerras. Todo lo que se hace para superar estos desórdenes contribuye a edificar la paz y evitar la guerra".
----------Por consiguiente, es necesario cada vez y en cada ocasión evaluar con atención y objetividad estos motivos, en base a principios de justicia, sobre la base de buenas informaciones, para ver cuáles son los motivos reales y cuales los fundados en pretextos, cuales suficientes y cuales insuficientes. Hay que ver si los motivos están sustentados en argumentos probatorios o solo persuasivos.
----------Las guerras surgen siempre de un disenso en el campo de las ideas. Nacen del desacuerdo o del choque de dos voluntades opuestas. Por eso es esencial para el constructor de paz saber obrar a nivel y en el campo del espíritu, conocer los caminos y los signos del espíritu, el proceder del espíritu. El espíritu se cambia, se fortalece y se corrige con el espíritu. Es el Espíritu Santo quien expulsa al espíritu maligno.
----------Otro punto a tener en cuenta es que no está dicho que todas las guerras sean queridas por los poderosos y que todas sean ajenas al pueblo y a los pobres. Las guerras pueden ser queridas por los gobernantes junto con su pueblo, como fue el caso de la intervención estadounidense en la segunda guerra mundial contra los nazis. Y por otro lado, una guerra expansionista y de agresión también puede ser querida por el pueblo conjuntamente con sus líderes, como lo fue la loca empresa de la Alemania nazi.
----------La guerra puede ser en ocasiones deseada por un pueblo oprimido pero a la vez puede ser impedida por líderes ineptos o subyugados por fuerzas superiores, como lo fue la rebelión de Hungría contra la opresión staliniana en 1956. En realidad, ningún tirano alcanza a constreñir a un pueblo a hacer la guerra, si el pueblo no está en algún modo a favor. En todo caso, es el pueblo el que derroca al tirano, como hizo el pueblo rumano contra Ceausescu en ocasión del colapso de la Unión Soviética.
----------Sin embargo, debe advertirse que es muy diferente el caso de una revolución, como ha sido la revolución francesa de 1789. No ha sido un movimiento del pueblo francés contra una monarquía tiránica, como han querido presentarla los revolucionarios, sino una acción subversiva del movimiento político burgués iluminista-masónico, que con la violencia y la sangre logró abatir una monarquía plurisecular y gloriosa, cuando no había necesidad y hubiera bastado una acción reformadora paciente y sabia, aunque sea inspirada en la famosa tríada, que por lo demás no era sino una reminiscencia del Evangelio.
----------En cuanto se refiere a la Revolución Rusa de 1917, se pretendió que fuera una revolución del pueblo, pero en realidad también ella fue simplemente organizada por el partido comunista guiado por Lenin. Grandes sectores del pueblo ruso por motivos religiosos todavía apreciaban al Zar, aunque la corte fuera indudablemente corrupta, y la mayoría del pueblo estaba a favor de la propiedad privada.
----------Un caso inevitablemente trágico es el de los pueblos fanatizados por necios o desequilibrados dirigentes, como ha sido el histórico y paradigmático caso del pueblo italiano fanatizado por Mussolini y embarcado en una loca guerra en alianza con la Alemania nazi y contra la poderosísima Rusia stalinista (pensara lo que pensara y escribiera lo que escribiera el padre Castellani, que en esto se equivocó fiero).
----------Creer que todas las controversias y los contrastes entre Estados y Estados, pueblos y pueblos, naciones y naciones, puedan ser resueltos con la buena voluntad y pacíficamente a través de tratativas diplomáticas, supone una humanidad hecha de personas todas virtuosas, de recta intención y de buena voluntad, libre de vicios, confiada en la gracia divina. Sería bello si ese fuera el caso. Pero esta es la ilusión del buenismo negador del pecado original y del "todos salvos". Pero aquí estamos en la herejía.
----------Nadie puede ponerlo en duda: dolorosísimos y dañosísimos son los efectos y las consecuencias de la guerra: un número grandioso de muertos, destrucciones de todo género, dramáticas y prolongadas secuelas de odios, de enraizados rencores, de venganzas privadas, de perturbación de la economía, de miseria generalizada, de epidemias, de ofuscación intelectual, de corrupción de las costumbres morales.
----------Si el vencedor es un pueblo amante de la paz, que ha derrotado a un pueblo belicista, se podrá tener una paz sólida y duradera. Pero si el pueblo vencedor es un pueblo imperialista, belicoso, prepotente, proclive a la violencia y a dominar sobre otros pueblos, la paz será sólo aparente, porque el pueblo vencido no goza de los frutos de la justicia, sufre por el persistir de la injusticia y busca la ocasión para abatir al opresor.

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